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29/12/2022

El fabuloso mundo del circo vuelve por Navidad

 



Paseando estos días por mi ciudad natal Barcelona de nuevo he de agradecer el regalo visual que supone ver el Circo Raluy en el puerto y que aparte de sus notables espectáculos, nos evoca aquella última superproducción de Samuel Bronston de 1964 El fabuloso mundo del circo dirigida por Henry Hathaway y que contaba con John Wayne, Claudia Cardinale y Rita Hayworth. Una de las escenas más espectaculares se rodó precisamente en el puerto de Barcelona, aquella en la que se hunde el barco después de ser recibidos por el alcalde, papel que interpretaba José María Caffarel y en la que se necesitaron 600 extras. Otro escenario de la ciudad fue el Gran Teatro del Liceo, aquí convertido en la pista del Circo de Hamburgo.


Otras ciudades españolas que acogieron el rodaje fueron Madrid (El Parque del Retiro que se convirtió durante unos días en los Campos Elíseos de París), Aranjuez, Toledo, Chinchón, etc. La película es probablemente la que más se acerca a la reina de todas que fue El mayor espectáculo del mundo (1952) de Cecil B.DeMille con Charlton Heston y que originó un subgénero con películas destacables ambientadas en este mundo como Trapecio (1956) y otras que con el tiempo han caído en el olvido como El gran circo (1959) de Joseph M. Newman que contaba con Victor Mature como protagonista  o El gran espectáculo (1961) de James B. Clark al servicio de Esther Williams ya en sus años decadentes.

El proyecto tuvo sus problemas, Bronston necesitaba dinero, su anterior trabajo La Caída del Imperio Romano no había tenido la recaudación esperada, para ello necesitó que un gran estudio le financiara parte del rodaje, fue la Paramount quien pagó la mitad exigiendo que saliese John Wayne. El proyecto iba a ser dirigido por Nicholas Ray, pero estaba mal de salud, por lo que Bronston recurrió a Frank Capra por el que sentía una gran admiración, pero Wayne impuso que fuese Henry Hathaway, se cuenta que él le preguntó a Capra porque no la rodaba y le contestó: “No me marcho. Huyo”. El guion original de Ray fue reescrito varias veces y hasta intervino Ben Hecht entre otros. Ese desorden se nota algo, creo que el personaje de Richard Conte queda algo desdibujado en la parte final, pero en líneas generales sale una buena película, aunque no al nivel de la de DeMille.

El circo que vemos es el alemán de Franz Althoft, 255 técnicos y 350 artistas se pusieron a disposición de la película en los 5 meses que duró el rodaje y para ello tuvieron que vestir a la manera de principios del siglo XX ya que se ambientó en ese tiempo. Curiosamente, quien se encargó de coordinar las escenas circenses fue el hijo de Frank Capra asesorándolo el escritor y dramaturgo Alfredo Marqueríe.

Aunque siempre salen a relucir los problemas de Rita Hayworth con el alcohol y que más tarde se supo que ya empezaba a desarrollar la terrible enfermedad del Alzheimer o que la película por desgracia acabó siendo la última de Bronston, hay otros recuerdos más agradables y ya que estamos en estas fechas vamos a recordarlos:


Los aficionados a los payasos verán en la película a uno de los mejores de la historia, estamos hablando del clown Max (Max Van Embden), antiguo compañero del gran Grock que había fallecido tres años antes y que fue contratado para que contribuyera con su cómico talento a un número con Claudia Cardinale. Aquí adoptó el maquillaje de albayalde, sombrero puntiagudo y amplios pantalones.

El Circo de Althoft actuó, coincidiendo con el rodaje, aquellas Navidades en el Palacio de Deportes de Madrid y participó en la Cabalgata de Reyes. Coincidió también por esas fechas un homenaje al mítico locutor Bobby Deglané en el Circo Price y Bronston le envió de regalo la silla utilizada por Rita Hayworth que fue sorteada entre los asistentes. El productor también donó una leona al zoológico (emplazado entonces en La casa de las fieras del Retiro), la cual no fue nada fácil llevar.

La interpretación de Claudia Cardinale fue muy alabada, hasta tal punto que el Circo Orfei de Italia le dio el premio de "Clown del año".

En Aranjuez, se preparó un pastel de repuesto para una escena, este fue enviado por expreso deseo de John Wayne y Henry Hathaway a un asilo de huérfanos, tres de las monjas del lugar se presentaron al día siguiente para obsequiarles con unos pañuelos con las iniciales de sus nombres bordadas.

Las Navidades coincidieron con el rodaje como he citado anteriormente, aquel año John Wayne, su mujer Pilar y sus hijos pasaron las fiestas en La Moraleja en las afueras de Madrid, comieron juntos con el director Hathaway y varios miembros del reparto como Richard Conte y John Smith. Rita Hayworth las pasó en la capital junto a sus hijas que llegaron expresamente de EEUU. Claudia Cardinale marchó a Roma para volver al cabo de dos días, mientras Lloyd Nolan y su mujer se dejaron ver por las calles madrileñas filmando muchos lugares para un documental televisivo.

Como ven, una película con muchos recuerdos navideños, con una melancolía agradable y que puede ser una buena opción recuperarla para estos días.

05/04/2022

Centenario de Elmer Bernstein

 


Este lunes hubiese cumplido cien años el músico Elmer Bernstein, en estos tiempos actuales en los que la música de cine vive una época decadente, su nombre aun me trae más añoranza. Voy a recordar y homenajear brevemente con algunas de sus músicas el blog hoy, obviamente no son todas las que quisiera yo poner, el espacio es limitado y también más de una no está colgada en Youtube o puede que el vídeo que funcione hoy no lo haga mañana, no obstante, que estos impedimentos no sirvan para no hablar de él.

Elmer Bernstein nació en Nueva York hace cien años, ya de pequeño siente un gran interés por la música, se educa en la Universidad de su ciudad, al incorporarse al ejército, hace arreglos para la banda de Glenn Miller y compone temas patrióticos para programas de radio, actividad que combinará ofreciendo conciertos como solista de piano. En 1950 es llamado por el vicepresidente de la Columbia para que empiece a componer bandas sonoras, una de las primeras películas famosas que justamente ahora sale editada en DVD y Blu-Ray es Miedo súbito (1951), su sello ya empieza a marcar distancias tomando como punto de referencia el jazz e insertando sonidos duros y sensuales, El hombre del brazo de oro (1955) sería su mejor banda sonora de esos principios.

   

 Pero a Bernstein le seguían dando sobre todo películas menores, le faltaba una película lo suficientemente famosa para que su nombre no acabara cayendo en  el olvido, en 1956 lo consigue gracias a Cecil B. DeMille y Los diez mandamientos ya que tuvo que sustituir a su habitual músico Victor Young por enfermedad y acabó contratándolo, el músico nunca  olvidaría tal confianza:
   

"Era más que un director, era una institución, un monumento. Era un hombre en completo control de todos los aspectos de su película. Sabía lo que quería, su visión era clara, era grandiosa, estaba dispuesto a correr riesgos. . .. Era un hombre con un concepto excelente, con una autoridad excelente, era un hombre que creía en sí mismo como ningún otro director con el que haya trabajado."

De Mille supervisó mucho su música, le ordenó que para acompañar el gran éxodo de los esclavos fuera de Egipto las notas fueran alegres y optimistas en vez del estilo serio con el que en un principio había pensado Bernstein
   
Quedó tan satisfecho que lo volvió a llamar para Los bucaneros (1958), aunque en este caso fue el director quien enfermó. El éxito de estas le lleva a trabajar en grandes películas como Chantaje en Broadway (1957) o: Como un torrente (1958)   

 1960 supone un punto de inflexión en su carrera con la composición de Los siete magníficos siguiendo el referente del folklore americano de Copland. Esta partitura supuso que se abandonase "el sonido ucraniano de Tiomkin que había imperado en la década anterior" según dijo el músico. La pieza resulta vitalista, dinámica, pegadiza, a partir de ahí es difícil escuchar algo de él que no quede enseguida en la memoria. Por desgracia, quizá en el recuerdo han quedado solo estas composiciones, marginando las otras brillantes que también fue ofreciendo prácticamente hasta su muerte.

   

 De ese mismo año es Perdidos en la gran ciudad, otra de sus colaboraciones con Robert Mulligan, partitura bellísima y donde el músico podía desarrollar con total libertad su estilo jazzístico primero, Verano y humo (1961) de Peter Glenville fue otra de sus grandes creaciones, música que no solo describía el lugar sino que se adentraba en el interior de los personajes.

Llegamos a 1962 donde crea la que para muchos es su obra maestra, Matar a un ruiseñor y la predilecta de él, excelente reflejo del mundo infantil, la música nos adentraba en la América profunda de la gran Depresión. Aquel fue un gran año para él, compone otros éxitos como La gata negra en la que vuelve al jazz y gracias a unos inolvidables títulos de crédito iniciales diseñados por Saul Bass la convierten en todo un icono, El hombre de Alcatraz con esas notas que expresan perfectamente el deseo de libertad y Una muchacha llamada Tamiko, otra de sus colaboraciones con John Sturges, aquí con una partitura muy romántica y bella  

 Un año más tarde sus notas vuelven a dar otro tema inolvidable, el de La gran evasión y su marcha, lástima que la popularidad de este olvide el resto de la banda sonora, a destacar las notas de la persecución a McQueen.

   

 En medio de otras que me veo obligado a dejarlas en el olvido injustamente, seguía con los westerns: Los comancheros, Hud, Los cuatro hijos de Katie Elder, La batalla de las colinas del whisky 
 La Academia de Hollywood le dio finalmente el Oscar en 1967 por Millie una chica moderna.  

 Más de uno empezó a ver un cierto estancamiento en sus composiciones, no obstante los productores le pedían que siguiera con su estilo propio en los westerns y ese toque tan genuino suyo: Valor de ley, El gran Jake, La soga de la horca. Tan amigo se hizo de John Wayne que le siguió en sus películas durante 15 años desde Los comancheros hasta El último pistolero.  

 En los 80 empezó a trabajar en comedias populares como las de John Landis que le devolvieron en parte su popularidad, aunque en algunos casos su partitura quedaba relegada por la canción principal, caso de Los Cazafantasmas, utilizó a menudo las “Ondas Martenot”, un instrumento electrónico inventado en Francia en 1928. Entre estas comedias, Fred Zinnemann le llamó para su última película Cinco días, un verano (1982) en la que también lo utilizó. La Disney confió en él para la música de Tarón y el caldero mágico, el fracaso del filme olvidó por completo su notable música y la Disney eliminó la partitura que había compuesto para Natty Gann sustituyéndolo por James Horner.  

 A finales de los 80 compone la de Los timadores que se hace muy popular y consigue de nuevo ser pegadizo, su gran música parece de nuevo resurgir con El prado, aunque en el 92 ha de aguantar que Robert Redford también sustituya su composición de El río de la vida por la de Mark Isham. Pero en 1993, Martin Scorsese le da la película con la que consigue crear una composición maestra La edad de la inocencia. Los que habían renegado de él tuvieron que rectificar.  
 Bernstein seguiría hasta su muerte, Coppola le llamó para Legítma defensa, su última fue Far from Heaven, Scorsese le volvió a llamar para Gangs of New York, pero no le convenció esta vez y rechazó la partitura por otra menor  de Howard Shore, lo que le había dado en el 93, esta vez se lo quitó. 

Esperemos que el cine actual vuelva a apostar por las bandas sonoras de calidad y que el nombre de Elmer Bernstein sea recordado y sirva de ejemplo para futuros músicos.

16/12/2021

Dos Fords navideños

 

Suelen preguntarme en estas fechas por recomendaciones de películas navideñas, pero que a la vez no lo sean, o sea que es como si me pidieran una comedia para reír, pero que no se notara el humor…Bueno, hay solución para todo, recuerdo que el pasado año les recomendé Ginger y Fred de Fellini, este año elegiré a John Ford.

Y precisamente escojo dos títulos con John Wayne de protagonista, uno de los cuales no lo suficientemente conocido, se trata de Tres padrinos (1948), basado en un cuento de Peter B. Kyne que Ford ya había adaptado en su etapa silente. En España no llegó a estrenarse, carezco de la información necesaria para saber exactamente cuáles fueron los motivos, pero probablemente al salir el tema del suicidio, la censura actuara. El doblaje que se efectuó es de 1984 y para un pase en TVE, posteriormente se pudo ver en las privadas y últimamente en algún pase en los westerns de la Trece.




Tres padrinos cuenta la historia de tres asaltadores de un banco, perseguidos por un sheriff, que se adentran en el desierto donde encuentran a una mujer moribunda a punto de dar a luz. Estrenada en 1948, año en el que realizó su más famosa Fort Apache, se le criticó cierta sensiblería en el tema, incluido todo un maestro libre de sospecha como José Luis Guarner la tildó de insulsa en el plano dramático.

Pero cada visionado trae sorpresas, y al no tener esa aureola de gran película, uno puede observarla y analizarla en busca de querer hallar más de lo dicho profesionalmente. Más que criticarle la densidad dramática, creo que falla algo en el hilo narrativo, pero que se ve compensado en el excelente trato pictórico consiguiendo escenas inolvidables y es que Ford al dirigir era como un gran pintor, en cada encuadre encuentras algo y al final qué más da si la historia falla al lograr captar su esencia 


Este cuento navideño, en el que es fácil hallar comparaciones entre los tres bandidos y los tres Reyes Magos, así como otros episodios evangélicos, tiene una fuerte carga de espiritualidad, recordemos que el salón que sale en el último tramo se llama “la taberna de la última oportunidad”.

Para todo aquel que diga que Ford está pasado de moda, decir que esta premisa argumental se halla en Tres hombres y un biberón y aquellas adaptaciones que luego la Disney hiciera. También en una película de animación japonesa reciente Tokyo Godfathers, que ya en su título lo homenajea.

 


El otro título, ya más conocido es La taberna del irlandés (1963). Aquí si que estamos en una película muy alegre, desenfadada, vitalista... Un Ford ya de su última etapa que rodó en plenas vacaciones y uno cuando la ve, se le va la imagen de hombre rudo que tenemos en mente de él.

Es inevitable la comparación con El hombre tranquilo, aquí también tenemos una pelea buenísima entre Wayne y Marvin que aunque se hagan daño, sabemos que son puñetazos sin rencor. Pero aquí no hay desplegada con tanta intensidad la nostalgia tan bien medida de aquella.

Ford aborda el tema de la mujer, algo que siempre levanta controversias, y diré aquello de que más de uno se fija demasiado en el árbol y no ve el bosque. Cierto que hay alguna bofetada, sin ánimos tampoco de ser un maltrato, sino englobada en un humor slapstick y más para parodiar el personaje masculino, además tenemos que tener en mente las  coordenadas temporales y sociales. ¿Qué les voy a decir? A Ford a menudo se le tacha de conservador, efectivamente lo era, pero qué me dicen ustedes de películas como Las uvas de la ira o Qué verde era mi valle, ojalá fueran así aquellos directores que tienen fama de lo contrario y han sido incapaces de abordar esas temáticas. Ford no era machista, sencillamente porque no tenía noción sobre qué se entiende por ello hoy en día, y era capaz de filmarte una película femenina como Siete mujeres, además el personaje de Elizabeth Allen que aquí se nos presenta tiene bastante profundidad.



La acción acontece en unas Navidades, donde los amigos ya retirados del Ejército pasan su tiempo en la taberna de Donovan, lugar donde discuten, pelean, se liberan de la monotonía de la vida tropical… Es entonces cuando llega esta bostoniana que busca a su padre y eso provocará una serie de problemas ya que tuvo mestizos con otra mujer.

La película es un canto a la diversidad de creencias y razas. hay presente ese choque de civilizaciones con los recuerdos de la guerra. Los personajes presentados son ya más bien apátridas  e incluso hasta se podría hacer una lectura quizá arriesgada de encontrar así la felicidad con ese exilio del mar.

Ford rueda una misa del gallo en la que es imposible que uno no suelte una carcajada, especialmente en el papel de Marvin, actor que acababa de ser Liberty Valance y que aquí está simpatiquísimo jugando con ese tren eléctrico, así como Wayne. Creo que ya no hace falta que defienda que era un gran actor. En los secundarios tenemos a una siempre excelente Dorothy Lamour, actriz que merecería más recuerdo, o a un César Romero que borda su papel mezclando su cinismo con ese toque elegante

Son películas ambas que estaría bien analizar con más detalle en coloquios, en todo caso creo que se ajustan a lo que me piden y pueden pasar un rato de buen cine sin tampoco perder ese espíritu navideño.

 

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...