Gracias por seguir levantado, Groucho

Cada agosto se celebran los aniversarios luctuosos de tres grandes: Marilyn Monroe, Elvis Presley y Groucho Marx, esto nos sirve para refrescar la memoria y en el caso del último volver a reír con sus películas. Las efemérides son la excusa perfecta para hablar de alguien y si es de Groucho aun lo hacemos con más ganas. Teniendo en cuenta los tiempos tristes e inciertos que corren, recurrir al humor surrealista de él y sus hermanos es una buena medicina para ir sobreviviendo. Su nombre real era Julius Henry Marx, nació en Nueva York un 2 de octubre de 1890 en el seno de una familia de inmigrantes judíos, era el cuarto de seis hermanos. Con Chico, Harpo y Zeppo debutan en el cine después de un exitoso paso por el teatro con Los cuatro cocos (1929). Tras la que para muchos es su obra maestra Sopa de ganso (1933) firman un contrato con la MGM que se inicia con la que quizá sea su película más popular Una noche en la ópera (1935), el esquema se va repitiendo luego en posteriores películas. Personalmente siempre me han gustado todas las de los Marx excepto la fallida Amor en conserva (si se puede considerar como una película de ellos, claro). Groucho en solitario después no tuvo mucha suerte y salió en algunas películas que estaban a años luz de su talento, una lástima. Se barajó su nombre para el papel del médico de El apartamento, pero Wilder no lo veía muy claro. Guardo muy buen recuerdo de aquellos sábados por la tarde en lo que antes se llamaba “Primera sesión”, en la que emitían una de ellos cada mes en los 80, fue una especie de ciclo encubierto que me dio la oportunidad de ver prácticamente todas y descubrirlos, luego las fui recuperando gracias a que se fueron editando en VHS y luego en DVD. Actualmente apenas se ven por las televisiones. Quisiera hacer mención de los actores de doblaje que tuvo, a Groucho en versión original es muy difícil seguirle por lo que no era tarea nada fácil. La voz que yo prefiero es la de Vicente Bañó, admiro también otros dobladores que tuvo como Josep Maria Angelat, pero creo que el primero le dio un toque personal y una ironía que el segundo tenía de diferente manera, recordemos que Angelat era la voz sobretodo de Louis de Funes, trabajo que hizo perfectamente. Bañó seguía más el estilo del gran José María Ovies cuyos doblajes no se han guardado muchos. (En el primer vídeo la voz es de Angelat, en el segundo de Bañó) Hay quien cree que los Hermanos Marx no tuvieron un gran director, a excepción de Leo McCarey en Sopa de ganso , pero ellos funcionaban solos: Harpo sería el elemento surrealista, Chico hacia el diálogo hilarante con Groucho, luego había los números musicales de ellos, Groucho cantaba, Chico tocaba el piano y Harpo el arpa. Y sobretodo había los encontronazos entre Groucho y Margaret Dummont, de la cual él dijo que no se enteraba de nada. Una vez el cine de los Marx fue perdiendo espacio, quedaron para la posteridad las apariciones de Groucho en televisión y sus geniales frases, en muchas de ellas podemos ver un fiel reflejo de nuestros políticos, por ejemplo, en la de “Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”. La política la definía de esta manera: “Es el arte de buscar problemas, encontrarlos en todas partes, diagnosticarlos incorrectamente y aplicar las soluciones equivocadas.” Seguramente más de uno estamos pensando en varios nombres al leer esto Groucho sabía reírse de todos y de él mismo, ya dijo que “Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo”. En la década de 1950, fue invitado a realizar un recorrido por la Bolsa de Valores de Nueva York. Mientras estaba en la cabina de observación, tomó el auricular del sistema de megafonía y comenzó a cantar "Lydia the Tattooed Lady". Al escuchar el silencio que venía del piso de negociación, apareció ante la vista, los comerciantes le dieron un fuerte aplauso y gritó: "Señores, en 1929 perdí ochocientos mil dólares en este piso, ¡y tengo la intención de obtener el valor de mi dinero! " Durante quince minutos, cantó, bailó, contó chistes y, durante todo este tiempo, el indicador bursátil de Wall Street se quedó en blanco. Precisamente esa pérdida de dinero le acarreó problemas de salud como un insomnio crónico del que jamás se recuperó. Durante bastantes años nos hicieron creer que en su epitafio se leía “Perdone que no me levante”, pero parece que no es verdad. Han pasado 43 años de su muerte y no hacía falta que pidiera disculpas porque bien levantado sigue estando.

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