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03/06/2022

Centenario de Bardem: Nunca pasa nada

 


Este jueves 2 de junio Juan Antonio Bardem hubiera cumplido 100 años, hijo de Matilde Muñoz Sampedro y de Rafael Bardem, ambos actores teatrales, empezó como ingeniero agrónomo y crítico de cine, luego escribió varios guiones en colaboración con Berlanga, amigo y compañero suyo en el Instituto de investigaciones y Experiencias Cinematográficas y empieza el rodaje de la película Esa pareja feliz, después el guion de Bienvenido, Mr. Marshall que sería premiado en el Festival de Cannes en 1953. Al año siguiente realiza su primera película como autor: Cómicos, en 1955 presenta Muerte de un ciclista que confirma todas las esperanzas puestas en él. Con Calle Mayor que se rueda en 1956 llegamos a su cumbre, gana el Gran Premio de la Crítica Internacional en Venecia y su nombre se equipara con los grandes directores europeos.

Pero a partir de los 60, después de la excelente, pero no tan bien recibida La venganza,  su cine empieza a decaer de forma notoria y comienza a perder interés, salvo con la Transición que vuelve con algún que otro título interesante, pero a mi juicio no con la misma calidad que los títulos de sus comienzos. Tras un paréntesis televisivo, su final como director es muy triste filmando la pésimamente mal recibida Resultado final con Mar Flores, película que en el Filmaffinity tiene un 2 de nota.

Hay varias causas para entender este declive de un director grande cómo fue Bardem, el principal de ellos fue la censura y no saber torearla tampoco, probablemente nunca se le perdonó lo que dijo en las “Conversaciones de Salamanca” sobre el cine español: “el cine español después de 60 años no ha logrado ninguna de las finalidades que estaba obligado a alcanzar”:

1-      es políticamente ineficaz

2-      socialmente es falso

3-      intelectualmente es ínfimo

4-     estéticamente es nulo

5-      industrialmente raquítico

 

Su figura era tremendamente mal vista por el Franquismo, la situación límite llegó cuando el director fue detenido en pleno rodaje de Calle mayor, se le quiso incluso sustituir, pero la negativa del equipo artístico y técnico de la película y muy especialmente las protestas internacionales lo impidieron. Su siguiente película La venganza fue masacrada por la censura, razón que le lleva a México para rodar su fallida Sonatas, sus dos títulos siguientes tampoco gozaron del favor del público y de la crítica tanto A las cinco de la tarde como Los inocentes pasaron inadvertidas.

Me detengo en 1963 y su Nunca pasa nada, regreso a la temática de Calle mayor, pero provisto de un bagaje técnico superior donde refleja el ambiente, la monotonía de aquella ciudad de provincias, reflejo del país entero con esos chismorreos, envidias y resentimientos, donde quedan reflejados el inmovilismo y las tensiones reprimidas, perfectamente encarnadas en el personaje del doctor que ha de operar a la francesa que es como la van llamando los personajes.  Ya desde el principio palpamos el ambiente con ese autobús recorriendo los secanos de Castilla o con el trayecto que hace el médico para ir a visitarla donde podemos observar muy bien el símbolo del yugo y las flechas en el Ayuntamiento, la Iglesia, oír las conversaciones en las que los temas son siempre los mismos y “qué será del país si traen lo del extranjero” .



Remarcaba lo del aspecto formal antes ya que en la película tiene un especial interés el paisaje, vemos muchas noches de lluvia otoñal, ruinas de un castillo, incluso una procesión de Semana Santa a la que tanto el médico como su amigo apenas hacen caso ya que están hablando de sus cosas, de pronto la imagen cambia y vemos a esa francesa bailando, un pasaje que la censura dejó pasar, quizá porque era evidente que la película no iba a tener nada de éxito. Hay un momento que el personaje de Julia Gutiérrez Caba le dice al profesor de francés que se vaya, ya que él tiene sensibilidad y ese ambiente acaba consumiendo a uno, más de una secuencia parece estar rodada con cámara oculta entre la gente real del pueblo observando a la extranjera.  En una de las calles hacia el final podemos ver un cartel qué dice “bailes modernos, joven diviértete de otra manera”.



La película tardó dos años en estrenarse en España y particularmente se pudo gracias a la labor de José María García Escudero, Se pudo presentar en el festival de Venecia compartiendo ni más ni menos cartel con El verdugo de Berlanga. El entonces embajador de España en Italia, Alfredo Sánchez Bella criticó la película y dijo que hacía falta tener bastante tupé para decir que en España nunca pasa nada.

Pero lo cierto es que Bardem volvió a encontrar problemas en su siguiente producción, Los pianos mecánicos, y a partir de entonces su cine decayó. Se negaba a negociar con los censores, El último día de la guerra, Varietés, remake de Cómicos en clave musical para lucimiento de Sara Montiel, la serie La isla misteriosa reconvertida en película a pesar de su negativa, La corrupción de Chris Miller con una Pepa Flores “Marisol” compartiendo papel con Jean Seberg, La campana del infierno o El poder del deseo también con Marisol fueron películas que rodó en plan artesano.

Con El puente (1977), y 7 días de enero (1979) logra que su nombre vuelva a ser recordado. No obstante, renunciaría al cine para pasar a la televisión.

Recordemos, pues, la figura de un cineasta de los grandes que a pesar de todas las dificultades nos dejó un gran repertorio de buen cine y un análisis valiente sobre la situación política y social del país. Nunca pasa nada no está editada en DVD, pero la podemos ver a través de FlixOlé

19/11/2020

Plácido: El inicio del tándem Berlanga-Azcona

 

Dicen las malas lenguas que en España se olvida fácilmente, pero que se entierra muy bien. Luis García Berlanga murió hace diez años y aquel día recuerdo que fue portada en la mayoría de la prensa y abriendo los telediarios de las cadenas que en la mayoría de las ocasiones olvidan su obra. Ahora tras este tiempo se le ha vuelto a recordar en algunas cadenas y seguramente el año que viene, si el virus nos deja en paz, habrá homenajes con su centenario. Este blog quiere acercarse también a hacer un pequeño homenaje al gran director valenciano y para ello he pensado en hablar de su película Plácido (1961) podía haber elegido otras como El verdugo, Calabuch, La escopeta nacional, etc. Pero si voy a esta es porque supuso el inicio de una nueva etapa en su cine. 

Sus primeras películas, no exentas de ironía también, eran más dulces, el director declaró que quería únicamente mirar la bondad del hombre a través de lo social y lo humano. De todas maneras, se pueden ver en ellas borradores de lo que será este cambio de rumbo, películas como Bienvenido, Mr. Marshall en su etapa con Bardem o Calabuch tenían un fondo dramático y una carga crítica no menos fuerte, pero por el contrario se acercaba a los personajes. Berlanga que admiraba a Rafael Azcona y los guiones que había hecho para Marco Ferreri en El pisito y El cochecito comenzó a trabajar con él en el guion de Se vende un tranvía (1959) que tenía que formar parte de una serie que no vio finalmente la luz y Plácido sería su primera película juntos. “A partir de mi encuentro con Azcona, la labor crítica de mi cine es más eficaz e incisiva. De ahí que Plácido era para mí un título fundamental” (Berlanga)

   

 Poco a poco van perfilando un guion que había sufrido varios cambios y junto con José Luis Colina y José Luis Font presentan un proyecto que llevaba el título de “Siente (a) un pobre a su mesa” que es aceptado por Jet Films, empresa catalana del exhibidor Alfredo Matas que iniciaba su carrera como productor. La censura obligó al cambio de nombre, aceptando finalmente el de Plácido, también se instó al director a cortar la escena del artista poniéndose la liga, a suprimir el plano de la señora moviendo la cabeza del moribundo para que dé su consentimiento en la boda "in articulo mortis" -aunque finalmente los responsables solo suavizaron el movimiento- y a modificar la secuencia del centinela “en el sentido de que se aclare que se trata de un cuartel y sustituir el santo y seña de España por otro. Algún censor como Patricio Gómez defendía la prohibición del filme por suponer un ataque a la piedad tradicional de España, de hecho, la censura eclesiástica quiso que no sonara el villancico “Madre, en la puerta hay un niño” al final ya que veían un ataque a la obra caritativa de la Iglesia, por suerte no se les hizo caso y ahí sigue sonando.  Final de Plácido:  

El tema de la caridad y ver esta película como si fuera únicamente una crítica a la falsedad de esta, molestaba mucho a Berlanga qué insistía una y otra vez que era una anécdota, que lo que él quería poner de manifiesto era el problema de la incomunicación entre los seres humanos: “Habla de la incomunicación, pero no al estilo de Antonioni, sino la comunicación externa social”. Efectivamente, ver Plácido supone ver a una serie de personajes donde todos aparentan hacerse caso, oírse y no decirse nada. Ningún lazo los une, pero todos van juntos a alguna parte. 

Tendríamos por una parte a la aristocracia representada por la presidenta y su familia, a la burguesía con la familia donde se muere el pobre y al proletariado con Plácido y su familia. A ningún personaje de esta farsa se le tiene tiempo suficiente ante la cámara para que tengamos algo más que un apunte, excepto Plácido (Cassen en su extraordinario debut cinematográfico) que es tan pobre como sus futuros beneficiarios y trabaja directamente al servicio de los ricos o Quintanilla, “el de las serrerías” (López Vázquez), que solo va a la suya y le importa bien poco los problemas de la letra de Plácido y los pobres.Pero tampoco gozan estos dos de cierto cariño por parte de Berlanga y Azcona, todos tienen un rasgo negativo, nadie se salva.

 

José Luis López Vázquez decía que las películas de Berlanga son esperpentos no de la España de la época, sino de la España eterna. El director hablaba del “humor español, el de la picaresca española, desde Quevedo a Buñuel, pasando por Goya y Solana, todo señor que haya intentado diseccionar a los españoles, es decir, diseccionarse a sí mismo, ha tenido que recurrir por fuerza a esto que llaman humor negro 

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Recuerdo la primera vez que vi Plácido y me llamó la atención que era una película sin apenas sol, vemos nublado, un ambiente frío y nocturno, luces artificiales, etc. El ambiente es desagradable, la mujer de Plácido trabaja en los urinarios públicos, el belén está encima del lavabo, la cesta en el inodoro, él se irá moviendo por la ciudad, pasando por el banco, el casino de la subasta, hogares que acogen a los pobres...En todos ellos veremos gente lamentable y repelente, aunque el humor irónico nos hará soltar una sonrisa y luego temblar parafraseando ahora a la revista "La Codorniz". La presencia de la muerte es constante a lo largo de la película, ya desde el principio con ese entierro que se cruza en la cabalgata o al muerto que ha de transportar en su motocarro. El día de Nochebuena se convierte en un día triste, esa caridad se convierte justamente en lo contrario y aunque Berlanga quiera reflejar más bien lo anterior, nunca escondió su odio hacia este tipo de campañas benéficas que seguía viendo actualizadas en los telemaratones que se dan en la actualidad.

 

El trayecto que sigue el cuerpo sin vida de Pascual, primero bajado del domicilio de los Helguera y luego elevado a su casa nos dice también algo más, una buena muestra de esconder a la censura la verdadera intención que es la de un homenaje enmascarado a la España defenestrada por la guerra: Vemos como parte del domicilio de unos republicanos, y pasa delante de una placa conmemorativa que evoca el emplazamiento del cuartel general de Franco durante la guerra civil y recala en los sótanos de un baluarte del ejército victorioso. Este tipo de escenas que Berlanga y Azcona sabían tan bien hacer y pasaban inadvertidas, no solo a los censores sino al público en general, motivó que llegara un punto que se le eliminaran escenas sin ninguna razón, como la de un plano general de la Gran Vía madrileña en otra de sus películas.

 Años después conoció al censor y le dijo: «¿Si hubiera sido otro el director..., pero tratándose de Berlanga quién nos podía garantizar que no ponía usted entre los peatones a un cura que entra en el Pasapoga?» (El Pasapoga era una sala de fiestas, luego discoteca de la popular calle madrileña).

  La película fue rodada en Manresa, más de un vecino recuerda aun el rodaje, albergar tal obra maestra debería ser motivo de constante homenaje y así ha sido, aunque también ha habido y hay voces que no les gustaba que la película se hubiera rodado ahí por la imagen que podía dar la ciudad y que se reflejara la España profunda en sus calles, ya decía Berlanga que “la acidez de estómago no aparece hasta unas horas después de haber comido”. 

 

En fin, Plácido es otra de las grandes muestras de este que homenajeamos constantemente los cinéfilos y los medios esporádicamente cuando hay alguna fecha conmemorativa.

10/10/2020

Adiós a Francesc Betriu, otra B de nuestro cine

El pasado miércoles fallecía el director de cine Francesc Betriu (Organyà, Lleida, 1940), un mensaje de la Filmoteca de Catalunya anunciaba la triste noticia que nos cogía por sorpresa. Estudió en la Escuela Oficial de Cine, donde fue compañero de Víctor Erice, José Luis García Sánchez, Manuel Gutiérrez Aragón y Ángel Fernández Santos, y colaboró en "Fotogramas" entre 1963 y 1967. Hizo un documental de los Beatles que fue prohibido por Fraga Iribarne ya que no quería que hubiera mucha propaganda del cuarteto de Liverpool.: “Rodamos con Pedro Costa toda la estancia de los Beatles en Madrid, la llegada al aeropuerto, la reacción de los fans, la actuación, incluso un plano de Ava Gardner y Donna Hightower juntas en el concierto. Era una producción de No-Do que debía durar media hora. Antes contactamos con Brian Epstein, el manager del grupo, que nos dio la autorización. Después, cuando estábamos montando el material, nos dijeron que Manuel Fraga Iribarne había dado la orden, sin haber visto el filme, de que ese material no fuera utilizado, quería minimizar el efecto Beatles en España. No-Do montó solo un minuto y medio, pero falseando la cantidad de gente en el concierto. La frase final de la noticia era que los Beatles habían pasado por España sin pena ni gloria.” Dirigió dos cortos que le dieron cierto empuje para empezar a filmar largos, son Gente de Mesón (1969) y Bolero de amor (1971), con el primero gana la medalla de plata del festival de Bilbao y con el segundo es premiado por el Círculo de Escritores Cinematográficos, el festival de Cork (Irlanda) y el de Bilbao. 

Iba a estudiar para farmacéutico por tradición familiar, luego se pasó a Ciencias Económicas y después a Ciencias Políticas porque para aquello había que ir a la capital y lo que quería era estudiar en la Escuela de Cinematografía. En una de las pruebas había que presentar un guion a partir de una noticia y fue suspendido, pero luego se encontró a Berlanga que le dijo que le había encantado lo que había escrito. Betriu iba superando obstáculos y apostó por rodar su primer largo, Corazón solitario, del cual decía que sólo él creía en ella, pero su objetivo era hacer cine popular, no cine para minorías. “'Corazón solitario', de 1973, es un filme casi invisible. Tenía que proyectarse en el festival de Venecia pero la copia no llegó a tiempo. En diciembre, tres meses después de la celebración del festival, me llamaron diciendo que les acaba de llegar la copia. Me la devolvieron a mí y durante años estuvo guardada en la farmacia de mi padre. Es la única copia que existe, muy castigada. Filmoteca de Catalunya ha asegurado que hará una reconstrucción del filme.” La película ganó la carabela en el festival de Valladolid y sigue adelante.




 En una entrevista con Ángeles Maso para "Revista de cinematografía" (17-V-1973) encontramos que quiere hacer una película con Alfredo Landa que sea un poco la explicación de los personajes cómicos que el actor interpreta, remarca que el guion ya está escrito. Probablemente parte de este  se plasmaría años más tarde cuando adapta la novela de Raúl Núñez, Sinatra. También comenta que quisiera hacer una película en Barcelona, pero que no hay industria cinematográfica organizada como tal, su objetivo era hacer una sobre el Paralelo, aunque no en el sentido nostálgico, sino referido a la realidad actual y que sería una historia colectiva. Betriu en más de una ocasión decía que era un director difícil de catalogar, de etiquetar y que ponía nervioso a más de un crítico. “El sector de la crítica que antes me reprochaba que hacía esperpento ahora juzga negativo el que me incline por otro tipo de género” dijo tras el estreno de Sinatra. Y es que Betriu es uno de los directores más inclasificables que hemos tenido y sin duda más interesantes e inteligentes, merece ser otra B de los grandes. Pero tuvo que chocar con cómo está montada la industria en este país, a lo mejor en otros lugares sería un maestro, aquí en cambio tuvo que amoldarse a lo que había. Decía que el cine no es una actividad unipersonal del director, que se trata de una industria y el hecho de crear una película depende tanto de la voluntad de este, como de los condicionantes externos: la censura las subvenciones, la producción…

 Su fama llegaría con su segunda película, Furia española, que llegó a las pantallas con dos años de retraso por estar prohibida. Los dos guiones que presenta fueron prohibidos, pero a su amigo José Luis García Sánchez se le ocurre la idea de presentar uno con el título “ Una pasión azulgrana” que sí pasa el corte, pero Betriu rodó el prohibido y eso hizo que tuviera el dudoso y a la vez elogioso honor de ser el director de la película con más cortes de la historia, un total de 22. Es una cinta popular como él quería, pero a la vez  de autor que se interesa por ese submundo de las grandes ciudades, de las barriadas, en este caso el barrio chino barcelonés. Más allá del deporte rey, es la historia de unos seres marginados qué mediante la integración en el mundo del fútbol quieren olvidar su imagen y encontrar una nueva identidad. Protagonizada por Cassen, el cual buscaba una película que le devolviera aquella genial interpretación en Plácido, aquí hace de cobrador de una “golondrina”. (Para los que no sean de Barcelona, las golondrinas son embarcaciones turísticas que dan la vuelta por el puerto) También la película chocaba con ciertos sectores nacionalistas. En una crítica publicada en el diario “Avui” el 29 de septiembre del 76 se puede leer lo siguiente y lo escribo en catalán para mantener la originalidad del texto, creo que más o menos se entiende: “Betriu, que és català, fa massa temps que viu allunyat físicament i moralment de les realitats de casa nostra (…). Betriu es mira les coses com si fos des del peu del monument a “El héroe de Cascorro” (…) La visió del poble barceloní és entelada per massa tòpics que no són precisament tòpics que ens pertanyin i ens caracteritzin. L´esquinçada de Betriu és una esquinçada perillosa. Deforma i enganya. Ha tirat al dret i la pilota no ha entrat a la portería”. JP (AVUI, 29-9-76)






 Quizá quien escribe esa crítica no estaba acostumbrado a ver la Barceloneta, el Paralelo, la calle Robador, el barrio chino, la emigración, la pobreza, Betriu conocía bien la Barcelona de las postales y la no oficial, además de dejarnos ver personajes populares algo escondidos que nos retrotrae aquel documental que filmó Summers de Juguetes rotos, así pues vemos a Dolores Continente León, la anciana vendedora de lotería que vendía delante de El Molino y qué allá por el 1915 cantó cuplés en el Paralelo con el nombre de María Conti, podemos ver también a “La niña de Vallecas” que actuaba cada noche en la bodega Apolo. También vemos a Lázaro Escarceller como vendedor de cacahuetes (su oficio real) en las golondrinas qué más tarde se haría famoso en el programa de TV3 “Filiprim” con Josep Maria Bachs, el cual lo traería al “1,2,3 responda otra vez” y ganaría fama también como el abuelo en Makinavaja. La película también supuso el debut de Amparo Moreno, que trabajaba en El Molino, como viajera en la golondrina, etc. El crítico Antoni Kirchner definió a Betriu como "la viva representación del esperpento de tanta raigambre hispánica" tras ver la película. A pesar de los problemas de la censura y de la productora Betriu siguió y no se echó para atrás y comenzó un nuevo proyecto: La viuda andaluza. Se trataba de una adaptación muy libre de La lozana andaluza (1528) con guion suyo. El libro que fue tachado de inmundo y feo por Marcelino Menéndez Pelayo (en la película se le menciona) fue escrito por el clérigo Francisco Delicado en 1528 y Vicente Escrivá acababa de hacer una adaptación. En los periódicos de otoño del 76 se podía leer el siguiente anuncio: “Productora de cine busca personas feas gordas o flacas de ambos sexos de cualquier edad que deseen intervenir en un próximo rodaje”.Betriu dijo que no buscaba monstruos, pero que si publicas un anuncio pidiendo gente para una película se presentan los que se creen guapos y así con este anuncio consiguió una gran riqueza de tipos. La película que hay que contextualizarla en la época en que fue rodada, o sea, en plena transición, tiene a Bárbara Rey de protagonista, la cual se desnuda bastantes veces y a Paco Algora, actor habitual de ese cine en el papel del pícaro Rampín.




 La película utiliza el castellano antiguo y se ve acompañada de canciones compuestas por Luis Eduardo Aute que personalmente creo que chocan un poco. Es una crítica social, una sátira burlesca irreverente de las instituciones, de la Iglesia, de las armas, de la sociedad en general, etcétera. Es muy irónica y alegre, tiene golpes escondidos bastante inteligentes como por ejemplo que el cardenal esté interpretado por Escamillo (Josep Pons Ortiz), actor del Molino, famoso por su humor homosexual. Aparece también un grupo de condecorados compuesto por concejales y por militares que curiosamente la censura no tocó. Otro momento impagable es que la viuda se aloja en el Ritz y en una de sus suites se hace un prostíbulo, ahí Bárbara Rey tiene una escena de cama nada menos que con Lázaro Escarceller, entre otros. El crítico JF Valls dijo que “Betriu vehícula una enorme cantidad de pesadillas generacionales masoquismos, sadismos, en fin, todo lo que compone la represión cultural y política que nos ha tocado vivir en las últimas décadas”.

 La película, al igual que Furia española, tuvo problemas con el productor, en este caso con Andrés Vicente Gómez, que dijo que la película se había pasado el presupuesto en un 40%.Un problema de retraso en los pagos a los extras levantó una cierta polémica en los diarios de la época.

 Un momento clave en su obra es la realización de 'La plaça del Diamant', de la cual hace un guion cinematográfico que queda en un cajón y TVE decide hacerla en serie y presentarla en un concurso de subvenciones. Mientras, rueda otra genialidad, Los fieles sirvientes, donde el director, según cierta crítica, abandona el estilo feísta, pero sin abandonar su tono corrosivo y esperpéntico. Debido a los problemas de las anteriores películas con los productores, aquí trabaja con una cooperativa que engloba tres productores asociados. El director explicaba así la intención del filme: “En cierta manera he querido hacer una crítica a las personas que tienen la oportunidad de liberarse y que no aprovechan la ocasión. (…) He intentado retratar el mundo de los criados, su servilismo. Los criados no pueden compararse a los proletarios porque, a diferencia de estos, jamás pretenden rebelarse contra su señor. (…) No es una comedia, aunque tenga humor".




 Betriu, nuestro más acreditado cultivador del esperpento, olvida aquí previas veleidades feístas para imponerse una mayor disciplina necesaria en este poco fácil terreno fronterizo entre la comedia satírica y el análisis social (José Luis Guarner, El Periódico, 30-V-80) 

 Y llega el momento de La plaça del Diamant, Betriu tenía un guion escrito con Benet Rossell en 1976 que debían producir Carlos Durán y Vicente Aranda, era un proyecto para largometraje y la historia concluía hacia 1946 con la primera comunión de los niños, no una década después cómo se acabó haciendo. “Me gustaría que el libro y la película fuesen complementarios. La persona que haya leído el libro que vea la película, y quien haya visto la película que lea y disfrute con la novela” dijo el director. Merçè Rodoreda estaba de acuerdo con esta decisión. Después cogió el proyecto Pepón Coromina y en 1980 fue la primera colaboración entre cine y televisión, una serie de 4 episodios, pero también llegó a un acuerdo para explotar la versión para cine. Betriu no quería recortar la serie, sino hacer un fin autónomo, mostró su disgusto con los cortes, había optado por una voz interior para equipararla a la primera persona de la novela, eso funcionaba bien en la serie, pero no en la película. Se quejaba también de que el personaje de Quimet queda muy desdibujado en el filme. Rechazó posteriormente hablar de la película y reivindicó siempre la serie. La Plaça del Diamant era lo primero que Betriu quería hacer en su carrera de director, es su realización más popular y recordada, por suerte la serie se puede ver en el archivo de TVE, sorprendentemente no está editada en DVD, algo extraño, ya que la mayoría de las series de la tele pública lo están, la película se editó solo en castellano en su momento por Suevia Films. En su momento fue todo un fenómeno cultural, social y hasta político, en el barrio de Gracia participaron muchos vecinos como extras, Betriu había vivido en las afueras de Gracia y conocía bien el lugar. El éxito le lleva a rodar una adaptación de la novela basada en la obra homónima de Ramón J. Sender, Réquiem por un campesino español. Del libro decía: “Casi parece la sinopsis de una película, es muy cinematográfico y además se trata de una gran novela. De la novela española más publicada después del Quijote porque “Réquiem…” sigue siendo libro de texto en las universidades norteamericanas”. No obstante, no quedó muy contento a pesar del interés de esta. Un absurdo lío con el título provocó una polémica, Pilar Miró entonces directora general del Instituto Nacional del cine anunció que retiraría la ayuda oficial para la presentación de la película en Venecia si ésta se presentaba con el título Réquiem por un campesino ya que un diario de Madrid lanzó el rumor de que TV3 había sugerido el recorte del título, o sea, la supresión de “español”. Betriu dijo que fue él quien lo suprimió y que la televisión catalana no había tenido nada que ver, que le parecía reiterativo el título completo y le preocupaba que las repercusiones de la polémica perjudicaran la carrera comercial del filme.





 Vino después Vida privada (1987) para televisión protagonizada por Héctor Alterio, Contaba con un guión desarrollado por Juan Marsé, Gustau Hernández, el propio Betriu, además de Jaime Gil de Biedma. “era algo que llevaba en mente desde hacía unos años, es una novela espléndida, muy actual. La primera razón para haberla adaptado es que soy un apasionado de ella, en el guion hemos sido fieles al espíritu de la obra, pero no miméticos y cosa rara, TVE no ha tocado nada” .Y en 1988 volvería al cine con Sinatra, adaptación de la novela de Raúl Núñez que trabajó también en el guion. Betriu decía que “la depresión de este personaje y de toda la gente que le rodea, que en principio van en su ayuda (…) acaban atosigándole, aumentando su estado depresivo. (…) Es mi película más pesimista (...)  “Sinatra es uno de estos personajes marginales que han estado fuera de la historia de la ciudad, y de la historia en general y que siempre me han interesado “ Para la película contó con las canciones de Joaquín Sabina, él quería que fuera el tercer guionista, sus canciones se amoldaban muy bien en la historia. Recibida con tibieza tanto por la crítica como por el público, escribí de ella esto

 Rueda también un capítulo de la ambiciosa serie Eurocops, "Cuellos blancos" en 1990, año que le hace volver al barrio de Gracia de Barcelona para rodar la versión televisiva de la novela de Marsé, Un día volveré. En esta ocasión fue una Gracia postiza de cartón piedra ya que la mayoría se hizo dentro de un decorado que diseñó el gran Gil Parrondo en el antiguo cuartel de la C/ Lepanto y que evocaba entre otros sitios el mítico Cine Rovira. La serie fue bastante maltratada por la dirección del ente que no creía demasiado en ella y se programó a una hora algo tardía. Se puede ver en el archivo.
 

Betriu no volvería a hacer cine hasta 1996, esta vez firmaría como Paco Betriu, y dirigió La duquesa roja, donde coincidiría con Andrés Vicente Gómez. La película con más aires berlanguianos que los suyos propios fue un fracaso, Betriu insistió una y otra vez en que se trataba de un sainete esperpéntico con ribetes de humor negro, que nadie buscara por tanto relación alguna con la biografía de la duquesa de Medina Sidonia, Luisa Isabel Álvarez de Toledo,  que por otro lado ya había marcado distancias exigiendo que sólo Luis García Berlanga se atreviera a hurgar con una cámara en su vida
Betriu calificaba la película como de encargo y que había nacido mal desde un principio. Volvería, a pesar de esta mala experiencia, al año siguiente con Una pareja perfecta, adaptación de la novela Diario de un jubilado de Miguel Delibes con Antonio Resines y José Sazatornil, Saza. No consiguió tampoco que la taquilla funcionara y la crítica la rechazó. Según Betriu el guión era prácticamente exclusivo de Rafael Azcona ya que él solo había introducido algunas sugerencias relacionadas con el original literario. Para el director, la experiencia en anteriores trabajos de origen literario le lleva a considerar que la fidelidad al texto no es una cuestión fundamental, sino que es más importante la fidelidad al espíritu de la obra.

 Participa luego en la creación de la serie para Tele 5, Petra Delicado, y en el 2001 vuelve al cine para hacer El paraíso ya no es lo que era, de nuevo con guion de Rafael Azcona y basada en un cuento de Carmen Rico Godoy, pretendía ser una vuelta a sus orígenes, pero pasó muy desapercibida y hace que abandone el cine durante 8 años. En el 2009 cambia de registro, aunque sin olvidar sus temas y personajes marginados y rueda Mónica del Raval, film entre el documental y la ficción, la historia de una chica manchega que durante 20 años ejerció la prostitución en el barrio del Raval de Barcelona. La crítica, esta vez, vuelve a reconciliarse con él y la película consigue cierta resonancia, aunque lejos de aquel cine popular que quería, se trata de un film para minorías. En el 2012 rueda El día que murió Gracia Imperio, se trata de un documental que indaga en la extraña muerte de la vedette Emilia Argüelles Catalina conocida como Gracia Imperio y su amante, hallados sin vida, en 1968, en Valencia. Con el pretexto de la historia volvía a interesarse por los personajes de variedades y a retratar la sociedad española de finales de los 60. . El último aviador de 2019 fue su última película, se trata de otro documental que ha podido verse por televisión y del que prácticamente no hay información.

Teaser "L'últim aviador" de Francesc Betriu from DACSA Produccions on Vimeo.

Betriu seguía con proyectos de cine experimental. Descanse en paz un director que fue uno de los grandes de nuestro cine y que tuvo que hacer frente a todo tipo de adversidades. Un premio Gaudí de la Academia Catalana fue su último homenaje a principios de este año, que el recuerdo y la revisión de sus películas siga. DEP.


28/08/2020

La saga de Don Camilo

 

Qué suerte poder tener a mano las películas de la saga Don Camilo, si ustedes no las tienen háganse con ellas, hallarán una grata sorpresa si no las conocen aún. Corría el año 1948 y el escritor Giovanni Guareschi escribió Don Camilo, en ella asistimos a los continuos roces entre el párroco y el alcalde comunista de un pequeño pueblo italiano. El éxito de la novela hizo que en pocos años saltara al cine y es que el productor Giuseppe Amato se hizo con los derechos de esta por una suma ingenua de dinero y con la moda de las coproducciones llegó a un acuerdo con los franceses en la figura de Robert Chabert, representante del también productor Ángelo Rizzoli en París, que exigieron que el director fuera Julien Duvivier tras el rechazo de Vittorio De Sica, el cual no se atrevió finalmente a dar el sí porque no quería quedar mal con alguna de las dos partes enfrentadas. Don Camilo no dejaba de ser un reflejo de la situación que se vivía en la Italia de la posguerra dividida entre dos potentes partidos: La Democracia cristiana y el Partido comunista.

   

 Para el papel de Don Camilo no se pensó inicialmente en Fernandel, sino en Gino Cervi que es quien hizo de alcalde comunista finalmente. Duvivier quiso que fuera el cómico francés quien hiciera de párroco, algo que no gustó inicialmente a su escritor quien imaginaba al personaje con otro rostro. Tampoco fue fácil que Fernandel diera el sí ya que veía irreverente que el Cristo de la parroquia hablase con el sacerdote. La película finalmente se convirtió en un gran éxito y Guareschi ya no fue tan ingenuo en la segunda parte a la hora de vender los derechos y pidió 50 millones de liras. 

  ¿Quién fue Giovanni Guareschi, el escritor de Don Camilo? Fue un escritor y periodista, nacido el 1 de mayo de 1908 en Fontanelle, un pequeño pueblo de la Parma. Cayó prisionero de los nazis y llevado a un campo de concentración en Polonia, donde sufrió física y espiritualmente. En 1945, regresa a Italia. Su visión de la política le hacía preguntar: «¿Hacia dónde va la gente?». «A la izquierda». «Entonces, yo tiro hacia la derecha». Su ideología, no obstante, no era bien definida. Afirmaba ser socialista, monárquico y cristiano. Fundó la revista satírica «Cándido» que le dio fama y lo forjó políticamente. Se fue creando ese Guareschi de fama internacional que trataba, siempre, de conciliar posturas diametralmente opuestas. No callaba lo que pensaba, en 1948 fue un defensor de la Democracia Cristiana, pero cinco años después estaba en la oposición. Atacó a Alcide De Gasperi, el entonces primer ministro de la República Italiana de ser el responsable de los bombardeos de Roma en 1944, hecho que le provocó una condena de 18 meses de prisión, que le minó la salud. Su novela de Don Camilo es su obra más famosa, fue traducida a todos los idiomas, también al ruso y al esquimal. La primera edición española fue por la editorial Guillermo Kraft de Buenos Aires en 1952 con traducción de Fernando Anselmi, posteriormente sería reeditada por Planeta. Guareschi colaboró también con Pasolini en el documental La rabia (1963) donde cada uno daba su punto de vista sobre la condición humana y los conflictos sociales cada uno con su ideología. Falleció en 1968 a causa de un infarto

 



  El estreno de la película en España
Don Camilo fue víctima de la censura en nuestro país, la película incluso ya había sido doblada en 1952, pero se prohibió. Se dice, pero no he podido constatar, que la orden vino del Pardo y cierta frase que dijo el Generalísimo, al verla en su sesión privada, de que con las cosas del comunismo no se podía hacer broma.

   

La censura en España estaba muy manejada e influenciada por la Iglesia Católica y es probable que a los sectores más cerrados de esta no les hiciera gracia que en las pantallas tuviera popularidad la película y vieran en Don Camilo un cura “progre” y una visión amable del comunismo. En 1962 con la apertura del Concilio Vaticano II y el fin de la carrera política de Arias-Salgado (una de las manos más duras de la censura) se intentó que la película fuera por fin estrenada, pero tampoco hubo éxito. Sí en cambio se pudo estrenar ya El Camarada Don Camilo de 1965 en 1968. Para el resto de la saga hubo que esperar 10 años. Se puede decir aquello de ser más papista que el papa ya que el mismo Pío XII recibió a Fernandel en audiencia papal y le dijo que era el sacerdote más famoso del mundo después de él.

  Las películas En total son 5 películas las que Fernandel y Gino Cervi interpretaron, Julien Duvivier dirigió las dos primeras en 1952 (Don Camilo) y en 1953 (El regreso de Don Camilo), dos años más tarde Carmine Gallone toma el relevo y dirige en 1955 Don Camilo y el honorable Peppone y en 1961 Don Camilo, monseñor. 4 años más tarde Luigi Comencini dirigiría El camarada Don Camilo. Iba a haber una sexta, Don Camilo y los contestatarios de la cual el director Christian-Jaque que había trabajado con Fernandel en la magnífica La ley es la ley había rodado una parte en 1970, pero la enfermedad del actor y su fatal desenlace hizo que se suspendiera el rodaje, no obstante Mario Camerini la dirigió dos años después con otros actores, Gastone Moschin como Don Camilo y Lionel Stander como Peppone, pero la película no funcionó y creo que en España no se estrenó ni se ha visto en televisión.

   

 En 1983 Terence Hill que buscaba algún papel para tomar una carrera en solitario sin su inseparable Bud Spencer se atrevió a dirigir una nueva versión de Don Camilo con él en el papel de cura y Colin Blakely como Peppone que no hizo para nada olvidar el clásico.

 Personalmente recomiendo las 5 películas de la saga, no hagan mucho caso de cierta crítica que en el momento de su tardío estreno despreció, aunque sin tampoco menospreciar del todo, las películas por estar dirigidas por Julien Duvivier. Parte de la crítica setentera seguía a rajatabla los postulados de la Nouvelle Vague y calificaba al director francés como profanador por su falsa técnica y clasicismo en su puesta en escena (Godard dixit), es por eso que no les entusiasmara este Don Camilo que se estrenaba 26 años después y lo vieran desfasado en el tiempo. Paradójicamente, Truffaut si fue un admirador del realizador francés en su juventud. Duvivier, sin embargo, tuvo admiradores como Orson Welles, el cual es el narrador en Don Camilo, o Ingmar Bergman que llegó a decir que le gustaría que su filmografía fuera la de él. Otras críticas hablaban de que eran unos personajes locales, craso error porque una de las virtudes que encontramos es la universalidad de ellos y con el paso del tiempo se ve de manera más clara, en vez de un cura bien podría ser un político conservador y el alcalde otro de izquierdas, eso sí, siempre que no fueran de posiciones extremas.

 Luego hay que resaltar sobretodo que la trama no hay que verla como un juego del gato y el ratón, más allá de las diferencias de ideas hay por encima un mensaje de fraternidad, saber convivir, de reírse de uno mismo, de saber mirar primero lo que une antes de lo que desune y de una profunda humanidad. Así pues, los personajes se odian, serán presentados con sus virtudes y sus defectos, capaces de lo mejor y lo peor, pero se necesitan y han de convivir porque entre otras cosas son dos personas humanas y para progresar en la vida se ha de ser abierto, no encerrarse uno en su ideología, entre otras cosas porque la verdad no la tiene nadie. En una sociedad como la actual donde por desgracia vemos que los políticos son incapaces de acercar posturas y solo buscan sus propios intereses, ya sea ante una crisis económica como la que hubo recientemente o ante la triste actualidad del coronavirus, ojalá tuviéramos un Don Camilo y un Peppone rondando y haciendo de las suyas.

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...