Una chica tan decente como yo (Une belle fille comme moi, 1972)

 

El próximo 21 de octubre se cumplen ya 40 años de la muerte de François Truffaut, no estaría mal declarar la fecha como el día del cinéfilo, él que precisamente fue un crítico que se convirtió en director. Siempre tendremos a mano su libro sobre Hitchcock y su defensa de lo que él denominaba verdaderos hombres de cine tales como Renoir, Tati, Hawks, Welles en un momento en que conviene recordar que estaban siendo olvidados y subvalorados. Nunca sabremos cómo hubiese sido su cine posterior, de bien seguro que seguiría sorprendiéndonos, por suerte su filmografía completa está accesible y en cada revisión encontraremos algo nuevo.

He elegido hoy uno de esos títulos que en su momento no recibió buenas críticas ni se trata de lo mejor, hablo de Una chica tan decente como yo (Une belle file comme moi) del año 1972, dicha así parece una película de Mariano Ozores, no suele citarse e incluso sus fans más acérrimos prefieren no hablar de ella.


Dentro de su filmografía, la rueda justo después de Las dos inglesas y el amor (1971), el fracaso comercial de esta propició que se la tildara como un producto alimenticio, pero el director lo negaba. Tampoco aceptaba que se dijera que era un filme muy diferente a los suyos, si bien las formas cambiaban, el fondo ahí seguía: “Mi propósito no es de realizar un film de tesis, se trata de una enorme comedia a base de humor negro que tendría más bien un lejano parecido con Tirez sur le pianiste o bien La mariée était en noir.”

Se nos cuenta la historia de Stanislav Previne, un joven profesor de sociología que prepara una tesis sobre la criminalidad femenina. Una de las mujeres elegidas para su estudio es Camille Bliss, acusada, entre otras cosas, del asesinato de Arthur, un técnico en desratización. El profesor, armado con su grabadora y sus personales teorías que aún no ha podido confirmar, acude a la prisión. Se entrevista con la muchacha y la somete a un largo interrogatorio, en el que sale a relucir su pintoresco pasado. Conforme avanzan las conversaciones, Stanislav está cada vez más convencido de la inocencia de Camille.

Tal argumento partía de la novela Such a Gorgeous Kid Like me de Henry Farrell, autor, entre otras, de “¿Qué fue de la prima Charlotte?” base del film ¿Qué fue de Baby Jane?. Tal fue el éxito que también escribió Canción de cuna para un cadáver o ¿Qué le pasa a Helen?. La novela, por casualidad, fue leída por el director mientras viajaba en avión y en seguida quiso comprar los derechos. Él mismo se puso a escribir el guion y contó también con Jean Loup Dabadie que estaba cogiendo resonancia por sus colaboraciones con Claude Sautet. Para el papel de Camille contó con Bernardette Lafont con la que había trabajado en sus inicios en el corto de Les mistons (1957), para el papel de Stanis escogió a un entonces desconocido André Dusollier, completaban el reparto nombres como Charles Denner o Claude Brasseur.

Truffaut definía la película como una versión femenina de El pequeño salvaje o una continuación de las ansias de destruir el romanticismo iniciada con Las dos inglesas y el amor, así lo explicaba: “Trataba de destruir el romanticismo siendo muy físico, de ahí esa insistencia en la enfermedad, la fiebre, los vómitos…Aquí venia de continuar esta destrucción, es la burla del amor romántico, la afirmación de la realidad brutal, de la lucha por la vida…Es una película de una vitalidad exagerada, que yo deseaba que estuviera cercana a ciertos filmes de Billy Wilder, y me parece que cuando se lleva a término este deseo de ir hasta el fin de las cosas, la película se convierte irremediablemente en abstracta.”

Precisamente esta imprecisión es la que marca el desarrollo de la acción, se nota un ansia de querer realizar a la vez una comedia clásica hollywoodiense a partir de un diálogo entre el profesor y ella en la que se exteriorizan con exceso todas sus extravagancias. Por otra parte, asistimos a todas las constantes de su filmografía salpicadas con ese humor negro siempre presentes en él. La interpretación de Lafont está cuidada, pero le falta ese carisma de las grandes actrices de comedia de la época clásica, se intenta compensar con esa forma de ser tan grotesca y lenguaje poco refinado para la elaboración de una serie de situaciones cómicas más o menos resueltas con acierto. La película gana bastante con la aparición del actor Charles Denner en su papel de Arthur, el cual va mostrando sus obsesiones por la moralidad correcta, lo que permite ahondar más en el juego ético.

Como decía Truffaut, no era para nada una película alimenticia, aunque sí un experimento de querer trasladar sus constantes a la forma de la comedia en este caso clásica y estadounidense, tiene momentos muy logrados como la utilización de ese disco con grabaciones de coches de Fórmula 1, el particular numero de auto-stop que remite a Sucedió una noche, esa pasión por la infancia, aquí los niños juegan aun más un papel importante y maduro, el juego que hay con el banjo... Dicen las malas lenguas que a los franceses no les salen bien las comedias, la verdad es que esta no llegaría al nivel de las grandes, pero no por ello deja de ser un producto interesante, libre y desenfadado y que nos permite adentrarnos más en la forma de ser de él.

 

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