Aproveché estos días en Barcelona para visitar la exposición del centenario de Fellini en el Mercado del Born coorganizada por el Istituto Italiano di Cultura y el Born CCM. De apariencia modesta, se pueden encontrar materiales de valor como carteles originales, fotografías, dibujos personales o vestuario de alguna de sus películas como Il Casanova.
Esta muestra viene acompañada de una serie de actividades paralelas en determinados días como el pequeño espectáculo de Fellini: "Texturas y artes" donde el "Trío Marcel Casellas" rememora el ambiente felliniano con la música de sus películas, más el acompañamiento de la magia y un ambiente onírico.
Libro de Jorge Grau. Fuente: Amazon
Se trata pues de una exposición bastante recomendable, no tan grande como la que se exhibió en diferentes Caixafórums, pero que al menos contribuye a mejorar la cultura de una ciudad que con el paso del tiempo se ha impersonalizado demasiado.
Hará ya 36 años que el director de La Strada visitó Barcelona por primera vez gracias al empeño de su amigo, el director Jorge Grau, el cual había escrito el libro Fellini desde Barcelona que relacionaba la estética de la ciudad con el mundo del director, algo que él no lo creyó, pero Grau insistió en que si hubiera vivido en Barcelona, Las noches de Cabiria sucederían en la Calle de las Tapias. Hay en la web de "Televisió de Catalunya" una excelente entrevista, que Jaume Figueras le realizó entonces y que se puede ver de manera íntegra en el siguiente enlace.
No sé si esta Barcelona actual se podría comparar con Fellini: la suciedad abundante, su olor a orín, patinetes eléctricos saltándose las normas delante incluso de la misma Guardia Urbana, o la sensación de ser extranjero en tu propia ciudad, tal y como nos decía la canción de Sabina utilizada en aquella Sinatra de Betriu, son elementos cada vez más frecuentes, por desgracia.. Esta deshumanización daría más bien para una película decadente, una especie de Muerte en Venecia de Visconti en busca de la belleza , mientras la ciudad va languideciendo.
Incluso desde el propio mundo de la cultura tampoco hay mucha autocrítica por el estado de la ciudad, prevalecen otros dichosos temas que no hace falta citar por lo repetitivos y cansinos que resultan.
Quizá sí que el mundo felliniano se podría plasmar en Barcelona en una especie de Amarcord que como bien sabrán viene a significar algo así como “recuerdo nostálgico”, ya que el presente mejor olvidarlo, aunque es inevitable que la ciudad, a pesar de lo mal que está, la llevemos dentro.
Pero seamos optimistas, al menos hasta el 9 de enero próximo, la ciudad estará mejor con esta exposición y quién sabe si a algún director, en un futuro, se le ocurre hacer un remake de Los inútiles. De momento los supervivientes de este parque temático se refugian en lugares como la Filmoteca, aquella cuyas salas se construyeron en un sótano de lo que antes llamábamos barrio chino y que al salir sigue recordando Las noches de Cabiria. ¿Lo vería felliniano esta vez él?
Hay directores que tienen la desgracia de ser
recordados por solo una película, este puede ser bien el caso del recientemente fallecido
Josep Maria Forn. Solo hace falta mirar las noticias de la semana pasada donde
se titulaba que había muerto el director de La piel quemada, incluso su propio
nombre quedaba relegado por el del título en cuestión.
Forn comenzó su aventura cinematográfica en 1948
gracias a Ignacio F. Iquino como meritorio de rodaje, luego sigue
como ayudante de dirección, en el IMDB le encontramos ejerciendo esa función
con durectores como Jerónimo Mihura (Me quiero casar contigo, 1951),o con Francisco Rovira-Beleta (Once pares de
botas, 1954). También como supervisor de guiones de Apartado de correos 1001
(1950) o Hay un camino a la derecha (1953).
Tal experiencia le lleva a dirigir su primera película
en 1957 con el título de Yo maté, no he tenido la oportunidad de visionarla y
tampoco creo que sea fácil de encontrar. Su siguiente título al año siguiente es
francamente notable: Muerte al amanecer y también conocida como El inocente, la
tienen editada en DVD en una restauración que le hace justicia. El director adaptaba la novela de Mario Lacruz, del que
hablé en mi post sobre la película Gaudí. Era un film de aquellos con trama
confusa, llena de giros y con una excelente ambientación de aquella Barcelona
negra que tan buen cine proporcionó. Fue su primer filme con la productora Teide Films
que él había comprado y el rodaje estuvo lleno de problemas económicos y legales
Después de esta sigue con otras de las que tampoco he tenido la oportunidad de ver, se llora mucho
cuando alguien muere, pero poco se le reconoce en vida...Una de estas y que tiene muy buena pinta, ya
me permitirán la vulgar expresión, es la que dirigió en 1961 con guion de Rovira Beleta y
que se llamó La vida privada de Fulano de Tal con Fernando Fernán Gómez de
protagonista. A pesar de que incluso hasta escribí a la Filmoteca para ver si
la pasaban en el centenario de Rovira Beleta, da la sensación de ser un filme totalmente invisible
Sigue luego con películas de cine negro de aquellas
que la Betevé (la tele local de Barcelona) nos deleita los domingos: ¿Pena de
muerte’ (1961), Los culpables (1962), La ruta de los narcóticos (1962). En 1964 adapta una interesante obra de Alejandro
Casona, La barca sin pescador, que la rueda en Sant Pere Pescador, se ha podido
ver en Youtube a falta de que tampoco alguien la editara o nos la ofreciera por
televisión.
Pero es en 1967 cuando su nombre será recordado con La
piel quemada. Hablar de la película nos llevaría a otro artículo, ya conocen la
historia y aquella singular pareja compuesta por Antonio Iranzo y Silvia Solar. A pesar
de la fama, hubo en su momento división de críticas, incluso, según cuenta
Esteve Riambau en Antología crítica del cine español (p.643), un simulacro de
juicio en el desaparecido Cine Balmes de Barcelona donde el crítico Joan
Francesc de Lasa actuaba como defensor y el músico Joan Pineda como fiscal. El
director del cine tuvo que cortar la luz para evitar que el debate subiera de
tono tras la negativa de la escritora Maria Aurèlia Capmany a hablar
castellano.
La defensa de Lasa salió victoriosa y es un filme que
aun hoy en día causa debate, con un guion bien calculado y todo un documento
histórico de la época. Los hay que lo ven como una defensa de la inmigración andaluza y la defensa de una Cataluña acogedora, otros que los ridiculiza y que la imagen que se presenta de los catalanes es cerrada y prepotente...Estos debates no dejan de mostrar que es una gran película de la que siempre se puede sacar algo. Como curiosidad, fue el filme que ilustró un interesante debate sobre
Cataluña en el programa La Clave que contó ni más ni menos que con Jordi Pujol entre los invitados,
el cual felicitó al programa por su emisión.
Después de La piel quemada, el director probó con una
adaptación de la novela de Manuel de Pedrolo, La respuesta que la censura no permitió
estrenar y estuvo archivada hasta el 1976.
Ford dejó momentáneamente la dirección y fundó y presidió el "Instituto de cine catalán", aunque en 1979 logra un gran éxito de taquilla, no así de crítica con Companys, procés a Catalunya, algunos vieron una imagen no del todo objetiva, el director no quiso ofrecer una biografía completa de él, sino centrarse en sus últimos días. A pesar del
respaldo del público, no vuelve a ponerse detrás de la cámara. En 1987 es
designado "Director general de cinematografía" del "Departamento de cultura" de la
Generalitat hasta 1991 donde volvió a dirigir, esta vez con una inofensiva
comedia titulada Ho sap el ministre?, en 1998 vuelve con Subjudice, película que pocos
vieron, y luego volvió a acercarse a otro Presidente de la Generalitat con El coronel Macià. Se despidió con un documental en el 2015 que llamó El problema catalán.
Coincidí con él en varias presentaciones en la
Filmoteca, también el Texas en un pase especial sobre La piel quemada. Lo
encontré una persona afable, didáctica, respondiendo a todas las preguntas y
muy cercano. Personalmente, creo que Forn sería más reconocido si hubiera continuado
con ese cine de los 50 y 60. Eligió otros caminos y cada uno es libre de ello. Pero no cabe duda de que con su desaparición se nos va un
gran cineasta cuya filmografía ha de recordarse como es debido.
Hace unos
días, mientras repasaba los estrenos, di sorprendentemente con una de la que no
había oído absolutamente nada, se trataba de Claret, la película, biopic del
santo dirigido por Pablo Moreno, realizador especializado en cine religioso. Se
tenía que estrenar el año pasado conmemorando el 150 aniversario de su muerte,
pero por culpa del COVID hubo que esperar un año más.
Remarco lo
de la sorpresa, pues siendo una película española, no hay apenas información de
ella en programas de televisión ni de radio, salvo aquellos que sean religiosos
o vinculados con la Iglesia como la COPE o la TRECE. He aquí un problema doble:
por una parte, el de nuestros informadores cinematográficos que deberían, se supone, informar de todo aquello que se estrena, les guste o no. Y por otro lado, el
del cine religioso que da la sensación de estancarse solo para un público
creyente.
Más de uno
me dirá que este cine goza de buena salud, y de hecho con ciertos datos podrá
corroborar su afirmación: Hay mucha más cantidad que en los tiempos que tales
películas gozaron de una edad de oro, sin embargo, no logran la trascendencia de
aquellas. Vidas de santos como las de San Juan Bosco o San Felipe Neri que van
mucho más allá de su obra, han sido tratadas como anodinos telefilmes,
pensados para ser exhibidos únicamente por televisión o en alguna sala
parroquial. Resultan agradables e interesantes de ver, pero no van más allá de
una realización plana que con el paso de los años acabarán olvidándose.
Un hombre para la eternidad (1966) Fuente: Amazon
Atrás quedan
esas grandes películas como Un hombre para la eternidad, Becket, Monsieur
Vincent, Francisco, juglar de Dios, La pasión de Juana de Arco… que siguen visionándose
en las principales Filmotecas y que son recordadas por distintas generaciones
sin la necesidad de pertenecer a ninguna religión. Por tanto, acudí a ver
Claret, la película con el miedo de encontrarme con los defectos que veo en
este cine, aunque había algún dato que me llevaba a pensar que estaría por
encima de la media actual.
Pablo Moreno
lleva década y media dirigiendo, con la experiencia que ha ido adquiriendo
mejora, no ya solo en el guion, sino en el aspecto técnico del que sigue
habiendo carencias, pues ha de saber moverse con un presupuesto modesto. Muestra
sensibilidad y atención con sus proyectos, creo que es conocedor de las virtudes
y defectos del cine religioso y con Claret logra una madurez que puede ser el
inicio de una carrera que le lleve, por fin, a superar esta barrera que se ha
interpuesto entre este cine y la crítica.
Para
empezar, la película logra ampliar el espectro de un círculo reducido de
espectadores, y nos muestra la curiosa investigación que Azorín (Carlos Cañas)
hizo del santo y todas esas biografías en el siglo pasado, que por intereses
oscuros tergiversaron la vida de este y de la que el escritor también cayó en
el error, no hablando como debiera de Claret en su libro La voluntad(1902).
En 1938, supo rectificar en un artículo publicado en "La prensa" de Buenos Aires el
22 de mayo y vio las injusticias que se habían acometido contra él y que también
era de aquella quimérica "Tercera España".
Fotograma de la película. Fuente: Claret La película
Así pues,
entre este trabajo del escritor, el cual lo vemos cercano, mostrando sus temores
a su mujer, preocupándose por el "guerracivilismo" que se palpaba o charlando con
su amigo Pío Baroja, se va intercalando la vida del santo, desde sus inicios en
la rama del textil, para casi inmediatamente ya verlo con el hábito y fundando
su congregación, años más tarde será nombrado Arzobispo de Cuba.
En esta
etapa el director se detiene más tiempo, personalmente me hubiese gustado más
una profundización de los primeros años, pero el biopic no permite pararse demasiado
y una vez analizado todo el metraje se logra entender donde ha tenido que
resumir para conseguir un metraje que sigue siendo generoso, pero equilibrado.
Vemos al Padre Claret siguiendo sus principios, lucha contra la
esclavitud, encuentra enemigos incluso desde dentro, pero no le merman para
nada, hay escenas bastante conseguidas y un esfuerzo considerable en el actor
que lo interpreta, Antonio Reyes. Bien es cierto que no le vemos predicar
mucho, en eso el Santo era todo un maestro, pero puede responder esa falta a no
querer recargar el filme y hacerlo más ligero buscando más público, que el ritmo narrativo no cese, y buscando unas imágenes que valgan más que mil palabras.
Es
precisamente ahí, donde uno se da cuenta de que esta vez no se ha hecho una
película abusando de la tópica hagiografía, algo que sucede en otras actuales y que a veces hasta logra conseguir el efecto contrario de lo pretendido, sino
que el propio espectador ya se va dando cuenta de quién era el Padre Claret y
empatiza con él. Moreno logra un filme valiente en su terreno, sabiendo mezclar
la objetividad con la emotividad, criticando donde debe, aun sabiendo que puede
comportar algún malestar entre su público más ortodoxo. En todo el metraje
podemos ver las luces y sombras de esa Iglesia que Claret quería renovar y que
en más de una ocasión era y es incapaz de aplicar las palabras de Jesucristo de
“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”
Fotograma de la película. Fuente: Claret, la película
La película aun
se hace más interesante en el momento en que es llamado a ser el confesor de la
Reina Isabel II (Alba Redondo), a esta la vemos retratada como infeliz, débil,
desdichada, sola… Se nota que ha habido un gran trabajo ahí detrás de
investigar y saber componer un perfil indicado, más de una escena resulta conmovedora como los diálogos que mantiene con el santo o cuando se moja en el mar, como símbolo de intentar encontrar una pureza, aunque su ropaje no se lo permita.
Ingeniosamente, Pablo Moreno va
trazando paralelismos entre aquel revuelto siglo XIX, las guerras carlistas, el
liberalismo, etc. y el ambiente que generó la Guerra Civil del 36, el clímax va
subiendo y la película crece. Es de agradecer, que no tome
partida por ningún bando, ya digo que el director muestra, luego el público ya
opinará, no hay el maniqueísmo tan pesado que suele tener el cine español ya
sea desde un bando o desde el otro.
Así pues, el
espectador atento conseguirá empatizar con el Padre Claret, perfecta la escena
en su primer diálogo con la Reina, vemos claramente que es un trabajo que no
desearía ni desea, pero ante todo está la obligación también de cumplir con lo
mandado, y el de saber estar con la persona, sea un rey o un esclavo, y lo
veamos con aura o sin ella.
Claret se ve
obligado a acompañar a la Reina en el exilio, Azorín también tuvo que coger
otro tren e irse, el director los empalma y ciertamente se nos pone un nudo en
la garganta. Los paralelismos de tales acciones no dejan de ser una lección de
historia y una reflexión del problema de las dos Españas que por desgracia sigue
estando ahí.
Fotograma de la película (Fuente: Claret, la película)
Bienvenida
sea esta Claret, la película. Ojalá nuestros tan queridos informadores
cinematográficos le hubieran prestado la atención requerida. Azorín, que fue
también un gran aficionado al cine, supo rectificar, esperemos que sigan su
ejemplo. Sin duda alguna cabe felicitar a Pablo Moreno por su trabajo a contracorriente y que nos siga deparando sorpresas en su cine, seguro que sí.