El hombre mosca (1923)

 



Ya que estamos en la semana del que llaman el día más triste del año, nada mejor que combatirlo con una comedia y si encima nos remitimos al cine cómico mudo mucho mejor para reírnos de todos aquellos que nos programan el calendario con tonterías. Para estas últimas, más vale elegir las que elaboró dignamente Harold Lloyd, un cómico a la misma altura que Chaplin o Keaton, pero que con el paso del tiempo fue cayendo en el olvido.

Curiosamente, Lloyd fue un actor bastante taquillero, él como persona caía bien a todo el mundo, ofrecía un aspecto algo distinto a sus colegas, se presentaba con esas gafas de concha (casi se puede decir que un antecedente de las de Woody Allen) que no se quitaba ni para dormir, un sombrero de paja y un rostro afeitado y pulido, todo ello hacía que su rostro encajara perfectamente en el de un personaje tímido y bondadoso que buscaba como podía un hueco en una sociedad hostil.

Hará 15 años salió en DVD toda una colección muy cuidada de sus películas editada por la Universal y revisada por su nieta, pero la colección enseguida quedó descatalogada. A partir de ahí, de tanto en tanto, salía alguna de sus comedias de aquella manera, hace un par de años volvía El hombre mosca tanto en DVD como en Blu-Ray y como hiciera Lloyd, también aquello era intentar que la voluntad triunfara en una sociedad cinéfila que cada vez depende más de las plataformas. Creo que ya no se encuentra a la venta, aunque quizá en alguna tienda más especializada o por alguna web haya alguna edición.

El hombre mosca era su cuarta película y en ella hay la famosísima escena de él escalando ese edificio y sosteniéndose en las manecillas de un reloj, homenajeada luego en Regreso al futuro o por los Coen en la infravalorada El gran salto. El argumento era sencillo, un joven de pueblo para intentar conquistar a su novia decide probar fortuna en la gran ciudad y ganar el dinero necesario para casarse, se pondrá a trabajar en unos grandes almacenes, ahí se hará pasar por uno de los jefes cuando su prometida viaja para verle.

Aunque la película, como la mayoría de las de Lloyd, está dirigida por Fred Newmeyer y Sam Taylor, lo cierto es que el actor las supervisaba, a ello se añade el nombre del mítico Hal Roach en el guion. Lloyd ya había escalado edificios en algunos cortos como High and Dizzi (1920), Look out below (1919) o Never Weaken (1921), la idea provino de una exhibición que él mismo presenció y contrató al héroe de esa hazaña Bill Strother para que saliera en la película.

Pero sería injusto únicamente pararnos en esta escena o como suele pasar en bastante bibliografía ponernos a hablar de si Lloyd se jugó la vida o si por el contrario había más de un trucaje. Fue una escena con riesgo para él y cualquier debate es prescindible, aparte que saberla convertir en un ejercicio cómico con todas esas palomas inoportunas, la pegajosa red, la mujer impertinente y muy especialmente agarrarse a ese reloj hace que poco nos importe si era una transparencia o si estaba rodada en otro edificio.

Igualmente injusto es detenernos solo en esta escena, hay gags totalmente celebrados como aquel en el se esconde bajo un abrigo colgado en una percha o el inicio en el que lo vemos detrás de la reja junto a un hombre con gorra de policía y la soga de una horca al fondo. Mientras su madre y su prometida se despiden de él, el travelling hacia atrás revela que se trata de la despedida en la estación de ferrocarril.

Les recomendaría que la tuvieran en DVD, no esperen demasiado de las plataformas ni hagan caso de si está en YouTube, nunca se sabe cuando la pueden quitar, de verdad que se llevarían una joya para ver más de una vez sin cansarse y quitarse estas depresiones de "lunes tristes" que nos impone esta sociedad de hoy en día con finalidades comerciales. Como curiosidad, fue objeto de una especie de remake con el mismo Lloyd, la cual no he visto, llamada ¡Ay, que me caigo!(Feet first, 1930)

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