Ya que estamos en la semana de los Oscars, no va mal repasar alguna de esas películas que mostraban la otra cara de Hollywood, tal género nos dio grandes obras: El crepúsculo de los dioses (1950), Cautivos del mal (1952), Dos semanas en otra ciudad (1962)...La que hoy comento es The player (El juego de Hollywood) (1992) de Robert Altman, director que dijo sobre su film que no podría optar a tales premios, aunque al final tuvo tres nominaciones: él mismo, el guionista Michael Tolkin y el montaje.
Altman fue de esos directores inscritos en el grupo de los independientes que buscaban una tercera vía entre el cine de las grandes productoras y el de los alternativos, querían más libertad y poder desarrollar su cine generalmente de presupuestos más bien bajos. Nacido un 20 de febrero de 1925 en Kansas City, solía mostrar una mirada irreverente a las instituciones, costumbres y debilidades de la vida americana. MASH (1970), una sátira antibelicista, fue su primer gran éxito de crítica y público, siguen otros títulos que sin lograr grandes resultados en taquilla eran muy bien recibidos por las clases intelectuales: una sátira surrealista con El volar es para los pájaros (1970), la desmitificación del western con Los vividores (1971), su incursión en el género negro también para darle otro enfoque, algo que aun no le perdonan ciertos amantes de este cine con Un largo adiós (1973), Ladrones como nosotros (1974), revisión de la novela de Edward Anderson llevada por Nicholas Ray en Los amantes de la noche (1948), etc. Pero es en 1976 con Nashville que consigue otro gran triunfo con esos 24 personajes deambulando por la capital de la música country y que reflejaba su visión de la América del momento, a ella le siguen títulos irregulares como Buffalo Bill y los indios (1976), la bergmaniana Tres mujeres (1977) o la comedia Un día de boda (1978).
Pero su cine sufre un revés cuando cae en la garra de las grandes productoras y es que en 1980 acepta realizar una versión de Popeye nada menos que para la Disney que por entonces rodó varias en coproducción con la Paramount. El resultado fue un estrepitoso fracaso y el nombre de Altman cayó en desgracia ya que se consideró que había traicionado sus principios y tuvo que volver a la televisión donde había comenzado para seguir rodando, las películas que estrenaba en cine ya apenas tuvieron repercusión, se fue a vivir a París y estuvo también dirigiendo obras teatrales. Por eso, El juego de Hollywood suponía que su nombre volviera a sonar y recuperarse a pesar de su irregular carrera.
Altman, en medio de un humor negro y con aires de venganza, quiso rendir cuentas con el sistema que lo había apartado, aunque en más de una entrevista decía que no era un filme sobre Hollywood, sino que este se presentaba como una metáfora de la sociedad industrial. Para eso se sirvió de un guion de un no muy conocido Michael Tolkin, que había trabajado de editor de narrativa para la Universal y había escrito una novela en 1988 que reflejaba aspectos observados desde dentro, tal libro fue rechazado por varios ya que era demasiado hermético y se pensaba que solo podía ser entendido por los expertos. Altman sí creyó en este y tras varios retoques se puso manos a la obra.
El argumento gira en torno a Griffin Mill (Tim Robbins), un productor de Hollywood que recibe cartas amenazadoras que le envía un guionista al que rechazó. Intentan llegar a un acuerdo, pero tras una discusión lo mata, pero se enamora de su novia (Greta Scachi). Esta trama no deja de ser un “McGuffin” y que permite mostrar todos esos tejemanejes de la industria. Hay que fijarse especialmente en la acidez del director, el cual empieza la película con un plano secuencia de unos 8 minutos y nos va presentando a los personajes y frases y hechos que casi resumen la totalidad de lo que va a mostrar a continuación: ahí vemos a Buck Henry intentando que se acepte rodar una secuela de El graduado con una trama hilarante, más de un dardo se lanza a lo que son las mezclas de películas para exprimir ciertos éxitos, por ejemplo se promueve rodar una mezcla de Memorias de África y Pretty Woman, se reivindica a Orson Welles y se ataca la sucesión de planos, se alaba La soga de Hitchcock por estar rodada "sin cortes", y todo ello aderezado con frases como la que suelta el protagonista en una comida “Hablemos de cosas que no sean Hollywood. Somos gente culta”.
The Player es una película tan tramposa como eran las de Hitchcock y tan ácida como las de Wilder, Altman cuida estilísticamente todo el metraje, hay de todo: comedia, misterio, violencia, drama… Hay escenas brillantes como cuando Robbins llama a la novia del guionista delante de su casa y entabla esa conversación mirándola por la ventana sin que ella lo sepa o la de la comisaría con una muy divertida Whoopi Goldberg en su papel de detective.
El realizador intencionadamente se apunta al juego de la película comercial, reúne a 65 estrellas en cameos, muy entretenido el ir descubriéndolos, divertidísimo Bruce Willis autoparodiándose y la utilización de esa realidad/ficción para que cierto tipo de gran público acabe contento al abandonar la sala. Hay un momento que le hace decir a ese nuevo ejecutivo que El ladrón de bicicletas es cine de autor, pero que él habla de “cine normal”, precisamente esa marginación de los grandes estudios al primero y potenciar al segundo cambiando los finales y el debate de si el cine es arte o solo una industria donde la cantidad prevalece sobre la calidad, abren una amarga reflexión que Altman pretende hacer llegar al espectador, a este le toca indagar verdaderamente cuál es el juego de Hollywood. 30 años hace ya de su rodaje, las formas han cambiado (especialemnte la irrupción de las plataformas y la desaparición de las grandes salas), pero el fondo sigue siendo el mismo por lo que sigue bastante vigente su denuncia.
Aprovechando la emisión de TVE de la serie sobre el Zorro (floja según la crítica y finalmente relegada a la madrugada), pensé que era buena ocasión para
recuperar una de las mejores versiones que sobre el personaje creado por
Johnston McCalley en La maldición de Capistrano (1919) se han hecho y que había sido ya llevada en 1920 por Fred Niblo y Theodore Reed con un inolvidable Douglas
Fairbanks. Pero yo hablaré de la
que interpretó Tyrone Power en 1940 a las órdenes de Rouben Mamoulian para la
Twentieth Century Fox y que detecto bastante olvidada y eso que está
al mismo nivel que los clásicos de aventuras de la época, especialmente las de
Michael Curtiz con la pareja Flynn-De Havilland.
Parte de esa "amnesia" es debida a una nefasta programación de
esta película a lo largo de las décadas, emitida en TVE en los lejanos 70 en un
ciclo del actor, en los 80 en vez de emitirla en su "Primera Sesión" nos la
ofreció en su espacio de "Cine de Madrugada", ignoro si alguna autonómica la
recuperó después, pero hubo que esperar al estreno de la versión de Antonio
Banderas para que Antena 3 la emitiera en varios pases, pero a las cinco de la
mañana, aquellas eran épocas de programar el vídeo y que nos saliesen anuncios de la
vidente Aramís Fuster o teléfonos pornográficos... Por suerte la FOX
la editó en VHS y ya pudimos disfrutar de ella sin sobresaltos, pero cuando sale
en DVD nos la ofrecen en una única copia coloreada y desde entonces ya no se ha
vuelto a saber sobre ella.
También esa marginación puede ser debida al poco conocimiento también que hay actualmente de Mamoulian,
director que fue de los más importantes de los años 30 en Hollywood, era algo
más que un artesano, pero su carrera empezó a decaer por su carácter
quisquilloso y seguir queriendo ser un autor, no aceptó las trabas de la FOX
mientras rodaba Laura y pasó esta a manos de Preminger, que también lo
sustituyó en Porgy And Bess, con la misma productora empezó Cleopatra y al
final se tuvo que ir y el pobre Mankiewickz tuvo que padecer todas las neuras del
rodaje y lo que vino a continuación que casi hunde a los estudios.
Pero la fama de Mamoulian fue, principlamente, con los estudios de la
Paramount donde se especializó en musicales (Ámame esta noche, 1932) en cine de
gánsteres (Las calles de la ciudad, 1931), terror (El hombre y el monstruo,
1931)... En 1933 tuvo su primer revés de crítica y nada menos que rodando con
Marlene Dietrich El cantar de los cantares, curiosamente ese mismo año lograba
su película más recordada y con Greta Garbo, esta vez para la Metro: La Reina
Cristina de Suecia. Las comparaciones de los filmes entre las dos divas fueron
algo más que odiosas. Mamoulian había conseguido también grandes avances técnicos,
consiguió que el sonido de la cámara no se entrometiera en los diálogos y con
La feria de la vanidad (1935)para la RKO consiguió que fuese el primer largometraje
en ser grabado en Technicolor de tres tiras.
Vean ese despertar de Ámame esta noche:
Así pues, no nos tendría que sonar a extraño su nombre y para una película de aventuras como El
signo del zorro podía mostrar todas sus cualidades, a pesar de tener que ceder
a lo que era el canon impuesto en este tipo de producciones para ir en programas dobles, las cuales no tenían que
ir más allá de los 90 minutos. El guion era de John Taintor Foote, no muy conocido, aunque escribió posteriormente el de Encadenados ,Garret Fort que había trabajado ya con el director y que se habia especializado en el cine de terror escribiendo los de la Universal para Drácula y El Doctor Frankenstein y Bess Meredyth que había trabajado para varios estudios importantes y que participó en el primer Ben-Hur (1925), fue la tercera esposa y viuda de Michael Curtiz
Por una parte, El signo del zorro no es una película de
grandes exteriores, la mayor parte de la acción transcurre en decorados,
Mamoulian demuestra su experiencia en variedad de géneros al presentarnos ya desde
el comienzo una puesta en escena coreográfica con los espadachines u otro despertar excelente como aquel mostrado antes con la primera aparición del héroe ante los habitantes del pueblo todos al unísono; el uso de las sombras (la fotografía fue de Arthur Miller, uno de los habituales de Ford en la FOX), especialmente en las apariciones del
protagonista que recuerdan el cine de terror e incluso las del cine negro
posterior; la comedia con los diálogos entre Power y Darnell en la capilla o el
personaje del fraile o el personaje del gobernador que tiene su lado cercano,
es de esos malos que caen bien por lo patoso que es, el guion daba al personaje
de Basil Rathbone (El Capitán Esteban Pasquale) toda la maldad.
Por otra parte, detectamos una estructura de cómic
en el que tenemos muchas licencias, damos por verosímil la excusa de que se
piensen que el zorro es el fraile, el pasadizo secreto que deja con sus
huellas, los juegos de magia que le ayudarán posteriormente, de hecho Powell le
da al personaje de Don Diego bastante versatilidad, hay quien ha visto incluso un toque amanerado en más de una ocasión que contrasta con la
ingenuidad y candidez de Linda Darnell, luego actriz que desarrollaría otro tipo de caracteres. Hay escenas como la de cuando el protagonista ha
de lanzarse con el caballo por el puente que pecan de ser totalmente increíbles,
pero el espectador lo daba por bueno (!¡y qué más daba!), además lo mejor era lo que venía antes, en
este caso tenemos una persecución antológica y si no se
salvaba él pues cómo iba a continuar el filme, este tipo de cuestiones también
se siguen dando en el cine de superhéroes.
Quizá la escena mas recordada sea la del duelo de espadas
entre el Zorro y Rathbone, dos años antes este último se batía con Errol Flynn
en Robin de los bosques en otra antológico momento, en aquella ocasión se jugaba
más con la acrobacia, aquí Mamoulian cambia el registro y lo hace más realista
para no calcarlo, son dos tipos de vista y ambos son excelentes y ya han pasado
a la historia del cine, aunque particularmente creo que ambos serían superados por el
duelo que hay en Scaramouche de George Sidney. Por cierto, como anécdota, se
nos dice que el personaje de Basil Rathbone fue instructor de esgrima en
Barcelona, a esto le gustaba recordarlo Juan Marsé y agradecía que Hollywood se
acordase de lo que para él era "el culo del mundo" en aquellos años.
Ahí tienen el duelo y cómo acaba, aunque se deduce quién va a ganar, aviso por si las moscas...
La película fue un gran éxito y contribuyó a que Tyrone
Power fuera de los galanes más considerados en aquella época, su físico le dio
para papeles hispanos en Sangre y arena del mismo Mamoulian y repitiendo con
Linda Darnell o El capitán de Castilla. Desgraciadamente ambos morirían jóvenes,
Rathbone seguiría con una filmografía irregular en la que combinaba títulos mayores
con otros mediocres, podía ser tan de pronto Sherlock Holmes como uno de los
grandes villanos del séptimo arte.
En fin, creo que si tienen la oportunidad de verla, pasarán
un rato de lo más agradable y seguro que tras un tiempo querrán verla otra vez, pues es de esas películas que no cansan y que ayudan a que el tiempo pase más
rápido, una manera de hacer cine ya perdida, como esa excelente banda sonora de Alfred Newman que tanto se echa en falta en las producciones modernas.
Un 19 de febrero de 1924 nacía en Nueva York el actor Lee
Marvin y su centenario no podía pasar por alto en este blog, su fisonomía dura
y glacial unida a un pelo blanco ya desde joven le caracterizó en personajes de
violento, asesino, gánster o pistolero. Trabajó con grandes del cine como John
Ford, Fritz Lang, Raoul Walsh, Don Siegel, Robert Aldrich, Stanley Kramer, Michael Curtiz, Richard Brooks, Richard Fleischer… A ellos se suma, entre otros más, Joshua
Logan director de la Leyenda de la ciudad sin nombre (Paint your Wagon, 1969)
de la que hablamos hoy.
El actor nos dio una serie de escenas en su filmografía
difíciles de olvidar, aun nos duele ese café hirviendo que le lanza a Gloria
Grahame en Los sobornados, cuando le tira a James Stewart el bistec de John Wayne
en El hombre que mató a Liberty Valance o su enfrentamiento con Ronald Reagan
en Código del hampa. Pero no todo son recuerdos malvados, tenía su corazón y
cuando le tocaba ser más bondadoso le creíamos por igual, Marvin supo reírse de
su encasillamiento, ya Ford en La taberna del irlandés nos lo pinta en aquella peculiar
Nochebuena como el Rey de los EEUU, sus ganas de parodiarse tendrían en La
ingenua explosiva (Cat Ballou, 1965) su recompensa en su doble papel como
peligroso pistolero y en el de su ingenuo hermano gemelo, la Academia le
concedió el Oscar y la cotización de Marvin subió.
Tal papel pudo influir para que finalmente Logan lo
escogiera para La Leyenda de ciudad sin nombre, probablemente cuando citamos al
actor nos acordamos muy especialmente de cuando canta (o susurra) “Estrella
errante”, decía Jean Seberg, la protagonista, que era como escuchar lluvia
gorgoteando por una tubería oxidada. Completaba el trío un Clint Eastwood aun
muy asociado con los westerns de Leone, él mismo decía que lo que se estaba rodando
era Cat Ballou 2 y viendo los problemas que tuvo Logan pensó que lo mejor era
crear su propia productora Malpaso y empezar a dirigir.
La película era una mezcla de musical y western, aunque
ninguno de estos dos se presentaba como ortodoxo, en cuanto al primero se
estrenaban grandes éxitos como My Fair Lady o Sonrisas y lágrimas, pero también
fracasos estrepitosos como La estrella o Hello Dolly. La Paramount arriesgó
mucho al producirla y más contratando a Logan que acababa de rodar Camelot y
que había sido un fracaso de público y hasta de crítica bastante injusto. En
cuanto al segundo, a pesar de que la Academia se había decidido a premiar a
John Wayne por Valor de ley aquel año, era indudable que la fuerza del
spaghetti western italiano y las cada vez más abundantes desmitificaciones del
género que Sam Peckinpah o el mismo Eastwood realizaría, acabarían dejando el
western clásico ya como una reliquia.
Quizá por estas dos cosas y muchos otras, se dejó de lado lo
que sería una adaptación fiel de la obra teatral estrenada en Broadway en 1952
y con música de Frederick Loewe y Alan Jay Lerner, el primero no quiso
colaborar en las nuevas canciones que acabarían siendo escritas por André
Previn, pero el segundo sería el productor y no se llevó nada bien con Logan,
hasta tal punto llegaron las discordias que lo amenazó con sustituirlo por
Richard Brooks. El director tenía claro y más tras Camelot, que no iba a haber
la coreografía clásica, la cual se prescinde a lo largo del metraje y hasta se
sustituye por todo un desfile de carrozas, lluvia y barro, primeros planos
rodados desde el punto de vista de estas bajando a toda velocidad con lo que
visto en una gran pantalla haría aumentar su atractivo. Las canciones no
ralentizarían el ritmo narrativo y serían interpretadas por actores no
cantantes, de ahí que rechazara la primera propuesta de Paramount de que fuese
Bing Crosby el protagonista, el único profesional del género sería Harve
Presnell que se luce en el número de "They Call the Wind Maria", aunque en el
resto del filme su papel apenas tiene resonancia . Por otra parte, la mayor
parte sería rodada en escenarios naturales.
Así pues Marvin cantaba, aunque recibiese esos “halagos”
como el antes descrito por su compañera, pero su manera de interpretar la inolvidable
“Estrella errante” contribuyó al éxito de esta. Eastwood no había cantado
entonces y salía bastante bien parado como cuando hizo aquella de El aventurero
de medianoche, con Jean Seberg al final cedió a los ruegos de Lerner y fue
doblada por Anita Gordon. Creo que esta vez, pero no lo puedo confirmar, no se
doblaron las canciones en la versión española, algo que sí pasó con Camelot,
aunque sí José Guardiola la versionó con bastante éxito.
Otro aspecto era atraer a estos géneros un público
antagónico, la casualidad quiso que al final Jean Seberg fuese la protagonista,
papel pensado para Faye Dunaway, Mia Farrow o hasta Shirley MacLaine, la
elegida fue Lesley Ann Warren, pero quedó embarazada y tuvo que rechazarlo, el
contratar a Seberg hizo que ese “menage a trois” atrajera a los cinéfilos que por
aquel entonces tanto le atraían las críticas de la Nouvelle Vague, curiosamente
en Camelot también había uno y de los más famosos de la historia, pero ahí el
no hubo la reacción esperada. La película también tenía que conseguir que la audiencia
más recatada no se escandalizara por ello y de otros temas que van saliendo (
tema del “secuestro” de las prostitutas, el joven granjero que descubre el sexo…),
de ahí la elección del escritor, dramaturgo y humanista Paddy Chayevsky, la
sexualidad en el musical era algo hasta entonces impensable, él era todo un
experto a la hora de hablar del sexo cotidiano en la televisión y su nombre tenía
ya muy buena reputación por el Oscar en
Marty, luego lo recibiría por Anatomía de un hospital y Network. El hecho es
que la historia podía ser vista desde dos puntos de vista distintos, por una
parte un canto a la libertad sexual muy propio de esos años unido con el
progreso, pero por otra parte que aquello solo conducía “a la nada” a no saber
dónde iba uno como dice la letra de la primera canción, a que el mundo se
dividía en los que van a algún sitio y a los que no y todo eso era castigado, ya nos lo advertía su predicador. Sin querer desvelar finales, digamos que hay todo un homenaje a Buster Keaton
Y en toda esa función, quien salía ganando a pesar de que
Eastwood se fuera convirtiendo en una gran estrella y un excelente director y
el encanto de la Seberg, era Lee Marvin, ya desde la primera secuencia cuando
ha de acelerar el rezo por el hermano muerto de Eastwood para tomar posesión de
esas tierras donde está apareciendo oro con ese guiño al de arriba o la manera
que tenía de beber, enganchan. Mi plano favorito, aparte del famoso de la
canción, es ese diálogo con ella una vez recién casados cuando la va a acosar y
ella coge la pistola y le dice lo que piensa, aquel rostro de él dándose cuenta
de lo que es y queriendo mostrarle sus respetos pocos actores sabrían
resolverlo con esa naturalidad y sinceridad que un papel de estas
características requería. Por eso he querido elegir esta película porque creo
que es de sus mejores interpretaciones y un actor que podía hacer de todo tal y
como antes he recordado en varias de sus películas, aunque pasen los años este
Ben Rumson que compuso tiene una magia indescriptible, uno siente hasta piedad porque
al fin y al cabo compartimos más de una cosa con él.
Para acabar conviene matizar un error que se produce al
hablar de esta película como un fracaso, no lo fue, otra cosa es si compensó el
alto presupuesto, pero eso ya es otra historia… Recaudó nada menos que
14.500.000 dólares de la época, en España tuvo la excelente cifra de 2.985.400 espectadores
y hasta tuvo una reposición en Navidades del 79 también exitosa. Desgraciadamente,
fue la última película de Joshua Logan, uno de esos nombres que algún día nos
tendrían que explicar su ninguneo, por suerte críticos como nuestro admirado
Jaume Figueras se han encargado de que lo valoráramos como merece.
Por cierto, no me he olvidado, ahí va el "Wand´rin Star" genuino de nuestro homenajeado Lee Marvin y por partida doble
Ya que el calendario este año ha sido travieso y el día en que Doña Cuaresma vence a Don Carnal ha coincidido con el día de San Valentín, vamos a celebrarlo viendo El día de los enamorados
(1959), película muy popular en su día. Incluso no hace muchos años, Hollywood apostó por lo que aquí ya se había hecho seis décadas antes y Garry Marshall realizó Historias de San Valentín. El objetivo de este blog es dar cabida también a ese cine
popular del que apenas ningún crítico habla y recordar
nombres de los que nadie se acuerda o ni siquiera llegó a saber que existían en pleno auge.
Uno de estos fue Fernando Palacios, director de esta, nacido en Zaragoza en
1916, su prematura muerte a los 49 años a causa de una angina de pecho cortó
una carrera comercial que precisamente empezó con El día de los enamorados y
siguió con títulos taquilleros como por ejemplo Siempre es domingo (1961), Tres
de la Cruz Roja (1961 ) y muy especialmente La gran familia (1962). Su trabajo se multiplicaba y
se le encargaron dos películas con Marisol: Marisol rumbo a Río (1963) y
Búsqueme a esa chica (1964), también empezó a trabajar con la ya apenas
recordada pareja Pili y Mili en Whisky y Wodka (1965). A ello se añade la
secuela de La gran familia estrenada una semana antes de su inesperado
fallecimiento.
Empezó de ayudante de dirección de su tío Florián Rey y luego de Ladislao
Vadja, del primero decía que le gustaría heredar su corazón y del segundo su
técnica. Cuando era preguntado (y criticado) por si solo hacía cine popular contestaba
que su ideal sería conjuntar e integrar la minoría con la mayoría. Su trabajo no
era tampoco fácil, a pesar de que sus filmes se calificasen como inocuos,
conseguir tantos éxitos de taquilla seguidos requería también cierta habilidad no valorada.
En El día de
los enamorados se juntaron detrás varios nombres importantes de nuestra
industria, un joven Pedro Masó fue el creador de la
historia y y había escrito guiones para las también comedias exitosas Manolo,
guardia urbano (1956) o Las chicas de la Cruz Roja (1958). Ahí le acompañaban
para los diálogos Antonio Vich cuyo trabajo había destacado sobre todo en
la Fedra (1956) de Mur Oti o Los clarines del miedo (1958) y Rafael J. Salvia
que aparte de director había escrito los notables guiones de
El Judas (1952) o Cuerda de presos (1956). Si Masó en su argumento se acercaba
al estilo Negulesco, los guionistas se encargaban de darle más forma de sainete
castizo, con ello conseguían que el presupuesto no fuera tan elevado al no
tener ese glamour hollywoodiense y que el público se sintiera más representando
por los personajes.
A todo esto
se añadía la música, Augusto Algueró que había conseguido un gran éxito con la
canción de Las chicas de la Cruz Roja, aquí creaba otro que acompañaba el
metraje y que facilitaba aun más la comercialidad del título. Curiosamente la compuso también en catalán, así lo recordaba Concha Velasco en uno
de esos cines de Barrio con Parada, las hermanas Serrano fueron quienes
cantaron esta versión que fue olvidada por la versión castellana cantada por el trío Globetrotters y popularizada por Monna Bell.
El argumento
de El día de los enamorados hablaba de cuatro parejas que eran ayudadas por San
Valentín en sus problemas, ahí teníamos un magnífico reparto, en el lado
femenino la recordada Concha Velasco, ahí Conchita, cuya popularidad iba en
aumento, la arrogante Katia Loritz, la bondadosa María Mahor y la sensible
Mabel Karr. En el lado masculino Tony Leblanc que reunía las características adecuadas
para este tipo de películas, Antonio Casal en su etapa más madura como galán y francamente divertido, Manuel
Monroy, actor catalán bastante olvidado como uno de esos galanes secundarios y el joven Ángel Aranda, cuyo atractivo
físico le llevó a protagonizar peplums y spaghetti westerns.
Pero entre
todos ellos el que se llevó la máxima popularidad en el film fue Jorge Rigaud
en su papel del santo, nacido en Buenos Aires como Jorge Rigato, emigró a
Francia y llegó a trabajar con René Clair (14 de julio), pero el éxito le vino
con esta película lo que le propició participar en un sinfín de películas, aunque como secundario. Volvió a interpretar su gran papel en su secuela, también dirigida por Palacios y
con los mismos guionistas, menos conseguida a nivel argumental.
A pesar de los
presupuestos reducidos se cuidaban los aspectos técnicos y la película gozaba
de un sistema Eastmancolor que aun le daba más vitalidad y optimismo a quienes
buscaban en el cine una válvula de escape. Con los años, también se puede ver
como un documento sociológico y analizar esa España que salía de la posguerra y
en la que era posible aparcar el coche en la Gran Vía madrileña. Hay detalles que bien podrían pasar a formar parte de un museo de historia, observen esos cines como el Actualidades o el Palacio de la Prensa con un cartel de El zorro de los océanos con John Wayne de protagonista, el retrato de ese Parque del Retiro como el lugar ideal de los
enamorados, la alegría de la tuna universitaria, las “Galerías Preciados” que
fueron quienes importaron tal día con finalidades comerciales a partir de un
artículo de González Ruano en el diario “Madrid”... Ingredientes muchos de ellos
concebidos como cursis, pero honestos y deliciosos, vale la pena verla y si es
sin prejuicios uno la disfrutará más, no hagan caso de ciertas voces que la consideran un modelo de comedia anacrónico, el cine español también, cuando quiere, repite la fórmula, fíjense en casos como Barcelona, noche de verano (2013) o Barcelona, noche de invierno (2015) por ejemplo
Ya que estamos en días de jolgorio y carnavales, traigo hoy
una película alegre y vitalista, curiosamente también conocida como Carnaval en
Flandes, en realidad no transcurre en esas fechas, aunque bien pudiera, su
título es La kermesse heroica (1935), más de uno dirá qué palabra es esa, pues
yendo al diccionario de la RAE nos dice que es una fiesta popular, al aire
libre, con bailes, rifas, concursos, etc. Su etimología viene del francés
“kermesse” y este del neerlandés medio “kercmisse” (misa de iglesia).
Otros también se preguntarán que quién es ese director
Jacques Feyder, cuyo nombre no les suena de nada… Mis lectores más jóvenes no
habrán tenido demasiadas oportunidades de conocerlo, pero tampoco los que
tenemos más años hablando de esta cosa llamada cine. Su nombre se inscribe en
el “Realismo poético francés” que fue un término utilizado por George Sadoul en
su Historia del cine mundial y venía a ser, para resumir, una especie de
realismo unido a lirismo, se cuidaba mucho la puesta en escena, la iluminación,
la ambientación, etc. Realizadores como
Jean Vigo (L´Atalante, 1931), Julien Duvivier (Pepe le Moko, 1937), Marcel
Carné (El muelle de las brumas, 1938) y que colabora en La kermesse heroica
también, los guionistas Jacques Prevert o Charles Spaak o nombres que seguro ya nos suenan más como René Clair o Jean Renoir foman parte de este movimiento o tendencia.
Nos quedamos con el nombre de Charles Spaak aquí, ya que precisamente La kermesse heroica parte de un cuento suyo escrito diez años antes, él mismo colaboró en el guion junto
a Feyder, cuya obra, a pesar de no ser tan conocida, resulta más que
interesante ya que llegó a trabajar en Hollywood y con Greta Garbo en El beso (1929). Pero antes, él había sido uno de los directores
más innovadores del cine francés (él es belga, pero se nacionalizó) con títulos
como L´Atlantide (1921) o Crainquebille (1923). Tras su etapa fallida
hollywoodiense en la Metro, empieza a colaborar con Charles Spaak en títulos
como Le grand jeu (1934) o Pensión mimosas (1935), pero sin duda su título más
famoso seria La Kermesse heroica. Es posible que su muerte relativamente
temprana en 1948 y ciertas manías de los influyentes críticos del "Cahiers du
cinéma" hicieran caer en el olvido el resto de su obra.
Conocí La kermesse heroica gracias al añorado Carlos
Pumares, era de sus títulos favoritos, la programó dos veces en "La clave" en los
80, luego cuando empezó su "Polvo de estrellas" televisivo en Antena 3 la
programó en su primera emisión, el canal privado la repuso al cabo de año y
medio (qué tiempos aquellos cuando las privadas emitían clásicos…), una década
más tarde el espacio de José Luis Garci "Qué grande es el cine" la rescató.
Contrariamente a lo que se piensa y hasta se ha llegado a
escribir y decir, no estuvo prohibida en España, se estrenó un 23 de febrero de
1936, tras el paréntesis de la guerra siguió en las carteleras, por ejemplo
tengo datos de que en Barcelona en agosto de 1939 se exhibía en el Cine
Cataluña curiosamente en un programa doble junto a La hermana San Sulpicio, cines
de barrio como el Selecto del barrio de Gracia de la citada ciudad la programó
en agosto de 1942, así como el Máximo de la Calle Sicilia en Navidades de 1943,
el cine club universitario del SEU la exhibió un 29 de febrero de 1952 y la
película seguía paseándose por más salas como el Céntrico y el Triunfo (4 de
enero de 1953) Lo que ya no sé es en qué estado estaba la copia, si la censura
actuó en ella, es de suponer que sí, pero lo mismo nos hallábamos con
sorpresas, tampoco hay datos de quienes la doblaron entonces, pues las copias
de las que disponemos en la actualidad traen un redoblaje del año 1997 algo
insípido.
La película da un gran salto en 1968 cuando se repone en
versión original subtitulada, en Barcelona en el Atenas (del círculo A), el
entonces crítico de cine Enric Sopena escribía en La Vanguardia que “como si no
hubiese pasado el tiempo La kermesse heroica a los 33 años de su estreno, es un
filme perfectamente adecuado a los gustos de nuestros días”, aunque luego, paradójicamente,
criticaba que no se exhibieran películas más actuales en esta sala.
14 años más tarde también fue objeto de una reposición en
VOSE, en Barcelona en el recordado Capsa, todos estos datos vienen a cuento
de que es una película que todo aquel amante del cine pudo verla y transmitirla
de generación en generación, este tipo de reposiciones se daban generalmente en
grandes clásicos y películas de culto, pero es que La kermesse heroica, a pesar
del olvido de estos últimos años, es uno de los títulos clave del séptimo arte.
Cada vez que la visiono, pienso en que quizá su esteticismo
no se valora como lo pensó el director, se recurre a la pintura flamenca y
holandesa en varios planos, pero Feyder pretendía que estas obras se vieran
como algo natural y así aproximarlo al espectador, las pinturas se adaptan a la
trama sin que por ello tengamos una película tremendamente barroca. Los
travellings se
exhiben con una espontaneidad sorprendente, maravilloso resulta el primero
donde ya nos ambientamos en ese pueblo de Boom, sus calles con sus
puentecillos, la gente que se va moviendo, los distintos oficios, casi es una
secuencia que recuerda al cine musical. Convendría que los cada vez más
abundantes nuevos realizadores, que tanto les gusta machacar con estas herramientas,
aprendieran de los clásicos y vieran que la mesura es la mejor arma para que
sus habilidades puedan ser apreciadas. Lástima de no disponer de videos con la escena.
El argumento, ambientado durante la dominación española en
Flandes trata sobre la inminente llegada a una pequeña ciudad de tropas
españolas y que provoca el pánico entre los hombres. Las mujeres, en cambio,
deciden preparar una espléndida fiesta de bienvenida a los “temibles” soldados
españoles. Esta trama gustó tanto a Luis García Berlanga que le sirvió de
inspiración para Bienvenido Mr. Marshall. Pero a quien no gustó nada fue al
Partido nacionalista flamenco que boicoteó su estreno soltando ratas en el cine
y destrozando las butacas, se produjeron altercados en Amberes y Ámsterdam, en
Brujas fue prohibida. Los nazis la prohibieron.
Ver La kermesse heroica hoy en día supone toda una lección,
Feyder nos demuestra que en esta vida no hay ni malos ni buenos, si hace una
semana traía Que vienen los rusos a este blog, aquí también podemos hablar, como
en aquella, de que el género humano ha de entenderse y buscar la concordia, para
ello saber reírnos de nuestros defectos es un buen inicio para avanzar. Hay en
esta película también cierto feminismo, las mujeres son las valientes, las que
toman las decisiones, pero como el mensaje es que los hombres no pueden vivir
sin las mujeres y viceversa, más de un colectivo de los actuales la tachará de
todo lo contrario.
Fenomenalmente fotografiada por Harry Stradling, el de My
Fair Lady entre otras muchas grandes, y con Alexander Trauner en los
diseñadores (el de El Apartamento), esta comedia de maridos burlados, sátira
contra ciertos miembros de la Iglesia que poco tienen de caritativos y parodia
de la nobleza pretende la reflexión y, por otra parte, en más de una ocasión,
sugiere más que mostrar para que sea el espectador, aquí tomado como persona
inteligente, el que saque sus conclusiones. Dice Víctor Erice que una vez hemos
visto una película ya es nuestra, sigamos su consejo y tengamos ya en nuestro
poder los 110 minutos de esta obra maestra llamada La Kermesse heroica y que no
se nos olvide el nombre de Jacques Feyder
Seguimos desgraciadamente con
las necrológicas, el pasado 20 de enero fallecía a los 97 años el director y
productor Norman Jewison, un cineasta que tan pronto era infravalorado como
sobrevalorado por la crítica, pero de lo que no cabe duda es que sus títulos
más famosos siguen bien presentes en las distintas programaciones de las
televisiones o en plataformas. Su nombre se engloba en una generación de
realizadores que ya se alejaban de los cánones del cine clásico dorado
hollywoodense y que tratarían temas como los derechos
civiles, la denuncia del racismo y cierto espíritu crítico contra la política
estadounidense, ahí estaban Mike Nichols, Arthur Penn, Sam Peckinpah, John
Schlesinger, Franklin J. Schafner, etc.
Jewison, no
obstante, se diferenciaba de ellos porque aun bebía bastante del cine clásico y combinó comedias, musicales,
dramas judiciales, sociales, ciencia ficción, etc. Sus inicios en el campo de la comedia no suelen
estar entre los más reconocidos, debutó en Soltero en apuros
(1963) una comedia al servicio de Tony Curtis muy blanda y familiar, que pasó a
la historia por ser la primera que lograba rodarse en el Disneylandia
californiano, siguieron títulos mejores como la tercera entrega de la comedia
al servicio de la pareja Rock Hudson/Doris Day titulada No me mandes flores
(1964) o la infravalorada El arte de amar (1965). Entre estas destaca Que
vienen los rusos (The Russians Are Coming) (1966), comedia disparatada que se englobaba en aquel subgénero
paranoico que Kubrick inmortalizara con su Teléfono rojo ¿Volamos hacia Moscú? (1964)o Woody Allen escribiera su obra de teatro aquí titulada Los USA en zona rusa y de la que hablamos hace unos meses
¡Que vienen
los rusos! era algo más que una sucesión de situaciones hilarantes, detrás se esconde una
crítica a la Guerra Fría y un alegato al entendimiento y a la paz entre las
naciones, muy propio de lo que se estaba cociendo en esos años.Jewison
adaptaba la novela de Nathaniel Benchley The Off-Islanders (1961), tal escritor quizá
lo conozcan más por su apellido y es que era el padre de Peter Benchley, el
autor de Tiburón. Sin embargo, nos quedamos más con el nombre del guionista
William Rose que acababa de escribir El mundo está loco, loco, loco. Su capacidad para escribir se reflejaba en varias comedias de la Ealing como El quinteto de la
muerte o La bella Maggie u otras británicas muy populares como Genoveva.
Así pues,
más que recurrir al humor de sal gorda y a describir personajes infantilmente
grotescos se prioriza lo que es encontrar los puntos ridículos en común de
ambos y apostar que todos nos podemos entender a pesar de las diferencias. Eso
no significa que la comedia no tenga momentos algo más subidos de tono y alguna
que otra situación que con el tiempo ha quedado algo envejecida, en parte
porque parece que cada vez nos gusta menos reírnos y si es de nosotros mismos
peor.
A Jewison le
salió una película larga, se va a más de dos horas, aunque el ritmo no lo pierde, su comienzo es brillante con ese contraste entre lo que es la típica
familia americana de vacaciones con niño repelente incluido y los rusos que buscan ayuda.
Brilla ahí Carl Reiner, el director lo contrató
porque como el personaje era un escritor pensó que el público lo aceptaría más
al ser uno real, y en el otro bando tenemos al genial Alan Arkin en su etapa de
comedias para la United Artists. En medio de ellos un John Phillip Law cuyo
personaje bondadoso irá teniendo protagonismo en todo el metraje.
Durante la
película tenemos más contrastes y es que los buenos guiones funcionaban (y seguirían funcionando) de esta
manera, ahí tenemos al jefe de policía Brian Keith en un papel muy a su medida
en oposición al que interpreta Paul Ford como autonombrado jefe de esa milicia
para salvar a los americanos de la invasión rusa, un personaje, por otra parte, muy
en la línea Ealing y que consigue la habilidad de ridiculizar y a la vez que
sintamos piedad hacia él. También brilla toda una serie de personajes
secundarios como la telefonista, la vecina a la que no hacen caso de tanto
quejarse, Jonathan Winters en su papel del policía Norman exigiendo a lo largo
de la película que hay que tener un plan o el capitán ruso "serio" Theodore Bikel.
Y tenemos ahí a Eva Marie Saint, no es un papel para lucirse, pero
cumple debidamente como la sufrida esposa de Reiner.
Durante el
rodaje, hubo alguna situación también digna de haber sido llevada al argumento,
la Armada de los EEUU no quiso dejar un submarino ya que en la película se iba
a enarbolar una bandera soviética, sin embargo la Fuerza Aérea sí cooperó y
permitió que salieran dos cazas. La visión humana de los rusos no fue del todo
bien encajada por cierta crítica, el mensaje de igualdad entre seres
humanos se tildaba de comunista y poco patriótico aun por algunos, aun así logró unos
excelentes resultados en taquilla y en España también. Se trataba de criticar
la Guerra Fría y que ya iba siendo hora de que se buscase algún entendimiento
que pusiera fin a ese absurdo y no por tratarlo se era un antiestadounidense o de determinados pensamientos políticos, Hollywood ya iba dejando atrás la caza de brujas .
Así pues,
sin la complejidad de la película de Kubrick, Jewison lograba un filme
divertido, accesible y que tras la sonrisa o la carcajada hubiera tiempo para
la reflexión. La idea luego fue retomada con resultados desiguales por Steven
Spielberg en su 1941. Al año siguiente dirigía En el calor de la noche, alegato antirracista que fue la gran triunfadora de los Oscars cuando estos aun valían la pena. Descanse en paz Norman Jewison, yo me sitúo en el grupo de los que piensan que está infravalorado, ya solo el hecho de llevar a la pantalla El violinista en el tejado (1971) o resucitar la comedia romántica con Hechizo de luna (1987) le colocan en un pedestal preferente
El pasado 16 de enero fallecía uno de los grandes rostros secundarios
del cine español, se trataba de José Ruiz Lifante, nacido el 3 de junio de 1943
en Barcelona, empezó bien joven y prácticamente ha estado trabajando cada año hasta el final. Debutó en papeles sin acreditar de la mano de
Iquino en Juventud a la intemperie (1961) y con Rovira Beleta en Los
atracadores (1962) donde era uno de los policías. Su carrera, no obstante, se desarrolló en el
teatro durante esta primera década. Ya en los 70 vuelve a la gran pantalla y es
en 1974 con su papel en la película de Jorge Grau No profanar el sueño de los
muertos que logra popularidad.
Casado con la recordada actriz Elisenda Ribas de quien enviudó hace poco, su peculiar fisonomía y parecido con Christopher Lee le
llevaron a hacer de vampiro en varias obras de teatro y a participar en varios
títulos de aquel terror/suspense setentero con bastantes seguidores aun hoy en día, como aquel film de Leon Klimovsky con guion de Carlos Pumares El extraño amor de los
vampiros (1975). Y
mientras su fama crecía, más de un gran director se fijaba en él, así pues
Fernando Fernán Gómez lo contrató para la serie El pícaro y luego lo volvió a llamar
para su "zarzuela" negra Bruja más que bruja. (en el DVD/BluRay tienen un coloquio donde participa)
Aunque siempre de secundario, trabajó entre otros con Bardem
en El puente, Gonzalo Suárez en Beatriz, Pedro Lazaga en Vota a Gundisalvo y
Ladrido, Antonio Mercero en Tobi, Jaime de Armiñán en Al servicio de la mujer
española, Eloy de la Iglesia en Miedo a salir de noche, Luis García Berlanga en
Patrimonio nacional…
Sin embargo, sí fue el protagonista de una película muy
peculiar y de la que apenas hay información: Tiempos duros para Drácula (1976).
El día de su fallecimiento, hasta un crítico que suele citar en Twitter de carrerilla los
papeles de los actores cuando mueren, tuvo un lapsus y escribió
que estaba dirigida por Carlos Bempar. El error, fácil de producirse, se debe a
que este dirigió El jovencito Drácula un año después y en esa no aparecía él.
De la que yo hablo, tiene como director a Jorge Darnell, el cual no conozco su filmografía, había
dirigido a Lifante en un pequeño papel tenebroso como proxeneta en El juego del
diablo (1975) donde perseguía a una joven Inma de Santis.
Tiempos duros para Drácula era una coproducción hispano argentina, Lifante
acababa de ganar un premio en el Festival de San Sebastián con otra extraña película
llamada País, S.A dirigida por Forges que le consolidaba entre la crítica más
culta. El guion estaba firmado por el realizador más el escritor Solly Wolodarsky y contaba con un equipo técnico con bastante
nombre, ahí estaba Teo Escamilla (el habitual de Carlos Saura) dirigiendo la
fotografía, la música corría a cargo de Adolfo Waitzman y se amoldaba muy bien
a la historia, como solía ser habitual en el compositor argentino, ofrecía unos
arreglos y variantes muy peculiares de la "Marcha fúnebre" de Chopin y de la canción
“Those were the days”.
La película trataría en clave de humor la decadencia del
famoso conde en un guion donde hábilmente se combinaba el humor más disparatado
con el drama y casi que lo mejor es cuando
profundiza en la soledad de este. Antes de seguir he de decir que esta película
la encontré por casualidad en un "container" de DVDs a 1 € en un supermercado cuando estos aun se vendían
bastante hará 15 años. Al ver la carátula, y como tampoco me iba a arruinar, quise probar
suerte, aunque me daba miedo que tuviese los tópicos de lo que era la producción de terror
de la transición con escenas de sexo lamentables. Pero no fue así, hay algún que
otro desnudo no grosero y aunque los créditos eran algo chapuceros (un mal montaje
de escenas de la película para ir anunciando los actores), ya la primera escena resumía
perfectamente lo que iban a ser los 75 minutos posteriores, ahí veíamos a Drácula
de espaldas bajo un chaparrón llamando a una puerta de un sanatorio desesperado y pidiendo una transfusión. O sea que te reías y a la vez te compadecías de él.
Ahí era atendido por un psicólogo interpretado por Miguel
Ligero, el hijo del popular actor homónimo, y en plan psicoanálisis le pedía
que le explicara lo que le había pasado, inevitable la carcajada cuando Lifante,
con su voz, se lamentaba que todo era culpa del "maldito castillo" que no podía mantener
y que había decidido que pudieran visitarlo los turistas, ahí lo vemos a él controlando
el vuelo de los murciélagos y en la entrada se podía adquirir un amuleto para
que este no te atacase. Pero las deudas hicieron que al final la compañía de la
luz le cortase el suministro y se le fuera tal fuente de ingresos.
Lo que son os primeros 45 minutos funcionan bastante bien y
hay momentos y detalles notables como cuando vuelve a coger la capa de la casa
de empeños, su visita al dentista porque se le ha roto un colmillo, la boda que, aunque se le va un poco de las manos, tiene un desenlace trabajado, su paso como
músico pop, como campesino…Todo ello rodado con quizá un exceso de
contrapicados, aunque aquí curiosamente no tenemos el mareante zoom, con lo que
gana bastante la realización vista hoy. La última media hora no está tan conseguida a
pesar de tener escenas que con un montaje más cuidado y si no hubiera tenido
que ajustarse a una duración corta estarían más acopladas. Aunque dentro de ese
montaje irregular, destaca cuando va al cine o cuando quiere emular a Anthony
Perkins en Psicosis. Todo esto se sigue muy bien gracias en parte a la fenomenal
actuación de José Lifante, al que se le nota que había estudiado el personaje
con profundidad, está muy creíble, divertido y dramático cuando el guion lo requiere. El director se reserva un final sorpresa, no
tanto por lo que sucede, sino por el matiz que le da.
La película sí llegó a estrenarse, pero en cines de
reestreno y de lo que antes llamábamos "de barrio", ignoro si tuvo alguna carrera
en VHS, hasta sorprende que saliera esta edición en su día en DVD que consiguió
que los pocos que la adquirimos, aun tuviéramos más querencia por este gran
actor. Si no consiguen el DVD, ya “descatalogadísimo" o a precios abusivos, es difícil verla, creo
que nunca se ha emitido por televisión, no me suena tampoco que esté en plataforma y si estas conocen el filme... Descanse en paz el gran José Lifante.
(los fragmentos de las películas han sido tomados de su canal en Youtube https://www.youtube.com/@joselifante ) Ha sido imposible encontrar más fragmentos del filme libres de derechos)