27/04/2023

Mi dulce geisha (1962): el cine es verdad, el cine es mentira...

 




Puestos a celebrar el cumpleaños de Shirley McLaine, algo que gusta hacer en este blog al igual que reivindicar películas que pocos citan, hablamos esta semana de Mi dulce geisha del año 1962, buena fecha para la actriz que acababa de protagonizar El apartamento de Billy Wilder o La calumnia de William Wyler. En este caso la dirigió Jack Cardiff, otra debilidad de quien escribe.


Pero del Cardiff realizador no destacan demasiado sus títulos, se centró sobre todo en el género de aventuras y de acción. A esto hay que añadir que Mi dulce Geisha es más una obra de productor, en este caso de quien fuera el marido de McLaine, Steve Parker, aunque este no se dedicó mucho al cine. La bibliografía de la película es escasísima y los datos son algo confusos, parece que controló bastante el rodaje y fue quien eligió al director ya que lo admiraba.

Fue un matrimonio peculiar, él vivía y trabajaba en Japón por lo que es de suponer que la película guarde alguna que otra analogía con su vida privada. Se veían en contadísimas ocasiones y tuvieron una hija, más tarde se supo que habían roto por descubrir ella que Parker tenía relaciones con una jovencita nipona, incluso se apropió de su cuenta corriente para abrir otra a nombre de su novia. La actriz llevó mucho tiempo este sufrimiento en silencio,  el divorcio no se consumó hasta 1982 y según cuentan todo esto empezó a ocurrir en 1961, precisamente mientras se rodaba Mi dulce Geisha.

La elección de Cardiff, el cual se atrevía con la comedia por primera vez, no desentonó y es de sus mejores trabajos en esta faceta. Ayudó mucho que la Paramount recurriera en el guion a Norman Krasna, un todoterreno capaz de adentrarse en todo tipo de géneros, había llenado las arcas del estudio de la montaña con Navidades Blancas y acababa de tener un éxito con el guion de El multimillonario, aquella comedia con Marilyn Monroe y Yves Montand dirigida por Cukor de estilo similar a la presente.


Precisamente, se recurrió a Montand para que protagonizara la película, entre los secundarios tenemos al mítico Edward G. Robinson haciendo de productor y a Robert Cummings en un papel de galán caradura. Con el toque Paramount encabezado por el vestuario de Edith Head reunía todas las cualidades para conseguir una buena comedia, pero el público no la retuvo con el tiempo, por suerte la Paramount la recuperó en DVD en el 2006, aunque posteriormente con la crisis del sector no ha vuelto a aparecer. En las plataformas tampoco la he visto anunciada.

Probablemente, ciertas corrientes la tilden injustamente de machista y obsoleta, por eso la quiero defender. Es un buen retrato de lo que es la vida de un matrimonio dedicado al cine y sus respectivos egos, él (Paul) busca su éxito personal sin que le digan que es porque sale su mujer, y ella (Lucy) se toma mal que busque otra actriz para su obra más íntima, una versión de Madame Butterfly rodada en el mismo Japón, por lo que se las ingeniará para disfrazarse de geisha y engañarle. Esos rasgos negativos quedan bien definidos, por igual, en ambos.

A pesar de las ingenuidades inevitables que van saliendo, ya se sabe que no es fácil creerse que engañe tan fácilmente a su marido, el guion salva bastante las dificultades, sabe dosificar bien las escenas, no abusa de cierta comicidad fácil con los equívocos y recurre a alguna que otra escena dramática (cuando el personaje de Bob Cummings entra solo en la habitación de ella), aunque acabe resolviéndose con humor y optando por el humor blanco. Por otra parte, hay ciertas referencias a las nuevas corrientes cinematográficas, ella suelta que bien una estrella puede hacer el papel y que se tendrá que comer sus palabras con salsa "Nouvelle Vague" lo de que tiene que ser una desconocida.

La comedia hasta entonces se desarrollaba en estudios, aquí aunque sea con el pretexto de que tiene que rodar en Japón, se escapa de ese modelo y apuesta por los exteriores tal y como reivindicaban Godard, Truffaut y compañía. Por otra parte, se analizan las personalidades de los productores, le dice Edward G. Robinson a ella que es tan deshonesta que acabará produciendo. Lo estudios se niegan a que un director haga una película de autor y reclaman el nombre de ella, de no ser así la financiación será escasa, sin poder utilizar el color y recortando bastante, aunque él sea un director con cierto nombre, no se confía en su habilidad por sí solo, el deseo de Montand es romper esa barrera de una vez. Hay también cierta autocrítica hacia la supremacía estadounidense, McLaine necesita unas lentillas para hacerse pasar por geisha y el productor le comenta que habrá que encargarlas en los EEUU,  ella sorprendida comenta que es en Japón donde se inventaron.

En un diálogo, Montand cuenta que la cámara tanto agranda la verdad como la mentira, y en Mi dulce Geisha viéndola sin prejuicios sabe enfocar muy bien lo que es un matrimonio enamorado, pero incapaz de asumir sus roles independientes. Cuando él se marcha a rodar se recurre a un beso apasionado entre los dos bastante bien filmado que contrasta con las reflexiones de que quiere triunfar sin depender de su esposa, ella por otra parte le tiene mucha confianza, quizá aquí sí que el guion resulte algo estereotipado, aunque por otra parte no hace sino reflejar e intensificar la fragilidad de su personaje. Sin querer desvelar finales, a ese juego de saludos y reverencias mientras hablan se le puede exprimir bastante, la concepción del cine como mentira queda bien definida, sin olvidarnos de que en la vida real tampoco había sinceridad como he comentado antes a pesar de que no supiéramos nada. Tenía razón él y la cámara enfoca los dos polos opuestos.

Les recomiendo que si la encuentran, la vean. No se queden con una primera visión y también disfruten de su calidad técnica. Ese cuidado hollywoodiense que aun perduraba, pero que se iba extinguiendo y afectando seriamente al género de la comedia, reflexionen sobre ese cine dentro del cine y deléitense con esas bellas arias de la ópera Madame Butterfly (casi es como si vieran otra película dentro de esta) y muy especialmente de lo gran actriz que siempre ha sido Shirley McLaine que sabía darle esa sensibilidad tan exquisita a sus personajes.

20/04/2023

Monsieur Verdoux (1947) o Monsieur Charlot

 



Cada 16 de abril se recuerda el nacimiento de Charles Chaplin, quizá no seamos ya tantos, pero es una buena oportunidad de reivindicarlo para que, quizá en un futuro, vuelvan a ser, por lo menos, algunos más. Y aprovechando la efeméride, conviene recordar también sus obras menos valoradas como ese Monsieur Verdoux de 1947.

Su visionado sigue resultando extraño, se dice que fue la primera vez que eliminó claramente a su inmortal personaje de Charlot, pero, personalmente, cada vez que la reviso, lo sigo viendo. Es igual que Chaplin apareciera ahora con un bigote real y engominado, que no llevara el bombín y que lo viéramos con mediana edad, atildado y cínico. Ya no es el clown, es un asesino de mujeres acaudaladas, y sin embargo, nos sigue haciendo reír, incluso hasta provocar la carcajada. Nos hará también llorar como en sus películas anteriores, le compadeceremos y nos quedará cierto nudo en la garganta al final.


Chaplin se fijó para esta película en una idea de Orson Welles y se la compró, se trataba de un documental sobre la vida del famoso asesino Henri Desiré Landru (en los 60, Claude Chabrol realizaría una película sobre él) que mataba a señoras ricas con el arte de la seducción. Según se cuenta, este Barba Azul estafó ni más ni menos que a 300 y mató a 11.


El Chaplin de los 40 en EEUU estaba siendo víctima de una persecución, había pasado de héroe a villano, sus ideas políticas o su vida privada le hicieron entrar en esas listas negras de las que difícilmente se sale. Monsieur Verdoux fue vista como todo un recital de lo que estaba padeciendo, se llegó incluso a boicotearla en determinados cines y presionar a la United Artists que no la distribuyera. El resultado fue un sonoro fracaso comercial y la crítica tampoco le acompañó mucho, de nada sirvió que la burguesía a la que retrataba fuera francesa y no estadounidense. Sin embargo, en Europa pudo rehacerse algo, curiosamente en España se estrenó y sin retraso, aunque me imagino que algún que otro corte habría… Por cierto, doblaba a Chaplin el actor Félix Fernández (En la edición del DVD es Carlos Revilla) y en los carteles ponían “Charlot” como si fuera otra más, por lo tanto, mi visión no está tan desencaminada.

Decía Josep Pla hablando del cine que “las personas que llegan a comprender algo suelen tener una imaginación galopante y viva. Éstas suplen los baches muertos inexplicables de las películas con elementos sacados de su propio caletre, de sus lecturas y de su sensibilidad supletoria. (…).Las personas que tienen la capacidad de explicar las ligeras sugestiones que reciben como si fueran realidades de peso suelen ser grandes aficionados al cine

No sé, quizá eleve mi imaginación al seguir viendo al vagabundo del bombín y bastón en cada fotograma de Monsieur Verdoux, su genial uso de las elipsis consigue que no quede tanto en la retina la maldad del personaje, apenas le vemos matar. Por el contrario, es meticuloso cuando este no logra sus fines, o bien por ser un patoso (intento de matar al personaje de Martha Raye) o por piedad (La joven recién salida de la cárcel a la que considera víctima). Incluso se atreve a rescatar a una oruga, mientras en el fondo el crematorio sigue activo desde hace tres días para pesar de los vecinos, y naturalmente de la propia víctima y familiares…


Verdoux, asimismo, como Charlot, se desvive por las normas de la buena educación, en más de una secuencia nos remitirá a varias de sus películas, con la diferencia que aquí lo que predomina es un humor negro, ácido y una falta de confianza hacia la humanidad absoluta, en su manera de contar el dinero se resume bastante lo que es la vida. Mucho se comenta la escena del sacerdote del final a la que se tilda como atea, no creo que sea así, más bien es una evolución negativa del mensaje de El gran dictador en el que citaba el capítulo 17 del "Evangelio" de San Lucas: “El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres” a lo que Chaplin seguía con: "Vosotros, los hombres, tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa, y convertirla en una maravillosa aventura” Aquí antes de ser guillotinado, confiesa que está en paz con Dios, que su conflicto es con los hombres y enseguida pensamos en la caza de brujas o en ciertas "Ligas" que hablaban en nombre del orden y la decencia

Otro momento para recordar es cuando es presentado en el juicio como el mayor asesino y peligro de la humanidad, la cámara le enfoca, él se gira atrás. El público en la sala seguramente reiría y luego como en "La codorniz", temblaría. Chaplin sabía perfectamente que nos estaba mostrando el juicio contra él, o contra Charlot como prefieran y no contra Verdoux, incluso es él mismo quien se ofrece a ser detenido. La tesis antibelicista y anticapitalista que lanza es casi lo de menos, hay que entenderla en el contexto de la hipocresía de esa humanidad que solo piensa en los números. Charlot condenado y de camino a la guillotina es una de las escenas más impactantes del séptimo arte, hasta nos olvidamos de que la película empieza con él hablándonos ya muerto.

13/04/2023

Nuestras mejores...

 


Hace ya unas semanas se puso a la venta el libro Our Betters, promovido por el programa de radio "Cowboys de medianoche" que conduce Luis Herrero y en el que colaboran José Luis Garci, Eduardo Torres-Dulce y Luis Alberto de Cuenca. Más de 800 oyentes, incluido servidor, han votado las que para ellos son las mejores películas, aunque la intención inicial, por lo que había entendido, era más bien elegir aquellas por las que sentías más cariño y no tanto por la calidad. La ganadora ha sido El padrino, algo que se esperaba por los comentarios. Por cierto, antes de continuar, el título hace referencia a una película no muy conocida de George Cukor de 1933, la cinefilia de Garci no tiene límites, la traducción sería “nuestras mejores”.


Hace ya ocho años que el director publicó Las siete maravillas del cine y que incluía también votaciones de oyentes y gente famosa. Todo viene movido por la publicación cada diez años de la que se suponía, hasta hace unos meses,  “la lista canónica” en la revista británica "Sight and Sound". Esta salió por primera vez en 1952, imponiéndose Ladrón de bicicletas de De Sica, luego cedió el puesto a Ciudadano Kane de Welles que se mantuvo líder desde 1962 hasta el 2012 cuando Vértigo de Hitchcock le arrebató el puesto. Vino el 2022... y la ganadora fue Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles dirigida por Chantal Akerman, película que la mayoría de mortales ni había visto, ni conocía, todo un apaño movido por ciertas corrientes políticas que ha perjudicado la fiabilidad de este tipo de encuestas y que incluso ha dañado al propio filme alabado y bendecido como el mejor de la historia.

Quzá por eso, la aparición de Our Betters, aunque nada tiene que ver con el bodrio perpetrado por la publicación británica, no me entusiasmaba tanto, pero me ha encantado leer las listas de los que han votado diferente, Cuenca con El príncipe valiente, por ejemplo. Como decía antes, bien escuché que había que votar más con el corazón que con la cabeza y la idea la vi fabulosa, para qué queremos más listas de películas canónicas. El mismo José Luis Garci sacó hace dos años un libro original llamado Películas malas e infravalorados, todo un homenaje a aquellos films, actores, directores, etc. que por una serie de circunstancias no están en el Olimpo de los cánones, les recomiendo su lectura. En la portada teníamos, excelentemente escogida, la carátula de Los insaciables de Edward Dmytrick, aquella introspección del mundo del cine con George Peppard y Carroll Baker, si no recuerdo mal fue la última de Alan Ladd.

Hace una semana les hablaba de Una cuestión de vida o muerte, pues esta la puse en la lista de Our Betters que envié porque dentro de mi cinefilia me supuso un impacto, era la primera vez que veía una película en Technicolor en pantalla grande y aparte de esto era una obra maestra. Al elegir las quince, pensé en algún motivo, pero es evidente que después de muchos tachones, hay algunas que me es imposible quitar.

Quizá este mundo de las listas necesite de un libro donde realmente votemos películas no tanto por la calidad, sino porque nos iniciaron en esto de ver cine. No necesariamente han de tener cinco estrellas, ni cuatro, ni tres...  Hoy voy a citar cinco de esas que no aparecen por ningún lado y que bien podrían ir a parar a algún libro de estos que reivindico. Animo, pues, a su confección próxima y que dejemos en paz a El padrino o a 2001 al menos por un momento ¿Alguien las vio cuando era adolescente y se hizo cinéfilo con ellas? Yo no, la primera a los 20 y la segunda con 15 sin entender mucho, más bien la aguanté porque la concebí como si fuese Fantasía de Walt Disney, quedaba muy bien acoplada la música clásica a las imágenes.

Después de hacer amigos con esto último, comienzo por una cuya marginación ha ido "in crescendo", hablo de La vuelta al mundo en 80 días, fue la primera película que vi en el cine, fue una reposición de verano y yo apenas tendría 5 años, fue en el Cine Bailén de Barcelona. Se me quedó grabada la música de Victor Young, no iba mal encaminado ya que este músico ha escrito para películas que ahí sí pondría la máxima clasificación: El hombre tranquilo, El mayor espectáculo del mundo, Raíces profundas, Johnny Guitar…A pesar de mi corta edad, pondría la mano en el fuego que algo se me quedó. Saul Bass nos la resumía en unos créditos que son una obra de arte.


Otra que nunca aparecerá: El tulipán negro, por cierto, que sirva, aunque tenga un papel secundario, de pequeño homenaje a Laura Valenzuela. Era como el Zorro en época de la Revolución Francesa, a Delon le gustaba tanto ponerse el antifaz que hasta hizo otra ya con el nombre del raposo. Entretenida, simpática y de paso una lección de historia, aunque fuese con calzador. De nuevo la música se me quedó en la cabeza con esa marcha que ahora algún entendido dirá que es música popular (como si eso fuera malo),

Otra, y sigo con el cine de aventuras :Los piratas de las islas salvajes. Al director Ferdinand Fairfax no lo conozco mucho, pero entre sus guionistas estaba John Hughes, todo un icono de mi generación. Tenía también una banda sonora muy pegadiza de Trevor Jones, escucharla me evoca cuando se ponían películas de este tipo por televisión los sábados por la tarde. En el reparto había un Tommy Lee Jones siempre efectivo que compensaba la insipidez de Michael O´Keefe, pero era algo que no teníamos muy en cuenta… Que conste que estas son las tres primeras que me han venido, pero no es casualidad que te salga el género de aventuras cuando piensas en películas menospreciadas, algo a lo que se ha unido el mundo de las bandas sonoras, ahora los iluminados nos dicen que la música en el cine no se ha de notar, ya no hay grandes obras sinfónicas y los nombres de los compositores que antes nos sabíamos de memoria, ahora pasan con más discreción que el asistente del fotógrafo.

Pero dejemos el cine de aventuras, me ha salido una españolada y concretamente con Alfredo Landa: Los días de Cabirio. Antaño se ponían estas películas a todas horas por televisión, ésta en concreto siempre me pareció de las más divertidas, me recordaban en casa que esto de Cabirio era porque había una con Giulietta Massina, aquello me picó la curiosidad. Sin embargo, la película de Fellini estaba secuestrada por un problema de derechos, así que me tocó compadecerme de Cabirio bastantes veces antes de descubrir el gran clásico. Confieso que me reía, pasaba una hora y media volando. Menos mal que Betriu nos enseñó que se podía seguir haciendo lo del "landismo" en los 90 con Sinatra, un título que bien podía haberlo puesto aquí. Repasándola después y viendo que en el guion estaba Juan Miguel Lamet (tan exigente en el ¡Qué grande es el cine!...) no sería tan mala… 

Y ya por acabar, sigo con el cine español, y me voy a la "Trilogía negra" de Rovira Beleta... Pues si, es una trilogía y perdonen la redundancia. Yo la voté en la lista de los "Cowboys", pero solo me han puesto la primera que es Hay un camino a la derecha, o sea que si van a la última página y la ven con un voto, ya saben de quien es... Tomo prestadas unas palabras de José Luis Borau en el funeral del director barcelonés que decía que con su cine “nos dimos cuenta de que se podrían hacer películas de acción y montaje brillantes de concepción y realización, lo que nos dio confianza a todos los que vinimos detrás de élEl expreso de Andalucía y Los atracadores completaban el tríptico. Me gustaba ver ese cine rodado en las calles de mi ciudad con tanta fuerza dramática, creo que no hay un documento que muestre mejor cómo era el puerto... Un director, Rovira Beleta, que amaba el cine y su ciudad, pero que los Ayuntamientos que hemos tenido y padecemos, ya sean de color rosa, convergentes o colauitas, no se han dignado a dedicarle una calle o espacio y eso que no paran de cambiar placas…

Echemos una mano a este cine que nos entretuvo tanto... De lo contrario, ya han visto lo que ha pasado en "Sight and Sound"...

08/04/2023

Una cuestión de vida o muerte (1946) de Michael Powell y Emeric Pressburger

 




Aprovechando que estos días la Filmoteca en Barcelona está dedicando un ciclo a Michael Powell y Emeric Pressburger, hablaré de una de sus películas más cautivadoras, probablemente mi favorita de ellos, se trata de Una cuestión de vida o muerte. La descubrí en el desaparecido (y añorado) Cine Casablanca de la ciudad condal un mes de agosto, venía publicitada por Martin Scorsese que había colaborado en la maravillosa restauración de esta y añadía una frase publicitaria suya en el cartel que decía: "Una romántica, atrevida y hermosa fantasía alegórica".

Quien haya conocido el cine Casablanca se acordará de sus reducidas dimensiones, en aquellos tiempos no proliferaban tanto las multisalas y estábamos acostumbrados al glamour de la gran sala, por eso no lo tenía yo entre mis preferidos, pero su programación era buena. Digo esto, porque ver A matter of life and death ahí engrandecía milagrosamente la pantalla.

No era para menos, la película comienza con una secuencia de lo más emocionante y sensible que se haya podido ver, el personaje interpretado por David Niven, un aviador británico llamado Peter Carter está a punto de estrellarse, sabiendo que es su final, mantiene un romance por línea con la voz femenina (Kim Hunter) que le atiende a su llamada de socorro. Sin embargo, logra salvarse, aunque un enviado del más allá  le dice que está entre la vida y la muerte, que si quiere sobrevivir, tendrá que defender su caso ante un tribunal celestial. Simultáneamente a este hecho sobrenatural, vemos a unos médicos en el quirófano atendiendo a Peter de una lesión en el cerebro.


Esta contraposición entre el mundo real y el imaginario está formulada de tal manera que resultan verosímiles los dos, el hábil guion incluye algunas trampas para que no descartemos si lo imaginado es real, escenas como una pelota de golf que de pronto se para, la partida de ajedrez, la lágrima deportada en una rosa…. Pero más allá de esto, también hay que preguntarse si esta alegoría sobre las relaciones humanas, más allá de leyes, pudiera ser verosímil o bien es la gran utopía que solo en sueños (o en el cine...) es factible. La película fue un encargo de la "Film Comission" a ambos directores con el fin de mejorar la relación entre ingleses y norteamericanos, curiosamente ambos habían desatado las iras del mismo Churchill con El coronel Blimp, una visión de la casta militar británica cuya difusión intentó prohibirse.

El mundo terrenal era presentado en un abigarrado Technicolor (¿Cuándo se reconocerá que este ha sido uno de los grandes inventos del séptimo arte?), mientras que el cielo era en blanco y negro. Sobre esto hay varias teorías, que van desde el presupuesto o a querer apostar por la felicidad terrenal. Al cielo se va por una escalinata que nadie que vea la película ya la podrá olvidar, si tuviera que elegir 10 escenas de películas en una de esas listas que tanto preguntan ahora, esta entraba seguro en las mías.

El enviado del más allá estaba interpretado por Marius Goring, amanerado noble francés que había sido guillotinado, sus diálogos son muy sarcásticos y de pronto lanza que echan en falta ese color ahí arriba. En ese cielo, que uno se imagina como un paraíso de ángeles celestiales, resulta que son más burócratas que en cualquier oficina que hayamos ido, su decoración equivale más a una ciudad futurista, gigantescos decorados, composiciones geométricas que deberían estar expuestas en cualquier museo de arte contemporáneo... Y la ironía sigue, por ejemplo, hacen acto un grupo de aviadores norteamericanos muertos en combate que se ponen a buscar una máquina de Coca-Cola.

Por cierto, que la fotografía corresponde a Jack Cardiff, otro nombre del que en más de una ocasión he hablado y que merece ser recordado entre los grandes.

La película es fácil de encontrar, la tienen en Filmin (aunque no en la copia restaurada), la copia buena está en Amazon y en FlixOlé, también la tienen editada en DVD y Blu-Ray (copia remasterizada). En España se estrenó el 1-12-52, concretamente en Barcelona sin demasiado éxito, en Madrid tardó tres años más y fue en verano, concretamente el 1-8-55.

De verdad, véanla bien tranquilos y acérquense a la filmografía de estos dos genios, como decía Bertrand Tavernier, nunca hicieron una película igual.

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...