30/11/2023

Los USA en zona rusa

 



Las recientes declaraciones de David Fincher a raíz del estreno de su última película en Netflix sobre las salas de cine a las que califica en su mayoría como "lugares húmedos, malolientes y grasientos" animan los comentarios sobre el futuro de cómo se ha de ver el cine, no hace mucho Víctor Erice defendía todo lo contrario. Los cinéfilos, en su mayoría, han atacado al director de Seven y no sin razón, aunque habría que analizar la situación de muchos multicines para ver que tales epítetos no están dichos gratuitamente.

No abriré la polémica de si el cine en plataformas televisivas está infravalorado, sino que cogeré mi particular máquina del tiempo y nos iremos a los 90, ya que esta semana es el cumpleaños de Woody Allen (88), el cual decidió en 1994 hacer su primera película para televisión, bien es cierto que la situación era muy distinta, no había ni siquiera internet público y las plataformas pues eran las distintas cadenas y grabábamos en VHS lo que nos interesaba. El director gozaba en aquellas fechas de gran popularidad a pesar de todo el affaire con Mia Farrow,  sus dos anteriores películas son ya clásicos de la comedia: Misterioso asesinato en Manhattan y Balas sobre Broadway. Así que el productor Jean Doumanian le animó para dar el salto a la pequeña pantalla.

He sido crítico con la televisión porque pensaba que era un gran medio que no conseguía resultados sustanciales” declaraba un Allen que aborrecía el medio y tampoco quería trabajar en ella ya que “si me veían en la pequeña pantalla no iban a pagar para verme”. La obra escogida para tal estreno era su primera obra de teatro: Los USA en zona rusa, título español para el original Don´t Drink the Water (No bebas el agua) donde una familia neoyorkina era confundida por unos espías durante un viaje turístico al telón de acero en los años de la guerra fría.

Tal obra había sido ya llevada al cine en 1969 por Howard Morris, el cual no tendría demasiada fortuna detrás de las cámaras, estaba protagonizada por Jackie Gleason y Estelle Parsons, Allen la aborrecía y no quiso saber nada de ella ya que estaba muy molesto con la manera en que habían tratado su guion en ¿Qué tal, Pussycat? de Clive Donner. Esta versión no hay manera de verla, aunque en España se estrenó en 1971,  recuerdo dos pases en los 90, en VHS estaba editada, pero en DVD curiosamente no llegó, aunque sí en otros países. En Youtube podemos ver los títulos de crédito.




“La he visto hace unas semanas” así despachaba Allen cuando le preguntaban por ella, si ya el director odia sus propias filmaciones, imagínense lo que pensaría…Filmar en televisión supuso todo un cambio en la metódica de rodar ya que suele tomarse sus trabajos de forma muy relajada y estaba un año entero, aquí fueron solo tres semanas y media y calificaba el día a día como muy duro, así como no poder contar con más presupuesto. Fue un contrato con la productora Sweetland Films para la cadena de televisión ABC, curiosamente coincidió la filmación con una miniserie sobre la vida de Mia Farrow en la NBC, en las ruedas de prensa le preguntaban por esta última y con ironía contestaba que esperaba que su personaje fuera real y no un dibujo animado.“ Que un cineasta de la categoría de Allen haya aceptado trabajar para la televisión significa que las barreras de clase entre las películas y los telefilmes han desparecido” escribía el crítico del New York Post. 

La cámara nerviosa del director no deja de moverse en los 90 minutos de duración con bastantes planos secuencia, se nota un cariño especial hacia los actores que se mueven con bastante libertad, con ello se consigue el objetivo de olvidarse de sus esquemas teatrales. En su reparto destaca Michael J. Fox poco antes de diagnosticársele el párkinson y demuestra las buenas dotes de comicidad, entereza y credibilidad para el género. Otro papel curioso es el que interpreta Dom De Luise, el de un cura que lleva refugiado en la embajada desde hace un montón de años y que se ha tenido que dedicar a aprender trucos de magia con desigual fortuna, tal personaje remite al Cardenal húngaro Jozsef Mindszenty que tras el fracaso de la revuelta de Hungría contra el régimen comunista en 1956 se vio obligado a refugiarse más de diez años en la embajada de EEUU. Los más cinéfilos recordarán el personaje al haber sido interpretado por Alec Guinnes en El prisionero, basada en su vida.


La comedia funciona y evocaría también (recordemos que fue escrita en 1966) a todo aquel subgénero con notables comedias paranoicas como ¡Qué vienen los rusos! o Teléfono rojo ¿Volamos hacia Moscou? En aquellos 90, al ser un producto de televisión quedó rápidamente olvidado, aunque tal trabajo quizá animara a que proyectos escritos años antes vieran la luz, caso de La maldición del escorpión de Jade, Granujas a medio pelo o Si la cosa funciona. Décadas más tarde, filmó aquel contrato con Amazon para rodar varias películas pudimos ver la serie de Crimen en seis escenas que no estaba nada mal, aunque recibió malas críticas, la aparición nuevamente del tema Mia Farrow en pleno movimiento "Me too" motivó una campaña en contra que afectó negativamente sus últimos estrenos, algo que le llevó a rescindir el contrato y buscar otros medios en Europa para poder rodar su película anual y con ella seguir animándonos a ir al cine.

22/11/2023

Raza: El espíritu de Franco (1977)

 


Aprovechando el 20N y ya que en este blog he traído varias películas sobre la figura del General Franco, hoy hablo de una de las más singulares, probablemente tal afirmación ha quedado coja con el tiempo,  me estoy refiriendo a Raza, el espíritu de Franco que en 1977 dirigiera Gonzalo Herralde. El embrión del proyecto viene de un visionado de Raza (1942) por parte del director y sus ganas de  ahondar en que lo que ahí se proyectaba era una autobiografía del dictador más unas pautas de lo que tenía que ser la familia española.

El título dado al documental jugaba con el que recibió la película en su reestreno en 1950: El espíritu de una raza. Ya en plena transición y tras el éxito crítico de El desencanto de Jaime Chavarri, el director apostó por rodar unas entrevistas y contó para ello con Pilar Franco Bahamonde (la hermana del General) a la que calificó como “un auténtico animal cinematográfico de una extraordinaria fotogenia y con una indiferencia completa hacia la cámara” y por otra parte con el protagonista de la película, Alfredo Mayo, que le servía de puente entre la ficción de la pantalla de Raza y la realidad de Franco.


No se contó con otros nombres, el más obvio el del realizador de aquella, José Luis Sáenz de Heredia, pero Herralde declaraba que su intervención era innecesaria puesto que su película no planteaba un análisis de la autoría cinematográfica, sino que era más bien un análisis de la autoría de la historia. Ana Mariscal, la actriz principal de la película, se negó a participar.


La creación del filme nace paralela al estudio que Román Gubern hace sobre el mismo tema en el libro Raza: un ensueño del General Franco, la película  era la historia de una familia gallega, los Churruca, el padre es un marino que muere heroicamente en Cuba (el de Franco era un intendente de la Armada que abandonó a su mujer y despreciaba a su hijo Paquito, su esposa se llama Isabel de Andrade (apellido de la rama materna del dictador) y entre sus hijos hay un republicano que se redime cambiando de filas (como Ramón Franco que llegó a militar hasta en Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)) y el héroe José Churruca de Andrade, que acaba la película en el desfile de la victoria... El director buscaba el guion del filme y se puso en contacto con él, de ahí surgió una colaboración y que participara en el de esta. Cabe recordar que Gubern resultaba inevitable en cualquier película sobre Franco, de él hemos hablado ya en Dragon Rapide o Espérame en el cielo.

Raza, el espíritu de Franco se estrenó el 27 de octubre de 1977 y los que acusaban al director de cierto oportunismo comercial pudieron comprobar que el público apenas fue a verla, ni tan siquiera la crítica fue muy benévola con ella, Joan de Sagarra escribía que se había aburrido y que era darle vueltas a lo mismo, con los análisis, lecturas, comentarios más o menos ingenuos o mordaces en torno al franquismo y al general. Probablemente, la comparación con El desencanto dañó las expectativas ya que este documental para nada era polémico, aunque pudiera parecerlo en un principio.


No obstante, hubo quienes lo defendieron a pesar de las carencias, debido a que en aquellos tiempos aun seguía siendo un tema tabú profundizar en su figura, de hecho el director, con cierta ironía, explicaba que había utilizado la biografía de Ricardo de la Cierva porque la encontraba interesante, especialmente la parte omitida o las biografías de Luis Ramírez en "Ruedo Ibérico"

Herralde definía así su película: “No es un panfleto, ni un ataque a la figura política de Franco, sino que lo que pretende es desvelar la verdad oculta detrás de todo un aparato discursivo que Franco estableció y que posteriormente se fueron desarrollando en el cine español las pautas así formadas

Y así es efectivamente, hay que agradecerle un trabajo riguroso y que sea el propio espectador el que saque las conclusiones, aunque sí se observa cierta ironía, muy especialmente con los comentarios de Alfredo Mayo, algunos de ellos quizá sin intención inicial de utilizar ese recurso. Hay ahí un proceso de desmitificación del actor que se vio encasillado en papeles parecidos y que no cree que exista una raza hispánica, hay un momento en que se le pregunta qué eran los almogávares, le cuesta definirlos y al final admite que no lo sabe. Divertidas son anécdotas como el pase con Franco y que esperaba que le dieran alguna medalla, pero que al finalizar se despidieron sin más y ya está. El actor se muestra cercano, incluso muestra cierta inquietud también irónica cuando no sabe muy bien la verdadera intención del documental y que él contestará a sus preguntas, pero que los directores actuales son muy habilidosos con las tijeras luego.

En cuanto a Pilar Franco, tiene su interés oír de su propia voz toda la historia desde la figura poco edificante del padre, las relaciones con su hermano Ramón, la frustrada vocación de marino, la utilización del apellido Andrade…El único defecto es que puede resultar demasiado reiterativo escucharla, aunque el director conjuga bien los cortes de Raza con sus opiniones intercalándolos con los de Alfredo Mayo. De su boca saldrán, entre otras cosas, que su abuelo murió por una indigestión de chorizos o que su padre estuvo separado de la familia largo tiempo y que llevaba cierta "vida alegre" en Madrid, un funcionario del cementerio de la Almudena desvela que hasta hace poco su nombre no aparecía en la tumba familiar. Nos relata también que la muerte de su hermano Ramón fue un asesinato masónico o no le importa desvelar algún roce con Francisco Franco a raíz de unos tapices para el Rey de Marruecos en un desfile, entre otros temas

Cierto es que el tiempo y quizá ese déficit en 1978 convertido actualmente en sobrexplotación hacia el personaje hagan de esta Raza, el espíritu de Franco una película que ya no desvele apenas sorpresas. Sin embargo, la recomiendo primero por su objetividad y por aportar información a la película como la anécdota que también explica Mayo de que un motorista se presentaba en el rodaje desde el Pardo con papeles de revisión de guion. Lástima, eso sí, que no contara con la participación de Sáenz de Heredia ya que la mayor parte del público que acude a este documental le hubiera interesado y más teniendo en cuenta que era primo hermano de José Antonio Primo de Rivera y que en 1964 dirigiera Franco, ese hombre por los llamados 25 años de paz.

 

La pueden ver entera siguiendo el link que hay abajo, no se me permite insertarla directamente en el blog. Recomiendo que vean este canal de Editrama en Youtube creado por el propio Herralde con buena parte de su filmografía, documentales en los que ha participado o las entrevistas restauradas del "A fondo" de Soler Serrano: https://www.youtube.com/watch?v=Pr3Ms0CVt-U&t=5s

15/11/2023

Ensayo de orquesta (1978)

 




Finales de los 70, la carrera de Fellini estaba ya lo suficientemente consolidada en su segunda etapa que empezó a raíz de La dolce vita, el reconocimiento académico a Amarcord en 1975 sellaba la conformidad a un estilo que generaba cierta controversia, sus detractores veían unas realizaciones barrocas y repetir los mismos esquemas con un exceso cada vez más insoportable. Por el contrario, sus defensores veían en sus películas un genial retrato irónico de la decadencia occidental tanto cultural como políticamente, fiel reflejo de su Italia. El director había encontrado cierta libertad en sus productores, pero también problemas para materializar sus proyectos como ese Viaje de G. Mastorna cuyos decorados fastuosos llegaron a construirse y guardarse, otro proyecto era el de La ciudad de las mujeres que tenía que codirigir con Ingmar Bergman, pero que tras varios problemas de financiación rodó él solo.

Precisamente, a raíz del retraso de este rodaje, Fellini se puso a hacer un trabajo para la televisión, concretamente para la RAI, con la que ya había colaborado en Los clowns. Se trataba de Ensayo de orquesta, una película que suponía todo lo contrario al cine que estaba realizando, duraría solo 70 minutos, se rodaría en 18 días y el coste sería mínimo. El argumento sería el de retratar un enfrentamiento entre el director de una orquesta y los componentes de esta, los cuales exaltan sus instrumentos sin contar con la armonía del resto. Antes de empezar, una televisión quiere entrevistarles, pero ahí empieza también una serie de problemas con los sindicatos.

La película en sí no tendría que causar ningún problema, pero viniendo de Fellini era de esperar cierta lectura entre líneas y se vio en ella cierta interpretación reaccionaria al momento que vivía Italia políticamente. En un pase privado, acudieron a verla el presidente de la República Sandro Pertini y el Jefe de Gobierno Giulio Andreotti, los cuales la valoraron positivamente ya que ponía en evidencia que sin la armonía todo se derrumba, pero el presidente de la Cámara Pietro Ingrao, por el contrario,  se mostró muy crítico con el mensaje del film. Tal controversia originó que hasta la RAI congelara la emisión de la película y el mundo del cine lamentase que un director como Fellini estuviera censurado. “Lo que me fastidia hoy, lo que me subleva es que de este film pueda darse, por muy inevitable que parezca, una interpretación política, una reducción toscamente política declaraba él mismo a los medios e incluso amenazaba con irse de Italia o abandonar el cine.

El Festival de Berlín acudió en su ayuda y decidió proyectarla, aunque privadamente, la crítica remarcaba que era un alegato terrible contra la fratricida democracia italiana, las circunstancias temporales también no hacían más que ayudar a interpretarla así, se había rodado justo después del rapto y asesinato de Aldo Moro. Pero Fellini insistía en que no era el tema, algo que por otra parte no debería sorprender ya que en anteriores películas le pasaba lo mismo, recordemos, por ejemplo, que en La strada se desmarcaba que tuviera una interpretación motivada por la "Democracia Cristiana". Volviendo a sus palabras nos decía que : la película tiene un potencial emotivo que en el ánimo del espectador se puede traducir en emoción, malestar, vergüenza y creo que habría que dejar al espectador solo con estos confusos sentimientos. La carga ética del film consiste precisamente en este impacto.

Al ver Ensayo de orquesta y pese a su corta duración y escasos medios, tengo la misma sensación de ver otras películas de él más fastuosas, sus imágenes siguen teniendo esa magia tan característica, nos retrata toda una serie de personajes entrañables, en especial el copista que recuerda tiempos mejores, o el escenario con sus cuatro paredes desnudas, una cripta donde están enterrados siete obispos y tres papas y que ahora se utiliza de auditorio por su acústica.  Fellini no tiene compasión con los músicos y los describe como indolentes, divididos y pendencieros, llegan a hacer el amor bajo el piano, oyen el fútbol, se emborrachan… pero bien pueden unirse para ejecutar cualquier obra, es aquí donde la utopía se hace realidad.

Cualquier análisis felliniano nos tendría que llevar también a que el director no acostumbra a mostrar nunca un final cerrado, todo tiene su interpretación. El hecho de retratar una decadencia lo veía como condición indispensable para el renacimiento, pero era evidente el toque de atención hacia su país: “sufriréis porque os pongo delante de un espejo” llegó a decir. Las lecturas que un intelectual como Fellini destilaba merecían por lo menos ser tratadas con respeto y sin colgarle epítetos como fascista. Aparte de ello, podía haber dos interpretaciones, por una parte una advertencia a no seguir en el desorden a no ser que se quiera ir a una dictadura o por otra, un lamento hacia el tiempo pasado y nostalgia de esta. Por mucho que dijera Fellini, es inevitable la interpretación política, aunque esta es ambigua y no tan clara como se señaló.

La película tiene un valor añadido, fue la última colaboración de Nino Rota antes de morir con Fellini, en ella hay toda una partitura que aparte de evocar otros títulos, es todo un gozo para los oídos.

09/11/2023

Las dos inglesas y el amor (1971)

 



Hace una semana hablaba de Bajo el volcán de John Huston y las dificultades de adaptar una novela tan compleja. Las comparaciones son odiosas, manda el tópico, y peor resulta cuando te dicen que el séptimo arte es para gente que no lee. Precisamente hoy que el maldito móvil se ha cargado la poca lectura de algunos mientras iban en el metro, el cine es una de las herramientas más eficaces para acercar la literatura. Decía Truffaut que novelas como La piel de zapa, Teresa Raquin o Fromont jeune et Risler ainé le dieron el deseo y la esperanza de ser un novelista, defendía que sus películas hechas a partir de obras literarias eran homenajes filmados a libros que le gustaban.

En 1971 realizaba una de sus películas más personales: Las dos inglesas y el amor, dirigida en sus propias palabras a un público que amase la literatura y de ahí que fuese una película romántica y a la vez novelesca. Les deus anglaises et le continent era una novela escrita en forma de diario, el director la había leído cuatro veces y la tenía bastante interiorizada, su carrera cinematográfica estaba en pleno apogeo, aunque cierta crítica le acusaba de saltarse las reglas de la “Nouvelle Vague”, especialmente tras La sirena del Mississippi que aun hoy en día sigue siendo uno de sus filmes más enigmáticos.


 

 Quizá esas críticas llevaron al director a arriesgarse y crear un film tan de autor como este y para mitigar lo negativo volvía al mismo autor de Jules et Jim, Henri Pierre Roché, el mismo co-adaptador y dialoguista Jean Gruault, la música de George Delerue (al que reserva un breve papel) y un clima en la historia parecido. Trata sobre dos hermanas inglesas, Muriel y Anne, sucesivamente enamoradas del mismo hombre, Claude, un francés al que apodan "el continente". Su ritmo era pausado y preciosista, la cámara iba enfocando ríos, parques, sus paseos en bicicleta, sus almuerzos en la hierba, sus juegos, sus caballetes de pintura... Todo conjugado de tal manera que no caía en la cursilería, sino que atrapaba al espectador sensible, para ello contó con la fotografía de Néstor Almendros, el cual le había hecho un magnífico trabajo en El pequeño salvaje. Truffaut quería experimentar con el color, la luz que se crea es de tal belleza que uno siente no poder verla en una pantalla grande: sus blancos rebajados, el azul conjugado, el contraste entre Francia e Inglaterra, cierta evocación impresionista se apodera de cada uno de los fotogramas y ayuda a penetrar en el interior de los personajes.

 

Anne vendría a representar el amor libre, relajado, sereno…Muriel, al contrario, el avasallador, contenido y total, Claude vendría a ser un híbrido. Los diálogos entre ellos son espontáneos y sinceros, desprenden en más de una ocasión cierta ternura e incluso se opta por un erotismo sentimental omitiendo el físico. Se dijo en su día que Truffaut estaba evocando a las hermanas Bronte, pero también a su relación personal con las hermanas Catherine Deneuve y Francois Dorléac. Hay dos partes diferenciadas, en la primera se priorizan los aspectos recónditos de su personalidad y el amor de Claude hacia Muriel, en la segunda hay más acción y es cuando el protagonista inicia su relación con Anne.

Truffaut se reservaba la voz en off, recurso complejo y que suele ralentizar las películas, aunque aquí es tratada con bastante nervio y leída velozmente, típico en él. Se observa cierto bajón narrativo cuando empieza la segunda relación, se acumulan demasiadas secuencias cortas y demasiados fundidos en negro, aunque se va recuperando la fluidez poco a poco. Esto es debido a que la copia vista sigue teniendo cortes, incluso la estrenada en París estaba más reducida, de sus casi 140 minutos se redujo a 120 y luego a 108. En España se criticó el doblaje que se efectuó ya que omitía partes de la voz en off y las diferencias entre el francés e inglés, solución imposible a menos que se hubieran dejado fragmentos subtitulados. Ivan Tubau publicó una crítica en que la rebautizó como Las dos tijeras y el doblador, posteriormente se redobló

 

La película fue un fracaso, el director cambió de registro al año siguiente con una comedia Una chica tan decente como yo, bastante menospreciada incluso por sus más acérrimos fans. Luego se reconciliaría con el gran público, aunque divorciándose definitivamente de la "Nouvelle Vague", con La noche americana. El éxito de esta propició que volviera al cine intimista y rodara Diario íntimo de Adele H., en cierta medida una especie de remake virtual de la que hoy hemos comentado y otra lección en la que cine y literatura se podían dar la mano.

01/11/2023

Bajo el volcán (1984): Un Huston fallido

 


Hará cinco años que empecé este blog y he procurado en más de una ocasión escribir sobre películas poco reconocidas por la crítica o incluso desconocidas por una parte del público, más aún en generaciones nacidas a partir de 1990. Cuando hablo de estas, suelen ser obras que por una razón u otra me gustan, pero hoy traigo una que no me convence a pesar de ser de John Huston, cuya filmografía me atrae, aunque no me importa decir que tiene en su haber obras flojas, fallidas como este Bajo el volcán del que hablo a continuación e incluso inaguantables.


La primera controversia es el tema, tantas veces hablado de la adaptación cinematográfica de novelas, todo se resume en que son dos lenguajes distintos y que el director de cine lo que ha de procurar es trasladar su espíritu ya que, obviamente, es imposible trasladar todas las hojas al celuloide. Bajo el volcán fue escrita por Malcolm Lowry en 1947, tardó 10 años en acabarla, narra la jornada de un ex cónsul británico en México, Geoffrey Firmin, durante el día de difuntos de 1938, es un hombre alcohólico, desquiciado por los fantasmas de su pasado y que no ha sabido encontrar el amor. Es un libro complejo que muchos compararon con el Ulises de Joyce. Con tal dificultad no es de extrañar que una larga lista de directores no pudiese con ella, Buñuel la rechazó porque resultaba complicado visualizar una historia que sucede prácticamente en el interior de un personaje, Joseph Losey encargó a Cabrera Infante un guion, pero el escritor contaba que acabó en un manicomio sometido a tratamiento de shock y sublime ironía.


Entre la rumorología se dice que hubo hasta 30 guiones para poder adaptarla durante treinta años, parece que el primero que lo intentó fue el actor Zachary Scott, Jorge Semprún intentó escribir un guion, en el prólogo de la edición de Tusquets dice sobre Lowry que “su vida y su obra nos ayuden a destruir la funesta concepción de la literatura como vocación de servicio: que nos ayuden a comprender que un escritor no debe tomarse en serio […] que lo único que hay que tomarse en serio es la literatura misma”, tal frase la podríamos aplicar también en el cine y en cualquier arte. Incluso parece que hubo una oferta a Gonzalo Herralde, pero este acabó haciendo la película Jet Lag. Finalmente, un estudiante de literatura llamado Guy Gallo entregó un guion al productor Michael Fitzgerald y este se lo enseñó a John Huston al cual le había producido su película Sangre sabia, y este aceptó a sus 77 años y ya con problemas respiratorios debido a un enfisema pulmonar.

Huston estaba descolocando aun más a los críticos en aquellos 80, a la ya mencionada Sangre sabia, se une un musical familiar Annie y un divertimento comercial Evasión o victoria, realizar Bajo el volcán podía recuperar un nombre que empezaba a ser menospreciado por la crítica. Se rodeó de un buen equipo, el guiño a Buñuel y que no pudiera llevarla a cabo se materializa contratando a su fotógrafo fetiche Gabriel Figueroa, intentó que Richard Burton la protagonizara, pero este estaba con otros proyectos y recurrió a Albert Finney con el que tenía una buena relación desde Annie y del que llegó a decir que había hecho la mejor interpretación jamás vista. Para el papel de la ex mujer del cónsul recurrió a Jacqueline Bisset y el del hermanastro a Anthony Andrews. Huston, que había vivido en México largo tiempo, ya había rodado ahí, entre otras, El tesoro de Sierra Madre y La noche de la iguana, conocía bien su cultura, de ahí guiños como el contratar a Enrique López Tarso, el famoso Macario, cuya película comenté en este blog hace un año.


No cabe duda de que a Huston le interesó el personaje por encontrar más de una similitud en el tema del alcoholismo, él negaba que intentara autobiografiarse, aunque admitía que sus experiencias le servían para dar más profundidad al personaje. Defendía que el cónsul era un héroe y que su adicción a la bebida era un arma defensiva contra los ataques e insultos a la sociedad y a la vida que le rodeaba. Ante ciertas críticas por si estaba haciendo una apología del alcohol lanzaba un dardo: “¿No se tomaría Dios una copa si echara una mirada a lo que ha creado?” Que la acción ocurra el día de difuntos en México tiene su atractivo, como bien sabrán ahí es toda una fiesta, ya los créditos iniciales filmados por Danny Huston (su hijo) nos muestran ese mundo y la ambientación está conseguida, incluso hasta vemos un fragmento de un teatro ambulante con nuestro Don Juan Tenorio.

Sin embargo, la película acaba siendo fallida, aunque otra parte la considere excelente. Cierto que Finney ofrece una gran actuación, pero dos horas viéndole bebido acaba siendo cansino, más cuando no hay personajes secundarios en los que apoyarse y que nos sirvan para adentrarnos en su interior psicológico, solo el personaje de López Tarso en el comienzo funciona, aunque luego queda desdibujado. Peor aun resulta el personaje del hermanastro al que no se le saca todo su interior y que estaba participando en la Guerra Civil española, pero que había huido porque veía la derrota.


Solamente cuando Huston saca el manual de viejo director la película funciona, el clímax final es notable, recuerda a sus películas negras, pero resulta insuficiente para una película con multitud de temas como el del personaje derrotado que tan sabiamente supo reflejar en parte de su filmografía, así como otros temas como la doble moralidad, la política, el desengaño…Aun así esa falta de amor que ataca al personaje desde el primer momento y el mal presagio con esas vistas del volcán están bien enfocadas. Precisamente este Bajo el volcán también auguraba una época en el cine caracterizada por directores muy preparados, pero con mediocres guionistas y escritores.

 

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...