Entrado ya el mes de agosto, vuelvo a Roma de la mano de
William Wyler y su fabulosa Vacaciones en Roma (1953), han pasado 70 años y
repasando algunas críticas antiguas, estas señalaban que el cine era
prácticamente el único medio de viajar para muchos y en la actualidad así sigue siendo.
Roman Holiday va más allá de lo que podríamos vulgarmente etiquetar
como “comedia turística”, ni es lo primero ni lo segundo, es una historia sobre
el amor imposible, la felicidad fugaz y cierta reflexión sobre la diferencia de
clases. Wyler, el director que no tenía estilo según la "Nouvelle Vague", volvía a dar una lección. La Paramount quería la película rodada en estudio, él se negó en absoluto y ellos
aceptaron, pero a cambio de reducir el presupuesto, esto comportaba rodar en blanco
y negro y para nada contratar a una actriz estrella. Estas dos últimas
condiciones fueron clave ya que la utilización de ese blanco y negro es
primordial para enfocar los diferentes estados de los protagonistas y ya no
hablemos de la inolvidable actuación de Audrey Hepburn en su presentación
hollywoodiense que le valió el Oscar.
El guion contaba con Dalton Trumbo, el
cual firmó con pseudónimo y tuvo que esperar casi 40 años para que el
Consejo de Gobernadores de la Academia de Hollywood le atribuyera la autoría. Los
otros dos guionistas que aparecían era el anodino Ian McLellan Hunter y John
Dighton que había escrito grandes películas de la Ealing como Ocho sentencias
de muerte y El hombre vestido de blanco.
Cada pase de Vacaciones en Roma mejora mi opinión sobre
ella, ya esa secuencia inicial del zapato que remite claramente a Lubitsch, ese
palacio tan barroco con esa tonalidad tenebrosa que nos está indicando que detrás
de la princesa Ana hay una joven cansada y manejada por unos y otros. Su única
válvula de escape es esa ventana en la que ve una fiesta desde muy lejos, secuencia
que luego retomaría la actriz en Sabrina de la mano de Billy Wilder donde veía estas subida a un árbol.
Sin querer hacer "spoiler", por favor, si no han visto la
película, omitan este párrafo, hay dos momentos que brillan por encima de todos,
cuando él la deja en ese callejón cerca del palacio, uno tiene la esperanza de
que vuelva, pero no es así. Esto tiene una continuación en el final, ese plano
que enfoca a Peck una vez terminada la recepción a los periodistas, alejándose
de ella y a la vez acercándolo al espectador, más de uno pensaría que se oiría
a ella correr y escaparse de nuevo, pero no es así. Vacaciones en Roma es una película
realista y no cede para nada al final feliz.
Mucho se ha escrito que fue La dolce vita la que inauguró el
tema de la figura del paparazzi, pero en realidad fue el film de Wyler, toda
una reflexión sobre la ética periodística que solo el amor y los verdaderos
sentimientos son capaces de centrar. Si no la han visto, ya están tardando, la
tienen editada en DVD y Blu-Ray en una buena edición con extras. Y para todos
los que la hemos visto, no está de más evadirse durante las casi dos horas,
pero siempre con los pies en el suelo, y si nos olvidamos, Wyler y Trumbo ya nos lo
recordarán.
Ya en pleno verano suelo ver cada año Las vacaciones de
Monsieur Hulot de Jacques Tati, un cineasta que creo que vuelve a estar en el
olvido últimamente a pesar de una filmografía fácil de encontrar y presentada de manera brillante en un pack que editó "A Contracorriente", pero he optado por hablar de su primera película Jour de Fete (Día de fiesta) (1947), quizá porque me consta que a más de uno le cuesta conectar con él y quizá con esta le sea más fácil entrar en su universo.
Tati fue como un símbolo para varias generaciones
asiduas a los cineclubs y a las llamadas "salas de arte y ensayo", recuerdo en la
biblioteca de la Filmoteca en Barcelona la cantidad de material que se podía
hallar de él. Sin embargo, a diferencia de Chaplin, Keaton o Lewis, no gozó de la popularidad del gran público, realizó solo 7 películas en
30 años...Perfeccionista hasta el límite, Tati se endeudó mucho después de Mí tío y tuvo muchos
problemas personales. Fue un cineasta que no quiso tampoco aceptar ayudas a
cambio de alterar su concepción del celuloide. Se definía como payaso y que le
alegraba más la sonrisa de un niño que la de su banquero.
Cuando uno ve una película suya ya no sabe qué versión ha
visto, en el pack antes citado tenemos varias, pasando por metrajes añadidos o suprimidos
o cambiando el ritmo de la banda sonora. Jour de Fete
fue rodada en un sistema experimental llamado "Thomsoncolor" que pretendía ser una alternativa al Technicolor, por si acaso la
rodó con otra cámara en blanco y negro e hizo bien porque los problemas
posteriores para revelarla hicieron que tal copia quedara inutilizada.
Tras su muerte en 1982, su hija al cabo de cinco años
encontró unos rollos que habían sido tirados a la basura en 1971 y por suerte
salvados, tras arduo trabajo y con fidelidad al guion original de Tati, en 1995 se estrenó tal versión. Era tal la admiración hacia
su figura que la información copaba la primera pagina de la sección de cultura
y espectáculos de varios diarios.
Jour de Fete es una película entrañable, sencilla, amable… El
argumento es mínimo: la llegada de un grupo de feriantes entremezcladas con
las aventuras del cartero del pueblo interpretado por Tati que se obsesiona al ver cómo los americanos están más "modernizados".
El cariño con que el autor mira esa aldea, que tal vez no aparezca ni en los
mapas, está cargado de gran sensibilidad, de ahí la importancia de personajes como la abuela que siempre está en la
calle y conoce a todo el mundo, arquetipo de una vida feliz sin apenas medios,
o echar la mirada hacia la infancia con los niños entusiasmados detrás de los
caballitos.
Tati, aunque aun no era "Monsieur Hulot" ya mostraba muchas características de él y la película tiene los caracteres típicos de su obra, aunque no tan materializados. El sonido, por
ejemplo, es un personaje más, da muchas veces la sensación como de estar
leyendo un cómic, a ello se añadían unas bandas sonoras pegadizas e
inolvidables que no paran de sonar. Los gags son geniales, aquí mostrados también con más ligereza, en su obra posterior hasta es difícil poder captar todo lo que la pantalla ofrecía, de ahí que sus películas pierdan en televisión.
Ver Jour de Fete en color supone también una gran
introducción a cómo iría empleándolo, para las imágenes correspondientes al
pueblo utiliza diversas tonalidades de gris, el propio Tatí decía: “me costó mucho trabajo hacer esta película en
color, que pintaran muchas puertas de gris bastante oscuro en el pueblecito,
que los campesinos se vistieran con chaquetas negras para que no existiera casi
ningún color en la plaza. El color lo traían los feriantes, el tío vivo, los
caballitos de madera y las casetas de los feriantes.”
Aparte de las ediciones en DVD de Tati, tienen sus películas
en Filmin que aparecen y desaparecen, aunque la copia que exhiben es la de en
blanco y negro, sirva esto para recordar la importancia del formato físico. Por
último, no pasa absolutamente nada si no les gusta Tati, pero no lo dejen de lado y pruébenlo
de tanto en tanto, llegará un día quizá que les atrape, su obra debería ser exhibida en cualquier museo de arte moderno.
Suelo en este blog repasar efemérides y como el 14 de julio era el Día nacional de Francia ya que conmemora la Toma de la Bastilla me fui a mi videoteca particular a ver una relacionada con el tema, esta vez le tocó a La marsellesa (1938) de Jean Renoir, quizá no sea de sus obras más valoradas, algo que, tras finalizar el visionado, lo encuentro bastante injusto.
Se trata de una exaltación de la Revolución Francesa, pero para nada es el panfleto con el que alguno suele rebajar la calidad de este film.
Para ver esta película, y todas las que un cinéfilo quiera analizar correctamente, hay que situar la obra en su contexto, algo que se olvida actualmente en todas las corrientes, Renoir quiso establecer una similitud entre aquellos acontecimientos y la llegada al poder del Frente Popular de las izquierdas durante esa época, el objetivo no era otro, claro está, que transmitir esperanza al espectador.
La Segunda Guerra Mundial estaba muy próxima y en sus películas lanzaba valores como la paz o la hermandad entre clases antagónicas como en la inolvidable La gran ilusión. Renoir estaba involucrado por entonces con el Partido Comunista, este entendía que la Revolución podía unir perfectamente el sentimiento nacionalista de todo el pueblo con la identificación popular.
Para rodar la película se recurrió a una suscripción que en algunas copias aun vemos anunciada, el Frente Popular la planteaba como una necesidad colectiva de los franceses, pero el tema escogido necesitaba más dinero, así que la CGT tuvo que acabar financiándola.
La copia que se estrenó en Francia no llegaba a los 100 minutos, hubo que esperar a 1967 para verla íntegra. En nuestro país llegó en 1972 en salas de arte y ensayo.
Pese a todo esto, vuelvo con el tema del "panfleto", si Renoir lo hubiera rodado así, hoy en día no tendría el nombre que tiene, evidentemente que había una intención, pero todo gran autor sabe respetar al espectador que es quien debe valorar el filme y él lo sabía muy bien.
Decía el director: La función es ante todo mirar el mundo tal como es, intentar verlo sin poner por medio cristales de color. Ver el mundo con ojos desnudos puros (…). Los espectadores sorprendidos, porque no están acostumbrados por esto, puede que digan: “esto no es verdadero”. Y esta función tiene un nombre (…): desmitificación”
El guion se centraba en la marcha de un batallón de marselleses hacia París, cuando hacía ya algunos años que la Revolución había iniciado. Renoir daba pleno protagonismo a cada capa social: los campesinos, el clero, los aristócratas, el Rey Luis XVI...
A este último lo vemos plenamente humano, ni tan siquiera le inquieta la toma de la Bastilla, prefiere hablar de su afición por los tomates o de que hay que cepillarse los dientes, al contrario de lo que le dice María Antonieta. Una de las mejores escenas es aquella en que pasando revista, se da cuenta que lleva la peluca al revés. Más allá de si había una parodia ahí, Renoir apostaba por humanizar los personajes.
La Marsellesa tiene otra particularidad, oímos a los protagonistas sin amoldar sus voces, es un sonido directo, Renoir odiaba todo aquel proceso posterior de sincronizar el sonido o doblar posteriormente. Durante el metraje, los personajes más populares alzan la voz, hablan espontáneamente...
El director intercala diálogos que cualquier película histórica convencional rechazaría como hablar sobre los pies y cómo cuidarlos en plena marcha de los Federados hacia París. Esto tiene más valor aun cuando el 75% del diálogo estaba extraído de documentos históricos.
Incluso lanza a través de uno de sus personajes principales una critica hacia el himno: "Hay algo en esa canción, algo salvaje y grandilocuente que no me gusta nada”. Luego tal personaje niega haberlo comentado. La Marsellesa fue alabada por Bazin o Truffaut entre otros, véanla y analicen cómo Renoir se acerca a cada clase social con respeto, aunque difiera de sus pensamientos, más allá de estos hay también una profunda introspección de cada individuo. Rebajar el filme a panfleto es no haberlo visto o no saber captarlo. El director comentaba: “no creo que la monarquía cayera solamente a consecuencia de los ataques populares, cayó porque tenía que caer, porque había llegado a su fin, y tenían que llegar los otros, aunque no siempre suceda así, el mayor éxito de los revolucionarios es llegar a tiempo, saber cuándo hay que hacer la revolución” La tienen en Filmin y editada en DVD y Blu-Ray por Divisa.
El pasado 29 de junio fallecía el actor Alan Arkin, quizá
muchos lo recuerden más por sus papeles ya de mayor, algunos cinéfilos recordamos papeles anteriores como, por ejemplo, en la divertidísima comedia ¡Qué
vienen los rusos! o en Sola en la oscuridad . Entre estos hay uno bien curioso: El rey del
peligro (1968), se trataba de la tercera aparición cinematográfica del Inspector Clouseau
que inmortalizara Peter Sellers.
El actor británico tuvo sus roces con Blake Edwards en las
dos anteriores, aunque su relación amor/odio con el director seguía ya que estaba
preparando por entonces El guateque y no quería oír hablar de otra
interpretación del patoso inspector, tampoco Edwards estaba muy interesado en
ello, pero la Mirisch necesitaba dinero y quería seguir estirando el beneficio,
así que llamó a Bud Yorkin para que la dirigiera.
Su nombre tampoco sonará mucho ya que se especializó en
televisión, entre sus películas más conocidas están Gallardo y calavera con
Frank Sinatra intentando cambiar su registro, El novio de mi mujer al servicio
de la popularidad de Dick Van Dyke acompañado de un reparto generoso, Empiecen
la revolución sin mí, una de las primeras comedias con Gene Wilder o El ladrón
que vino a cenar con Ryan O´Neal y Jacqueline Bisset, como habrán comprobado
películas de apariencia simpática, pero fácilmente olvidables.
Para sustituir a Sellers se contó con Arkin a raíz del éxito
de ¡Qué vienen los rusos!, el actor no puso reparo alguno, más bien lo
contrario, admitió posteriormente que se veía entonces capaz de abordar cualquier papel que le pidieran, pero que se equivocó aquí por no reflexionar las contras que podría acarrearle.
El rey del peligro como se llamó aquí (vaya
título, pero es que el original solo era Inspector Clouseau….)pasó
desapercibida, el público no aceptó que Sellers no apareciera y quedó como maldita. Tanto es así que cuando se han editado las películas de la saga
de La pantera rosa esta no se incluía, aunque sí se editara independientemente.
En la trama, Clouseau es requerido por Scotland Yard para
que atrape a una banda de astutos ladrones que han asaltado simultáneamente
doce bancos suizos, estos llevan una máscara con la cara de él. No cabe decir
que los guiños a James Bond abundaban. La parodia a los utensilios de Q estaba
muy lograda y aparte de la comicidad argumental, también entretenía por apostar
más por la acción y la aventura con escenas como la del tren.
La dote cómica de Arkin quedaba bien encajada ya desde el
primer gag, una clara apuesta por el cine cómico mudo y cierto guiño a Blake Edwards
que tan bien sabía utilizarlo. Pero el problema era, como he mencionado, que
Sellers estaba en la memoria. Para colmo de males, que se utilizasen ladrones
disfrazados de Clouseau (cada uno interpretado también por Arkin) no hacía sino
resaltar más su ausencia.
En el aspecto musical, la partitura fue escrita por Ken
Thorne quien compuso un tema pegadizo y que se amoldaba bastante bien, pero ocurría
lo mismo, se echaban en falta las notas de Henry Mancini.
Los únicos que se salvaron de la quema fueron los guionistas
Tom y Frank Waldman, especialmente este segundo. Cuando Edwards retoma
la serie y Sellers decide volver a interpretar al personaje en 1975 cuenta con él,
del primero en la olvidable Tras la pista de la Pantera Rosa
(1982) en cuyo rodaje murió Sellers y el director la acabó con escenas de las
anteriores. Edwards quiso seguir rodando
películas de la serie, lo que le llevó a cierto desprestigio por lo flojas que
resultaban, en La maldición de La pantera rosa (1983), Roger Moore se metía en
la piel del inspector, pero solo se trataba de un cameo, diez años más tarde
ideó que la saga podía continuar con su hijo interpretado por Roberto Benigni, el
resultado fue un desastre y lo dejó definitivamente.
En el 2006 Steve Martin interpretaría a Clousseau en una floja
comedia que mejoraba algo con la secuela. Quizá con el paso del tiempo y en la
evolución del personaje y de la comedia, hoy se aceptase más la actuación de
Arkin, por lo que creo que El rey del peligro es toda una curiosidad y más tras
la muerte del actor
La muerte, por desgracia esperada, de Carmen Sevilla ha
llevado a distintos programadores a ofrecer varias de sus películas estos días.
No es bueno que el hombre esté solo, La fierecilla domada, El relicario o
Enseñar a un sinvergüenza son algunas que tanto La 2 como Trece TV han rescatado.
Me uno a este recuerdo con La venganza de Juan Antonio
Bardem, la elección de la actriz no estaba entre los planes iniciales de su
director que quería a Haya Hararit (la recordarán por Ben-Hur), pero al no
conseguirla, optó por una cara desconocida elegida a través de un concurso. Los productores tanto españoles como italianos (era una coproducción) rechazaron la idea y querían a una estrella, nombres como el de Virna Lisi, Lola
Flores o Paquita Rico estuvieron en la baraja inicial, aunque el director finalmente se
decantó por Carmen Sevilla, una elección que pilló por sorpresa ya que no
contaba con tal registro dramático. Sin embargo, la actriz ya era lo
suficientemente reconocida y no solo por sus papeles en películas folclóricas,
acababa de rodar una de aventuras Los amantes del desierto (famosa luego al ser
redoblada por Tip Y Coll en Asalto al castillo de la Moncloa de Lara Polop, lo que motivó una querella de ella), Don Siegel la dirigió en Aventura para dos y estaba rodando con
Vittorio de Sica y dirigida por Javier Setó Pan, amor y Andalucía.
Con su elección Bardem pretendía varios objetivos, por un
lado burlar la censura ya que la actriz para nada era considerada contraria al
régimen y por otro compartiría papel con Jorge Mistral, pareja cinematográfica
con éxitos como El caballero andaluz o La hermana San Sulpicio. Ofreció una buena interpretación, aunque la crítica, como suele pasar en estos
casos, no opinó lo mismo. Con el paso de los años se valoró más su trabajo.
Pero Bardem tuvo que autocensurarse más para poder dirigir
La venganza, no se aceptó su primer título Los segadores por tener
connotaciones sociales y recordar el himno de Cataluña, aunque nada tuviera que
ver. Paradójicamente, el que posteriormente eligió era lo contrario que
quería enfocar, una antivenganza. El metraje de Bardem llegaba
hasta las 4 horas y los productores se negaron en rotundo. El argumento trata sobre Juan que sale de la cárcel por un crimen que
no ha cometido, él y su hermana han jurado matar a Luis a quien consideran
culpable de sus desgracias, entre ella y este surgirá una atracción. El otro protagonista era el italiano Raf Vallone, quien había trabajado con Sara Montiel en La violetera, por lo tanto el film tenía bastante atractivo para el gran público, además el actor tenía ya experiencia con el tema por haber protagonizado Arroz amargo
Narrada en el ambiente de los segadores castellanos, destacan
escenas como el encuentro de las dos cuadrillas, las cuales cumplen con el rito
tradicional de lanzarse mutuamente requiebros y agudezas en plan de competición.
Por otra parte, son dignas de ver estas en pleno trabajo bajo el sol y cayendo
el sudor en cruentas gotas, parece oírse el jadeo de los cuerpos sometidos a
tal trabajo recio. La trama amorosa era más bien simbólica.
No cabe duda la intención documental realista que tenía y una
reflexión mediante sugerencias o símbolos sobre la Guerra Civil y posguerra. Bardem tuvo
que ambientarla en 1930 para evitar la prohibición y esperar la complicidad del
público. Por otro lado, era una película reveladora de toda la plástica y
dramatismo de los yermos, las llanuras, el cielo y el sol, junto con las gentes
y los hombres de Castilla. Suponía un traslado al cine de la perspectiva y
pintura que dieran los escritores de la generación del 98 especialmente, pero
ahí también se reflejaba el Salinas del 27 o el López Pacheco del 50 con su realismo
socialista y crítico.
Otra frustración de su director fue rodar una
trilogía sobre braceros, segadores y aceituneros, algo que no encontró
financiación alguna, aunque con Los segadores, perdón La venganza, cumplía otro trio compuesto por
su mirada en la ciudad: Muerte de un ciclista y en la provincia: Calle mayor.
El mensaje que se presentaba era el de la solidaridad, así
se superaban conflictos como el de la huelga de los jornaleros enfrentados
primero contra el amo de una rica hacienda y luego contra la mecanización del
campo, tales temas no fueron cortados por la tijera del censor, aunque tal y
como he dicho ya hubiera una autocensura también precedida por la frase inicial
de “esta película simplemente pretende contar los trabajos y los días de una
cuadrilla de seguidores”. Así pues, el tema de la venganza que llevaba el mensaje que había que olvidar viejos rencores para seguir adelante fue
aceptado.
Sin embargo, La venganza no fue bien recibida por la crítica
internacional, recordemos que entre sus enemigos tenía al mismísimo Truffaut y este
ejercía una fuerte influencia entre colegas. Se le acusaba de ser poco original
y no aportar nada nuevo, incluso obras anteriores en su día alabadas fueron
puestas en entredicho. Se decía que Cómicos remitía a Luces de variedades de
Fellini, Muerte de un ciclista a Crónica de un amor de Antonioni, Calle Mayor a
Los inútiles también de Fellini y La venganza al El camino de la esperanza de
Pietro Germi. Hasta el bello Technicolor aquí ofrecido fue duramente rechazado, una de las
críticas comparó la imagen del sol con la de un huevo frito y que el director
se vendía a la comercialidad dejando de lado su vena de autor.
El cine de Bardem fue decayendo desde entonces ya fuera por el tema de la censura y por cierto hartazgo, Sonatas aun tuvo peores
críticas, A las cinco de la tarde fue un fracaso que le llevó a irse a
Argentina a rodar Los inocentes (Crónica negra) en 1963, aunque ese año
volvería a ofrecer sus cualidades en Nunca pasa nada, pero tampoco la crítica
tuvo piedad y la bautizó injustamente como “Calle menor”
Mientras Bardem era menospreciado, todo lo contrario sucedía
con Carmen Sevilla, la cual conseguía un pequeño papel, pero importante, el de
María Magdalena en Rey de reyes de Nicolas Ray, no obstante como hiciera Sara
Montiel, rechazó trabajar en Hollywood en un contrato que tenía con la
Paramount y prefirió interpretar películas populares, a destacar sus
colaboraciones con José María Forqué en El secreto de Mónica y en La cera
virgen ya en la etapa final de su carrera donde supo reinventarse también con registros más dramáticos en una etapa tan
complicada como la del destape. Tras su retirada del cine, tuvo otra etapa muy recordada de la mano de Valerio Lazarov que le ofreció presentar el "Telecupón" en Tele 5 y hasta
que el maldito Alzheimer la anuló, estuvo presente en la pequeña pantalla presentando desde galas o el "Cine de barrio" en sustitución de José Manuel Parada.
Descanse en paz Carmen Sevilla, quizá una actriz no lo
suficientemente reconocida al igual que como hemos visto con Juan Antonio
Bardem, aunque por motivos diferentes.
Ahora que Woody Allen acaba de rodar la que probablemente
sea su última película Coup de chance, miro con más entusiasmo, si cabe, su
notable filmografía y ya que hemos empezado el verano me paro en La
comedia sexual de una noche de verano (1982).
Pertenece este título a aquellos considerados como
“menores”, en su momento la crítica la recibió mal, en el Festival de Venecia
decepcionó, luego se mitigaron aquellos comentarios, pero el film no
acostumbraba a se citado cuando se habla de él.
Sus enemigos siempre han dicho que se pasó la vida
haciendo la misma película y no les falta algo de razón, pero el mérito estaba en conseguir que cada título se viera como
diferente, con un atractivo particular para cada uno, fórmula que por otra
parte utilizaba sabiamente Rohmer, nombre que no suele citarse entre las
influencias del director neoyorquino, pero cuyo cine guardaba bastantes coincidencias.
La comedia sexual de una noche de verano se ambientaba a comienzos
del siglo XX. Tres parejas se reúnen para pasar un fin de semana en el campo: la
primera compuesta por un financiero de Wall Street (Woody Allen) que ha creado
un invento para ver el más allá y su
mujer (Mary Steenburgen), que atraviesa un problema de insatisfacción sexual;
un profesor de filosofía (José Ferrer) que solo cree en la razón y su joven
prometida, una librepensadora (Mia Farrow); y la última, formada por un médico
mujeriego (Tony Roberts) y su enfermera entendida en cuestiones de sexo (Julie
Hagerty). Durante esos días alejados de la urbe saldrán recuerdos e
infidelidades.
Bien, como verán, ninguna novedad aparente, pero sí que las
había. Ya por empezar es la primera que Allen rodaba con Farrow, las
comparaciones con Diane Keaton siempre fueron odiosas aquel año, tanto el
director como ella supieron hacer frente a estas y olvidándonos de cómo acabó
todo, fueron una de las grandes parejas del cine y eso se materializa en la
cantidad de excelentes películas que rodaron juntos.
Por otra parte, Allen abandonaba su amado Nueva York para
irse al “odiado” campo, pese a que nunca le ha gustado, conseguía toda una oda
a este, bien es cierto que la formidable fotografía de
Gordon Willis contribuía a ello. La luz se presentaba suave, sin un sol
ardiente, más bien ya próxima al otoño. A ello le acompaña la música de Mendelssohn, aquí
Allen abandonaba el jazz y entre otras utilizaba El sueño de una noche de
verano basada en la obra de Shakespeare homónima más otros conciertos suyos.
En aspectos de producción era la primera que rodaba para la
Orion Pictures tras no llegar a un acuerdo con la United Artists y retomaba de
nuevo rodar en color ya que en las dos anteriores había utilizado el blanco y
negro.
En 1982, Allen ya estaba bastante asentado como gran
director, pero aun le faltaban películas para ser considerado un clásico, cada
estreno de él provocaba altas expectativas, quizá por ello esta Comedia sexual
de una noche de verano decepcionara, las críticas más severas hablaban de
superficialidad y gratuidad para resolver las neurosis de las tres parejas,
aparte de encontrar ridículo el desenlace. Sin embargo, había unanimidad a la
hora de hablar de la técnica que más tarde el director dejaría algo de lado
con su cámara en movimiento y como decía Carlos Pumares siempre incapaz de
hacer por gandulería el plano/contraplano.
También se acusaba bastante de sufrir una "bergmanitis", la
película estaba claramente inspirada en Sonrisas de una noche de verano de
Ingmar Bergman y ésta a la vez influida por la obra de Shakespeare de El sueño
de una noche de verano, de ahí la música antes citada. Cuando Allen consiguió contra todo pronóstico ser el
gran triunfador en 1977 con Annie Hall, sorprendió al año siguiente con
Interiores, un drama intimista trágico al estilo de los del director sueco.
Luego volvió a su cauce maravillando a crítica y público con Manhattan, incluso
que la gente aceptara aquel blanco y negro maravilloso, pero luego volvió a una
obra personal, Recuerdos, donde remitía a otro de sus ídolos Federico Fellini y
Allen hasta conseguía mofarse de sí mismo y hasta de quienes lo alababan. En su
momento muchos no captaron esa ironía y esperaban que el siguiente filme volviera
a ser como un Manhattan.
No fue así, y el nivel de La comedia sexual… no es el de Manhattan,
pero no es ni mucho menos una película fallida, incluso estaría en mi opinión
entre la lista de sus películas notables. Quizá, empezando por lo negativo, no
utiliza demasiadas frases intelectuales de las suyas, opta por medirse y a la
vez suaviza la acción sin por ello renunciar a sus temas. Es por ello que quien
no aguante su cine y sus neuras le recomendaría que la viese ya que creo que la
podrá aguantar bastante bien.
La comedia es agradable y más en estas noches de calor, al director le interesa reflejar ese ambiente bucólico, utiliza la magia de esas noches veraniegas con cierto aire melancólico para intentar
creer en ese mundo que la racionalidad niega, quizá sea uno de los Allens con más
fe de toda su filmografía, aunque aquí no se cita la religión salvo en una
escena, más bien busca la reflexión sobre el existencialismo.
Aunque la película sea una comedia, no tiene tampoco
momentos cómicos, aunque sí algunos tics, por ejemplo la aparición primera de Allen
con su invento del pájaro volador y que se estrella fuera de plano nos
remite a El dormilón. También utiliza la contraposición de personajes como el
del profesor mientras canta y la mujer de Allen en la otra habitación intentando tener
una relación sexual, algo que no consigue, aunque Allen defiende que no ha sido
una guarrada porque ni siquiera se ha sacado la ropa.
El personaje de José Ferrer sería el más interesante, una
especie del Gunnar Björnstrand bergmaniano. Allen no tiene mucha piedad con él ya que sus ideas son puestas en cuarentena, algún día sería interesante recopilar todos los filósofos que han aparecido en sus películas y comprobar el tratamiento dado
Por otra parte, tenemos a un habitual en el cine de Allen,
Tony Roberts que cumple a la perfección, luego sería Alan Alda quien haría este
tipo de papeles, su pareja es Julie Hagerty, la protagonista de Aterriza como
puedas, una de las comedias preferidas de Allen. Me gusta su actuación y me pregunto por qué no
pudo hacer más comedias de calidad. Y sobre la primera aparición de Farrow, sin
ser un papel para lucirse, cumple bastante bien, hay más química con él que con
Mary Steenburgen, algo fría, aunque el guion está pensado así expresamente.
Les recomiendo su (re)visión y más si tuvieron en su momento
algún reparo con ella, si pueden compleméntela con Sonrisas de una noche de
verano y con la obra de Shakespeare, aunque sea una referencia vaga. La pueden
ver en Filmin y está editada en DVD, aunque descatalogada a día de hoy.
Se celebra estos días el centenario de José Luis Ozores (Madrid,
18 de junio de 1923-Ib., 10 de mayo de 1968), La Filmoteca Española le dedica
varias sesiones y charlas sobre él, su recuerdo sigue. Estuvo a las órdenes de
directores como Neville, Bardem, Berlanga, Rafael Gil, Sáenz de Heredia, JM.
Elorrieta, Rafael J. Salvia, Luis Lucia, Iquino…Quizá su papel más popular fue
el de Recluta con niño (1956)bajo la dirección de Pedro L. Ramírez, uno de sus grandes
valedores y del que Alfredo Landa protagonizaría un remake años después con
Cateto a babor.
Así que he pensado esta semana en traer una película de él y
no precisamente de las mejores ni de las más famosas, pero que sí reúne las
características del personaje que caracterizaba. Se trata de El fotogénico de
1957 y dirigida por Pedro Lazaga, en ella interpreta a un pueblerino que acude
a Madrid para presentarse a un concurso en el que buscan caras nuevas en el cine, de paso
aprovechará para conocer a su idolatrada estrella, Carmen Reyes.
El argumento es de lo más previsible, funciona gracias a él
que resuelve perfectamente toda una serie de equívocos que se dan y que
provocarán si no una carcajada, por lo menos una sonrisa. En aquellos años
Lazaga iba abandonando sus intentos de ser director/autor, pero su habilidad
detrás de las cámaras no pasaba desapercibida y sus trabajos se multiplicaban,
con la productora Hispamex firmó un contrato para tres películas: Roberto, el
diablo (1956), adaptación de la historia de Antonio Guzmán Merino, y dos con
José Luis Ozores: El aprendiz de malo (1957) y la que traemos hoy.
La película cuenta con Lolita Sevilla de protagonista, un
intento de afianzarla en el cine y en papeles de comedia, pero no cuajó. Aquí
intercala varias canciones, pero sus dotes como actriz quedaron olvidadas posteriormente,
solo rodó después Lo que cuesta vivir (1958) y Habanera del mismo año. A lo
largo de la película ofrece un papel algo antipático y distante, hay que decir
a su favor que lo exigía el guion, en los momentos en que ofrece más dulzura, esta queda algo artificial, fue una de las posibles causas por las que El fotogénico no
tuvo la popularidad de otras películas del actor.
Lazaga ya apuntaba varias de sus constantes posteriores, la
imagen estereotipada del pueblerino llegando a la estación de Atocha y perdiéndose anticipaba a la de Martínez Soria en La ciudad no es para mí. Por otra parte,
su cinefilia y conocimiento de todas sus dotes le lleva a rodar una de las
mejores escenas del filme, aquella en que él observa una foto de la cantante
que cobra vida y empieza a cantar en un decorado que el más cinéfilo reconocerá un homenaje a Cantando bajo la lluvia.
En el reparto encontramos a Antonio Ozores como
representante de Lolita Sevilla, aquí ya exhibía, aunque no tan acusadamente
como después, sus juegos con el lenguaje y aprovechar su físico para explotar
al máximo su comicidad. También tenemos a José Luis López Vázquez como
recepcionista del hotel en uno de esos papeles para llamar la atención con su sobreactuación buscada y que le irían dando paso al
protagonismo en breve.
El fotogénico es una película con humor blanco, no esperen
una gran comedia, entre otras cosas porque el guion firmado por José Manuel
Iglesias (que escribió bastantes para el lucimiento de Marujita Díaz) no lo
pretendía. Pero sí puede servir para ver a José Luis Ozores en todo su esplendor,
un personaje que combinaba hilaridad y sensibilidad a la vez, yendo lejos hasta
podríamos compararlo con el Bourvil francés con esa bonhomía compuesta por una ingenuidad
ambigua o el Peter Sellers de El guateque por ser de esas personas que, como le pasaba a Michael Crawford en aquella serie de la BBC, había nacido estrellado.
José Luis Ozores era magnífico y su carrera seguro que
hubiese tenido grandes actuaciones de no ser porque la enfermedad se cruzó en
ella, una esclerosis múltiple comenzó a deteriorarle a finales de los 50,
aunque él intentaba trabajar todo lo que pudiera. Postrado en una silla de
ruedas declaraba que sus libros de cabecera eran La Biblia y Tres hombres en
una barca de Jerome K. Jerome. El cariño de los espectadores se hizo patente en
un programa de la Cadena Ser llamado "Ustedes son formidables" en el que se
recaudó dinero para el actor que vivía con ciertas carencias al reducírsele los papeles.
En 1965, Joaquín Calvo Sotelo escribió expresamente una obra
para él llamada El poder en que encarnaba postrado en la silla de ruedas al
Príncipe Bruno conspirando y tramando para hacerse con el poder y que fue dirigida
por Adolfo Marsillach. En cine se despidió dos años antes de su muerte con Hoy
como ayer, una de las comedias más extravagantes de la época y de lo mejor del director Mariano Ozores