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29/05/2024

Tucker, un hombre y su sueño (1988)

 


Ya que estos días en el Festival de Cannes hemos vuelto a ver a Francis Ford Coppola y a George Lucas he pensado en hablar de una película que reunió a ambos, se trata de Tucker, un hombre y su sueño del año 1988. La carrera del director no iba bien, monumentales fracasos como Corazonada (1981) o proyectos que en su momento tampoco tuvieron la respuesta comercial esperada como Rebeldes (1983) o títulos más de autor con grandes divisiones en la crítica como Cotton Club (1984) o Jardines de piedra (1987). La sombra de El padrino resultó larga y su cine dejó de interesar al gran público.


A finales de los 80 pensó en rescatar un viejo proyecto, se trataba de la vida de Preston Tucker, quien diseñó en los 40 un nuevo coche de combustión interna dotado de un sistema de seguridad entonces revolucionario que incorporaba elementos luego imprescindibles como los frenos de disco o el cinturón. El temor de los otros fabricantes hizo que le acusaran de fraude y lo llevasen a juicio y aunque lo ganó, se arruinó y finalmente murió en 1958. “Tucker es una película que quería realizar (…). La llevo en el corazón por razones personales de familia. La vida y los ilusionados proyectos de Preston Tucker me tienen fascinado” comentaba.

El padre del director, Carmine Coppola, invirtió en acciones de Tucker y había llevado a su hijo a ver el tan llamativo coche, este conserva dos coches de los 51 que se fabricaron. Se dice que George Lucas tiene otros dos, el director de Star Wars le produjo la película ya que Coppola apenas la podía financiar, en su momento él le había  producido el American Graffiti (1973) cuando nadie creía en esta y fue una forma de agradecimiento de dos amigos que se habían distanciado. Aunque el nombre de Lucas suele ser mal visto por más de uno, hay que agradecer que pusiera dinero en una película que bien sabía que no iba a ser rentable. En EEUU apenas se vio, en España solo acudieron 210.413 espectadores, cifra pésima para una producción que había costado 24 millones de dólares.

El rodaje de esta fue en secreto según apunta la prensa de la época, Jeff Bridges fue el escogido para dar vida a Tucker, anteriormente había hablado con Burt Reynolds ya que, según él, se parecía físicamente (la verdad es que viendo las fotos originales, cuesta ver esa similitud). Destaca en el reparto un Martin Landau el cual conseguiría una nominación al Oscar, el año siguiente volvería a estarlo por su rol en Delitos y faltas (1989) de Woody Allen, un magnífico actor que tuvo que esperar hasta 1993 en obtener la estatuilla por Ed Wood con su inolvidable encarnación de Bela Lugosi. Encontramos también a un habitual del director como Frederic Forrest o un jovencito Christian Slater. Dean Stockwell también llena la pantalla metiéndose en la piel de Howard Hughes en una escena bastante sombría que se aleja del tono restante.

La fotografía corrió a cargo de Vittorio Storaro que se había revalorizado aun más al ganar el Oscar por El último emperador (1987), la cuidada decoración artística a cargo de Dean Tavoularis y Armin Ganz y el vestuario a cargo de Milena Canonero también estuvieron nominadas a la estatuilla preciada. Es una película muy cuidada en todos sus aspectos, la música corría a cargo de Joe Jackson y resultaba pegadiza.

Desde finales de los 60 hasta 1988 el director había pensado varias maneras de llevar a la pantalla tal historia, primero pensó en una comedia sin grandes pretensiones, luego ideó tratarla en plan Ciudadano Kane, después darle forma de musical, hasta mantuvo contactos con Leonard Bernstein, pero el fracaso de Corazonada hizo que no se atreviese, finalmente pensó en rodarla en plan muy clásico, con muchas influencias del cine de Frank Capra. Así Jeff Bridges es como un Gary Cooper en Juan Nadie luchando contra todos, un personaje muy quijotesco. “El talento creativo en mi país estalló con la II Guerra Mundial (…) Yo he querido librarme de la esclavitud de las grandes empresas de producción fundando mi propia productora” declaraba Coppola. No obstante, ya he mencionado que tuvo que recurrir a George Lucas, una película como esta en la que criticaba a su país, el capitalismo y dejaba en evidencia a las grandes marcas de coches de entonces apenas iba a ser promocionada

Enfático como es todo el film, presenta además muchas escenas familiares, la esposa está muy presente en los momentos más difíciles de él, la actriz Joan Allen aborda su papel con gran psicología de miradas y gestos, una buena contraposición al tipo de actuación de Jeff Bridges nerviosa en el buen sentido de la palabra y con mucho brío, en la versión original su tono de voz es siempre fuerte y animosa, con una sonrisa presente en casi todo el metraje, el guion recoge un hábil diálogo en el que ella le dice que tiene la sonrisa de Clark Gable. Como curiosidad, aparece el padre del actor, Lloyd Bridges, en el papel de un oscuro senador.

Quizá puestos a encontrar defectos, la pasión de Coppola hacia el personaje y sus coches le hace cruzar la línea roja de lo que es una biografía de una hagiografía. En lo que es la estética, ritmo y montaje esto no tiene efecto, pero podría pasar que el público más distante hacia el tema y la época no se viera reflejado por el mensaje final de que lo importante es tener éxito como persona, tener siempre fe en uno mismo, saber defender las ideas y la creatividad individual, aunque eso acabe pagándose con el fracaso.

En todo caso, Tucker es una película notable y optimista, quizá de lo mejor en esta etapa irregular de no saber encontrarse a sí mismo y contradecirse. Al cabo de un año tendría que rodar El padrino III para recuperar la confianza en el gran público que pasaba de largo con sus obras personales. 

09/04/2024

Centenario de Stanley Donen: La escalera (1969)

 


Seguimos con la racha de centenarios míticos, esta vez le toca a Stanley Donen nacido un 13 de abril de 1924 en Columbia, Carolina del Sur (EEUU), su nombre va asociado principalmente al del musical como uno de sus grandes renovadores o al de la comedia, títulos como Cantando bajo la lluvia (codirigida con Gene Kelly), Indiscreta, Charada o Dos en la carretera forman parte de la historia, pero en este blog tengo tendencia a hablar de aquellas obras no tan conocidas o no muy valoradas.

Eli Walach y Milo O´Shea
(Fuente: Amazon)

Este es el caso de La escalera (1969) (Starcaise) en la que adaptaba una obra de teatro de Charles Dyer y que había sido producida por la Royal Shakespeare Company en 1966 y que contó entonces con Paul Scofield y Patrick Magee, dos años más tarde llegaba a Broadway esta vez interpretada por Eli Wallach y Milo O´Shea. En España, José Tamayo preparó una versión con Paco Rabal y Fernando Rey , los tres habían cosechado un gran éxito con el Becket de Jean Anouilh, pero no pasó la censura, al igual que la película de Donen que no se estrenó hasta 1976 en salas de las antes conocidas como de “arte y ensayo”

El film nos habla de la convivencia de una pareja homosexual: Charlie (Rex Harrison) y Harry (Richard Burton) llevan ya 30 años juntos y regentan una barbería de poca monta en Londres. El primero recibirá una citación judicial por haber atentado contra la moral al haberse vestido de mujer, el miedo a lo que le pueda suceder lleva a la pareja a analizarse y a quererse y odiarse por partes iguales.

Donen volvía a retratar una pareja como en Dos en la carretera rodada dos años antes, aunque en este caso que fuese una pareja gay motivaba un morbo especial y un tema tabú en aquellas fechas y que aumentaba al ver en pantalla nada menos que a estos dos actores, los cuales recibirían elogios o todo lo contrario. Es evidente que la forma de analizar un argumento así puede ser visto de distintas maneras y ser malinterpretada, suponía un riesgo para Donen llevarla al cine y que te llovieran críticas desde todos los lados, incluso las que consideraban el film como homofóbico.


 Uno de los que más cargó e influyó negativamente fue el crítico Roger Ebert que acaba de escribir muy bien sobre la anterior película de él, Bedazzled (1967), pero que aquí criticaba que Donen más que reflejar una película sobre homosexuales, hubiese accedido más a una película sobre Burton y Harrison en tales roles, calificó su interpretación de torpe, incluso las gesticulaciones del último las veía de tal manera que estaba queriendo decir que era tan heterosexual que no podía hacer de homosexual.

En mi opinión, La escalera, después de leer tantas críticas negativas (en el IMDB aprueba por los pelos con un 5,2), no está al gran nivel de su director, pero sí que es un film de esos que esconden mucho más de lo que en un principio pudiera parecer. A Burton y Harrison, más allá de ciertos tics y excesos verbales, me los creo y su ejercicio de metamorfosearse como esos seres limitados, decrépitos y temblorosos demuestran su categoría. Había que analizarlos como personas corrientes y eso es lo que pretendía Dyer con su obra, que los homosexuales fueran vistos como los demás, con todos las manías, defectos y virtudes que podía tener cualquier matrimonio convencional de entonces. Se nos ofrece toda una disección psicológica en sus personalidades que al espectador ya le tocará analizar y debatir.

Aspectos que llaman la atención son esos vendajes que lleva el personaje de Burton y que vamos sabiendo que es por la vergüenza que le da sufrir de alopecia, lo vemos calvo en algunas secuencias y con algún ridículo peluquín. Es un personaje el de Harry que esconde una represión ya desde la infancia, se muestra resignado, algo tímido, tiene a su madre enferma cuidándola en la habitación de arriba. En cambio el personaje de Harrison es más extrovertido, había sido hasta actor, nos muestra un anuncio que hizo y del que presume, pese a ello también esconde en su interior ciertas contenciones pasadas, es un personaje temeroso, no tan engreído como podría parecer. Probablemente, el lenguaje cinematográfico aquí empleado por Donen no facilita que lleguemos a conocerlos al 100% ya que se limita a trasladar solo el texto y se producen una serie de expectativas como qué le pasará en el juicio o la llegada de su hija que no vemos y provocan decepción.

La escalera rompía con ese optimismo tan propio del musical, aunque Donen lo comience con un número y a la mitad hablen de cierta escalera que hay que construir para subir al paraíso, referencia al número musical de Un americano en París de Vincente Minnelli. El esquema aquí seguido está más cerca de obras como ¿Quién teme a Virginia Wolf? Y es que en los 90 minutos de esta asistiremos a toda una serie de improperios y a una relación de amor/odio entre ellos, pero que a la hora de la verdad se necesitan.

El director también abandonaba el estilo de la comedia sofisticada elegante, estamos ante la incisiva visión de la vida matrimonial con sus relaciones crueles, la fidelidad, la soledad, la sumisión, la decadencia…Y todo ello rodado con la técnica del "feísmo", el colorido tan habitual en sus películas aquí es grisáceo, la fotografía apenas nos retrata el Londres más famoso y muestra una casa misérrima, los diálogos son agobiantes y malsonantes en bastantes ocasiones, apenas hay una música melódica bella tan habitual en anteriores obras…

Una de las mejores escenas es cuando Burton ha de subir a cuidar a su madre, se produce ahí también otra relación amor/odio, él la necesita y la quiere, pero no aguanta las inoportunas preguntas que le suelta, hay incluso un momento violento que es cuando le cambia el vestido sacándolo forzosamente por la cabeza, se suceden unos planos con el sufrimiento de ella. Hay otro contraste con la madre del otro personaje que la tiene ingresada en un hospital. Por otra parte, también se nos muestra un cambio de sábana en el que vemos la cama manchada por la orina, planos poco o nada habituales. No olvidemos también que estamos ante un análisis de una pareja cincuentona, de aquellas que ya no interesan, por lo tanto y a pesar de los errores del director al haber teatralizado demasiado y no haberle dado ese ritmo para que el espectador empatizara del todo, hay que aplaudirle y valorarle el atrevimiento que tuvo

Contar como anécdota final que la viuda de Richard Burton tuvo la película secuestrada durante bastante tiempo ya que no le gustaba la imagen que daba. Actualmente, La escalera no es un film fácil de ver legalmente, se editó en DVD por Resen en una copia no mejorada anamórficamente y no suele programarse, en Youtube de tanto en tanto se cuelga una copia. El fracaso de la película hizo que Donen tardara en volver 5 años y con otro fracaso El pequeño príncipe, luego vendría otro divorcio más con la crítica con Los aventureros de Lucky Lady (1975), la curiosa Movie, Movie (1978), la inclasificable Saturno 3 que hasta trató que no saliese su nombre y su canto de cisne con Lío en Río (1984) provocando otra controversia en la crítica que o bien recordaba demasiado aquel Donen brillante o tal vez consideraba que el paso del tiempo lo había avinagrado. 

13/03/2024

Buscando al Sr. Goodbar (1977)

 


Aprovechando que se ha celebrado el Día internacional de la mujer y se han programado películas de distintas directoras o con temática femenina, voy a hablar de una invisible en plataformas y en televisión, aunque sí está en DVD, me refiero a Buscando al Sr. Goodbar de 1977, adaptación de la novela de Judith Rosner dirigida por Richard Brooks e interpretada por Diane Keaton. Ignoro los motivos de la “desaparición” de esta película, en su momento originó controversias y es posible que se vea políticamente incorrecta.



Brooks es de esos grandes nombres de la historia del séptimo arte no ya solo como director, sino como guionista, pasó de escribir a dirigir como antaño hicieran Wilder o Sturges para preservar la integridad de su obra, si nos fijamos en los créditos de sus filmes (ya saben que este blog se llama No sin los títulos…) aparece siempre el “Written for the screen”, su declaración de principios al espectador. Su faceta periodística le llevó a tratar temas entonces tabúes como la independencia de la prensa en El cuarto poder (1952), la delincuencia juvenil en Semilla de maldad (1955), el colonialismo en Sangre sobre la tierra (1957) o retratos femeninos en Con los ojos cerrados (1969) interpretada por la que fuese su tercera esposa Jean Simmons. Adaptó a varios escritores: Tennessee Williams: La gata sobre el tejado de zinc (1958), Dulce pájaro de juventud (1962),  Scott Fitzgerald: La última vez que vi París (1954), Joseph Conrad: Lord Jim (1965), Fiódor Dostoyevski: Los hermanos Karamazov (1958) o Truman Capote: A sangre fría (1967). Por lo tanto su nombre se adecuaba perfectamente para el tema de la película y darle el lenguaje cinematográfico adecuado a este best seller

Buscando al Sr. Goodbar describe a Theresa Dunn (Diane Keaton), la cual decide independizarse de su familia. Empieza ahí una doble personalidad que hace de ella una sensible profesora de niños sordos durante el día y una mujer que busca placeres nocturnos por los bares de la gran urbe. La novela había tenido bastante éxito y se promocionó con el eslogan de “Un best seller para mayores con reparos”. Sin embargo, el material partía de un caso real, el de Roseann Quinn, una profesora de escuela primaria asesinada en 1973 en Nueva York y que como el personaje de Diane Keaton tenía esa dualidad. Quien haya visto la película y lea su vida, comprobará que se han respetado bastante los hechos reales.

Brooks tuvo tanto empeño en querer llevar al cine esta historia que hasta hipotecó su casa para poder financiarla, el tema le servía de nuevo para enfocar y denunciar aspectos de la sociedad contemporánea y mostrar la cara más amarga. Su método, como buen periodista que era, fue el de diseccionar y vertebrar el personaje protagonista, llegó a entrevistarse con 600 mujeres que habían leído la novela de la cual introdujo algunos cambios como el de resaltar más el carácter cerrado y ultraconservador católico de sus padres, potenciar su faceta de profesora en una escuela de sordomudos, o darle más protagonismo al papel de su hermana Katherine.

Se trasladó la acción a 1976 (en una radio se oye un anuncio de la campaña de Jimmy Carter), quizá pueda pasar por alto este dato, podríamos pensar, un tanto ingenuamente, que era una manera de querer alabar el cambio político en EEUU y más por un director cercano al Partido Demócrata. Con la película ya avanzada, su hermana en un momento le recrimina a Theresa que no crea en nada y que ni siquiera fuera a votar, hay ahí lanzado un dardo envenenado a la política y es que Brooks no se casaba con nadie.

Diane Keaton ofreció una interpretación maravillosa, aquel mismo año había ganado el Oscar por Annie Hall, bien podía haberlo obtenido también por esta. Refleja perfectamente los estados de ánimo de su personaje, su mala relación con su padre queda patente ya sea a través de flashbacks (se nos muestra que fue operada de una escoliosis debida a una poliomielitis y arrastra una cicatriz desde entonces, el tema será retomado luego en una fuerte discusión con este por su negativa a tener hijos o pesadillas (sueña que va a verlo en su capilla ardiente, incluso llega a llorar, pero este se despierta y ofrece una sonrisa tenebrosa). Constantemente es despreciada por sus ideas liberales.

Otro vínculo reforzado en la película es el que tiene con su hermana Katherine (Tuesday Weld), tampoco encuentra su lugar en la vida y recurre al sexo en grupo, drogas, visionado de cine X…probablemente era el modelo perfecto para su padre, pero acabó fracasando su matrimonio, tiene que abortar a escondidas (se hacen bastantes referencias a este tema), llega a tener una relación con un hombre judío y esto también es aprovechado, aunque de manera más superficial, para mostrar la falta de compenetración entre religiones. Hay un momento que sorprende y es una buena trampa de guion en la que ella disfrazada apuñala a Theresa con un cuchillo de goma.

Y el tercer refuerzo que introdujo Brooks fue el de intensificar su vida de día como profesora de una escuela para sordomudos, hay un momento en que corrige el apellido de una alumna, pero le dicen sus compañeros que es que se pronuncia de esa manera, esto sirve también para que la veamos como una persona frágil que comete errores sin querer y sensible ante estos. Muestra mucho afecto hacia los niños y hasta consigue que una niña afroamericana marginada consiga hablar probablemente por el cariño mutuo...Estamos, pues, viendo dos personajes marginados por el sistema que se necesitan. Una de las mejores escenas es cuando ella un día llega tarde debido a que se ha tomado una pastilla para dormir y no tiene reparos en explicarlo, uno de los niños le suelta que no le cree ya que la han glorificado y les imposible que tenga problemas.

Y luego tenemos el esqueleto principal que son sus aventuras de noche, se nos presentan varios personajes, la lista ya había empezado con el del profesor universitario con el que consigue su primera relación sexual, pero que la va marginando, no se ve capaz de dejar a la que es su mujer y más bien la utiliza para satisfacer sus deseos. Entre toda esa gente que deambula por esos bares destaca el de Tony (un Richard Gere aun no muy conocido, con una sobreactuación en este caso bien trazada) del que hallamos pistas también de su condición psicológica, suelta una frase demoledora: “La cocaína sirve para ver a América amable”, a pesar de ser un personaje que recurre a la violencia al ser rechazado, muestra también una dualidad ya que también se preocupa por ella, incluso parece quererla de verdad. Hay un momento tenebroso en el que saca una navaja que se ilumina y va bailando delante de ella, otra trampa de guion que como el de Katherine antes mencionado presagia el final y también remarca el camino a la perdición de Theresa.

La introspección de esta que realiza Brooks llega al espectador, si se sigue con atención el metraje observamos la baja autoestima, su sentimiento de culpa, probablemente también que ella misma sepa que va a acabar mal…Me atrevo a decir que más que retratar a una perdedora, se decanta más por el de una persona discapacitada psíquicamente que no tiene hueco en esa gran urbe y en ese sueño americano que debería atenderla y ayudarla.

En el aspecto técnico, la realización de Brooks está cuidada, utiliza mucho los espejos donde se reflejan los estados de ánimo de los rostros y logra unos encuadres notables, lo visual destaca y más en un film nocturno y asfixiante. Hay cierto elemento también de suspense/terror como las dos escenas que he comentado y un final que en el cine tendría más fuerza y que deja la piel de gallina. Hay una estética setentera que algunos minusvaloran, pero es que tanto los hechos como el film son de esa década, nunca he entendido bien esas críticas. En los bares suena mucha música de esos años, supone un gozo algo extraño en una película dura, pero al menos escuchar toda esa banda sonora alivia algo, Magnífica fotografía de William A. Fraker mostrando todos esos rótulos luminosos de los locales en contraste con la oscuridad de la vida de noche y perdida de la protagonista.

 Y vamos con las controversias que había citado al principio, cierta crítica acusó la película nada menos que de moralista, antifeminista, homofóbica e incluso desde el otro lado de maniqueísta ya que los personajes masculinos que van apareciendo son todos negativos. En "El País" (1-4-78) Fernando Trueba escribía que era “una historia netamente edificante cuyo único fin parecía deprimir y luego moralizar.” Elvira Roca Sastre escribía en "Mundo Diario" (15-4-78): “Ignoro si Richard Brooks ha sido fiel al texto literario, pero en esta ocasión hubiera sido preferible dejar los logaritmos moralistas y encontrar un final sorpresa más original y homologado con la textura del filme.” Ruiz de Villalobos (19-4-78): “Un final moralizante -más aparente que efectivo- quita esa fuerza final que la película deja entrever a lo largo de su proyección

Evidentemente, no se tuvo en cuenta de donde partía todo el material y se ignoraba la historia antes mencionada de Roseann Quinn y su muerte, por lo tanto no había ninguna intención del director de querer castigar a esta mujer, se limitaba a seguir los hechos tal y como ocurrieron. El trabajo de Brooks podía ser puesto en cuestión por otros aspectos tales como quizá mostrar demasiado sexo explícito o haberse alargado demasiado (aunque ambas cosas creo que están bien tratadas). Por lo tanto, recomiendo el visionado de la película y conocer el material de donde se parte antes de lanzarnos a la piscina sin agua con nuestra valoración.

30/09/2022

El juego de las audiencias

 


Hoy hablaremos un poco de televisión y es que buscando en Filmin he encontrado una curiosa película dirigida por Danny DeVito que lleva por título El juego de las audiencias, aunque también se distribuyó como El magnate. No es una buena película, su débil guion escrito por los televisivos Jim Mulholland y Michael Barrie opta por un humor plano sin tampoco querer profundizar, aunque su premisa argumental da para mucho juego, aquí De Vito es Vic una persona mediocre que sueña con triunfar en la pequeña pantalla con sus malas series, pero se le exige que si no tiene más espectadores que los Mundiales se le retirará su producto. Para lograr el éxito se le ocurre un extravagante plan para alterar las audiencias…

En 1984 que es cuando se estrena directamente en la pequeña pantalla este film, en España no teníamos ni idea de cómo funcionaba todo esto, apenas teníamos dos canales, la Primera y la UHF, una incipiente TV3 en Cataluña y poco a poco iban saliendo las otras autonómicas, como ya sabrán hubo que esperar hasta 1990 para las privadas. Hablar de “share” o “prime time” sonaba a extraño. Las audiencias funcionan gracias a unos audímetros instalados aleatoriamente, nunca he visto ni conozco a nadie que los tenga, pero se deduce que existen y así cada día los productores de las tantas cadenas se desayunan con ellos y hacen y deshacen 

La película, a pesar de que es bastante superficial, es de los pocos intentos que ha habido de tratar el tema, que 1500 familias que nadie sabe quién las ha elegido representen a toda la población o que una familia equivalga a 100.000 espectadores da pie a que no sean muy creíbles los datos, de todas maneras nuestro país tan aficionado a las encuestas políticas no le debería costar mucho trabajo entenderlo, pues es algo parecido y con los mismos interrogantes. Una cosa sí parece clara, tanto la televisión como nuestros políticos son cada vez peores…

Entre las escenas más divertidas del filme encontramos que cuando ciertas familias que tienen el audímetro son invitadas a un crucero sin televisión deciden que pueden divertirse hablando entre ellas, pero el tema que sacan, después de un buen rato de silencio, es del capítulo de la entonces popular serie Dinastía.


   


 DeVito ya conocía el medio gracias a su trabajo en la serie Taxi, su papel lo sabe explotar y cuenta con un muy buen reparto, lástima que el humor negro que caracterizaría a títulos posteriores suyos como Tira a mamá del tren o La guerra de los Rose lo echemos en falta.

Y ya que hablamos de televisión, permítanme recordar que hoy vuelve José Luis Garci con Classics, aunque la TRECE nos seguirá disgustando con la manera poco respetuosa de insertar la publicidad. Veremos si lo que dicten las audiencias permiten que los viernes acudamos a su cita...


El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...