27/06/2024

Centenario de Sidney Lumet: El mago (The Wiz, 1978)

 


De gdcgraphics, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5677

Ya que este 25 de junio hubiese cumplido cien años Sidney Lumet, nada mejor que tener la excusa perfecta para recordarlo, él formó parte de aquella denominada como "generación de la televisión" ya que procedían de la realización de programas, entre otros, Delbert Mann, Martin Ritt, John Frankenheimer, Robert Mulligan o Arthur Penn. Mostraban en sus obras una preocupación por el realismo y el estilo directo, predilección por Nueva York, seguían las reglas del Actors Studio y rodaban mayoritariamente en espacios abiertos.

Lumet consiguió una notable filmografía, con algún que otro bache cuando se adentraba en territorios como la comedia cuyos críticos consideraban que no había nacido para ello, pero si hay una película que más de un seguidor de él le gustaría borrar esta es El mago (The Wiz, 1978). Se trataba de un musical que adaptaba el famoso cuento de L. Frank Baum y que había quedado inmortalizado principalmente por la película de Victor Fleming y protagonizada por la inolvidable Judy Garland: El mago de Oz (1939).

Aquí las formas cambiaban, todos los actores eran de raza negra, se trasladaba la Kansas rural por el Harlem neoyorkino, el personaje de Dorothy (Diana Ross) tenía 24 años y ejercía de profesora, ya no tenía esos zapatos rubíes, sino plateados, la carretera de amarillos ladrillos pasaba a ser una calzada de polivinilo…Todo esto suponía un riesgo para un público que había mitificado con justicia la película anterior y que no aceptaría de buen grado cualquier injerencia.

La obra teatral de The Wiz se había estrenado en el Majestic Theatre el 5 de enero de 1975, se hicieron 1672 funciones y el entonces productor independiente Rob Cohen pensó que podría funcionar en cine ya que ese elemento multirracial más que provocar rechazo, produciría lo contrario (¡estábamos ya a finales de los 70!) y que el estilo de canciones discotequeras y futuristas podían despertar un gran interés, de hecho barajó e incluso encargó a John Badham (el director de Fiebre del sábado noche) la realización del filme, sin embargo no se entendieron, especialmente en cómo se tenía que plasmar el papel de Dorothy y al final fue a parar a Sidney Lumet que no había dirigido ningún musical (ni volvería a hacerlo).


La protagonista sería la cantante Diana Ross que aunque era toda una estrella de la canción, había rodado anteriormente el biopic de Billy Hollyday aquí estrenado como El ocaso de una estrella (1972) y que compartía papel con un entonces desconocido Richard Pryor que aquí volvería a reunirse con ella para dar vida al mago. Justo antes acaba de protagonizar Mahogany, piel caoba que fue otro fracaso por lo que suponía un riesgo y más de uno la veía como "veneno para la taquilla". A pesar de ello, convenció para hacerse con el papel ya que entre otras cosas aseguraba que Michael Jackson con quien tenía bastante amistad, aceptara trabajar en ella como el "Espantapájaros" y que supondría su debut cinematográfico.

A las canciones ya escritas de Charles Smalls se unirían otras y una supervisión de Quincy Jones el cual declaraba que la fantasía del cuento de hadas se transformaba aquí en una “fantasía urbana”, en el reparto destacaba aparte de los nombres mencionados a la gran cantante y actriz de Broadway Lena Horne en el papel del hada buena.

Si bien la elección de Sidney Lumet podía sorprender, no lo era en cuanto había la confianza que su profesionalidad haría que no se pasase del presupuesto y no creara problemas que pudieran atrasar el rodaje, sin embargo poco pudo hacer para que al final la película no costase menos de los 24 millones de dólares de entonces. El público no pensó lo mismo que Rob Cohen y no se interesaron demasiado en un principio para ver otra versión de El mago de Oz por mucho que tuviese los elementos antes mencionados.

La crítica se mostró muy negativa, entre otras cosas se criticó que Diana Ross no empatizaba para nada (este fracaso supuso que sus apariciones en películas fueran ya solo en telefilmes televisivos), la fealdad de los decorados así como de la fotografía, una coreografía poco creativa y frontal, una historia que incluso aburría o unas excesivas dosis de lágrimas. Parte de todos estos defectos se achacaban a Sidney Lumet por no saber utilizarlos. El director quedó algo tocado tras ella, su siguiente filme Dime lo que quieres tampoco le daría alegrías, pero justo después dirigiría la que sea una de sus películas maestras: Veredicto final.

Sin embargo, El mago fue adquiriendo un papel de película de culto con el tiempo, a eso de debía fundamentalmente la popularidad de Michael Jackson en los siguientes años y la generación del video se hacía con ella, estuvo editada ya en VHS incluso con copias cuidadas (de los pocos musicales que por aquel entonces se editaban en su formato original y con las canciones subtituladas). Lo cierto es que las pocas veces que la revisé, sin parecerme una gran película, sí que conseguía traspasar esa fuerza nostálgica ya fuera por revisar de nuevo el cuento, por poder ver a un Michael Jackson antes de la fama que tanto le dio (y le quitó) o por contemplar ese Richard Pryor que aparecía por primera vez con bigote y que para ciertas generaciones "egeberas" era otro icono de los 80. La fotografía, aunque fue tildada de fea como he dicho, no está nada mal, quizá lo más enigmático sea ese Nueva York prácticamente vacío, aunque quizá ahí el uso de los decorados fuera tal vez excesivo y más aun en un director como Lumet que se caracterizaba por rodar en exteriores.

En fin, creo que seré de los pocos que para recordar a Sidney Lumet habrá traído la que sea para muchos su peor película, pero como ya he dicho en otras ocasiones, todo gran director tiene sus “pecados” y en este caso, sin ánimos de moralizar, lo dejaremos en venial.

20/06/2024

Centenario Claude Sautet: Ella, yo y el otro (César et Rosalie, 1972)

 


Repasando los centenarios de este año, teníamos en febrero el de Claude Sautet (Montrouge, 1924-París 2000), un nombre que probablemente no tenga el reconocimiento adecuado y que para ciertas generaciones de más allá de la década de los 90 ni siquiera lo conozcan, aunque estuviese dirigiendo prácticamente hasta el final de su vida. Fue un director que no quería unirse a ninguna escuela o movimiento, él mismo insistía en ello, su manera de entender y concebir el cine lo aproximó también a cierto público no tan intelectual como el que tenían sus colegas Truffaut, Godard o Malle, pero también a no empatizar demasiado con una parte de la crítica cinematográfica que calificaba sus obras anodinamente, aunque otros lo definían como el gran cronista de las dudas y las crisis sentimentales de la burguesía posterior al Mayo del 68.

Y es que para Sautet, aunque las temáticas que abordó no se alejaban de las características del cine francés, la película no tenía que dejar de ser un espectáculo. Conseguía una fórmula en la que los personajes expresaban sus pensamientos, reflejaban en sus miradas y nos adentrábamos en la psicología de todos ellos sin pecar de pretenciosidad ni mensajes filosofantes  tan característicos en el cine galo. Ya en 1951 dirigió su primer corto, siguió como guionista en filmes como La fauve est laché de Maurice Labro que supuso el lanzamiento de Lino Ventura o la perturbadora e imitada hasta la saciedad Les yeux sans visage (1960) de George Franju. También ejerció de productor, pero su carrera de director salta a la fama con Las cosas de la vida (1970), la historia de un abogado que sufre un grave accidente de coche y que le lleva a meditar entre las dos mujeres de su vida...

Y como si de una trilogía se tratara, rodó después Max y los chatarreros (1971) y Ella, yo y el otro (1972), película de la que trato hoy y cuyo título original es Cesar et Rosalie, en cierta publicidad se decía que era un film donde dos y dos hacían tres, estábamos ante un "ménage à trois" entre Rosalie (Romy Schneider), divorciada con una hija pequeña, que divide su tiempo entre su familia y César (Yves Montand), el hombre del que cree estar enamorada. Pero tras cinco años desaparecido aparece su antiguo amor David (Sami Frey) y esto le comportará una crisis de sentimientos.




Como ven el argumento no se alejaba para nada de lo que habíamos visto ya, el mismo Sautet declaraba que la película bien se podía acabar a los cinco minutos, pero que lo que interesaba era el comportamiento los personajes más que la trama. Fue un gran acierto la elección de Yves Montand, un actor al que había conocido recientemente y que le asombraba la fuerza cómica ingeniosa que llevaba dentro y cómo se podía ir amoldando su personaje al drama: “Montand es un tipo muy fino que tiene un complejo: cree que no está lo suficientemente cultivado. (…) En Francia no tenemos este tipo de personajes a la vez fuertes y cobardes, un Lee Marvin o un Karl Malden” declaraba.

Y es que su personaje tenia todo lo que quería plasmar: posesivo, primario, caradura, pero con sentimientos y que le daba a Rosalie una salud y alegría de vivir en las antípodas del otro hombre de su vida, David, el cual es contemplativo, no quiere apropiarse de ella, es  bohemio y apenas gana dinero con sus pinturas y cómics al contrario que César que no para de ganar dinero vendiendo chatarra de coches, de trenes y de barcos. A pesar de las características opuestas de las dos, no hay juicio moral, habrá momentos que César cometa acciones lamentables, pero su capacidad de rectificación equilibrará su personalidad, por otra parte el vacío en los sentimientos de David también encontrará su equilibrio a la hora de no ser vengativo y buscar ante todo una solución amistosa.


 

 Y entre ellos, Romy Schneider en una de sus mejores actuaciones, quizá la mejor con Sautet que la situó donde ella merecía y que demostraba ser una excelente actriz, sus miradas lo dicen todo, sabía enfocar la cámara de tal manera que reflejara todo su interior sensible: "Cuando ruedo con Romy siento una especie de fuerza, de calor, de gusto por la vida. A veces la encuentro dura, pero no es fría” 



 

 A pesar de que como he dicho antes, el realizador no se definía en ningún estilo, hay en César et Rosalie una marcada técnica, planos muy estudiados, escenas que remiten incluso a pinturas, hay un momento incluso que plasma a ella desnuda estirada, pero tapada con el contraluz y él pintando y reflejándose en el espejo, plasmación que ya sabemos que Velázquez tan sabiamente supo plasmar en Las meninas y que tanto influyó en el arte pictórico y evidentemente en el cine. Pero Sautet con su falsa modestia restaba importancia: "Las razones por las que decido rodar un plano de tal dimensión, utilizando tal objetivo, bajo tal foco, con ese ritmo y con una expresión me escapan inmediatamente después, que me lo expliquen los exégetas”

No hay duda de que el cine de Sautet estaba adquiriendo su importancia y de ahí que cada vez cuidara más los planos, aunque no fuese quizá su intención primera. Cesar et Rosalie  es ante todo un canto a la amistad y a que la gente se puede entender a pesar de diferencias y rivalidades, un canto al verdadero amor, a saber ser sincero ante todo y a saber perdonar y no guardar rencores. Estamos ante una película realista y emotiva y a una demostración de que los argumentos, a pesar de estar muy vistos, pueden tener su interés siempre que los personajes estén bien construidos como pasa aquí y en gran parte de la filmografía del director.

 

 

13/06/2024

El tulipán negro (1964)

 


Hace unos meses hablaba de El signo del zorro (1940) y desde entonces tenía en mente escribir sobre El tulipán negro, film de Christian-Jaque de 1964 protagonizado por Alain Delon e inspirado (luego veremos) en una novela homónima de Alexandre Dumas. El personaje, aunque aquí no reciba el nombre del animal felino, es una clara traslación de este, el propio actor lo retomaría en 1975 dirigido por Duccio Tessari y ya siendo el famoso noble Don Diego decidido a combatir la injusticia como El zorro.

Delon era ya toda una estrella cuando la rueda, había trabajado con Visconti en Rocco y sus hermanos y en El gatopardo, con Antonioni en El eclipse, había conseguido grandes éxitos comerciales como A pleno sol y era todo un actor cotizadísimo. Aquí para más inri lo teníamos doble pues adoptaba el papel de Julien de Saint Preux y su hermano gemelo, el conde Guillaume, el cual ha de recurrir al primero para que se haga pasar por él ya que ha sido herido en la cara por el jefe de la policía, el cual está convencido de que es ni mas ni menos que “El tulipán negro” que enmascarado se dedica a robar a los nobles en los años previos a la Revolución Francesa. Delon demostraba su valía al saber dotar las distintas personalidades de ambos hermanos, el primero como valiente, generoso y apasionado por la libertad y querer hacer justicia sin malicia y el segundo como hipócrita y perverso, los dos son creíbles y aunque nadie lo diga es de sus mejores interpretaciones. 


Decíamos al comenzar lo de Alejandro Dumas, pero conviene estar alerta, fijémonos en los créditos que pone “inspirada” y no “basada” como se suele escribir y es que la novela apenas guarda relación aparente con la película, ahí se nos hablaba de Cornelius van Baerle, joven botánico holandés del siglo XVI que recibe una carta de su padrino, recientemente ajusticiado, en la que le envía unos documentos comprometedores. Cornelius es detenido y solo gracias a Guillermo de Orange le conmutan la pena de muerte por la cadena perpetua. Lo único que podrá liberarlo será el cultivo de un raro y codiciado tulipán negro. El libro de Dumas había sido llevado al cine en varias ocasiones (hay una versión muda en Youtube) en el presente caso estamos ante una táctica de tomar varios ingredientes de otras historias del mismo escritor como Los hermanos corsos y por razones comerciales tender la trampa de hacerla pasar por la novela citada, ya que muchos ni siquiera la conocerían, aunque sí el nombre del escritor, por lo que estamos ante un “no, pero sí” o un “sí, pero no”

El tulipán negro fue una coproducción hispano-franco-italiana, ahí estaba el nombre de Christian Jacque que llevaba dirigiendo desde 1932 con películas de diferentes géneros, aunque el que más fama le dio fue el de aventuras, suyo es el mítico Fanfan, el invencible de 1952 que catapultó a Gerard Philippe como un héroe de capa y espada, también tenía comedias geniales como La ley es la ley (1958) con Fernandel y Totó o de intriga como Coartada para un crimen (1963), la suma de todos estos elementos está en el film que hoy comento. El mismo director figura como guionista junto a otros nombres como Henri Jeanson que había escrito el Pepe, le Moko (1937) de Julien Duvivier o adaptado los diálogos del Hotel du Nord (1938) de Marcel Carné. De la versión española se encargó José Luis Dibildos (la produjo con Agata Films) junto a Rafael García Serrano.

Casi no hace falta decir que si la película no gozó de grandes críticas es porque en aquellos tiempos la "Nouvelle Vague" apostaba por otro tipo de películas y calificaba estas como desfasadas, el mismo Christian Jacque quedó olvidado dentro del club selecto de lo que tenía que ser el cine de autor (como si este no lo fuera también) y acabó dirigiendo Las petroleras (1971) en Almería. Creo que con el tiempo se tenía que haber reivindicado todo este cine de aventuras europeo que, aunque en más de una ocasión pecaba de rutinario, conserva una frescura, ingenio y ritmo que si no a la altura de los grandes clásicos de Hollywood, sí que ocupaban uno o dos escalones solo por debajo.

El tulipán negro tiene un pulso narrativo excelente, ya el comienzo con esa voz en off que nos habla de los personajes olvidados por la historia y que gracias al cine los vamos a recuperar, casi nos recuerda a esas presentaciones de las adaptaciones de Julio Verne, se nos muestra ese jefe de policía “Barón La mouche”, uno de esos malos que caían bien por lo patosos que eran y que estaba interpretado por Adolfo Marsillach en una gran creación suya (y tampoco recordada)... El juego entre este y el protagonista es como el del perro y el gato o el coyote y el correcaminos, tiene mucho de "slapstick" y es imposible aburrirse. A todo ello hay que añadir un reparto en el que teníamos a Akim Tamiroff como el marqués de Vignane, Jorge Rigaud como el intendente general y en la parte femenina  tres magnificas actrices como eran Virna Lisi en el papel bueno de Caroline, Dawn Addams en el papel malévolo de la marquesa de Catherine de Vignone y nuestra Laura Valenzuela en el simpático papel de Lisette. Entre los secundarios encontrábamos actores españoles como José Jaspe, José Luis Pellicena, Enrique Ávila, Álvaro de Luna, Santiago Ontañón…


 

Precisamente este último fue el encargado también de la dirección artística junto a Francisco Rodríguez Asensio, hay una ambientación cuidada, todo ello unido a unos exteriores rodados en Cáceres y en Trujillo. Como curiosidad en la segunda unidad encontrábamos a directores como Roberto Bodegas o Fernando Merino.

Fijémonos en ciertas contradicciones de la crítica y de cierto público de entonces que mientras alababa con justicia Los 400 golpes ignoraba que en El tulipán negro la fotografía era también de Henri Decae (aquel que Aute ya hiciera más famoso con su canción ("previsto por los grises de Henri Decae…") Creo que más de uno cuando la ve se lleva una sorpresa, incluso hace unos años recuerdo que cuando se  inauguró el canal de Paramount TV la emitieron a menudo. Sin embargo, para verla en la actualidad, siento decir que no existe para las plataformas y el DVD que tengo es del 2002, ignoro si se puede encontrar hoy en día.

Aunque el tono del film es más bien jovial y desenfadado, con magníficas escenas de capa y espada como dirían, hay situaciones bastante dramáticas que mejor no desvelar, se deja vislumbrar una intención satírica de la nobleza que en cada revisión se ve más clara. Y es que El tulipán negro es de esas películas que tanto las podía ver un niño como el más adulto pues iba a saber encontrar detalles ocultos y a no ser un simple argumento ingenuo. Toques de Dumas, si alguien es experto en él los sabrá ver con más agrado aun, fijémonos que cuando el personaje de Virna Lisi le enseña una estocada con la espada le dice que eso lo había enseñado Porthos, el famoso mosquetero...También encontramos elementos amorosos algo más liberales que lo que se permitía con la excusa de ser otra época y que la censura pasaba por alto.

Y como colofón, una música pegadiza de Gerard Calvi, Recomiendo que la vean (si la encuentran, claro...O si la emiten...) y contribuyan a recuperar un tipo de cine que nos entretuvo y del que guardamos un magnífico recuerdo.

06/06/2024

Cervantes (Vincent Sherman, 1967)

 


Hoy toca una de esas superproducciones olvidadas de las cuales apenas hay información y que la mayoría de cinéfilos ni habla, se trata de Cervantes del año 1967 dirigida por Vincent Sherman y con capital francés, italiano y español, además del norteamericano (ahí estrenada como The Young Rebel). La película trataba sobre la vida del insigne escritor, pero en su etapa de juventud y con especial atención a su participación en la batalla de Lepanto y su cautiverio en Argel.


Para abordar tales años se tomó la novela de Bruno Frank Un hombre llamado Cervantes escrita en 1934, tal escritor alemán tenía un origen judío y tuvo que exiliarse de la Alemania nazi, tras varios periplos acabó de guionista en Hollywood donde nos dio interesantes trabajos como el guion (sin acreditar) de María Antonieta (1938), Esmeralda, la zíngara (1939), Paso al noroeste (1940) o La zarina (1945). El libro se volvió a editar hace unos años con motivo del cuarto centenario de la muerte del autor del Quijote por la editorial Almuzara y actualmente lo pueden seguir encontrando a un buen precio. La primera vez que llegó fue en 1941 editada por Espasa Calpe, traducida por Paul Keins y con prólogo de Nicolás González Ruiz. A pesar del atractivo, nunca fue un libro usado por los estudiosos e incluso hasta desconocido e ignorado. De todas maneras, hubo otras ediciones como la de la editorial Edhasa en Barcelona en 1997 llamada Cervantes: La novela de un genio.

En la publicidad de esta se nos dice que está considerada la mejor novela sobre nuestro más célebre escritor, pero curiosamente no se nos dice nada que fue la base de la película que hoy comento. El proyecto de llevarla a la gran pantalla nació ya en 1964 e incluso parece que el propio King Vidor estaba interesado y llegó a escribir bastante sobre esta y a documentarse tras el rodaje de Salomón y la reina de Saba en España, pero sin saber los motivos se desvinculó. Se habló en la prensa de que Alain Delon la iba a protagonizar y estaría acompañado de Ava Gardner y de Yul Brinner, pero nada de nada.

Cuando se encuentra la financiación que tal tipo de película requería, se contrata a Enrique Llovet para que adaptara la citada novela, él que era dramaturgo, teórico del teatro, escritor, guionista, periodista, crítico y diplomático tenía bastante experiencia en este tipo de producciones ya que había sido mano derecha de Samuel Bronston en varias de sus creaciones. En la parte francesa se contó con el escritor y artista Max Morise. Cabe apuntar que en la parte española se fundó incluso una productora llamada Prisma, la cual desapareció después de acabarse el rodaje.

Vincent Sherman
Pero la principal fuente fue la inyección de dinero norteamericano proveniente de los Salkind (padre e hijo), estos seguramente influyeron con cambios en el guion y apostar más por la espectacularidad de escenas y un producto que fuese ante todo comercial para el gran público. Apostaron por un director estadounidense como Vincent Sherman con trabajos en los 40 y 50 muy notables y considerado como un experto en dirigir actrices en la Warner, no en vano trabajó con Bette Davis, Joan Crawford o Rita Hayworth, películas excelentes como Vieja amistad (1943), El señor Skeffington (1949), La envidiosa (1950), también hizo divertimentos como El burlador de Castilla (1948) tratada en este blog. Sin embargo, fue acusado de comunista y eso le valió que fuera despedido, se le cortaron las alas y su cine ya fue más esporádico y sin el nivel anterior. Michel Salkind que era todo un experto en recuperar y ayudar a directores marginados (acababa de financiar el Austerlitz  (1960) de Abel Gance y El proceso (1962) de Orson Welles). decidió que se pusiera tras la cámara y pudiera relanzar su carrera.

En la versión francesa, la cual se tituló Les aventures extraordinaires de Cervantes aparece incluso firmando con la fórmula de “un film de”, reivindicando su carácter de autor, aunque la realización la compaginó con Isidoro M. Ferry, famoso nadador antes que cineasta y que se retiraría al año siguiente con Cruzada en la mar, su título más ambicioso. Otros operadores españoles como Julio Sempere o Ricardo Huertas completaban el trabajo. El resto del equipo técnico estaba bien cuidado, el vestuario de Luis Argüello (que había trabajado en aquella olvidada e interesante Dulcinea (1953) de Vicente Escrivá), la fotografía panorámica de Edmond Richard (colaborador con Buñuel o Welles) y sobre todo un diseño de producción a cargo del gran Enrique Alarcón. Hay detalles que pueden pasar desapercibidos y más hoy en día como cuando se rueda la batalla de Lepanto comandada por Don Juan de Austria y vemos un Cristo inclinado, tal figura hace referencia a la que se venera en la Catedral de Barcelona y que la leyenda dice que se movió para esquivar una bomba y otra apunta que cubrió un agujero en la bodega y evitar que el barco se hundiera.

Sin embargo, se descuidó el reparto que acabó siendo un erróneo proceso de selección tras la negativa de Delon, se eligió a Horst Bucholz, un actor alemán muy fotogénico con un rostro muy jovial y simpático que había alcanzado gran fama tras participar en Los siete magníficos (1960) o el Uno, dos tres (1961) de Billy Wilder, pero no acababa de afianzar su carrera y le daban papeles en películas más bien mediocres. Su composición de Cervantes dándole ese toque osado costaba bastante creerlo ya que teníamos una imagen muy diferente (no era todo culpa del actor) del escritor. Luego teníamos a Gina Lollobrigida en el papel de Giulia, una cortesana que la actriz en las primeras secuencias no parece estar muy cómoda dándole vida, hay una frialdad y una falta de química entre ellos dos apabullante en el primer encuentro, luego mejora a raíz de que el personaje adquiere más dramatismo. A favor de Bucholz está que el guion no ofrecía apenas una imagen introspectiva del personaje, le faltaba esa profundidad psicológica, pero cumplió con lo que le dijeron que hiciera, donde mejor está es en las escenas más juguetonas como la  inicial en la que se ha de presentar entrando por una ventana porque no lo conocen o cuando contesta a Felipe II sin pedirle permiso. (ya verán que algunos vídeos están en alemán, es lo que se encuentra en Youtube)

Peor resultaba Louis Jourdan en su rol del Cardenal Acquaviva, su inexpresividad era tal que hasta podía ser vista como una forma de expresarse, se notaba una total desgana a la hora de confeccionar el personaje. El que mejor estaba era José Ferrer dando vida a Hassan Bay, de hecho los momentos más interesantes de la película son cuando este aparece, sus frases resultan más ingeniosas y ayudan bastante a despertar la narración, también destaca Francisco Rabal como el Rodrigo Cervantes, empatiza bastante. En papeles secundarios destaca Fernando Rey en la composición de Felipe II, tratado aquí negativamente, se dice que Bruno Frank en la novela había querido hacer con él una traslación de Hitler para poder desahogarse de haber tenido que marchar de Alemania y que los nazis le quemaran varios libros. Hay otros actores españoles en papeles secundarios, tales como Ángel del Pozo como Don Juan de Austria, Ricardo Palacios como Sancho (personaje interesante en el film, con rasgos también del Sancho Panza), José Nieto como Ministro de Felipe II, Jorge Rigaud como el Conde Di Luca o Andrés Mejuto como padre de Cervantes (todos doblados en la versión española a excepción de Rey).

Pero la que más destaca sin que, paradójicamente, pueda hacerlo es Soledad Miranda como Nessa, en Argel juega un papel como cuidadora del escritor y este se enamora... Sin embargo, la película apenas nos muestra nada de ello, leí que sí se habían rodado bastantes escenas con ella, en una web dedicada a la actriz se dice que fue por envidia de Gina Lollobrigida que se eliminasen, En cualquier caso, el vacío de estas provoca una carencia demasiado palpable en un personaje que incluso Cervantes la apoda como la Dulce Nessa, de ahí la Dulcinea y que Frank en la novela la viera como la inspiración de su inmortal personaje.

Y es que hablando de la desaparición de tales secuencias, el montaje del film resulta bastante irregular, se notan demasiado los cambios de escena con cortes incluso abruptos, mejor rodadas están las escenas de la batalla de Lepanto, su cautiverio en Argel y las recreaciones y ambientación que Enrique Alarcón (como he mencionado antes el ejemplo del Cristo de Lepanto) ofrece. Sí, en cambio, hay una buena selección de localizaciones en ciudades como Alcalá de Henares, Denia (Alicante) o Granada con La Alhambra…

Es obvio que Vincent Sherman no había recuperado la forma de los años 40 y 50 y tras el fracaso crítico de esta dejó el cine, aunque luego fue requerido para rodar bastantes series en los EEUU. Uno cuando ve Cervantes se pregunta cómo lo hubiese hecho Bronston y si King Vidor la hubiera rodado. De todas maneras, que una película sea mediocre como es el caso no significa que no tenga su interés y también el hecho de ver un Cervantes distinto del que muchos tienen en mente es motivo ya sobrado de atracción. Ya sabrán que catorce años más tarde TVE rodó su vida y en aquella ocasión la dirigió Alfonso Ungría y con Julián Mateos en el papel del escritor, aquella fue una serie muy controvertida, pero eso ya es otra historia y quizá algún día hable de ella. Si quieren ver la película de Sherman solo la hallarán en un DVD con una copia algo deficiente (dudo de que haya más). En el momento de su estreno y según datos del MCU fue vista por 654.226 espectadores, cifra aceptable para films modestos, pero totalmente insuficiente para este tipo de producciones.

 

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...