Servidor os desea una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo, que los Reyes Magos os traigan muchas cosas, si no ahora, durante el 2022 y que superemos de una vez esta pandemia, así como otros problemas de los que nadie habla y que también están ahí.
Volveré después de fiestas, agradezco vuestra lectura, comentarios y difusión de este modesto blog que lo que pretende es sencillamente que améis el cine y en más de un caso aquellas películas de las que no se suele hablar. Mi correo ya sabéis que está abierto a cualquier comentario, sugerencia, etc.
Os recomiendo que leáis estos posts de otros años por estas fechas con ilusión dejé aquí impresos
Suelen preguntarme en estas fechas por recomendaciones
de películas navideñas, pero que a la vez no lo sean, o sea que es como si me
pidieran una comedia para reír, pero que no se notara el humor…Bueno, hay
solución para todo, recuerdo que el pasado año les recomendé Ginger y Fred de
Fellini, este año elegiré a John Ford.
Y precisamente escojo dos títulos con John Wayne de protagonista, uno de los cuales no
lo suficientemente conocido, se trata de Tres padrinos (1948), basado en un cuento
de Peter B. Kyne que Ford ya había adaptado en su etapa silente. En España no
llegó a estrenarse, carezco de la información necesaria para saber exactamente
cuáles fueron los motivos, pero probablemente al salir el tema del suicidio, la
censura actuara. El doblaje que se efectuó es de 1984 y para un pase en TVE,
posteriormente se pudo ver en las privadas y últimamente en algún pase en los
westerns de la Trece.
Tres padrinos cuenta la historia de tres asaltadores de
un banco, perseguidos por un sheriff, que se adentran en el desierto donde
encuentran a una mujer moribunda a punto de dar a luz. Estrenada en 1948, año
en el que realizó su más famosa Fort Apache, se le criticó cierta sensiblería
en el tema, incluido todo un maestro libre de sospecha como José Luis Guarner
la tildó de insulsa en el plano dramático.
Pero cada visionado trae sorpresas, y al no tener esa
aureola de gran película, uno puede observarla y analizarla en busca de querer
hallar más de lo dicho profesionalmente. Más que criticarle la densidad
dramática, creo que falla algo en el hilo narrativo, pero que se ve compensado
en el excelente trato pictórico consiguiendo escenas inolvidables y es que Ford
al dirigir era como un gran pintor, en cada encuadre encuentras algo y al final
qué más da si la historia falla al lograr captar su esencia
Este cuento navideño, en el que es fácil hallar comparaciones
entre los tres bandidos y los tres Reyes Magos, así como otros episodios evangélicos, tiene una fuerte carga de espiritualidad, recordemos que el salón que sale en
el último tramo se llama “la taberna de la última oportunidad”.
Para todo aquel que diga que Ford está pasado de moda,
decir que esta premisa argumental se halla en Tres hombres y un biberón y
aquellas adaptaciones que luego la Disney hiciera. También en una película de
animación japonesa reciente Tokyo Godfathers, que ya en su título lo homenajea.
El otro título, ya más conocido es La taberna del irlandés
(1963). Aquí si que estamos en una película muy alegre, desenfadada,
vitalista... Un Ford ya de su última etapa que rodó en plenas vacaciones y uno
cuando la ve, se le va la imagen de hombre rudo que tenemos en mente de él.
Es inevitable la comparación con El hombre tranquilo,
aquí también tenemos una pelea buenísima entre Wayne y Marvin que aunque se
hagan daño, sabemos que son puñetazos sin rencor. Pero aquí no hay desplegada
con tanta intensidad la nostalgia tan bien medida de aquella.
Ford aborda el tema de la mujer, algo que siempre
levanta controversias, y diré aquello de que más de uno se fija demasiado en el
árbol y no ve el bosque. Cierto que hay alguna bofetada, sin ánimos tampoco de
ser un maltrato, sino englobada en un humor slapstick y más para parodiar el personaje masculino, además tenemos que tener en mente las coordenadas
temporales y sociales. ¿Qué les voy a
decir? A Ford a menudo se le tacha de conservador, efectivamente lo era, pero qué
me dicen ustedes de películas como Las uvas de la ira o Qué verde era mi valle,
ojalá fueran así aquellos directores que tienen fama de lo contrario y han sido
incapaces de abordar esas temáticas. Ford no era machista, sencillamente porque
no tenía noción sobre qué se entiende por ello hoy en día, y era capaz de filmarte una película femenina como
Siete mujeres, además el personaje de Elizabeth Allen que aquí se nos presenta tiene bastante profundidad.
La acción acontece en unas Navidades, donde los amigos
ya retirados del Ejército pasan su tiempo en la taberna de Donovan, lugar donde
discuten, pelean, se liberan de la monotonía de la vida tropical… Es entonces
cuando llega esta bostoniana que busca a su padre y eso provocará una serie de
problemas ya que tuvo mestizos con otra mujer.
La película es un canto a la diversidad de creencias y razas. hay presente ese choque de civilizaciones con los recuerdos de la guerra. Los
personajes presentados son ya más bien apátridas e incluso hasta se podría hacer
una lectura quizá arriesgada de encontrar así la felicidad con ese exilio
del mar.
Ford rueda una misa del gallo en la que es imposible
que uno no suelte una carcajada, especialmente en el papel de Marvin, actor que
acababa de ser Liberty Valance y que aquí está simpatiquísimo jugando con ese tren eléctrico, así como Wayne.
Creo que ya no hace falta que defienda que era un gran actor. En los
secundarios tenemos a una siempre excelente Dorothy Lamour, actriz que merecería más recuerdo, o a un César Romero
que borda su papel mezclando su cinismo con ese toque elegante
Son películas ambas que estaría bien analizar con más
detalle en coloquios, en todo caso creo que se ajustan a lo que me piden y
pueden pasar un rato de buen cine sin tampoco perder ese espíritu navideño.
Aproveché el pasado puente no para compras compulsivas, sino para ver buen cine. En estas fechas, las diversas televisiones nos ofrecen una serie de telefilmes insulsos navideños para ir rellenando las parrillas rutinarias. En plataformas y otros canales se puede ver cine más clásico o por lo menos estrenado en salas.
Consultando la TCM vi que daban El bazar de las sorpresas (1940) de Lubitsch, es un título que no tiene la fama de otros de él como Ser o no ser o Ninotchka, pero que está a la misma altura y tiene a James Stewart y Margaret Sullavan de pareja protagonista.
Tienes un email. Fuente: Filmaffinity
La primera vez que la vi fue en el espacio de Garci de "Qué grande es el cine", ahora llamado "Classics". A finales de los 90 fue objeto de un remake actualizado aprovechando la química de la pareja Tom Hanks y Meg Ryan y dirigida por la malograda Nora Ephron que no estaba mal.
Es una película ambientada en estas fechas prenavideñas, basada en una pieza teatral húngara llamada Perfumería de Nikolas Laszlo .
Seguramente, sin esta adaptación cinematográfica no conoceríamos nada de ese autor y es que Lubitsch logra darle protagonismo a todo su reparto y la hace interesante en todo, ahí está el jefe de esa pequeña aunque entrañable tienda llamado Matuschek que a pesar de su carácter frío y calculador intenta suicidarse al saber de una infidelidad de su mujer. Entre sus empleados tiene a un fanfarrón llamado Vadas o a Pepi, un repartidor que busca protagonismo y llegar más alto.
Stewart como siempre muestra otra de sus interpretaciones geniales, su rostro capta enseguida todo, y qué decir de Margaret Sullavan, actriz excelente e injustamente olvidada con una gran carrera.
Todos estos dan lo máximo en una producción que sin la firma del gran Lubitsch hubiese pasado desapercibida. Fíjense cuando la vean en el estilo y el ritmo, así como esos diálogos que tan pronto pasan de mostrar un humor cínico a un dramatismo, en la doble lectura de muchos de ellos o en la composición de escenas como la de la cita en el café que recuerda al Tú y yo de McCarey en sus dos versiones, así como el final con una gran puesta en escena en la cual la conversación entre ellos dos va desgranando todo. Lubitsch estaba muy orgulloso de ella y escribió lo siguiente: “jamás hice un filme en el cual la atmósfera y los personajes fueran tan reales como este. realizada en 26 días con un presupuesto muy molesto, la obra quizá no fuera sensacional pero tuvo bastante éxito” (Carta escrita a H.G. Weinberg, 1947).
En aquel viejo verano. Fuente: Filmaffinity
Pero volvamos al remake y no para hablar de Tienes un email, sino de En aquel viejo verano (1949), más de uno no sabrá qué título es este, hablamos de un filme de Robert Z. Leonard, un director algo anodino que tuvo fama al rodar El gran Ziegfeld (1936). Aquí la pareja está compuesta por una Judy Garland que ya atravesaba muchos problemas en su vida privada y su pareja era Van Johnson, otro actor que quizá ha ido cayendo en el olvido, cabe recordar que incluso Woody Allen lo rescató para La rosa púrpura de El Cairo.
La película es agradable, dulce y blanda, quizá demasiado... Omite todo el capítulo del intento de suicidio y la infidelidad, se sustituye por un equívoco con un violín. No tuvo apenas éxito, las canciones que se intercalan no llegan a memorizarse y el director calca muchos planos de Lubitsch.
Sin embargo, tiene un ingrediente que hace que cualquier cinéfilo la vea y retenga: la presencia de Buster Keaton,
En aquellos años, trabajaba de asesor de la MGM para comedias, de ahí diversos gags de Los hermanos Marx en el oeste que nos recordaban a El maquinista de la General. Keaton había sido despedido en 1933 de la Metro y fue precisamente con este En aquel viejo verano que volvió como actor para estos estudios, sus anteriores participaciones en el cine sonoro fueron bastante desafortunadas.
Fíjense en un dato, en los créditos del inicio sale su nombre en pequeño seguido de otros sin ninguna distinción, lo cual nos provoca tristeza e indignación, pero así era Hollywood y de Keaton pocos se acordaban.
Aquí creó diversos gags como el del violín o el destrozo del sombrero de la Garland a cargo de un patoso Van Johnson que es lo mejor de la película.
Peter Bogdanovich en su excelente documental de El gran Buster lo recuerda. Así pues, no estaría mal que al programar El Bazar de las sorpresas junto a Tienes un email, se le diera una oportunidad a esta película que cuenta también con la peculiaridad de ver a Liza Minelli por primera vez en el cine, aunque siendo un bebé en brazos de su madre.
Créditos finales de Saul Bass para West Side Story, musical de Leonard Bernstein con letra de Stephen Sondheim
El pasado viernes revisaba West Side Story, al acabar leí en las noticias que había fallecido Stephen Sondheim, que precisamente fue el letrista de este musical, ya no podrá ver cómo le ha salido a Spielberg su nueva versión que estrena el mes que viene.
Contaba el músico ya con 91 años, fue con el musical de Leonard Bernstein mencionado cuando su nombre empezó a ganarse hueco, escribió las letras también para Richard Rodgers en Do I Hear a Waltz y para Jules Styne en Gipsy.
Sus musicales más famosos fueron, entre otros A Funny Thing Happended on the Way to the Forum (1962), Company (1970), Follies (1971), Pacific Overtures (1976), A Little Night Music (1973), Sweeny Todd (1979), Merrily We Roll Along (1981), Sunday in the Parck with George (1984), Into the Woods (1987), Assassins (1990) o Passion (1994) .
Su nombre era más famoso en el teatro que en el cine, pero en el séptimo arte disfrutamos también mucho con él ya desde ese “A Thing Happended…” aquí llamado Golfus de Roma que tuvo una divertida versión cinematográfica en 1966 de la mano de Richard Lester y rodada en España.
Lester, sin embargo, no la reconocía como propia debido a sus conflictos con el productor que cambió bastantes elementos. El humor de esta película era una mezcla entre las comedias de Plauto, el humor inglés representado por Michael Crawford, el judío por Zero Mostel y el mudo por Buster Keaton en su última aparición.
El director supo disimular el origen teatral de la obra y situó los números en espacios abiertos, exprimiendo bien el lenguaje cinematográfico. Como curiosidad, se utilizaron los decorados de La caída del Imperio Romano para recrear aquella Roma.
Pero no solo se dedicó a los musicales, en 1972 escribió el guion junto a Anthony Perkins de una película que incluso hoy en día resulta peculiar, se trataba de El fin de Sheila, una intriga a lo Agatha Christie irónica.
Hizo sus pinitos como actor en el telefilm June Moon al año siguiente, le compone la música a Alain Resnais en Stravinsky o escribe la canción "I Never Do Anything Twice" para la película Elemental Dr. Freud de Herbert Ross (1976).
En 1977 su musical Pequeña música nocturna es llevado a la gran pantalla por Harold Prince con recibimiento frío por parte de público y de crítica, ahí tenemos a Liz Taylor cantando la inolvidable “Send in the Clowns”, una de las mejores canciones jamás escritas y versionada repetidamente por estrellas.
En 1981 escribe parte de la partitura de Rojos de Warren Beatty junto a Dave Grusin, con el director repetiría en Dick Tracy componiendo varias canciones, entre ellas “More” o “Sooner of Later (I Always Get My Man) cantada por Madonna por la cual se llevó el Oscar. Sondheim siguió entre su actividad musical componiendo para otras películas como Postales desde el filo (1990) o La jaula de las locas (1996)
La cinefilia de Sondheim es evidente y buena prueba es que la película de Ettore Scola Entre el amor y la muerte (1981) fue la base de su musical Passion (1994).
En 2007 Tim Burton adaptó su excelente Sweeney Todd para el cine, aunque la crítica no la recibió muy bien al principio, con el paso de los años se está reivindicando.
Le tengo un cariño especial a este musical, a mediados de los 90 lo llevó a Barcelona Mario Gas y contaba con Constantino Romero y Vicky Peña, el resultado fue brillante, tuve la oportunidad de verlo con Joan Crosas en el papel principal, el cual también ofrecía una gran interpretación. Sondheim al ver cómo había quedado la obra, no paró de aplaudir. Fue el primer musical que vi en teatro y eso te deja marcado, aun recuerdo que obtuve las entradas, las cuales eran carísimas, gracias a un programa de la extinta Onda Rambla de Barcelona que se llamaba "Tarde de todos" y que conducía Albert Castillón.
En el 2014 la Disney adapta su musical Into the Woods, tampoco la crítica fue benévola, a pesar de ser un filme más que interesante y no solo por la parte musical, Rob Marshall la dirigía.
Descanse en paz Stephen Sondheim, ante tal tristeza que sigan entrando los payasos, pero ya tus musicales nos alegrarán esta vida cuando los sigamos viendo.