Centenario de Alberto Closas

 


En este año lleno de centenarios en el cine español, llega el de Alberto Closas este 30 de octubre. Como desgraciadamente cabía esperar, poco eco está teniendo. Tales efemérides no dejan de ser una excusa, o si lo prefieren un pretexto para poder recordar la obra de alguien y darla a conocer a aquellos que la ignoran. 

España, que tiene muchas virtudes, cuenta entre sus principales defectos el de no saber reconocer ni cuidar a sus artistas, es algo que ya he comentado en más de una ocasión en estas líneas y que se puede contrastar rápidamente.

En el caso del actor al que le quiero dedicar hoy estas modestas líneas, se le conoce sobre todo por ser quien daba vida al padre de La gran familia, filme que algunos subvaloran por cierta apología de la familia numerosa y exaltación de la clase media. Se trata, en lo cinematográficamente hablando, de una notable película, llena de momentos entrañables que sabía combinar inteligentemente la comedia con el drama y en el que su director Fernando Palacios, al que perdimos demasiado pronto, supo imprimir sus habilidades.

Pero su filmografía fue más allá, después de su exilio por la Guerra Civil y al retornar a España, protagoniza Muerte de un ciclista (1955) de Juan Antonio Bardem, uno de nuestros grandes clásicos. Su filmografía, sin embargo, se nutrió más de un cine popular, pero con esa calidad añorada en nuestros tiempos como bien podría ser La fierecilla domada (Antonio Fernández-Román, 1956), un Shakespeare conseguido, incluso superior del que realizó Zeffirelli o Todos somos necesarios de Nieves Conde, título que gracias al espacio de La 2 de "Historia de nuestro cine" se ha podido recuperar para goce de todos los que reivindicamos el cine clásico español.

A esta sigue la excelente Distrito quinto de Julio Coll en 1958, uno de los máximos exponentes del cine negro barcelonés y
del que aun esperamos que Tarantino nos diga si la había visto o no. Basada en una obra de teatro de Josep Maria Espinás: És perillós fer-se esperar, Closas llegaba a la cumbre de la interpretación

Vinieron luego la espléndida El baile de Edgar Neville, María, matrícula de Bilbao de Ladislao Vajda, Usted puede ser un asesino de José María Forqué… El éxito de la citada La gran familia le lleva a ser un rostro omnipresente, en 1965 hasta estrena cinco películas…

Pero Closas tenía también en mente sus otros amores: el teatro y ese Buenos Aires que tan bien le acogió en un momento muy difícil y que tal y como recordaba el actor, en ningún momento le preguntaron si era de un bando o de otro, en aquella América acudió en Chile a la "Escuela de Arte Dramático" de Margarita Xirgu, la popularidad del cine nos hace olvidar que Cosas era más un actor de teatro. De hecho, vivió siempre a caballo entre la capital de Argentina y Madrid. Más de uno se sorprendió cuando en 1990 interpreta una serie en perfecto catalán para TV3: Sóc com sóc, ya que bastantes ignoraban que el actor había nacido en Barcelona.


Recientemente un libro escrito por sus sobrinos Francis Closas y Silvia Farriol, A un paso de las estrellas, nos cuenta detalles prácticamente desconocidos como que su padre Rafael Closas estuvo en la Generalitat tanto con Maciá como con Companys y que era un defensor de la causa republicana. En el prólogo se dice que "la memoria del actor no debe perderse  lentamente entre el olvido y la memoria".

Precisamente una de sus facetas más queridas, el teatro, le lleva a regentar el Teatro Marquina de Madrid que construyó en 1957 junto con Jaime Castells y Alfredo Mata o el Avenida de Buenos Aires, al que vio arder en 1979, una de las experiencias junto a la muerte de su padre que jamás pudo olvidar. Y es que un actor que tiene en su repertorio a nada menos que Lorca, Casona, Alberti, Mihura, Wilde, O´Neill, Shakespeare lo ha de saber vivir bien desde dentro, incluso es famosa la anécdota de un enfado que tuvo en TVE porque alguien abrió una puerta en un rodaje y él se desconcentró. Ese alguien se supo con el tiempo que fue el mismísimo Adolfo Suárez.

Su presencia en el cine fue a menos ya en los 70 por dedicarse a estas otras pasiones, no obstante aun nos dio interpretaciones para recordar, aunque fuera de secundario, en Esquilache o El maestro de esgrima, aparte de sus incursiones televisivas

El tabaco, otra de sus pasiones, le ocasionó un cáncer al que le plantó cara en todo momento hasta el 19 de septiembre de 1994 cuando muere en Madrid. Para estos, cada vez más acusados, cuatro gatos que aun reivindicamos el cine español clásico, quedará siempre en el recuerdo y a pesar de que no seamos muchos, es un afecto sincero y sin necesidad de esperar a efemérides para hablar de él. Sigamos, pues, cuidando de nuestros actores, de lo contrario, quedarán en el olvido.

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