Once pares de botas (1954), cómo se vivía el fútbol en la España de los 50
Tiempos de Mundial en pleno noviembre, el fútbol, como todos
saben, ha cambiado demasiado, aunque lo que permanece siempre es esa pasión que
notamos en los momentos de los partidos, otros aprovecharán para pasear más tranquilamente, mientras algún grito celebrando gol se oiga de lejos. Aprovechando
estos días, propongo revisar la película de Rovira Beleta Once pares de botas
de 1954.
Parte de una idea de Lluís Trías de Bes
i Terres que había participado en algunos guiones como El conde Max sin
acreditar o El casco blanco de Pedro Balañá, abogado y escritor en "La Vanguardia",
fue directivo del RCD Espanyol en los 50, dato interesantísimo ya que hace unos años
el crítico de cine Edmond Orts desveló en la revista “23 perico” que la escena
inicial está inspirada en el fichaje frustrado de Kubala por parte del club
periquito cuando este ya estaba citado para la rúbrica, pero el FC Barcelona se
adelantó y envió a un emisario que se lo
llevó al Hotel Majéstic del Paseo de Gracia donde firmó. En la película
curiosamente las cosas cambian y es el RCD Espanyol el que quiere adelantarse y
robar el fichaje del jugador interpretado por José Suárez por el club ficticio Hispania.
Distribuida por una Cifesa ya en línea decadente, fue la
segunda película que produjo Alfonso Balcázar tras el fracaso de Catalina de
Inglaterra, apostó por esta porque veía un producto comercial y contó con un Rovira
Beleta para la dirección que acababa de tener un gran éxito de crítica y público
con Hay un camino a la derecha, las cuentas previstas calculaban que muchos
aficionados irían, pero el hecho es que no tuvo la repercusión esperada, el
fútbol era para verlo en los estadios. Algunos críticos han señalado que las
escenas en las que juegan son bastante pobres, pero hay que tener en cuenta que los
medios para rodar el deporte rey no eran ni de lejos los que tenemos ahora, ni
tan siquiera los de hace tres décadas. Aparte de esto, hubo problemas para
poder filmar en estadios, cuenta el director en el libro Rovira-Beleta. El cine y el cineasta que le hizo Carlos
Benpar que rodaron escenas en medio de un descanso de un partido de la selección,
en apenas el cuarto de hora que tenían hizo lo que pudo, aparte de intentar que
José Suárez, que como actor era magnífico, quedase bien dándole al balón, algo
que no fue así, pero es lo de menos analizando todo.
Y digo esto último ya que creo que el árbol no nos deja ver
el bosque, no hay que analizar la película por cómo están rodados los partidos,
sino por ser un retrato del fútbol, de sus costumbres y lo que hay detrás. Hace
ya algunos años escribí una crítica en el FilmAffinity y destacaba que desde
el inicio tiene esa peculiaridad de estar narrada por la farola de Canaletas,
esta idea parece que fue idea del guionista Manuel María Saló que formó un
tándem formidable con el director en más de una ocasión y le dota de unos diálogos
excelentes.
La estructura de la película es básicamente de comedia, y
ese inicio con la chica intentando “secuestrar” al futbolista es digno de Howard
Hawks como ya han apuntado otros, añadiría también ese homenaje al "toque
Lubitsch" cuando van a besarse en el tren y no lo vemos, pero la cámara enfoca al revisor que con su rostro mirando
el vagón ya nos está diciendo qué pasa ahí. Tiene también su parte de drama: las
lesiones, la compra de partidos o un tema como el de ese “dopaje” con esas
pastillas que ya nos indicaban que algún refuerzo extra prohibido se tomaba más
de uno.
Con el paso del tiempo creo que se revaloriza todo el
costumbrismo de la época en torno al deporte rey, como seguir los partidos por
la radio, la película es un gran homenaje al medio y la cámara nos enfoca varios
aparatos en diferentes espacios desde la casa donde era el centro de atención
de todos, incluso cuando se comía o en la casa del cura del pueblo. Vemos
también al recordado Miguel Ángel Valdivieso retransmitiendo e insertando
aquella publicidad en una frase, o el mítico Matías Prats con sus inconfundibles
gafas oscuras… La gente más joven que me lea, probablemente, encuentre prehistórico
todo esto, pero era una manera de vivir los partidos más cercana y entrañable,
totalmente alejada del negocio audiovisual de hoy en día.
Un gran acierto fue contar con Manolo Morán como ese aficionado
que hasta destroza sus gafas celebrando un gol, esas imágenes de él cogiendo
ese tranvía lleno en la Plaza Cataluña de Barcelona, los partidos empezaban a
primera hora de la tarde, para nada eso de empezar a las tantas. Su sufrida esposa
que rellena una quiniela esperando que la suerte y ese dichoso fútbol cambien
su destino...
Aunque como he dicho al principio no es película para ver
grandes jugadas de nuestros futbolistas, sí en cambio podemos ver a varios actuando
y salen bastante bien librados, Josep Samitier como secretario técnico del Hispania,
Francisco Javier Marcet doblado por Juan Manuel Soriano, Mariano Martín dando
vida a ese jugador arruinado que vive de la limosna, un Antoni Ramallets
presumido que hasta se peina en la portería y doblado por Alfonso Santigosa,
Aldecoa de entrenador y con voz de Felipe Peña... No solo doblaron a los
futbolistas, la protagonista Carmen Pardo está doblada por Carmen Lombarte y
Elisa Montes por la recordada Rosa Guiñón, esta fue su primera película donde
prestó su bella voz. Ya hacia el final vemos a otros futbolistas de distintos equipos cuando son citados por la Selección Nacional y la farola de Canaletas dice que la mayoría de aficionados no acertó en la lista de convocados, en algo el fútbol sigue siendo igual.
Entre los secundarios hallamos a un entrañable Pepe Isbert que le da instrucciones al monaguillo de donde ha de poner la vela según quien marque para él enterarse, escena que, volviendo al libro de Carlos Benpar, cuenta Rovira Beleta que se la cortaron y que él enfadado se fue hasta La Coruña en coche desde Madrid para hablar personalmente con el cura que había dicho que se quitara, finalmente consiguió ser escuchado y que la pudiéramos ver.
También
vemos a una Mary Santpere que a pesar de tener un papel secundario, y no muy
agradecido, lo dotaba con su comicidad y desparpajo habitual escuchando tras la
puerta lo que comentaban los jugadores, los cuales vivían en pensiones y no en
hoteles lujosos. Sale una frase por ahí en la que le dicen sus compañeros a
José Suárez, que al principio presume de estar hospedado en el Excelsior, que
vaya mejor a una pensión pues se descansa igual y al menos te sangran por la
mitad, qué tiempos aquellos en que los divos del calzón corto como diría aquel
periodista asturiano no vivían de lujosas mansiones, coches último modelo, vacaciones
lujosas y sueldos desorbitados.
Recomiendo, pues, ver Once pares de botas y debatir cómo ha
ido evolucionando esto del fútbol y la sociedad, en una escena la chica muestra
unas películas rodadas de cuando el futbolista jugaba en segunda división y
hasta hay un momento en que la gente del pueblo muestra su ira hacia el árbitro
contestando ella que “es como una película de Vittorio de Sica”, pero no,
estamos ante la eficacia de todo un
maestro como Rovira Beleta que iría perfeccionando ese neorrealismo
inmediatamente después con El expreso de Andalucía y nos seguiría dando grandes
películas en un cine español que tan poco le gusta reconocer a sus grandes.
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