Ginger y Fred (1985): El último gran Fellini

 

Entramos en diciembre, acabamos un año extraño y olvidable, en el mundo cinéfilo ha habido la celebración de varios centenarios importantes, entre ellos el de Federico Fellini. No quisiera acabar este funesto 2020 sin hablar algo de él, y por ello recurro a una película que ocurre en Navidad y de la que no se suele citar cuando se recurre a su excelente filmografía, se trata de Ginger y Fred. La película es de 1985, casi se podría decir que es su última gran obra, aunque tampoco creo que esté bien que yo lo diga, servidor no ha podido ver Entrevista (1987) o su último filme La voz de la luna (1990), películas difíciles de encontrar.

 Ginger y Fred suponía también el retorno de Giulietta Masina al cine, con su marido hizo probablemente sus mejores películas, aunque hay quienes prefieren la segunda etapa felliniana más barroca y con ese concepto de “felliniano” ya más desarrollado. Este es un filme mucho más accesible que obras anteriores, pero a la vez plenamente cargado de esa connotación tan propia que creó. En una de las pocas visitas que el director hizo a nuestro país, el director Jorge Grau le enseñó el Parque Güell de Barcelona y Fellini quedó encantado, hasta tal punto dijo que quizá había que revisar qué significaba “felliniano”, que para él era “algo hecho con exceso, imprevisible , onírico , si se da un sentido positivo puede resultar halagador , pero si se da una acepción negativa puede resultar demencial "

La película está ambientada en el mundo de la televisión , trata sobre dos ex bailarines de claqué que eligieron como pseudónimo el nombre de los dos célebres artistas: Ginger Rogers y Fred Astaire. Por cierto, tras el estreno de la película en Estados Unidos, Ginger Rogers demandó la producción y a los distribuidores por "apropiación indebida e infracción de su personalidad pública". El caso fue desestimado, y la sentencia indicó que la película se refería a ella y a Astaire solo de manera indirecta. Fellini no entendió por qué hubo tal denuncia, malas lenguas dijeron que era para dar publicidad al filme, otras en cambio que fue cosa del agente de la actriz para ganar dinero. 

 

Fellini hace desfilar a multitud de dobles de pacotilla por el programa especial navideño como Ronald Reagan, Clark Gable, Marcel Proust, la reina de Inglaterra, mafiosos esposados, un fraile que levita, enanos que bailarán El relicario, el propietario de una vaca con 18 tetas,  personajes que podemos encontrar en cualquier programa de Tele 5 hoy en día y que sin duda alguna serían fellinianos en su concepción negativa.

 El director aseguraba que no era una crítica directa a la televisión, al menos en el primer guion así no era, cuesta un poco tomarle seriedad a esta afirmación, Fellini iba cambiando el guion a medida que iba rodando, él siempre fue muy crítico con la caja tonta . Llegó a decir que "La televisión no es más que un medio de distribución que, aunque difunde películas, las deforma, las mutila; le deja al espectador, en el mejor de los casos, un sentimiento de complacencia algo turbia y un voyerismo barato. Ciértamente, se me puede objetar que soy poco creíble porque he hecho películas y spots para la televisión, y espero poder seguir haciéndolos. Pero en ningún momento he pensado que trabajaba para la televisión y que todo lo que hacía sería retransmitido por esa pequeña pantalla lechosa". Ciertamente, el director dirigió varios spots que cuando uno los ve piensa en aquella canción de La Trinca sobre los anuncios que decía: “Lástima que los corten para dar programas”. Si Fellini levantara la cabeza y viera lo que hacen hoy en día con las películas… 

 

Fellini hablaba así de su cinta: “Es la historia divertida de dos artistas bailarines en el ocaso , que tienden a defender lo que conocen del mundo y a rechazar lo que es nuevo, temen quedarse fuera del rayo de luz donde la gente continúa expresándose y amando . Es el desconcierto , la alarma , la melancolía de acercarse a una cierta edad negándose a considerarse habitantes de aquella dimensión. No se tratará de una parodia o una crítica a la televisión , sino de la narración de personajes desfasados del todo . Además ¿quién sabe cómo será mi película?” 

El director soltaba perlas en sus ruedas de prensa como al hablar de cómo debían ser los presentadores de TV: “Hasta su sexo deberá ser incierto , porque un presentador de televisión no debe ser ambiguo , pero si asexuado “ (16-2-85, El País). “Para encontrar al locutor de televisión tendrá que tener la elegancia y la impersonalidad de una lavadora, por su cara deberán pasar entusiasmo , indignación , alegría , responsabilidad , ceremonialidad, tristeza. Deberá ser coloquial y distante, familiar y misterioso , afable y gélido

   

Como pueden observar Fellini tenía las ideas muy claras sobre la televisión, él reconocía que la veía: “La televisión es parte de nuestra vida, no se puede discutir, si acaso hay que ver cómo consumirla. Yo no voy contra la televisión , sino contra el teledependiente , y quiero desvelar un cierto sentido onírico hacia esta caja que nos impone el silencio y también sistemas de vida alienantes y que ha roto la capacidad de sugestión de las imágenes que tiene el cine”. (Avui, 28-6-85).    Leyendo estas palabras y viendo la película siempre he sacado la lectura de un Fellini mucho más amargo que en otras, la decadencia del cine italiano se palpaba ya en los 80, había pasado de ser una de las grandes industrias a tan solo darnos alguna que otra alegría de tanto en tanto, el mundo de Cinecittà era también ya decadente. la televisión lo había dominado todo y los cines cerraban. Hoy tras 35 años seguimos con el dominio de la televisión, y más concretamente de la telebasura. 

Otro tema del filme era el refugiarse, característica de mucha gente que vivió épocas de penuria económica, curiosamente el cine musical de la pareja Astaire-Rogers será homenajeado también con pocos años de diferencia en la década de los 80 por Woody Allen en La Rosa púrpura de El Cairo y por Herbert Ross en su musical Dinero caído del cielo, también visto como un cine que permitía soñar y afrontar la vida con algo de esperanza.

 

Así sentía el director ese cine: “En Milán, nuestra provincia, en los años 30 y 40 llevábamos una vida pobre y gris, separados de la cultura por los fascistas, los católicos bajo la Iglesia y los curas, y sobre todos nosotros Mussolini. Y en la otra orilla , la vida representada por el cine norteamericano, por personajes como Ginger y Fred, que habitaban en un país que para nosotros parecía feliz . Era como soñar con los ojos abiertos , huir de nuestra mediocre realidad.” A pesar de la crítica a la televisión, la Rai contribuyó con parte de la financiación, en parte podría ser vista como una defensa de la televisión cultural en contra de la televisión de Berlusconi que imperaba en Italia, en el final una voz en off dice que hay más de 60 cadenas de televisión, en el año 85 solo teníamos los dos canales de TVE y alguna autonómica como TV3 en Catalunya. 

Otra curiosidad de la película es su retrato de Roma, aquí sale dilapidada, fantasmagórica, con el hotel ultramoderno y a la vez siniestro. La ciudad ya no ofrece su belleza como si ya la gente no se interesara por ella tampoco, sino por los vulgares programas de televisión. Fíjense que el director saca todas las calles llenas de basura que las junta con spots, así mismo en cualquier espacio cerrado hay una tele encendida. 

La crítica reaccionó bastante bien, y el público también, obviamente no fue una película para hacer cola, pero tuvo su eco particular en su momento, a pesar de haber quedado hoy algo olvidada cuando se habla de Fellini. Ángel Fernández Santos la definía así: “Una sencilla y triste historia de amor , construida con ternura y sentido de lo indirecto, sobre una diatriba bastante pesimista contra la marcha actual del mundo, esta diatriba se concibe a través de la visión que Fellini tiene del fenómeno de la televisión (…) a la que el cineasta italiano ataca con una dureza y un desprecio próximos a la ferocidad” (15-2-86, El País)

 Recomiendo desde este blog recuperar esta película, que se vuelve más moderna al encender la televisión que hemos de padecer.

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