Con la
muerte de Jean Luc Godard se ha vuelto a recordar estos días la "Nouvelle Vague",
sus películas, sus ideas sobre el cine…Los hay que incluso han escrito en redes
que sin él definitivamente el cine ha muerto, otros en cambio han relativizado su
figura y han descargado iras no exentas también de razón, el séptimo arte no es
una ciencia, qué difícil es en este mundillo de los cinéfilos discrepar y más
los que lo tenían como el gurú, pero a la vez es positivo que podamos seguir
discutiendo, señal de que aun hay algo. A Billy Wilder en el libro de Cameron
Crowe le preguntan por él y no se corta, no le gusta y dice que detrás de él no
se escondía más que un diletante y A Bout de Souffle (que más de uno la
pronuncia con acento en la é como homenaje a Alfonso Sánchez) era su única
película buena, en cambio habla bien de Truffaut o Malle, aunque remarca que
aquella “Nouvelle Vague” tampoco era tan nueva porque había películas ya así, y
aunque en la entrevista no lo cita, podría estar pensando bien en su ópera
prima Curvas peligrosas de la que ya hablé en este blog.
Pero nos
guste o no Godard, es evidente que tiene su lugar y más que visionarlo, era mejor
leerlo, ahí había una persona culta, que sabía de cine y de su historia, que
iba a cineclubs, que lo mismo una semana decía una cosa para al cabo de cuatro
días decir la contraria, pero qué más daba, lo que se buscaba era la reflexión
y que ese celuloide, aparte de entretenernos la cabeza, nos la rompiera un poco.
Hace un tiempo, revisando algunos viejos “Cahiers de Cinéma” me indignaba ver
cómo la tropa de la "Nouvelle Vague" valoraba ciertas películas que las tengo
entre mis preferidas, sin embargo encontrar opiniones distantes me exigía que a
la hora de defenderlas, tuviera que emplear más argumentos.
A Godard,
por ejemplo, le encantaba el cine de Jerry Lewis, eso aun no lo han digerido
algunos, veía mucho más allá de un simple cómico y reivindicaba su faceta de
autor, más de una vez decía que era como un pintor elaborando un cuadro, y
gracias a su defensa, Lewis empezó a ser valorado por parte de la crítica. Pero
hay casos aun más notorios, la defensa de John Ford del que incluso el mismo
Truffaut no hablaba bien al principio, para luego rectificar, su admiración por Fritz Lang, etc. Daba gusto ver
las listas de sus películas favoritas, podría estar en desacuerdo con lo que no
le gustaba, pero en las primeras, seguro que no.
Y en cuanto
su cine, para nada está muerto, seguirá dando que hablar, lo cual no significa
que nos tenga que agradar o no. Recuerdo que Terenci Moix decía que el cine
francés era el más aburrido que había, pero bien nos divierte más de una tarde
cuando empezamos a preguntarnos qué quiso decir tal director o si queremos
desahogarnos atacando lo que creemos que no son más que pedanterías. Lo mismo
A Bout de Souffle era, como dijo él, un documental sobre Jean Paul Belmondo y
Jean Seberg y tampoco hay que darle más vueltas. Ojalá nuestros directores
actuales reflexionaran sobre el séptimo arte y lo sacaran de su profunda crisis,
falta hace…
Godard ha muerto, según se ha podido saber, por suicidio asistido
en Suiza donde es legal, se dice que lo pidió por agotamiento, pone la piel de
gallina pensar que una persona tan culta quiera bajar de este mundo porque ya
no le encuentra más. Un Godard muy pesimista iba diciendo en sus últimos
tiempos que el cine no había sabido cumplir sus deberes, empecemos por volver a
las salas y fomentar los coloquios, si la cinefilia sigue, el cine seguirá
vivo, y podremos decir, entre otras cosas, que Godard estaba sobrevalorado o fue un genio.
En 1959, Jean Luc Godard dirigía la que es su película más
famosa y una de las cumbres de la "Nouvelle Vague": Al final de la escapada (A
bout de soufflé), el guion estaba escrito por François Truffaut de cuando los
dos eran amigos antes de partir peras. Protagonizada por Jean Paul Belmondo y
Jean Seberg, él se metía en la piel de un ladrón de coches de poca monta que
acababa de matar a un policía y ella era una joven norteamericana que anhelaba
ser periodista y que había tenido un breve noviazgo con este. La historia
destacaba por los contrastes entre los dos, Belmondo en su mejor interpretación
se amoldaba en ese personaje fantasioso, inestable, imitador de Humphrey Bogart.
Ella en cambio, era culta, inteligente, aunque también algo ingenua que vivía
sola en París.
Se puede decir, aunque siempre habrá otras opiniones, que
esta junto a Hiroshima mon amour de Resnais y Los 400 golpes inauguran esta
nueva corriente que tanto marcó a la crítica joven del momento, no tanto a la
que ya tenía más años y Godard pasó a ser un gurú para ellos. También la
película provocaría un cambio en el cine, aparte de influenciar en el Hollywood
posterior.
24 años más tarde, un director con trabajos “underground”
Jim McBride se atrevió a rodar un remake de esta bajo el título de Breathless,
aquí estrenada como Vivir sin aliento. La protagonizaba Richard Gere que venía
de encadenar dos grandes éxitos como American Gigoló y especialmente Oficial y
caballero, aunque a partir de esta, su carrera se vendría algo abajo. Ella era
Valérie Kaprisky, actriz francesa que había llamado la atención por una
película erótica en su país llamada Afrodita. Lo cierto es que compararla con
Jean Seberg resultaba hasta un sacrilegio, su filmografía lejos de lo que en un
principio se pensó, fue anodina, muy televisiva y hoy en día pocos la recuerdan.
La película obtuvo mucha división de críticas, los más
admiradores de Godard se cebaron en ella. ¿Qué es lo que dijo Godard sobre
ella? Pues esto comentó: "Es lo que quise hacer yo con A bout de soufflé, una cinta
media de cine negro a la americana. Pero como no sabía la técnica, me salió una
cinta experimental." Son curiosas estas declaraciones... ¿quería una película comercial, copiar el esquema americano sin crear algo propio, o lo dijo por decir? De todas maneras Vivir sin aliento fue
un fracaso comercial y llegó a estar olvidada hasta que con Pretty Woman los
videoclubs de entonces y las cadenas de televisión rescataran las anteriores
películas de Richard Gere.
En este remake se intercambiaban las nacionalidades, él pasaba
a ser norteamericano y ella francesa. El personaje le venía de perlas a Gere, lástima que McBride le deja demasiada libertad, pues en determinadas
escenas su sobreactuación llega a irritar, como ese final que tanto ponen en Youtube. Ella, en cambio, no está muy bien en su papel.
Al salir editada en Blu-Ray hace unos meses y estar ahora
en Filmin, la he revisado después de algunos años ya, tenia una impresión
mejor, este pase me ha supuesto una cierta decepción. No obstante, es una película
creo yo, que de momentos, pues el argumento se debilita a los 20 minutos y el
director no logra cogerle el pulso narrativo necesario hasta casi la última
media hora.
Pero hay toques a destacar, por una parte es que juega sin ninguna
trampa con lo irreal, concibe una especie de cómic adulto, el personaje
siempre tiene en la mano el "Silver Surfer" y se crea un símil entre ambos, el
color es llamativo con esas transparencias exageradas que parecen sacadas de la
saga de Aterriza como puedas y esos amaneceres rojizos oníricos en la carretera . Viste también una ropa chillona, primero con esa
camisa roja y pantalón azul algo ridículos que parecen sacados de las películas de Jacques Demy,
luego se la cambia por otra de segunda mano. El sentimiento de fatalidad lo
acompaña con ese “tengo gafe” que más tarde defina como tener la bendición,
pero del diablo.
Las referencias cinéfilas son numerosas, en un momento se
para en un letrero que anuncia el "Museo de Cera de Hollywood", va con ella a "Los
pinos" que era el refugio de Errol Flynn, otro personaje que como el de Gere tiraba
los dados demasiado, como le dice ella en un momento. En otra secuencia entran en
un cine rancio que está proyectando El demonio de las armas (Gun Crazy) de Joseph
H. Lewis, esta referencia tiene una clara indirecta y es que Godard se fijó
mucho en ella para ciertos planos de A final de la escapada.
Aparte de la cinefilia, hay referencias al mundo del arte,
a la arquitectura de Frank Lloyd Wright, a la música de Jerry Lee Lewis
comenzando por su título, a William Faulkner y su frase de “entre la tristeza y
la nada, me quedó con la tristeza”. Esa tristeza precisamente de un personaje
gafado que lleva tatuado un corazón roto y que sabe que su destino está
marcado, por eso le lleva a vivir sin aliento esos instantes.
La película hubiese vuelto a caer en el olvido a no ser por
las referencias que Tarantino hace de ella, que la lleva a considerar como de
sus preferidas, parece incluso que estemos frente a uno de sus productos,
incluso parece sonar una versión instrumental del “Girl. You´ll Be a Woman Soon”
cuando están en el cine.
En fin, he querido esta semana traer esta película no
tanto por su calidad, sino por su cinefilia y también por seguir con el tema de
la "Nouvelle Vague" desde otras perspectivas, como hice la semana pasada con
Curvas peligrosas sin que Wilder tuviera la constancia de que estaba adelantándose
a ella, y aquí con la curiosidad de que esta nos ha acabado llevando, también sin saberlo, al cine
de Tarantino.
Para cierta generación en la que me incluyo, más de una tarde del fin de semana era sinónimo de ver alguna película que de Jerry Lewis echaban en la televisión, ya era igual que saliera con Dean Martin o solo, nos hacía reír y matar dos horas. Con el tiempo y como si de Mercurio devorando a sus hijos se tratara, más de uno reniega de haberse divertido con él y haber comentado en el patio del colegio los gags que le hacían gracia y haber aprendido a ver cine con él, lo políticamente correcto para ser ahora un cinéfilo culto y que te aplaudan en productos como Twitter es quemar Lo que el viento se llevó, decir que Peter Pan es racista, que John Ford es un facha (sic) y mandar a Lewis al carajo. Pero yo hago lo contrario, no lo olvido, sino que quiero saber más.
Con Lewis sucede algo extraño, en aquellos 80 y 90, donde pasó de ser el rey de la comedia al de la sobremesa televisiva, servidor empezaba el diario por detrás y leía las críticas cinematográficas en las cuales sus películas tenían una calificación altísima. "La Vanguardia" de Barcelona, por ejemplo, que no era muy dada a poner muchas estrellas, le otorgaba el mayor de los elogios, luego uno se enteró de que la crítica francesa, que había influenciado, en parte, a la nuestra, era la que había alabado mejor su obra.
Fue el crítico Robert Benayoun, antiguo escritor surrealista del círculo de André Breton, quien en las páginas de la revista "Positif," lo calificaba como “el mayor artista cómico desde Buster Keaton”. Decía de él: “No solo es un sátiro corrosivo, sino también un colorista audaz y un malabarista valiente del efecto de sonido”. Su amor por su cine fue tanto que dirigió hasta un documental, Bonjour Mr Lewis (1982), donde grandes de la comedia estadounidense, como Woody Allen, Peter Bogdanovich o Mel Brooks, reivindicaban su nombre como uno de los mejores. (Se puede ver en Youtube, aunque la calidad de imagen es mala).
Jean Luc Godard en “Cahiers du Cinéma” fue uno de sus máximos defensores, lo veía como “el único en Hollywood que no caía en “categorías y normas establecidas”, hasta soltó una frase algo exagerada: “Jerry Lewis es el único que ha hecho cine progresista. Ha sido mejor Chaplin o Keaton” El director francés tuvo la habilidad de no fijarse solamente en los gags, sino en los encuadres o el uso del color hasta tal punto que lo calificaba como pintor.
No solo se había fijado en él en su etapa como realizador, sino también en las comedias con Dean Martin, y alabar el nombre de Frank Tashlin, director del que Lewis llegó a decir que se lo debía todo.
Las joyas de la familia (1965) fue su sexta realización y su último trabajo con la Paramount donde debutó en cine con Dean Martin en 1949 con Mi amiga Irma. Este dato conviene tenerlo en cuenta, el cine estaba tomando otros rumbos y la comedia otros roles, Lewis al concluirla se fue a la Columbia donde su cine seguía siendo interesante, pero poco a poco su nombre fue desapareciendo de la gran pantalla.
Para mí, Las joyas de la familia es una obra maestra del cine cómico y probablemente la cumbre de Lewis, he perdido la cuenta de las veces que la he visto, pero es igual. Su argumento sirve para que el director nos dé una buena muestra de sus dotes como autor, va sobre una niña rica de nueve años que ha quedado huérfana y ha de elegir un tutor entre sus tíos, todos interpretados por Jerry Lewis, pero el argumento es lo de menos, lo mejor es ver la caracterización de los personajes que encarna, la habilidad en ir componiendo gags sin cansar, la estética y cierta reflexión implícita de su obra.
Entre los siete personajes que interpreta destaca el de Julius, el fotógrafo. Es idéntico al Julius Kelp de El profesor chiflado, le sirve para exponer su técnica cinematográfica, antes de empezar veremos todo un desfile de fotografías de modelos que recuerdan a esas mujeres que iban desfilando sin parar por la puerta de su clase y que daban rienda suelta a su fetichismo sexual. También se detiene para elaborar todo un festival de colores con el fondo que ha de emplear para esa pareja que acaba asándose. El uso pictórico en sus películas es muy importante y aquí podríamos encontrar como una especie de reflexión sobre su uso, ya que va mostrando todos, pero acaba por escoger la pared desnuda.
Y es que en Las joyas de la familia, Lewis como autor y sabiendo que estaba acabando una parte importante de su carrera, elabora detalles que nos hacen meditar su obra, otros directores como Woody Allen también se detuvieron en su día e hicieron una película (Recuerdos, 1980) para debatirse qué tipo de cine, cómico o dramático, tenía que elaborar. Pero Lewis es muchísimo más implícito, la mayoría ni nos daremos cuenta de esto.
Por ejemplo, entre sus personajes hay un payaso, totalmente serio y malévolo que repudia su oficio, Lewis utiliza el mismo maquillaje que empleó en Dos payasos en el circo (Joseph Pewney, 1954), película menor con Dean Martin pero de la que Lewis guardaba un gran recuerdo al poder interpretar a un clown. Sorprende que en Las joyas de la familia le dé una lectura tan cruel, pero todo tiene su explicación, el personaje luego tendrá su importancia, pero utilizando la impostura a través del personaje de Willard. ¿Estaba Lewis queriendo decirnos algo sobre su carrera?
Cuando en 1980 Lewis vuelve a la dirección con Dale fuerte, Jerry (Hardly working) después de nueve años, confecciona un personaje también de un payaso, salvo que aquí será uno en paro, desfasado y marginado, de nuevo habrá un reflejo autobiográfico. Quién sabe si en El día que el payaso lloró, película que Lewis no permitió que se proyectara podamos hallar más claves de su personaje y obra, seguro que sí.
Sigamos con otros personajes, el más divertido de los que encarna es el de James, el piloto. Difícil será no soltar alguna carcajada, consigue gags antológicos como el de la banda tocando dentro del avión, las maletas que acaban en la pista o el mapa volando. Sin embargo, Lewis abandona totalmente el argumento y el espectador tampoco se lo reprochará porque lo que quiere ver es al Lewis cómico.
Algo parecido sucede con el de Shylock, una parodia del Sherlock Holmes que acaba teniendo el protagonismo con sus aciertos desesperados en el billar y que le dará absolutamente igual si su sobrina está secuestrada y se ha podido liberar.
Mención aparte merece el de Eddie, un lobo de mar que chochea y que Lewis lo compone tapándose la cara y consiguiendo rasgos distintos al de su comicidad física. Sin embargo, ahí también hay un detalle, Lewis confecciona una escena con este de joven, la cual le sirve para retomar su personaje habitual, estamos pues ante otro experimento en su carrera.
También hay el personaje de Bugsy, el gánster que muestra la otra cara de Jerry, malévola y desalmada.
Con el personaje principal de Willard, Lewis se permite más libertad y ofrecer todos los rasgos que conocemos de él, ahí tenemos a una persona totalmente torpe, antológico será el portazo que da al principio o la escena de la gasolinera, se desdoblará haciéndose pasar por oficial y poniéndose al mando de un piloto del ejército.
La niña será su contrapunto emocional, aunque Lewis mesura perfectamente el tema y no imprime un producto dulzón, detalles visuales como el de los zapatos al revés le sirven como elipsis y no alargar el sentimentalismo, algo que por ejemplo Chaplin hubiese explotado muchísimo más. Fijémonos que en El chico teníamos más de una secuencia para llorar, aquí no tendremos ninguna, incluso la niña (Donna Butterworth) ofrece una interpretación habilidosa, es tierna y a la vez madura.
En el cine de Lewis, por otra parte, siempre hallamos referencias cinematográficas, la persecución del inicio del carro blindado es una especie de filme policial con música propia y corte de montaje que subrayan este carácter. Otra secuencia como la de la niña con el personaje de Bugsy evoca el cine de gánsteres, pero la más genial de todas es la que proyecta en el avión a las pasajeras, un falso filme con Anne Baxter llamado “Sustenance” en el que todo se va moviendo con los continuos vaivenes de su patoso piloto
.
Lewis utiliza también el surrealismo, como ese hoyo que acaba apareciendo cuando Willard no para de andar preocupado por el jardín, la casa que se desmorona, el continuo caer de armas del saco de Bugsy, el uso de decorados abstractos, etc.
Recomiendo vivamente ver Las joyas de la familia, punto de inflexión en su carrera y que nos permite conocer mejor a uno de los grandes autores de la comedia, por algo era el rey.