El Yo confieso de Hitchcock y el de Monty





Este sábado se cumple el centenario de uno de los actores más legendarios que ha habido, un auténtico icono del séptimo arte, Montgomery Clift. Probablemente muchos de sus papeles reflejaban los cambios que estaba habiendo en América, el cine se tenía que enfrentar a la televisión, McCarthy iniciaba la caza de brujas... Las estrellas ya no se veían tanto como divinidades, sino que empezaban a verse como personajes atormentados, ambiguos, antihéroes en general, cuyas vidas privadas eran otra fuente de tormentos psicológicos. Solo hace falta citar algunos nombres: Ava Gardner, Robert Mitchum, Marilyn Monroe, Judy Garland, James Dean, Rock Hudson…

 En más de uno, su adicción al alcohol mermó su carrera, en otros el cuento de hadas hollywoodiense se convertía en la peor de sus pesadillas y, no pudiendo hacer frente a este, se refugiaron en las pastillas y la bebida, poco a poco se iban enterrando en vida. Más de uno tenía que ocultar sus relaciones amorosas, aspecto que provocaba aun más angustia.

 Edward Montgomery Clift (apodado 'Monty' toda su vida), fue uno de los máximos representantes de esta generación de intérpretes con deseos reprimidos y con las mismas debilidades e incertidumbres del público. Tenía una característica que probablemente sea la que más se le recuerda: su mirada, esta lo decía todo, probablemente no haya habido actor desde entonces comparable. La película con la cual le quiero hacer un pequeño homenaje Yo confieso es de 1953, había debutado cinco años antes con Río Rojo y Los ángeles perdidos, y ya había dado buenas muestras de sus dotes interpretativas con La heredera (1949) de William Wyler o Un lugar en el sol (1951) de George Stevens. Del mismo año que la cinta de Hitchcock son Estación Termini de Vittorio de Sica, y De aquí a la eternidad de Fred Zinnemann. Había rechazado anteriormente protagonizar El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder, La gran prueba de William Wyler o Solo ante el peligro de Zinnemann también, ahí es nada, no todos podían presumir de dar calabazas a tan grandes directores, aunque Clift no tomaba las decisiones personalmente, sino por consejo de su íntima amiga Libby Holman. Hitchcock acababa de rodar Extraños en un tren y se puso manos a la obra, el director que era católico, había expresado interés en filmar la historia desde la década de 1930. En 1948, según una fuente moderna, Hitchcock y su esposa Alma escribieron un tratamiento de la obra de teatro Nous deux consciences (1902) de Paul Anthelme, y una noticia del "Hollywood Citizen-News" de mayo de 1948 anunció que Van Johnson interpretaría el papel del sacerdote. A partir de entonces, al menos otros tres escritores, William Rose, Leslie Storms y Paul Vincent, trabajaron en los borradores del guion, y Hitchcock y su esposa Alma intentaron sin éxito interesar a Graham Greene y Samson Raphaelson en el proyecto. La elección de Clift como sacerdote que ha de guardar el secreto de confesión no supuso un gran recuerdo para el mago del suspense, el cual, como era su costumbre, creó guiones gráficos detallados para cada escena. No podía entender el método de actuación de Montgomery Clift y rápidamente se sintió frustrado con él porque le desobedecía. Aparte de esto, los problemas del actor con la bebida hicieron que Hitchcock delegase en un asistente de dirección y en Karl Malden para que hablasen con él al respecto. Montgomery Clift bebió durante el tiroteo y sus ojos parecen vidriosos durante la escena del ferry. Hitchcock delegó en un asistente de dirección y en Karl Malden para hablar con él al respecto. Sin embargo, Donald Spoto consideraba que Hitch estaba fascinado por la vida privada de él, lo veía como un hombre exótico. Tanto se tomaba el papel en serio que se internó tres semanas en un monasterio dónde aprendió la misa en latín y vistió ropas de sacerdote, más tarde aprendería el modo de caminar de estos. Truffaut dijo: “Anda a lo largo de toda la película en un movimiento hacia adelante que recoge como en un abrazo la forma del film y ese hermoso porque expresa de manera concreta la idea de rectitud”(...)  “Montgomery Clift hace un trabajo extraordinario, de un extremo al otro de la película sólo tiene una expresión e incluso una única mirada una dignidad total con un leve matiz de asombro” El actor se interesaba por la religión y en cierta ocasión le preguntó al dramaturgo Thornton Wilder si existía Dios, este le escribió una carta que siempre llevaba encima y que decía: “Hay un puente entre la vida y la muerte que puedes llamar Dios. Y lo único que sabemos es que ese puente es atravesado por nuestro amor por aquellos que mueren y pasan al otro mundo. Mientras los recordemos y los amemos, están vivos."

 Si hoy viéramos Yo confieso con otro actor, estaríamos viendo una película totalmente distinta, aunque se mantuviera exactamente toda la historia igual. El calvario que sufre Clift era y es el que sufría en su vida privada, es por eso que este filme tiene unas connotaciones especiales que le hacen ganar con el tiempo, no ya solo vemos el suspense de Hitchcock, sino el drama personal de su actor. El espectador que veía la cinta en 1953 los desconocía.

 Pasado este año, Clift se tomó un descanso hasta rodar El árbol de la vida de Dmytryk. La noche del 12 de mayo de 1956, se vio involucrado en un grave accidente automovilístico cuando regresaba a casa de una fiesta en la casa de Elizabeth Taylor. Al parecer, se quedó dormido al volante de su automóvil mientras conducía y lo estrelló contra un poste de teléfono. Después de nueve semanas de recuperación y con cirugía plástica, Clift regresó al set de filmación y terminó con dificultades.  

 El comportamiento de Montgomery Clift después del accidente, adicto a los analgésicos y otras drogas, se volvió cada vez más errático. El director  señaló en su autobiografía que un día fue a buscar a su estrella y encontró cien envases de prácticamente todos los medicamentos recetados y un estuche lleno de agujas y jeringas. Clift desaparecía durante largos periodos de tiempo e incluso lo pillaron corriendo desnudo por el pueblo en el que estaban filmando (Danville, Kentucky). La situación empeoró tanto que un policía estaba estacionado fuera de su habitación de hotel todas las noches para asegurarse de que se quedara. 

 Dmytryck volvió a contar con él para El baile de los malditos (1958), Dean Martin que estaba agradecido a Clift por sus consejos en la película lo acompañaba a fiestas después de que gran parte del resto de Hollywood lo repudiara debido a sus crecientes adicciones. a las drogas y al alcohol. Aun así, Monty tuvo ayudas de otros actores, mientras rodaba De repente, el último verano, se consideró no asegurable debido a una enfermedad crónica. Normalmente, eso hubiera significado que lo hubieran despedido y reemplazado, pero su buena amiga, Elizabeth Taylor, le salvó el trabajo insistiendo en que no haría esta película sin él. Según el autor Garson Kanin en sus memorias "Tracy and Hepburn", Katharine Hepburn estaba tan furiosa por la forma en que Montgomery Clift fue tratado por el productor Sam Spiegel y el director Joseph L. Mankiewicz durante el rodaje que, después de asegurarse de que no la necesitarían para las repeticiones, regañó a ambos hombres y, de hecho, les escupió. Para Río salvaje de Elia Kazan, Clift prometió que no bebería durante el rodaje. Con la ayuda de sus comprensivos compañeros de reparto, Lee Remick y Jo Van Fleet, cumplió su palabra.
   

 En Vidas rebeldes, Marilyn Monroe le dijo a Montgomery Clift: "Nunca he conocido a alguien en peor forma que yo". En Vencedores o vencidos, le dijo a Stanley Kramer que no sabía si realmente podría hacer la escena. Kramer hizo todo lo posible para tranquilizarlo, pero era Spencer Tracy quien finalmente ayudó a Clift.
  En Freud, Pasión secreta, tuvo tantos problemas de salud en el set de esta película que la Universal lo demandó por el costo de los retrasos en la producción de la película. Durante el juicio, la película fue un éxito tan grande que los abogados de Clift mencionaron que estaba funcionando bien debido a la participación de Clift y consiguió un acuerdo lucrativo.

 Pero volvamos a Yo confieso, Monty acudió en 1961 a un cine donde se proyectaba la película, en aquella sala colaboraba Peter Bogdanovich. Durante un momento, el actor se va un momento fuera de la sala para fumar, el futuro director de ¿Qué me pasa doctor? se acercó para preguntarle si le gustaba la película. Clift, contemplando su rostro antes del accidente en la pantalla, respondió: "Es duro, muy duro, sabes". Bogdanovich quiso animarle enseñando un libro de sugerencias y alguien que había escrito unas líneas pidiendo películas de las suyas... Cine que ya ha inmortalizado, así como su actor, el cual seguirá siempre vivo con su mirada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Irving Berlin, Una Blanca Navidad y 800 canciones

Un par de seductores: Cuando Caine hizo de Niven

Centenario de Henry Mancini