Dos Fords navideños
Suelen preguntarme en estas fechas por recomendaciones de películas navideñas, pero que a la vez no lo sean, o sea que es como si me pidieran una comedia para reír, pero que no se notara el humor…Bueno, hay solución para todo, recuerdo que el pasado año les recomendé Ginger y Fred de Fellini, este año elegiré a John Ford.
Y precisamente escojo dos títulos con John Wayne de protagonista, uno de los cuales no
lo suficientemente conocido, se trata de Tres padrinos (1948), basado en un cuento
de Peter B. Kyne que Ford ya había adaptado en su etapa silente. En España no
llegó a estrenarse, carezco de la información necesaria para saber exactamente
cuáles fueron los motivos, pero probablemente al salir el tema del suicidio, la
censura actuara. El doblaje que se efectuó es de 1984 y para un pase en TVE,
posteriormente se pudo ver en las privadas y últimamente en algún pase en los
westerns de la Trece.
Tres padrinos cuenta la historia de tres asaltadores de
un banco, perseguidos por un sheriff, que se adentran en el desierto donde
encuentran a una mujer moribunda a punto de dar a luz. Estrenada en 1948, año
en el que realizó su más famosa Fort Apache, se le criticó cierta sensiblería
en el tema, incluido todo un maestro libre de sospecha como José Luis Guarner
la tildó de insulsa en el plano dramático.
Pero cada visionado trae sorpresas, y al no tener esa
aureola de gran película, uno puede observarla y analizarla en busca de querer
hallar más de lo dicho profesionalmente. Más que criticarle la densidad
dramática, creo que falla algo en el hilo narrativo, pero que se ve compensado
en el excelente trato pictórico consiguiendo escenas inolvidables y es que Ford
al dirigir era como un gran pintor, en cada encuadre encuentras algo y al final
qué más da si la historia falla al lograr captar su esencia
Este cuento navideño, en el que es fácil hallar comparaciones entre los tres bandidos y los tres Reyes Magos, así como otros episodios evangélicos, tiene una fuerte carga de espiritualidad, recordemos que el salón que sale en el último tramo se llama “la taberna de la última oportunidad”.
Para todo aquel que diga que Ford está pasado de moda,
decir que esta premisa argumental se halla en Tres hombres y un biberón y
aquellas adaptaciones que luego la Disney hiciera. También en una película de
animación japonesa reciente Tokyo Godfathers, que ya en su título lo homenajea.
El otro título, ya más conocido es La taberna del irlandés (1963). Aquí si que estamos en una película muy alegre, desenfadada, vitalista... Un Ford ya de su última etapa que rodó en plenas vacaciones y uno cuando la ve, se le va la imagen de hombre rudo que tenemos en mente de él.
Es inevitable la comparación con El hombre tranquilo,
aquí también tenemos una pelea buenísima entre Wayne y Marvin que aunque se
hagan daño, sabemos que son puñetazos sin rencor. Pero aquí no hay desplegada
con tanta intensidad la nostalgia tan bien medida de aquella.
Ford aborda el tema de la mujer, algo que siempre levanta controversias, y diré aquello de que más de uno se fija demasiado en el árbol y no ve el bosque. Cierto que hay alguna bofetada, sin ánimos tampoco de ser un maltrato, sino englobada en un humor slapstick y más para parodiar el personaje masculino, además tenemos que tener en mente las coordenadas temporales y sociales. ¿Qué les voy a decir? A Ford a menudo se le tacha de conservador, efectivamente lo era, pero qué me dicen ustedes de películas como Las uvas de la ira o Qué verde era mi valle, ojalá fueran así aquellos directores que tienen fama de lo contrario y han sido incapaces de abordar esas temáticas. Ford no era machista, sencillamente porque no tenía noción sobre qué se entiende por ello hoy en día, y era capaz de filmarte una película femenina como Siete mujeres, además el personaje de Elizabeth Allen que aquí se nos presenta tiene bastante profundidad.
La película es un canto a la diversidad de creencias y razas. hay presente ese choque de civilizaciones con los recuerdos de la guerra. Los
personajes presentados son ya más bien apátridas e incluso hasta se podría hacer
una lectura quizá arriesgada de encontrar así la felicidad con ese exilio
del mar.
Ford rueda una misa del gallo en la que es imposible
que uno no suelte una carcajada, especialmente en el papel de Marvin, actor que
acababa de ser Liberty Valance y que aquí está simpatiquísimo jugando con ese tren eléctrico, así como Wayne.
Creo que ya no hace falta que defienda que era un gran actor. En los
secundarios tenemos a una siempre excelente Dorothy Lamour, actriz que merecería más recuerdo, o a un César Romero
que borda su papel mezclando su cinismo con ese toque elegante
Son películas ambas que estaría bien analizar con más
detalle en coloquios, en todo caso creo que se ajustan a lo que me piden y
pueden pasar un rato de buen cine sin tampoco perder ese espíritu navideño.
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