Seguimos con la entrega de las mujeres de Enrique VIII en el
cine, y esta vez nos vamos al cine mudo y de la mano de Ernst Lubitsch. En 1920, un
año después de satirizar la monarquía borbónica francesa a través de su filme Madame
du Barry, volvió con esta Ana Bolena del todo espectacular producida por la UFA,
la película no escatimó en gastos a pesar de que Alemania arrastraba las
consecuencias de su derrota en la Primera Guerra mundial. Así pues, durante el metraje podemos ver los gigantescos
decorados que reproducían el Castillo de Windsor, la Torre de Londres o la
Abadía de Westminster entre otros. Cabe añadir que hubo hasta 5000 extras…
El director eligió a Emil
Jannings como Enrique VIII quien volvía a ponerse a sus órdenes después de
haber encarnado a Luis XV en la película anteriormente citada. Su
interpretación fue tildada por el biógrafo del director Herman G. Weinberg como "un monarca robusto y
brutal, serio, y al mismo tiempo, un astuto diplomático, pero que trataba a las
damas de la corte como un cerdo cruel” La película, a pesar de que pertenece al
género histórico, no renuncia tampoco al sentido del humor con la que el
director se caracterizaría años después, por ejemplo, el arzobispo de
Canterbury aparece bajo una sombra en forma de arco gótico. Para Ana Bolena
eligió a Henny Porten quien da al personaje un tono jovial en contraposición a la regia Catalina.
Este film estableció las bases del fluido estilo narrativo
del cineasta según los críticos y se puede decir que anticipa muchas otras
versiones, la descripción de los personajes y sus relaciones son tratados con
toda la humanidad convencional, lejos del estilo acartonado en el que se movía el cine histórico. Se tuvo que contener el toque histriónico del
actor para hacerlo más accesible según la voluntad de Lubitsch. Memorables escenas son la fiesta campestre o el viaje a Inglaterra de
ella. También se dice de esta Ana Bolena que fue el filme que le había abierto
las puertas a Hollywood. Otro elemento a destacar es el brillante ritmo musical
como está ideada (recordemos que es muda, pero da la sensación como si estuviera
rodando una opereta).
Sé que cuando hablo de una película muda bastantes pasáis de
ello, pero creedme y dadle una oportunidad a esta película. En youtube está,
aunque no en las copias que se merece.
Aproveché el pasado puente no para compras compulsivas, sino para ver buen cine. En estas fechas, las diversas televisiones nos ofrecen una serie de telefilmes insulsos navideños para ir rellenando las parrillas rutinarias. En plataformas y otros canales se puede ver cine más clásico o por lo menos estrenado en salas.
Consultando la TCM vi que daban El bazar de las sorpresas (1940) de Lubitsch, es un título que no tiene la fama de otros de él como Ser o no ser o Ninotchka, pero que está a la misma altura y tiene a James Stewart y Margaret Sullavan de pareja protagonista.
Tienes un email. Fuente: Filmaffinity
La primera vez que la vi fue en el espacio de Garci de "Qué grande es el cine", ahora llamado "Classics". A finales de los 90 fue objeto de un remake actualizado aprovechando la química de la pareja Tom Hanks y Meg Ryan y dirigida por la malograda Nora Ephron que no estaba mal.
Es una película ambientada en estas fechas prenavideñas, basada en una pieza teatral húngara llamada Perfumería de Nikolas Laszlo .
Seguramente, sin esta adaptación cinematográfica no conoceríamos nada de ese autor y es que Lubitsch logra darle protagonismo a todo su reparto y la hace interesante en todo, ahí está el jefe de esa pequeña aunque entrañable tienda llamado Matuschek que a pesar de su carácter frío y calculador intenta suicidarse al saber de una infidelidad de su mujer. Entre sus empleados tiene a un fanfarrón llamado Vadas o a Pepi, un repartidor que busca protagonismo y llegar más alto.
Stewart como siempre muestra otra de sus interpretaciones geniales, su rostro capta enseguida todo, y qué decir de Margaret Sullavan, actriz excelente e injustamente olvidada con una gran carrera.
Todos estos dan lo máximo en una producción que sin la firma del gran Lubitsch hubiese pasado desapercibida. Fíjense cuando la vean en el estilo y el ritmo, así como esos diálogos que tan pronto pasan de mostrar un humor cínico a un dramatismo, en la doble lectura de muchos de ellos o en la composición de escenas como la de la cita en el café que recuerda al Tú y yo de McCarey en sus dos versiones, así como el final con una gran puesta en escena en la cual la conversación entre ellos dos va desgranando todo. Lubitsch estaba muy orgulloso de ella y escribió lo siguiente: “jamás hice un filme en el cual la atmósfera y los personajes fueran tan reales como este. realizada en 26 días con un presupuesto muy molesto, la obra quizá no fuera sensacional pero tuvo bastante éxito” (Carta escrita a H.G. Weinberg, 1947).
En aquel viejo verano. Fuente: Filmaffinity
Pero volvamos al remake y no para hablar de Tienes un email, sino de En aquel viejo verano (1949), más de uno no sabrá qué título es este, hablamos de un filme de Robert Z. Leonard, un director algo anodino que tuvo fama al rodar El gran Ziegfeld (1936). Aquí la pareja está compuesta por una Judy Garland que ya atravesaba muchos problemas en su vida privada y su pareja era Van Johnson, otro actor que quizá ha ido cayendo en el olvido, cabe recordar que incluso Woody Allen lo rescató para La rosa púrpura de El Cairo.
La película es agradable, dulce y blanda, quizá demasiado... Omite todo el capítulo del intento de suicidio y la infidelidad, se sustituye por un equívoco con un violín. No tuvo apenas éxito, las canciones que se intercalan no llegan a memorizarse y el director calca muchos planos de Lubitsch.
Sin embargo, tiene un ingrediente que hace que cualquier cinéfilo la vea y retenga: la presencia de Buster Keaton,
En aquellos años, trabajaba de asesor de la MGM para comedias, de ahí diversos gags de Los hermanos Marx en el oeste que nos recordaban a El maquinista de la General. Keaton había sido despedido en 1933 de la Metro y fue precisamente con este En aquel viejo verano que volvió como actor para estos estudios, sus anteriores participaciones en el cine sonoro fueron bastante desafortunadas.
Fíjense en un dato, en los créditos del inicio sale su nombre en pequeño seguido de otros sin ninguna distinción, lo cual nos provoca tristeza e indignación, pero así era Hollywood y de Keaton pocos se acordaban.
Aquí creó diversos gags como el del violín o el destrozo del sombrero de la Garland a cargo de un patoso Van Johnson que es lo mejor de la película.
Peter Bogdanovich en su excelente documental de El gran Buster lo recuerda. Así pues, no estaría mal que al programar El Bazar de las sorpresas junto a Tienes un email, se le diera una oportunidad a esta película que cuenta también con la peculiaridad de ver a Liza Minelli por primera vez en el cine, aunque siendo un bebé en brazos de su madre.