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14/11/2024

Delirios de grandeza (La follie des grandeurs, 1971)

 


El próximo 16 de noviembre es el día internacional del Patrimonio Mundial y este nos sirve de excusa para visitar entre otros la Alhambra, pero podemos recurrir también, valgan las distancias, al cine. El escenario ha servido para todo tipo de géneros, desde Violetas imperiales (1952) a Simbad y la princesa (1958), y también comedias como Delirios de grandeza que comento hoy.

Primero de todo, hemos de fijarnos en su director Gérard Oury (1919-2006), el cual comenzó como actor de teatro, pero en 1965 consiguió un gran éxito dirigiendo Le corniaud (El hombre del cadillac) que popularizó a la pareja De Funes-Bourvil, el segundo aparecía como un ingenuo buen hombre capaz de creerse todo mientras el primero aquí hacía de malo (pero simpático, gruñón y en el fondo otro buen hombre). Consiguió el favor del público, pero aun sacaría más provecho en 1966 con La grande vadrouille (La gran juerga) un titulo ya mítico del cine francés que se mantuvo durante tres décadas como la película francesa más vista.

En 1969 rodó El cerebro, una comedia en su día popular y hoy marginada en las programaciones, repetía Bourvil, pero no Luis de Funes, los protagonistas eran Jean Paul Belmondo y David Niven. Cuando se pudo volver a idear un guion con la pareja de Funes-Bourvil, murió prematuramente este y en una cena del director con Simone Signoret le sugirió que contratara a Yves Montand, aunque el actor ya tenía algo de experiencia en papeles cómicos en el cine estadounidense, se amoldaron diversas partes de la historia.

Delirios de grandeza es una parodia del drama romántico de Victor Hugo Ruy Blas, la acción se desarrollaba en España a finales del siglo XVII. Ruy Blas, un plebeyo joven y pobre se vuelve sirviente de un hombre poderoso que sufrió un ultraje a causa de la reina y juró vengarse. Utiliza al sirviente aprovechando su necesidad, pero sobre todo, el amor que éste siente por la bella soberana.

El guion también firmado por Oury y por sus colaboradores habituales en sus comedias como Danièle Thompson y Marcel Julian apostaban por presentarla de forma cómica e incidiendo mucho en la estética del vodevil. Por otra parte, Louis de Funes estaba en su salsa y le veíamos en plena acción con sus muecas habituales y su voz de cascarrabias. Montand, en cambio, salía muy bien parado de este retorno a la comedia, su personaje estaba muy bien equilibrado y creíble, aunque el mayor problema era sustituir a Bourvil, algo imposible, por lo que a pesar de los esfuerzos queda cierto regusto vacío.

A pesar de que alguno puede estar pensando por qué me pongo a hablar de estas comedias, le diré que, entre otros, tuvo de seguidores a ni más ni menos que a François Truffaut, el cual mandó una carta a Oury a raíz del estreno de El hombre del Cadillac y le escribió que él amaba esa película. Por otra parte, la cinemateca francesa exhibió un ciclo dedicado a De Funes hace pocos años y sus películas se fueron remasterizando y recuperando. En España cabe recordar que rompía taquillas (superó el millón de espectadores en su estreno en nuestro país), muchos lo veían como el Paco Martínez Soria francés y cabe recordar que tenía ascendencia sevillana.

Precisamente Delirios de grandeza está rodada en España, aparte de la Alhambra, podemos ver El Escorial, El cabo de Gata, el desierto de Tabernas (Almería) o Toledo. Y en su reparto aparecen actores como Alberto de Mendoza como el rey, una sucesión de “Grandes de España” compuesta por Don Jaime de Mora y Aragón, Eduardo Fajardo, Antonio Pica, Joaquín Solís…Como bailarina tenemos a La Polaca que acababa de rodar El amor brujo con Rovira Beleta.

 Aunque también, para más de uno, este tipo de productos pueden resultar banales y sin ningún valor cinematográfico, no ocurre así en Gérard Oury que cuidaba bastante todos los aspectos, fijémonos que la fotografía es de Henri Decae (el de Los 400 golpes)

Cuando empieza Delirios de grandeza parece que estemos ante el inicio de un western con sus diligencias, persecuciones, planos aéreos, una música de Michel Planareff que parece sacada de un espagueti western... Inevitable ya sonreír en los primeros gags y en escenas bastante conseguidas como la procesión de Semana Santa, la bomba en el cojín o la escena inicial.

Sin pretensión alguna de ir más allá de lo cómico, sino simplemente (que ya es mucho) de pasar un rato de lo más entretenido y agradable, les recomiendo que vean Delirios de grandeza y fíjense también en cómo tomaron de modelo Las meninas de Velázquez para la configuración de los personajes. En el DVD que tengo aparece el siguiente comentario publicado en el ABC el 4 de mayo de 1972: "Un film gracioso, divertido, reconfortante, de lo que de vez en cuando nos hacen falta para desintoxicarnos de esa droga sutilísima que es la magnificación de la Historia."

20/06/2024

Centenario Claude Sautet: Ella, yo y el otro (César et Rosalie, 1972)

 


Repasando los centenarios de este año, teníamos en febrero el de Claude Sautet (Montrouge, 1924-París 2000), un nombre que probablemente no tenga el reconocimiento adecuado y que para ciertas generaciones de más allá de la década de los 90 ni siquiera lo conozcan, aunque estuviese dirigiendo prácticamente hasta el final de su vida. Fue un director que no quería unirse a ninguna escuela o movimiento, él mismo insistía en ello, su manera de entender y concebir el cine lo aproximó también a cierto público no tan intelectual como el que tenían sus colegas Truffaut, Godard o Malle, pero también a no empatizar demasiado con una parte de la crítica cinematográfica que calificaba sus obras anodinamente, aunque otros lo definían como el gran cronista de las dudas y las crisis sentimentales de la burguesía posterior al Mayo del 68.

Y es que para Sautet, aunque las temáticas que abordó no se alejaban de las características del cine francés, la película no tenía que dejar de ser un espectáculo. Conseguía una fórmula en la que los personajes expresaban sus pensamientos, reflejaban en sus miradas y nos adentrábamos en la psicología de todos ellos sin pecar de pretenciosidad ni mensajes filosofantes  tan característicos en el cine galo. Ya en 1951 dirigió su primer corto, siguió como guionista en filmes como La fauve est laché de Maurice Labro que supuso el lanzamiento de Lino Ventura o la perturbadora e imitada hasta la saciedad Les yeux sans visage (1960) de George Franju. También ejerció de productor, pero su carrera de director salta a la fama con Las cosas de la vida (1970), la historia de un abogado que sufre un grave accidente de coche y que le lleva a meditar entre las dos mujeres de su vida...

Y como si de una trilogía se tratara, rodó después Max y los chatarreros (1971) y Ella, yo y el otro (1972), película de la que trato hoy y cuyo título original es Cesar et Rosalie, en cierta publicidad se decía que era un film donde dos y dos hacían tres, estábamos ante un "ménage à trois" entre Rosalie (Romy Schneider), divorciada con una hija pequeña, que divide su tiempo entre su familia y César (Yves Montand), el hombre del que cree estar enamorada. Pero tras cinco años desaparecido aparece su antiguo amor David (Sami Frey) y esto le comportará una crisis de sentimientos.




Como ven el argumento no se alejaba para nada de lo que habíamos visto ya, el mismo Sautet declaraba que la película bien se podía acabar a los cinco minutos, pero que lo que interesaba era el comportamiento los personajes más que la trama. Fue un gran acierto la elección de Yves Montand, un actor al que había conocido recientemente y que le asombraba la fuerza cómica ingeniosa que llevaba dentro y cómo se podía ir amoldando su personaje al drama: “Montand es un tipo muy fino que tiene un complejo: cree que no está lo suficientemente cultivado. (…) En Francia no tenemos este tipo de personajes a la vez fuertes y cobardes, un Lee Marvin o un Karl Malden” declaraba.

Y es que su personaje tenia todo lo que quería plasmar: posesivo, primario, caradura, pero con sentimientos y que le daba a Rosalie una salud y alegría de vivir en las antípodas del otro hombre de su vida, David, el cual es contemplativo, no quiere apropiarse de ella, es  bohemio y apenas gana dinero con sus pinturas y cómics al contrario que César que no para de ganar dinero vendiendo chatarra de coches, de trenes y de barcos. A pesar de las características opuestas de las dos, no hay juicio moral, habrá momentos que César cometa acciones lamentables, pero su capacidad de rectificación equilibrará su personalidad, por otra parte el vacío en los sentimientos de David también encontrará su equilibrio a la hora de no ser vengativo y buscar ante todo una solución amistosa.


 

 Y entre ellos, Romy Schneider en una de sus mejores actuaciones, quizá la mejor con Sautet que la situó donde ella merecía y que demostraba ser una excelente actriz, sus miradas lo dicen todo, sabía enfocar la cámara de tal manera que reflejara todo su interior sensible: "Cuando ruedo con Romy siento una especie de fuerza, de calor, de gusto por la vida. A veces la encuentro dura, pero no es fría” 



 

 A pesar de que como he dicho antes, el realizador no se definía en ningún estilo, hay en César et Rosalie una marcada técnica, planos muy estudiados, escenas que remiten incluso a pinturas, hay un momento incluso que plasma a ella desnuda estirada, pero tapada con el contraluz y él pintando y reflejándose en el espejo, plasmación que ya sabemos que Velázquez tan sabiamente supo plasmar en Las meninas y que tanto influyó en el arte pictórico y evidentemente en el cine. Pero Sautet con su falsa modestia restaba importancia: "Las razones por las que decido rodar un plano de tal dimensión, utilizando tal objetivo, bajo tal foco, con ese ritmo y con una expresión me escapan inmediatamente después, que me lo expliquen los exégetas”

No hay duda de que el cine de Sautet estaba adquiriendo su importancia y de ahí que cada vez cuidara más los planos, aunque no fuese quizá su intención primera. Cesar et Rosalie  es ante todo un canto a la amistad y a que la gente se puede entender a pesar de diferencias y rivalidades, un canto al verdadero amor, a saber ser sincero ante todo y a saber perdonar y no guardar rencores. Estamos ante una película realista y emotiva y a una demostración de que los argumentos, a pesar de estar muy vistos, pueden tener su interés siempre que los personajes estén bien construidos como pasa aquí y en gran parte de la filmografía del director.

 

 

27/04/2023

Mi dulce geisha (1962): el cine es verdad, el cine es mentira...

 




Puestos a celebrar el cumpleaños de Shirley McLaine, algo que gusta hacer en este blog al igual que reivindicar películas que pocos citan, hablamos esta semana de Mi dulce geisha del año 1962, buena fecha para la actriz que acababa de protagonizar El apartamento de Billy Wilder o La calumnia de William Wyler. En este caso la dirigió Jack Cardiff, otra debilidad de quien escribe.


Pero del Cardiff realizador no destacan demasiado sus títulos, se centró sobre todo en el género de aventuras y de acción. A esto hay que añadir que Mi dulce Geisha es más una obra de productor, en este caso de quien fuera el marido de McLaine, Steve Parker, aunque este no se dedicó mucho al cine. La bibliografía de la película es escasísima y los datos son algo confusos, parece que controló bastante el rodaje y fue quien eligió al director ya que lo admiraba.

Fue un matrimonio peculiar, él vivía y trabajaba en Japón por lo que es de suponer que la película guarde alguna que otra analogía con su vida privada. Se veían en contadísimas ocasiones y tuvieron una hija, más tarde se supo que habían roto por descubrir ella que Parker tenía relaciones con una jovencita nipona, incluso se apropió de su cuenta corriente para abrir otra a nombre de su novia. La actriz llevó mucho tiempo este sufrimiento en silencio,  el divorcio no se consumó hasta 1982 y según cuentan todo esto empezó a ocurrir en 1961, precisamente mientras se rodaba Mi dulce Geisha.

La elección de Cardiff, el cual se atrevía con la comedia por primera vez, no desentonó y es de sus mejores trabajos en esta faceta. Ayudó mucho que la Paramount recurriera en el guion a Norman Krasna, un todoterreno capaz de adentrarse en todo tipo de géneros, había llenado las arcas del estudio de la montaña con Navidades Blancas y acababa de tener un éxito con el guion de El multimillonario, aquella comedia con Marilyn Monroe y Yves Montand dirigida por Cukor de estilo similar a la presente.


Precisamente, se recurrió a Montand para que protagonizara la película, entre los secundarios tenemos al mítico Edward G. Robinson haciendo de productor y a Robert Cummings en un papel de galán caradura. Con el toque Paramount encabezado por el vestuario de Edith Head reunía todas las cualidades para conseguir una buena comedia, pero el público no la retuvo con el tiempo, por suerte la Paramount la recuperó en DVD en el 2006, aunque posteriormente con la crisis del sector no ha vuelto a aparecer. En las plataformas tampoco la he visto anunciada.

Probablemente, ciertas corrientes la tilden injustamente de machista y obsoleta, por eso la quiero defender. Es un buen retrato de lo que es la vida de un matrimonio dedicado al cine y sus respectivos egos, él (Paul) busca su éxito personal sin que le digan que es porque sale su mujer, y ella (Lucy) se toma mal que busque otra actriz para su obra más íntima, una versión de Madame Butterfly rodada en el mismo Japón, por lo que se las ingeniará para disfrazarse de geisha y engañarle. Esos rasgos negativos quedan bien definidos, por igual, en ambos.

A pesar de las ingenuidades inevitables que van saliendo, ya se sabe que no es fácil creerse que engañe tan fácilmente a su marido, el guion salva bastante las dificultades, sabe dosificar bien las escenas, no abusa de cierta comicidad fácil con los equívocos y recurre a alguna que otra escena dramática (cuando el personaje de Bob Cummings entra solo en la habitación de ella), aunque acabe resolviéndose con humor y optando por el humor blanco. Por otra parte, hay ciertas referencias a las nuevas corrientes cinematográficas, ella suelta que bien una estrella puede hacer el papel y que se tendrá que comer sus palabras con salsa "Nouvelle Vague" lo de que tiene que ser una desconocida.

La comedia hasta entonces se desarrollaba en estudios, aquí aunque sea con el pretexto de que tiene que rodar en Japón, se escapa de ese modelo y apuesta por los exteriores tal y como reivindicaban Godard, Truffaut y compañía. Por otra parte, se analizan las personalidades de los productores, le dice Edward G. Robinson a ella que es tan deshonesta que acabará produciendo. Lo estudios se niegan a que un director haga una película de autor y reclaman el nombre de ella, de no ser así la financiación será escasa, sin poder utilizar el color y recortando bastante, aunque él sea un director con cierto nombre, no se confía en su habilidad por sí solo, el deseo de Montand es romper esa barrera de una vez. Hay también cierta autocrítica hacia la supremacía estadounidense, McLaine necesita unas lentillas para hacerse pasar por geisha y el productor le comenta que habrá que encargarlas en los EEUU,  ella sorprendida comenta que es en Japón donde se inventaron.

En un diálogo, Montand cuenta que la cámara tanto agranda la verdad como la mentira, y en Mi dulce Geisha viéndola sin prejuicios sabe enfocar muy bien lo que es un matrimonio enamorado, pero incapaz de asumir sus roles independientes. Cuando él se marcha a rodar se recurre a un beso apasionado entre los dos bastante bien filmado que contrasta con las reflexiones de que quiere triunfar sin depender de su esposa, ella por otra parte le tiene mucha confianza, quizá aquí sí que el guion resulte algo estereotipado, aunque por otra parte no hace sino reflejar e intensificar la fragilidad de su personaje. Sin querer desvelar finales, a ese juego de saludos y reverencias mientras hablan se le puede exprimir bastante, la concepción del cine como mentira queda bien definida, sin olvidarnos de que en la vida real tampoco había sinceridad como he comentado antes a pesar de que no supiéramos nada. Tenía razón él y la cámara enfoca los dos polos opuestos.

Les recomiendo que si la encuentran, la vean. No se queden con una primera visión y también disfruten de su calidad técnica. Ese cuidado hollywoodiense que aun perduraba, pero que se iba extinguiendo y afectando seriamente al género de la comedia, reflexionen sobre ese cine dentro del cine y deléitense con esas bellas arias de la ópera Madame Butterfly (casi es como si vieran otra película dentro de esta) y muy especialmente de lo gran actriz que siempre ha sido Shirley McLaine que sabía darle esa sensibilidad tan exquisita a sus personajes.

07/10/2022

La confesión (1970) de Costa-Gavras

 

Repasando las últimas películas subidas en la plataforma Filmin encuentro esta muy interesante película de Costa Gavras de 1970 L´aveu (La confesión) que conviene revisar con Yves Montand y Simone Signoret, también editada en DVD hace unos años y en Blu-Ray. Con guion de Jorge Semprún se basa en el libro homónimo de Artur London que narra las purgas de Stalin de las que fueron víctimas los disidentes del Partido Comunista checoslovaco, entre ellos él mismo en el Proceso de Praga de 1952.

Tanto el director como el guionista habían realizado antes Z (también en Filmin) que exponía las prácticas criminales de unas facciones políticas de carácter ultraderechista y rodado como consecuencia de la toma del poder por los coroneles en Grecia ya que Costa Gavras es de padre ruso y madre griega nacido en Lutra-Iraias (Atenas) el año 1933. Este primer film de él fue censurado en España por su temática, no así La confesión, aunque tardó unos años en estrenarse. Como suele pasar en películas políticas cada uno la ve según le conviene, la derecha la vio con buenos ojos y el Partido Comunista de Francia condenó la película ya que si bien defendía el libro de London porque exponía una crítica estalinista, pero no al comunismo, no se podía decir lo mismo del filme de Gavras.


Arthur London que a los 14 años había ingresado  en las Juventudes Comunistas y que llegó a luchar con las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil española, a ser miembro de la Resistencia francesa y deportado al campo de concentración de Mauthausen, fue ministro de Asuntos Exteriores en la Checoslovaquia estaliniana, perseguido y detenido por la policía secreta, se registró de arriba a abajo su casa y a su mujer se le envió a trabajar en una fábrica. Sometido a incesantes interrogatorios en los que se pretendía que confesara su traición al régimen comunista, los resistió y llegó así hasta el periodo llamado de desestalinización. Él y su esposa marcharon a Londres en 1963 donde escribió el libro que pronto adquirió popularidad


Gavras, Semprún y Montand (Fuente: Archivo de TVE)

Costa Gavras, exiliado griego, Yves Montand  inmigrado italiano, y Jorge Semprún exiliado español  formaron un tándem valiente que tuvo en esa Francia setentera su fábrica de creación, Semprún que fue también expulsado del Partido Comunista declaraba que el guion de La confesión más que creativo era político. 20 años más tarde llegó a Moscú la película, ellos tres acudieron por iniciativa del semanario internacional "Novedades de Moscú", publicación impulsora de la Perestroika, el título que le pusieron en vez de La confesión fue el de El reconocimiento. Se dio la circunstancia que veinte personas abandonaron la sala, Montand ironizó diciendo que tenían que coger el metro, y diciendo que hemos hecho "gorvachesimo" antes de Gorvachov, “hay que rechazar a toda costa la intolerancia y respetar a todos los que no comparten nuestras opiniones” sentenciaba. Semprún declaró que el paso a la dictadura se produjo después de que Trotsky y Lenin disolvieran la asamblea constituyente en 1918. “Hoy espero que se reconstruyan estas asambleas y que ninguna fuerza militar venga a disolverlas

La confesión tiene todo ese aroma del cine policiaco francés, a pesar de su larga duración y un desarrollo algo caótico, se sigue con interés y revisándolo uno echa en falta este tipo de directores como Costa Gavras que sabía que le caerían críticas desde todos los lados, pero que no le importaba ya que anteponía ante todo su libertad de expresión y el ser políticamente incorrecto.

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...