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09/11/2023

Las dos inglesas y el amor (1971)

 



Hace una semana hablaba de Bajo el volcán de John Huston y las dificultades de adaptar una novela tan compleja. Las comparaciones son odiosas, manda el tópico, y peor resulta cuando te dicen que el séptimo arte es para gente que no lee. Precisamente hoy que el maldito móvil se ha cargado la poca lectura de algunos mientras iban en el metro, el cine es una de las herramientas más eficaces para acercar la literatura. Decía Truffaut que novelas como La piel de zapa, Teresa Raquin o Fromont jeune et Risler ainé le dieron el deseo y la esperanza de ser un novelista, defendía que sus películas hechas a partir de obras literarias eran homenajes filmados a libros que le gustaban.

En 1971 realizaba una de sus películas más personales: Las dos inglesas y el amor, dirigida en sus propias palabras a un público que amase la literatura y de ahí que fuese una película romántica y a la vez novelesca. Les deus anglaises et le continent era una novela escrita en forma de diario, el director la había leído cuatro veces y la tenía bastante interiorizada, su carrera cinematográfica estaba en pleno apogeo, aunque cierta crítica le acusaba de saltarse las reglas de la “Nouvelle Vague”, especialmente tras La sirena del Mississippi que aun hoy en día sigue siendo uno de sus filmes más enigmáticos.


 

 Quizá esas críticas llevaron al director a arriesgarse y crear un film tan de autor como este y para mitigar lo negativo volvía al mismo autor de Jules et Jim, Henri Pierre Roché, el mismo co-adaptador y dialoguista Jean Gruault, la música de George Delerue (al que reserva un breve papel) y un clima en la historia parecido. Trata sobre dos hermanas inglesas, Muriel y Anne, sucesivamente enamoradas del mismo hombre, Claude, un francés al que apodan "el continente". Su ritmo era pausado y preciosista, la cámara iba enfocando ríos, parques, sus paseos en bicicleta, sus almuerzos en la hierba, sus juegos, sus caballetes de pintura... Todo conjugado de tal manera que no caía en la cursilería, sino que atrapaba al espectador sensible, para ello contó con la fotografía de Néstor Almendros, el cual le había hecho un magnífico trabajo en El pequeño salvaje. Truffaut quería experimentar con el color, la luz que se crea es de tal belleza que uno siente no poder verla en una pantalla grande: sus blancos rebajados, el azul conjugado, el contraste entre Francia e Inglaterra, cierta evocación impresionista se apodera de cada uno de los fotogramas y ayuda a penetrar en el interior de los personajes.

 

Anne vendría a representar el amor libre, relajado, sereno…Muriel, al contrario, el avasallador, contenido y total, Claude vendría a ser un híbrido. Los diálogos entre ellos son espontáneos y sinceros, desprenden en más de una ocasión cierta ternura e incluso se opta por un erotismo sentimental omitiendo el físico. Se dijo en su día que Truffaut estaba evocando a las hermanas Bronte, pero también a su relación personal con las hermanas Catherine Deneuve y Francois Dorléac. Hay dos partes diferenciadas, en la primera se priorizan los aspectos recónditos de su personalidad y el amor de Claude hacia Muriel, en la segunda hay más acción y es cuando el protagonista inicia su relación con Anne.

Truffaut se reservaba la voz en off, recurso complejo y que suele ralentizar las películas, aunque aquí es tratada con bastante nervio y leída velozmente, típico en él. Se observa cierto bajón narrativo cuando empieza la segunda relación, se acumulan demasiadas secuencias cortas y demasiados fundidos en negro, aunque se va recuperando la fluidez poco a poco. Esto es debido a que la copia vista sigue teniendo cortes, incluso la estrenada en París estaba más reducida, de sus casi 140 minutos se redujo a 120 y luego a 108. En España se criticó el doblaje que se efectuó ya que omitía partes de la voz en off y las diferencias entre el francés e inglés, solución imposible a menos que se hubieran dejado fragmentos subtitulados. Ivan Tubau publicó una crítica en que la rebautizó como Las dos tijeras y el doblador, posteriormente se redobló

 

La película fue un fracaso, el director cambió de registro al año siguiente con una comedia Una chica tan decente como yo, bastante menospreciada incluso por sus más acérrimos fans. Luego se reconciliaría con el gran público, aunque divorciándose definitivamente de la "Nouvelle Vague", con La noche americana. El éxito de esta propició que volviera al cine intimista y rodara Diario íntimo de Adele H., en cierta medida una especie de remake virtual de la que hoy hemos comentado y otra lección en la que cine y literatura se podían dar la mano.

18/11/2022

Un invierno en Mallorca (1969)

 




Ya que estamos en vísperas de Santa Cecilia, la patrona de la música y de los músicos, hoy comentaré la película Un invierno en Mallorca de Jaime Camino del año 1969 basada en el famoso libro homónimo que George Sand escribiera sobre su estancia y relación con Frédéric Chopin en la Cartuja de Valldemosa en noviembre de 1838 y también en su otra obra Historia de mi vida. El director la quiso titular “Jutzrenka” y así sale incluso en más de un sitio, este era el verdadero nombre de ella en polaco y significaba “Aurora”.

 En aquel año Jaime Camino ya apuntaba maneras con películas como Los felices 60, Mañana será otro día y especialmente, al menos creo yo, por España, otra vez. Llevar este episodio de la vida de Chopin venía a suponer un cambio, aunque más bien en apariencia, no dejaba de ser un retrato del país que se podía trasladar a la España del momento del rodaje.

La censura del momento llegó a prohibir el guion durante siete meses escrito por Román Gubern, el cual lo vemos interpretando al cura, algo que ya había hecho en aquella fabulosa El certificado de Vicente Lluch. Se tuvieron que cortar las escenas que hacían referencia a la impotencia de Chopin, el sermón del sacerdote atacando las ideas liberalistas, una serie de conversaciones en la sacristía y una escena en que unos niños lanzan piedras a los hijos de George Sand. No gustaba para nada que se resucitase el tema de la España negra.

La idea de esta película fue del mismo Camino, el cual declaraba que le gustaba el tema de las personas encerradas en un escenario único porque en sus anteriores había bastantes localizaciones y eso le permitía centrarse mejor y recrear un Romanticismo más allá de mostrar cementerios o ciertos sentimentalismos históricos: La soledad de ellos, la ruptura con su tiempo, la cartuja abandonada por los monjes tras la desamortización de 1835, el ambiente de los campesinos hostiles ante la pareja…

Respecto a esto último, había paralelismos con la reacción hostil que a partir de los mediados de los 50 del siglo pasado hubo hacía los turistas que visitaban España por parte de la sociedad más cerrada que veía mal las ideas modernas que traían. Argumentaba que  aquella de 1838 no era tampoco muy distinta en lo que se refería a las relaciones entre el artista y el pueblo.

Las veces que he visto esta película he sentido contradicciones, las cuales incluso se daban en la concepción de Camino y Gubern, el primero defendía que era romántica, a pesar de todo, y de tratar el tema del atraso de un pueblo incomprensivo con las ideas liberales de aquel momento, aunque el director prefería llamarlas “progresivas”. Por otra parte, estaban  las relaciones de la pareja que él lamentaba que el público no pudiera ver con el tema de la impotencia de Chopin suprimido y, por último, la forma de integrarse para luchar contra un orden en el que no estás de acuerdo. Gubern para nada admitía que fuese romántica, por lo menos estilísticamente, los planos tendían hacia el interiorismo, la poca luz, cierto esteticismo en la fotografía, nada que ver con aquella Canción inolvidable hollywoodiense que en 1945 dirigiera Charles Vidor y con Cornel Wilde de Chopin y Merle Oberon como George Sand.

Camino escogió para el músico a Christopher Standford, actor apenas conocido en España, pero escogido porque le veía una serie de características que no encontraba en los actores nacionales de los que decía que, aunque fuesen buenos, no tenían la preparación de los británicos. Para George Sand eligió a Lucía Bosé, lo cual fue casi como una obsesión ya que declaraba que pensó el papel únicamente para ella. En otros papeles encontramos a Enrique San Francisco como uno de los hijos de ella y a Serena Vergano en el papel antipático de María Antonia. Como curiosidad, la escena del carnaval y el ataque que realizan con las máscaras está interpretado por unos incipientes "Els Joglars" de Albert Boadella. Para doblar a Bosé se recurrió a Núria Espert, mientras que de Standford se ocupó Manuel Cano.
Fotograma de la película. Fuente: ABC

De todas maneras, las contradicciones que vemos y sentimos tampoco hay que verlas como un fallo de la película, sino más bien porque todo en sí así lo es. Por ejemplo, George Sand escribía mucho acerca del pueblo, pero luego lo detestaba. Hay una escena en que enseña a los niños qué es una revolución, luego tiene una discusión con Chopin ya que le reprocha su falta de actitudes comprometedoras que más tarde tuvo de manera más evidente.

 En un pase privado al que estuvo invitado Arthur Rubinstein declaró que “ella era una mujer dura y absorbente, sobre todo una egoísta. Eligió Mallorca porque convenía a la salud de sus hijos”. No le gustó el perfil del Chopin que se dio ya que lo veía muy triste y, según él, era un hombre chistoso y ocurrente, un bromista. También comentó que él no era romántico, sino un calculador, sí que lo eran Beethoven y Schuman, pero él no. Sobre los nocturnos explicaba que había cogido el nombre de un compositor desconocido.

Recomiendo revisar la película ya que disfrutarán también de su música, y por otra parte, conviene fijarse prácticamente en cada frase y en cada encuadre porque nos estará diciendo más de lo que vemos, probablemente es posible que hasta lleguemos a conclusiones que para nada estaban pensadas, pero eso es otro atractivo, así como la excelente obra de Camino, un director por el que siento aprecio y que me gusta tratar.

 

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...