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21/11/2024

Una tumba al amanecer (Counterpoint, 1967)

 


El calendario nos marca que este 22 de noviembre es Santa Cecilia, la patrona de los músicos y como suele ser habitual aprovecho la ocasión para traer una película relacionada, en años anteriores hablé de Ensayo de orquesta o de aquella biografía no convencional de Chopin que dirigiera Jaime Camino, Un invierno en Mallorca.

Esta vez le toca el turno a Una tumba al amanecer (1967), traducción un tanto desafortunada de Counterpoint (Contrapunto) dirigida por Ralph Nelson (director que cité al hablar de El último homicidio e interpretada por Charlton Heston, Maximilian Schell, Kathryn Hays y Leslie Nielsen (sí, el teniente Frank Drebin de Agárralo como puedas)

El argumento es lo suficientemente atractivo, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), una famosa orquesta sinfónica norteamericana, que está en Europa para entretener a las tropas aliadas, es capturada en el frente belga por los alemanes. Los músicos son trasladados como prisioneros a un castillo medieval, cuyo jefe es el General Schiller (Maximilian Schell), autoritario militar y gran melómano. Schiller le propone al director de la orquesta, el prestigioso concertista Lionel Evans (Charlton Heston), la posibilidad de salvar sus vidas a cambio de que interpreten para él un concierto exclusivo durante una reunión de altos oficiales alemanes. Sin embargo, los principios éticos de Evans le impiden doblegarse a la voluntad de un nazi. Su obstinación pondrá en peligro a todos los miembros de la orquesta.



El problema principal de la película es que muchos que se acercan a ella pueden quedar decepcionados, por una parte, se aleja del modelo tipo La gran evasión y hay cierta pretensión de querer mezclar aspectos del cine entonces de ensayo con la fórmula más comercial. Ya el título original nos daba una pista, pues ese “contrapunto” no deja de evidenciar lo que vamos viendo según avanza el metraje. Por otra parte, tenemos dos personalidades muy distintas, la del director de la orquesta y el general nazi, pero a la vez unidas por la megalomanía, el primer enfrentamiento entre ellos es el mejor, cuando van resaltando las características de sus nacionalidades.

Por otro lado, la película carece de exteriores incluso el tono mayoritario empleado es sombrío, hay una estética también de contraponer esa nieve con la oscuridad de ese castillo. Tampoco hay la utilización de cierto humor para descargar el dramatismo de la historia, hay momentos duros y densos. Las músicas están muy bien empleadas y consiguen mantenernos en suspense.

La película se inspira en una novela de Allan Sillitoe (que escribió tal y como recuerdan en varias ediciones la de Sábado noche, domingo mañana o La soledad del corredor de fondo), es una adaptación muy libre ya que esta se ambientaba en la Guerra Fría con un conflicto que involucraba a las tropas de una nación no especificada de Europa del Este. En el guion se contó con nombres más famosos en la televisión como James Lee (Raíces) o Joel Oliomsky (Kojak). Parece ser que este se reescribió varias veces sin tener en cuenta al director y ello puede ser la causa de cierta irregularidad en el ritmo narrativo.

Y es que no resulta fácil a partir de ese enfrentamiento inicial, conseguido como he dicho antes, ir repitiéndolo, pero cambiando de tono, algo así como estar escuchando una gran sinfonía con sus distintos acordes. Interesante, pues, trasladar lo que sería el lenguaje musical al cinematográfico.

Heston está inmenso, hasta se pasaba 5 horas diarias ensayando la quinta sinfonía de Beethoven, también escuchamos a Tchaikovsky, Brahms, Schubert o Wagner. Como “contrapunto” Maximilian Schell es un general germánico y fanático que quiere que los presos den un concierto solo para él y como otro “contrapunto” (de ahí el título original) hay el coronel de las SS que quiere ejecutar a los músicos sin remordimiento alguno.

Una tumba al amanecer acaba resultando una rareza, tan irregular como interesante de ver y que incluso se desconoce bastante en la filmografía de Charlton Heston. La verdad es que si quieren disfrutar de música clásica pues lo van a pasar bien y de paso aprovechar para reflexionar cómo el arte puede vencer los instintos más negativos de cada uno.

18/11/2022

Un invierno en Mallorca (1969)

 




Ya que estamos en vísperas de Santa Cecilia, la patrona de la música y de los músicos, hoy comentaré la película Un invierno en Mallorca de Jaime Camino del año 1969 basada en el famoso libro homónimo que George Sand escribiera sobre su estancia y relación con Frédéric Chopin en la Cartuja de Valldemosa en noviembre de 1838 y también en su otra obra Historia de mi vida. El director la quiso titular “Jutzrenka” y así sale incluso en más de un sitio, este era el verdadero nombre de ella en polaco y significaba “Aurora”.

 En aquel año Jaime Camino ya apuntaba maneras con películas como Los felices 60, Mañana será otro día y especialmente, al menos creo yo, por España, otra vez. Llevar este episodio de la vida de Chopin venía a suponer un cambio, aunque más bien en apariencia, no dejaba de ser un retrato del país que se podía trasladar a la España del momento del rodaje.

La censura del momento llegó a prohibir el guion durante siete meses escrito por Román Gubern, el cual lo vemos interpretando al cura, algo que ya había hecho en aquella fabulosa El certificado de Vicente Lluch. Se tuvieron que cortar las escenas que hacían referencia a la impotencia de Chopin, el sermón del sacerdote atacando las ideas liberalistas, una serie de conversaciones en la sacristía y una escena en que unos niños lanzan piedras a los hijos de George Sand. No gustaba para nada que se resucitase el tema de la España negra.

La idea de esta película fue del mismo Camino, el cual declaraba que le gustaba el tema de las personas encerradas en un escenario único porque en sus anteriores había bastantes localizaciones y eso le permitía centrarse mejor y recrear un Romanticismo más allá de mostrar cementerios o ciertos sentimentalismos históricos: La soledad de ellos, la ruptura con su tiempo, la cartuja abandonada por los monjes tras la desamortización de 1835, el ambiente de los campesinos hostiles ante la pareja…

Respecto a esto último, había paralelismos con la reacción hostil que a partir de los mediados de los 50 del siglo pasado hubo hacía los turistas que visitaban España por parte de la sociedad más cerrada que veía mal las ideas modernas que traían. Argumentaba que  aquella de 1838 no era tampoco muy distinta en lo que se refería a las relaciones entre el artista y el pueblo.

Las veces que he visto esta película he sentido contradicciones, las cuales incluso se daban en la concepción de Camino y Gubern, el primero defendía que era romántica, a pesar de todo, y de tratar el tema del atraso de un pueblo incomprensivo con las ideas liberales de aquel momento, aunque el director prefería llamarlas “progresivas”. Por otra parte, estaban  las relaciones de la pareja que él lamentaba que el público no pudiera ver con el tema de la impotencia de Chopin suprimido y, por último, la forma de integrarse para luchar contra un orden en el que no estás de acuerdo. Gubern para nada admitía que fuese romántica, por lo menos estilísticamente, los planos tendían hacia el interiorismo, la poca luz, cierto esteticismo en la fotografía, nada que ver con aquella Canción inolvidable hollywoodiense que en 1945 dirigiera Charles Vidor y con Cornel Wilde de Chopin y Merle Oberon como George Sand.

Camino escogió para el músico a Christopher Standford, actor apenas conocido en España, pero escogido porque le veía una serie de características que no encontraba en los actores nacionales de los que decía que, aunque fuesen buenos, no tenían la preparación de los británicos. Para George Sand eligió a Lucía Bosé, lo cual fue casi como una obsesión ya que declaraba que pensó el papel únicamente para ella. En otros papeles encontramos a Enrique San Francisco como uno de los hijos de ella y a Serena Vergano en el papel antipático de María Antonia. Como curiosidad, la escena del carnaval y el ataque que realizan con las máscaras está interpretado por unos incipientes "Els Joglars" de Albert Boadella. Para doblar a Bosé se recurrió a Núria Espert, mientras que de Standford se ocupó Manuel Cano.
Fotograma de la película. Fuente: ABC

De todas maneras, las contradicciones que vemos y sentimos tampoco hay que verlas como un fallo de la película, sino más bien porque todo en sí así lo es. Por ejemplo, George Sand escribía mucho acerca del pueblo, pero luego lo detestaba. Hay una escena en que enseña a los niños qué es una revolución, luego tiene una discusión con Chopin ya que le reprocha su falta de actitudes comprometedoras que más tarde tuvo de manera más evidente.

 En un pase privado al que estuvo invitado Arthur Rubinstein declaró que “ella era una mujer dura y absorbente, sobre todo una egoísta. Eligió Mallorca porque convenía a la salud de sus hijos”. No le gustó el perfil del Chopin que se dio ya que lo veía muy triste y, según él, era un hombre chistoso y ocurrente, un bromista. También comentó que él no era romántico, sino un calculador, sí que lo eran Beethoven y Schuman, pero él no. Sobre los nocturnos explicaba que había cogido el nombre de un compositor desconocido.

Recomiendo revisar la película ya que disfrutarán también de su música, y por otra parte, conviene fijarse prácticamente en cada frase y en cada encuadre porque nos estará diciendo más de lo que vemos, probablemente es posible que hasta lleguemos a conclusiones que para nada estaban pensadas, pero eso es otro atractivo, así como la excelente obra de Camino, un director por el que siento aprecio y que me gusta tratar.

 

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...