Ordenando hace unos días las películas que tengo de Billy
Wilder, me puse a ver la que fue su primera película Curvas peligrosas de 1934, bien es
cierto que codirigida por Alexandre Esway. En más de un lugar ni se cita que su
ópera prima sea esta, sino El mayor y la menor de 1942.
Bien es cierto que no es una película excelente, ni esta a
la altura de sus grandes trabajos, pero su visionado está lleno de curiosidades,
tampoco Wilder hablaba mucho de ella, sino más bien como un ejercicio de aprendizaje
y tener que ir con cámara en mano rodando detrás de un camión.
Franz Waxman
Ya al empezar nos llama la atención de la música de un casi
desconocido entonces Franz Waxman, aunque ya mismo empezaría con grandes
partituras para La novia de Frankenstein o Rebecca. Con Wilder colaboraría en
bandas sonoras memorables como la de El crepúsculo de los dioses por la que
obtiene el Oscar, Traidor en el infierno o El héroe solitario. Aquí sus notas
suenan divertidas, con ritmo y muy pensadas para acompañar las peripecias de sus
protagonistas.
Danielle Darrieux
Y hablando del reparto tenemos a Danielle Darrieux, actriz
a la que asociamos rápidamente a los grandes filmes de Max Ophuls, aquí tenía solo
17 años, comparte protagonismo con Pierre Mingand, actor poco o nada conocido, cuyas referencias son que imitaba a Maurice Chevalier en el "Folies Bergère", y en la película aprovecha para enseñarnos ese dote.
El guion está escrito por el mismo Wilder y aunque no tenga
diálogos geniales, sí que se pueden ya ver algunas de sus señas, hay un momento
cuando ella accede a ir en coche con un hombre mayor que un camión nos tapa el
momento en que le dice que sí, esto eran esos toques a lo Wilder que seguían a los de su maestro Lubitsch, pero con esa pizca cínica habitual en él
También ya vemos el uso de un espejo cuando ella se pinta, algo que se irá
repitiendo también en sus películas. A pesar de no ser un gran guion, si
hay varias líneas que llevan bien impresa su marca, como la de cuando el
protagonista se queda sin coche y se nos dice que en París hay 500.000 coches y
uno de cada 8 uno propio, y que entonces él sería uno de cada siete que no y alguna
de esas salidas irónicas como cuando comentan otros si el personaje de Pierre
Mingand puede sufrir un accidente con tanta pasión por la velocidad y uno
contesta que no pasa nada, que su padre es médico ya le curará gratis.
El argumento es el siguiente, Henri Pasquier vive una vida
ociosa, es lo que diríamos un hijo de papá, pero un día este decide que ya no
le puede mantener y que se busque la vida para que encuentre el éxito, esto le
lleva a entrar en el mundo de la delincuencia y a robar un coche, a partir de ahí
se ve envuelto con una banda de ladrones y se enamora de la hermana (Danielle
Darrieux) del jefe.
A pesar de que Curvas peligrosas sea una película olvidada
incluso por los seguidores de Billy Wilder, tiene su importancia, entre otras
cosas porque también podríamos decir que en ella se reúnen ciertas constantes
de lo que fue la "Nouvelle Vague" y el "Cinema Verité", por lo que se adelantó a
Truffaut y Godard treinta años antes. Es también un gran documental sobre ese
París de principios/mediados de los 30, una buena colección de coches de la
época. Las tomas desde coches en marcha supusieron en su momento un rodaje
complicado y tal comenta Wilder en lo poco que habló del rodaje, fue debido a
la falta de presupuesto y no poder rodar en estudio.
En fin, esta ha sido la propuesta para esta semana, un
Wilder no considerado como tal y que merece al menos que no dejemos de decir
que El mayor y la menor es su primera realización. ¿Se imaginan si Wilder se hubiese quedado en Francia?
Este 11 de marzo José Luis López Vázquez hubiese cumplido
cien años y como suele ocurrir, los centenarios nos sirven para repasar sus
carreras, en el caso de mi blog no me ha hecho falta esperar a tal efeméride
pues ya en alguna ocasión he escrito sobre él, y en interpretaciones de las que no
se suelen hablar, como aquel magnífico Gaudí en aquel mediometraje maldito. (Véase clicando aquí )
Inició su carrera en el teatro amateur en 1939, y además de
interpretar, trabajaba la escenografía. 7 años más tarde ya debutaría como
actor profesional en el Teatro María Guerrero con obras como El anticuario o La
dama boba. En el cine comenzó siendo diseñador de vestuario, colaborando con
grandes como Rafael Gil y seguiría en el teatro en las compañías de Conchita
Montes y de Alberto Closas, al que siempre recordaba con agradecimiento por
confiar en él.
Sus papeles cinematográficos más populares vinieron en los
60: El cochecito (1960), Plácido (1961), Atraco a las tres (1962), El verdugo
(1963)…Se ganó el afecto tanto de público como de crítica, combinaba todo tipo
de papeles y de producciones, seguramente en más de un sitio se le recuerde
únicamente por su etapa seria con directores como Carlos Saura, Jaime de
Armiñán, Pedro Olea, Manuel Gutiérrez Aragón... En cambio, sus comedias no sean
muy nombradas o directamente marginadas. En este segundo grupo tendríamos sus
películas con Gracita Morales, en su día grandes éxitos, su papel de padrino en
La gran familia o sus numerosas colaboraciones con Pedro Lazaga.
Precisamente de este último bloque he querido rescatar para que mi artículo no sea solo un repaso por su carrera
cinematográfica en la que hallar datos fácilmente a la vista en otros
medios. Es por eso por lo que me voy a 1971 y al filme Black Story (La historia
negra de Peter P. Peter) dirigida por Pedro Lazaga.
En el programa A fondo de Joaquín Soler Serrano en una
entrevista al actor, este lamentaba del tipo de humor en España que tildaba de
sarcástico, socarrón, tenebroso y añadía que es un país que, aunque se piense lo
contrario, carece de sentido de este, lamentaba no poder haber ahondado en el
humor inglés, negro… La película que traigo esta semana bien se
podría englobar en el tipo que él quería, va bastante más allá de lo que eran los
argumentos de las denominadas, muchas veces injustamente, españoladas.
En ella el actor interpreta a un escritor que comienza a
imaginarse las situaciones que escribe como aquel Walter Mitty, salvo que escribe novela negra y está harto de
que su mujer le esté engañando con un hippy, él a la vez está enamorado de su
secretaria. Tanto él como su mujer se odian y planean eliminarse, aunque las cosas no
saldrán como se esperan…
Primero de todo, hay que decir que desde el primer minuto
hasta el último la película es una broma y como tal hay que verla, el humor
negro y más en los tiempos actuales no suele gustar a según qué sensibilidades,
sin embargo es sorprendente cuando estos argumentos aparecen en películas
serias de intriga y nadie pone el grito en el cielo.
La segunda cuestión es la de analizar bien la crítica que
detrás de esta broma hay, ridiculiza tanto al hombre como a la mujer, burló la
censura hábilmente, pues es una crítica a la supuesta fidelidad del matrimonio por lo que también nos vendrá a la mente, aunque ahí se aborda de otra manera y con otros esquemas, esa gran comedia de Richard Quine maltratada por sus desconocedores que la critican solo al leer el título en vez de verla toda y que se llamaba: ¿Cómo matar a la propia esposa?.
Hay toda una
serie de frases geniales como cuando él pregunta a su amigo: "¿Soy anormal?" Y le
contesta: “Soportas como puedes el matrimonio, eres normal”. La mujer de él
interpretada magníficamente por Analía Gadé se llama Beatriz , tanto ella como
él son viudos y se conocen riendo en el cementerio mientras van a ver las
tumbas de sus respectivas parejas en una escena que retrata la filosofía del
tema. Piensen que estamos en 1971 y mostrar estas imágenes no era nada fácil, no se admitía reírse de algo como la muerte y mucho menos de los muertos. Por ejemplo, en una película que nada tiene que ver con esta dirigida por Clint Eastwood y que se titulaba Infierno de cobardes de 1973 se tuvo que añadir una frase en el doblaje para que la censura diese su visto bueno sobre el tema.
La escena de cama que se nos presenta no es la típica que
podríamos esperar, tanto ella como él dicen que se quieren mientras cada uno
está pensando en sus ligues, ella con un hippy interpretado por Manuel de Blas
y él con su secretaria interpretada por una Paca Gabaldón de cuando era Mary
Francis. Hay dos personajes secundarios que nutren la historia, una es la tía
de ella, genial Mari Carmen Prendes también como escritora de tercera de
novelas de intriga que tiene un odio hacia los hombres que los lleva a matar en
casi todas sus novelas, magnifica cuando recuerda sus estadísticas, y otro es el amigo de él, un Rafael Alonso como
psiquiatra.
El humor y más hacia la mitad se vuelve más negro, incluso roza el surrealismo y llega a parodiar el cine de terror, se
produce una curiosa disyuntiva entre lo real y lo imaginado, el argumento juega
mucho con esto y también usa mucho el slapstick con situaciones delirantes que provocarán
carcajadas, sin querer desvelar nada, es genial cómo acaba el personaje.
Ýa aviso de que la película tiene sus imperfecciones, aunque
tampoco pretende ser una joya de coleccionista. Lazaga en 1971 dirigió nada
menos que 5 películas, de ahí que en más de una ocasión los montajes o
ciertas tomas fueran algo descuidados debido a las exigencias de poder estrenarla a tiempo, ello en parte contribuyó a que no fuese reconocido como uno de los grandes, a pesar de que mereció mucho más, pues mérito tiene rodar tantas películas, tener éxito y en más de una llegar al notable como es el caso.
Gran cinéfilo, aquí se permite homenajear más de una película, para ello cuenta
con el guion de Santiago Moncada que combinaba por entonces comedias con películas
de terror italianas, y del que hablé en este blog cuando me referí a la
biografía de San Juan de Dios dirigida por Miguel Picazo (ver aquí).
La película no es fácil de hallarla, aunque hace algunos años si se
emitía bastante, en las plataformas no me ha parecido verla y al ser
políticamente incorrecta no creo que la pasen por televisión. En DVD sí se
editó por Filmax y aun la podrían encontrar, aunque ya son
las últimas unidades, o sea que si la encuentran no lo duden y denle una oportunidad.
En fin, que he querido rendir homenaje a un grande como José
Luis López Vázquez, que aquí también cantaba, y en uno de sus papeles en los que de bien seguro se
encontró cómodo. Lástima que quizá sea cierto lo que decía en la entrevista y seamos un país sin humor o de mal humor, de ahí que Black Story solo la recordemos cuatro gatos.
Desgraciadamente la guerra vuelve a ser actualidad, no
significa que antes viviéramos en tiempos de paz, hay muchas en todo el mundo, pero
por tocarnos cerca, la vivimos con más intensidad y nos damos cuenta de lo que
acarrea.
Más de uno recurre a la historia del cine para mostrar
títulos antibelicistas como forma de protestar también: Senderos de gloria, Sin novedad en el frente, Johnny
cogió su fusil…No voy a ser menos y he elegido La gran ilusión (1937) de Jean
Renoir. No veo que esté en ninguna plataforma antes que me lo pregunten, pero
sí se puede encontrar fácilmente en DVD e incluso a precios bastante
asequibles, por lo que recomiendo que la tengan en casa y la vean con frecuencia.
Es una película bélica, pero sin bombas, ni ataques aéreos... La acción acontece en la Primera Guerra Mundial, en un campo de concentración
alemán y en el día a día de unos prisioneros que preparan una huida. Como diría
Truffaut, se hace la guerra con educación, como si fuera un juego entre
caballeros y con la “ilusión” de que cuando se acabe todo, se volverá a la normalidad. Ahí tenemos a un inolvidable Erich von Stroheim como Capitán von
Rauffenstein, modelo de “junker” prusiano que trata con corrección a
los franceses y se fía de ellos, especialmente con el Capitán Boeldieu (Pierre Fresnay) por compartir
clase social, solo con darle su palabra basta, hasta ordena que no le revisen nada.
Aparte de los dos personajes mencionados antes, tenemos entre otros, a un obrero (Jean Gavin) que hace de Teniente Maréchal, o a Rosenthal, un judío procedente de la alta burguesía francesa. Estamos, pues, ante una narración original, pues no se nos
ofrece la trama desde el punto de vista antagónico entre ellos, sino que Renoir enfoca a
cada personaje desde su lado humano a pesar de las diferencias ideológicas. “Hice
la gran ilusión porque soy pacifista… día vendrá que los hombres de buena
voluntad encontrarán la forma de entenderse” declaraba el director francés, buen conocedor de la guerra al participar en ella y basarse para el filme en
experiencias reales contadas por los que fueron sus compañeros. En la película
salen soldados de verdad, tanto alemanes como franceses, y es que esa “ilusión”
del título la palpaban creyendo que aquella “Gran Guerra” sería la última.
Renoir presentía que se acercaba la II Guerra Mundial, pero
quiso dar optimismo, en España teníamos la Guerra Civil, en Alemania el partido
Nazi se iba rearmando o en Italia seguía el fascismo. Lanza un mensaje contra todas las fronteras que
desembocan en una guerra y que han sido creadas por los humanos como se nos
dice hacia el final en una inolvidable escena. Las razas, las clases sociales,
las fronteras territoriales...son barreras que dificultan la fraternidad y la
igualdad de los individuos.
Ciertamente, La gran ilusión no paró la II Guerra Mundial y
algún crítico y más de un espectador tilda la película no ya de utópica, sino
de desfasada. Creo que definirla así es un error, cualquier canto de esperanza
es bien recibido y más teniendo a un director que le imprime una
belleza y una emoción de aquellas para reflexionar horas y horas.
El cine de hoy en día recibe más bien visionados planos, o
mejor dicho, muchos espectadores ven una película y cuando se acaba ni piensan
en lo que han visto. El tipo de cine de La gran ilusión es justo lo contrario,
hay que reflexionar, analizar, revisarla constantemente, leer todo tipo de
críticas…Y eso es lo que lleva a que a sus 85 años uno la vuelva a ver y cuando la guerra sale de nuevo en Europa su visión debería movernos y pensar qué tipo de mundo es el que tenemos
El arte de Renoir con esos travellings horizontales
siguiendo a los personajes, la iluminación difusa de interiores en contraste
con la utilizada en los exteriores para enfatizar ese sentimiento de la
libertad, la profundidad de campo que al menos antes se estudiaba en las escuelas
de cine o esa emoción de escenas como la de cuando cantan "La marsellesa", un
claro precedente de la mítica secuencia de Casablanca, no pasó inadvertido en
los EEUU donde Roosevelt declaró que "todos los demócratas del mundo deberían
ver este film".
En Francia a los dos años de su estreno se desaconsejó su
proyección, en Alemania, Goebbels dijo que “este filme es el enemigo público
número uno”. En España tengo algún dato, se aprobó una copia de 94 minutos un 25 de septiembre de 1950, no dispongo de los cines donde se pudo ver en Madrid. Sé que en Barcelona, se vio en octubre
de 1953, aunque en cines de barrio como el Arenas, Liceo, Albéniz y Alborada en
Sants. Radio Nacional de España organizó un cinefórum en la Ciudad Condal un 10
de mayo de 1959 en “La casa del médico” ubicada en la Vía Layetana 31 con motivo de su reestreno en Francia e ignoro si era la copia íntegra ya, posteriormente se vio en cinefórums universitarios. El 4 de noviembre de 1970
fue presentada por Miquel Porter Moix en el Cine Club de las Asociaciones de
Ingenieros bajo el título de “Implicaciones sociopolíticas en el cine durante
los años 1930-1940”. En la Filmoteca se ha podido ver con frecuencia, en televisión
no las veces que merecería, actualmente hasta resulta invisible.
Esperemos que algun día, como pensó Renoir, las guerras se acaben... No perdamos esa gran ilusión.
El pasado 13 de febrero, el mítico filme Cabaret de Bob
Fosse cumplía medio siglo, en aquel año fue la única que le hizo sombra a la
todopoderosa El Padrino. En la ceremonia de los Oscars, el musical se llevó
ocho estatuillas: Mejor director, actriz, actor secundario, fotografía,
montaje, sonido, adaptación musical y decoración, pero el de mejor película
recayó en la de Coppola.
En ese 1972 el género del musical sufría una cierta crisis,
a pesar de que en los 60 películas como West Side Story, My Fair Lady o
Sonrisas y lágrimas constituían éxitos de crítica y público, pero también se
producían fracasos rotundos como La estrella, Hello Dolly, incluso el propio
Bob Fosse vio como su excelente Noches en la ciudad se veía arrinconada por un
público que tan pronto amaba como odiaba el género.
Cabaret no es un musical convencional tal y como se
entendía el género, tampoco es un esquema innovador como se dice, nosotros
teníamos el modelo de película con Sara Montiel, o sea una película con una
trama aderezada con unas canciones. Si Cabaret pasa a la historia es porque
todos los ingredientes de aquel cóctel funcionaron a la perfección y quedaron
bien marcados en la retina.
Todos los números eran pegadizos, partituras brillantes de
los músicos Kander y Ebb, recordemos varias: “Maybe this time”, cantada con una
sentimentalidad por Liza Minnelli que hasta diríase que rompía la pantalla, el
comienzo con el famosísimo “Willkomen” que nos introducía a aquel mundo evasivo
del cabaret, “Money”, qué decir ya de esta canción con ese humor tan ácido o la
que cierra la película “Life is the cabaret”, donde uno ha pasado dos horas
entretenido y a la vez ha meditado, ha compartido la alegría del musical, pero
a la vez se ha adentrado en ese mundo terrible que era la entrada del Partido
Nazi en esa Alemania.
Hay dos canciones que nos ponen la piel de gallina, una es
el “Tomorrow belongs to me”, un chico rubio aparentemente inocente en un
primerísimo plano empieza a cantar una canción melódica, bella, pero poco a
poco vemos que es nazi y ese ambiente casi bucólico que creaba la melodía acaba
siendo del todo aterradora.
Luego teníamos la del “If You Cold See” donde Joel Grey
cantaba con una gorila y apelaba que si la gente tuviese otros ojos aceptarían
ese humor, la canción que era vista como cómica y provocaba risas entre el
público se cambiaba súbitamente al final cuando decía: “Si la vieran con otros
ojos, no dirían que es judía”. De pronto, las risas se transformaban y te
hacían pensar en esa animalización de personas degradante ejecutada por los
nazis y que, por desgracia, se sigue haciendo, incluso de manera inconsciente,
en más de un programa televisivo actual.
Fosse lograba en más de una canción que viéramos la
reacción del público rodado con un estilo feísta buscado intencionalmente, que
participáramos de la acción detrás del escenario o que hubiese una acción
simultánea entre las canciones como la brutal paliza que ejecutan los nazis.
Cabaret partía del musical estrenado en 1966 producido y
dirigido por Harold Prince y coreografía de Ron Field, el reparto era diferente
en sus personajes principales excepto de el del excelente maestro de ceremonias
Joel Grey. Hace ya unos años pude verla en el Teatro Apolo de Barcelona y
sinceramente me quedo con la película, creo que la supera.
El argumento provenía de un libro de Christopher Isherwood GoodBye to Berlin del cual el dramaturgo americano John Van Drutten extrajo
el material para la obra Soy una cámara llevada al cine anodinamente por
Henry Cornelius.
La acción se sitúa en el Berlín de 1931, dos años antes de
que Paul Von Hindemburg designase canciller a Adolf Hitler. El cabaret servía
como una evasión y ahí la vida era, como nos cuenta sarcásticamente Grey, “hermosa,incluso
la orquesta”.
El guion estructuraba la acción en dos niveles, el exterior
y el interior. El personaje de Michael York como ya sabrán era el de un tímido
traductor de inglés que aun estudiaba en Cambridge, por sus palabras deducimos
que no siente ya nada hacia las mujeres, aunque se enamora de ella. Uno de mis
planos favoritos es el de cuando se van a gritar al pasar el tren, ella con su
espontaneidad consigue que él repita la acción de forma tímida, tal escena da
bastante de sí, de cuando en el cine no hacía falta mostrar tanto para saber
qué es lo que te estaba indicando.
Aparece otro personaje, el de Fritz Wendel obsesionado con
la riqueza que le lleva a fijarse en una joven rica hija de un millonario
hebreo, pero Sally empieza a enamorarse de él también obsesionada por el lujo y la
riqueza. En otra genial escena vemos las cabezas de los dos protagonistas masculinos
con el de Sally mirándose tras una excursión, se van acercando mientras la
cámara gira, otro perfecto resumen sin necesidad de alargar la narración y
sacar el tema de la bisexualidad que empezaba a verse de manera más explícita.
Otro tema tabú como el del aborto suponía una novedad en un musical, algún
crítico calificaba la película como el primer musical serio, quizá una
afirmación algo excesiva, aunque razonable
Cabaret fue todo un éxito de taquilla, en nuestro país
funcionó perfectamente, algunos de mis lectores que tengo en Barcelona la
asociarán con el antiguo cine Florida (hoy Renoir) donde estuvo en cartel un
año y medio.
Cuando TVE la estrena en 1981 se produce una polémica que
fue bastante comentada en su día, los distribuidores se quejaban de que tal
pase reduciría la taquilla ese fin de semana y hasta se acusó de “pase
clandestino” aquella emisión que llegó incluso a estar en el aire, eran ya
tiempos en los que se vivía la decadencia de ir al cine y el comienzo del
cierre de muchas. ¡Qué lástima que no se hiciera de aquellas salas
cinematográficas un musical también! Las veríamos agonizando al final y con los espectadores haciendo más caso del dichoso WhatsApp que de la película
Cuando a Vittorio de Sica le preguntaban por el cine, sacaba
unas palabras de su guionista Cesare Zavattini en la que distinguía entre
películas útiles e inútiles, las primeras serían las correspondientes a la
etapa del Neorrealismo como El ladrón de bicicletas o Umberto D., las segundas
serían Matrimonio a la italiana, El viaje o de la que hablo hoy Los girasoles.
Evidentemente, son palabras algo fuertes e injustas, hay que leerlas en el contexto de un autor que
quería hacer un tipo de cine y que por razones no solo comerciales tuvo que ir
cambiando el estilo. De Sica se definía un neorrealista que tuvo que dirigir
muchos “filmes espectáculo”, otro término al que solía recurrir cuando lo
entrevistaban. Cuando vino a Barcelona en 1969 al "Festival de cine en color" a presentar
Los amantes decía en una entrevista que le hizo Cristina Fernández Cubas: "Sophia Loren quiere que siempre la dirija, Ponti me llama
cada año. Pero yo estoy deseando suspender esta actividad. No puedo degenerar
en un director al servicio exclusivo de una actriz. En cuanto termine Los
girasoles (…)volveré al neorrealismo con La vacanza".
Los girasoles se estrenó el 14 de marzo de 1970 en Italia,
en Madrid llegó el 16 de octubre del mismo año, en Barcelona dos meses después en el
Novedades. Ya quedaba lejos su etapa neorrealista a raíz del fracaso
comercial, que no artístico, de El techo en 1956, gran película y bastante
desconocida hoy en día. Cuatro años más tarde la taquilla volvió a su cine con
Dos mujeres, que supuso el Oscar para Sophia Loren y que Ponti le produjera las
siguientes con ella. Cierta crítica que le había alabado empezó a cuestionarlo y marginarlo,
eran tiempos en que se puso de moda la "Nouvelle Vague" y sus tesis, en Italia
directores como Bertolucci o Antonioni eran los preferidos de la critica más
joven y el mismo De Sica reconocía que las nuevas generaciones pasaban de su cine.
Los girasoles supuso también la ruptura con Carlo Ponti,
aunque cuatro años más tarde volviera con El viaje, el realizador no estaba
satisfecho y decía que: "ha resultado ser solamente una bella historia cuando
sobre el guion era muchísimo más. El matrimonio Ponti, gran amigo mío, es el
principal causante de esta aberración, no volveré a dirigir a Sofía."
Personalmente, desde que empecé a ser un cinéfilo, siempre me
gustó esta película. Por una parte, la música es de Henry Mancini que aunque
siempre estaba inspirado, aquí lo estuvo el doble y no solo con el tema
principal, la fotografía es del gran Giuseppe Rotunno, de los actores qué decir
más y estando detrás de las cámaras él, imposible que sea una mala película.
Por otra parte, esos primeros planos de la Loren, que casi
no hacía falta que hablase porque ya lo decía todo, son de una belleza extrema,
de hecho en más de una secuencia De Sica apenas opta por el diálogo y ese
Mastroianni que tan pronto era un pícaro como todo un caballero y cuyas
actuaciones deberían ser un modelo para seguir en cualquier escuela de
interpretación. Incluso los secundarios, Lyudmilla Savelyeva, que era
conocida en su país por la adaptación de Guerra y Paz televisiva, le da un
toque a su personaje en los cuales los valores de la humildad y la solidaridad
que al director le gustaba reivindicar, se reflejaban en ella.
La película impacta visualmente, ese paisaje nevado y de
pronto la bandera roja gigantesca, vemos como lo blanco pasa por el filtro de ese
color, los trenes que recuerdan en parte a los de Dr. Zhivago, quizá ahí se nota
la mano de Ponti que era el productor de aquella y buscaba otro éxito de
similares características. Detalles que parecen insignificantes, pero que
posteriores visiones nos llevan a pensar, como esos besos iniciales entre aquellas
dos barcas, quién sabe si una metáfora de lo que serán dos vidas diferentes,
pero unidas, o la inocencia de esos niños en la boda que parecen sacados de Milagro
en Milán y cómo no, esos girasoles inacabables soleados, tan bellos como tristes, tanto como su inolvidable final que solo un gran director como él podía plasmar y emocionarnos. Por cierto, como curiosidad, la película se rodó en Rusia y
Ucrania, fue la primera producción occidental que se rodo ahí después de la II
Guerra Mundial.
La semana pasada, a raíz de comentar El globo rojo, saqué el
tema de que a Truffaut no le había gustado porque Lamorisse había humanizado el
globo y dejaba de ser un objeto real. La historia de Los Girasoles cuesta creerla como verosímil, por una parte que una mujer se vaya sola a Rusia a buscar
a su marido no encaja en tales parámetros, así como la salvación de Mastroianni
en la nieve por parte de la chica con tal bello rostro. Pero, ¿ qué más da? Lo realmente prioritario es mostrar una historia de amor
pasional y las consecuencias de la guerra en las personas y todo envuelto en un
ejercicio de maestría cinematográfica que refleja el esfuerzo del ser humano
por seguir luchando, aunque sea en trabajos que no den fruto. El viaje que hace a
Rusia no deja de ser un "mcguffin" para reflejar el esfuerzo y la ilusión de
querer que la historia sea distinta, que quizá en un futuro los hijos de
aquellos que como dice la Loren en un momento: “¿Qué culpa tienen ellos de lo
nuestro?” vean otro mundo.
En fin, reivindico la filmografía de De Sica y no solo El ladrón de bicicletas, sino poder verla toda, algo que por cierto y lamentablemente no es posible, bastantes de sus títulos no se editaron en su día y tampoco se emitieron en televisión, curiosamente Netflix que no se caracteriza por ponernos clásicos y menos italianos tiene en su catálogo una que se llama El especulador con Alberto Sordi, película que nunca he podido ver. Hay De Sica más allá de Ladrón de bicicletas y de Matrimonio a la italiana.
Suelen ser los centenarios la excusa perfecta para profundizar
en diversas personalidades aunque solo sea por un año, pero como todo en la
vida, hay sonoros abandonos, el año pasado justamente se recordó a Berlanga y
en menos medida a Fernán Gómez, pero otros nombres quedaron en el olvido.
El nombre que traigo hoy probablemente no les diga nada a
una gran parte de mis lectores, especialmente si son nacidos a partir de los
90, a los demás sí que les sonará algo el nombre, o mejor dicho una de sus
obras: El globo rojo. Creo que fue en el año 91 que La 2 de TVE en ese espacio de cine
infantil que se llamaba “Cine para todos” la proyectó y sirvió de descubrimiento.
Aquel mediometraje, solo dura 35 minutos, es del año 1956 y dejó un gran
recuerdo a aquellos niños que tuvieron la suerte de verla en pantalla grande.
Su director era Albert Lamorisse, nacido en París un 13 de
enero de hace 100 años. Obsesionado con Túnez y su paisaje a raíz de un viaje
en 1946, le lleva a rodar un documental, pero va más allá y piensa en una
película que refleje el país, su gente y sus niños, el resultado sería Bim, el
pequeño asno en 1950.
Tres años más tarde rueda Crin blanca, también una cinta
infantil en la que un niño asegura poder capturar al caballo más salvaje de los
llanos. En ambas películas se halla un estilo poético que llama la atención y
le lleva a ganar la Palma de Oro del Festival de Cannes.
Esa concepción del cine le lleva a querer experimentar con más
elementos, uno de ellos el color, y aquí surge El globo rojo del que más
adelante hablaré. El gran éxito que consigue le lleva a rodar su primer
largometraje Viaje en globo donde experimenta el fotografiar desde un helicóptero
y captar instantáneas con un nuevo sistema, algo que seguirá efectuando. El
filme es otro éxito y gana el Festival de cine de Venecia en 1960.
No obstante, pasarían 5 años hasta su siguiente largo,
Fifí, la plume que estuvo nominada a la Palma de Oro de Cine de Cannes, aunque
aquí la critica se mostró algo más dividida, ya que no hallaba tanto esa vena
poética de sus anteriores realizaciones. Él decía que rodaba a su manera, que
no era un profesional, sino un aficionado. Durante ese tiempo había rodado documentales
y hasta creado un juego que más de uno tendrá aun: El Risk.
La fatalidad llegó en 1970 y en uno de esos helicópteros
donde tanto quiso perfeccionar sus vistas, la muerte le llegó en un accidente
con solo 48 años. Estaba rodando el documental “El viento de los enamorados”, su
viuda y su hijo la acabaron y recibió un Oscar a título póstumo.
Pero vuelvo, como he prometido, a su obra más inolvidable,
El globo rojo, fíjense que tratándose de un mediometraje y prácticamente sin
diálogos, ganara el Oscar al mejor guion original, competía ese año con Robert Lewin
y Amanecer sangriento, Andrew Stone por Julie, William Rose por El quinteto de
la muerte y Federico Fellini y Tullio Pinelli por La Strada.
La historia de un niño que un buen día se encuentra un
globo de ese color al que sigue por todas partes penetró profundamente en la
sensibilidad de los espectadores que se emocionaban viéndola, en los cines hasta regalaban un globo como recuerdo.
Lamorisse rodaba en el barrio parisino de Ménilmontant, parte de este remodelado posteriormente debido al estado en que se hallaba,
con una tonalidad entre gris y azulada en contraste con el vivo color rojo. La
imagen típica del París con la Torre Eiffel no la vemos aquí, solo hacia el
final y muy lejana. Ponía la cámara en esas callejuelas feas, pero que
conseguían gracias a ese globo tener esa extraña alegría que daba un optimismo y
esperanza a esa pobreza retratada, hasta llega a entrar en ese antiguo y
tenebroso colegio que aunque no lo veamos por dentro, nos lo imaginamos, y que nos evoca a esos 400 golpes. Por cierto, a Truffaut no le gustaba nada la
película ya que criticaba que se hubiese humanizado al globo.
El tema de la infancia quedaba perfectamente inmortalizado,
ya sea con la bondad inocente del protagonista o con esa maldad de quienes por
envidia quieren acabar con el globo. Un emocionante y sensible final nos dejaba
un buen sabor de boca.
Aunque Lamorisse no se definiera, como antes he escrito, como
un profesional, tiene las virtudes de un grande, rodar en pantalla standard y
convertirla como si fuera más ancha que de un Cinemascope conlleva saber de cine, qué grande
resulta esa fotografía sin necesidad de recurrir a grandes pantallas. O qué
gran uso del travelling hacia atrás cuando el niño corre, da la sensación en
poco tiempo de ver mucho.
La película fue editada en DVD por "39 escalones" e "Impacto
Films" en el 2014, recogía las otras películas de él, aun se puede encontrar si buscan a fecha de este artículo,
si la hallaran no lo duden y cómprenla. Mientras, lo mismo por Youtube encuentran
algo ya que en las plataformas por mucho centenario no se han acordado o no saben
quién es…Ellos se lo pierden, pero ustedes intenten conocer quién fue Albert
Lamorisse... Y no crean que está olvidado, en La La Land hay un homenaje y en El regreso de Mary Poppins se nota la influencia entre otras.
El canal de la Filmoteca Española en Vimeo ha permitido ver
restaurada la ópera prima de Fernando Fernán-Gómez durante un tiempo limitado, me enteré hace tres días y aun la pude ver.
Se trata de Manicomio del año 1952, conviene matizar que está codirigida por
Luis María Delgado. Veo que el mismo día en que publico esto, ha desaparecido el enlace, aunque la pueden ver por Youtube sin restaurar hasta que alguien la quite para no poder verla en ningún lado
El entonces solo actor ya era bastante
popular en aquel tiempo y tenía ganas de empezar a ponerse detrás de las cámaras, la paralización
del rodaje de Aeropuerto motivó que tanto Delgado como Fernán Gómez pensaran en
aprovechar los decorados para hacer algo y aquello era una historia escrita por
su amigo Francisco Tomás Gómez que tomaba como punto de partida un cuento de
Edgar Allan Poe ("El sistema del Doctor Alquitrán y el profesor Pluma") donde los
enfermos de un manicomio encierran a los médicos y asumen los roles de ellos. En
medio de la historia se intercalaban tres relatos con el tema de la locura: "Una
equivocación" de Alexandr Kuprin, "El médico loco" de Leonid Andreiev y "La mona de
imitación" de Ramón Gómez de la Serna.
El proyecto no tuvo en un principio el visto de la censura,
se tuvo que retocar, Fernán Gómez nunca explicó qué le cortaron, pero decía que
“en el país de Don Quijote, me parecía absurdo”. Sí escribe que el final fue un
añadido, ya que la historia acababa con el tercer cuento y esos minutos finales
bastante divertidos venían a señalar aun más paradójicamente el mensaje de la
película irónico de principio a fin, desde la cita de Shakespeare inicial: ¡Señor, danos una brizna de locura que nos
libre de la necedad! Algún día habrá que agradecer a la Censura su habilidad en mejorar guiones.
El humor negro desplegado aquí ya nos daba una muy buena
muestra de lo que serían las constantes de su filmografía, él mismo también se
dirige a los espectadores, algo que practicó más adelante y el estilo
visual es feo y algo descuidado expresamente. Más de uno elogia al director por los decorados oníricos
que se ven, pero él ya dejaba claro que aquello de presentar unos cuadros con
marco y sin nada dentro fue idea de Eduardo Torre de la Fuente.
Sin duda, Fernán Gómez seguía en esta su primera película
ese estilo de cine vanguardista, cuyo mayor exponente era Serrano de Osma con
Pedro Lazaga de ayudante (conviene no olvidar), él estaba como actor dentro de aquel grupo que quería un cine español con diferentes temáticas, lo contradictorio era que él mismo consideraba esas películas como
disparatadas, que hacer cine de ese estilo con Lola Flores y Manolo Caracol no
tenía sentido, pero ahí están.
Manicomio pasó inadvertida en su estreno y tampoco
posteriormente se ha reivindicado. Cuenta con la curiosidad de ver a Camilo
José Cela dando coces. Al director se le ocurrió encerrar a intelectuales, algunos
de ellos tertulianos del madrileño Café Gijón y cada uno haría un animal.
A pesar de que la película siga olvidada, hay muchos puntos
positivos, por una parte todas las historias insertadas tienen el mismo interés,
no decae en absoluto, algo que suele ser el defecto mas común en estas. El debate de dónde
acaba lo racional y empieza la locura o viceversa es palpable en estos 80
minutos, tanto puede ser considerada como una comedia alocada, como una
película de terror, una ironía de la vida, una experiencia surrealista... Los actores están espléndidos, con
una naturalidad inversa al tipo de sobreactuación que solía producirse en otro
tipo de producciones del momento
Por suerte, el fracaso de este Manicomio no impidió a Fernán
Gómez seguir con sus 30 realizaciones, aunque se topase a menudo el rechazo de
público y también cierta crítica. Felicito a la Filmoteca Española por restaurarla, aunque
también me pregunto por qué solo se puede ver por un tiempo limitado, luego dónde se puede encontrar. Más de uno me dirá: ¿Dónde se puede ver? Y tendré que contestar que en ningún sitio. ¿Estoy loco por preguntarlo o por pensar que el enlace tendría que estar siempre disponible?