Macario (1960): Una fábula sobre la muerte.
Siguiendo con las tradiciones de estos días, propongo esta vez revisar Macario (1960) película mexicana dirigida por Roberto Gavaldón y que adapta la novela corta El tercer invitado escrita por Bruno Traven, nombre enigmático y del que hay más de una teoría acerca de su identidad, conocido especialmente por escribir El tesoro de Sierra Madre que John Huston dirigiera tan brillantemente y pasara a ser una obra maestra.
Gavaldón, que era todo un experto en adaptar obras
literarias, varió algunos aspectos de la novela, uno de los más destacados es darle protagonismo al día de los difuntos (2 de noviembre) con fuerte arraigo en México,
no más empezar nos escribe en los créditos toda una explicación de cómo lo celebran y nos
obliga a poner pausa porque es imposible leerlo todo en tan poco tiempo y con
letra tan pequeña. Por otra parte, tres años antes Ingmar Bergman había
impactado con El séptimo sello por lo que es inevitable la influencia que
tendría en las variaciones, pero el director también se inspiraría en Las tres luces de Fritz Lang
para la parte final. Por todo ello dio gran importancia al aspecto visual más que al texto, la
fotografía corrió a cargo de Gabriel Figueroa cuya obra quedó inmortalizada
entre otros por Buñuel y sin duda creo que es lo más notable. El fotógrafo volvió a retratar tal día en Bajo el volcán (1984) de John Huston
La Muerte se presenta como humana, se pone a hablar con él,
incluso se permite reír (recordemos también La Dama del alba de Casona
en la que también lo hacía), se sentirá agradecida y le dará un agua que
permite curar a los enfermos siempre que ella esté a los pies de estos y no en
la cabecera. Para que la historia de Traven no resultara tan previsible, el guion que el
director elaboró junto a Emilio Carballido presentaba la entrada de la
Inquisición en la historia y para reducir la moralidad de esta, el pavo
era robado por la mujer y no conseguido con esfuerzo.
El retrato del folclore mexicano con escenas como el sueño que tiene
el protagonista con los esqueletos está verdaderamente conseguido, también hay más de un toque surrealista y ese humor tan especial rozando la
irreverencia que hasta nos hace pensar que estamos viendo una obra de Buñuel,
hay un momento en el que los pueblerinos dicen que es la Virgen quien le ayuda
a curar, mientras otros dicen que es el arcángel San Gabriel.
Para el papel de Macario se eligió a Ignacio López Tarso,
muy popular ahí y que resulta muy convincente en su interpretación,
incluso según dice tuvo que llevar la leña de verdad en la película porque el
director no quería que nada diera la sensación de falso. La sufrida esposa es
Pina Pellicer, que un año más tarde la veríamos dirigida por Marlon Brando en
El rostro impenetrable. Entre los secundarios encontramos a Eduardo Fajardo en
el papel de Virrey.
Vale la pena ver este Macario que mezcla hábilmente el cine social con el cuento de terror y permite cierta reflexión serena sobre la muerte y el sentido de la vida. Fue una de las últimas grandes
películas mexicanas antes de sus crisis que estaba ya a punto de empezar. En YouTube podemos encontrarla
fácilmente a falta de ediciones en DVD y del olvido de las programaciones y
plataformas.
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