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15/07/2021

Sabrina, Sabrina...¿Y Ariane?

 

 

El pasado lunes, La 2 de TVE en su espacio "Días de cine clásico" volvió a emitir Sabrina de Billy Wilder. Si por mí fuera, que la repusieran cada año, aunque sea una película bastante accesible para encontrar y descubrir. Su nombre queda ya asociado a Audrey Hepburn, ni una cantante de playback italiana en los 80 cuya voz no era lo más famoso, ni un remake descafeinado dirigido por Sidney Pollack, ni cierta bruja televisiva han podido con ella. Sabrina es y será Audrey Hepburn.

 En cambio si digo que la Hepburn siempre será Ariane, más de uno ni la conocerá ¿Por qué tanto pase de Sabrina y ninguno de Ariane (Love in the afternoon (1957) en televisión? Y eso que las dos tienen muchos puntos en común, pero sigue siendo hoy en día la gran desconocida de Billy Wilder, incluso a pesar de que a finales de la década del 2000 salió editada en DVD, aunque de aquella manera...

 Estaba producida por la Allied Artists, productora independiente que quiso contratar a varios de los grandes en los 50, ahí estaba William Wyler con La gran prueba y Wilder que acababa de rodar El héroe solitario, después de marcharse de la Paramount, aceptó el encargo. Es una película crucial en su carrera y el punto de partida con tres de sus máximos colaboradores, el guionista I.A.L Diamond, el productor Harold Mirisch y el director artístico Alexander Trauner. Por otra parte, en Ariane, creo que se cumple el objetivo de lo que Wilder tenía colgado en su despacho de “¿Cómo lo hubiese hecho Lubitsch?", nunca lo implícito fue más explícito, cuestión que ciertos cineastas modernos o no saben o no se les enseña. 

Anuncio del estreno.Fuente:Hemeroteca de La Vanguardia
2-10-1957

Ariane
estuvo muchos años sin poder verse, no hay una explicación muy clara al respecto, recuerdo que hacia mediados de los 90 se pasó por sorpresa en el Cine Alexis de Barcelona, anteriormente solo se había podido ver en la Filmoteca, pero en la programación televisiva era invisible. El desaparecido Cine Meliés de la Ciudad Condal contribuyó a devolverle el lugar que se merecía y en 1997 ya pudo verse en aquel modesto, pero inolvidable y desaparecido cine, con bastante éxito de público. Recuerdo como si fuese ayer la ilusión que daba ver un Wilder “nuevo”, afortunadamente su filmografía ha sido accesible y salvo algunas primeras, que posteriormente con la aparición del DVD saldrían ya editadas, uno no ha de tener muchos problemas para encontrarlas. 

La película cuenta la historia de Ariane Chavasse (Audrey Hepburn), hija del investigador privado Claude Chavasse (Chevalier). Es una joven que toca el violonchelo y que está enamorada después de oír a escondidas las historias que investiga su padre. Se verá enredada en los asuntos de un playboy encarnado por Gary Cooper. 

I.A.L Diamond
 Tal y como sucediese con Sabrina, el director quería a Cary Grant y siempre lamentó no poder trabajar con él. Quizá seré un bicho raro, pero a mí siempre me ha encantado cómo trabajan Bogart en la primera y Cooper en Ariane, no soy de aquellos que piensan en cómo lo habría hecho Grant... Es más, creo que tanto uno como el otro supieron dotar sus papeles sin sobreactuaciones y asumiendo que la gran protagonista era Audrey Hepburn.

El guion de I.A.L Diamond tomaba como punto de partida la novela Ariane, jeune fille russe de 1920 escrita por Jean Schopfer con el pseudónimo de Claude Anet. A pesar de lo dicho antes y que sea esta la película más lubitschiana de Wilder, tiene sus toques propios. Al inicio vemos un camión de la limpieza regando las calles de París a primera hora, este no se inmuta ante una pareja a los que moja, tal vez con Lubitsch el conductor hubiera parado de regar en ese momento. 

Gary Cooper y Audrey Hepburn. Fuente: Wikipedia


El personaje de Cooper tenía similitudes con el que escribiera Wilder para La octava mujer de Barba azul, de ahí que se decantara por el actor después de la negativa de Grant. El guion añadía la figura del padre de Audrey , el detective parisino experto en infidelidades conyugales encarnado por Maurice Chevalier, habitual en varias operetas de Lubitsch, aunque aquí no canta.

El papel de los músicos zíngaros es sumamente divertido, cuando empiezan a tocar "Fascinación", Cooper está a punto de conseguir su objetivo. Cuando salen de la habitación es la señal de que algo va a ocurrir detrás de la puerta. Los diálogos están repletos de acidez, como aquel cuando habla Ariane de los americanos: “son gente muy extraña. Cuando son jóvenes, van al dentista para que les enderecen los dientes, al cirujano para que les quite las amígdalas y los alimentan con vitaminas hasta reventar. Algo sucede en su interior, se vuelven inmunes a todo, mecánicos, automáticos y estancos. Ni siquiera estoy segura de que tengan corazón.
-¿Qué es? ¿Un marciano?- pregunta el supuesto futuro novio 
-No, es americano


Ariane no tuvo el éxito esperado, la Allied Artists tampoco encontró la recaudación que pensaba con su otra producción de un año antes y también con Gary Cooper, La gran prueba de William Wyler, por lo que las expectativas de ser una productora de películas importantes se vinieron abajo. Los derechos de emisión fueron pasando de unas manos a otras y acabó siendo la obra maldita de Wilder hasta que La vida privada de Sherlock Holmes (1970) cogiera el puesto, pero eso ya es otra historia como decía "Moustache" (Lou Jacobi) en Irma la dulce


15/01/2021

Cecil B.DeMille, el hombre que convirtió el cine en el mayor espectáculo del mundo

Con motivo de los 125 años del cine, algunos programas cinematográficos han ofrecido listas, ya sea de las mejores películas o de actores para recordar. En el veterano programa “La finestra indiscreta” (La ventana indiscreta) de “Catalunya Ràdio” aprovecharon el número redondo para sacar una de directores y preguntaban a quienes echábamos en falta o, por el contrario, a quienes eliminaríamos, véanla pulsando aquí Hacer este trabajo siempre es complicado, el mismo Àlex Gorina ya lo reconoce en su escrito que es imposible, discutible e injusta.

 Repasé el listado varias veces y ver los que faltaban para mí, de pronto me vinieron unas imágenes, eran las de la apertura del mar rojo de Los diez mandamientos de 1956 y quien había hecho posible eso era un hombre llamado Cecil B. DeMille, muchos siglos después de que Dios así lo dispusiera... Incluso tal director lo hizo dos veces, ya me permitirán la broma,pues había realizado una versión muda de 1923. Hay nombres que forman parte de la historia del séptimo arte, nos gusten o no sus películas o no comulgáramos con su ideología, por eso sorprende cuando no se mencionan. En este artículo repasaremos su obra.

 

 Recuerdo la primera vez que vi la película con Heston como Moisés, fue en los 80 y en la tele autonómica catalana TV3, que por aquel entonces era un canal innovador y de bastante calidad, diferente al actual. Nunca la he podido ver en el cine, a eso le tendré que dar las gracias a los programadores de las Filmotecas, al menos una vez en la vida se tendría que poder ver…

 Un tiempo después, una incipiente Tele 5 emitió El mayor espectáculo del mundo un Sábado Santo por la tarde, la vi y el reloj parecía que se había acelerado, los 150 minutos habían sido eclipsados, ni tan siquiera los cortes publicitarios (recordemos que cortaban cada 15 minutos la película) la habían alargado. ¿Pero quién era ese hombre llamado Cecil Blount De Mille? Pues comenzaremos con el tópico de decir la fecha y lugar de nacimiento, 1881 y Ashfield (Massachusets). Leyendo libros nos encontramos con dos datos primeros importantísimos, uno es que en 1913, con Jesse L. Lasky y Samuel Goldwyn forman la Lasky Film Company (que sería la Paramount Pictures) y en 1914 se fue al oeste a California para rodar un western The Squaw Man (1914), el primer largometraje producido en Hollywood oficialmente 





 Solo por esto ya se le tendría que mencionar, para más de uno es el inventor de la fábrica de los sueños.  Que dirigiera también bancos le hizo pensar en lo comercial, sacar el mayor rendimiento posible a las estrellas y qué quería ver el gran público para llenar la caja, lo cual provoca que más de uno vea en DeMille un director menor y para nada un autor, se equivocan y bastante. A eso hay que añadirle su ideología, algo que no debería influir en la valoración de sus películas.Era republicano conservador y anticomunista activo.
 En 1952 intentó que Joseph L. Mankiewicz fuera destituido como presidente del Gremio de Directores ya que no comulgaba con sus ideas, pero se encontró con la oposición de George Stevens y John Ford que lograron bloquear tal acción. No obstante, no era tan fiero el león como lo pintan, Edward G. Robinson dijo que Cecil B. DeMille salvó su carrera al contratarlo para Los diez mandamientos, había sido incluido en la lista negra por su activismo político de izquierdas, y las ofertas de trabajo no llegaban como resultado. DeMille contratando a Robinson para esta película socavó la lista negra de Hollywood. 


Dejemos la política y repasemos su carrera cinematográfica. En aquellos tiempos de cine silente, el director transformó a Geraldine Farrar, la soprano más famosa del momento en una estrella, con él hizo Carmen, una adaptación que resumía perfectamente el popular drama de Mérimée y en el que ya daba muestras de dominar las masas, incluso los curiosos la pueden ver en la adaptación que hizo de María Rosa, sí la obra de Àngel Guimerà. 




 Si no conocen a DeMille, lo habrán visto quizá en la famosa escena del coche de El crepúsculo de los dioses con Gloria Swanson y dirigida por Billy Wilder. Fue una de sus actrices favoritas y rodó películas que hoy en día pueden sorprender en su carrera como Macho y hembra (1919) o ¿Por qué cambiar de esposa? (1920), antes de convertirse en el fabricante de grandes espectáculos aun mudos como El rey de reyes y la versión ya citada de Los diez Mandamientos

 

Dentro de esta etapa muda destaca La marca de fuego (1915), que le dio cierta notoriedad entre los críticos e intelectuales europeos porque vieron en esta, nuevas posibilidades para el aun incipiente arte.

   

Pero DeMille prefirió caminar por otras sendas como la de las colosales reconstrucciones históricas y al año siguiente rueda Juana de Arco con la que consigue un notable éxito y las señas de lo que será su posterior cine con mucho dominio de temas pasionales, no ceñirse solo a los hechos auténticos y en definitiva ofrecer todo un espectáculo que cautivaba al público.

   

 A esta sigue La olvidada de los dioses con una historia alrededor de Hernán Cortés donde de nuevo la veracidad quedaba relegada por escenarios exóticos y amoríos imposibles. De Mille había encontrado la fórmula que empleó y que hizo que la gallina le fuera poniendo huevos de oro en cada realización.




 Su ambición va más allá y en 1923 rueda su primera versión de Los diez mandamientos. La "Ciudad de los Faraones" fue construida de madera y yeso en las "Dunas de Guadalupe", al norte de L.A., los conjuntos presentaban cuatro estatuas de 35 pies de altura del faraón Ramsés, 21 esfinges de cinco toneladas y murallas de más de 120 pies de altura. Un ejército de 2.500 actores, extras, carpinteros, yeseros, pintores, cocineros, personal y miembros del equipo de cine habitaron el set durante tres meses, alojado en un campamento virtual del ejército que contó con casi 1.000 tiendas de campaña. (3.500 animales, utilizados para recrear las escenas del antiguo Egipto, fueron alojados en un enorme corral del campamento.) 

 

Al finalizar el rodaje todo quedó arrasado y enterrado, De Mille dijo que: “Si dentro de 1.000 años, los arqueólogos cavan bajo las arenas de Guadalupe, espero que no se apresuren a publicarse con la increíble noticia de que la civilización egipcia se extendió hasta la costa del Pacífico de América del Norte". En 1983, el documentalista Peter Brosnan localizó los restos de los decorados todavía enterrados bajo las dunas. Actualmente está reconocido como un espacio arqueológico oficial por el estado de California y Brosnan ha estado tratando durante muchos años de recaudar dinero de los estudios de Hollywood para ello. El efecto de la separación del Mar Rojo fue creado mediante la colocación de dos bloques de gelatina azul lado a lado, calentándolos hasta que se derritieron. 

 

 Sin embargo, esta versión contaba con dos partes bien diferenciadas, una era la historia de Moisés, pero después se añadía toda una historia entre la envidia de dos hermanos para mostrar la eficacia de los mandamientos en la vida moderna. Hoy en día choca bastante esta trama, incluso en su momento fue criticada por nada menos que John Ford que le dijo que estaba convirtiendo el cine en un púlpito. La película fue un éxito y DeMille se puso a trabajar en rodar una historia de Jesucristo con los mismos parámetros, se llamaría El Rey de Reyes (1927) (no confundir con la de Nicholas Ray, la cual no es ningún remake como se suele escribir a veces).

 Se comprometió tanto que donó todo su salario para la caridad. Sus dos estrellas, H.B. Warner y Dorothy Cumming, estaban obligadas a firmar acuerdos que les prohibían aparecer en papeles cinematográficos que pudieran comprometer sus imágenes de pantalla "santas" durante un período de cinco años. DeMille también ordenó que no se les viera haciendo ninguna actividad "no bíblica" durante el rodaje de la película. Estas actividades incluían asistir a juegos de pelota, jugar a las cartas, frecuentar clubes nocturnos, nadar y montar en descapotables.

   

La película la realizó cuando dejó Paramount y organizó su propio estudio, el cual se desplomó después del crack bursátil de 1929. En España se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid y las crónicas de la época hablaban de un espectáculo como nunca se había visto, aparte de intentar convencer que todo había sido revisado por la Iglesia: “La visión creada por DeMille conmueve, admira, sobrecoge, al espectador sin que este vea desmerecer el espectáculo ante sus ojos de creyente, escollo dificilísimo salvado con cuidadoso e insuperable tacto. No en vano esta película se ha filmado bajo la escrupulosa vigilancia de autoridades religiosas” (Diario Estampa 1928). En los últimos años ha aparecido en YouTube en copias con más o menos fortuna donde pude verla. Por desgracia no ha sido editada en España, aunque sí en Francia o Italia, y las plataformas de las que tanto hablamos parece que ni la conocen o ni se habrán esforzado en buscarla, y eso que hay una edición Criterion. Doy fe de que es un gran espectáculo que todo cinéfilo debería ver.

 Después de este gran éxito tanto de público como de crítica, rueda La incrédula donde experimenta uno de sus pocos fracasos, a pesar de ser bastante valorada. El director volvió a dejar la Paramount en 1929 en busca de mejores arreglos financieros. Firmó un fallido contrato de tres películas con MGM. La primera fue Dinamita (1929), la segunda, su único musical Madame Satán que no obtuvo el resultado en taquilla esperado, y la tercera El prófugo (1931). 

 

 La MGM no estaba contenta con él y quiso parar la producción, pero él les convenció al decir que costaría tanto completarla como detenerla. DeMille volvería a su casa, la Paramount, aquello le había afectado, pero su mejor etapa estaba por venir. Dado que sus películas anteriores habían sido un fracaso de taquilla, aceptó trabajar en el proyecto de El signo de la cruz (1932) con un salario drásticamente reducido y con un presupuesto más ajustado de lo que parecía razonable en ese momento.

 

La Paramount todavía tenía trajes de Los diez mandamientos (1923), y se le ofreció la oportunidad de usarlos para mantener bajos los costes de producción. Tuvo problemas con la censura, Will H. Hays le presionó para que abandonara el baile seductor de Ancaria en la escena de la orgía, pero se negó rotundamente. Los censores recortarían partes como el carro que saca los cadáveres de la arena, un gorila bailando alrededor de una niña semidesnuda, elefantes pisoteando a los cristianos y levantándolos con sus colmillos, cocodrilos a punto de comerse una chica atada, etc. Afortunadamente, estas escenas se pueden ver en la versión restaurada. 

 

 La película fue un éxito, aunque con el tiempo se fue olvidando, en parte por el éxito de Quo Vadis (1951) que contaba una historia similar. El signo de la cruz trataba sobre el incendio de Roma del emperador Nerón, el cual decide culpar a los cristianos y publica un edicto por el cual todos ellos deberán ser arrestados y enviados a la arena del circo. Entre los detenidos se encontraban dos viejos cristianos y la hermosa hija de uno de ellos, de la que se enamora Marco: el más alto funcionario de Roma.

 Charles Laughton interpretaba a Nerón, para Popea eligió deliberadamente a Claudette Colbert que hasta entonces había estado interpretando papeles inocentes, y este fue su primer papel “perverso”, Fredric March sería el prefecto de Roma Marco Superbo y Elissa Landi haría de Mercia. Tras rodar las películas This day an age (1933) y Four frightened people (1934), llega ese mismo año otra de sus realizaciones más recordadas, Cleopatra con Claudette Colbert.

   

El jefe de Paramount, Adolph Zukor, quería que DeMille repitiera el éxito de El signo de la cruz  y le dijo que tenía que hacer otra epopeya histórica con mucho sexo en ella. En 1934, el Código Hays solo se estaba implementando, así que se aseguró de hacer alarde de sus restricciones. Decide abrir la película con una chica esclava aparentemente desnuda pero estratégicamente iluminada sosteniendo un quemador de incienso en cada mano mientras el título aparece en la pantalla. Las escenas amorosas eran plenamente pasionales y los modelos que llevaban los actores se consideraron osados. Se abría el debate sobre si DeMille estaba haciendo grandes películas o monumentos al mal gusto, pero de lo que no hay duda es que el público llenaba las salas y se hablaba de ellas.


El crítico Alexandre López escribiría en "Mundo diario" lo siguiente: "Una gozada sin límites, una pasada, un talento para hacer realidad lo imposible y divertir a toda costa. Es una obra magnifica. Búsquenle el genio a ese loco DeMille y hallarán la grandeza de su discutible y afortunado paridor de hermosísimos fetos". Ángel Comas en La Vanguardia (6-3-93) escribiría: "En Cleopatra deslumbró a los censores con sus escenas de masas y le fue colando bailes y escenas de tono subido. Demostró que era un maestro de la fabulación, un auténtico autor de cine, capaz de convertir la historia o la religión en grandes espectáculos." Fue la primera película de DeMille en ser nominada al Oscar a la mejor película, la fotografía de Victor Milner fue recompensada con la preciada estatuilla. Después de Cleopatra vendría otra gran película, Las cruzadas (1935) sobre las andanzas del rey Ricardo Corazón de León

 

Esta película marcó la continuación de la amistad de toda la vida del director Cecil B. DeMille y su colaboración con el actor Henry Wilcoxon, que comenzó el año anterior con Cleopatra (1934). Wilcoxon se convirtió en un rostro habitual en sus películas.

 

Las Cruzadas fue otro gran éxito, aunque la critica la seguía tachando de poco verosímil en el tema histórico. Una de las anécdotas más llamativas es que consiguió que incluso el público musulmán aplaudiera la cinta por el respeto con el que les había tratado. Pasan dos años y vuelve con un western Buffalo Bill.

   

John Wayne deseaba mucho el papel de Wild Bill Hickok, que estaba seguro de que lo convertiría en una estrella, pero el director Cecil B. DeMille prefirió a Gary Cooper en su lugar e hizo la mayoría de sus propias acrobacias, incluida la toma en la que montaba "colgando" entre dos caballos. Volvía a demostrar un gran dominio de las masas, 2.000 actores indios se utilizaron como extras para la secuencia de la masacre de Custer. Dirige después Corsarios de Florida (1938), Anthony Quinn, yerno del director y que aparecía en esta, dirigió el remake de esta en 1958 Los bucaneros, al hallarse enfermo DeMille, que moriría al año siguiente. 

 

La historia se centraba en Nueva Orleans (1812) cuando sus habitantes -liderados por el pirata Lafitte y el general Andrew Jackson (después presidente de los Estados Unidos) resistieron el asalto de los ingleses. Se basaba en el libro Lafitt, el pirata de Lyle Saxon. Participaron más de 10.000 extras y se rodó tanto material que tardó tres meses en ser convertido en película en la sala de montaje, algo inédito en el Hollywood de esa época. Al año siguiente vuelve al western con Union Pacífico sobre la construcción del famoso ferrocarril. 

 

 Según una noticia en "The Hollywood Reporter", Cecil B. DeMille dirigió gran parte del filme desde una camilla, debido a una operación que tuvo meses antes. Sin embargo, los registros de estudio indican que se desplomó por la tensión de dirigir tres unidades simultáneamente, y la utilizó durante unas dos semanas. Esta fue una de las películas elegidas de Hollywood para representar a los Estados Unidos en lo que habría sido el primer festival de Cannes en septiembre de 1939. Debido a la guerra, el evento fue pospuesto hasta 1946. En 2002, un jurado retrospectivo examinó algunos de los títulos que habían sido elegidos para 1939 y otorgó a la película  una tardía Palma de Oro. De nuevo la espectacularidad se hacía presente con una inolvidable secuencia de descarrilamiento. 

 Llegamos a la década de los 40 y realiza Policía montada del Canadá sobre las aventuras de tres hombres y dos mujeres en Canadá durante la guerra civil norteamericana que buscan a un fugitivo de la ley. Fue su primera película Technicolor y en ella inició una práctica que seguiría en sus siguientes producciones, la de narrar partes de la historia él mismo. 





 En 1942 dirige Piratas del Mar Caribe sobre la lucha en 1840 contra los piratas que actuaban en la costa de Florida. A John Wayne no le gustaba Cecil B. DeMille ya que lo había rechazado en Buffalo Bill y aunque estaba contento de haber sido elegido en una película tan importante, no estaba contento con su papel y una vez se quejó de que sólo estaba allí para hacer que Ray Milland pareciera un "hombre real".

 

Las tomas de los calamares envolviendo sus tentáculos alrededor de los actores se hicieron desenvolviéndolos y mostrando la película al revés. 

 

 Dos años más tarde Por el valle de las sombras, un relato de los esfuerzos de un doctor para salvar vidas en la Marina estadounidense durante la guerra en el Pacífico contra los japoneses. Tuvo la idea de la película después de enterarse de la heroicidad del Dr. Wassell en una de las emisiones de radio del presidente Roosevelt el 28 de abril de 1942, por eso DeMille aparecía en el tráiler y le contaba a la audiencia cómo se hizo la película, después de escuchar al Presidente en la radio. 

 

Tres años más tarde vuelve con Los inconquistables, que trata de las aventuras en el siglo XVIII de una convicta inglesa que es deportada a las colonias americanas. Marcó su última colaboración con Paulette Godard, se enfureció con ella cuando se negó a hacer un truco que le requirió que le lanzaran bolas de fuego y se vio obligado a usar a una acróbata que acabó quemada. De nuevo rompía taquillas y fue la película estadounidense más taquillera de 1947. El filme sumaba aventuras, western, drama, acción, romance y guerra y trataba una época poco tratada en cine, previa a la declaración de independencia. Como en otros filmes de DeMille, el tema central de la obra viene dado por la exaltación y defensa de la libertad y la condena de las trabas que esta encuentra en sus manifestaciones y en su ejercicio.




 DeMille volvería a hacer un espectáculo bíblico tres años más tarde con Sansón y Dalila con Victor Mature y una sensual Hedy Lamarr que lucía uno de los vestidos más sensuales que se hayan podido ver, obra de la gran Edith Head. Con una recaudación de veintiocho millones de dólares a nivel nacional, esta película fue el mayor éxito de Paramount Pictures desde Los diez mandamientos (1923).

   

Se necesitaron dos intentos para derribar la famosa escena del Templo de Dagon. Durante el primer intento, algunas de las cargas de dinamita no pudieron salir a tiempo y tuvo que ser reconstruido para volver a rodarla. Las imágenes de ambos se pueden ver en la película completa.

   

Y llegamos a otro gran éxito y que supuso su único Oscar a la mejor película, nos estamos refiriendo a El mayor espectáculo del mundo (1952). 

 

Los derechos de uso del lema del título, las instalaciones de Ringling Bros y Barnum and Bailey, y sus actuaciones, fueron compradas por 250.000 dólares. Cecil B. DeMille aconsejó a los guionistas que vieran la película alemana Varieté (1925) como modelo para el tipo de historia que quería. Recorrió el Medio Oeste durante siete meses con el circo, coleccionando anécdotas, argot e ideas entre bastidores, aunque no vivía como ellos ya que disponía de unos remolques especiales provistos de 3 habitaciones, cocina, baños y un amplio comedor, con un servicio compuesto de cocinero y dos secretarias. 

 
Como dato anecdótico, fue la primera película que Steven Spielberg vio. Su padre lo llevó al teatro, prometiéndole un viaje al circo. Tenía seis años en ese momento y le marcó tanto que quiso dedicarse a dirigir. En la película de Spielberg de 2005 La guerra de los mundos se ve un breve clip de la escena del accidente del tren. 

 

A DeMille le había gustado una interpretación de Charlton Heston en el teatro de Julio César. Este estaba en los estudios de la Paramount cuando vio a Cecil B. DeMille y le saludó. El director comezó a hacerle preguntas que finalmente le llevaron a ser elegido el protagonista y cambiar su idea de que fuera Kirk Douglas o Burt Lancaster el director del circo. 

 

 Los actores tenían que hacer sus actuaciones sin extras, una de las escenas más recordadas es la de Gloria Grahame que tuvo que poner su cabeza debajo del pie de un elefante ante la mirada de pánico del entonces su marido, Nicholas Ray. 

 

Aparecía también un James Stewart maquillado como el payaso Botones que le había realizado la eutanasia a su mujer enferma terminal y estaba siendo buscado. La Legión de la decencia protestó porque veían que el personaje era demasiado afable y el público le defendía, también se quejaron de los trajes utilizados por los artistas del circo. 

 La película es guardada con cierta nostalgia por varias generaciones, sus continuas reposiciones en cines de barrio y luego en televisión hacían soñar a gente humilde que no podían pagarse la entrada de los circos y pasar una tarde de lo más divertida.

 Y llegamos al final de su carrera con Los diez mandamientos (1957) en la cual utilizó al menos 14.000 extras y 15.000 animales. Producida a un costo de 13 millones de dólares, se convirtió en la película más taquillera de Paramount Pictures en ese momento y durante muchos años, ocupó el segundo lugar solo superada por Lo que el viento se llevó (1939) como la más exitosa de la historia de Hollywood. 

 

 La montaña Paramount al principio de esta película era una versión estilizada del logotipo del estudio.  Retuvo su forma cónica, pero con un tono de granito rojo y una cumbre más angular bajo un cielo rojo nublado para sugerir la aparición del Monte Sinaí para esta película. Antes de los créditos iniciales, DeMille salió de detrás de las cortinas con un micrófono en mano y presentándola

 

Escogió a Charlton Heston porque tenía un parecido con la estatua de Moisés de Miguel Ángel, curiosidades del cine, luego hizo de él en la película de Carol Reed El tormento y el éxtasis 

 

 Mientras DeMille proyectaba la película Sombrero (1953), la cual usaba como prueba de pantalla para Nina Foch, vio a Yvonne De Carlo y dijo: "Esa es la cara que he estado buscando como la esposa de Moisés"

  

 Anne Baxter vio el papel de Nefretiri como una gran oportunidad para mostrar su atractivo sexual, se pensó inicialmente en Audrey Hepburn, pero la vio demasiada delgada para el papel. 

 

 Cuando a Yul Brynner le dijeron que interpretaría al faraón Ramsés II junto a Moisés de Charlton Heston, y que no tendría camisa en la mayor parte de la película, comenzó un riguroso programa de levantamiento de pesas porque no quería ser eclipsado físicamente.

  

 DeMille salvó al músico Elmer Bernstein al contratarlo, estaba sufriendo una marginación por sus ideas políticas que eran contrarias curiosamente a las del director, el músico siempre se lo agradeció, incluso lo volvió a contratar para que hiciera la banda sonora de Los Bucaneros. Gracias a él, hemos podido disfrutar de sus bandas sonoras, si no hubiera hecho la de Los diez mandamientos tal vez su nombre no lo conoceríamos.

 

 Al pedir permiso a las autoridades egipcias para filmar allí, se sorprendió gratamente al descubrir que eran fans de su película, Las cruzadas (1935). "Nos trataste tan bien (árabes en la película), que puedes hacer lo que quieras aquí ", le dijeron. Los efectos especiales de John Fulton ya forman parte de la historia del cine y  en una época que no se hacían por ordenador. Para la escena de Moisés abriendo el Mar Rojo el equipo de producción grabó la caída de agua en un gigantesco tanque en forma de U, instalado en los estudios de la Paramount, tomó planos laterales de la cascada de agua para dar mayor sensación de movimiento y reprodujo la imagen al revés. 

 

Si nos fijamos en la escena del mar Rojo y los efectos visuales de las nubes notaremos cierta similitud con los que utilizó Steven Spielberg para En busca del arca perdida. DeMille sufrió un ataque al corazón durante la producción. Se tomó solo dos días libres, y luego regresó al trabajo, en contra de las órdenes de su médico, para completar esta película de la cual escribió en los créditos que todo aquel que la viera visitaría la tierra prometida.

 Los diez mandamientos fue su testamento cinematográfico, espectacular compendio de todas las virtudes de este gran autor de la historia del cine. De Mille fue un avanzado a su tiempo, su testimonio lo recogieron luego directores como Spielberg. Sin DeMille, la Paramount no hubiera sido lo que fue y tal vez tampoco Hollywood la fábrica de sueños que fue y esperemos que pueda seguir siendo, tampoco famosas superproducciones que todos conocemos no se hubieran realizado tal vez y determinados productores ni se hubieran arriesgado a invertir... El séptimo arte le debe gran parte de su historia y ser recordado.

10/12/2020

Dos Capras navideños que no son "¡Qué bello es vivir!

La proximidad de las fechas navideñas nos hace cada año pensar en los clásicos que por este tiempo se suelen revisar, películas como De ilusión también se vive, La mujer del obispo, Muchas gracias Mr. Scrooge, Entre pillos anda el juego o Polar Express seguro que las volvemos a ver (vean mi antiguo artículo sobre cine navideño aquí, pero hay una que reina sobre todas ellas y esa es ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra. Sin embargo, no voy a hablar de ella, sino de otras dos ambientadas en Navidad que el realizador hizo: Juan Nadie y Un gángster para milagro

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Juan Nadie (1941) trata sobre un magnate que compra un periódico y despide a casi todo el personal, entonces una periodista publica una falsa carta que lleva la firma de Juan Nadie. En ella se anuncia el suicidio de uno de los empleados despedidos. El éxito del artículo es tal que el periódico decide crear un Juan Nadie y, con este fin, contrata a un vagabundo que acaba convirtiéndose en un personaje extraordinariamente popular.  Gary Cooper que había trabajado con él en El secreto de vivir ofreció una de sus mejores interpretaciones, Capra solo lo veía a él en el papel, igualmente Barbara Stanwick estaba maravillosa, el director fue quien la hizo debutar en papeles importantes en los 30 y poder desarrollar su carrera. 

 Se trata de una parábola política como la mayoría de sus películas que seguían los principios del "New Deal" propugnado por Roosevelt para acabar con las secuelas de la Gran Depresión. Aborda los temas del sensacionalismo periodístico, la corrupción política, o la explotación de los desheredados en época de crisis social. Se estarán dando cuenta de que por desgracia son temas actuales hoy en día.

 El cine de Capra se basaba sobretodo en la creencia firme de las buenas intenciones del ser humano, los buenos sentimientos podían cambiar el mundo. Es así, pues, que la mayoría de sus filmes acaban bien a pesar de la oscuridad de sus temas. Eso hace que, a veces, público exigente no vea sus películas como realistas, sino más bien blandas, con una pérdida de perspectiva social y cierto sensacionalismo carrinclón. Tal consideración la veo injusta, una película que acabe mal no ha de ser mejor en teoría, además rodar buenos finales esperanzadores exige también un gran trabajo para que todo quede bien atado y el director era un maestro en eso.

 De todas maneras, Juan Nadie es probablemente su película más pesimista y con un final que, aunque sigue el patrón de sus obras no deja la misma sensación. Rodó cuatro finales diferentes, pero todos fueron rechazados durante las vistas previas, una carta de un miembro de la audiencia sugirió un quinto final, que al director le gustó y usó en la película terminada. El escritor Robert Riskin, su guionista aquí, tuvo la oportunidad de mostrar películas recientes de Hollywood en diversos países europeos mientras los aliados los liberaban de los nazis, pero se negó a incluir Juan Nadie, ya que veía que transmitiría una visión demasiado oscura de América.

 El hecho de que tampoco veamos esta cinta por Navidad con la frecuencia de ¡Qué bello es vivir! también nos avisa, en cierto modo, de que es un Capra singular, a ello se añade que los derechos de autor originales nunca se renovaron y pasó a ser de dominio público con copias bastante malas y ediciones cutres, aunque en España hubo una versión cuidada por parte de Versus hace unos años. 

 Así pues, el director que fue calificado peyorativamente por Juan Antonio Barden como “nuestra abuelita” era capaz también de dejarnos fríos una vez acabada la proyección y ver cómo el país de las oportunidades tampoco ofrecía muchas posibilidades.

 La otra película es Un gangster para un milagro (1961), remake de su filme Dama por un día de 1931. Ambientada en la época de la Ley Seca (1920-1933), Dave es un contrabandista de alcohol que está a punto de cerrar un trato importante con un mafioso de Chicago. Como las manzanas de la mendiga Annie siempre le han dado suerte, envía a uno de sus hombres a buscarla para cerrar la operación. Pero Annie está completamente desesperada: su hija, a la que no ve desde hace muchos años, llega de Europa acompañada de su novio y de su suegro, unos aristócratas italianos, y Annie tendrá que convertirse en una gran dama para no defraudarla. 

 

El argumento, que ha sido muy imitado en multitud de comedias, sin ir más lejos Ocho apellidos vascos bebía bastante de esta premisa, es un relato agradable donde el optimismo hace superar los convencionalismos de la trama. Su humor limpio y emotivo desdramatizará los momentos más duros de la película. Es bastante superior a su original, la cual ha perdido bastante fuerza. 

 Supuso el canto de cisne de Capra, y un enorme fracaso en el momento de su estreno que él no esperaba, su mundo parecía ya no tener cabida. Aparte de esto, no guardaba buen recuerdo del rodaje, en su autobiografía explica que la producción fue "moldeada en el fuego de la discordia y filmada en una atmósfera de dolor, tensión y aversión". Entre Frank Capra y Glenn Ford, no hubo de todas maneras una discusión real de estar enfadados, pero sí muchos puntos de vista que disgustaban al director, Ford era coproductor e impuso a Hope Lange y cambió otros detalles, no se llevaba bien con Bette Davis y discutían, según Ford él le había ayudado a que fuera la elegida para el papel, a lo que Davis llegó a escribir que "ese cabrón no me hubiera ayudado nunca a salir de la alcantarilla". Capra se quejó en su autobiografía sobre la actitud del actor, y Glenn Ford le reprochó haber esperado tanto tiempo para discutir en lugar de decírselo cara a cara durante la producción de la película. 

 

Frank Capra estaba decepcionado con el resultado final, calificándolo de "película miserable". Sin embargo, estaba más que feliz con la actuación de Peter Falk, refiriéndose a ella como "la única chispa brillante". De todas formas, creo que infravaloró el trabajo que hizo con Bette Davis que hacía un gran papel y demostraba que aun podía dar bastante, a pesar de haber entrado ya en los años de decadencia. En el reparto también tenemos a Thomas Mitchell, el médico borracho de La diligencia, o el debut de Ann Margret que logran que una película de 136 minutos pase rápido a pesar de cierta dificultad en el arranque, originalmente tenía que durar 96. 

El filme contiene además el primer uso en Hollywood de "padrino" como sinónimo de jefe de la mafia. Algunos expertos citan al jefe de la mafia Joe Valachi como el creador del término en la lengua vernácula popular, pero esta película es anterior a su testimonio. A pesar del fracaso y que se la catalogaba como naif, desfasada y anclada en un tiempo que ya había pasado, en los últimos años se fue reivindicando. En el desaparecido programa de "Qué grande es el cine" de José Luis Garci fue proyectada con grandes elogios, hablando incluso de obra maestra y Ángel Fernández Santos la elogiaba en "El País": “El explosivo contraste entre la farsa torrencial y la comedia sentimental serena, vuelven a fundirse con sorprendentes aciertos"

 

Si ven estas Navidades de nuevo "Qué bello es vivir" acuérdense de estos dos títulos, lo mismo el año que viene serán tres los Capras que deberán desempolvar.

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...