Delirios de grandeza (La follie des grandeurs, 1971)
El próximo 16 de noviembre es el día internacional del
Patrimonio Mundial y este nos sirve de excusa para visitar entre otros la
Alhambra, pero podemos recurrir también, valgan las distancias, al cine. El
escenario ha servido para todo tipo de géneros, desde Violetas imperiales (1952) a
Simbad y la princesa (1958), y también comedias como Delirios de grandeza que comento hoy.
Primero de todo, hemos de fijarnos en su director Gérard
Oury (1919-2006), el cual comenzó como actor de teatro, pero en 1965 consiguió
un gran éxito dirigiendo Le corniaud (El hombre del cadillac) que popularizó a
la pareja De Funes-Bourvil, el segundo aparecía como un ingenuo buen hombre
capaz de creerse todo mientras el primero aquí hacía de malo (pero simpático,
gruñón y en el fondo otro buen hombre). Consiguió el favor del
público, pero aun sacaría más provecho en 1966 con La grande vadrouille (La gran juerga) un
titulo ya mítico del cine francés que se mantuvo durante tres décadas como la
película francesa más vista.
En 1969 rodó El cerebro, una comedia en su día popular y hoy
marginada en las programaciones, repetía Bourvil, pero no Luis de Funes, los
protagonistas eran Jean Paul Belmondo y David Niven. Cuando se pudo volver a
idear un guion con la pareja de Funes-Bourvil, murió prematuramente este y en
una cena del director con Simone Signoret le sugirió que contratara a Yves
Montand, aunque el actor ya tenía algo de experiencia en papeles cómicos en el
cine estadounidense, se amoldaron diversas partes de la historia.
Delirios de grandeza es una parodia del drama romántico de
Victor Hugo Ruy Blas, la acción se desarrollaba en España a
finales del siglo XVII. Ruy Blas, un plebeyo joven y pobre se vuelve
sirviente de un hombre poderoso que sufrió un ultraje a causa de la reina y juró vengarse. Utiliza al sirviente aprovechando su necesidad, pero sobre
todo, el amor que éste siente por la bella soberana.
El guion también firmado por Oury y por sus colaboradores
habituales en sus comedias como Danièle Thompson y Marcel Julian apostaban por
presentarla de forma cómica e incidiendo mucho en la estética del vodevil. Por
otra parte, Louis de Funes estaba en su salsa y le veíamos en plena acción con
sus muecas habituales y su voz de cascarrabias. Montand, en cambio, salía muy
bien parado de este retorno a la comedia, su personaje estaba muy bien
equilibrado y creíble, aunque el mayor problema era sustituir a Bourvil, algo
imposible, por lo que a pesar de los esfuerzos queda cierto regusto vacío.
A pesar de que alguno puede estar pensando por qué me pongo
a hablar de estas comedias, le diré que, entre otros, tuvo de seguidores a ni
más ni menos que a François Truffaut, el cual mandó una carta a Oury a raíz del
estreno de El hombre del Cadillac y le escribió que él amaba esa película. Por
otra parte, la cinemateca francesa exhibió un ciclo dedicado a De Funes hace pocos
años y sus películas se fueron remasterizando y recuperando. En España cabe
recordar que rompía taquillas (superó el millón de espectadores en su estreno en nuestro país), muchos lo veían como el Paco Martínez Soria
francés y cabe recordar que tenía ascendencia sevillana.
Precisamente Delirios de grandeza está rodada en España,
aparte de la Alhambra, podemos ver El Escorial, El cabo de Gata, el desierto
de Tabernas (Almería) o Toledo. Y en su reparto aparecen actores como Alberto
de Mendoza como el rey, una sucesión de “Grandes de España” compuesta por Don
Jaime de Mora y Aragón, Eduardo Fajardo, Antonio Pica, Joaquín Solís…Como
bailarina tenemos a La Polaca que acababa de rodar El amor brujo con Rovira
Beleta.
Cuando empieza Delirios de grandeza parece que estemos ante
el inicio de un western con sus diligencias, persecuciones, planos aéreos, una
música de Michel Planareff que parece sacada de un espagueti western...
Inevitable ya sonreír en los primeros gags y en escenas bastante conseguidas
como la procesión de Semana Santa, la bomba en el cojín o la escena inicial.
Sin pretensión alguna de ir más allá de lo cómico, sino simplemente (que ya es mucho) de pasar un rato de lo más entretenido y agradable, les recomiendo que vean Delirios de grandeza y fíjense también en cómo tomaron de modelo Las meninas de Velázquez para la configuración de los personajes. En el DVD que tengo aparece el siguiente comentario publicado en el ABC el 4 de mayo de 1972: "Un film gracioso, divertido, reconfortante, de lo que de vez en cuando nos hacen falta para desintoxicarnos de esa droga sutilísima que es la magnificación de la Historia."
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