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11/04/2022

El Judas de Iquino, más allá de una película religiosa.

 


Tiempo de Semana Santa y de tradiciones como las que hay en los pueblos catalanes de Esparraguera u Olesa donde vecinos del pueblo representan cada año la vida de Jesús en el teatro. La del primer pueblo quedó inmortalizada en el cine de la mano de Ignacio F. Iquino en 1952 con su película El Judas que contaba la historia de un individuo de malos sentimientos y peores acciones, dispuesto a todo con tal de satisfacer su avaricia y vanidad y que se mostraba descontento con el papel de Judas que le tocaba encarnar ya que él a toda costa quiere el papel de Jesús.


Antes de seguir con la película, me permitirán que sitúe brevemente a su director del cual he tenido la oportunidad ya de hablar de él en este blog con La familia Vila. El IMDB nos indica 84 realizaciones, 104 guiones, 42 veces de productor, 16 de director de fotografía, etc. A pesar de todo su trabajo, Iquino es un nombre olvidado, poco reconocido injustamente, aunque por suerte algunos críticos le han sabido valorar su trabajo, caso de Àngel Comas en la excelente biografía que escribió (Ignacio F. Iquino, hombre de cine. Ed. Laertes, 2003).

Su primer largo es de 1936 con Al margen de la ley y su último de 1984 con Yo amo la danza, seis décadas que se dice pronto. Su cine popular empezó a llenar salas, títulos como Alma de Dios (1941), El difunto es un vivo (1941), El hombre de los muñecos (1943) Una sombra en la ventana (1945) o El tambor del Bruch (1948) le dieron nombre, aunque la crítica no fue su mejor aliada, desgraciadamente muchos de estos títulos son prácticamente imposibles de encontrar.

Como persona ambiciosa que era, crea sus propios estudios en el Paralelo de Barcelona en los 50 (Los IFI) y siempre presumía de que tenía calefacción, y añadía que no como los Orphea donde los actores se congelaban. Cuando empieza con la idea de hacer El Judas llevaba dos años con estos donde había llevado a cabo nueve títulos. Las cuentas no salían y necesitaba una película comercial y lo suficientemente atractiva para que se la declarase de Interés nacional. La idea de una película religiosa podía llevarle a conseguir tal propósito y más en un momento en el que coincidiría con el "Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona" de ese año 1952 y las negociaciones del Concordato con el Vaticano resueltas al año siguiente.

Aunque en un primer momento no se le concedió, finalmente sí “considerando sus calidades artísticas y técnicas y sobre todo por su contenido profundamente ejemplarizadora que exalta los principios del cristianismo. Para que no pase desapercibido el esfuerzo efectuado por la casa productora” decía el informe.



Antonio Vilar
El reparto de El Judas estaba encabezado por Antonio Vilar, galán de los 40 y 50 y como inspector tenemos a Manuel Gas, en el papel de Montserrat a María Rosa Fornaguera. El resto del reparto estaba formado por los integrantes del Patronato de “La passió” de Esparraguera, de la obra sindical “Educación y descanso” tal como nos indican los créditos, por tanto actores no profesionales y vecinos del pueblo. Para el guion recurrió a su paisano Rafael. J. Salvia que dirigiría grandes éxitos poco después como Aquí hay petróleo, Manolo, guardia urbano, Las chicas de la Cruz Roja, aparte de escribir los guiones de La gran familia, Atraco a las tres, Sor Citroen o Don Erre que Erre.

La película se estrenó el 23 de mayo de 1952, para aumentar la comercialidad se llegó a anunciar que sería la primera película que el Franquismo permitía que se hablase en catalán, algo que finalmente en Barcelona no fue así, aunque en determinadas localidades y especialmente en los tiempos de Semana Santa sí que se pasaba tal copia en la que el catalán se utilizaba para las conversaciones coloquiales. En los créditos iniciales de algunas copias, vemos que aparecían en esta lengua.

El Arzobispo de Barcelona, D. Gregorio Modrego recurrió al canónigo de la Catedral, el P. Ciprià Montserrat para aquello que tanto temían los directores de asesorar y controlar la película, repetiría con él después y con Pedro Lazaga en El frente infinito.


Si no fuera por la habilidad de Iquino y de Salvia, no se recordaría hoy en día El Judas sino como una película de las llamadas despectivamente de estampita, aunque también hay una buena dosis de títulos notables no reconocidos suficientemente, este tipo de cine envejecería pronto y le darían la espalda los mismos creyentes cuando el Concilio Vaticano II cambia el rumbo de la Iglesia y la España del 600 iba dejando las iglesias sin el fervor de antes.

 Pero la película tiene más, por una parte estamos ante un neorrealismo que aunque no hay que tomar al pie de la letra del italiano, sí que guarda coincidencias. Por una parte, ya hemos dicho que la mayoría de los actores no son profesionales, que casi todo está rodado en la calle, que tomando como pretexto la obra religiosa salen a la palestra temas sociales como la inmigración o la miseria. Incluso se puede ver como una película de cine negro con el protagonista al margen de la ley. Toda esa escena de los primos del protagonista que tienen que marchar por la estafa que les ha hecho con la piedra hasta recordaría a películas tipo Surcos.

Es también una película sobre el teatro y toda una síntesis de una manera de actuar, el protagonista a pesar de saberse bien el papel necesita recurrir a un antiguo actor que pasó a ser monje en el Monasterio de Montserrat. Este le dice que ha de tener empatía con la gente, aquí comienza su redención personal con el papel, no ya solo la de conseguir ser un buen actor.

Aparte de todos los temas, Iquino consigue también que el espectador sienta la película con emotivas escenas, los fragmentos de la obra dan pie a situaciones análogas en la acción de esta. Como suele ser habitual, Iquino muestra toda su sabiduría cinematográfica, tanto en la utilización de la luz, en los contrapicados y sabiendo sacar provecho de unos actores que parecen todos profesionales.

Con este filme, Iquino logra su mayor éxito y el apoyo de una crítica que salvo en otras contadas ocasiones le tendría en cuenta. El director estuvo tan satisfecho que repitió el esquema poco tiempo después con La pecadora (María de Magdala) en 1956 interpretada por Carmen de Lirio y contando con actores no profesionales de "La Passió de Cervera" mostrando también un paralelismo entre la protagonista y la obra en cuestión.

La película solo se puede ver actualmente en la plataforma FlixOlé. Merecería una edición de coleccionista en DVD, pero recurriendo al Evangelio ya sabemos que nadie es profeta en su tierra.

 

29/04/2021

La tierra de la gran promesa. La Revolución industrial de Andrzej Wajda

 

Carátula de La tierra de la gran promesa


Hace ya años, mientras estudiaba Historia en lo que era el extinto COU, y más concretamente el tema de la Revolución Industrial, se repuso la película de Wajda, La tierra de la gran promesa, que fue recomendada a los colegios, y una mañana, en vez de ir a clase, fuimos de excursión al cine. La película solo la seguimos unos cuantos, otros pasaban de ella al estar acostumbrados a otro tipo de cine y porque nunca en las aulas les enseñaron qué era el séptimo arte, a mí me marcó verla y me queda un grato recuerdo de esa sesión en el Cine Verdi de Barcelona.

En aquella época apenas conocía el cine de su director. Pasados ya unos años salió editado el DVD y obviamente me lo compré enseguida, con su revisión aun me gustó más. Andrzej Wajda es uno de esos realizadores que merecen estar en lo más alto, puede parecer que su cine sea muy localista con sus temas recurrentes por la preocupación de la identidad nacional de Polonia: su historia, su reconstrucción, su política, etc. Pero no es así, filmaba de manera que cualquier tema resultara universal e incluso actual. Sus obras más conocidas con las de la trilogía de la guerra, especialmente Cenizas y diamantes (1958) con la que demuestra que trasciende la crónica histórica. A esta acompañaron Generación (1954) y Kanal (1957)  y que es lo más visto de su autor.

 Su carrera continuó con adaptaciones literarias, vistas aquí algunas en salas de arte y ensayo, y posteriormente en Filmotecas quien haya tenido la suerte, como Lotna (1959), Lady Macbeth en Siberia (1961), Cenizas (1965), o Paisajes para después de una batalla (1970), las cuales no están editadas en DVD, ni tampoco ninguna plataforma pone en su catálogo, salvo Filmin que tiene algunas de las que vienen a continuación de la que voy a referirme o las de la trilogía antes mencionada. Entre estas adaptaciones está La tierra de la gran promesa (1975), que llegó a estar nominada a los Oscars cuando estos interesaban, pero Dersu Uzala se llevó el premio, era difícil la competición en aquel año.

   

La película está ambientada a finales del siglo XIX, en la ciudad de Lodz (Polonia), epicentro de la industria textil, ahí tres jóvenes: un polaco católico (Karol Borowiecki), hijo de nobles terratenientes junto a un ambicioso judío (Moryc Welt) y un alemán luterano (Maks Baum) deciden abrir una fábrica para hacer fortuna y, sin escrúpulos ni prejuicios, se lanzan a acumular dinero y poder. Wajda adaptaba una novela de Wladyslaw Stanislaw Reymont escrita en 1897-98, el escritor recibiría un Premio Nobel de Literatura años más tarde con Los campesinos (1904-1909). Tal libro no es muy popular, aunque en nuestro país se editó, para encontrarla actualmente hay que buscarla de segunda mano o en bibliotecas especializadas.



 Al director le preguntaban por la novela y que había visto ahí, pues para más de un crítico le resultaba aburrida, respondía: “Aburrida, aburrida… Usted sabe que lo referente al dinero, los negocios o las pasiones puede resultar aburrido. Al pensar hoy en Tierra prometida, supongo que yo quería sencillamente realizar una película popular, lo cual quiere decir que quería hacer una película para el gran público. Reconozco que he escogido un tema ingrato, porque en general se considera que una película popular debe ser abiertamente de ficción, de una pareja, de algunos personajes, un tema psicológico, etc. Yo me dije que había que hacer una película popular más ambiciosa, es decir, en la que se vería precisamente una multitud de gente, una multitud de objetos, una masa de todo. Me parece que la novela de Reymont que se refiere a Lodz era especialmente adecuada para ello” 

 Precisamente conectar con ese “gran público” es lo que consigue con maestría Wajda, y para ello utiliza un ritmo trepidante en estas casi tres horas de relato. Siempre que la veo me da la sensación de estar viendo una película de terror y suspense, esos contrapicados en los que vemos a esos personajes tan grandes, esa cámara nerviosa que consigue alterarnos, ese contraste entre la miseria y la riqueza, etc. Y lo que decía al principio, por mucho que quiera enfocar una historia de Polonia, al final el tema es plenamente universal, al comenzar hay una escena donde la nobleza viendo los cambios, está rezando. Eso me recordó al principio de El Gatopardo y el famoso dicho lampedusiano “Para que todo quede como está, es preciso que cambie todo”.

   

Karol, el protagonista, es hijo de esta rural nobleza polaca y rompe con ella para luchar en Lodz, el personaje está enfocado negativamente en prácticamente todo el metraje, no le interesa para nada que un obrero haya perdido la mano en un accidente con una máquina que se lo tritura, solo parece importarle que los trozos de tela se estén estropeando por la sangre.

   

 Él será una especie de aprendiz del empresario alemán Bucholz, cínico, violento e inhumano, como el otro alemán Kessler, que arrastra a las jóvenes obreras para su orgía y que tendrá su punto culminante en una escena no apta para gente sensible. Cuando la vi en el instituto, a veces no entendía por qué a determinados compañeros les aburría al tener estas escenas “gore” que tanto les gusta.

 De los otros socios de Karol destaca el del judío Moryc, todo un recital de interpretación, incluso excesiva, pero que así quiso retratarlo el director. Por ejemplo, en una discusión que tiene con el banquero judío al cual no le quiere devolver el dinero, acaba mirando a la cámara y ofrece una sonrisa socarrona al espectador, son momentos discutibles, pero quizá hechos para acercarse a ese gran público que buscaba. En su día hubo quejas de asociaciones judías por cómo quedaban estos en la película, da la sensación de que tienen el corazón de piedra y que se pasan la vida manipulando el dinero. Es cierto que la imagen no es buena, pero es que tampoco Karol se salva, por lo que creo que no tiene mucho sentido la queja, ya que lo que se nos está diciendo es que el poder corrompe y no entiende de nacionalidades, etnias, religiones, etc.  En cuanto el tercer socio de la fábrica, Maks Baum, su vida es aburrida y monótona, su padre es hostil a la modernización, lo cual lleva su fábrica a la bancarrota, algo que le marca. 

Varias escenas nos quedarán grabadas al ver la película, una es la del teatro y ese palco donde cunde el pánico por noticias mercantiles, hasta un suicido tendremos, cabe recordar que los empresarios optaban, ante la quiebra, en incendiar la fábrica para cobrar el seguro, o, por otra parte, se suicidaban, ambos casos los vemos en el filme. Otro momento memorable es el del funeral de Bucholz en el que poco importa el muerto pues están comentando el tema del precio de los aranceles del algodón, Moryc en una frase irónica dice que necesita ganar dinero para no tener ese entierro, este humor irónico y negro está presente a lo largo del metraje. Precisamente esa ironía queda patente en la escena en la cual un potentado enseña su palacio que ha construido con materiales de diversos países lejanos, desde pinturas, estatuas, estilos, etc. (una especie de ese Xanadú de Orson Welles, pero en la Polonia de finales del XIX), tal persona lo exhibe para demostrar la prosperidad, sin embargo, prefiere vivir en su humilde casa.

 Otros momentos que quedan en la retina son esas personas que, incendiadas con el fuego de las fábricas, parecen antorchas andantes huyendo. Y luego el final que anticipa los futuros movimientos revolucionarios, y que está rodado de un modo muy particular y debatible, Wajda decía esto al respecto: “Creo que algo debía surgir de esta película, pensé que ya había explicado la historia tal y como estaba en la novela, tenía el derecho de añadir un epílogo, además está filmado de forma distinta, todo sucede en el sistema capitalista, un sistema de leyes salvajes en el cual no hay lugar para una ley sentimental que podría aplicarse al solo hombre. Si los otros luchan de una manera determinada, él también debe de utilizar la misma arma, lo que significa que también deben sufrir las consecuencias por utilizar esa misma arma” 

Y mención aparte merece la bellísima banda sonora de Wojciech Killar:

   

Wajda realiza un curioso símil con la acción de la película y el rodaje de esta, que nos viene a decir que todos caemos en el mismo pozo: "Fue un gran esfuerzo realizar la película, costó mucho trabajo y sudor, si es buena o no es algo que la audiencia tiene que decidir. Este esfuerzo nos hizo sentir como a los personajes principales de la película, quienes sueñan con conseguir sus objetivos al precio que sea necesario. Nosotros estábamos en una situación similar, debíamos imponer nuestro ritmo, nuestras exigencias y nuestra brusquedad a todo el mundo para que esta película pudiera tomar forma, sobre todo en tan poco tiempo."   

Con La tierra de la gran promesa, se pudo ver más cine de Andrzej Wajda en nuestro país. Ahí tenemos, entre otras, las magníficas El hombre de mármol (1977) y El hombre de hierro (1981), Las señoritas de Wilko (1979), El director de orquesta (1980), Danton (1982), Korczak (1990), Katyn (2007), etc. Su última película fue Los últimos días del artista: Afterimage (2016), sobre el pintor Wladyslaw Strzeminski. Wajda falleció al terminarla ese mismo año. Por favor, tengamos el derecho de poder ver su filmografía.

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...