Las joyas de la familia, el punto de inflexión de un autor llamado Jerry Lewis

 


Para cierta generación en la que me incluyo, más de una tarde del fin de semana era sinónimo de ver alguna película que de Jerry Lewis echaban en la televisión, ya era igual que saliera con Dean Martin o solo, nos hacía reír y matar dos horas. Con el tiempo y como si de Mercurio devorando a sus hijos se tratara, más de uno reniega de haberse divertido con él y haber comentado en el patio del colegio los gags que le hacían gracia y haber aprendido a ver cine con él, lo políticamente correcto para ser ahora un cinéfilo culto y que te aplaudan en productos como Twitter es quemar Lo que el viento se llevó, decir que Peter Pan es racista, que John Ford es un facha (sic) y mandar a Lewis al carajo. Pero yo hago lo contrario, no lo olvido, sino que quiero saber más. 

Con Lewis sucede algo extraño, en aquellos 80 y 90, donde pasó de ser el rey de la comedia al de la sobremesa televisiva, servidor empezaba el diario por detrás y leía las críticas cinematográficas en las cuales sus películas tenían una calificación altísima. "La Vanguardia" de Barcelona, por ejemplo, que no era muy dada a poner muchas estrellas, le otorgaba el mayor de los elogios, luego uno se enteró de que la crítica francesa, que había influenciado, en parte, a la nuestra, era la que había alabado mejor su obra.

 Fue el crítico Robert Benayoun, antiguo escritor surrealista del círculo de André Breton, quien en las páginas de la revista "Positif," lo calificaba como “el mayor artista cómico desde Buster Keaton”. Decía de él: “No solo es un sátiro corrosivo, sino también un colorista audaz y un malabarista valiente del efecto de sonido”. Su amor por su cine fue tanto que dirigió hasta un documental, Bonjour Mr Lewis (1982), donde grandes de la comedia estadounidense, como Woody Allen, Peter Bogdanovich o Mel Brooks, reivindicaban su nombre como uno de los mejores. (Se puede ver en Youtube, aunque la calidad de imagen es mala).

 Jean Luc Godard en “Cahiers du Cinéma” fue uno de sus máximos defensores, lo veía como “el único en Hollywood que no caía en “categorías y normas establecidas”, hasta soltó una frase algo exagerada: “Jerry Lewis es el único que ha hecho cine progresista. Ha sido mejor Chaplin o Keaton” El director francés tuvo la habilidad de no fijarse solamente en los gags, sino en los encuadres o el uso del color hasta tal punto que lo calificaba como pintor.

   

No solo se había fijado en él en su etapa como realizador, sino también en las comedias con Dean Martin, y alabar el nombre de Frank Tashlin, director del que Lewis llegó a decir que se lo debía todo. Las joyas de la familia (1965) fue su sexta realización y su último trabajo con la Paramount donde debutó en cine con Dean Martin en 1949 con Mi amiga Irma. Este dato conviene tenerlo en cuenta, el cine estaba tomando otros rumbos y la comedia otros roles, Lewis al concluirla se fue a la Columbia donde su cine seguía siendo interesante, pero poco a poco su nombre fue desapareciendo de la gran pantalla.

   

Para mí, Las joyas de la familia es una obra maestra del cine cómico y probablemente la cumbre de Lewis, he perdido la cuenta de las veces que la he visto, pero es igual. Su argumento sirve para que el director nos dé una buena muestra de sus dotes como autor, va sobre una niña rica de nueve años que ha quedado huérfana y ha de elegir un tutor entre sus tíos, todos interpretados por Jerry Lewis, pero el argumento es lo de menos, lo mejor es ver la caracterización de los personajes que encarna, la habilidad en ir componiendo gags sin cansar, la estética y cierta reflexión implícita de su obra.

 Entre los siete personajes que interpreta destaca el de Julius, el fotógrafo. Es idéntico al Julius Kelp de El profesor chiflado, le sirve para exponer su técnica cinematográfica, antes de empezar veremos todo un desfile de fotografías de modelos que recuerdan a esas mujeres que iban desfilando sin parar por la puerta de su clase y que daban rienda suelta a su fetichismo sexual. También se detiene para elaborar todo un festival de colores con el fondo que ha de emplear para esa pareja que acaba asándose. El uso pictórico en sus películas es muy importante y aquí podríamos encontrar como una especie de reflexión sobre su uso,  ya que va mostrando todos, pero acaba por escoger la pared desnuda.

   

Y es que en Las joyas de la familia, Lewis como autor y sabiendo que estaba acabando una parte importante de su carrera, elabora detalles que nos hacen meditar su obra, otros directores como Woody Allen también se detuvieron en su día e hicieron una película (Recuerdos, 1980) para debatirse qué tipo de cine, cómico o dramático, tenía que elaborar. Pero Lewis es muchísimo más implícito, la mayoría ni nos daremos cuenta de esto.

 Por ejemplo, entre sus personajes hay un payaso, totalmente serio y malévolo que repudia su oficio, Lewis utiliza el mismo maquillaje que empleó en Dos payasos en el circo (Joseph Pewney, 1954), película menor con Dean Martin pero de la que Lewis guardaba un gran recuerdo al poder interpretar a un clown. Sorprende que en Las joyas de la familia le dé una lectura tan cruel, pero todo tiene su explicación, el personaje luego tendrá su importancia, pero utilizando la impostura a través del personaje de Willard. ¿Estaba Lewis queriendo decirnos algo sobre su carrera?

Cuando en 1980 Lewis vuelve a la dirección con Dale fuerte, Jerry (Hardly working) después de nueve años, confecciona un personaje también de un payaso, salvo que aquí será uno en paro, desfasado y marginado, de nuevo habrá un reflejo autobiográfico. Quién sabe si en El día que el payaso lloró, película que Lewis no permitió que se proyectara podamos hallar más claves de su personaje y obra, seguro que sí. 


 

 Sigamos con otros personajes, el más divertido de los que encarna es el de James, el piloto. Difícil será no soltar alguna carcajada, consigue gags antológicos como el de la banda tocando dentro del avión, las maletas que acaban en la pista o el mapa volando. Sin embargo, Lewis abandona totalmente el argumento y el espectador tampoco se lo reprochará porque lo que quiere ver es al Lewis cómico. Algo parecido sucede con el de Shylock, una parodia del Sherlock Holmes que acaba teniendo el protagonismo con sus aciertos desesperados en el billar y que le dará absolutamente igual si su sobrina está secuestrada y se ha podido liberar. 

Mención aparte merece el de Eddie, un lobo de mar que chochea y que Lewis lo compone tapándose la cara y consiguiendo rasgos distintos al de su comicidad física. Sin embargo, ahí también hay un detalle, Lewis confecciona una escena con este de joven, la cual le sirve para retomar su personaje habitual, estamos pues ante otro experimento en su carrera. También hay el personaje de Bugsy, el gánster que muestra la otra cara de Jerry, malévola y desalmada. Con el personaje principal de Willard, Lewis se permite más libertad y ofrecer todos los rasgos que conocemos de él, ahí tenemos a una persona totalmente torpe, antológico será el portazo que da al principio o la escena de la gasolinera, se desdoblará haciéndose pasar por oficial y poniéndose al mando de un piloto del ejército. 

La niña será su contrapunto emocional, aunque Lewis mesura perfectamente el tema y no imprime un producto dulzón, detalles visuales como el de los zapatos al revés le sirven como elipsis y no alargar el sentimentalismo, algo que por ejemplo Chaplin hubiese explotado muchísimo más. Fijémonos que en El chico teníamos más de una secuencia para llorar, aquí no tendremos ninguna, incluso la niña (Donna Butterworth) ofrece una interpretación habilidosa, es tierna y a la vez madura.

 En el cine de Lewis, por otra parte, siempre hallamos referencias cinematográficas, la persecución del inicio del carro blindado es una especie de filme policial con música propia y corte de montaje que subrayan este carácter. Otra secuencia como la de la niña con el personaje de Bugsy evoca el cine de gánsteres, pero la más genial de todas es la que proyecta en el avión a las pasajeras, un falso filme con Anne Baxter llamado “Sustenance” en el que todo se va moviendo con los continuos vaivenes de su patoso piloto

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Lewis utiliza también el surrealismo, como ese hoyo que acaba apareciendo cuando Willard no para de andar preocupado por el jardín, la casa que se desmorona, el continuo caer de armas del saco de Bugsy, el uso de decorados abstractos, etc.

   

Recomiendo vivamente ver Las joyas de la familia, punto de inflexión en su carrera y que nos permite conocer mejor a uno de los grandes autores de la comedia, por algo era el rey.

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