Si hace una semana analizábamos un perfil femenino confuso, retratado
por un director independiente a partir de un "best seller" y que se basaba a la vez
en un caso real (Buscando al Sr. Goodbar), esta semana repetimos esquema con Historia
de una monja (1959) sobre la vida de Gabrielle van der Mal (Audrey Hepburn) vista por Fred
Zinneman a partir de la novela homónima de Kathryn Hulme e inspirada en la vida de Marie Louise Habets.
Hulme la publicó en 1956 y ya rápidamente se tradujo a 12
idiomas (aquí traducida por Rafael Santos Torroella), la Warner se hizo con sus derechos y Zinnemann
eligió a Audrey Hepburn para dar vida a la bautizada en la congregación como la hermana Lucas,
hija de un cirujano de reputación que decide dejar su vida acomodada, ser monja y poder ir de misionera al Congo Belga. El guion fue de Robert
Anderson, un dramaturgo y novelista del que se había llevado al cine hacía poco
su obra Té y simpatía que traté en este blog. Contó en la dirección artística
con Alexander Trauner (Los niños del paraíso, El apartamento), en la fotografía
con Franz Planer que ya había retratado a la actriz en Vacaciones en Roma y posteriormente lo haría en Los que no perdonan, La calumnia y Desayuno con
diamantes. La espléndida banda sonora sería de un Franz Waxman que hasta
consiguió el permiso del Vaticano para inspeccionar sus archivos musicales, estudiar el gregoriano y crear unos temas que ayudan a entender la fe de ella y sus inquietudes.
Fue uno de los papeles por los que Audrey Hepburn sentía más
cariño, la actriz era belga como la citada hermana y le tocó padecer también
los horrores de la guerra, a ello se añade el paralelismo de ambas vidas cuando ella ya
retirada del cine fue embajadora de la Unicef y visitó lugares del Tercer
Mundo como Etiopía por lo que aun emociona más ver la película para todos los
que la admiramos. Por cierto, la ex-hermana verdadera trató con la actriz y la ayudó cuando esta sufrió una caída del caballo que le rompió la espalda en el rodaje de Los que no perdonan.
A pesar de la calidad del filme y que hasta lograra la "Concha de oro" del Festival de San Sebastián, da la sensación de no ser de esos
clásicos lo suficientemente valorados, a Fred Zinnemann se le ha criticado en
varias ocasiones su estilo gélido y determinada pretenciosidad. Aquí se sirve de una austeridad narrativa en su primera parte para retratar lo que hay detrás de
esas paredes del convento y penetrar psicológicamente en la vida religiosa. El
director es muy respetuoso con esta, no hay intenciones críticas ni
halagadoras, predomina incluso un aire como de documental, conmueven escenas que hubiesen pasado por alto con otro director como, por ejemplo, cuando le cortan el pelo, cabe recordar que
Zinnemann empezó por este género y con éxito al ganar un Oscar por Benjy.
Puede chocar a más de uno el filmar con tanta minuciosidad la liturgia, pero de no ser así, la sensación sería distinta como para poder entender la dualidad de la hermana Luke y empatizar con ella. Me remito a la película de la semana pasada (Buscando al Sr. Goodbar) comentada ya que guarda un parecido, ahí había una intención clara de Brooks de retratar al personaje que encarnaba Diane Keaton mucho en los bares y enseñando con pulcritud a los niños en la escuela con detalles a primera vista insignificantes para conectar con el personaje.
La segunda parte en el Congo tiene un ritmo ya distinto, el personaje del doctor que encarna Peter Finch le da mucho juego, aparte que este le da un cinismo especial en contraste con la sensibilidad de la protagonista, al dilema de si prevalece en ella el ser enfermera antes de monja, se une el conflicto entre fe y ciencia. Es interesante observar detalles de cómo suena la campana en el convento y cómo en la misión, así como el juego cromático entre ambos lugares. Hay escenas también totalmente inolvidables como cuando vemos a ella trabajar con ese microscopio o la entereza cuando aborda su enfermedad, solo una actriz como Hepburn podía hacer creíbles sus roles y dotarles de la carga emocional requerida.
Creo que también hay el debate sobre si Historia de una monja es una película religiosa, la pregunta podría hasta parecer de Pero Grullo. Lo cierto es que es un retrato duro, pero realista de lo que significa
un tema tan complejo, y que las personas laicas no podemos tampoco entender del todo, como es la vocación religiosa. No hay nada de alegría en plan "Hermana Dominique" tocando la guitarra o Whoopi Goldberg con sus coros. Sin embargo, a pesar de las dificultades, la Hermana Lucas no pierde la fe. Reitero que Zinnemann no entra a valorar, creo que este uso no estereotipado de una monja hace de esta una de las películas donde mejor se trata a la religión (en este caso la católica) y se puede reflexionar sobre ella, resultan poco apropiados los comentarios que la tachan de todo lo contario.
Hay temas como el del padre misionero que había tenido una vida anterior con una misionera. La copia vista se presenta con un doblaje efectuado en 1984 para un pase en TVE. Deduzco, pero no puedo afirmar, que la censura cortaría algunas escenas como estas (Por cierto, la Hepburn es doblada por María Massip que años más tarde diera vida a la Madre Vicaria en Canción de cuna de José Luis Garci).
Por último, tenemos que partir también del material real, no fue el director el que decidió que ella colgara los hábitos, aunque sí nos regala un plano final tan bello como dramático en el que se refleja una mujer que a pesar de que había decidido lo que verdaderamente quería, seguiría sintiéndose fracasada.
Ordenando hace unos días las películas que tengo de Billy
Wilder, me puse a ver la que fue su primera película Curvas peligrosas de 1934, bien es
cierto que codirigida por Alexandre Esway. En más de un lugar ni se cita que su
ópera prima sea esta, sino El mayor y la menor de 1942.
Bien es cierto que no es una película excelente, ni esta a
la altura de sus grandes trabajos, pero su visionado está lleno de curiosidades,
tampoco Wilder hablaba mucho de ella, sino más bien como un ejercicio de aprendizaje
y tener que ir con cámara en mano rodando detrás de un camión.
Franz Waxman
Ya al empezar nos llama la atención de la música de un casi
desconocido entonces Franz Waxman, aunque ya mismo empezaría con grandes
partituras para La novia de Frankenstein o Rebecca. Con Wilder colaboraría en
bandas sonoras memorables como la de El crepúsculo de los dioses por la que
obtiene el Oscar, Traidor en el infierno o El héroe solitario. Aquí sus notas
suenan divertidas, con ritmo y muy pensadas para acompañar las peripecias de sus
protagonistas.
Danielle Darrieux
Y hablando del reparto tenemos a Danielle Darrieux, actriz
a la que asociamos rápidamente a los grandes filmes de Max Ophuls, aquí tenía solo
17 años, comparte protagonismo con Pierre Mingand, actor poco o nada conocido, cuyas referencias son que imitaba a Maurice Chevalier en el "Folies Bergère", y en la película aprovecha para enseñarnos ese dote.
El guion está escrito por el mismo Wilder y aunque no tenga
diálogos geniales, sí que se pueden ya ver algunas de sus señas, hay un momento
cuando ella accede a ir en coche con un hombre mayor que un camión nos tapa el
momento en que le dice que sí, esto eran esos toques a lo Wilder que seguían a los de su maestro Lubitsch, pero con esa pizca cínica habitual en él
También ya vemos el uso de un espejo cuando ella se pinta, algo que se irá
repitiendo también en sus películas. A pesar de no ser un gran guion, si
hay varias líneas que llevan bien impresa su marca, como la de cuando el
protagonista se queda sin coche y se nos dice que en París hay 500.000 coches y
uno de cada 8 uno propio, y que entonces él sería uno de cada siete que no y alguna
de esas salidas irónicas como cuando comentan otros si el personaje de Pierre
Mingand puede sufrir un accidente con tanta pasión por la velocidad y uno
contesta que no pasa nada, que su padre es médico ya le curará gratis.
El argumento es el siguiente, Henri Pasquier vive una vida
ociosa, es lo que diríamos un hijo de papá, pero un día este decide que ya no
le puede mantener y que se busque la vida para que encuentre el éxito, esto le
lleva a entrar en el mundo de la delincuencia y a robar un coche, a partir de ahí
se ve envuelto con una banda de ladrones y se enamora de la hermana (Danielle
Darrieux) del jefe.
A pesar de que Curvas peligrosas sea una película olvidada
incluso por los seguidores de Billy Wilder, tiene su importancia, entre otras
cosas porque también podríamos decir que en ella se reúnen ciertas constantes
de lo que fue la "Nouvelle Vague" y el "Cinema Verité", por lo que se adelantó a
Truffaut y Godard treinta años antes. Es también un gran documental sobre ese
París de principios/mediados de los 30, una buena colección de coches de la
época. Las tomas desde coches en marcha supusieron en su momento un rodaje
complicado y tal comenta Wilder en lo poco que habló del rodaje, fue debido a
la falta de presupuesto y no poder rodar en estudio.
En fin, esta ha sido la propuesta para esta semana, un
Wilder no considerado como tal y que merece al menos que no dejemos de decir
que El mayor y la menor es su primera realización. ¿Se imaginan si Wilder se hubiese quedado en Francia?