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03/10/2024

Atila, rey de los hunos (The Sign of the Pagan, 1954)




Damos la bienvenida ya a este octubre, época también de nuevos propósitos y entre ellos, claro está, el de seguir viendo buen cine. Ya comenté en julio que por lo que se decía en las redes iba a desaparecer el espacio de José Luis Garci "Classics", la Trece sigue emitiendo películas clásicas la noche de los viernes, aunque suelen ser westerns y superproducciones, antes de cada emisión sale la careta del programa y, mientras preparo este artículo, Juanma de la Poza en Twitter ha desvelado que el programa volvía este viernes pero sin Garci al frente, será Jerónimo José Martín quien lo presentará y ya habrá tiempo para valorarlo porque ni la Trece lo ha anunciado en su web...Mientras, el vacío que ha dejado en la noche de los viernes es tal que uno acude a escucharlo a la misma hora en el espacio de los "Cowboys de medianoche" en Esradio.  

Uno se pone a pensar: ¿Cuál hubiera programado Garci este viernes? en plan Wilder que tenía colgada en su despacho la frase de "¿Cómo lo hubiera hecho Lubitsch?" Personalmente que cada semana toca escoger un tema, y no siempre es fácil contentar, creo que lo mismo hubiese sido Douglas Sirk y alguno de sus grandes melodramas, no creo que eligiera Atila, rey de los hunos de la que se arrepintió de haber rodado y que consideraba uno de sus peores trabajos, es del año 1954 y estaba en la Universal donde acababa de rodar Obsesión uno de sus títulos más exitosos. Pasar a un "peplum" sorprendía, pero en Sirk habría que saber buscar más allá de un simple entretenimiento.


Precisamente fue emitida hace poco por la tarde en Trece en su formato panorámico y una semana después el Toro TV también, aunque aquí la copia era cuadrada para entendernos. No se trataba de suprimir el formato, se rodaron las dos versiones, la tengo en DVD de esta manera, creo que el Blu-Ray sí que la comercializó en Cinemascope. La Universal se sumó al éxito de tal formato y nada mejor que un director como Sirk para explotar aún más la imagen. Pero este no fue el formato que emplearía posteriormente.

Bien, el argumento valga la redundancia habla de Atila, rey de los Hunos, cuando el imperio romano se halla dividido en dos en el siglo V, este acaudilla a todos los pueblos barbaros al norte del Danubio y mientras decide a cuál de ellos atacará primero, sus hombres capturan al centurión Marciano (Jeff Chandler) que lleva un mensaje desde Roma para el emperador de Oriente. En un principio tenia que ser Chandler quien hiciera de Atila, pero este se negó a querer interpretar a un personaje malvado y al final Jack Palance tuvo la oportunidad de bordar uno de sus papeles más famosos.

Aunque se suele decir que el guion era poca cosa y no estaba a la altura de Sirk, creo que era más bien lo contrario, uno de los guionistas Barré Lyndon tenía en su haber magníficos trabajos como el de El mayor espectáculo del mundo, a él se unía el nombre de Oscar Broding habitual en la Universal. Se jugó en apariencia a resaltar el cristianismo frente al paganismo, fíjense que el título original era Sign of the Pagan, la Universal diseñaría un producto para un amplio abanico de público en el que primaría el entretenimiento sin olvidar la concepción artística.

Y es que ver hoy Atila, rey de los hunos, supone uno de los ejercicios más interesantes para quien quiera seguir y analizar la obra de Sirk, desde todo ese cuidado visual tan presente en él o el enfoque atormentado de sus personajes con esos habituales claroscuros cuando nos presenta los diálogos, toda una verdadera introspección psicológica que va desde la desmesura del protagonista hasta incluso mostrarnos su lado comprensible. Incluso lo menos interesante acaba siendo el argumento, lo que realmente uno quiere ver es ese tratamiento y formas que Sirk les daba e ir fijándonos en sus sugerencias plásticas, como ese puñal clavado que refleja la cruz o el duelo entre Atila y Marciano, lástima que para este último Jeff Chandler estuviera tan frío en su papel.

Así pues, no valoren la película por su trama ni las licencias históricas que se dan, piensen que están ante otro de sus grandes melodramas y seguirán disfrutando del oficio del gran Douglas Sirk... Y a seguir pensando cuál programaría Garci la semana que viene...Y qué programan ahora los nuevos Classics... Algún día habrá que hablar de los programadores de las distintas cadenas, sin ir más lejos el pasado lunes en la 2 emitieron por tercera vez Matrimonio a la italiana como homenaje al centenario de Marcello Mastroianni, se ve que el ente púbico no tiene (o no conocen) otra película del magistral actor.

21/08/2024

Alain Delon "in memoriam": El último homicidio (1965)

 


La reciente muerte de Alain Delon vuelve a dejar al descubierto, por desgracia, el escaso conocimiento y respeto hacia el cine europeo clásico, algún que otro medio se dedicó a hablar más sobre sus sombras que de su filmografía con directores como Visconti, Melville, Antonioni o Clement. Es obvio que en un personaje controvertido como él se hable de todo, pero antes, por favor, hablen de su carrera con rigor y no con cortes y pegas en redes o sacando declaraciones de las que tampoco sabemos si estaba de acuerdo con el paso del tiempo. 

En este blog cuando muere alguna celebridad la suelo recordar con alguna película no tan conocida o incluso poco valorada, estaba con mi borrador sobre Gena Rowlands el domingo cuando salió la triste noticia de su fallecimiento, lo aparqué y me puse a repasar las películas de Delon y cuál encajaría mejor en estas líneas, podía haber hablado de Por la piel de un policía (1981) donde se puso detrás de las cámaras, de El zorro (1975), hace unos pocos meses precisamente comentaba sobre El tulipán negro (1964), de la curiosa Sol rojo (1971) o de la peculiar e interesantísima Adiós amigo( 1968)…Pero al final me decidí por El ultimo homicidio (Once a Thief) de 1965.

A mediados de los 60, y con apenas 30 años, el actor ya era todo un icono y no solo por su belleza de la que se llegó a decir que probablemente era el hombre más guapo del mundo, algo que, por otra parte, odiaba. Hollywood empezó a fijarse y él en 1964 participó en una película olvidada británica de Anthony Asquith y que reunía a un montón de estrellas en pequeños papeles, se trataba de El Rolls-Royce amarillo y estaba concebida como un homenaje a la Metro, los estudios del león decidieron contratar al actor para que empezara a hacer carrera en los EEUU, se habló de La noche de la iguana, pero el actor tenía problemas, como él mismo reconoció, con el acento. Así pues costaba encontrar un papel adecuado a su perfil.

Ralph Nelson, un director que se movía en todos los géneros adecuadamente decidió llevar a la pantalla una novela del escritor estadounidense Zerial Marko (Delon había interpretado ya una de él en Gran jugada en la Costa Azul (1963)), los periodos de cambios en los grandes estudios aquí tenían un buen ejemplo ya que era un intento de renovar el cine negro y seguir más la línea del polar francés. La Metro accedió y el propio Nelson también financió la película. Además de Delon, teníamos a Ann Magrett como su mujer, Jack Palance como el hermano malo o Van Heflin de policía duro que busca la venganza, pero que a la vez resulta bondadoso, en el reparto.


El actor encarnaba a un joven delincuente llamado Eddie de origen italiano que quería rehacer su vida y olvidarse del pasado, pero una serie de problemas y verse comprometido en un asesinato lo hacían imposible. Era un relato duro y pesimista, una historia que probablemente apenas contaría con el favor del gran público y así pasó, a pesar de algún que otro premio importante como el otorgado a su director en el Festival de San Sebastián, su estreno pasó más bien inadvertido e incluso hoy en día no se suele citar cuando se habla del actor, casi incluso se podría hablar de una película maldita.

Delon ofrecía una gran actuación, se le ha acusado varias veces de ser demasiado narcisista, aquí se jugaba también mucho con su físico, muchos planos en la cama con primerísimos planos, pecho descubierto, espalda reflejada en un espejo, “recuerdo bien sus ojos” remarca Heflin cuando cuenta un suceso pasado relacionado con él y es que su mirada reflejaba perfectamente la de un perdedor que se rebelaba contra su propio destino marcado. Una de las mejores secuencias es cuando va a la oficina del paro porque le ponen problemas para cobrar el subsidio, ahí lo vemos con traje y establece ahí un diálogo que sirve para denunciar la burocracia y aportar un toque social que no solía abundar mucho en los guiones. Aparecen temas secundarios como la denuncia de ciertos excesos policiales del momento o la inmigración.

El actor salía victorioso en todos sus registros, desde el plano familiar con su hija hasta cuando ha de enfrentarse a su hermano, pasando por los encuentros con el policía o ese duelo con el más malo de la banda llamado Sargatanas que casi parecía sacado de una película de James Bond y encarnado por John Davis Chandler. Por otra parte, no toda estrella hubiese aceptado un papel como este y más en una película prácticamente oscura en sus 100 minutos y con un final que no desvelo, pero que se intuye... Es cierto que entre algún que otro defecto está el personaje de Ann Magret, parece que impuesta por los estudios y que ofrece unos registros histéricos algo excesivos, la falta de química entre los dos se va solapando a medida que la acción va “in crescendo”.

Cuando uno ve El último homicidio parece estar viendo un polar francés de Melville, ya la película empieza con esa música jazzística compuesta por un primerizo Lalo Schifrin de clara influencia en títulos franceses como Ascensor para el cadalso (1958), por otra arte se jugaba mucho con la noche y esa luminosidad de los comercios, se contrató a Robert Burks (fotógrafo habitual de grandes Hitchcocks como La ventana indiscreta o Vértigo). Muchas veces cuando una película no llega a lo esperado se suele adjetivar con lo de fallida, pero en este caso no lo creo, la narración se sigue bien, quizá esa conjunción entre el cine negro hollywoodiense y el polar francés fueran como el agua y el aceite para el espectador más habituado al cine negro estadounidense, a menudo vemos constantes de los dos estilos como la meticulosidad en que se rueda la apertura de la caja fuerte, prácticamente en silencio, para acto seguido ofrecernos unas persecuciones y más ritmo.

El último homicidio está en plataformas, concretamente en Filmin, aunque cuesta encontrar ya que no sale con el “tag” de Alain Delon (busquen mejor con el título o por el nombre del director). La carrera hollywoodiense del actor siguió con una digna película bélica Mando perdido (1965) de Mark Robson y Texas (1966), quedaron en el tintero un western de Sam Peckimpah que no llegó a rodar llamado Ready for the tiger o rechazar el papel de Cervantes en la película de Vincent Sherman de la que también hablé en este blog. Volvería a EEUU con Scorpio (1973) o con Aeropuerto 79 (1979). Descanse en paz.

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...