Aprovechando que estos días la Filmoteca en Barcelona está
dedicando un ciclo a Michael Powell y Emeric Pressburger, hablaré de una de sus
películas más cautivadoras, probablemente mi favorita de ellos, se trata de Una
cuestión de vida o muerte. La descubrí en el desaparecido (y añorado) Cine
Casablanca de la ciudad condal un mes de agosto, venía publicitada por
Martin Scorsese que había colaborado en la maravillosa restauración de esta y
añadía una frase publicitaria suya en el cartel que decía: "Una romántica, atrevida
y hermosa fantasía alegórica".
Quien haya conocido el cine Casablanca se acordará de sus
reducidas dimensiones, en aquellos tiempos no proliferaban tanto las multisalas
y estábamos acostumbrados al glamour de la gran sala, por eso no lo tenía yo entre mis preferidos,
pero su programación era buena. Digo esto, porque ver A matter of life and death
ahí engrandecía milagrosamente la pantalla.
No era para menos, la película comienza con una secuencia de
lo más emocionante y sensible que se haya podido ver, el personaje interpretado
por David Niven, un aviador británico llamado Peter Carter está a punto de
estrellarse, sabiendo que es su final, mantiene un romance por línea con la voz femenina
(Kim Hunter) que le atiende a su llamada de socorro. Sin embargo, logra
salvarse, aunque un enviado del más allá le dice que está entre la vida y la muerte,
que si quiere sobrevivir, tendrá que defender su caso ante un tribunal
celestial. Simultáneamente a este hecho sobrenatural, vemos a unos médicos en el
quirófano atendiendo a Peter de una lesión en el cerebro.
Esta contraposición entre el mundo real y el imaginario está
formulada de tal manera que resultan verosímiles los dos, el hábil guion
incluye algunas trampas para que no descartemos si lo imaginado es real, escenas
como una pelota de golf que de pronto se para, la partida de ajedrez, la
lágrima deportada en una rosa…. Pero más allá de esto, también hay que
preguntarse si esta alegoría sobre las relaciones humanas, más allá de leyes, pudiera
ser verosímil o bien es la gran utopía que solo en sueños (o en el cine...) es factible.
La película fue un encargo de la "Film Comission" a ambos directores con el fin
de mejorar la relación entre ingleses y norteamericanos, curiosamente ambos
habían desatado las iras del mismo Churchill con El coronel Blimp, una visión
de la casta militar británica cuya difusión intentó prohibirse.
El mundo terrenal era presentado en un abigarrado
Technicolor (¿Cuándo se reconocerá que este ha sido uno de los grandes inventos
del séptimo arte?), mientras que el cielo era en blanco y negro. Sobre esto hay
varias teorías, que van desde el presupuesto o a querer apostar por la
felicidad terrenal. Al cielo se va por una escalinata que nadie que vea la
película ya la podrá olvidar, si tuviera que elegir 10 escenas de películas en una de esas listas que tanto preguntan ahora, esta entraba seguro en las mías.
El enviado del más allá estaba interpretado por Marius
Goring, amanerado noble francés que había sido guillotinado, sus diálogos son
muy sarcásticos y de pronto lanza que echan en falta ese color ahí arriba. En
ese cielo, que uno se imagina como un paraíso de ángeles celestiales,
resulta que son más burócratas que en cualquier oficina que hayamos ido, su
decoración equivale más a una ciudad futurista, gigantescos decorados, composiciones
geométricas que deberían estar expuestas en cualquier museo de arte
contemporáneo... Y la ironía sigue, por ejemplo, hacen acto un grupo de aviadores
norteamericanos muertos en combate que se ponen a buscar una máquina de
Coca-Cola.
Por cierto, que la fotografía corresponde a Jack Cardiff, otro
nombre del que en más de una ocasión he hablado y que merece ser recordado entre
los grandes.
La película es fácil de encontrar, la tienen en Filmin (aunque
no en la copia restaurada), la copia buena está en Amazon y en FlixOlé,
también la tienen editada en DVD y Blu-Ray (copia remasterizada). En España se estrenó el 1-12-52, concretamente en Barcelona
sin demasiado éxito, en Madrid tardó tres años más y fue en verano,
concretamente el 1-8-55.
De verdad, véanla bien tranquilos y acérquense a la
filmografía de estos dos genios, como decía Bertrand Tavernier, nunca hicieron
una película igual.
Tenía ganas de hablar de Manuel Mur-Oti en este blog,
probablemente lo haga con una de sus películas menos conocidas, pero espero que
sirva de curiosidad para adentrarse en quien fue uno de nuestros grandes
cineastas, injustamente olvidado por las generaciones actuales. Su carrera
empezó en 1949 con Un hombre va por el camino y su consagración llegaría en
1951 con Cielo negro inspirada en el cuento "Miopita" escrito en 1927 por el
socialista de escuela krausista y exiliado republicano Antonio Zozaya.
A partir de ahí, encadena una serie de notables películas
que en cualquier otro país serían catalogadas de clásicos, pero aquí ni
siquiera han sido editadas, tan solo se pueden ver 10 en la plataforma FlixOlé de
sus 17 filmaciones. En ellas aborda desde temas sociales, los celos o el mundo rural con
una gran carga melodramática digna de los mejores, adopta la estética del western
en títulos como Condenados, Orgullo o Duelo en la Cañada, sus inquietudes
culturales también le llevaron a adaptar una libre adaptación de Fedra que burló sabiamente a la censura.
Su cine no era de lo más taquillero y se vio obligado a bajar
el listón, pero sin perder su calidad con la cámara, acercándose más a temas
populares rueda El batallón de las sombras o La guerra empieza en Cuba, incluso
va más allá y con ánimos comerciales rueda Pescando millones con los cómicos
Zori y Santos, Una chica de Chicago, película en la que trata el tema del
feminismo en contraposición con el mundo aldeano en un tono muy desenfadado.
Al director no le gustaba nada la deriva en que se estaba
convirtiendo su filmografía y en 1962 quiso volver a la senda inicial con
Milagro a los cobardes, basada en la obra La puerta giratoria del escritor Manuel Pilares que colaboró en el
guion junto a Mur Oti, el cual declaraba que regresaba a un cine preocupado y
plástico, del que se había alejado en anteriores aportaciones y que jamás a lo
largo de sus trabajos se había enfrentado con un asunto de mayor hondura.
No era para menos, Mur Oti se enfrentaba a una realización
con solo siete personajes reunidos en una modesta casa cerca del Calvario donde
iban a crucificar a Jesús. Todos ellos tenían en común que habían sido objeto
de sus milagros, pero sentían miedo por su destino, llegando incluso a renegar
de él y considerarle que no era el Mesías.
Mur Oti vendió la película como la respuesta a la gran
pregunta de por qué Cristo murió
solo y abandonado de quienes solo habían recibido de él favores y beneficios. Pretendía ir más allá
del cine comercial religioso y sus dos vías habituales, o bien peplums o el
despectivamente llamado cine de estampita. El éxito por esos años de la obra de
Diego Fabbri Proceso a Jesús (luego llevada al cine por José Luis Sáenz de
Heredia), en la que un grupo de actores judíos ponía en escena cada noche una
función en la que enfocaban si, desde un punto de vista jurídico, Jesús merecía
condena o absolución, animó a desarrollar esta historia para acercar el cristianismo a ambientes más intelectuales y de izquierdas, aquel año 1962 fue el del inicio del Concilio Vaticano II.
El autor de la obra Manuel Pilares era minero como demuestra la multitud de sus poemas sobre ello o su obra en prosa Historias de la cuenca minera, pero estos apenas le daban para
comer... En su habilidad en escribir guiones cinematográficos tuvo una salida, fue
habitual con Fernán Gómez (La vida por delante, La vida alrededor), escribió la
historia de una extraña película para lucimiento de Alfredo Kraus llamada El
Vagabundo y la estrella (1960) e intervino también en la trama de Mi general de
Jaime de Armiñán. Sobre la dudosa sintaxis del título que alguno se estará preguntando, hay la anécdota de que
en un libro dedicado a Haro Tecglen le escribió que no mejoraba nunca las erratas porque en su caso mejoraban los textos.
El papel protagonista fue para Javier Escrivá, reciente aun
su éxito interpretando al Padre Damián en Molokai de Luis Lucia, para el papel
de su madre contó con la estrella Ruth Roman que recordamos especialmente por
Extraños en un tren de Hitchcock, en su filmografía trabajó con grandes como
Anthony Mann (Tierras lejanas), King Vidor (Más allá del bosque, La luz brilló
dos veces) o Nicholas Ray (Amarga victoria) entre otros… Como curiosidad, la
actriz se sintió muy satisfecha por trabajar con Mur Oti y la calificó como una
de sus películas favoritas.
El resto del reparto lo componen Leo Anchóriz, habitual en producciones
de serie B y con una fisionomía muy característica, el siempre excelente Carlos
Casaravilla, el secundario Ricardo Canales, Manuel Díaz González habitual en
los Estudio 1, Paloma Valdés que aquel año interpretó a la Magdalena de La
venganza de Don Mendo de Fernán Gómez. La meticulosidad del director y tener
bien claro que no quería nada de teatralidad en las actuaciones le llevó a que
no oyéramos la voz original de ninguno, todos están doblados por grandes del
doblaje.
Javier Escrivá en primer plano. Fuente: IMDB
Destaca la excelente banda sonora de un nombre algo olvidado en el cine, hablo de José Buenagú (O Buenagu) que es bastante conocedor de este mundo, recuerdo hace años haberle escuchado en la radio hablar de bandas sonoras, amolda perfectamente
las notas en cada momento, a destacar el uso de las trompetas.https://www.epdlp.com/bso.php?id=16687 Su banda sonora más famosa fue la de El valle de las espadas (1963)de Javier Setó.
Y es que aunque Mur Oti nos sorprende, como suele ser
habitual en su filmografía, con determinados planos, aquí hasta introduce la cámara dentro
de una tinaja, sabe que la acción principal es la que no vemos, o sea, el paso de
Cristo cargado con la cruz delante de la casa. Para que seamos copartícipes de
la tensión por la espera, hace uso del ruido de afilar espadas primero, la hora
sexta reflejada por el rayo del sol en el pozo, el ruido de una puerta
giratoria (por lo que se ve, ya existían entonces...) y de la magnífica partitura. Resulta magistral el plano de la crucifixión a través de una sobreimpresión de imágenes, los ojos de Escrivá ocupando la pantalla entera y la de una mano en la que va clavándose un clavo con constantes golpes de martillo.
La escenografía encargada a Sigfrido Burmann está compuesta por un patio amurallado con el pozo mencionado y unas palmeras, un horno de pan en una esquina, un taller de carpintería, una sala a la que se llega subiendo unas escaleras de piedra y una cocina situada en un plano inferior.
La característica habitual del director de llenar de diálogos
pasionales las tramas se da también aquí, por una parte tenemos el
enfrentamiento entre madre e hijo y el romance secreto entre ella y el
personaje que Jesús curó de estar endemoniado, lo que crea un clima muy
angustioso en el que saldrán varios subtemas como la pérdida de la juventud.
No era una película fácil de hacer, a cualquier director
poco capacitado se le hubiese ido de las manos y saldría desde un
folletín hasta una reflexión pedante, pero Mur Oti sabe bien desviarse de la
trama cuando conviene y volver a ella, utiliza las escrituras bíblicas tanto al principio como
al final para cohesionar el conjunto y ser accesible a todo tipo de público, desde el más creyente al indiferente.
La película no tuvo mucho éxito y el director volvió a
alejarse unos años del cine, regresó con una muy distinta con Joselito llamada
Loca juventud con fines puramente comerciales, luego escribiría guiones para televisión. En el 69 se puso detrás de las cámaras con El escuadrón del pánico con el
actor Leo Anchóriz del que hemos hablado, tardaría luego
6 años en volver con La encadenada otra película imposible de encontrar,
se despediría con una magnífica obra Morir…dormir…tal vez soñar, esta
sí que es posible encontrar en la plataforma FlixOlé.
Milagro a los cobardes se puede ver en Youtube a través de una copia de un canal religioso. No es posible asegurar que el vídeo funcione de aquí un tiempo mientras estén leyendo el artículo.
Acaba de cumplir 90 años Michael Caine, más de un medio ha
aprovechado para repasar sus mejores películas y su carrera en general, me
apunto a ello y escojo una de sus interpretaciones más curiosas, la que ofreció
en 1988 en Un par de seductores dirigida por Frank Oz y acompañado por Steve
Martin.
La película era un remake de una comedia de 1964 dirigida
por el veterano realizador televisivo, poco
pródigo en el cine, Ralph Levy y que
contaba ni más ni menos que con Marlon Brando y David Niven que no pudieron
evitar que fuera un fracaso, a Brando no se le daban bien los intentos por
hacer comedia y el público no respondía a sus esfuerzos de cambio de registro,
recuerden aquella La casa de té de la luna de agosto. En cambio, David Niven sí
encajaba perfectamente en el género con su aire caballeresco, no hacía mucho
que acababa de interpretar el personaje de Sir Charles Lytton en La pantera
rosa.
Pero antes de contar con Caine y Martin, originalmente fue
un proyecto para Mick Jagger y David Bowie Después del éxito de su video
"Dancing in the Street" en 1985, los jefes de estudio buscaban un
guion para ponerlos juntos en una película y el guionista Dale Launer (Por
favor, maten a mi mujer, Cita a ciegas)se puso manos a la obra y sugirió un
remake de estos olvidados Dos seductores (1964) y adquirió los derechos de uno de los escritores originales, Stanley Shapiro. Pero durante el
desarrollo de la producción, Jagger y Bowie abandonaron, no había manera de
poder hacer encajar al primero, y Steve Martin y Michael Caine fueron
contratados como reemplazos.
El resultado fue una gran pareja cómica y aunque se calcaban escenas de la original, aquí funcionaba mejor la química entre el humor inglés y el americano. Se recogían distintas opiniones sobre quién estaba
mejor de los dos, Caine contestaba elegantemente: bueno, un crítico es una persona
como usted y como yo, unos dicen que Martín y yo formamos un gran equipo, otros
que Michael Caine roba el espectáculo a Steve Martin y otros que Steve roba el
espectáculo a Michael (…)El punto de vista de cada cual es muy subjetivo. De
hecho, lo que de verdad pasó en el rodaje es que nadie intentó robar a nadie
porque trabajábamos como auténticos compañeros y como amigos, además nos
conocíamos de antes, no se trata de robar el plano cuando tratamos de ayudarnos
el uno al otro.
La película es la historia de un elegante timador Lawrence
Jamison (Michael Caine) que vive feliz en la Riviera haciéndose pasar por un
príncipe destronado y sacándole el dinero a las señoras ricas hasta que invade
su territorio un bribón de poca monta y similares objetivos Fredy Benson, el
timador de altos vuelos decidirá entonces quitarse de encima la competencia,
pero no le quedará más remedio que aceptarlo como alumno hasta que la aparición
de una chica, Janet Colgate (Glenne Headly) la reina del jabón americano,
motivará una apuesta entre ellos, el primero que le saque 50000 dólares se irá
del pueblo.
Una de las peculiaridades de la interpretación de Caine es
que preparó su personaje para homenajear a David Niven, no pasó así con Martin
y Marlon Brando: “Pensé que era la manera, como él, en que quería encarnarlo. Recuerdo
que un día en el rodaje viendo salir el sol me quedé mirando la casa de David Niven
que quedaba cerca de allí, me sentí muy extraño el estar en aquel lugar después
de tantos años haciendo su papel, llevaba puesto el bigote de lápiz y el
cabello combinado y peinado hacia atrás” dijo en una entrevista.
Detrás estaba Frank Oz que había dirigido a Steve Martin en La
pequeña tienda de los horrores donde hacía el papel de aquel dentista sádico y
rockero, la carrera del director fue sumando una serie de comedias divertidas (¿Qué pasa con Bob?, Esposa por sorpresa, Bowfinger...) que animaron el papel algo decadente que sufría el género y su nombre dejó de sonar solo como el colaborador más estrecho de Jim Henson para "Los Muppets" ("Los Teleñecos").
Un par de
seductores supera a su precedente, aporta novedades que para todo aquel que no la
haya visto, mejor no comentar mucho. Tiene además una partitura de Miles
Goodman con un tema principal pegadizo y aportes jazzísticos que le imprimen
ritmo. No nos podemos olvidar de la actriz Glenne Headly, todo un talento para
la comedia, que había trabajado con Woody Allen en La rosa púrpura de El Cairo,
con Warren Beatty haciendo de su novia en Dick Tracy o en Sargento Bilko de
nuevo con Steve Martin entre otros muchos trabajos, desgraciadamente murió en el
2017.
Pueden ver la película a través de Filmin, así como la primera versión. También ambas están editadas en DVD, aunque actualmente descatalogadas.
Acercándose las Fallas e intentando pensar en alguna
película inexistente que las reflejara, lo más cercano que me ha venido era el
cine de Berlanga, así que esta semana repasaremos una de sus películas quizá
más infravaloradas, Calabuch. Nos situamos en 1956, fecha clave en la que
Berlanga y Bardem presentaban sus películas por separado tras constituir esa pareja
feliz, el segundo con Calle Mayor
En más de una ocasión he criticado en estas líneas el
reduccionismo tan típico de hoy en día de solo hablar de obras maestras,
incluso cuando no se habla de ellas se aplica tal término. Al hablar de
Berlanga se suele producir una disyuntiva: ¿Cuál es la mejor, Plácido o El verdugo? Y nos olvidamos de tantas otras que sin llegar a tal consideración son
notables: Vivan los novios, La escopeta nacional, La vaquilla, Calabuch... Sí, ¡Calabuch!,
probablemente, la gran olvidada de estas listas tan de moda últimamente.
Calabuch también era en parte menospreciada por su director,
“demasiado blanda” decía. No hay que hacer mucho caso de esto, todo director
siempre tiene una obra distinta en su cabeza de la que acaba rodando y es
lógico que acabe repudiándola. En cuanto la crítica hubo de todo, famosa es la (injusta y desproporcionada) frase que le soltó Truffaut: “Viendo esta película uno desea que la bomba
atómica caiga por fin, pero sobre la cabeza del director”, pero en general la
crítica fue buena.
Los carteles publicitarios de la época en los cines
invitaban a pasar dos horas en el pueblo “más feliz de la tierra”, la Oficina
Católica Internacional del Cine (OCIC) la premiaba en el Festival de Venecia,
en aquel año el premio a la mejor película del festival quedaba desierto, por
lo que este tuvo más relevancia y de paso sirvió para que la censura no actuase
mucho en ella.
A pesar de que hará casi siete décadas de su realización, Calabuch no ha perdido interés, decía el crítico de entonces del ABC, Donald, que todo era tomado con humor excepto la bondad y la paz. Lo más seguro es que ese pueblo no fuera ni mucho menos el paraíso, ya se encargaba el guion de decírnoslo por boca de la maestra, pero sí quedaba reflejada esa solidaridad de un lugar humilde con personajes entrañables. El momento en que se lanza el cohete y vemos las letras del pueblo emociona, y ya podía comentar Berlanga lo que quisiera, es uno de los momentos cumbre de su filmografía.
Calabuch contó con varios guionistas, la historia original
era de Leonardo Martín, el cual acabaría escribiendo guiones de películas con
cantante: Cuando tú no estás, La vida sigue igual, Los chicos con las chicas… Luego
encontramos los nombres de Florentino Soria, habitual co-guionista y llama la
atención el de Ennio Flaiano, inseparable de Fellini y que hasta Giulietta de
los espíritus participaría en sus guiones, pero en su haber hay grandes
comedias como esa Guardias y ladrones de Mario Monicelli, incluso trabajó con
Antonioni en La noche. El propio Berlanga también estuvo escribiendo el guion…
Cuando me sueltan la pregunta de Plácido o El verdugo a
veces contesto Calabuch. Ya no sé si queriendo o no, a Berlanga le salió
redonda la ironía, ya por comenzar tenemos a Edmund Gwen como protagonista, los
más cinéfilos lo recordarán como el Santa Claus en De ilusión, también se vive
(título que se amoldaría perfectamente aquí), pero es que el actor venía de
trabajar en La humanidad en peligro dando vida al Dr. Harold también en otra
particular lucha contra la radiación atómica.
¿Qué es exactamente el pueblo de
Calabuch? Nos lo podemos preguntar en cada visionado y reflexionar, ¿una
arcadia levantina?, ¿nuestro peculiar "Shangri-La"?, ¿una utopía?, ¿o simplemente un
retrato de esa España de 1956 que a pesar de los años sigue teniendo muchos
puntos en común e incluso hasta peores? En fin, la lista se haría eterna.
Lo que está claro es que en Calabuch hay los cimientos de la
obra berlanguiana, la solidaridad en grupo como sucede en el resto de su
filmografía fracasa, Berlanga haciendo uso del sarcasmo decía que eso lo
diferenciaba de Bardem ya que este al creer en el marxismo rechazaba tal
planteamiento. Jorge en un momento del filme dice que le gusta Calabuch porque aquí
cada uno hace lo que quiere. El director argumentaba que era su única
película por la que se le podía acusar de “escapista”, es una obra que tiene
varias lecturas, incluso la censura no cayó mucho en ella y eso que toca diferentes pilares de la época.
Sigamos visitando pues este amable, o quizá no tanto, pueblo
de Calabuch y fijémonos bien en cada rincón…
El Congreso de Viena fue una Conferencia internacional que
congregó a los representantes de los principales Estados europeos, desarrollado en la capital en 1815, con objeto de establecer la paz en el continente al
término de las guerras napoleónicas y resolver problemas de interés común. De
ella se escribió mucho, casi se diría que ahí están los cimientos de la crónica
rosa, desde que se celebraban a diario bailes que terminaban a altas horas de
la madrugada y en la que los delegados rivalizaban en el baile en busca de amoríos.
Pero, especialmente, dos personajes fueron los que más acaparaban la atención:
el zar Alejandro I y el príncipe Clemente de Metternich, ministro de relaciones
exteriores del Imperio Austríaco, su hija María Luisa fue esposa de Napoleón,
tal matrimonio de estado arruinó la débil alianza de por sí entre Napoleón y el
zar, por lo que acabaron siendo “enemigos íntimos”.
Ambos personajes tenían fama de mujeriegos, del zar se
escribió que llegó a asistir 40 noches seguidas a las fastuosas fiestas que se
celebraban en los salones. La ironía llegaba a tal punto que el príncipe Carlos
José de Ligné acuñó la frase de que el Congreso no avanzaba, sino que bailaba.
A pesar de tantos desmanes, salió un nuevo equilibrio
europeo que no fue del gusto británico y que favorecía sobre todo a Rusia,
entre esta y Prusia se repartieron Polonia, no obstante Metternich tuvo el
mérito de frenar los afanes imperialistas del zar Alejandro cuyas intenciones
eran quedarse con media Europa.
Tal Congreso fue objeto de una excelente comedia alemana en 1931 que
se llamó El congreso se divierte. Por desgracia, en el recuerdo queda más el
título que la película en sí, en ninguna plataforma está y la edición en DVD
hace tiempo que quedó descatalogada, aunque era una muy buena copia restaurada
en la colección “Orígenes del cine” editada por Divisa. Con todo el encanto de
la opereta alemana, la película supuso un bálsamo para el género del musical e
influyó en el que se hacía en Hollywood que resultaba entonces demasiado
estático, el mérito lo tiene Erik Charell, nombre muy olvidado, un director
teatral que había tenido grandes éxitos en revistas y operetas, y que supo
combinar el estilo de esta con modismos del teatro musical
estadounidense, con la esperanza de crear un estilo alemán más cosmopolita.
Charell sabía diferenciar bien entre teatro y cine, El
congreso se divierte es una gran prueba, todo estudioso del séptimo arte
debería verla y aprender de esa libertad de cámara y aprovechar cada plano.
Pero no solo en el apartado técnico brillaba, el argumento, en un principio
aparentemente algo ingenuo con Metternich y el zar jugando al perro y al gato, se
convierte en toda una delicia. La ironía empieza desde el primer momento,
frases con doble sentido y escenas implícitas muy en la línea de lo que fue el
“toque Lubitsch”, una de las que más me gustan es cuando los diplomáticos
están bailando y se muestra la sala de reuniones vacía, pero sus sillas se balancean,
Metternich aprovecha para anunciar ahí un asunto como aprobado y que la
decisión se ha tomado por unanimidad.
Sorprende ver a los actores tan expresivos recién salidos de
un cine mudo, Lilian Harvey en su papel de Christel, la vendedora de guantes
que le lanza un ramo de rosas al zar y que se confunde con una bomba, esto da
pie a todo el enredo amoroso y que tendrá su mejor momento en toda una
inolvidable secuencia donde monta en el coche que le lleva a la cita con el zar
interpretado por Willy Fritsch, se pone a cantar y hace el recorrido en un
plano luego bastante imitado. Encarnando al príncipe Metternich tenemos a
Conrad Veidt, quizá el actor que más conocemos por sus papeles luego de malo. Todo
ello ayuda a conseguir 90 minutos de total alegría, si alguien se siente triste, le recomendaría que acudiera a verla, será una buena medicina.
No pasó por alto el talento de su director en Hollywood, en
1934 dirigió Caravana para la Fox con Charles Boyer y Loretta Young, con música
de Werner Heymann y algunas canciones de Cole Porter, sin embargo resultó una
película fallida por la estética presentada que no convenció al gran público,
en su país se vio apartado por la llegada del partido Nazi ya que él era de
ascendencia judía, a ello hay que añadir que El Congreso se divierte no gustó nada
a Goebbles que la prohibió por la visión que daba de la nobleza y de los altos
mandatorios, o sea que otra razón más para verla. Y es que los personajes están
dulcemente ridiculizados, por ejemplo, el secretario de la embajada rusa
aparece gordo, dejado y algo desquiciado, su única misión parece ser concertar
citas entre el zar y la vendedora de guantes
En 1955 fue objeto de un remake que jamás he podido ver,
esta se presentó como la primera película austríaca en Cinemascope. Sí, en
cambio, he podido visionar la tercera versión realizada en 1966 por Geza
Radvanyi y con Curd Jurgens como el Zar Alejandro I, Lilli Palmer como la
princesa Metternich, cuyo marido es interpretado por Hannes Messemer. Salió
editada hace 5 años en DVD por esa empresa algo enigmática llamada “Mon Inter
Comerz” que aunque muchos la critican, es de las pocas maneras de tener accesible este cine. El problema
es que ha salido con el título horrible de Amantes y reyes, parece que tal
título fue idea para algún pase televisivo, aunque las pocas veces que se ha
emitido no llegó nunca a anunciarse así. La copia de tal edición respeta el formato, aunque en la portada indique 1:33.
No sé si porque me dio por revisar antes la primera versión,
encontré algo floja esta, lo cual no quiere decir que sea una mala película,
más bien que le cuesta arrancar. La historia varía algo, la trama resulta más enrevesada,
la acción empieza en un museo de cera que sirve para que su guía nos vaya
presentando a los personajes y volver hacia atrás. A o largo de sus 90 minutos
también tendremos otras introducciones como la del pintor que va describiendo
lo que ve, una aparición de Napoleón, alguna que otra broma, una cortina que
cierra cierta escena porque se nos dice que en el cine “actual” ya hay
demasiado sexo, etc.
Da la sensación de haber querido remarcar más la parte
técnica, vemos muchas persecuciones, tomas aéreas de Viena, mucho colorido, en España se estrenó en las Navidades de 1966, en Barcelona se despidió el año con ella en el olvidado cine Waldorf que ese año volvía a abrir sus puertas renovado y bautizado como Waldorf Cinerama…El
juego de como el perro y el gato entre el zar y Metternich no tiene la química de
la anterior, resulta más logrado el papel de Lilli Palmer y el papel de Paul
Meurisse como Conde Talleyrand que nos dice que los ideales políticos son como
el tiempo, siempre parece que van a cambiar. Quizá la mejor escena es la de
cuando el zar saca un mapa mientras está en la cama para ir poniendo nuevas
fronteras, remarca que es su método para coger el sueño, mientras otros cuentan ovejas.
A pesar de la diferencia que hay entre ambas versiones, su
visión también es agradable y simpática, en un momento determinado se sustituye
el vals por un baile “ye ye” de los 60, me hizo recordar a aquella versión de
La verbena de la Paloma de José Luis Sáenz de Heredia de 1963.
Siento no poder poner un enlace con la película completa y subtitulada, en determinadas bibliotecas de algunas ciudades pueden encontrar el DVD. A la venta y a precios elevados aun encontrarán alguna copia, si la hallan, no lo duden y guárdenla bien.
Aprovechando la proximidad de la noche de los Oscars, no
está de más recordar los 40 años del primer Oscar a una película española,
el 11 de abril de 1983 lo ganaba Volver a empezar, su director vestido con un
smoking blanco lo recogía y decía que desde niño soñaba con ese momento y que
los sueños, a veces, se convertían en realidad.
Aquel año había varios títulos que sonaban para que optara
al premio a la mejor película de habla no inglesa, estaba Demonios en el jardín
de Manuel Gutiérrez Aragón, La colmena de Mario Camus y con menos posibilidades Antonieta de
Carlos Saura. Según explica Garci “los partidarios de La colmena, para no
votar a Demonios en el jardín, votaron a Volver a empezar, y al revés. De
rebote, salimos nosotros.”
La película se había estrenado en Arango (Gijón) el 11 de
marzo de 1982, el estreno en Madrid fue en el Coliseum, sin embargo, pasó
bastante inadvertida. Una de las razones fue su coincidencia en cartel con En
el estanque dorado, película que retrataba también un romance otoñal.
He visto Volver a empezar en innumerables ocasiones, me encanta
y con el paso del tiempo creo que ya se puede considerar un clásico. Ya desde
el comienzo con esas imágenes otoñales y serenas de Gijón que contrastarán luego
con las de un San Francisco activo, que no hacen sino decirnos que la vida
sigue. La mirada profunda de Ferrandis viendo el mar, el cine Robledo, el
estadio del Molinón, qué gran actor era, en pocos minutos penetramos en su
interior.
Y ya no hablemos de escenas maestras como la de la charla entre él y
José Bódalo en la que le dice por qué ha regresado, según Garci este fue uno de los
momentos clave para que le dieran el Oscar. Pero hay muchas más, siempre que la
veo pienso si ella sabe de verdad lo del cáncer, la escena en el aeropuerto es
de una emotividad inmensa, a la altura de ese cine de LeoMcCarey que tanto
admira.
Pero más que analizar la película, vamos a viajar en el tiempo
y recoger lo que decía la prensa y cómo sentó el premio. Hubo de todo, incluso
más positivo que negativo en un primer momento, creo que la concesión de la estatuilla no sentó
demasiado bien a determinadas corrientes y desde ese momento el cine
de Garci fue bastante despreciado por una parte de la crítica, ello provocó cierto parón y que se
concentrase más en la serie para TVE Historias del otro lado. Una verdadera
lástima porque después de Volver a empezar y rodar la secuela de El crack, tanto Sesión continua (1984) y
Asignatura aprobada fueron otras dos notables películas y aprovecho para pedir
que se editen. Por suerte a mediados de los 90 volvió y nos ha seguido ofreciendo
buen cine.
En la prensa de aquel 1982 podíamos leer esto:
En "El País" del 14 de marzo de 1982 se recogía una crónica de José
Manuel Vaquero: Volver a empezar, película que
toma el título de una melodía de Cole Porter es la historia de la recuperación
del encanto de la fe en la vida y en el ser protagonizada por dos personas
mayores
En la presentación
los autores Garci y Ángel Llorente homenajean a la generación de los jóvenes de
los años 30, “El tema no está de moda, pero los españoles no podemos
permitirnos el lujo de ser pasotas y debemos hacer frente al futuro como
Antonio y Elena sintiéndonos jóvenes por dentro,la música de Cole
Porter refleja el espíritu vitalista de esa generación que invita a los
españoles de hoy a volver a empezar, después de tanto tiempo perdido”
En "El noticiero universal" del 19 de marzo de 1982, Jorge
de Cominges escribía: "José Luis Garci utiliza la música con sensibilidad
cinematográfica, se vale de las panorámicas con singular elegancia y cuaja los
diálogos de frases aptas para el lanzamiento publicitario y el recuerdo
inolvidable. Todo ello, claro está, dentro de la más pura tradición del cine
americano, esta solidez de su labor artesanal queda a veces empañada por
ciertos tics en él habituales como el afán por citar marcas y lugares conocidos
que proporcionen al espectador un cierto sentido de complicidad o una peligrosa
tendencia-conversación telefónica con el rey- hacia el chiste redundante."
Respecto a esta escena, Garci decía lo siguiente en "El Periódico" del 23 de marzo de 1982: "en cuanto a la voz del Rey, yo creo que hay que
tomar partido y decir que Juan Carlos es la persona idónea para que las cosas
funcionen en España y recordar que está allí desde el 23 de noviembre de 1975 y
la verdad es que tenemos que preguntarnos dónde estaríamos después del 23 F si
no llega a ser por el Rey".
Conviene recordar que la película fue rodada entre octubre y
noviembre de 1981, el año del fallido Golpe de Estado ocurrido el 23 de febrero.
En "La Vanguardia" del 21 de marzo de 1982, Ángeles Maso redactaba: "de limpia factura como le gusta a Garci, plano contra plano, encuadres
explícitos, panorámicas suaves y elocuentes. Comedia sentimental que desafía al
tiempo".
Ruiz de Villalobos en el "Diario de Barcelona" el 23 de
marzo de 1982: "la serena madurez fílmica y evidentemente humana, en la que está
entrando de forma progresiva Garci, queda reflejada en la serenidad que preside
Volver a empezar. La aridez del tema, su melodramatismo a priori podía hacer
pensar en algunos momentos de desmadre, nada de eso, todo el film está medido,
sabiamente dosificado en todo momento, la película tiene un ritmo interior
equilibrado y medido que va introduciendo al espectador en ese drama tan humano,
tan real, tan sencillo, tan cotidiano, tan de todos."
En el ABC del 31-3-82, Pedro Crespo la alababa
también: "historia desesperanzada con esperanza, Volver a empezar tiene como
base fundamental, junto a un eficiente ritmo narrativo y un paisaje asturiano
excelentemente fotografiado, a un cuarteto de actores que han sabido dar otras
tantas lecciones magistrales de su trabajo."
Pero entre medio de buenas críticas, se hallaba una muy
negativa y más por ser del gran José Luis Guarner en "El Periódico de
Cataluña" del 31 de marzo de 1982: "postales turísticas, música insoportablemente
acaramelada que incluye Begin the Beguine, el tema inmortal de Cole Porter y
largas, largas secuencias coloquiales, que se pretenden llenas de “feeling”,
jalonan su recorrido reluciente como un parquet, translúcido como una gelatina
que remata en un voluntarioso texto de
agradecimiento, la gran especialidad del director, a una generación suspendida ¿otra
alusión a Asignatura pendiente? por la guerra civil. El conjunto acredita
consolidarse como el primer artista en sollozo contenido en nuestro cine."
A pesar de excepciones notorias como esta última, la crítica
fue más bien buena, no así con el Oscar, el diario "El País" no ocultaba cierto disgusto en un entonces sorprendente editorial el 13 de abril de 1983
que mejor sería llevar a un curso de ética periodística por sus contradicciones:
Esta es la primera vez en cualquier caso que un
largometraje en castellano -de cualquier nacionalidad- recibe el premio de
Hollywood. Doble motivo de satisfacción para José Luis Garci y mayor causa de
meditaciones para la Academia que concede los premios, pues sin depreciar el
mérito de Volver a empezar, hay que decir que la filmografía en nuestra lengua
tiene obras muy superiores a la ahora galardonada, y guionistas y directores
más cuajados. En cualquier caso bienvenido sea el premio, que repara en la
persona de Garci las injusticias o carencias cometidas con los otros
realizadores y que sin duda tiene una proyección específica cara a los
castellanoparlantes de los Estados Unidos, y una justificación ideológica
acorde con los sentimientos moderados de la Academia.
Pero más duro en el mismo diario fue Ángel Fernández Santos
en un artículo titulado “Las paradojas de volver a empezar” el 23 de abril de
1983:
“La masiva repercusión,
casi con caracteres de acontecimiento cultural máximo en la radio, en la
televisión y en la prensa escrita españolas del Óscar obtenido por un filme,
que meses antes fuera acogido por esos mismos medios con tibieza y parquedad,
cuando no, con hostilidad, es un indicio desde mi punto de vista, un poco
ingenuo, un mea culpa entonado indirectamente por quien siente que ayer se
pilló los dedos y hoy quiere ocultar la mano como si así arreglara un entuerto
que en rigor no existe. Y he aquí la paradoja, se otorgan por decreto
hollywoodiense toneladas de incienso a una obra cinematográfica a la que antes
se sometió al ayuno del pan y la sal y, sin embargo, irremediablemente Volver a
empezar sigue siendo la misma película mediocre ahora que hace 6 meses.
Hollywood va a abrir las puertas del mundo al filme, pero no va a aumentar ni
un solo gramo en su calidad con tal fin. A mi juicio, este con Óscar o sin él, es una obra artificiosa, pequeña y superficial, que no va a ocupar ningún lugar
significativo en la historia del cine y la cultura españolas a las que nunca
fue destinada por sus creadores que se limitaron a pergeñar un producto
cinematográfico estereotipado de factura digna, solvente. vendible y nada más”
Lo cierto es que mientras se producían estos debates, la
carrera comercial en EEUU iba bien, en "La Vanguardia" del 9 de agosto de
1983 podíamos leer: “ha sido una de
las películas españolas que más dinero ha ganado en taquilla en los Estados Unidos,
aun careciendo de datos concretos, su permanencia en la cartelera ha sido muy
superior a cualquiera de las películas de Saura, el único director español que
goza de cierta audiencia nacida con el éxito de Cría cuervos, gran parte de
esta bonanza comercial se debe a la distribución y promoción de la Twenty Century
Fox que creyó en el film desde el primer momento, mucho antes de que ganara la
famosa estatuilla. En los últimos 4 años tan solo 5 películas españolas, además
de la mencionada Volver a empezar, han llegado a estrenarse comercialmente en
Los Ángeles y ninguna ha sido un éxito de taquilla: 3 Sauras, Mamá cumple 100
años, Dulces horas y Bodas de sangre, El nido de Jaime de Armiñán, puesto que
estuvo nominada para el Óscar y Ópera prima, de todas ellas tan solo Bodas de
sangre aguantó más de una semana en cárcel."
Es una pena que la concesión de un premio provoque muchas
veces sentimientos de esos que nada tienen que ver con la valoración objetiva
ante una obra. Creo, como decía al principio, que el cine de José Luis Garci
nunca ha sido valorado como merece y particularmente esta película. Animo a mis lectores más jóvenes que la descubran, a pesar de lo poco que se habla de ella. Creo que a más de uno, un visionado sin prejuicios les puede deparar una muy
agradable sorpresa. Tal efeméride merecería una reposición en pantalla grande.
Esta semana he ido a ver Los Fabelman de Spielberg, gran
acierto el del director al evocar su infancia con aquella primera vez que fue
al cine para ver El mayor espectáculo del mundo de Cecil B.DeMille, a aquel
niño le impactó la escena del tren y la quiso rodar con uno de juguete, de ahí salió su pasión por querer hacer cine.
Personalmente, le tengo mucho cariño a aquella película, la cual ya me viene de infancia, mi abuela y mi madre me contaban que la iban a ver a un cine de
reestreno en el barrio de Gracia de Barcelona que se llamaba Comedia (no confundir con el del Paseo de Gracia). Por la descripción que
recuerdo, era una sala muy modesta, pero aquello no era tenido
en cuenta, la magia del cine hacía olvidar sus pobres condiciones y el recuerdo de poder tener contacto con el séptimo arte es lo que perduraba. La ilusión con la que recordaban siempre el espacio quizá me hicieron aficionar a querer las buenas películas y el cariño por el recuerdo de mi barrio.
La nostalgia para nada es mala siempre que la sepamos dosificar, a pesar de que, como su etimología indica, hay dolor. El cine de Spielberg siempre la ha utilizado y con gran sensibilidad, en una reposición de ET, la sala era un valle de lágrimas. En Los Fabelman ha querido autobiografiarse y reivindicar ese cine que tanto le marcó.
Sus películas han sido siempre un gran antídoto contra la
decadencia que el cine ya presentaba en los 70 cuando la televisión le iba ganando batallas, aunque no la guerra.Ver Tiburón en una pantalla grande no era lo
mismo que en televisión, recuerdo cómo se reflejaba aquel azul en la sala donde
la vi, el impacto y el suspense que suponía... O luego con los Indiana Jones que evocaban una película de aventuras de cine de barrio que se llamaba El secreto de los
incas con un Charlton Heston vestido igual que aquel Harrison Ford, largas colas y ganas de que se estrenara, a los de mi generación les marcó, y a las anteriores también, era reivindicar ese cine que tanto nos entretenía y que no estaba reñido para nada con el de autor.
Precisamente, si hay un director de cine clásico con el que
más se le puede comparar es con Cecil B.De Mille y su manera de concebir el
séptimo arte como un auténtico espectáculo, acuérdense de la frase que siempre
soltaba: "La película ha de comenzar como un terremoto e ir a más” De Mille distraía y a la vez proporcionaba obras notables, aunque para los más puristas tal
vez no fuera un autor, sino un artesano, algo que también le pasa al director
de ET. Pueden leer el especial que le dediqué en este enlace: http://nosinlostitulos.blogspot.com/2021/01/cecil-bdemille-el-hombre-que-convirtio.html
Hace unos días el
director le agradeció a Tom Cruise el empeño de que la secuela de Top Gun no
fuera directamente a las plataformas, sino que se estrenara al cine: “Salvaste
el trasero de Hollywood. Y es posible que hayas salvado la distribución en
cine. En serio.(Top Gun) Maverick tal vez salvó a toda la industria del cine” https://youtube.com/shorts/Fsw7ycDsjjg?feature=share Y es que
Spielberg sabe muy bien por dónde van los tiros, mientras en las redes, cierto
cambio de tarifa en una plataforma provoca llantos, otros en cambio seguimos
yendo al cine con la esperanza de que este séptimo arte vuelva a resucitar, ya que si este muere, lo otro también, y
con Los Fabelman podremos opinar si nos gusta más o menos, pero hay algo que no
cabe duda cuando acaba la película y es decir: ¡Gracias Spielberg!