Calabuch: De ilusión también se vive

 



Acercándose las Fallas e intentando pensar en alguna película inexistente que las reflejara, lo más cercano que me ha venido era el cine de Berlanga, así que esta semana repasaremos una de sus películas quizá más infravaloradas, Calabuch. Nos situamos en 1956, fecha clave en la que Berlanga y Bardem presentaban sus películas por separado tras constituir esa pareja feliz, el segundo con Calle Mayor

En más de una ocasión he criticado en estas líneas el reduccionismo tan típico de hoy en día de solo hablar de obras maestras, incluso cuando no se habla de ellas se aplica tal término. Al hablar de Berlanga se suele producir una disyuntiva: ¿Cuál es la mejor, Plácido o El verdugo? Y nos olvidamos de tantas otras que sin llegar a tal consideración son notables: Vivan los novios, La escopeta nacional, La vaquilla, Calabuch... Sí, ¡Calabuch!, probablemente, la gran olvidada de estas listas tan de moda últimamente.

Calabuch también era en parte menospreciada por su director, “demasiado blanda” decía. No hay que hacer mucho caso de esto, todo director siempre tiene una obra distinta en su cabeza de la que acaba rodando y es lógico que acabe repudiándola. En cuanto la crítica hubo de todo, famosa es la (injusta y desproporcionada) frase que le soltó Truffaut: “Viendo esta película uno desea que la bomba atómica caiga por fin, pero sobre la cabeza del director”, pero en general la crítica fue buena.

Los carteles publicitarios de la época en los cines invitaban a pasar dos horas en el pueblo “más feliz de la tierra”, la Oficina Católica Internacional del Cine (OCIC) la premiaba en el Festival de Venecia, en aquel año el premio a la mejor película del festival quedaba desierto, por lo que este tuvo más relevancia y de paso sirvió para que la censura no actuase mucho en ella.


A pesar de que hará casi siete décadas de su realización, Calabuch no ha perdido interés, decía el crítico de entonces del ABC, Donald, que todo era tomado con humor excepto la bondad y la paz. Lo más seguro es que ese pueblo no fuera ni mucho menos el paraíso, ya se encargaba el guion de decírnoslo por boca de la maestra, pero sí quedaba reflejada esa solidaridad de un lugar humilde con personajes entrañables. El momento en que se lanza el cohete y vemos las letras del pueblo emociona, y ya podía comentar Berlanga lo que quisiera, es uno de los momentos cumbre de su filmografía.

Calabuch contó con varios guionistas, la historia original era de Leonardo Martín, el cual acabaría escribiendo guiones de películas con cantante: Cuando tú no estás, La vida sigue igual, Los chicos con las chicas… Luego encontramos los nombres de Florentino Soria, habitual co-guionista y llama la atención el de Ennio Flaiano, inseparable de Fellini y que hasta Giulietta de los espíritus participaría en sus guiones, pero en su haber hay grandes comedias como esa Guardias y ladrones de Mario Monicelli, incluso trabajó con Antonioni en La noche. El propio Berlanga también estuvo escribiendo el guion…

Cuando me sueltan la pregunta de Plácido o El verdugo a veces contesto Calabuch. Ya no sé si queriendo o no, a Berlanga le salió redonda la ironía, ya por comenzar tenemos a Edmund Gwen como protagonista, los más cinéfilos lo recordarán como el Santa Claus en De ilusión, también se vive (título que se amoldaría perfectamente aquí), pero es que el actor venía de trabajar en La humanidad en peligro dando vida al Dr. Harold también en otra particular lucha contra la radiación atómica. 

¿Qué es exactamente el pueblo de Calabuch? Nos lo podemos preguntar en cada visionado y reflexionar, ¿una arcadia levantina?, ¿nuestro peculiar "Shangri-La"?, ¿una utopía?, ¿o simplemente un retrato de esa España de 1956 que a pesar de los años sigue teniendo muchos puntos en común e incluso hasta peores? En fin, la lista se haría eterna.

Lo que está claro es que en Calabuch hay los cimientos de la obra berlanguiana, la solidaridad en grupo como sucede en el resto de su filmografía fracasa, Berlanga haciendo uso del sarcasmo decía que eso lo diferenciaba de Bardem ya que este al creer en el marxismo rechazaba tal planteamiento. Jorge en un momento del filme dice que le gusta Calabuch porque aquí cada uno hace lo que quiere. El director argumentaba que era su única película por la que se le podía acusar de “escapista”, es una obra que tiene varias lecturas, incluso la censura no cayó mucho en ella y eso que toca diferentes pilares de la época.

Sigamos visitando pues este amable, o quizá no tanto, pueblo de Calabuch y fijémonos bien en cada rincón…

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