Una tumba al amanecer (Counterpoint, 1967)

 


El calendario nos marca que este 22 de noviembre es Santa Cecilia, la patrona de los músicos y como suele ser habitual aprovecho la ocasión para traer una película relacionada, en años anteriores hablé de Ensayo de orquesta o de aquella biografía no convencional de Chopin que dirigiera Jaime Camino, Un invierno en Mallorca.

Esta vez le toca el turno a Una tumba al amanecer (1967), traducción un tanto desafortunada de Counterpoint (Contrapunto) dirigida por Ralph Nelson (director que cité al hablar de El último homicidio e interpretada por Charlton Heston, Maximilian Schell, Kathryn Hays y Leslie Nielsen (sí, el teniente Frank Drebin de Agárralo como puedas)

El argumento es lo suficientemente atractivo, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), una famosa orquesta sinfónica norteamericana, que está en Europa para entretener a las tropas aliadas, es capturada en el frente belga por los alemanes. Los músicos son trasladados como prisioneros a un castillo medieval, cuyo jefe es el General Schiller (Maximilian Schell), autoritario militar y gran melómano. Schiller le propone al director de la orquesta, el prestigioso concertista Lionel Evans (Charlton Heston), la posibilidad de salvar sus vidas a cambio de que interpreten para él un concierto exclusivo durante una reunión de altos oficiales alemanes. Sin embargo, los principios éticos de Evans le impiden doblegarse a la voluntad de un nazi. Su obstinación pondrá en peligro a todos los miembros de la orquesta.



El problema principal de la película es que muchos que se acercan a ella pueden quedar decepcionados, por una parte, se aleja del modelo tipo La gran evasión y hay cierta pretensión de querer mezclar aspectos del cine entonces de ensayo con la fórmula más comercial. Ya el título original nos daba una pista, pues ese “contrapunto” no deja de evidenciar lo que vamos viendo según avanza el metraje. Por otra parte, tenemos dos personalidades muy distintas, la del director de la orquesta y el general nazi, pero a la vez unidas por la megalomanía, el primer enfrentamiento entre ellos es el mejor, cuando van resaltando las características de sus nacionalidades.

Por otro lado, la película carece de exteriores incluso el tono mayoritario empleado es sombrío, hay una estética también de contraponer esa nieve con la oscuridad de ese castillo. Tampoco hay la utilización de cierto humor para descargar el dramatismo de la historia, hay momentos duros y densos. Las músicas están muy bien empleadas y consiguen mantenernos en suspense.

La película se inspira en una novela de Allan Sillitoe (que escribió tal y como recuerdan en varias ediciones la de Sábado noche, domingo mañana o La soledad del corredor de fondo), es una adaptación muy libre ya que esta se ambientaba en la Guerra Fría con un conflicto que involucraba a las tropas de una nación no especificada de Europa del Este. En el guion se contó con nombres más famosos en la televisión como James Lee (Raíces) o Joel Oliomsky (Kojak). Parece ser que este se reescribió varias veces sin tener en cuenta al director y ello puede ser la causa de cierta irregularidad en el ritmo narrativo.

Y es que no resulta fácil a partir de ese enfrentamiento inicial, conseguido como he dicho antes, ir repitiéndolo, pero cambiando de tono, algo así como estar escuchando una gran sinfonía con sus distintos acordes. Interesante, pues, trasladar lo que sería el lenguaje musical al cinematográfico.

Heston está inmenso, hasta se pasaba 5 horas diarias ensayando la quinta sinfonía de Beethoven, también escuchamos a Tchaikovsky, Brahms, Schubert o Wagner. Como “contrapunto” Maximilian Schell es un general germánico y fanático que quiere que los presos den un concierto solo para él y como otro “contrapunto” (de ahí el título original) hay el coronel de las SS que quiere ejecutar a los músicos sin remordimiento alguno.

Una tumba al amanecer acaba resultando una rareza, tan irregular como interesante de ver y que incluso se desconoce bastante en la filmografía de Charlton Heston. La verdad es que si quieren disfrutar de música clásica pues lo van a pasar bien y de paso aprovechar para reflexionar cómo el arte puede vencer los instintos más negativos de cada uno.

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