Fahrenheit 451, el punto de inflexión de Truffaut

 


En una retrospectiva dedicada al cineasta François Truffaut en la Filmoteca de Cataluña, se organizó una mesa redonda, de aquellas que duraban dos horas y que todo cinéfilo gozaba sin mirar el reloj. Hablo de ya hace algunos años, imagínense que era aun en el desaparecido Cine Aquitania de Barcelona. Me ha venido a la mente esta, pues al tratarse de la semana del día del libro, pensé que era buena idea elaborar un post de Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury que el cineasta francés adaptó y que significó un punto de inflexión en su carrera, por primera vez usaba el color, rodaba en inglés y trabajaba para una “Major” como la Universal. 

En aquella mesa redonda, cuando llegaba el momento de opinar sobre esta, uno de los componentes dijo que era un filme “que en su momento nos descolocó”, ya que se imaginaban que seguiría los cánones de la "Nouvelle Vague". Creo que es injusto que se diga que Truffaut la traicionó y que quiso apuntarse a lo comercial, el director francés supo analizar los tiempos y sobre todo respetar al público, que es quien paga y ve. Su cine siguió siendo notable, llegaba a todo tipo de públicos, algo que en Godard, por ejemplo, no sucedía ni sucede. Los dos rivalizaban en esas fechas con una película de ciencia ficción, Godard con Alphaville, y él con esta. El primero elaboró una película compleja, con un reparto atractivo, ahí teníamos al olvidado Eddie Constantine y a la recordada Ana Karina, pero poco se habla de ella por su pretenciosidad y por confundir al respetable con una sucesión de ideas caótica, apta únicamente para sus seguidores. 

Truffaut, en cambio optó por la novela mencionada y le salió una película que, aunque dividió a la crítica, uno la entiende y capta sin necesidad de recurrir a lo críptico. Bien es cierto que la novela es excelente, Bradbury también sabía conjugar los estilos, nos mostraba ese mundo futurista en el que los bomberos salen a quemar libros, y aparte de entretener, hallábamos más de una coincidencia con la nuestra contemporánea. Como todo libro que es llevado a la pantalla grande, tendremos el típico comentario de que no acaba de reflejar la novela, ya saben: que esta es mejor que la película, que si le ha quitado un capítulo, que dónde está tal personaje, etc. Esto más de una vez lo he comentado, por lo que me ahorraré dedicar varios párrafos a lo que es el lenguaje literario y el cinematográfico, aunque sí quiero aclarar, antes de continuar, que Truffaut capta muy bien la esencia del mensaje de Bradbury, y eso es en definitiva lo que importa cuando un libro es llevado al cine. 

El propio escritor en una entrevista en 1988 de Sophie Darmaillacq para “Liberation” publicada en "La Vanguardia" decía sobre el filme: “Está muy logrado. En particular, el final es uno de los más bellos de la historia del cine, y eso es de Truffaut, no es mío”. Sin embargo, años más tarde y al querer Mel Gibson llevar la novela de nuevo al cine, Bradbury escribió un guion de esta, y decía lo siguiente: “La película de Truffaut dejó fuera cantidad de cosas que estaban en mi novela, y que yo ahora volveré a introducir, así que esta versión será mejor. Truffaut era perezoso, torpe y arrogante, tenía ese defecto de los franceses que se creen que lo saben todo, y se pasan el día diciendo “yo lo sé”. Lo cual, por cierto, hace de mí una persona muy francesa” (La Vanguardia, 18-06-96). 

Por cierto, Gibson al final la rechazó, el papel parece que iba para Tom Cruise, en el 2018 se rodó una que no he visto, pero veo que en el guion no interviene Bradbury y los comentarios no son muy buenos. Lo cierto es que Bradbury no paró de contradecirse, algo normal cuando un escritor ve su obra en manos de otro, en el estreno de 1966 le envió a Truffaut el siguiente telegrama alabando su película: “Qué raro es para un escritor entrar a una sala de cine y ver su propia novela fiel y excitantemente contada en la pantalla. Usted me ha devuelto el regalo de mi propio libro traducido a un nuevo medio conservando el alma del original. Estoy profundamente agradecido”. El director francés le respondió muy humildemente: “Debo decirle con franqueza ahora que ha terminado nuestra larga y común aventura de Fahrenheit 451 que fue excitante, pero a menudo me sentí apabullado por el alcance del proyecto. Quizá fui muy ambicioso y temí que mi esfuerzo y talento no fueran iguales a los de su trabajo” 

 Ciertamente, Truffaut no lo pasó nada bien durante el rodaje, tener que rodar fuera de Francia y en inglés, idioma que no sabía, le provocó problemas. Pero lo peor fue el comportamiento del actor Oskar Werner. Según explica el director, fue el único actor a lo largo de su carrera con el que discutió, en más de un plano tuvo que utilizar a un doble ya que no aceptaba según qué situaciones, y para colmo se cortó el pelo expresamente para que se notara al final de la película un error de continuidad. Ignoro si con los años harían las paces, lo cierto es que, si se fijan, en La habitación verde está en una de las fotos de sus muertos queridos, aunque Werner falleció en 1984

La película es excelente, así como la novela, es de aquellas que van muy bien para que, en edad adolescente, uno empiece a aficionarse por los libros y meditar. Cuando estudiaba en el instituto, cada uno traía una novela y se iban intercambiando, yo opté por esta y tuvo bastante éxito entre mis compañeros, recuerdo que en la portada estaba Cyril Cusack que hace de capitán Beatty. Por aquella época, la película apenas se pasaba por televisión, he buscado y he encontrado solo un pase en TVE en 1974, estaba editada en VHS y recuerdo que la compré con bastante ilusión en un videoclub que estaba en la C/ Vergara de Barcelona ya desaparecido. Luego apareció el DVD con un material extra sin subtitular, no es que sea una gran copia, pero respeta el formato y es mucho mejor que el Blu-ray (copia que pasan las plataformas) con un abuso de haber limpiado excesivamente la imagen de grano. Ya, al empezar, opta por unos créditos originales en los que no hay nada escrito como referencia a ese mundo sin lectura.


 

Algún que otro crítico señala que la película ha envejecido mal, no estoy muy de acuerdo, incluso me atrevería a decir que ha pasado lo contrario, sin ir más lejos las televisiones que salen son idénticas a las actuales, la obsesión por un mundo que solo ve la “caja tonta” y programas de nula calidad, está muy presente en este mundo actual.

   

La única pega, pero ya no es asunto del director, es que Bradbury no pensó que habría internet, más de uno dirá que no salen las redes sociales, sin embargo, esas interacciones con esos programas, las charlas superfluas entre amigas, el aceptar como verdad lo que es falso sin ni siquiera comprobarlo, no deja de tener la misma raíz.

Truffaut jugó inteligentemente con Julie Christie al darle dos papeles, por una parte, la mujer del protagonista y por otra, la profesora de la que Montag se enamora. Precisamente, es muy inteligente ese uso de las miradas por las que el bombero empezará a sentir atracción hacia ese mundo prohibido de las lecturas, hay un momento en el que a Montag le dicen que lo van a ascender, cuando va a ver a su mujer, esta ni siquiera lo mira, solo está pendiente de esa pantalla de televisión, incluso después le dice que con el dinero comprará otra. Con la maestra pasa todo lo contrario, empiezan a hablar, y sí se miran,  una pregunta de ella sobre si ha tenido la tentación de leer uno de los libros quemados es lo que le lleva a empezar la curiosidad.



   

 Truffaut contrató para la película a Bernard Herrmann, el músico habitual de Hitchcock en los 50 y 60, pasaba por un mal momento ya que habían roto su relación tras rechazar el mago del suspense su partitura para Cortina rasgada. Esto no pasó por alto para el director francés, que como sabrán ya, era un devoto de sus películas y por eso tenemos ese magnífico libro de entrevistas que todo cinéfilo tiene en su estantería. Su partitura bellísima le da un toque de gran lirismo y suspense, hay momentos en que uno piensa que es de Hitchcock ya que evoca sus constantes. Por otra parte, si se fijan, en anteriores películas de él ya había ese toque de suspense,  el montaje de escenas y el ritmo de La piel suave, que a pesar de no ser de ese género, lo parecía.

   

Momentos cumbre son la quema de libros, el departamento legal de la Universal le dijo que no utilizara ediciones verdaderas por posibles demandas, Truffaut no hizo caso por suerte. Ver cómo se van quemando esos títulos provoca una de las sensaciones más extrañas que un espectador pueda tener, por una parte, está rodado con una belleza absoluta y por otra te pone la gallina de piel como diría Johan Cruyff al ver cómo van desapareciendo. Por cierto, el primer libro que se ve escondido en una lámpara es El Quijote.

   

Muy recomendable este Fahrenheit 451 donde Truffaut también trata el tema de la carencia, en Los 400 golpes, Doinel crecía sin cariño, en El pequeño salvaje el niño carecía de lenguaje, aquí carecemos de libros y de cultura y si siguen con su filmografía verán que el tema aumenta. Qué mejor idea que recurrir a su cine para no carecer tampoco nosotros de lectura y de paso amar más la literatura, nunca se sabe si en un futuro también seremos hombres-libro.

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