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30/03/2023

Milagro a los cobardes (1962) de Manuel Mur Oti

 


Tenía ganas de hablar de Manuel Mur-Oti en este blog, probablemente lo haga con una de sus películas menos conocidas, pero espero que sirva de curiosidad para adentrarse en quien fue uno de nuestros grandes cineastas, injustamente olvidado por las generaciones actuales. Su carrera empezó en 1949 con Un hombre va por el camino y su consagración llegaría en 1951 con Cielo negro inspirada en el cuento "Miopita" escrito en 1927 por el socialista de escuela krausista y exiliado republicano Antonio Zozaya.

A partir de ahí, encadena una serie de notables películas que en cualquier otro país serían catalogadas de clásicos, pero aquí ni siquiera han sido editadas, tan solo se pueden ver 10 en la plataforma FlixOlé de sus 17 filmaciones. En ellas aborda desde temas sociales, los celos o el mundo rural con una gran carga melodramática digna de los mejores, adopta la estética del western en títulos como Condenados, Orgullo o Duelo en la Cañada, sus inquietudes culturales también le llevaron a adaptar una libre adaptación de Fedra  que burló sabiamente a la censura.

Su cine no era de lo más taquillero y se vio obligado a bajar el listón, pero sin perder su calidad con la cámara, acercándose más a temas populares rueda El batallón de las sombras o La guerra empieza en Cuba, incluso va más allá y con ánimos comerciales rueda Pescando millones con los cómicos Zori y Santos, Una chica de Chicago, película en la que trata el tema del feminismo en contraposición con el mundo aldeano en un tono muy desenfadado.

Al director no le gustaba nada la deriva en que se estaba convirtiendo su filmografía y en 1962 quiso volver a la senda inicial con Milagro a los cobardes, basada en la obra La puerta giratoria del escritor Manuel Pilares que colaboró en el guion junto a Mur Oti, el cual declaraba que regresaba a un cine preocupado y plástico, del que se había alejado en anteriores aportaciones y que jamás a lo largo de sus trabajos se había enfrentado con un asunto de mayor hondura.

No era para menos, Mur Oti se enfrentaba a una realización con solo siete personajes reunidos en una modesta casa cerca del Calvario donde iban a crucificar a Jesús. Todos ellos tenían en común que habían sido objeto de sus milagros, pero sentían miedo por su destino, llegando incluso a renegar de él y considerarle que no era el Mesías.

Mur Oti vendió la película como la respuesta a la gran pregunta de por qué Cristo murió solo y abandonado de quienes solo habían recibido de él favores y beneficios. Pretendía ir más allá del cine comercial religioso y sus dos vías habituales, o bien peplums o el despectivamente llamado cine de estampita. El éxito por esos años de la obra de Diego Fabbri Proceso a Jesús (luego llevada al cine por José Luis Sáenz de Heredia), en la que un grupo de actores judíos ponía en escena cada noche una función en la que enfocaban si, desde un punto de vista jurídico, Jesús merecía condena o absolución, animó a desarrollar esta historia para acercar el cristianismo a ambientes más intelectuales y de izquierdas, aquel año 1962 fue el del inicio del Concilio Vaticano II.



El autor de la obra Manuel Pilares era minero como demuestra la multitud de sus poemas sobre ello o su obra en prosa Historias de la cuenca minera, pero estos apenas le daban para comer... En su habilidad en escribir guiones cinematográficos tuvo una salida, fue habitual con Fernán Gómez (La vida por delante, La vida alrededor), escribió la historia de una extraña película para lucimiento de Alfredo Kraus llamada El Vagabundo y la estrella (1960) e intervino también en la trama de Mi general de Jaime de Armiñán. Sobre la dudosa sintaxis del título que alguno se estará preguntando, hay la anécdota de que en un libro dedicado a Haro Tecglen le escribió que no mejoraba nunca las erratas porque en su caso mejoraban los textos.

El papel protagonista fue para Javier Escrivá, reciente aun su éxito interpretando al Padre Damián en Molokai de Luis Lucia, para el papel de su madre contó con la estrella Ruth Roman que recordamos especialmente por Extraños en un tren de Hitchcock, en su filmografía trabajó con grandes como Anthony Mann (Tierras lejanas), King Vidor (Más allá del bosque, La luz brilló dos veces) o Nicholas Ray (Amarga victoria) entre otros… Como curiosidad, la actriz se sintió muy satisfecha por trabajar con Mur Oti y la calificó como una de sus películas favoritas.

El resto del reparto lo componen Leo Anchóriz, habitual en producciones de serie B y con una fisionomía muy característica, el siempre excelente Carlos Casaravilla, el secundario Ricardo Canales, Manuel Díaz González habitual en los Estudio 1, Paloma Valdés que aquel año interpretó a la Magdalena de La venganza de Don Mendo de Fernán Gómez. La meticulosidad del director y tener bien claro que no quería nada de teatralidad en las actuaciones le llevó a que no oyéramos la voz original de ninguno, todos están doblados por grandes del doblaje.

Javier Escrivá en primer plano. Fuente: IMDB

Destaca la excelente banda sonora de un nombre algo olvidado en el cine, hablo de José Buenagú (O Buenagu) que es bastante conocedor de este mundo, recuerdo hace años haberle escuchado en la radio hablar de bandas sonoras, amolda perfectamente las notas en cada momento, a destacar el uso de las trompetas.https://www.epdlp.com/bso.php?id=16687 Su banda sonora más famosa fue la de El valle de las espadas (1963) de Javier Setó.

Y es que aunque Mur Oti nos sorprende, como suele ser habitual en su filmografía, con determinados planos, aquí hasta introduce la cámara dentro de una tinaja, sabe que la acción principal es la que no vemos, o sea, el paso de Cristo cargado con la cruz delante de la casa. Para que seamos copartícipes de la tensión por la espera, hace uso del ruido de afilar espadas primero, la hora sexta reflejada por el rayo del sol en el pozo, el ruido de una puerta giratoria (por lo que se ve, ya existían entonces...) y de la magnífica partitura. Resulta magistral el plano de la crucifixión a través de una sobreimpresión de imágenes, los ojos de Escrivá ocupando la pantalla entera y la de una mano en la que va clavándose un clavo con constantes golpes de martillo.

La escenografía encargada a Sigfrido Burmann está compuesta por un patio amurallado con el pozo mencionado y unas palmeras, un horno de pan en una esquina, un taller de carpintería, una sala a la que se llega subiendo unas escaleras de piedra y una cocina situada en un plano inferior.

La característica habitual del director de llenar de diálogos pasionales las tramas se da también aquí, por una parte tenemos el enfrentamiento entre madre e hijo y el romance secreto entre ella y el personaje que Jesús curó de estar endemoniado, lo que crea un clima muy angustioso en el que saldrán varios subtemas como la pérdida de la juventud.

No era una película fácil de hacer, a cualquier director poco capacitado se le hubiese ido de las manos y saldría desde un folletín hasta una reflexión pedante, pero Mur Oti sabe bien desviarse de la trama cuando conviene y volver a ella, utiliza las escrituras bíblicas tanto al principio como al final para cohesionar el conjunto y ser accesible a todo tipo de público, desde el más creyente al indiferente.

La película no tuvo mucho éxito y el director volvió a alejarse unos años del cine, regresó con una muy distinta con Joselito llamada Loca juventud con fines puramente comerciales, luego escribiría guiones para televisión. En el 69 se puso detrás de las cámaras con El escuadrón del pánico con el actor Leo Anchóriz del que hemos hablado, tardaría luego 6 años en volver con La encadenada otra película imposible de encontrar, se despediría con una magnífica obra Morir…dormir…tal vez soñar, esta sí que es posible encontrar en la plataforma FlixOlé.

Milagro a los cobardes se puede ver en Youtube a través de una copia de un canal religioso. No es posible asegurar que el vídeo funcione de aquí un tiempo mientras estén leyendo el artículo.


05/05/2022

La noche oscura: La actuación mística de Juan Diego

 


El pasado jueves fallecía Juan Diego, sin ánimo de que este blog se convierta en un obituario semanal, vamos a dedicarle un pequeño homenaje y para eso he escogido la película La noche oscura (1989) de Carlos Saura. Juan Diego era inquieto y observador, siempre buscó hacer cosas distintas, él decía que “mi sistema es hacerlo mal, siempre a contracorriente y así a lo mejor sorprendes”. Saura a finales de los años 80 lo convirtió en San Juan de la Cruz, el actor comentaba: “es muy cómodo trabajar con Saura porque es uno de esos directores donde la posible estupidez no es rechazada de inmediato, me gusta la dimensión mágica que tiene La noche oscura, creo que desde la miseria hemos hecho una especie de metafísica de la basura

Carlos Saura

La figura de San Juan de la Cruz había atraído ya desde muy pronto a Saura, incluso de manera indirecta algunos de los textos de él aparecen en Mamá cumple cien años recitados por Fernando Fernán Gómez y en Ana y los lobos, el director decía al respecto que había ido acumulando material sobre él desde hacía muchos años: “la creación no es nunca espontánea, existe un proceso que es el que te permite enfrentarte con ciertos temas, si hacerlos antes sería un error, hacerlos después a lo mejor no merece la pena. Yo creo que era el momento que yo hiciese mi reflexión sobre San Juan de la Cruz”.

Juan Diego

El director quedó muy contento con la interpretación de Juan Diego del que dijo: "es un actor muy versátil que para mí ha sido una revelación, es una persona muy sensible, con una increíble capacidad mimética. Realmente, él tiene esa extraña capacidad de transformación de los grandes actores. Él hace de la experiencia una vivencia personal, al mismo tiempo todo lo hace inteligentemente, no hay frivolidad no hay ligereza. Es un hombre muy preparado que sabe hacer muy bien lo que hace."

La película se centra durante el tiempo en que San Juan de la Cruz permaneció encarcelado, en concreto nueve meses en una cárcel de Toledo a causa de la rivalidad que existía entre los carmelitas calzados y los descalzos, estos últimos secuestraron a San Juan y después de un juicio sumarísimo, fue trasladado a una celda en el mes de diciembre. Solo la abandonaba los viernes, le daban una paliza y lo volvían a encerrar, comía solo sardinas y pan. Saura remarcaba que nunca hubiera podido sobrevivir si no llega a establecer comunicación con Dios, que “le iluminó y dictó sus poemas”.

En sus noventa esquemáticos minutos explora el pensamiento profundo de este Santo y más allá de sus escritos, vemos cómo soñaba, trataba sus tentaciones, sus recuerdos, las apariciones y milagros, visiones horrorosas, imágenes de luz súbita, espíritus nauseabundos… A pesar de que no será fácil para ciertos espectadores seguirla en su totalidad y menos comprenderla, es una película que despierta cierta atracción, en parte gracias a la utilización de su fotografía, la cual consigue un contraste bello entre la luz que lo va iluminando y la oscuridad del monasterio con los rayos que entran y la sensación de poder captar lo que hay fuera sin verlo. Por contra, hay otros momentos algo controvertidos, como el de las tentaciones y la aparición del diablo que no acaban de ser bien resueltos y entorpecen el ritmo.


En su breve reparto contamos también con Fernando Guillén, Manuel de Blas, Fermí Rexach, Julie Delpy, etc. El equipo fue el habitual. entre ellos el director de fotografía Teo Escamilla. Andrés Vicente Gómez fue el productor.


Un aspecto que creo que falla en el guion es una previa explicación, pues teniendo en cuenta la cultura y más la actual, es probable que más de uno se pierda en el argumento. Sobre San Juan de la Cruz decir que nació en 1542 en una pequeña población abulense, Fontiveros. De familia modesta, aunque noble, se trasladó en su infancia a Medina del Campo, la verdad es que no son muchos los datos de “el gran poeta más breve de la lengua española, acaso de la literatura universal” como le calificó Jorge Guillén. Con 19 años, ingresó en la orden carmelitana, estudió en Salamanca y conoció a Santa Teresa de Jesús con la que se puso de acuerdo para iniciar la reforma carmelita, biografías cruzadas las de ambos y  paralelas en muchos puntos, sobre todo en el de las penalidades que hubieron de sufrir.

Saura dice que lo más atractivo de la vida de San Juan no es la parte pragmática de su labor organizativa, la fundación de nuevos conventos, ni tampoco, sorprendentemente, su obra, sino lo que sucedió en aquellos nueve meses encerrado en ese agujero inmundo y viéndose como un mensajero que escribe al dictado, “una especie de intermediario entre Dios y la tierra, esta idea de que el autor no es el autor, sino un autor soberano por usar una expresión calderoniana, me parece una de las cosas más apasionantes de este personaje”

Incluyó pasajes que históricamente no corresponden al periodo, la iluminación que da pie al poema“Noche oscura del alma” escrito realmente una vez recuperada la libertad en el Calvario de Beas (noviembre de 1578 a junio de 1579), pero para Saura contar una historia o el aspecto cronológico no era lo importante, sino mostrar los fragmentos : "No he pretendido hacer una película histórica con San Juan, trato de respetar unos hechos históricos y estudiar un personaje concreto con gran libertad, pero respondiendo a lo que sucedió. Divulgar no es la principal motivación que tengo para hacer una película, sino mi interés por un determinado personaje”

A pesar de las contradicciones que puede haber por parte de algunas declaraciones del propio director,  tiempo después matizó el tema sobre si la película era mística y él lo resumía de esta manera quedando aún más ambiguo el tema: : “no es una película sobre el misticismo, al menos considerado éste en el sentido religioso. Digo esto porque coma a mi juicio, hay un misticismo laico, y éste sí puede estar en la película, pero no el otro. En La noche oscura pretendo acercarme al proceso interior de la creación poética de Juan de la Cruz que es un poeta tan excelso que cuatro siglos después sigue siendo leído en Europa. Cuando se está produciendo un esfuerzo general de búsqueda de nuestra identidad, volver la mirada hacia un poeta como éste no significa refugiarse en el pasado y retroceder a temas antiguos.


Y precisamente esta dificultad sobre lo que quería contar Saura verdaderamente está bien expresada en la interpretación de Juan Diego que se mete de lleno del personaje. El actor expresaba que al principio tuvo un encuentro casi mágico con Saura: “nos entendimos a la primera, pero a partir de ahí comencé poco a poco a perderle y hay escenas que literalmente me superaron, me desbordaron, y lo tuve que hacer casi inconscientemente sin saber que estaba haciendo. Yo seguía las instrucciones de Saura, pero no tenía ninguna manera de saber si San Juan de la Cruz seguía las mías. Algo sencillo de decir y muy difícil de hacer”. El actor reconocía que le era difícil salir del personaje cuando este es  alguien que te descubre cosas que yo desconocía de mí mismo”.

Revisemos pues La noche oscura que a pesar de sus defectos y ambigüedades, probablemente en cada visionado hallemos algo y no siempre insertado en el plan inicial de Saura, las grandes películas están llenas de diferentes lecturas y sea este un misticismo religioso o laico, o tal vez los dos sean el mismo, nos puede hacer descubrir aspectos que desconocíamos de la misma manera que le pasó a Juan Diego metiéndose en el personaje. Aparte de todo esto, es uno de los mejores homenajes que le podemos hacer y oír en su voz toda esa poesía que, sin duda alguna, ya justifica el visionado.

11/04/2022

El Judas de Iquino, más allá de una película religiosa.

 


Tiempo de Semana Santa y de tradiciones como las que hay en los pueblos catalanes de Esparraguera u Olesa donde vecinos del pueblo representan cada año la vida de Jesús en el teatro. La del primer pueblo quedó inmortalizada en el cine de la mano de Ignacio F. Iquino en 1952 con su película El Judas que contaba la historia de un individuo de malos sentimientos y peores acciones, dispuesto a todo con tal de satisfacer su avaricia y vanidad y que se mostraba descontento con el papel de Judas que le tocaba encarnar ya que él a toda costa quiere el papel de Jesús.


Antes de seguir con la película, me permitirán que sitúe brevemente a su director del cual he tenido la oportunidad ya de hablar de él en este blog con La familia Vila. El IMDB nos indica 84 realizaciones, 104 guiones, 42 veces de productor, 16 de director de fotografía, etc. A pesar de todo su trabajo, Iquino es un nombre olvidado, poco reconocido injustamente, aunque por suerte algunos críticos le han sabido valorar su trabajo, caso de Àngel Comas en la excelente biografía que escribió (Ignacio F. Iquino, hombre de cine. Ed. Laertes, 2003).

Su primer largo es de 1936 con Al margen de la ley y su último de 1984 con Yo amo la danza, seis décadas que se dice pronto. Su cine popular empezó a llenar salas, títulos como Alma de Dios (1941), El difunto es un vivo (1941), El hombre de los muñecos (1943) Una sombra en la ventana (1945) o El tambor del Bruch (1948) le dieron nombre, aunque la crítica no fue su mejor aliada, desgraciadamente muchos de estos títulos son prácticamente imposibles de encontrar.

Como persona ambiciosa que era, crea sus propios estudios en el Paralelo de Barcelona en los 50 (Los IFI) y siempre presumía de que tenía calefacción, y añadía que no como los Orphea donde los actores se congelaban. Cuando empieza con la idea de hacer El Judas llevaba dos años con estos donde había llevado a cabo nueve títulos. Las cuentas no salían y necesitaba una película comercial y lo suficientemente atractiva para que se la declarase de Interés nacional. La idea de una película religiosa podía llevarle a conseguir tal propósito y más en un momento en el que coincidiría con el "Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona" de ese año 1952 y las negociaciones del Concordato con el Vaticano resueltas al año siguiente.

Aunque en un primer momento no se le concedió, finalmente sí “considerando sus calidades artísticas y técnicas y sobre todo por su contenido profundamente ejemplarizadora que exalta los principios del cristianismo. Para que no pase desapercibido el esfuerzo efectuado por la casa productora” decía el informe.



Antonio Vilar
El reparto de El Judas estaba encabezado por Antonio Vilar, galán de los 40 y 50 y como inspector tenemos a Manuel Gas, en el papel de Montserrat a María Rosa Fornaguera. El resto del reparto estaba formado por los integrantes del Patronato de “La passió” de Esparraguera, de la obra sindical “Educación y descanso” tal como nos indican los créditos, por tanto actores no profesionales y vecinos del pueblo. Para el guion recurrió a su paisano Rafael. J. Salvia que dirigiría grandes éxitos poco después como Aquí hay petróleo, Manolo, guardia urbano, Las chicas de la Cruz Roja, aparte de escribir los guiones de La gran familia, Atraco a las tres, Sor Citroen o Don Erre que Erre.

La película se estrenó el 23 de mayo de 1952, para aumentar la comercialidad se llegó a anunciar que sería la primera película que el Franquismo permitía que se hablase en catalán, algo que finalmente en Barcelona no fue así, aunque en determinadas localidades y especialmente en los tiempos de Semana Santa sí que se pasaba tal copia en la que el catalán se utilizaba para las conversaciones coloquiales. En los créditos iniciales de algunas copias, vemos que aparecían en esta lengua.

El Arzobispo de Barcelona, D. Gregorio Modrego recurrió al canónigo de la Catedral, el P. Ciprià Montserrat para aquello que tanto temían los directores de asesorar y controlar la película, repetiría con él después y con Pedro Lazaga en El frente infinito.


Si no fuera por la habilidad de Iquino y de Salvia, no se recordaría hoy en día El Judas sino como una película de las llamadas despectivamente de estampita, aunque también hay una buena dosis de títulos notables no reconocidos suficientemente, este tipo de cine envejecería pronto y le darían la espalda los mismos creyentes cuando el Concilio Vaticano II cambia el rumbo de la Iglesia y la España del 600 iba dejando las iglesias sin el fervor de antes.

 Pero la película tiene más, por una parte estamos ante un neorrealismo que aunque no hay que tomar al pie de la letra del italiano, sí que guarda coincidencias. Por una parte, ya hemos dicho que la mayoría de los actores no son profesionales, que casi todo está rodado en la calle, que tomando como pretexto la obra religiosa salen a la palestra temas sociales como la inmigración o la miseria. Incluso se puede ver como una película de cine negro con el protagonista al margen de la ley. Toda esa escena de los primos del protagonista que tienen que marchar por la estafa que les ha hecho con la piedra hasta recordaría a películas tipo Surcos.

Es también una película sobre el teatro y toda una síntesis de una manera de actuar, el protagonista a pesar de saberse bien el papel necesita recurrir a un antiguo actor que pasó a ser monje en el Monasterio de Montserrat. Este le dice que ha de tener empatía con la gente, aquí comienza su redención personal con el papel, no ya solo la de conseguir ser un buen actor.

Aparte de todos los temas, Iquino consigue también que el espectador sienta la película con emotivas escenas, los fragmentos de la obra dan pie a situaciones análogas en la acción de esta. Como suele ser habitual, Iquino muestra toda su sabiduría cinematográfica, tanto en la utilización de la luz, en los contrapicados y sabiendo sacar provecho de unos actores que parecen todos profesionales.

Con este filme, Iquino logra su mayor éxito y el apoyo de una crítica que salvo en otras contadas ocasiones le tendría en cuenta. El director estuvo tan satisfecho que repitió el esquema poco tiempo después con La pecadora (María de Magdala) en 1956 interpretada por Carmen de Lirio y contando con actores no profesionales de "La Passió de Cervera" mostrando también un paralelismo entre la protagonista y la obra en cuestión.

La película solo se puede ver actualmente en la plataforma FlixOlé. Merecería una edición de coleccionista en DVD, pero recurriendo al Evangelio ya sabemos que nadie es profeta en su tierra.

 

05/10/2021

Claret, la madurez del actual cine religioso

 


Hace unos días, mientras repasaba los estrenos, di sorprendentemente con una de la que no había oído absolutamente nada, se trataba de Claret, la película, biopic del santo dirigido por Pablo Moreno, realizador especializado en cine religioso. Se tenía que estrenar el año pasado conmemorando el 150 aniversario de su muerte, pero por culpa del COVID hubo que esperar un año más.

Remarco lo de la sorpresa, pues siendo una película española, no hay apenas información de ella en programas de televisión ni de radio, salvo aquellos que sean religiosos o vinculados con la Iglesia como la COPE o la TRECE. He aquí un problema doble: por una parte, el de nuestros informadores cinematográficos que deberían, se supone, informar de todo aquello que se estrena, les guste o no. Y por otro lado, el del cine religioso que da la sensación de estancarse solo para un público creyente.

Más de uno me dirá  que este cine goza de buena salud, y de hecho con ciertos datos podrá corroborar su afirmación: Hay mucha más cantidad que en los tiempos que tales películas gozaron de una edad de oro, sin embargo, no logran la trascendencia de aquellas. Vidas de santos como las de San Juan Bosco o San Felipe Neri que van mucho más allá de su obra, han sido tratadas como anodinos telefilmes, pensados para ser exhibidos únicamente por televisión o en alguna sala parroquial. Resultan agradables e interesantes de ver, pero no van más allá de una realización plana que con el paso de los años acabarán olvidándose.

Un hombre para la eternidad  (1966) Fuente: Amazon

Atrás quedan esas grandes películas como Un hombre para la eternidad, Becket, Monsieur Vincent, Francisco, juglar de Dios, La pasión de Juana de Arco… que siguen visionándose en las principales Filmotecas y que son recordadas por distintas generaciones sin la necesidad de pertenecer a ninguna religión. Por tanto, acudí a ver Claret, la película con el miedo de encontrarme con los defectos que veo en este cine, aunque había algún dato que me llevaba a pensar que estaría por encima de la media actual.

Pablo Moreno lleva década y media dirigiendo, con la experiencia que ha ido adquiriendo mejora, no ya solo en el guion, sino en el aspecto técnico del que sigue habiendo carencias, pues ha de saber moverse con un presupuesto modesto. Muestra sensibilidad y atención con sus proyectos, creo que es conocedor de las virtudes y defectos del cine religioso y con Claret logra una madurez que puede ser el inicio de una carrera que le lleve, por fin, a superar esta barrera que se ha interpuesto entre este cine y la crítica.

Para empezar, la película logra ampliar el espectro de un círculo reducido de espectadores, y nos muestra la curiosa investigación que Azorín (Carlos Cañas) hizo del santo y todas esas biografías en el siglo pasado, que por intereses oscuros tergiversaron la vida de este y de la que el escritor también cayó en el error, no hablando como debiera de Claret en su libro La voluntad (1902). En 1938, supo rectificar en un artículo publicado en "La prensa" de Buenos Aires el 22 de mayo y vio las injusticias que se habían acometido contra él y que también era de aquella quimérica "Tercera España".

Fotograma de la película. Fuente: Claret La película
Así pues, entre este trabajo del escritor, el cual lo vemos cercano, mostrando sus temores a su mujer,
preocupándose por el "guerracivilismo" que se palpaba o charlando con su amigo Pío Baroja, se va intercalando la vida del santo, desde sus inicios en la rama del textil, para casi inmediatamente ya verlo con el hábito y fundando su congregación, años más tarde será nombrado Arzobispo de Cuba.

En esta etapa el director se detiene más tiempo, personalmente me hubiese gustado más una profundización de los primeros años, pero el biopic no permite pararse demasiado y una vez analizado todo el metraje se logra entender donde ha tenido que resumir para conseguir un metraje que sigue siendo generoso, pero equilibrado.

Vemos al Padre Claret siguiendo sus principios, lucha contra la esclavitud, encuentra enemigos incluso desde dentro, pero no le merman para nada, hay escenas bastante conseguidas y un esfuerzo considerable en el actor que lo interpreta, Antonio Reyes. Bien es cierto que no le vemos predicar mucho, en eso el Santo era todo un maestro, pero puede responder esa falta a no querer recargar el filme y hacerlo más ligero buscando más público, que el ritmo narrativo no cese, y buscando unas imágenes que valgan más que mil palabras.

Es precisamente ahí, donde uno se da cuenta de que esta vez no se ha hecho una película abusando de la tópica hagiografía, algo que sucede en otras actuales y que a veces hasta logra conseguir el efecto contrario de lo pretendido, sino que el propio espectador ya se va dando cuenta de quién era el Padre Claret y empatiza con él. Moreno logra un filme valiente en su terreno, sabiendo mezclar la objetividad con la emotividad, criticando donde debe, aun sabiendo que puede comportar algún malestar entre su público más ortodoxo. En todo el metraje podemos ver las luces y sombras de esa Iglesia que Claret quería renovar y que en más de una ocasión era y es incapaz de aplicar las palabras de Jesucristo de “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”

Fotograma de la película. Fuente: Claret, la película

La película aun se hace más interesante en el momento en que es llamado a ser el confesor de la Reina Isabel II (Alba Redondo), a esta la vemos retratada como infeliz, débil, desdichada, sola… Se nota que ha habido un gran trabajo ahí detrás de investigar y saber componer un perfil indicado, más de una escena resulta conmovedora como los diálogos que mantiene con el santo o cuando se moja en el mar, como símbolo de intentar encontrar una pureza, aunque su ropaje no se lo permita.

 Ingeniosamente, Pablo Moreno va trazando paralelismos entre aquel revuelto siglo XIX, las guerras carlistas, el liberalismo, etc. y el ambiente que generó la Guerra Civil del 36, el clímax va subiendo y la película crece. Es de agradecer, que no tome partida por ningún bando, ya digo que el director muestra, luego el público ya opinará, no hay el maniqueísmo tan pesado que suele tener el cine español ya sea desde un bando o desde el otro.

Así pues, el espectador atento conseguirá empatizar con el Padre Claret, perfecta la escena en su primer diálogo con la Reina, vemos claramente que es un trabajo que no desearía ni desea, pero ante todo está la obligación también de cumplir con lo mandado, y el de saber estar con la persona, sea un rey o un esclavo, y lo veamos con aura o sin ella.

Claret se ve obligado a acompañar a la Reina en el exilio, Azorín también tuvo que coger otro tren e irse, el director los empalma y ciertamente se nos pone un nudo en la garganta. Los paralelismos de tales acciones no dejan de ser una lección de historia y una reflexión del problema de las dos Españas que por desgracia sigue estando ahí.

Fotograma de la película (Fuente: Claret, la película)
Bienvenida sea esta Claret, la película. Ojalá nuestros tan queridos informadores cinematográficos le
hubieran prestado la atención requerida. Azorín, que fue también un gran aficionado al cine, supo rectificar, esperemos que sigan su ejemplo. Sin duda alguna cabe felicitar a Pablo Moreno por su trabajo a contracorriente y que nos siga deparando sorpresas en su cine, seguro que sí.

25/03/2021

El Rey de Reyes de Ray

 


 

Tiempo de Semana Santa y la excusa perfecta para la revisión de algún que otro título de los llamados péplums bíblicos y entre ellos los de la vida de Jesús, películas que por otra parte son interesantes cualquier día del año. Entre todos, uno que cada vez que lo veo gana y ese  es Rey de Reyes de Nicholas Ray. A veces me da la sensación de quedarme solo con la elección, generalmente la crítica acoge el de Pasolini con pasión y acostumbra a subvalorar los demás, tampoco la Iglesia Católica parece gustarle mucho, para el responsable del Departamento de cine del Arzobispado de Barcelona, Mn. Peio Sánchez, la película de Ray es limitada, aunque peor es la valoración que le da a La historia más grande jamás contada de George Stevens que la califica de mala en el análisis que hace de Jesucristo en el cine en este enlace  

En un principio la superproducción de Samuel Bronston estaba pensada para, ni más ni menos,  John Ford, de ahí pasó a John Farrow que la titularía La espada y la cruz y planeaba solo usar las palabras de la Biblia, el guion resultaba imposible de filmar y ya no se supo más de él. Al final fue a parar a Nicholas Ray que al contrario de los directores mencionados no profesaba, al menos abiértamente, una religión, aunque sí se sabe que su padre era un católico que se había pasado al luteranismo.

 Pensó en varios actores para el papel de Cristo, un no muy conocido para el gran público Keith Mitchell parecía ser la primera opción, pero al no convencer a los productores se pensó en Christopher Plummer, Peter Cushing o hasta en Max Von Sydow que luego lo encarnaría en la de George Stevens. Por consejo de John Ford al final eligió a Jeffrey Hunter que ya había trabajado con Nicholas Ray en La verdadera historia de Jesse James, el actor tenía unos profundos ojos azules y esa mirada era la que quería el director mostrar en primeros planos. 

Antes de continuar conviene aclarar que Jesús en el cine salvo alguna excepción como la película muda que dirigió Cecil B. DeMille con idéntico título y alguna otra, no se le mostraba el rostro ya que se pensaba que podría ofender que fuese retratado y repercutoera negativamente en el filme, por ejemplo en Ben-Hur lo vemos de espaldas o mostrando la mano, o bien lejos para que no se vea. El tabú se rompe aquí y naturalmente hubo reacciones en contra, veían en Hunter una cara muy joven, incluso a la película en plan irónico  se la conocía como “Yo fui un Jesús adolescente” en referencia a toda esa saga de películas que mostraban a monstruos de la Universal en la época de tener bastantes granos. Sin embargo estas mentes más bien cerradas no tenían en cuenta que Hunter cuando empezó a  interpretarlo tenía 33 años ¿Les suena la edad? Pues sí, la misma de cuando Jesucristo fue crucificado, por tanto la polémica resultaba estéril. Hunter, por otra parte, se tomó el papel muy en serio, no quiso que saliera nada de su vida privada mientras durara el rodaje y llevó una nariz de masilla falsa, aparte de afeitarse todo el pecho.

   

Bronston no quería ninguna polémica que pudiese estorbar la reputación del filme y llevó el guion ni más ni menos que al Papa Juan XXIII el cual lo aprobó. También se quiso asegurar que no hubiera polémica con la comunidad judía  y se eliminaba toda alusión en que pudieran parecer los más malos de la película, algo que la censura española echó en falta en sus informes.

Ray decía que no quería hacer una epopeya, sino una crónica que diera la impresión de verse por primera vez. Ray tenía en cuenta presentar a Cristo también como un rebelde en clara consonancia con los personajes de sus películas e intentar relacionarlo con el mundo actual,  el del hombre que se debate entre la contemplación y la acción y la profundización en ideas sobre el inconformismo, la libertad y la violencia. La tarea no era fácil, pero por ello encargó a Philip Yordan un guion hábil que lo conseguía, jugaba con la comparación entre Jesús y Barrabás, el primero como defensor de la paz y el segundo de la violencia contra la opresión y aplicar una teoría de que Judas no lo traicionó por dinero, sino por provocar una reacción y que pasara al lado violento. 

Ray Bradbury escribió la narración y Diego Fabri, quien fue secretario del Centro Católico Cinematográfico supervisaba los textos en relación con las Sagradas Escrituras. Fabri tenía buena reputación, había acabado de colaborar con Rossellini en El General de la Rovere. La adaptación de la versión española corrió a cargo de Enrique Llovet, quien seguiría colaborando con Bronston.

Muchos recuerdan la película por la presencia de Carmen Sevilla como María Magdalena, su relación con Ray fue excelente según se cuenta, se aprendió de memoria los diálogos en inglés y su voz no fue doblada en la versión original, ella misma fue a Hollywood a doblarse, aunque curiosamente en la versión doblada, María Luisa Solá le puso la voz. La interpretación suya no pasó desapercibida y la revista francesa "Cinemonde" le dedicó una portada. 

   

En el reparto encontrábamos muchos actores españoles, desde Conrado San Martín (Pompeyo), Gerard Tichy (José), Antonio Mayans (Juan), José Nieto (Gaspar), Rubén Rojo (Mateo), Félix de Pomés (José de Arimatea), Luis Prendes (Dimas, el buen ladrón), Rafael Luis Calvo (Simón de Cirene), Fernando Sancho (hombre endemoniado), Paco Morán (hombre ciego). También podíamos ver a Frank Braña, Cris Huerta o al mismísimo Paul Naschy si nos fijamos bien, incluso Fernando Rey interpretó el personaje de Abdul, pero el montaje final eliminó su presencia.

   
                                                  Paco Morán

Entre los nombres internacionales destacan Robert Ryan en el papel de Juan el Bautista, Harry Guardiano como Barrabás o Rip Torn como Judas. Personalmente siempre me ha llamado la atención la actriz que hace de Virgen María, una semidesconocida Siobhan McKenna que construye un personaje con mucha calidez humana y que siente una profunda inquietud por lo que va a suceder. Creo que de todas las actrices que han hecho este papel, ella es la que la captó mejor, ya sea por el guion, por sus dotes interpretativas o la dirección de Ray

El presupuesto se fue desbordando mientras se rodaba y Bronston necesitó más ayuda financiera, la MGM se interesó por la película, aunque exigió algunos cambios, más escenas de lucha que no fueron dirigidas por Ray sino por Charles Walters y el control del montaje final, asimismo se cambió el cartel, el cual recuerda al de Ben-Hur. De todas maneras, no se puede decir que en el resultado final no se notase la mano de Ray, escenas como el prólogo de la entrada de Pompeyo en Jerusalén, la muerte de Herodes, el sermón de la montaña, la última cena o la crucifixión llevan su sello, aparte del cromatismo tan recurrente en sus obras, ahí vemos la tonalidad roja de los romanos en contraste con la blanca

   

Volviendo al sermón de la montaña, el operador Manuel Berenguer se encargó de atar entre los olivos cables para que fueran pasando las cámaras, el travelling ya es una de las escenas más famosas de la historia. Los decorados corrieron a cargo del gran Enrique Alarcón, inolvidable el diseño de la mesa de la última cena. Entre los ayudantes de dirección estaba José López Rodero quien dirigió la secuencia de los monos en 2001, una odisea del espacio.

   

La película se rodó en lo que hasta hace poco eran los Estudios Buñuel en Madrid (Avenida de Burgos 7) y hoy son pisos de lujo (sic) debido a que TVE que los había utilizado desde el 88 y puso tal nombre decidió venderlos en el 2015. En su momento fueron los estudios más grandes de Europa, primero se llamaron Sevilla Films, Chamartín y luego Bronston al comprarlos el productor y rodar todas sus superproducciones. Es aquí donde se contruyó el templo de Salomón y todo el decorado que vemos, para los exteriores se utilizó la zona de La Pedriza en las afueras de la capital, el río Alberche pasó a ser el río Jordán 

Y claro está, no podímos olvidarnos de la partitura del gran Miklos Rozsa en la que resalta los aspectos místicos y no tanto en las marchas, para más de un crítico es su mejor obra. Como he dicho al principio, la crítica no fue muy justa, Bronston que estaba preparando El Cid y había contratado a Mario Nascimbene para la música lo despidió y volvió a contratar a Rozsa pues leía que en casi todas ponía que solo se salvaba la composición del maestro húngaro

 

11/03/2021

Picazo y su San Juan de Dios: Cuando el director de La tía Tula quiso dejar de ser intimista

Carátula de la película

Aprovechando que el calendario del pasado lunes marcaba la onomástica de San Juan de Dios y ya que estoy en Granada y es su copatrono, aproveché para repasar la película que Miguel Picazo dirigió sobre su vida, y que como pasó con la mayoría de su filmografía, pasó inadvertida. Picazo, para quien que no le suene nada el nombre, fue quien realizó uno de los grandes logros de nuestro cine, La tía Tula (1964), sin embargo tres años después su Oscuros sueños de agosto no logró tener el mismo eco, en el guion colaboraba un aun desconocido Víctor Erice que tuvo mejor suerte y que con solo tres películas suele aparecer en las listas que tanto gustan de los mejores directores. 
 

 Picazo hizo dos más que el autor de El espíritu de la Colmena, un total de cinco para ser más claros, no cuento aquí sus realizaciones de televisión. Cuando se le cuestionaba por qué no fue más prolífico contestaba con un “pregúnteselo a los productores”. Una década después de su segundo filme, su nombre volvió a aparecer para llevar a cabo la vida de Juan Ciudad (canonizado como San Juan de Dios) y cuyo título sería El hombre que supo amar. En la rueda de prensa de la presentación y ante la pregunta de qué suponía esta película, contestaba con un simple: “Mi tercera película” y ante la insistencia de quien quería saber más añadía un “Ya es bastante”.

 No cabe duda de que Picazo tenía una personalidad muy marcada y en su obra siempre hallaremos algo. En este caso quiso quitarse la etiqueta de “director intimista” y abordar una producción compleja en la que se mezclaría la historia, la religión y una biografía de un santo. El germen de la película es la biografía que Josep Cruset escribió por encargo de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios “Una aventura iluminada” en 1957 y que recibió el Premio de Biografía Aedos. En una de las publicaciones que la Orden realiza en su “Archivo hospitalario” concretamente la número 5 del año 2007 se puede leer lo siguiente acerca de esta: “libro que, sin otro mérito que la más sincera sencillez, ha cumplido su más importante misión en el hecho de haber penetrado la figura de San Juan de Dios en los ambientes intelectuales, esquivos por principio a las vidas de Santos del viejo estilo”. 



Y así, efectivamente, el libro llegó a un intelectual como Picazo, persona que no se consideraba religiosa, pero que no se podía negar a la evidencia y el compromiso de la persona a la que iba a filmar. No obstante, el director no quiso seguir al pie de la letra el retrato de Cruset ya que entendía que estaba orientada por la Orden y siguió un guion de Santiago Moncada, conocido en el cine por su disparidad en temas, desde escribir Cuando el cuerno suena o La corrupción de Chris Miller, en teatro obtuvo un gran éxito con Violines y trompetas o Cena para dos

 Escogerlo significaba que estaríamos ante una hagiografía distinta a la que el cine español nos tenía acostumbrados y efectivamente así fue, la película no sigue el mismo patrón que las vidas de santos en grandes clásicos católicos patrios como Molokai (Luis Lucia), Rosa de Lima (José María Elorrieta), Isidro el labrador (Rafael J. Salvia) o Aquella joven de blanco (Leon Klimovsky) ni tampoco en el cine religioso como Balarrasa (José Antonio Nieves Conde), El beso de Judas (Rafael Gil) o Marcelino, pan y vino (Ladislao Vajda), películas en su mayoría, con algunas excepciones, subvaloradas más por cuestión de prejuicios y  enmarcarlas en una época concreta como el franquismo. 


Picazo aportó otro tipo de cine, él decía que cogiéramos todas las películas históricas antes de El hombre que supo amar y todas las que se hicieron después y viéramos la influencia que había tenido y en gran parte tenía razón, películas como La noche oscura (Carlos Saura) sobre San Juan de la Cruz o la televisiva Teresa de Jesús (Josefina Molina) estaban más cerca de Picazo que de las producciones anteriores. Picazo con su obra quería desmarcarse desde la misma música del inicio hasta el final del llamado “cine de estampita” y sus convicciones en más de una escena fueron llevadas extremadamente.Probablemente ese sea el principal problema de por qué no tuvo éxito. 

No creo que la película tenga una segunda lectura y analice la situación que se vivía por entonces con la muerte de Franco y la Transición, aunque siempre se puede encontrar un paralelismo, el director lo que quería principalmente era elaborar una película de una época determinada como se estaban efectuando en otros países. Personalmente me gusta a pesar de sus irregularidades, es un notable retrato de la España del Siglo XVI y más concretamente de esa Granada de moriscos conversos, una terrorífica Inquisición, una Iglesia palaciega, una medicina ignorante y la más pura miseria y nulos derechos de los mendigos que no notaban la caridad de las capas más altas, gente acomodada y de los religiosos.

La Inquisición en una de las escenas más crueles del filme

Precisamente al querer retratar cruelmente este mundo, la descripción que el director hace de Juan Ciudad (así se le llamaba antes de ser canonizado) tiene más fuerza, es la historia de un hombre que denuncia las injusticias de la sociedad de su tiempo y que se comprometió con los necesitados y desamparados en un Imperio que no veía ponerse el sol, pero que carecía de la caridad. En la película veremos en más de un momento cómo acusa a su Iglesia de la falta de esta y que estuviera más obsesionada con el poder. Los diálogos que mantiene con la jerarquía eclesiástica son convincentes. El retrato de la Inquisición es cruel, aviso de que más de una imagen puede herir al espectador, se nos muestra absolutamente todo, lo mismo que en las prácticas de la medicina supersticiosa. Picazo quiso rodar con “locos” de verdad en el Hospital Real, sus escenas cuando traen a Juan Ciudad ahí, recuerdan el tremendismo de Goya.

San Juan de Dios en el manicomio (Fuente: IMDB)

Pero no todo es truculento en el filme, hay escenas emotivas, la conversación final que tiene con el preso Yusuf que me recuerda ese diálogo de Jesús con Juan Bautista en Rey de reyes, en más de una ocasión lo veremos llevando al enfermo en los brazos, evocación del cuadro que se puede ver en el Museo de Bellas Artes de Granada de Manuel Gómez -Moreno y del cual hay una copia si visitan el Museo de San Juan de Dios en Granada ubicado en la Casa de los Pisa. También lo veremos quitándose sus ropas para tapar a enfermos, enterrando a un niño bajo una intensa lluvia, o escenas en las que habla con prostitutas, gente de mal vivir que nos recordará cuando Cristo también se acercaba a estas y era criticado, de ahí que podamos verlo como a San Francisco de Asís y ser un “alter Christus”, eso lleva a pensar en las películas que hicieron de él.

San Juan de Dios salvando del incendio a los enfermos del Hospital Real de Granada (Manuel Gómez-Moreno) Fuente: Museo Virtual de la Diputación de Granada)

Para el papel del santo, Picazo escogió a Timothy Dalton que está doblado por Francisco Valladares, y fue porque le recordaba su rostro a un busto de San Juan de Dios realizado por Alonso Cano . El actor se había especializado entonces en producciones históricas que también se apartaban del estilo más blanco de las anteriores, por ejemplo fue el rey de Francia Philip II en El león en invierno, el príncipe Rupert en Cromwell, Henry, Lord Darnley en María Estuardo, reina de Escocia. Del resto del reparto, excelentemente dirigido, destaca Antonio Ferrandis en uno de sus mejores papeles como el truculento director del manicomio, Dr. Cabrales, José María Prada que nunca fallaba y que aquí compone un Gran Inquisidor implacable, Queta Claver como Inés que desborda todo su carácter, una Ángela Molina como Jazmín, una de las hijas de Yusuf, que va adquiriendo protagonismo hacia la parte final, o un Juan de Ávila dubitativo que plasma perfectamente Alberto de Mendoza, aunque doblado por Benjamín Domingo.

Busto de San Juan de Dios (Alonso Cano) Fuente: Ceres-MCU

La película se estrenó tarde y mal, hay una fecha como la oficial (24-02-77), aunque parece que en alguna que otra ciudad se había visto antes, luego hay un reestreno en Madrid en agosto del año siguiente, como podrán observar una fecha “ideal” para promocionar la obra, no tuvo suerte Picazo que por aquel entonces batallaba también con los cortes de censura de su cuarta película Los claros motivos del deseo. No acabo de entender que siendo la película más cara del cine español hasta esa fecha tuviera esta malísima distribución.

La crítica de entonces la trató muy mal, Fernando Trueba que en aquella época le gustaba imitar a Truffaut y ser el sepulturero del cine español tituló su artículo en "El País" (31-08-1978) como “Penosa superproducción” (sic). También se dice que dentro de la Orden de San Juan de Dios no gustó el enfoque de Picazo, a pesar de que durante el rodaje tuvo la supervisión de dos sacerdotes de la obra y recibió el visto bueno tras verla, pero la polémica que causaban las violentas imágenes provocó alguna que otra división. En el "ABC" del 5 -5 76, antes de que se viera en las grandes ciudades, un fraile de la Orden escribió una carta a Timothy Dalton alabando su actuación, copio un fragmento:

“Querido hermano , llevo 32 años practicando la doctrina de ese hombre que tú has encarnado y que quedará a perpetuidad en esta cinta. (…)me emocioné , gracias a ti conocerán el por qué existe un grupo de hombres que dejándolo todo siguen al que en Granada fue como la letra del disco de la misma: ¿un pillo, un loco, un santo? (...)

El DVD de esta la adquirí en "La casa de los Pisa-Museo de San Juan de Dios" de Granada porque apenas se podía encontrar en las tiendas de películas de Barcelona. En Youtube está entera en el momento en el que escribo este artículo, pero aparece y desaparece, por lo que mejor tenerla comprada.

 En fin, una película notable y de la cual también recomiendo que en su visionado observen como el director domina y enfoca las masas perfectamente, así como el retrato de los ambientes como ese mercadillo o la casa del noble. La fotografía es de Manuel Rojas, colaborador habitual en el cine de José Luis Garci y la dirección artística es de otro insigne nombre Eduardo Torres de la Fuente (El Lazarillo de Tormes, 1959). La música de Antonio Pérez Olea (Con el viento solano, 1966) es bastante singular y no acaba de amoldarse cuando se escucha por primera vez, pero está compuesta así expresamente para diferenciarse de lo que sería la partitura que uno está acostumbrado en este tipo de producciones. 

En el disco que se editó por Columbia de la música se incluían dos canciones del grupo Madroñal, aunque en la película no salen.  Pueden escucharlas en el siguiente enlace (si no pueden abrirlo, al leerlo desde un móvil, oigan la canción en el youtube que pongo a continuación) se dice que las letras están subidas de tono como el propio filme con versos como Granada cristiana, mora y medieval. Junto a cada iglesia se alza un lupanar…” 

http://lafonoteca.net/disco/el-hombre-que-supo-amar/

Portada del disco

 

 Miguel Picazo, como ya he dicho, se tomó demasiado en serio lo de realizar una película innovadora dentro del cine español, pero solo las personalidades valientes y con amor al oficio son capaces de llevar su ideal hasta el final, ojalá tuviéramos cineastas como él actualmente. Vean la película e incluso si no les gusta la primera vez, denle otra oportunidad, seguro que el juicio mejorará.

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...