Mostrando entradas con la etiqueta western. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta western. Mostrar todas las entradas

03/04/2024

Centenario de Marlon Brando: El rostro impenetrable (1961)

 



Seguimos con los centenarios y esta vez toca uno de los nombres más míticos del cine, Marlon Brando, un 3 de abril de 1924 nacía en Omaha, Nebraska (EEUU). Su carrera se inició en el teatro en la década de los 40, siguiendo el método Stanislavski en los 50 empieza su periplo cinematográfico, Elia Kazan contribuyo a su éxito en papeles como los de Un tranvía llamado deseo (1951), ¡Viva Zapata! (1952) o La ley del silencio (1954). Sin embargo, pronto empezó a sentirse incómodo en papeles como el de Napoleón que interpretaba en Desirée (1954) o en la comedia musical algo fallida de Ellos y ellas (1955) dirigida por Joseph Leo Mankiewicz quien le había dado el papel inolvidable de Marco Antonio en Julio César (1953).

 La cada vez más dura competencia de la televisión hacía que los estudios no se dejasen tentar por un cine más de autor acorde con lo que él deseaba, ello le lleva a fundar una productora, la Pennebaker Productions para poder desarrollar personajes más acordes con su línea interpretativa, de hecho la primera que iba a producir trataba sobre el tema de la labor de Naciones Unidas, pero no hubo manera de abordar el proyecto. Tiempo después cayó en sus manos la novela The autentic Death of Hendry de Charles Neider, una especie de revisitación del mito de Billy el Niño y Pat Garrett con el que pensó que podía ofrecer una gran actuación, unos años antes Arthur Penn había tratado sobre él en un western de autor extraño aquí titulado como El zurdo (1958) con un Paul Newman totalmente sobreactuado muy acorde con el método. Para este empeño de Brando, el guion fue escrito por Sam Peckinpah y lo iba a dirigir Stanley Kubrick, de hecho contó con el guionista Calder Willingham que le escribió Senderos de gloria (1957) y luego Espartaco (1960).

Pero un comentario de Kubrick donde expresaba sus dudas y que se oponía a que Brando se inmiscuyera en el argumento hizo que fuera despedido por el actor y que este asumiera la dirección y fuera reescribiendo la historia a menudo, dejó de contar también con el guion de Peckinpah que lo reelaboraría luego en Pat Garret y Billy The Kid (1973) y de la novela inicial apenas quedó nada.

A pesar de que tenía que ser una película de coste moderado, acabó siendo distribuida por una “major”, la Paramount y contó con nombres ilustres como el del fotógrafo Charles Lang que tenía una gran experiencia en westerns también como El hombre de Laramie (1955), Duelo de titanes (1957) o Los siete magníficos (1960). El nombre de Brando, a pesar de algunos altibajos señalados antes, tenía un enorme filón y se esperaba una película que recaudara bastante al tener la novedad de ser su ópera prima.

Pero su inexperiencia como director acabó triplicando un presupuesto que llegó a los 6 millones de dólares de la época, llegó a presentar un montaje de 5 horas y hacer perder la paciencia de los directivos de la Paramount cuando veían que estaba todo un día para rodar una escena o que exigía de cena un menú compuesto por dos filetes, patatas, dos tartas de manzana y un litro de leche. La improvisación que obligaba a los actores le llevó a que la película se conociera como “Stanislavsky en la silla de montar” y es que, entre otros ejemplos, se hacía insoportable cuando tenia que esperar que se formaran las nubes que él quería o las olas del mar más idóneas, a ello y como sostenía que las interpretaciones ebrias eran malas, exigía emborracharse de verdad para filmarse así.

El rostro impenetrable, título en español de One-eyed Jacques tardó dos años en ser rodada y la respuesta comercial no fue la esperada, la crítica tampoco se puso muy de acuerdo, algún crítico la bautizó en nuestro país como El rostro insoportable, no obstante tuvo sus fans y ganó la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. Bastante maltratada posteriormente por las copias que no respetaban su formato y que ofrecían un color deplorable, comenzó a hacérsele justicia con la aparición de un DVD en la década pasada donde se pudo ver ya en su Vistavision original y últimamente Filmin la tiene en su catálogo en alta definición.


En las casi dos horas y media se nos narra cómo tras el atraco a un banco fronterizo, Johnny Río (Marlon Brando) es traicionado por Dad (Karl Malden, el cual había trabajado tres veces con él), su mejor amigo y compañero de correrías. Apresado por la policía mexicana, pasa cinco amargos años en la prisión de Sonora, durante los cuales, vive obsesionado con la idea de vengarse de él. Tras ser puesto en libertad lo va a visitar, pero este se ha convertido en un hombre respetable y es el sheriff de Monterrey. Cuando Dad le presenta a su hijastra Louisa (Pina Pellicer, actriz méxicana que debutaba en Hollywood, pero que acabó suicidándose pronto), se enamora de ella.

A pesar de la reducción de metraje original, la película peca de larga, el ritmo es más propio del cine oriental, casi podríamos encontrar similitudes con Akira Kurosawa. Por otra parte, hay una intención de recrearse en un paisaje marino, algo que en el género apenas se había visto, también ciertas ramblas que vemos nos hacen pensar en Sergio Leone (que conviene recordar que comenzó inspirándose en Kurosawa). Pero lo llamativo es el ejercicio narcisista de Brando que más que buscar una gran interpretación se acaba convirtiendo en un objeto para ser adorado, tenemos primerísimos planos de todo tipo, no ya solo su rostro, sino mostrando un culto al cuerpo excesivo (no falta la típica paliza a la que es sometido). Usa unos contrapicados y mueve la cámara de tal manera que a veces hasta parece un gigante al lado de los demás. Si se fijan hay escenas curiosas como el calco que hace del Hamlet de Laurence Olivier cuando lo vemos sentado viendo el mar o cuando en un bar vemos ni más ni menos que un cuadro de La Gioconda y él haciendo una expresión parecida.


La verdad es que el ego de Brando sobrepasa todos los límites, pero también hay que decir que eso forma parte del atractivo de la película y si así no fuera estaríamos ante un western pesado y aburrido, aunque salvado por Karl Malden. Con la copia restaurada al menos ahora se puede comprobar que el trabajo de Brando también tuvo sus buenas cosas y es que esos paisajes rodados en plan pictórico o su vestuario con esos paños cromáticos tan meticulosamente buscados dan ahora una peculiaridad y un afán estilístico que conviene estudiar al analizar la película y entretenerse.

El ritmo de la película que como ya digo tiene un tono enfermizo, autocomplaciente y exclusionista para con su protagonista no deja de ser también el del esquema clásico del enfrentamiento entre dos hombres duros como ese oeste romántico que otros ya lo psicoanalizarían con más fortuna, nombres como el de Nicholas Ray, Sam Peckinpah o Clint Eastwood. De todas maneras, si se acepta el juego de la dirección de Brando disfrutaremos tanto de sus virtudes como de defectos y de ese aire de leyenda a los personajes con tono de tragedia clásica y edípica, un cóctel de violencia, de poesía visual y de sensualidad donde no faltan escenas que bien podían haber sido eliminadas como esas bailaoras de flamenco en México.

En fin, he querido escoger esta película que como habrán notado no es de mis preferidas, pero sí que representa muy bien quién era Marlon Brando, un actor único y que forma parte de la historia en mayúsculas del cine. Repudió la película después que Paramount le recortara la mitad, aseguró que "ahora es una buena película para ellos, pero no es la película que hice". Tras esta, su carrera tendría varios fracasos y armaría otro motín fuera del rodaje de Rebelión a bordo (1962). Su papel en El padrino (1972) y en El último tango en París del mismo año, amén de sus polémicas y escándalos le devolverían la fama inicial.

16/12/2021

Dos Fords navideños

 

Suelen preguntarme en estas fechas por recomendaciones de películas navideñas, pero que a la vez no lo sean, o sea que es como si me pidieran una comedia para reír, pero que no se notara el humor…Bueno, hay solución para todo, recuerdo que el pasado año les recomendé Ginger y Fred de Fellini, este año elegiré a John Ford.

Y precisamente escojo dos títulos con John Wayne de protagonista, uno de los cuales no lo suficientemente conocido, se trata de Tres padrinos (1948), basado en un cuento de Peter B. Kyne que Ford ya había adaptado en su etapa silente. En España no llegó a estrenarse, carezco de la información necesaria para saber exactamente cuáles fueron los motivos, pero probablemente al salir el tema del suicidio, la censura actuara. El doblaje que se efectuó es de 1984 y para un pase en TVE, posteriormente se pudo ver en las privadas y últimamente en algún pase en los westerns de la Trece.




Tres padrinos cuenta la historia de tres asaltadores de un banco, perseguidos por un sheriff, que se adentran en el desierto donde encuentran a una mujer moribunda a punto de dar a luz. Estrenada en 1948, año en el que realizó su más famosa Fort Apache, se le criticó cierta sensiblería en el tema, incluido todo un maestro libre de sospecha como José Luis Guarner la tildó de insulsa en el plano dramático.

Pero cada visionado trae sorpresas, y al no tener esa aureola de gran película, uno puede observarla y analizarla en busca de querer hallar más de lo dicho profesionalmente. Más que criticarle la densidad dramática, creo que falla algo en el hilo narrativo, pero que se ve compensado en el excelente trato pictórico consiguiendo escenas inolvidables y es que Ford al dirigir era como un gran pintor, en cada encuadre encuentras algo y al final qué más da si la historia falla al lograr captar su esencia 


Este cuento navideño, en el que es fácil hallar comparaciones entre los tres bandidos y los tres Reyes Magos, así como otros episodios evangélicos, tiene una fuerte carga de espiritualidad, recordemos que el salón que sale en el último tramo se llama “la taberna de la última oportunidad”.

Para todo aquel que diga que Ford está pasado de moda, decir que esta premisa argumental se halla en Tres hombres y un biberón y aquellas adaptaciones que luego la Disney hiciera. También en una película de animación japonesa reciente Tokyo Godfathers, que ya en su título lo homenajea.

 


El otro título, ya más conocido es La taberna del irlandés (1963). Aquí si que estamos en una película muy alegre, desenfadada, vitalista... Un Ford ya de su última etapa que rodó en plenas vacaciones y uno cuando la ve, se le va la imagen de hombre rudo que tenemos en mente de él.

Es inevitable la comparación con El hombre tranquilo, aquí también tenemos una pelea buenísima entre Wayne y Marvin que aunque se hagan daño, sabemos que son puñetazos sin rencor. Pero aquí no hay desplegada con tanta intensidad la nostalgia tan bien medida de aquella.

Ford aborda el tema de la mujer, algo que siempre levanta controversias, y diré aquello de que más de uno se fija demasiado en el árbol y no ve el bosque. Cierto que hay alguna bofetada, sin ánimos tampoco de ser un maltrato, sino englobada en un humor slapstick y más para parodiar el personaje masculino, además tenemos que tener en mente las  coordenadas temporales y sociales. ¿Qué les voy a decir? A Ford a menudo se le tacha de conservador, efectivamente lo era, pero qué me dicen ustedes de películas como Las uvas de la ira o Qué verde era mi valle, ojalá fueran así aquellos directores que tienen fama de lo contrario y han sido incapaces de abordar esas temáticas. Ford no era machista, sencillamente porque no tenía noción sobre qué se entiende por ello hoy en día, y era capaz de filmarte una película femenina como Siete mujeres, además el personaje de Elizabeth Allen que aquí se nos presenta tiene bastante profundidad.



La acción acontece en unas Navidades, donde los amigos ya retirados del Ejército pasan su tiempo en la taberna de Donovan, lugar donde discuten, pelean, se liberan de la monotonía de la vida tropical… Es entonces cuando llega esta bostoniana que busca a su padre y eso provocará una serie de problemas ya que tuvo mestizos con otra mujer.

La película es un canto a la diversidad de creencias y razas. hay presente ese choque de civilizaciones con los recuerdos de la guerra. Los personajes presentados son ya más bien apátridas  e incluso hasta se podría hacer una lectura quizá arriesgada de encontrar así la felicidad con ese exilio del mar.

Ford rueda una misa del gallo en la que es imposible que uno no suelte una carcajada, especialmente en el papel de Marvin, actor que acababa de ser Liberty Valance y que aquí está simpatiquísimo jugando con ese tren eléctrico, así como Wayne. Creo que ya no hace falta que defienda que era un gran actor. En los secundarios tenemos a una siempre excelente Dorothy Lamour, actriz que merecería más recuerdo, o a un César Romero que borda su papel mezclando su cinismo con ese toque elegante

Son películas ambas que estaría bien analizar con más detalle en coloquios, en todo caso creo que se ajustan a lo que me piden y pueden pasar un rato de buen cine sin tampoco perder ese espíritu navideño.

 

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...