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02/05/2024

Fascinación (1976)

 



Hace unas semanas pude disfrutar de nuevo del visionado de Vértigo (1958) en una pantalla grande, fue en el Centro Lorca de Granada y a raíz del nuevo ensayo sobre el film (Ficción fatal) escrito por Manuel Arias Maldonado, el cual ofreció una charla amena tras la proyección. Me alegra que se siga escribiendo sobre ella y ojalá estas revisiones lleguen también a ese público que por unos motivos u otros apenas se acercan al mundo del cine clásico.

En los días siguientes, al preparar posibles temas para este blog, me vino a la mente aquella película de Brian de Palma (Obsession) que filmó en 1976 y que aquí se estrenó con el nombre de Fascinación ya que el título de Obsesión estaba registrado con aquella de Douglas Sirk.  En su día se la consideró, más bien peyorativamente, como un remake (algo que evidentemente no lo era), aunque otros tuvieron la sutileza de decir que era una relectura o un homenaje al clásico de Hitchcock.

Recuerdo que cuando la vi por primera vez hace ya bastante tiempo me llevé un chasco, no empatizaba con su pareja protagonista, me parecía todo demasiado artificioso, aquella inverosimilitud que Hitchcock sabía presentar como real, aquí para nada se daba, era pretenciosa y ya no hablemos del final. Sin embargo, sí que me encantó la banda sonora de Bernard Herrmann y lamentaba que el maestro del suspense acabase tan mal con el músico. 


Tampoco veía en Brian de Palma a un grande, consideraba que en su filmografía tan solo la adaptación de Los intocables de Elliot Ness (1987) era la que podía llegar a ser un posible clásico con el paso del tiempo, las otras eran simples divertimentos más o menos afortunados según el estado de ánimo (y benevolencia) del que las veía y que caerían en el olvido. Tal director era del grupo de los barbudos (perdonen la referencia, pero siempre me viene a la mente esos diálogos de Wilder y Diamond sobre estos en Fedora), ahí estaban Coppola, Spielberg, Lucas, Scorsese… Él tuvo que empezar rápidamente como independiente y no gozar del respaldo de los grandes estudios, su obsesión con Hitchcock ya estaba desde el principio con Hermanas (1972), luego realiza la que se ha reivindicado como su mejor obra: El fantasma del paraíso (1974), revisión de El fantasma de la ópera en clave pop que fue un fracaso comercial y por eso cuando rueda Fascinación le cuesta encontrar financiación.

Parece que la génesis de rodarla vino tras un pase en el que vio Vértigo con Paul Schrader y decidieron crear una historia que abordara varios de los temas que ahí se daban, aunque este último fue el que se encargó finalmente del guion. Por aquel entonces, su nombre estaba muy bien considerado, había firmado el guion de Yakuza (1974) y ese año le llegaría su momento cumbre al escribir el de Taxi Driver.

De Palma quiso cuidar todos los aspectos técnicos del film, fue ambicioso, contó con el director de fotografía Vilmos Zsigmond para que creara esa atmosfera onírica y necrofílica, pero sobre todo fue contratar a Bernard Herrmann que en un principio el productor George Lito no quería ya que este prefería a John Williams, por suerte cedió y aunque probablemente Williams hubiese hecho un buen trabajo, aquella atmósfera de recordar Vértigo no se hubiera dado. Herrmann estaba ya algo enfermo, se obsesionó también con este trabajo y más tras haber sido rechazado por Hitchcock a partir de Cortina rasgada (1966), aquí venía otra magnifica oportunidad de "vengarse" (algo que ya hizo con Truffaut cuando le pidió la partitura de La novia vestía de negro (1968) y salpicar con sus notas ese suspense atormentado) le salió una de sus mejores partituras, tan romántica como siniestra y oscura.


El problema pasaba a estar en el reparto y no conseguir grandes estrellas, pocas querían actuar en un filme con un director que no había arrancado aun. En los castings, Cliff Robertson se mostró muy abierto a querer participar y aunque no tenía el carisma de actores hitchcockianos como un Cary Grant o un James Stewart, por lo menos trabajaba bien. Más dificultoso era el papel de la actriz, evocar a esa Kim Novak era tarea más bien imposible, ahí incluso contratar a una estrella bien conocida hubiese resultado contraproducente al no darle la suficiente credibilidad. Al final la elegida fue Geneviève Bujold, una gran actriz canadiense sin tener la fama merecida y que se había lanzado internacionalmente interpretando a Ana Bolena en Ana de los mil días (1969), a pesar de los grandes elogios por su interpretación seguía participando en películas más bien anodinas. Y el tercer actor fue John Lithgow, que colaboró luego con el director y que era un buen contrapunto a ellos dos.

De Palma respondía a todo aquel que le acusaba de plagiar a Hitchcock diciendo que utilizaba su vocabulario con la esperanza de que sus películas superaran su influencia. Es evidente que el director utilizó toda su sabiduría cinematográfica para que la crítica aparte de mencionar obviamente a Hitchcock se fijase en sus habilidades. Utilizó un formato panorámico que le facilitaba en más de una escena mostrar implícitamente más de lo que parecía a simple vista, ello lleva a que cuando uno la vuelve a revisar encuentre aspectos que le habían pasado por alto y que vaya gustando más.


Ya el film empieza en sus créditos con la vista de la iglesia de San Miniato en Florencia, una basílica románica de 1018 en Florencia  y que vamos sabiendo que es donde la pareja protagonista se conoció y se enamoró, iremos viendo que tal imagen se irá repitiendo, ya bien en el pastel de boda o en el monumento lapidario de su mujer e hija. La película cuenta la historia de Michael Courtland (Cliff Robertson), un importante hombre de negocios de New Orleans, cuya mujer Elizabeth (Geneviève Bujold) y su hija de nueve años son secuestradas, accede a pagar el rescate, pero le recomiendan poner dinero falso, al darse cuenta ellos tras abrir el maletín huyen con las dos, y tras ser perseguidos por la policía, chocan y mueren todos. Muchos años después, durante un viaje a Florencia con un socio suyo (John Lithgow), encuentra a Sandra en la iglesia donde había conocido a su mujer, una joven que es el vivo retrato de ella.

Es evidente que una mala realización podía suponer el suicidio artístico de un De Palma que encadenaba fracasos comerciales, aunque su nombre ha sido tachado muchas veces de comercial hay una voluntad de querer hacer una obra de autor y hasta sorprende la valentía que tuvo aquí, los paisajes de Florencia no son los típicos de película turística, la vemos ocre, nebulosa, en parte hay una contraposición cuando sale New Orleans ahí fotografiada como blanquecina. En mi primera revisión que ya han leído que fue más bien desastrosa y yo siendo un adolescente aficionado aun no tenía en cuenta todos esos aspectos, no caí en eso. Esa Florencia tal y como la retrata tiene un extraño poder hipnótico que se acrecienta cuando la sigue por esas calles oscuras y algo tenebrosas. Hay también un extraño silencio que hasta si fuéramos más allá, como cuando se hace un análisis de Vértigo, podríamos estar pensando que tal vez se nos está narrando un sueño.

La actuación de Cliff Robertson, que es bastante fría e incluso distante, va ganando enteros con las revisiones, refleja bien las tres obsesiones que se reflejan a lo largo del film: Obsesión por la esposa muerta, por el amor verdadero y poder huir de ese sentido de culpabilidad. Se nos muestra como un hombre de negocios de clase alta, pero se diferencia porque no le obsesiona el dinero, incluso mantiene diferencias con su principal socio por no querer ceder un solar que le daría grandes beneficios. Estamos pues ante un hombre con una moral considerable, ahí tiene mucho que ver Paul Schrader en la construcción de este tipo de personajes, se irá produciendo un dilema cuando conoce a la viva imagen de su mujer que irá "in crescendo" y que mejor no sigamos hablando de este para no reventar el argumento.

El personaje de Sandra se considera católica, en un momento le dice que solo hace lo que dice el Papa cuando ya entrevé que le va a pedir el matrimonio, tiene una madre que enferma en un determinado momento y la han de ver al hospital, ahí hay otro guiño a Hitchcock, es de las escasas escenas con ese humor negro que tanto le caracterizaba, le pregunta a ella si su novio tiene dinero o si es de la mafia, y como ve que no le faltan recursos le dice que se case ya.

El ritmo pausado, pero intenso en su hora y media larga, solo cortado con la persecución de la policía y el pago del rescate, también nos ayuda a adentrar en ese mundo necrofílico, mientras la veía me recordaba en algunos puntos a La habitación verde  de Truffaut. De Palma aprovecha para mostrarnos bastante cultura y arte como el añorado director francés. Ella está restaurando una Madonna de Bernardo Daddi y le comenta que tras unas humedades se ha descubierto que fue pintada encima de otra y esto abre el dilema de si hay que destrozar toda una magna obra como esta para que se pueda ver la pintura original. Esto si estuviéramos en un cinefórum daría pie a un buen debate y de paso pues podríamos pensar si realmente hay que juzgar esta película por si sola o teniendo en cuenta la clara referencia del film de Hitchcock

En otro momento evoca ella a Dante y lo lleva al lugar donde traía a la modelo que tomaba como su Beatriz para que le inspirara versos, he aquí otro tema para reflexionar y evidentemente pensar si se puede enamorar de ella sin tener que recurrir a que lo hace para revivir el amor de su esposa muerta.

También me pasa que cuando he vuelto a revisar el film pienso en el título que se le dio aquí de "fascinación", el diccionario de la RAE nos indica que es "engaño o alucinación", en la otra acepción nos habla de "encantamiento, deslumbramiento, atracción, embeleso, seducción, sugestión". Si nos vamos a "obsesión" nos dice que es una "perturbación anímica producida por una idea fija". Aunque es palpable el problema psíquico del protagonista que no ha podido salir de esa depresión, la verdad es que me gusta seguir ese “romance” como si fuera una fascinación y no tanto un problema mental. Hay momentos, como cuando visita la iglesia por primera vez desde que falleció la esposa, que tienen como una magia, incluso van más allá del sueño, es como trasportarte a otras coordenadas tanto espaciales como temporales.

Otras escenas como esa mirada contemplando el monumento funerario, la cámara girando 360º y cuando vuelve al mismo punto es el mismo lugar tras quince años son un logro, así como también las evocaciones a Rebeca con el tópico de la habitación cerrada, su fijación por el cuadro del anterior matrimonio, la lectura de la prensa, ese extraño coito no realizado y tan enigmático... Tenemos más homenajes a Hitchcock, encontraremos elementos de Recuerda, Crimen perfecto, Psicosis

Es posible que más de uno vea descaradas las trampas de guion y esgrima también la inverosimilitud, pero quizá enfrentarse a Fascinación requiere que aceptemos al menos parte de las reglas del cine y nos dejemos sumergir en todo ese mundo que al fin y al cabo no deja de ser también una evasión de nuestra propia vida.

29/10/2020

La habitación verde: Truffaut inmortal

Aprovecho estos días en que se celebra la solemnidad de Todos los Santos y de los fieles difuntos, días de visitar cementerios y recordar a seres queridos fallecidos para hablar de una película que trata el tema de la muerte. Hablo de La habitación verde, un Truffaut ya de su última etapa que en su día fue un fracaso comercial y dividió a la crítica. Adaptaba tres relatos de Henry James: “El altar de los muertos”, "Los amigos de los amigos" y "La bestia en la jungla", cabe apuntar que el novelista norteamericano, hasta su fallecimiento en 1916, había permanecido fiel al recuerdo de su amada muerta. Los relatos de James se articulan sobre la pregunta de si hay que olvidar a los muertos o permanecer ligados a ellos con sentimientos tan violentos como los que nos unen a los vivientes.

Truffaut quería mostrar en la pantalla a un hombre que se niega a olvidarlos, ¿por qué no tener el mismo rango de sentimientos por ellos que por los vivos, la misma relación agresiva o afectiva? Según él, esta película no es el culto a la muerte, sino una extensión del amor por las personas que hemos conocido y que ya no están vivas, y la idea de que tienen una permanencia: “Si hay algo que no puedo resistir es el olvido, se quiere a una persona, luego muere y se la olvida.Yo me resisto ante las presiones de la actualidad que nos devora. El personaje de mi película, que interpretó yo mismo es un caso especial (…)No se puede decir que sea un ser normal, pero ¿la pasión es normal?" 

 

Se le preguntó si La habitación verde era una película fantástica e irreal a lo que contestó que sería difícil responder con una afirmación ya que nada más real para el ser viviente que la muerte. Truffaut cuidó mucho la ambientación de la película, homenajeó también a sus muertos poniendo fotos de ellos en la capilla, especial mención merece la figura del músico Maurice Jaubert que es la que utiliza en el filme. Para la fotografía contó con el fotógrafo Néstor Almendros cuya luz de las velas transfería una excelente atmósfera poética (cuando la vean por televisión intenten tener poca luz para captar el ambiente). Almendros dice en su libro de memorias Días de una cámara que pesé a la seriedad de su tema, esta película se hizo con alegría porque el director amaba profundamente el cine y eso se transmitía al equipo. 

 

 Cada vez que veo La habitación verde pienso en si Truffaut presentía una muerte cercana que le visitaría al cabo de 6 años con solo 52 años. El tema siempre ha estado muy presente en la mayoría de sus películas, en ellas hemos visto desde muertes súbitas, asesinatos, muertes por accidente, hasta muertes como excusa, recuerden Los 400 golpes… Truffaut quiso desde un principio ser el protagonista de la película porque creo que algo tiene el personaje en ciertos pasajes de su vida y en muertes que él sintió profundamente como la de André Bazin o Françoise Dorléac. Seguramente él tendría un pensamiento más cercano al de la protagonista, pero en el fondo hay una conjunción entre ellos dos, una mezcla de Eros y Thanatos. El personaje reniega de la religión, recuerden la escena primera y el diálogo que tiene con el cura, sin embargo hay una atracción hacia esta como lo pudiera haber en la vida real, creando un catolicismo a su manera, de hecho cuando va a pedir el permiso para utilizar la capilla del cementerio y le preguntan si es católico él no dice "no", sino que expone sus ideas.

Uno de los momentos más bellos de la película es el símil que hace cuando está viendo las velas y se oye el ruido de la guerra con sus muertos como si salieran de estas, al principio de la película enfoca en los créditos, con su rostro en primer plano perdido difuminado, imágenes de la contienda. No es mi intención aquí analizar las escenas de la película, no quiero destriparla para quien no la haya visto, pero hay un momento en que él encarga un maniquí de su esposa y lo hace destrozar porque se da cuenta de que es imposible que los personajes vuelvan en vida, se siente horrorizado cuando lo ve, ahí hay una de las claves.

Recomiendo vivamente el visionado, podrán sacar varias lecturas como pasa en todo gran filme, y recordar a ese director que no solo hizo una serie de grandes películas, sino un cinéfilo que nos enseñó a amar el cine y pesé a casi ya cuatro décadas de su fallecimiento, su vela sigue encendida en cada visionado de su cine porque siempre tiene y seguirá teniendo algo que decirnos en cada uno de sus fotogramas. 

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...