24/04/2024

Asesinatos de la calle Morgue (1971)

 


En esta semana tan literaria vamos a asomarnos a alguno de esos escritores tan tratados en el cine como es el caso de Edgar Allan Poe (1809-1844), si consultamos el IMDB nos salen nada menos que 479 referencias entre películas, series, programas, cortos…Pero las más famosas quizá fueron las adaptaciones de Roger Corman que aprovechó la carencia de medios económicos para agudizar el ingenio a la hora de lograr unos productos que lograban bien su propósito de aterrarnos y de paso ser fiel al espíritu del escritor.

Hollywood se fijó especialmente en su cuento publicado en 1841 con el título de The Murders in the Rue Morgue, este reunía una serie de características como ser considerado el primer relato detectivesco de la historia de la literatura o en el que se retaba al lector a resolver un enigma de apariencias inexplicables. Poe creaba con su personaje de Auguste Dupin una especie de modelo de lo que sería el Sherlock Holmes posterior y durante el relato teníamos un buen uso de cierto humor negro con momentos como cuando los testigos van diciendo qué lengua habían escuchado.

Ya el cine mudo había tratado el cuento en cuatro ocasiones, pero fue la versión de la Universal de 1932 dirigida por Robert Florey la que tuvo resonancia, aunque en su momento no fuera bien recibida. Los estudios le habían reemplazado un año antes en la dirección de El doctor Frankenstein por James Whale y Boris Karloff  habia sustituido a Lugosi. Como compensación, Universal asignó a Florey y a Lugosi la película Murders in the Rue Morgue estrenada aquí como El doble asesinato de la calle Morgue, con una importante dosis de influencia de expresionismo alemán, fue un film maldito ya que se cortaron más de 20 minutos por considerarla demasiado violenta. Introducía varios cambios respecto al texto, aunque el tópico de ser fiel al menos en las constantes del autor se podría decir que se respetaba, aunque los más exigentes no lo vieran así

La otra versión más famosa fue la de la Warner de 1954, la cual encargó al artesano Roy del Ruth una versión en 3D para seguir con el éxito de Los crímenes del museo de cera en plena batalla contra la televisión, la película seguía más el esquema de la versión de la Universal por lo que tampoco era fiel, aunque hay que decir que cinematográficamente el guion estaba milimétricamente estudiado para establecer una buena simbiosis entre lo que es una adaptación cinematográfica distinta, pero que reflejara los temas que trataba Poe. Contaba con el gran Karl Malden de protagonista y con el tiempo se ha revalorizado ya que en su día aquello de ser vista como un divertimento para disfrute con esas gafas tridimensionales le restó puntos entre los más puristas.

La versión que traigo aquí es de 1971 y fue dirigida por Gordon Hessler, un director de origen alemán, criado en Inglaterra y que emigró a los EEUU de joven. Ahí trabajó en la serie de Alfred Hitchcock presenta supervisando guiones, produciéndola y dirigiendo varios episodios. Su primera película importante fue La caja oblonga (1969), otro relato de Poe que reunía a Cristopher Lee esta vez con Vincent Price, aunque en su posterior La carrera de la muerte (1970) consiguió que Peter Cushing completara el trío. Estamos, pues, ante un nombre que conocía bien el género.

Eran películas con escaso presupuesto y la fórmula que la Hammer tan bien exprimió y que tuvo tantas imitaciones empezaba a decaer, Polanski había revolucionado el género con La semilla del diablo (1968) producida por una "major" (la Paramount) y de otros grandes estudios llegarían El exorcista (1973) (Warner) o La profecía (1976) (Fox). La crítica y el público empezaba a dejar de lado estos entrañables filmes de terror de las pequeñas productoras, aquí era la American International Pictures que se había formado en 1954 de la mano de James H.Nicholson y Samuel Z. Arkoff y que se había especializado en varios géneros y que tuvo en Roger Corman uno de sus máximos exponentes. 

Hessler rodó Murders in the Rue Morgue en España para reducir aun más los costes, concretamente utilizó calles de Toledo, su Teatro de Rojas, San Lorenzo de El Escorial, Colmenar Viejo, el parque del Capricho de Madrid y su Palacio de los Duques de Osuna. Contó con el diseñador de producción José Luis Galicia que estaba haciendo muchos westerns en Almería, la fotografía corría a cargo de Manuel Berenguer, de la música se encargaba Waldo de los Ríos que acababa de tener un gran éxito musicando La residencia de Narciso Ibáñez Serrador (A día de hoy una de las mejores bandas sonoras jamás compuesta para una película española,). Al director le habían recomendado el nombre del operador de cámara Salvador Gil que había trabajado entre otros con Ladislao Vajda en sus títulos más famosos y lo fichó para la importante tarea que este tenía para el film. Otros nombres en el equipo eran los de Juan Carlos (“Kuki”) López Rodero que tendría una carrera pletórica. 


Pero los seguidores de Poe se llevaron otro gran chasco ya que los productores dejaron bien claro que no valía la pena rodar otra versión del cuento a pesar de que la fidelidad al texto original brillaba por su ausencia en las anteriores y que había que seguir dándole otras vueltas, Hessler pensó en mezclarla con El fantasma de la ópera de Gaston Leroux y así se nos presenta a Cesar Charron (Jason Robards), el propietario del teatro Grand Guignol de París que está representando una adaptación de Los crímenes de la Rue Morgue, pero a su hija Madeleine (Christine Kauffman), la obra le provoca pesadillas. Varios miembros de la compañía empiezan a ser asesinados y Charron empieza a sospechar que quizá René Marot (Herbert Lom), el asesino de su mujer (Lilli Palmer) al que la policía dio por muerto, esté vivo.

 

  Cobraba especial interés el personaje de Pierre Triboulet interpretado por el actor Michael Dunn que medía «1,19m» a causa de una enfermedad. Podemos ver a varios actores españoles entre los secundarios, aunque más bien de extras especialmente entre los miembros de la compañía, nombres como María Martín, Rafael Hernández, Luis Rivera, Xan das Bolas, José Cobo... Un poquito más de papel tenían el inefable y mítico Víctor Israel como conductor del carruaje o Inma de Santis como la Madeleine adolescente.

En esta versión no aparece el personaje de Auguste Dupin, pero sí el del inspector Vidocq que fue realmente el que había inspirado a Poe, lo interpreta Adolfo Celi y lo caracteriza bastante bien, se come bastante a Jason Robards quien no estaba a gusto en la película ya que la consideraba un paso atrás en su carrera, y tal como comentara su director se trataba de un personaje malhumorado interpretado por un actor con poco sentido del humor, valga la redundancia. Herbert Lom en cambio conseguía un personaje siniestro con su rostro y mirada penetrante, ya había interpretado en 1962 la versión de la Hammer de El fantasma de la ópera por lo que su elección era más que oportuna.


Durante casi todo el metraje hay un peculiar uso de la cámara (de ahí la importancia en que fuera alguien que la dominara), en muchos planos esta es llevada en mano, hay un uso constante del contrapicado, ángulos que por aquel entonces no eran los más habituales y que creaban una sensación angustiosa. Como hemos dicho y reiterado, apenas había presupuesto por lo que el director tenía que saber crear un poder de sugestión que lo lograba en escenas como rodando con el teatro vacío, la feria, el parque del Capricho con esa fotografía espléndida que resaltaba el ambiente melancólico otoñal o el palacio con todos esos objetos algo peculiares. Resaltar que la también aquí notable música de Waldo de los Ríos y los efectos sonoros ayudaban bastante a conseguir la atmósfera deseada

El guion corría a cargo de Christopher Wicking y de Henry Sleser, este último había escrito también varios episodios de La hora de Alfred Hitchcock y Hessler conocía de primera mano su talento, también escribió guiones para las series de La dimensión desconocida y Tales of the Unexpected, de bien seguro que su mano se nota en esos toques algo irónicos que tiene el film o en su enigmático final.

Asesinatos en la Calle Morgue tiene una puntuación muy baja en las distintas webs de cine, ni está (ni se le espera) en las diferentes plataformas, sí que salió en DVD en el 2013 en una copia pasable, pero sin llevar los subtítulos en castellano, aunque en la caja sí los anunciaban. Creo que vale la pena verla y es una buena muestra del género sin tener que recurrir al sexo o al exceso de sangre como pasó en el "fantaterror" español a medida que avanzaba la transición.  Aquí tienen la banda sonora de Waldo de los Ríos:





16/04/2024

Jaime de Armiñán in memoriam: La hora bruja (1985)

 




Jaime de Armiñán (Fuente: RTVE)

El pasado  9 de abril fallecía Jaime de Armiñán, uno de nuestros directores de cine más notables, aunque su nombre no está lo suficientemente valorado ni siquiera recordado. Proveniente de una familia de actores, políticos y escritores, escribió teatro hasta 1963, tres años antes había empezado a elaborar guiones y dirigir programas para TVE para la que llegó a hacer más de 500, entre ellos Confidencias, Tiempo y hora, Las doce caras de Juan, Refranes, Del dicho al hecho. Suspiros de España… En 1967 y con Narciso Ibáñez Serrador escriben el guion de Historia de la frivolidad que dirige el primero y que consigue un relieve internacional. Ya en los 80 dirigiría Cuentos imposibles (1984), uno de los episodios de esta estaba dedicada al torero Juncal y el éxito propició que rodara una serie sobre él de gran éxito.

Una de sus primeras películas fue la fallida Carola de día, Carola de noche (1969), su productor Manuel J. Goyanes lo contrató para iniciar la transición de la actriz de adolescente a mujer, el rodaje fue tenso para Armiñán ya que según contaba le destrozaron el guion. Consigue luego una tibia acogida con La Lola, dicen que no vive sola (1970), película bastante desconocida hoy en día, pero su gran éxito vendría en 1972 con Mi querida señorita, película que probablemente ha eclipsado demasiado con el tiempo su posterior filmografía y que fue su primera nominación al Oscar para mejor película de habla no inglesa.


Tuvo al público a su lado en películas como Un casto varón español (1973), una especie también de tercera vía producida por José Frade. El amor del capitán Brando del año 74 que le valió una nominación al Oso de oro del Festival de Berlín o ¡Jo papá! repitiendo con Ana Belén al año siguiente. A partir de aquí su cine deja de tener grandes éxitos comerciales y rueda películas más de autor como Nunca es tarde (1977) o  en la línea de la época de la Transición como Al servicio de la mujer española (1978). En 1980 lograría un éxito de crítica con El nido que le valió otra nominación al Oscar, en ella retrataba un ambiente rural y denunciaba ciertos prejuicios sociales.

Siguieron películas interesantes como En septiembre (1982), Stico (1985), Mi general (1987), aunque con respuesta por parte del público más bien fría, entre estas destaca La hora bruja (1985) que voy a comentar y que fue su tercera nominación al Oscar. En ella se nos narran las peripecias de El Gran César (Paco Rabal) que pasea un espectáculo ambulante de magia por Galicia a bordo de un autobús acompañado de su cuñada y amante Pilar Esmeralda (Concha Velasco). En uno de los viajes recogen a una enigmática chica (Victoria Abril) que alterará su vida.

Armiñán escribió el guion mientras era jurado del Festival de Sitges del año 84, su deseo era hacer una película de magia y a la vez describir la vida de unos buhoneros que van de pueblo en pueblo proyectando cine. La película a simple vista podría recordar a La Strada pero con el toque fantástico correspondiente, algo que por otra parte también era muy usual en el cine de Fellini. El título de La hora bruja se debía a que corresponde al momento del día en que el sol roza el horizonte y es cuando la noche empieza a aparecer, ello queda bien reflejado en los fotogramas al rodar el anochecer con todo su esplendor. Cabe decir que de la fotografía se encargó Teo Escamilla, nombre muy asociado al cine de Saura, y que captaba toda esa belleza con un toque hipnótico que desgraciadamente. viéndola en televisión, se pierda bastante el efecto, ya no hablemos del excesivo uso del DNR que acaba por fastidiar el color de lo que se pretende una alta definición en vez de respetar la naturalidad original de sus fotogramas.

A pesar de que aparentemente este era un film que se apartaba de las anteriores películas urbanas en las formas de él, no lo era tanto en el fondo ya que no deja de ser otro retrato de seres marginados como ya sucedía en Mi querida señorita, El nido o Stico. A ello se añade cierta concepción de un realismo fantástico aquí ya plenamente desarrollado, pero que ya había ciertos esbozos en En Septiembre por ejemplo. Pero Armiñán elabora la historia de tal manera que pudiese llegar a todo tipo de público sin caer demasiado en lo alegórico como sucedía en Saura y utilizando una serie de escenas como el brindis amoroso en el balneario para que el producto fuese cercano.

La hora bruja logra salvar todas sus dificultades, es evidente que el irreal argumento puede causar rechazo a más de uno, pero creo que Armiñán lo salva gracias a le escena primera en que el gran Cesar empieza su espectáculo y el público, al ver de lo que habla, empieza a irse poco a poco, con este "truco" es espectador del film empatiza con él. Luego tenemos ese encuentro con ese personaje misterioso que encarna Sancho Gracia, aunque creo que este último acaba resultando excesivamente plano y que le podía haber sacado más jugo en el desarrollo del guion. Pero el ritmo no se entorpece porque empezamos a adentrarnos en la relación de la pareja y sus problemas y casi todo lo demás hasta sospechamos que es como un McGuffin. Pero vamos comprendiendo que no lo es verdaderamente cuando saca el personaje de Victoria Abril y va cobrando protagonismo, comienza ya a interesarnos plenamente todo ese mundo de meigas mezclado con las reflexiones sobre la monotonía de la vida, las limitaciones de las relaciones humanas y cierto elogio incluso a la traición entre las personas. Por lo tanto es un guion bastante hábil que conjuga perfectamente sus elementos para que nos atraigan y se dosifiquen bien durante el metraje.

A todo esto hay que añadir un homenaje al cine con esas proyecciones en los pueblos, cuando ponen Cleopatra (la versión de Mankiewicz) tienen un problema de sonido y ellos dos han de doblar las escenas, las cuales se las saben de memoria. Luego tenemos una imagen muy lirica con esa pantalla en el agua proyectando Hello Dolly. El director también saca el western Cielo amarillo que se desarrollaba en una especie de pueblo fantasma. Destacan las distintas entradas del autobús en esas localidades algo perdidas y que era una manera de llevar magia a estas. Por otra parte, hay todo un juego literario en los diálogos con continuas referencias a poesías, especialmente las de Bécquer que son las que más encajan.

Armiñan domina la dirección de actores, por una parte el personaje de Rabal nos lo muestra frágil, necesita azúcar porque su memoria cada vez se va perdiendo más, ello contrasta con la vitalidad y el fuerte carácter que tiene Concha Velasco y con el encantamiento de Victoria Abril. Ellas dos tuvieron sus roces en el rodaje ya que, según contaba Concha, a Victoria le gustaba constantemente desnudarse y llamar la atención, eso propició alguna escena algo innecesaria como cuando esta empieza a saltar con poca ropa en la cama mientras ella está en el tocador, pero al menos durante la mayor parte del metraje hay cierta contención.

Paisaje bello el que vamos viendo y más en esa “hora bruja”, la música de Satie quizá una apuesta demasiado convencional, pero que le da la atmósfera correcta para que nos adentremos en la historia. Probablemente, La hora bruja no sea una película redonda, pero a su favor está que no es pretenciosa y que está mas cerca de esas fábulas que Armiñán dominaba bien.

 

09/04/2024

Centenario de Stanley Donen: La escalera (1969)

 


Seguimos con la racha de centenarios míticos, esta vez le toca a Stanley Donen nacido un 13 de abril de 1924 en Columbia, Carolina del Sur (EEUU), su nombre va asociado principalmente al del musical como uno de sus grandes renovadores o al de la comedia, títulos como Cantando bajo la lluvia (codirigida con Gene Kelly), Indiscreta, Charada o Dos en la carretera forman parte de la historia, pero en este blog tengo tendencia a hablar de aquellas obras no tan conocidas o no muy valoradas.

Eli Walach y Milo O´Shea
(Fuente: Amazon)

Este es el caso de La escalera (1969) (Starcaise) en la que adaptaba una obra de teatro de Charles Dyer y que había sido producida por la Royal Shakespeare Company en 1966 y que contó entonces con Paul Scofield y Patrick Magee, dos años más tarde llegaba a Broadway esta vez interpretada por Eli Wallach y Milo O´Shea. En España, José Tamayo preparó una versión con Paco Rabal y Fernando Rey , los tres habían cosechado un gran éxito con el Becket de Jean Anouilh, pero no pasó la censura, al igual que la película de Donen que no se estrenó hasta 1976 en salas de las antes conocidas como de “arte y ensayo”

El film nos habla de la convivencia de una pareja homosexual: Charlie (Rex Harrison) y Harry (Richard Burton) llevan ya 30 años juntos y regentan una barbería de poca monta en Londres. El primero recibirá una citación judicial por haber atentado contra la moral al haberse vestido de mujer, el miedo a lo que le pueda suceder lleva a la pareja a analizarse y a quererse y odiarse por partes iguales.

Donen volvía a retratar una pareja como en Dos en la carretera rodada dos años antes, aunque en este caso que fuese una pareja gay motivaba un morbo especial y un tema tabú en aquellas fechas y que aumentaba al ver en pantalla nada menos que a estos dos actores, los cuales recibirían elogios o todo lo contrario. Es evidente que la forma de analizar un argumento así puede ser visto de distintas maneras y ser malinterpretada, suponía un riesgo para Donen llevarla al cine y que te llovieran críticas desde todos los lados, incluso las que consideraban el film como homofóbico.


 Uno de los que más cargó e influyó negativamente fue el crítico Roger Ebert que acaba de escribir muy bien sobre la anterior película de él, Bedazzled (1967), pero que aquí criticaba que Donen más que reflejar una película sobre homosexuales, hubiese accedido más a una película sobre Burton y Harrison en tales roles, calificó su interpretación de torpe, incluso las gesticulaciones del último las veía de tal manera que estaba queriendo decir que era tan heterosexual que no podía hacer de homosexual.

En mi opinión, La escalera, después de leer tantas críticas negativas (en el IMDB aprueba por los pelos con un 5,2), no está al gran nivel de su director, pero sí que es un film de esos que esconden mucho más de lo que en un principio pudiera parecer. A Burton y Harrison, más allá de ciertos tics y excesos verbales, me los creo y su ejercicio de metamorfosearse como esos seres limitados, decrépitos y temblorosos demuestran su categoría. Había que analizarlos como personas corrientes y eso es lo que pretendía Dyer con su obra, que los homosexuales fueran vistos como los demás, con todos las manías, defectos y virtudes que podía tener cualquier matrimonio convencional de entonces. Se nos ofrece toda una disección psicológica en sus personalidades que al espectador ya le tocará analizar y debatir.

Aspectos que llaman la atención son esos vendajes que lleva el personaje de Burton y que vamos sabiendo que es por la vergüenza que le da sufrir de alopecia, lo vemos calvo en algunas secuencias y con algún ridículo peluquín. Es un personaje el de Harry que esconde una represión ya desde la infancia, se muestra resignado, algo tímido, tiene a su madre enferma cuidándola en la habitación de arriba. En cambio el personaje de Harrison es más extrovertido, había sido hasta actor, nos muestra un anuncio que hizo y del que presume, pese a ello también esconde en su interior ciertas contenciones pasadas, es un personaje temeroso, no tan engreído como podría parecer. Probablemente, el lenguaje cinematográfico aquí empleado por Donen no facilita que lleguemos a conocerlos al 100% ya que se limita a trasladar solo el texto y se producen una serie de expectativas como qué le pasará en el juicio o la llegada de su hija que no vemos y provocan decepción.

La escalera rompía con ese optimismo tan propio del musical, aunque Donen lo comience con un número y a la mitad hablen de cierta escalera que hay que construir para subir al paraíso, referencia al número musical de Un americano en París de Vincente Minnelli. El esquema aquí seguido está más cerca de obras como ¿Quién teme a Virginia Wolf? Y es que en los 90 minutos de esta asistiremos a toda una serie de improperios y a una relación de amor/odio entre ellos, pero que a la hora de la verdad se necesitan.

El director también abandonaba el estilo de la comedia sofisticada elegante, estamos ante la incisiva visión de la vida matrimonial con sus relaciones crueles, la fidelidad, la soledad, la sumisión, la decadencia…Y todo ello rodado con la técnica del "feísmo", el colorido tan habitual en sus películas aquí es grisáceo, la fotografía apenas nos retrata el Londres más famoso y muestra una casa misérrima, los diálogos son agobiantes y malsonantes en bastantes ocasiones, apenas hay una música melódica bella tan habitual en anteriores obras…

Una de las mejores escenas es cuando Burton ha de subir a cuidar a su madre, se produce ahí también otra relación amor/odio, él la necesita y la quiere, pero no aguanta las inoportunas preguntas que le suelta, hay incluso un momento violento que es cuando le cambia el vestido sacándolo forzosamente por la cabeza, se suceden unos planos con el sufrimiento de ella. Hay otro contraste con la madre del otro personaje que la tiene ingresada en un hospital. Por otra parte, también se nos muestra un cambio de sábana en el que vemos la cama manchada por la orina, planos poco o nada habituales. No olvidemos también que estamos ante un análisis de una pareja cincuentona, de aquellas que ya no interesan, por lo tanto y a pesar de los errores del director al haber teatralizado demasiado y no haberle dado ese ritmo para que el espectador empatizara del todo, hay que aplaudirle y valorarle el atrevimiento que tuvo

Contar como anécdota final que la viuda de Richard Burton tuvo la película secuestrada durante bastante tiempo ya que no le gustaba la imagen que daba. Actualmente, La escalera no es un film fácil de ver legalmente, se editó en DVD por Resen en una copia no mejorada anamórficamente y no suele programarse, en Youtube de tanto en tanto se cuelga una copia. El fracaso de la película hizo que Donen tardara en volver 5 años y con otro fracaso El pequeño príncipe, luego vendría otro divorcio más con la crítica con Los aventureros de Lucky Lady (1975), la curiosa Movie, Movie (1978), la inclasificable Saturno 3 que hasta trató que no saliese su nombre y su canto de cisne con Lío en Río (1984) provocando otra controversia en la crítica que o bien recordaba demasiado aquel Donen brillante o tal vez consideraba que el paso del tiempo lo había avinagrado. 

03/04/2024

Centenario de Marlon Brando: El rostro impenetrable (1961)

 



Seguimos con los centenarios y esta vez toca uno de los nombres más míticos del cine, Marlon Brando, un 3 de abril de 1924 nacía en Omaha, Nebraska (EEUU). Su carrera se inició en el teatro en la década de los 40, siguiendo el método Stanislavski en los 50 empieza su periplo cinematográfico, Elia Kazan contribuyo a su éxito en papeles como los de Un tranvía llamado deseo (1951), ¡Viva Zapata! (1952) o La ley del silencio (1954). Sin embargo, pronto empezó a sentirse incómodo en papeles como el de Napoleón que interpretaba en Desirée (1954) o en la comedia musical algo fallida de Ellos y ellas (1955) dirigida por Joseph Leo Mankiewicz quien le había dado el papel inolvidable de Marco Antonio en Julio César (1953).

 La cada vez más dura competencia de la televisión hacía que los estudios no se dejasen tentar por un cine más de autor acorde con lo que él deseaba, ello le lleva a fundar una productora, la Pennebaker Productions para poder desarrollar personajes más acordes con su línea interpretativa, de hecho la primera que iba a producir trataba sobre el tema de la labor de Naciones Unidas, pero no hubo manera de abordar el proyecto. Tiempo después cayó en sus manos la novela The autentic Death of Hendry de Charles Neider, una especie de revisitación del mito de Billy el Niño y Pat Garrett con el que pensó que podía ofrecer una gran actuación, unos años antes Arthur Penn había tratado sobre él en un western de autor extraño aquí titulado como El zurdo (1958) con un Paul Newman totalmente sobreactuado muy acorde con el método. Para este empeño de Brando, el guion fue escrito por Sam Peckinpah y lo iba a dirigir Stanley Kubrick, de hecho contó con el guionista Calder Willingham que le escribió Senderos de gloria (1957) y luego Espartaco (1960).

Pero un comentario de Kubrick donde expresaba sus dudas y que se oponía a que Brando se inmiscuyera en el argumento hizo que fuera despedido por el actor y que este asumiera la dirección y fuera reescribiendo la historia a menudo, dejó de contar también con el guion de Peckinpah que lo reelaboraría luego en Pat Garret y Billy The Kid (1973) y de la novela inicial apenas quedó nada.

A pesar de que tenía que ser una película de coste moderado, acabó siendo distribuida por una “major”, la Paramount y contó con nombres ilustres como el del fotógrafo Charles Lang que tenía una gran experiencia en westerns también como El hombre de Laramie (1955), Duelo de titanes (1957) o Los siete magníficos (1960). El nombre de Brando, a pesar de algunos altibajos señalados antes, tenía un enorme filón y se esperaba una película que recaudara bastante al tener la novedad de ser su ópera prima.

Pero su inexperiencia como director acabó triplicando un presupuesto que llegó a los 6 millones de dólares de la época, llegó a presentar un montaje de 5 horas y hacer perder la paciencia de los directivos de la Paramount cuando veían que estaba todo un día para rodar una escena o que exigía de cena un menú compuesto por dos filetes, patatas, dos tartas de manzana y un litro de leche. La improvisación que obligaba a los actores le llevó a que la película se conociera como “Stanislavsky en la silla de montar” y es que, entre otros ejemplos, se hacía insoportable cuando tenia que esperar que se formaran las nubes que él quería o las olas del mar más idóneas, a ello y como sostenía que las interpretaciones ebrias eran malas, exigía emborracharse de verdad para filmarse así.

El rostro impenetrable, título en español de One-eyed Jacques tardó dos años en ser rodada y la respuesta comercial no fue la esperada, la crítica tampoco se puso muy de acuerdo, algún crítico la bautizó en nuestro país como El rostro insoportable, no obstante tuvo sus fans y ganó la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. Bastante maltratada posteriormente por las copias que no respetaban su formato y que ofrecían un color deplorable, comenzó a hacérsele justicia con la aparición de un DVD en la década pasada donde se pudo ver ya en su Vistavision original y últimamente Filmin la tiene en su catálogo en alta definición.


En las casi dos horas y media se nos narra cómo tras el atraco a un banco fronterizo, Johnny Río (Marlon Brando) es traicionado por Dad (Karl Malden, el cual había trabajado tres veces con él), su mejor amigo y compañero de correrías. Apresado por la policía mexicana, pasa cinco amargos años en la prisión de Sonora, durante los cuales, vive obsesionado con la idea de vengarse de él. Tras ser puesto en libertad lo va a visitar, pero este se ha convertido en un hombre respetable y es el sheriff de Monterrey. Cuando Dad le presenta a su hijastra Louisa (Pina Pellicer, actriz méxicana que debutaba en Hollywood, pero que acabó suicidándose pronto), se enamora de ella.

A pesar de la reducción de metraje original, la película peca de larga, el ritmo es más propio del cine oriental, casi podríamos encontrar similitudes con Akira Kurosawa. Por otra parte, hay una intención de recrearse en un paisaje marino, algo que en el género apenas se había visto, también ciertas ramblas que vemos nos hacen pensar en Sergio Leone (que conviene recordar que comenzó inspirándose en Kurosawa). Pero lo llamativo es el ejercicio narcisista de Brando que más que buscar una gran interpretación se acaba convirtiendo en un objeto para ser adorado, tenemos primerísimos planos de todo tipo, no ya solo su rostro, sino mostrando un culto al cuerpo excesivo (no falta la típica paliza a la que es sometido). Usa unos contrapicados y mueve la cámara de tal manera que a veces hasta parece un gigante al lado de los demás. Si se fijan hay escenas curiosas como el calco que hace del Hamlet de Laurence Olivier cuando lo vemos sentado viendo el mar o cuando en un bar vemos ni más ni menos que un cuadro de La Gioconda y él haciendo una expresión parecida.


La verdad es que el ego de Brando sobrepasa todos los límites, pero también hay que decir que eso forma parte del atractivo de la película y si así no fuera estaríamos ante un western pesado y aburrido, aunque salvado por Karl Malden. Con la copia restaurada al menos ahora se puede comprobar que el trabajo de Brando también tuvo sus buenas cosas y es que esos paisajes rodados en plan pictórico o su vestuario con esos paños cromáticos tan meticulosamente buscados dan ahora una peculiaridad y un afán estilístico que conviene estudiar al analizar la película y entretenerse.

El ritmo de la película que como ya digo tiene un tono enfermizo, autocomplaciente y exclusionista para con su protagonista no deja de ser también el del esquema clásico del enfrentamiento entre dos hombres duros como ese oeste romántico que otros ya lo psicoanalizarían con más fortuna, nombres como el de Nicholas Ray, Sam Peckinpah o Clint Eastwood. De todas maneras, si se acepta el juego de la dirección de Brando disfrutaremos tanto de sus virtudes como de defectos y de ese aire de leyenda a los personajes con tono de tragedia clásica y edípica, un cóctel de violencia, de poesía visual y de sensualidad donde no faltan escenas que bien podían haber sido eliminadas como esas bailaoras de flamenco en México.

En fin, he querido escoger esta película que como habrán notado no es de mis preferidas, pero sí que representa muy bien quién era Marlon Brando, un actor único y que forma parte de la historia en mayúsculas del cine. Repudió la película después que Paramount le recortara la mitad, aseguró que "ahora es una buena película para ellos, pero no es la película que hice". Tras esta, su carrera tendría varios fracasos y armaría otro motín fuera del rodaje de Rebelión a bordo (1962). Su papel en El padrino (1972) y en El último tango en París del mismo año, amén de sus polémicas y escándalos le devolverían la fama inicial.

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...