Mostrando entradas con la etiqueta comedias clásicas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta comedias clásicas. Mostrar todas las entradas

31/01/2024

¡Que vienen los rusos! (1966) Norman Jewison in memoriam

 



Seguimos desgraciadamente con las necrológicas, el pasado 20 de enero fallecía a los 97 años el director y productor Norman Jewison, un cineasta que tan pronto era infravalorado como sobrevalorado por la crítica, pero de lo que no cabe duda es que sus títulos más famosos siguen bien presentes en las distintas programaciones de las televisiones o en plataformas. Su nombre se engloba en una generación de realizadores que ya se alejaban de los cánones del cine clásico dorado hollywoodense y que tratarían temas como los derechos civiles, la denuncia del racismo y cierto espíritu crítico contra la política estadounidense, ahí estaban Mike Nichols, Arthur Penn, Sam Peckinpah, John Schlesinger, Franklin J. Schafner, etc.

Jewison, no obstante, se diferenciaba de ellos porque aun bebía bastante del cine clásico y combinó comedias, musicales, dramas judiciales, sociales, ciencia ficción, etc. Sus inicios en el campo de la comedia no suelen estar entre los más reconocidos, debutó en Soltero en apuros (1963) una comedia al servicio de Tony Curtis muy blanda y familiar, que pasó a la historia por ser la primera que lograba rodarse en el Disneylandia californiano, siguieron títulos mejores como la tercera entrega de la comedia al servicio de la pareja Rock Hudson/Doris Day titulada No me mandes flores (1964) o la infravalorada El arte de amar (1965). Entre estas destaca Que vienen los rusos (The Russians Are Coming) (1966), comedia disparatada que se englobaba en aquel subgénero paranoico que Kubrick inmortalizara con su Teléfono rojo ¿Volamos hacia Moscú? (1964) o Woody Allen escribiera su obra de teatro aquí titulada Los USA en zona rusa y de la que hablamos hace unos meses


¡Que vienen los rusos! era algo más que una sucesión de situaciones hilarantes, detrás se esconde una crítica a la Guerra Fría y un alegato al entendimiento y a la paz entre las naciones, muy propio de lo que se estaba cociendo en esos años. Jewison adaptaba la novela de Nathaniel Benchley The Off-Islanders (1961), tal escritor quizá lo conozcan más por su apellido y es que era el padre de Peter Benchley, el autor de Tiburón. Sin embargo, nos quedamos más con el nombre del guionista William Rose que acababa de escribir El mundo está loco, loco, loco. Su capacidad para escribir se reflejaba en varias comedias de la Ealing  como El quinteto de la muerte o La bella Maggie u otras británicas muy populares como Genoveva.

Así pues, más que recurrir al humor de sal gorda y a describir personajes infantilmente grotescos se prioriza lo que es encontrar los puntos ridículos en común de ambos y apostar que todos nos podemos entender a pesar de las diferencias. Eso no significa que la comedia no tenga momentos algo más subidos de tono y alguna que otra situación que con el tiempo ha quedado algo envejecida, en parte porque parece que cada vez nos gusta menos reírnos y si es de nosotros mismos peor.

A Jewison le salió una película larga, se va a más de dos horas, aunque el ritmo no lo pierde, su comienzo es brillante con ese contraste entre lo que es la típica familia americana de vacaciones con niño repelente incluido y los rusos que buscan ayuda. Brilla ahí Carl Reiner, el director lo contrató porque como el personaje era un escritor pensó que el público lo aceptaría más al ser uno real, y en el otro bando tenemos al genial Alan Arkin en su etapa de comedias para la United Artists. En medio de ellos un John Phillip Law cuyo personaje bondadoso irá teniendo protagonismo en todo el metraje.

Durante la película tenemos más contrastes y es que los buenos guiones funcionaban (y seguirían funcionando) de esta manera, ahí tenemos al jefe de policía Brian Keith en un papel muy a su medida en oposición al que interpreta Paul Ford como autonombrado jefe de esa milicia para salvar a los americanos de la invasión rusa, un personaje, por otra parte, muy en la línea Ealing y que consigue la habilidad de ridiculizar y a la vez que sintamos piedad hacia él. También brilla toda una serie de personajes secundarios como la telefonista, la vecina a la que no hacen caso de tanto quejarse, Jonathan Winters en su papel del policía Norman exigiendo a lo largo de la película que hay que tener un plan o el capitán ruso "serio" Theodore Bikel. Y tenemos ahí a Eva Marie Saint, no es un papel para lucirse, pero cumple debidamente como la sufrida esposa de Reiner.

Durante el rodaje, hubo alguna situación también digna de haber sido llevada al argumento, la Armada de los EEUU no quiso dejar un submarino ya que en la película se iba a enarbolar una bandera soviética, sin embargo la Fuerza Aérea sí cooperó y permitió que salieran dos cazas. La visión humana de los rusos no fue del todo bien encajada por cierta crítica, el mensaje de igualdad entre seres humanos se tildaba de comunista y poco patriótico aun por algunos, aun así logró unos excelentes resultados en taquilla y en España también. Se trataba de criticar la Guerra Fría y que ya iba siendo hora de que se buscase algún entendimiento que pusiera fin a ese absurdo y no por tratarlo se era un antiestadounidense o de determinados pensamientos políticos, Hollywood ya iba dejando atrás la caza de brujas .

Así pues, sin la complejidad de la película de Kubrick, Jewison lograba un filme divertido, accesible y que tras la sonrisa o la carcajada hubiera tiempo para la reflexión. La idea luego fue retomada con resultados desiguales por Steven Spielberg en su 1941. Al año siguiente dirigía En el calor de la noche, alegato antirracista que fue la gran triunfadora de los Oscars cuando estos aun valían la pena. Descanse en paz Norman Jewison, yo me sitúo en el grupo de los que piensan que está infravalorado, ya solo el hecho de llevar a la pantalla El violinista en el tejado (1971) o resucitar la comedia romántica con Hechizo de luna (1987) le colocan en un pedestal preferente

16/12/2021

Dos Fords navideños

 

Suelen preguntarme en estas fechas por recomendaciones de películas navideñas, pero que a la vez no lo sean, o sea que es como si me pidieran una comedia para reír, pero que no se notara el humor…Bueno, hay solución para todo, recuerdo que el pasado año les recomendé Ginger y Fred de Fellini, este año elegiré a John Ford.

Y precisamente escojo dos títulos con John Wayne de protagonista, uno de los cuales no lo suficientemente conocido, se trata de Tres padrinos (1948), basado en un cuento de Peter B. Kyne que Ford ya había adaptado en su etapa silente. En España no llegó a estrenarse, carezco de la información necesaria para saber exactamente cuáles fueron los motivos, pero probablemente al salir el tema del suicidio, la censura actuara. El doblaje que se efectuó es de 1984 y para un pase en TVE, posteriormente se pudo ver en las privadas y últimamente en algún pase en los westerns de la Trece.




Tres padrinos cuenta la historia de tres asaltadores de un banco, perseguidos por un sheriff, que se adentran en el desierto donde encuentran a una mujer moribunda a punto de dar a luz. Estrenada en 1948, año en el que realizó su más famosa Fort Apache, se le criticó cierta sensiblería en el tema, incluido todo un maestro libre de sospecha como José Luis Guarner la tildó de insulsa en el plano dramático.

Pero cada visionado trae sorpresas, y al no tener esa aureola de gran película, uno puede observarla y analizarla en busca de querer hallar más de lo dicho profesionalmente. Más que criticarle la densidad dramática, creo que falla algo en el hilo narrativo, pero que se ve compensado en el excelente trato pictórico consiguiendo escenas inolvidables y es que Ford al dirigir era como un gran pintor, en cada encuadre encuentras algo y al final qué más da si la historia falla al lograr captar su esencia 


Este cuento navideño, en el que es fácil hallar comparaciones entre los tres bandidos y los tres Reyes Magos, así como otros episodios evangélicos, tiene una fuerte carga de espiritualidad, recordemos que el salón que sale en el último tramo se llama “la taberna de la última oportunidad”.

Para todo aquel que diga que Ford está pasado de moda, decir que esta premisa argumental se halla en Tres hombres y un biberón y aquellas adaptaciones que luego la Disney hiciera. También en una película de animación japonesa reciente Tokyo Godfathers, que ya en su título lo homenajea.

 


El otro título, ya más conocido es La taberna del irlandés (1963). Aquí si que estamos en una película muy alegre, desenfadada, vitalista... Un Ford ya de su última etapa que rodó en plenas vacaciones y uno cuando la ve, se le va la imagen de hombre rudo que tenemos en mente de él.

Es inevitable la comparación con El hombre tranquilo, aquí también tenemos una pelea buenísima entre Wayne y Marvin que aunque se hagan daño, sabemos que son puñetazos sin rencor. Pero aquí no hay desplegada con tanta intensidad la nostalgia tan bien medida de aquella.

Ford aborda el tema de la mujer, algo que siempre levanta controversias, y diré aquello de que más de uno se fija demasiado en el árbol y no ve el bosque. Cierto que hay alguna bofetada, sin ánimos tampoco de ser un maltrato, sino englobada en un humor slapstick y más para parodiar el personaje masculino, además tenemos que tener en mente las  coordenadas temporales y sociales. ¿Qué les voy a decir? A Ford a menudo se le tacha de conservador, efectivamente lo era, pero qué me dicen ustedes de películas como Las uvas de la ira o Qué verde era mi valle, ojalá fueran así aquellos directores que tienen fama de lo contrario y han sido incapaces de abordar esas temáticas. Ford no era machista, sencillamente porque no tenía noción sobre qué se entiende por ello hoy en día, y era capaz de filmarte una película femenina como Siete mujeres, además el personaje de Elizabeth Allen que aquí se nos presenta tiene bastante profundidad.



La acción acontece en unas Navidades, donde los amigos ya retirados del Ejército pasan su tiempo en la taberna de Donovan, lugar donde discuten, pelean, se liberan de la monotonía de la vida tropical… Es entonces cuando llega esta bostoniana que busca a su padre y eso provocará una serie de problemas ya que tuvo mestizos con otra mujer.

La película es un canto a la diversidad de creencias y razas. hay presente ese choque de civilizaciones con los recuerdos de la guerra. Los personajes presentados son ya más bien apátridas  e incluso hasta se podría hacer una lectura quizá arriesgada de encontrar así la felicidad con ese exilio del mar.

Ford rueda una misa del gallo en la que es imposible que uno no suelte una carcajada, especialmente en el papel de Marvin, actor que acababa de ser Liberty Valance y que aquí está simpatiquísimo jugando con ese tren eléctrico, así como Wayne. Creo que ya no hace falta que defienda que era un gran actor. En los secundarios tenemos a una siempre excelente Dorothy Lamour, actriz que merecería más recuerdo, o a un César Romero que borda su papel mezclando su cinismo con ese toque elegante

Son películas ambas que estaría bien analizar con más detalle en coloquios, en todo caso creo que se ajustan a lo que me piden y pueden pasar un rato de buen cine sin tampoco perder ese espíritu navideño.

 

09/12/2021

"El Bazar de las sorpresas" y el otro remake del que nadie habla y que no es "Tienes un email"

 

El bazar de las sopresas (fuente: Filmaffinity)


Aproveché el pasado puente no para compras compulsivas, sino para ver buen cine. En estas fechas, las diversas televisiones nos ofrecen una serie de telefilmes insulsos navideños para ir rellenando las parrillas rutinarias. En plataformas y otros canales se puede ver cine más clásico o por lo menos estrenado en salas. Consultando la TCM vi que daban El bazar de las sorpresas (1940) de Lubitsch, es un título que no tiene la fama de otros de él como Ser o no ser o Ninotchka, pero que está a la misma altura y tiene a James Stewart y Margaret Sullavan de pareja protagonista. 

Tienes un email. Fuente: Filmaffinity
La primera vez que la vi fue en el espacio de Garci de "Qué grande es el cine", ahora llamado "Classics". A finales de los 90 fue objeto de un remake actualizado aprovechando la química de la pareja Tom Hanks y Meg Ryan y dirigida por la malograda Nora Ephron que no estaba mal. Es una película ambientada en estas fechas prenavideñas, basada en una pieza teatral húngara llamada Perfumería de Nikolas Laszlo .

 Seguramente, sin esta adaptación cinematográfica no conoceríamos nada de ese autor y es que Lubitsch logra darle protagonismo a todo su reparto y la hace interesante en todo, ahí está el jefe de esa pequeña aunque entrañable tienda llamado Matuschek que a pesar de su carácter frío y calculador intenta suicidarse al saber de una infidelidad de su mujer. Entre sus empleados tiene a un fanfarrón llamado Vadas o a Pepi, un repartidor que busca protagonismo y llegar más alto. Stewart como siempre muestra otra de sus interpretaciones geniales, su rostro capta enseguida todo, y qué decir de Margaret Sullavan, actriz excelente e injustamente olvidada con una gran carrera.

 Todos estos dan lo máximo en una producción que sin la firma del gran Lubitsch hubiese pasado desapercibida. Fíjense cuando la vean en el estilo y el ritmo, así como esos diálogos que tan pronto pasan de mostrar un humor cínico a un dramatismo, en la doble lectura de muchos de ellos o en la composición de escenas como la de la cita en el café que recuerda al Tú y yo de McCarey en sus dos versiones, así como el final con una gran puesta en escena en la cual la conversación entre ellos dos va desgranando todo. Lubitsch estaba muy orgulloso de ella y escribió lo siguiente: “jamás hice un filme en el cual la atmósfera y los personajes fueran tan reales como este. realizada en 26 días con un presupuesto muy molesto, la obra quizá no fuera sensacional pero tuvo bastante éxito” (Carta escrita a H.G. Weinberg, 1947).






En aquel viejo verano. Fuente: Filmaffinity
Pero volvamos al remake y no para hablar de Tienes un email, sino de En aquel viejo verano (1949), más de uno no sabrá qué título es este, hablamos de un filme de Robert Z. Leonard, un director algo anodino que tuvo fama al rodar El gran Ziegfeld (1936). Aquí la pareja está compuesta por una Judy Garland que ya atravesaba muchos problemas en su vida privada y su pareja era Van Johnson, otro actor que quizá ha ido cayendo en el olvido, cabe recordar que incluso Woody Allen lo rescató para La rosa púrpura de El Cairo. 

La película es agradable, dulce y blanda, quizá demasiado... Omite todo el capítulo del intento de suicidio y la infidelidad, se sustituye por un equívoco con un violín. No tuvo apenas éxito, las canciones que se intercalan no llegan a memorizarse y el director calca muchos planos de Lubitsch. Sin embargo, tiene un ingrediente que hace que cualquier cinéfilo la vea y retenga: la presencia de Buster Keaton, 

En aquellos años, trabajaba de asesor de la MGM para comedias, de ahí diversos gags de Los hermanos Marx en el oeste que nos recordaban a El maquinista de la General. Keaton había sido despedido en 1933 de la Metro y fue precisamente con este En aquel viejo verano que volvió como actor para estos estudios, sus anteriores participaciones en el cine sonoro fueron bastante desafortunadas. 

 Fíjense en un dato, en los créditos del inicio sale su nombre en pequeño seguido de otros sin ninguna distinción, lo cual nos provoca tristeza e indignación, pero así era Hollywood y de Keaton pocos se acordaban.



Aquí creó diversos gags como el del violín o el destrozo del sombrero de la Garland a cargo de un patoso Van Johnson que es lo mejor de la película. Peter Bogdanovich en su excelente documental de El gran Buster lo recuerda. Así pues, no estaría mal que al programar El Bazar de las sorpresas junto a Tienes un email, se le diera una oportunidad a esta película que cuenta también con la peculiaridad de ver a Liza Minelli por primera vez en el cine, aunque siendo un bebé en brazos de su madre. 





03/02/2021

Y el día de la marmota pasó...

 

Ha pasado otro 2 de febrero, día en que una marmota predice el tiempo de duración del invierno en la localidad de Punxsutawney (Pensilvania), si ve su sombra aun quedan seis semanas de frío. Nosotros también tenemos nuestra propia predicción, al ser el día de la candelaria, hay un dicho en catalán que dice: "si la candelera plora, l´hivern és fora, si la candelera riu, encara és viu”. La traducción al castellano quedaría algo macarrónica, viene a decir que si hace sol aun nos quedan semanas para ir bien abrigados y si llueve ya podemos pensar en el buen tiempo.

   

En 1993, el director Harold Ramis aprovechó este día para rodar Atrapado en el tiempo, una película que ha ido ganando mucho con el arranque de las hojas del calendario. En ella, como ya sabrán, Bill Murray es un meteorólogo que ha de retransmitir dicho acto, pero que al despertar repite el mismo día sin poder salir de este. Se dice que hay exactamente 38 días representados, ya sea en forma parcial o total.

 Hay otros estudios en diversos sitios según el IMDB como el de la web "Wolf Gnards", donde Bill Murray pasa ocho años, ocho meses y dieciséis días atrapado. La serie de reseñas de "Movie Truth" calculó que pasó 4.576 días (doce años, seis meses y once días). Mientras que la web "Obsessed With Film" afirma que estuvo 12.403 días, poco menos de treinta y cuatro años, para dar cuenta de convertirse en un maestro pianista, escultor de hielo, etc.

   

En el DVD, Harold Ramis afirma que la idea original era que Phil viviera el 2 de febrero durante unos diez mil años... Dejando ya a un lado cuántos días vivió asi, lo cierto es que esta película llegó a nuestras salas un verano sin hacer mucho ruido, varios críticos que no aguantaban al actor tuvieron que cambiar su parecer y acabó siendo casi de culto. De hecho, incluso en nuestra vida cotidiana utilizamos muchas veces que estamos viviendo el día de la marmota, y ya no digamos con la maldita pandemia de hará casi un año. 

Atrapado en el tiempo tiene un mensaje positivo, a pesar de ciertas escenas dramáticas donde el protagonista hasta se llega a suicidar, pero abunda más lo cómico y las ganas de superación del personaje. Es ese cine vitalista, que te anima durante la hora y media larga que dura y que no te cansas nunca de ver. Más de uno lo compara con el cine de Frank Capra, aunque aquí no hay personajes malvados ni cierta crítica social.

   

Harold Ramis fue un director que comenzó precisamente con Murray colaborando en el programa radiofónico "The National Lampoon Radio Hour", y escribiéndole guiones, los más recordados son los de Los Cazafantasmas. Como director no acababa de dar el salto, películas divertidas, pero con poco atractivo artístico como eran El club de los chalados (1980) o Las vacaciones europeas de una chiflada familia americana (1985) Atrapado en el tiempo marcó un antes y un después, vendrían luego trabajos respetables como Mis dobles, mi mujer y yo (1996), otra fábula, aunque con menor repercusión y sobre todo la divertidísima Una terapia peligrosa (1999). Nos dejó en 2014 a consecuencia de una vasculitis inflamatoria autoinmune.

   

Para Bill Murray, Atrapado en el tiempo también le supuso un salto en su carrera, había intentado un papel dramático en el fallido remake de Al filo de la navaja (1984). Con Richard Donner hizo una de sus mejores actuaciones como el Mister Scrooge moderno en ese conseguido ejecutivo de televisión en Los fantasmas atacan al jefe (1989), personaje que ya presagiaba el Phil de Atrapado en el tiempo.

 

 Películas como La chica del gánster (1993), el travesti que interpreta en Ed Wood (1994) o el ventrílocuo de Abajo el telón (1999) demostraban lo buen actor que era. Pero sobre todo los más críticos elogian su papel en Lost in Translation (2003) de Sofia Coppola que le valió una nominación al Oscar, aunque Sean Penn le “robó el premio”, por cierto, la cara de Murray era un poema en la ceremonia.
  

Y es que su carácter es lo que le ha ido perdiendo, se cuenta de él que nunca se ha llevado muy bien con sus compañeros de trabajo, incluso que le dio un puñetazo a Richard Dreyfus en ¿Qué pasa con Bob? o que incluso estuvo 20 años sin hablar con Harold Ramis. No tiene agente y para contratarlo le han de dejar un mensaje en el contestador, si devuelve la llamada, pide entonces que el guion sea enviado a una tienda de su barrio donde ya irá a recogerlo, esto hace perder la paciencia a más de un director. Así de excéntrico dicen que es.

   

A Atrapado en el tiempo no le faltó la polémica, Después de su lanzamiento, surgieron varios escritores, alegando que la historia fue robada de su idea. El autor de ciencia ficción Richard Lupoff afirmó que era una copia de su cuento 12:01 pm, mientras que Ken Grimwood, autor de Replay, fue otro. Sin embargo, el guionista Danny Rubin dijo que su único punto de partida de inspiración para esta película fue la historia de 1892 Christmas Every Day de William Dean Howells.

 No faltó escritor catalán tampoco que la acusara de plagio, el 23 de junio de 1993 un titular de "El Periódico de Catalunya" lanzaba el siguiente titular digno de ser revisado por aquel curso de ética periodística del recordado programa "Caiga quien caiga": "Hollywood se “inspira” en un relato catalán". Quien escribiera esto lo hacía sin tener ni idea y dando la versión del escritor Miquel de Palol ya por buena, el cual decía que habían copiado su obra de El jardí dels set crepuscles concretamente en su “Historia de la cena en casa de Virgina Guasch”. Esto es lo que decía el escritor: “la diferencia es que mientras en mi novela la narración se enmarca en una disquisición sobre el paso del tiempo y la relatividad, en la cinta tiene un aire a lo Frank Capra que difumina el sentido original y convierte la peripecia en un proceso de perfección espiritual. Palol sin esperar si era verdad o no el plagio ya dictaba sentencia: “hubiera preferido que el producto final fuera menos edulcorado, me da la impresión de qué me han convertido en una hamburguesa” Lo cierto es que poco se supo después… 

 Si hemos de vivir cada día el mismo día uno ya cambiaba comenzar la jornada con la canción que le suena en su despertador del "I got you babe". Lo mismo más de uno está anclado en ese 2 de febrero aun, de momento los demás mortales seguimos también a la espera de que vuelva "la normalidad"

 

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...