Dos Capras navideños que no son "¡Qué bello es vivir!

La proximidad de las fechas navideñas nos hace cada año pensar en los clásicos que por este tiempo se suelen revisar, películas como De ilusión también se vive, La mujer del obispo, Muchas gracias Mr. Scrooge, Entre pillos anda el juego o Polar Express seguro que las volvemos a ver (vean mi antiguo artículo sobre cine navideño aquí, pero hay una que reina sobre todas ellas y esa es ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra. Sin embargo, no voy a hablar de ella, sino de otras dos ambientadas en Navidad que el realizador hizo: Juan Nadie y Un gángster para milagro

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Juan Nadie (1941) trata sobre un magnate que compra un periódico y despide a casi todo el personal, entonces una periodista publica una falsa carta que lleva la firma de Juan Nadie. En ella se anuncia el suicidio de uno de los empleados despedidos. El éxito del artículo es tal que el periódico decide crear un Juan Nadie y, con este fin, contrata a un vagabundo que acaba convirtiéndose en un personaje extraordinariamente popular.  Gary Cooper que había trabajado con él en El secreto de vivir ofreció una de sus mejores interpretaciones, Capra solo lo veía a él en el papel, igualmente Barbara Stanwick estaba maravillosa, el director fue quien la hizo debutar en papeles importantes en los 30 y poder desarrollar su carrera. 

 Se trata de una parábola política como la mayoría de sus películas que seguían los principios del "New Deal" propugnado por Roosevelt para acabar con las secuelas de la Gran Depresión. Aborda los temas del sensacionalismo periodístico, la corrupción política, o la explotación de los desheredados en época de crisis social. Se estarán dando cuenta de que por desgracia son temas actuales hoy en día.

 El cine de Capra se basaba sobretodo en la creencia firme de las buenas intenciones del ser humano, los buenos sentimientos podían cambiar el mundo. Es así, pues, que la mayoría de sus filmes acaban bien a pesar de la oscuridad de sus temas. Eso hace que, a veces, público exigente no vea sus películas como realistas, sino más bien blandas, con una pérdida de perspectiva social y cierto sensacionalismo carrinclón. Tal consideración la veo injusta, una película que acabe mal no ha de ser mejor en teoría, además rodar buenos finales esperanzadores exige también un gran trabajo para que todo quede bien atado y el director era un maestro en eso.

 De todas maneras, Juan Nadie es probablemente su película más pesimista y con un final que, aunque sigue el patrón de sus obras no deja la misma sensación. Rodó cuatro finales diferentes, pero todos fueron rechazados durante las vistas previas, una carta de un miembro de la audiencia sugirió un quinto final, que al director le gustó y usó en la película terminada. El escritor Robert Riskin, su guionista aquí, tuvo la oportunidad de mostrar películas recientes de Hollywood en diversos países europeos mientras los aliados los liberaban de los nazis, pero se negó a incluir Juan Nadie, ya que veía que transmitiría una visión demasiado oscura de América.

 El hecho de que tampoco veamos esta cinta por Navidad con la frecuencia de ¡Qué bello es vivir! también nos avisa, en cierto modo, de que es un Capra singular, a ello se añade que los derechos de autor originales nunca se renovaron y pasó a ser de dominio público con copias bastante malas y ediciones cutres, aunque en España hubo una versión cuidada por parte de Versus hace unos años. 

 Así pues, el director que fue calificado peyorativamente por Juan Antonio Barden como “nuestra abuelita” era capaz también de dejarnos fríos una vez acabada la proyección y ver cómo el país de las oportunidades tampoco ofrecía muchas posibilidades.

 La otra película es Un gangster para un milagro (1961), remake de su filme Dama por un día de 1931. Ambientada en la época de la Ley Seca (1920-1933), Dave es un contrabandista de alcohol que está a punto de cerrar un trato importante con un mafioso de Chicago. Como las manzanas de la mendiga Annie siempre le han dado suerte, envía a uno de sus hombres a buscarla para cerrar la operación. Pero Annie está completamente desesperada: su hija, a la que no ve desde hace muchos años, llega de Europa acompañada de su novio y de su suegro, unos aristócratas italianos, y Annie tendrá que convertirse en una gran dama para no defraudarla. 

 

El argumento, que ha sido muy imitado en multitud de comedias, sin ir más lejos Ocho apellidos vascos bebía bastante de esta premisa, es un relato agradable donde el optimismo hace superar los convencionalismos de la trama. Su humor limpio y emotivo desdramatizará los momentos más duros de la película. Es bastante superior a su original, la cual ha perdido bastante fuerza. 

 Supuso el canto de cisne de Capra, y un enorme fracaso en el momento de su estreno que él no esperaba, su mundo parecía ya no tener cabida. Aparte de esto, no guardaba buen recuerdo del rodaje, en su autobiografía explica que la producción fue "moldeada en el fuego de la discordia y filmada en una atmósfera de dolor, tensión y aversión". Entre Frank Capra y Glenn Ford, no hubo de todas maneras una discusión real de estar enfadados, pero sí muchos puntos de vista que disgustaban al director, Ford era coproductor e impuso a Hope Lange y cambió otros detalles, no se llevaba bien con Bette Davis y discutían, según Ford él le había ayudado a que fuera la elegida para el papel, a lo que Davis llegó a escribir que "ese cabrón no me hubiera ayudado nunca a salir de la alcantarilla". Capra se quejó en su autobiografía sobre la actitud del actor, y Glenn Ford le reprochó haber esperado tanto tiempo para discutir en lugar de decírselo cara a cara durante la producción de la película. 

 

Frank Capra estaba decepcionado con el resultado final, calificándolo de "película miserable". Sin embargo, estaba más que feliz con la actuación de Peter Falk, refiriéndose a ella como "la única chispa brillante". De todas formas, creo que infravaloró el trabajo que hizo con Bette Davis que hacía un gran papel y demostraba que aun podía dar bastante, a pesar de haber entrado ya en los años de decadencia. En el reparto también tenemos a Thomas Mitchell, el médico borracho de La diligencia, o el debut de Ann Margret que logran que una película de 136 minutos pase rápido a pesar de cierta dificultad en el arranque, originalmente tenía que durar 96. 

El filme contiene además el primer uso en Hollywood de "padrino" como sinónimo de jefe de la mafia. Algunos expertos citan al jefe de la mafia Joe Valachi como el creador del término en la lengua vernácula popular, pero esta película es anterior a su testimonio. A pesar del fracaso y que se la catalogaba como naif, desfasada y anclada en un tiempo que ya había pasado, en los últimos años se fue reivindicando. En el desaparecido programa de "Qué grande es el cine" de José Luis Garci fue proyectada con grandes elogios, hablando incluso de obra maestra y Ángel Fernández Santos la elogiaba en "El País": “El explosivo contraste entre la farsa torrencial y la comedia sentimental serena, vuelven a fundirse con sorprendentes aciertos"

 

Si ven estas Navidades de nuevo "Qué bello es vivir" acuérdense de estos dos títulos, lo mismo el año que viene serán tres los Capras que deberán desempolvar.

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