Un invierno en Mallorca (1969)
La censura
del momento llegó a prohibir el guion durante siete meses escrito por Román
Gubern, el cual lo vemos interpretando al cura, algo que ya había hecho en aquella
fabulosa El certificado de Vicente Lluch. Se tuvieron que cortar las escenas que hacían
referencia a la impotencia de Chopin, el sermón del sacerdote atacando las
ideas liberalistas, una serie de conversaciones en la sacristía y una escena en
que unos niños lanzan piedras a los hijos de George Sand. No gustaba para nada
que se resucitase el tema de la España negra.
La idea de
esta película fue del mismo Camino, el cual declaraba que le gustaba el tema de
las personas encerradas en un escenario único porque en sus anteriores había bastantes
localizaciones y eso le permitía centrarse mejor y recrear un Romanticismo más allá de mostrar cementerios o ciertos sentimentalismos históricos:
La soledad de ellos, la ruptura con su tiempo, la cartuja abandonada por los
monjes tras la desamortización de 1835, el ambiente de los campesinos hostiles
ante la pareja…
Respecto a esto
último, había paralelismos con la reacción hostil que a partir de los mediados
de los 50 del siglo pasado hubo hacía los turistas que visitaban España por parte de la sociedad
más cerrada que veía mal las ideas modernas que traían. Argumentaba que aquella de 1838 no era tampoco muy distinta en lo que se refería
a las relaciones entre el artista y el pueblo.
Las veces
que he visto esta película he sentido contradicciones, las cuales incluso se
daban en la concepción de Camino y Gubern, el
primero defendía que era romántica, a pesar de todo, y de tratar el tema del atraso
de un pueblo incomprensivo con las ideas liberales de aquel momento, aunque el director
prefería llamarlas “progresivas”. Por otra parte, estaban las relaciones de la pareja
que él lamentaba que el público no pudiera ver con el tema de la impotencia de
Chopin suprimido y, por último, la forma de integrarse para luchar contra
un orden en el que no estás de acuerdo. Gubern para nada admitía que fuese romántica,
por lo menos estilísticamente, los planos tendían hacia el interiorismo, la
poca luz, cierto esteticismo en la fotografía, nada que ver con aquella Canción
inolvidable hollywoodiense que en 1945 dirigiera Charles Vidor y con Cornel
Wilde de Chopin y Merle Oberon como George Sand.
De todas
maneras, las contradicciones que vemos y sentimos tampoco hay que verlas como
un fallo de la película, sino más bien porque todo en sí así lo es. Por
ejemplo, George Sand escribía mucho acerca del pueblo, pero luego lo detestaba.
Hay una escena en que enseña a los niños qué es una revolución, luego tiene una
discusión con Chopin ya que le reprocha su falta de actitudes comprometedoras
que más tarde tuvo de manera más evidente.
En un pase privado al que estuvo invitado Arthur Rubinstein declaró que “ella era una mujer dura y absorbente, sobre todo una
egoísta. Eligió Mallorca porque convenía a la salud de sus hijos”. No le gustó
el perfil del Chopin que se dio ya que lo veía muy triste y, según él, era un
hombre chistoso y ocurrente, un bromista. También comentó que él
no era romántico, sino un calculador, sí que lo eran Beethoven y Schuman, pero
él no. Sobre los nocturnos
explicaba que había cogido el nombre de un compositor desconocido.
Recomiendo
revisar la película ya que disfrutarán también de su música,
y por otra parte, conviene fijarse prácticamente en cada frase y en cada encuadre
porque nos estará diciendo más de lo que vemos, probablemente es posible que hasta
lleguemos a conclusiones que para nada estaban pensadas, pero eso es otro atractivo, así como la excelente obra de Camino, un director
por el que siento aprecio y que me gusta tratar.
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