Repasando los centenarios de este
año, teníamos en febrero el de Claude Sautet (Montrouge, 1924-París 2000), un
nombre que probablemente no tenga el reconocimiento adecuado y que para ciertas
generaciones de más allá de la década de los 90 ni siquiera lo conozcan, aunque estuviese
dirigiendo prácticamente hasta el final de su vida. Fue un director que no
quería unirse a ninguna escuela o movimiento, él mismo insistía en ello, su
manera de entender y concebir el cine lo aproximó también a cierto público no
tan intelectual como el que tenían sus colegas Truffaut, Godard o Malle, pero
también a no empatizar demasiado con una parte de la crítica cinematográfica
que calificaba sus obras anodinamente, aunque otros lo definían como el gran
cronista de las dudas y las crisis sentimentales de la burguesía posterior al
Mayo del 68.
Y es que para Sautet, aunque las
temáticas que abordó no se alejaban de las características del cine francés, la
película no tenía que dejar de ser un espectáculo. Conseguía una fórmula en la
que los personajes expresaban sus pensamientos, reflejaban en sus miradas y nos
adentrábamos en la psicología de todos ellos sin pecar de pretenciosidad ni
mensajes filosofantes tan característicos en el cine galo. Ya en 1951 dirigió su primer corto, siguió como guionista en
filmes como La fauve est laché de Maurice Labro que supuso el lanzamiento de
Lino Ventura o la perturbadora e imitada hasta la saciedad Les yeux sans visage (1960)
de George Franju. También ejerció de productor, pero su
carrera de director salta a la fama con Las cosas de la vida (1970), la historia de un
abogado que sufre un grave accidente de coche y que le lleva a meditar
entre las dos mujeres de su vida...
Y como si de una trilogía se
tratara, rodó después Max y los chatarreros (1971) y Ella, yo y el otro (1972), película de
la que trato hoy y cuyo título original es Cesar et Rosalie, en cierta
publicidad se decía que era un film donde dos y dos hacían tres, estábamos ante
un "ménage à trois" entre Rosalie (Romy Schneider), divorciada con una hija pequeña, que divide su tiempo entre su familia y César (Yves Montand), el hombre del que cree estar enamorada. Pero tras cinco años desaparecido aparece su antiguo amor David (Sami Frey) y esto le comportará una crisis de sentimientos.
Como ven el argumento no se alejaba para nada de lo que habíamos visto ya, el mismo Sautet declaraba que la película bien se podía acabar a los cinco minutos, pero que lo que interesaba era el comportamiento los personajes más que la trama. Fue un gran acierto la elección de Yves Montand, un actor al que había conocido recientemente y que le asombraba la fuerza cómica ingeniosa que llevaba dentro y cómo se podía ir amoldando su personaje al drama: “Montand es un tipo muy fino que tiene un complejo: cree que no está lo suficientemente cultivado. (…) En Francia no tenemos este tipo de personajes a la vez fuertes y cobardes, un Lee Marvin o un Karl Malden” declaraba.
Y es que su personaje tenia todo lo que quería plasmar: posesivo, primario, caradura, pero con sentimientos y que le daba a Rosalie una salud y alegría de vivir en las antípodas del otro hombre de su vida, David, el cual es contemplativo, no quiere apropiarse de ella, es bohemio y apenas gana dinero con sus pinturas y cómics al contrario que César que no para de ganar dinero vendiendo chatarra de coches, de trenes y de barcos. A pesar de las características opuestas de las dos, no hay juicio moral, habrá momentos que César cometa acciones lamentables, pero su capacidad de rectificación equilibrará su personalidad, por otra parte el vacío en los sentimientos de David también encontrará su equilibrio a la hora de no ser vengativo y buscar ante todo una solución amistosa.
Y entre ellos, Romy Schneider en una de sus mejores actuaciones, quizá la mejor con Sautet que la situó donde ella merecía y que demostraba ser una excelente actriz, sus miradas lo dicen todo, sabía enfocar la cámara de tal manera que reflejara todo su interior sensible: "Cuando ruedo con Romy siento una especie de fuerza, de calor, de gusto por la vida. A veces la encuentro dura, pero no es fría”
A pesar de que como he dicho antes, el realizador no se definía en ningún estilo, hay en César et Rosalie una marcada técnica, planos muy estudiados, escenas que remiten incluso a pinturas, hay un momento incluso que plasma a ella desnuda estirada, pero tapada con el contraluz y él pintando y reflejándose en el espejo, plasmación que ya sabemos que Velázquez tan sabiamente supo plasmar en Las meninas y que tanto influyó en el arte pictórico y evidentemente en el cine. Pero Sautet con su falsa modestia restaba importancia: "Las razones por las que decido rodar un plano de tal dimensión, utilizando tal objetivo, bajo tal foco, con ese ritmo y con una expresión me escapan inmediatamente después, que me lo expliquen los exégetas”
No hay duda de que el cine de Sautet estaba adquiriendo su importancia y de ahí que cada vez cuidara más los planos, aunque no fuese quizá su intención primera. Cesar et Rosalie es ante todo un canto a la amistad y a que la gente se puede entender a pesar de diferencias y rivalidades, un canto al verdadero amor, a saber ser sincero ante todo y a saber perdonar y no guardar rencores. Estamos ante una película realista y emotiva y a una demostración de que los argumentos, a pesar de estar muy vistos, pueden tener su interés siempre que los personajes estén bien construidos como pasa aquí y en gran parte de la filmografía del director.
Hace unos meses hablaba de El
signo del zorro (1940) y desde entonces tenía en mente escribir sobre El tulipán
negro, film de Christian-Jaque de 1964 protagonizado por Alain Delon e
inspirado (luego veremos) en una novela homónima de Alexandre Dumas. El
personaje, aunque aquí no reciba el nombre del animal felino, es una clara
traslación de este, el propio actor lo retomaría en 1975
dirigido por Duccio Tessari y ya siendo el famoso noble Don Diego decidido a
combatir la injusticia como El zorro.
Delon era ya toda una estrella
cuando la rueda, había trabajado con Visconti en Rocco y sus hermanos y en El
gatopardo, con Antonioni en El eclipse, había conseguido grandes éxitos comerciales como A
pleno sol y era todo un actor cotizadísimo. Aquí para más inri lo teníamos doble pues
adoptaba el papel de Julien de Saint Preux y su hermano gemelo, el conde Guillaume,
el cual ha de recurrir al primero para que se haga pasar por él ya que ha
sido herido en la cara por el jefe de la policía, el cual está convencido de que es ni mas ni menos que “El tulipán negro” que enmascarado se dedica a robar a
los nobles en los años previos a la Revolución Francesa. Delon demostraba su valía al saber dotar las distintas personalidades de ambos hermanos, el primero como valiente, generoso y apasionado por la libertad y querer hacer justicia sin malicia y el segundo como hipócrita y perverso, los dos son creíbles y aunque nadie lo diga es de sus mejores interpretaciones.
Decíamos al comenzar lo de
Alejandro Dumas, pero conviene estar alerta, fijémonos en los créditos que pone
“inspirada” y no “basada” como se suele escribir y es que la novela apenas
guarda relación aparente con la película, ahí se nos hablaba de Cornelius van
Baerle, joven botánico holandés del siglo XVI que recibe una carta de su
padrino, recientemente ajusticiado, en la que le envía unos documentos comprometedores.
Cornelius es detenido y solo gracias a Guillermo de Orange le conmutan la pena de muerte
por la cadena perpetua. Lo único que podrá liberarlo será el cultivo de un raro
y codiciado tulipán negro. El libro de Dumas había sido llevado al cine en
varias ocasiones (hay una versión muda en Youtube) en el presente caso estamos ante una táctica
de tomar varios ingredientes de otras historias del mismo escritor como Los
hermanos corsos y por razones comerciales tender la trampa de hacerla pasar por
la novela citada, ya que muchos ni siquiera la conocerían, aunque sí el nombre
del escritor, por lo que estamos ante un “no, pero sí” o un “sí, pero no”
El tulipán negro fue una coproducción hispano-franco-italiana, ahí estaba el nombre de Christian Jacque que llevaba dirigiendo desde 1932 con películas de diferentes géneros, aunque el que más fama le dio fue el de aventuras, suyo es el mítico Fanfan, el invencible de 1952 que catapultó a Gerard Philippe como un héroe de capa y espada, también tenía comedias geniales como La ley es la ley (1958) con Fernandel y Totó o de intriga como Coartada para un crimen (1963), la suma de todos estos elementos está en el film que hoy comento. El mismo director figura como guionista junto a otros nombres como Henri Jeanson que había escrito el Pepe, le Moko (1937) de Julien Duvivier o adaptado los diálogos del Hotel du Nord (1938) de Marcel Carné. De la versión española se encargó José Luis Dibildos (la produjo con Agata Films) junto a Rafael García Serrano.
Casi no hace falta decir que si
la película no gozó de grandes críticas es porque en aquellos tiempos la "Nouvelle Vague" apostaba por otro tipo de películas y calificaba estas como desfasadas, el mismo Christian Jacque quedó olvidado dentro del club selecto
de lo que tenía que ser el cine de autor (como si este no lo fuera también) y
acabó dirigiendo Las petroleras (1971) en Almería. Creo que con el tiempo se tenía que
haber reivindicado todo este cine de aventuras europeo que, aunque en más de una
ocasión pecaba de rutinario, conserva una frescura, ingenio y ritmo que si no a
la altura de los grandes clásicos de Hollywood, sí que ocupaban uno o dos
escalones solo por debajo.
El tulipán negro tiene un pulso
narrativo excelente, ya el comienzo con esa voz en off que nos habla de los personajes
olvidados por la historia y que gracias al cine los vamos a recuperar, casi nos
recuerda a esas presentaciones de las adaptaciones de Julio Verne, se nos
muestra ese jefe de policía “Barón La mouche”, uno de esos malos que caían
bien por lo patosos que eran y que estaba interpretado por Adolfo Marsillach en
una gran creación suya (y tampoco recordada)... El juego entre este y el protagonista es como el del
perro y el gato o el coyote y el correcaminos, tiene mucho de "slapstick" y es
imposible aburrirse. A todo ello hay que añadir un reparto en el que teníamos a
Akim Tamiroff como el marqués de Vignane, Jorge Rigaud como el intendente
general y en la parte femenina tres magnificas actrices como eran Virna
Lisi en el papel bueno de Caroline, Dawn Addams en el papel malévolo de la
marquesa de Catherine de Vignone y nuestra Laura Valenzuela en el simpático
papel de Lisette. Entre los secundarios encontrábamos actores españoles como
José Jaspe, José Luis Pellicena, Enrique Ávila, Álvaro de Luna, Santiago
Ontañón…
Precisamente este último fue el
encargado también de la dirección artística junto a Francisco Rodríguez
Asensio, hay una ambientación cuidada, todo ello unido a unos exteriores rodados
en Cáceres y en Trujillo. Como curiosidad en la segunda unidad encontrábamos a
directores como Roberto Bodegas o Fernando Merino.
Fijémonos en ciertas
contradicciones de la crítica y de cierto público de entonces que mientras
alababa con justicia Los 400 golpes ignoraba que en El tulipán negro la
fotografía era también de Henri Decae (aquel que Aute ya hiciera más famoso con
su canción ("previsto por los grises de Henri Decae…") Creo que más de uno cuando
la ve se lleva una sorpresa, incluso hace unos años recuerdo que cuando se inauguró el canal de Paramount TV la emitieron a menudo. Sin embargo, para
verla en la actualidad, siento decir que no existe para las plataformas y el DVD
que tengo es del 2002, ignoro si se puede encontrar hoy en día.
Aunque el tono del film es más
bien jovial y desenfadado, con magníficas escenas de capa y espada como dirían,
hay situaciones bastante dramáticas que mejor no desvelar, se deja vislumbrar una
intención satírica de la nobleza que en cada revisión se ve más clara. Y es que El tulipán negro es de esas películas que tanto las podía
ver un niño como el más adulto pues iba a saber encontrar detalles ocultos y a no ser
un simple argumento ingenuo. Toques de Dumas, si alguien es experto en él los
sabrá ver con más agrado aun, fijémonos que cuando el personaje de Virna Lisi
le enseña una estocada con la espada le dice que eso lo había enseñado Porthos, el famoso mosquetero...También encontramos
elementos amorosos algo más liberales que lo que se permitía con la excusa de
ser otra época y que la censura pasaba por alto.
Y como colofón, una música
pegadiza de Gerard Calvi, Recomiendo que la vean (si la encuentran, claro...O si la emiten...) y contribuyan a recuperar un tipo de cine que nos entretuvo y del que guardamos un magnífico recuerdo.
Hoy toca una de esas
superproducciones olvidadas de las cuales apenas hay información y que la mayoría
de cinéfilos ni habla, se trata de Cervantes del año 1967 dirigida por Vincent
Sherman y con capital francés, italiano y español, además del norteamericano (ahí estrenada como The Young Rebel).
La película trataba sobre la vida del insigne escritor, pero en su etapa de
juventud y con especial atención a su participación en la batalla de Lepanto y
su cautiverio en Argel.
Para abordar tales años se tomó
la novela de Bruno Frank Un hombre llamado Cervantes escrita en 1934, tal escritor
alemán tenía un origen judío y tuvo que exiliarse de la Alemania nazi, tras
varios periplos acabó de guionista en Hollywood donde nos dio interesantes
trabajos como el guion (sin acreditar) de María Antonieta (1938), Esmeralda, la
zíngara (1939), Paso al noroeste (1940) o La zarina (1945). El libro se volvió
a editar hace unos años con motivo del cuarto centenario de la muerte del autor
del Quijote por la editorial Almuzara y actualmente lo pueden seguir
encontrando a un buen precio. La primera vez que llegó fue en 1941 editada por
Espasa Calpe, traducida por Paul Keins y con prólogo de Nicolás González Ruiz.
A pesar del atractivo, nunca fue un libro usado por los estudiosos e incluso hasta
desconocido e ignorado. De todas maneras, hubo otras ediciones como la de la
editorial Edhasa en Barcelona en 1997 llamada Cervantes: La novela de un genio.
En la publicidad de esta se nos
dice que está considerada la mejor novela sobre nuestro más célebre escritor,
pero curiosamente no se nos dice nada que fue la base de la película que hoy
comento. El proyecto de llevarla a la gran pantalla nació ya en 1964 e incluso
parece que el propio King Vidor estaba interesado y llegó a escribir bastante
sobre esta y a documentarse tras el rodaje de Salomón y la reina de Saba en
España, pero sin saber los motivos se desvinculó. Se habló en la prensa de que
Alain Delon la iba a protagonizar y estaría acompañado de Ava Gardner y de Yul
Brinner, pero nada de nada.
Cuando se encuentra la financiación
que tal tipo de película requería, se contrata a Enrique Llovet para que adaptara
la citada novela, él que era dramaturgo, teórico del teatro, escritor,
guionista, periodista, crítico y diplomático tenía bastante experiencia en este
tipo de producciones ya que había sido mano derecha de Samuel Bronston en
varias de sus creaciones. En la parte francesa se contó con el escritor y artista Max Morise. Cabe apuntar que en la parte española se fundó incluso una productora llamada Prisma, la cual desapareció después de acabarse el rodaje.
Vincent Sherman
Pero la principal fuente fue la inyección de dinero norteamericano proveniente de los Salkind (padre e hijo), estos seguramente influyeron con cambios en el guion y apostar más por la espectacularidad de escenas y un producto que fuese ante todo comercial para el gran público. Apostaron por un director estadounidense como Vincent Sherman con trabajos
en los 40 y 50 muy notables y considerado como un experto en dirigir actrices
en la Warner, no en vano trabajó con Bette Davis, Joan Crawford o Rita Hayworth,
películas excelentes como Vieja amistad (1943), El señor Skeffington (1949), La
envidiosa (1950), también hizo divertimentos como El burlador de Castilla
(1948) tratada en este blog. Sin embargo, fue acusado de comunista y eso le
valió que fuera despedido, se le cortaron las alas y su cine ya fue más
esporádico y sin el nivel anterior. Michel Salkind que era todo un experto en
recuperar y ayudar a directores marginados (acababa de financiar el Austerlitz(1960) de Abel Gance y El proceso (1962) de
Orson Welles). decidió que se pusiera tras la cámara y pudiera relanzar su carrera.
En la versión francesa, la cual se tituló Les aventures extraordinaires de Cervantes aparece
incluso firmando con la fórmula de “un film de”, reivindicando su carácter de
autor, aunque la realización la compaginó con Isidoro M. Ferry, famoso nadador
antes que cineasta y que se retiraría al año siguiente con Cruzada en la mar,
su título más ambicioso. Otros operadores españoles como Julio Sempere o
Ricardo Huertas completaban el trabajo. El resto del equipo técnico estaba bien
cuidado, el vestuario de Luis Argüello (que había trabajado en aquella olvidada
e interesante Dulcinea (1953) de Vicente Escrivá), la fotografía panorámica de Edmond Richard
(colaborador con Buñuel o Welles) y sobre todo un diseño de producción a cargo
del gran Enrique Alarcón. Hay detalles que pueden pasar desapercibidos y más hoy en
día como cuando se rueda la batalla de Lepanto comandada por Don Juan de Austria
y vemos un Cristo inclinado, tal figura hace referencia a la que se venera en
la Catedral de Barcelona y que la leyenda dice que se movió para esquivar una
bomba y otra apunta que cubrió un agujeroen la bodega y evitar que el barco se
hundiera.
Sin embargo, se descuidó el reparto que acabó siendo un erróneo proceso de selección tras la negativa de
Delon, se eligió a Horst Bucholz, un actor alemán muy fotogénico con un rostro
muy jovial y simpático que había alcanzado gran fama tras participar en Los siete magníficos (1960)
o el Uno, dos tres (1961) de Billy Wilder, pero no acababa de afianzar su carrera y le
daban papeles en películas más bien mediocres. Su composición de Cervantes dándole
ese toque osado costaba bastante creerlo ya que teníamos una imagen muy
diferente (no era todo culpa del actor) del escritor. Luego teníamos a Gina Lollobrigida en
el papel de Giulia, una cortesana que la actriz en las primeras secuencias no
parece estar muy cómoda dándole vida, hay una frialdad y una falta de química
entre ellos dos apabullante en el primer encuentro, luego mejora a raíz de que
el personaje adquiere más dramatismo. A favor de Bucholz está que el guion no
ofrecía apenas una imagen introspectiva del personaje, le faltaba esa profundidad psicológica, pero cumplió con lo que le dijeron que hiciera, donde mejor está es en las escenas más juguetonas como la inicial en la que se ha de presentar entrando por
una ventana porque no lo conocen o cuando contesta a Felipe
II sin pedirle permiso. (ya verán que algunos vídeos están en alemán, es lo que se encuentra en Youtube)
Peor resultaba Louis Jourdan en
su rol del Cardenal Acquaviva, su inexpresividad era tal que hasta podía ser
vista como una forma de expresarse, se notaba una total desgana a la hora de
confeccionar el personaje. El que mejor estaba era José Ferrer dando vida a
Hassan Bay, de hecho los momentos más interesantes de la película son cuando este aparece,
sus frases resultan más ingeniosas y ayudan bastante a despertar la narración, también
destaca Francisco Rabal como el Rodrigo Cervantes, empatiza bastante. En
papeles secundarios destaca Fernando Rey en la composición de Felipe II, tratado
aquí negativamente, se dice que Bruno Frank en la novela había querido hacer
con él una traslación de Hitler para poder desahogarse de haber tenido que marchar de
Alemania y que los nazis le quemaran varios libros. Hay otros actores
españoles en papeles secundarios, tales como Ángel del Pozo como Don Juan de
Austria, Ricardo Palacios como Sancho (personaje interesante en el film, con
rasgos también del Sancho Panza), José Nieto como Ministro de Felipe II, Jorge Rigaud
como el Conde Di Luca o Andrés Mejuto como padre de Cervantes (todos doblados
en la versión española a excepción de Rey).
Pero la que más destaca sin que, paradójicamente, pueda hacerlo es Soledad
Miranda como Nessa, en
Argel juega un papel como cuidadora del escritor y este se enamora... Sin embargo, la película apenas nos muestra nada de ello, leí que sí se habían rodado bastantes
escenas con ella, en una web dedicada a la actriz se dice que fue por envidia de Gina Lollobrigida que se eliminasen, En cualquier caso, el vacío
de estas provoca una carencia demasiado palpable en un personaje que incluso
Cervantes la apoda como la Dulce Nessa, de ahí la Dulcinea y que Frank en la
novela la viera como la inspiración de su inmortal personaje.
Y es que hablando de la desaparición
de tales secuencias, el montaje del film resulta bastante irregular, se notan demasiado los cambios
de escena con cortes incluso abruptos, mejor rodadas están las escenas de la batalla
de Lepanto, su cautiverio en Argel y las recreaciones y ambientación que
Enrique Alarcón (como he mencionado antes el ejemplo del Cristo de Lepanto)
ofrece. Sí, en cambio, hay una buena selección de localizaciones en ciudades
como Alcalá de Henares, Denia (Alicante) o Granada con La Alhambra…
Es obvio que Vincent Sherman no había
recuperado la forma de los años 40 y 50 y tras el fracaso crítico de esta dejó el cine,
aunque luego fue requerido para rodar bastantes series en los EEUU. Uno cuando
ve Cervantes se pregunta cómo lo hubiese hecho Bronston y si King Vidor la
hubiera rodado. De todas maneras, que una película sea mediocre como es el
caso no significa que no tenga su interés y también el hecho de ver un
Cervantes distinto del que muchos tienen en mente es motivo ya sobrado de atracción. Ya sabrán que catorce años
más tarde TVE rodó su vida y en aquella ocasión la dirigió Alfonso Ungría y con
Julián Mateos en el papel del escritor, aquella fue una serie muy
controvertida, pero eso ya es otra historia y quizá algún día hable de ella. Si
quieren ver la película de Sherman solo la hallarán en un DVD con una copia algo deficiente
(dudo de que haya más). En el momento de su estreno y según datos del MCU fue vista por 654.226 espectadores, cifra aceptable para films modestos, pero totalmente insuficiente para este tipo de producciones.
Ya que estos días en el Festival
de Cannes hemos vuelto a ver a Francis Ford Coppola y a George Lucas he
pensado en hablar de una película que reunió a ambos, se trata de Tucker, un hombre y su sueño del año 1988. La carrera del
director no iba bien, monumentales fracasos como Corazonada (1981) o proyectos que en su
momento tampoco tuvieron la respuesta comercial esperada como Rebeldes (1983) o
títulos más de autor con grandes divisiones en la crítica como Cotton Club (1984) o
Jardines de piedra (1987). La sombra de El padrino resultó larga y su cine dejó de
interesar al gran público.
A finales de los 80 pensó en
rescatar un viejo proyecto, se trataba de
la vida de Preston Tucker, quien diseñó en los 40 un nuevo coche de combustión
interna dotado de un sistema de seguridad entonces revolucionario que incorporaba elementos luego imprescindibles como los frenos de disco o el
cinturón. El temor de los otros fabricantes hizo que le acusaran de fraude y lo
llevasen a juicio y aunque lo ganó, se arruinó y finalmente murió en 1958.
“Tucker es una película que quería realizar (…). La llevo en el corazón por
razones personales de familia. La vida y los ilusionados proyectos de Preston
Tucker me tienen fascinado” comentaba.
El padre del director, Carmine Coppola, invirtió en acciones de Tucker y había llevado a su
hijo a ver el tan llamativo coche, este conserva dos coches de los 51 que se
fabricaron. Se dice que George Lucas tiene otros dos, el director de Star Wars
le produjo la película ya que Coppola apenas la podía financiar, en su
momento él le había producido el American Graffiti (1973)cuando nadie creía en esta y
fue una forma de agradecimiento de dos amigos que se habían distanciado. Aunque
el nombre de Lucas suele ser mal visto por más de uno, hay que agradecer que
pusiera dinero en una película que bien sabía que no iba a ser rentable. En
EEUU apenas se vio, en España solo acudieron 210.413 espectadores, cifra pésima
para una producción que había costado 24 millones de dólares.
El rodaje de esta fue en secreto
según apunta la prensa de la época, Jeff Bridges fue el escogido para dar vida
a Tucker, anteriormente había hablado con Burt Reynolds ya que, según él,se parecía físicamente (la verdad es que viendo las fotos originales, cuesta ver esa similitud). Destaca en el reparto un Martin Landau el cual
conseguiría una nominación al Oscar, el año siguiente volvería a estarlo por su
rol en Delitos y faltas (1989) de Woody Allen, un magnífico actor que tuvo que esperar
hasta 1993 en obtener la estatuilla por Ed Wood con su inolvidable encarnación
de Bela Lugosi. Encontramos también a un habitual del director como Frederic
Forrest o un jovencito Christian Slater. Dean Stockwell también llena la
pantalla metiéndose en la piel de Howard Hughes en una escena bastante sombría que se aleja del tono restante.
La fotografía corrió a cargo de
Vittorio Storaro que se había revalorizado aun más al ganar el Oscar por El
último emperador (1987), la cuidada decoración artística a cargo de Dean Tavoularis y
Armin Ganz y el vestuario a cargo de Milena Canonero también estuvieron
nominadas a la estatuilla preciada. Es una película muy cuidada en todos sus
aspectos, la música corría a cargo de Joe Jackson y resultaba pegadiza.
Desde finales de los 60 hasta
1988 el director había pensado varias maneras de llevar a la pantalla tal
historia, primero pensó en una comedia sin grandes pretensiones, luego ideó tratarla
en plan Ciudadano Kane, después darle forma de musical, hasta mantuvo contactos
con Leonard Bernstein, pero el fracaso de Corazonada hizo que no se atreviese,
finalmente pensó en rodarla en plan muy clásico, con muchas influencias del
cine de Frank Capra. Así Jeff Bridges es como un Gary Cooper en Juan Nadie
luchando contra todos, un personaje muy quijotesco. “El talento creativo en mi
país estalló con la II Guerra Mundial (…) Yo he querido librarme de la
esclavitud de las grandes empresas de producción fundando mi propia productora”
declaraba Coppola. No obstante, ya he mencionado que tuvo que recurrir a George Lucas, una película como esta en la que criticaba a su país, el capitalismo y dejaba en evidencia a las grandes marcas de coches de entonces apenas iba a ser promocionada
Enfático como es todo el film,
presenta además muchas escenas familiares, la esposa está muy presente en los
momentos más difíciles de él, la actriz Joan Allen aborda su papel con gran
psicología de miradas y gestos, una buena contraposición al tipo de actuación
de Jeff Bridges nerviosa en el buen sentido de la palabra y con mucho brío, en la
versión original su tono de voz es siempre fuerte y animosa, con una sonrisa presente en casi todo el metraje,
el guion recoge un hábil diálogo en el que ella le dice que tiene la sonrisa de
Clark Gable. Como curiosidad, aparece el padre del actor, Lloyd Bridges, en el papel de un oscuro senador.
Quizá puestos a encontrar
defectos, la pasión de Coppola hacia el personaje y sus coches le hace cruzar
la línea roja de lo que es una biografía de una hagiografía. En lo que es la estética, ritmo y montaje esto no tiene efecto, pero podría pasar que el público
más distante hacia el tema y la época no se viera reflejado por el mensaje final de que lo importante es
tener éxito como persona, tener siempre fe en uno mismo, saber defender las ideas y la creatividad individual,
aunque eso acabe pagándose con el fracaso.
En todo caso, Tucker es una
película notable y optimista, quizá de lo mejor en esta etapa irregular de no saber
encontrarse a sí mismo y contradecirse. Al cabo de un año tendría que rodar El padrino III para
recuperar la confianza en el gran público que pasaba de largo con sus obras personales.
El pasado 9 de mayo fallecía
Roger Corman a los 98 años, uno de los grandes maestros de la serie B. Tras rechazar ser ingeniero, se
incorporó a la Fox como botones, luego fue lector de guiones y hasta agente
literario entre otros oficios, su arte en rodar con escaso presupuesto y en
pocos días le lleva a participar en la American International Pictures que
habían fundado James H. Nicholson y Samuel Z. Arkoff (compañía a la que hicimos
referencia hace unas semanas cuando hablé de Asesinatos en la calle Morgue), Él sería el principal productor cinematográfico de esta, consigue éxitos
como La pequeña tienda de los horrores (1959) rodada solo en dos días y aborda
todo tipo de géneros como el western, el cine prehistórico, la ciencia ficción,
el cine negro y, muy especialmente, el terror. Según el IMDB son 59 las películas
que dirigió y un total de 493 las que produjo. La editorial Laertes publicó en 1992 un escrito autobiográfico llamado Cómo hice 100 films en Hollywood y nunca perdí un céntimo.
Los más nostálgicos recordarán un
ciclo en TVE con varias de sus películas hace ya varias décadas, estas pudieron
rescatarse después a través del DVD y en alguna plataforma como Filmin hay una buena selección.
Para homenajearlo he pensado en El cuervo que, si me permiten la broma, seguía
la tendencia de titular películas que no tienen nada que ver con el mismo
nombre: Cuando decimos El cuervo nos podemos estar refiriendo a una película de
H.G. Clouzot de 1943 (Le corbeau) o a una magnífica muestra de cine negro con
Alan Ladd y Veronika Lake que el distribuidor español decidió traducir como El
cuervo al título original This gun for hire (1944). En Historias para no
dormir, Narciso Ibáñez Serrador escogió el título de El cuervo para una
biografía de Edgar Allan Poe, creador del poema homónimo publicado en 1845.
Pero, para otros, El cuervo será la película donde Brandon Lee perdió la vida en
el rodaje (The Crown, 1994), podría seguir con otras, pero mejor no cansar y
ceñirme en las que supuestamente son adaptaciones de Poe, para ello nos vamos a
1935 cuando la Universal reúne a Karloff y a Lugosi en El cuervo (The Raven)
inspirada en la obra de Poe de forma muy libre (casi que libertina).
Evidentemente, poco tenía que ver con el poema mencionado...En 1963 cuando Roger Corman está
teniendo éxito con las adaptaciones de Poe, decide rodar El cuervo, pero
tampoco es fiel al original, la película solo se abre con la lectura de la
mitad del poema sobre unos planos fijos y la subsiguiente llamada de su cuervo
en una de las ventanas de la casa del profesor Craven, más la frase del final, y es que tal composición
no daba para una película larga, solamente encontrar algún que otro paralelismo y la
atmósfera de este. El argumento es el siguiente:
Es el siglo XV, un hechicero, el
doctor Erasmus Craven (Vincent Price), permanece inactivo desde la muerte de su
esposa Leonore (Hazel Court), a la que todavía llora. Una noche se presenta
ante él un cuervo que tiene la facultad de hablar y que asegura que es un mago,
el doctor Bedlo (Peter Lorre), que ha sido transformado por un sortilegio del
gran maestro Scarabus (Boris Karloff). Cuando Bedlo recobra la forma humana, le
cuenta a Craven que en el castillo de Scarabus ha visto a una mujer idéntica a
Leonore.
Conviene aclarar que Corman lo
que hace aquí es principalmente una broma, ya se las podía permitir, él declaró que quería hacer un Poe que
hiciera reír porque se sentía cansado de la serie de películas que estaba haciendo
sobre él, subrayaba que “hay acentos de comedia en Poe de los que la gente no
se da cuenta, porque no es tan bueno cuando escribe comedias”. Así pues de la
mano de su guionista Richard Matheson se puso manos a la obra y consigue tal
efecto.
En primer lugar reúne nada menos
que a tres grandes como Vincent Price, Boris Karloff y Peter
Lorre cuyas actuaciones son autoparódicas, en todo momento está presente esa
desmitificación de Poe e incluso del propio cine de Corman. Sin embargo, no faltan
sustos como esa mano que toca el hombro de Price cuando va a ver la cama de su
esposa o ya en plan más cómico cuando abre la tumba de su padre. Es inevitable reír
cuando aparece ese cuervo con su peculiar voz pidiendo a Price los ingredientes
tales como sangre de murciélago, jalea de arañas, cabellos de cadáver…
No obstante, y eso fue un gran
acierto, la película tiene la misma atmósfera que un cuento de terror serio, a
pesar del limitadísimo presupuesto está presente esa excelente factura técnica
habitual en sus obras y una rápida ejecución que hace que se visione en un momento.
Ya daba igual que el vestuario fuera de guardarropía, que viésemos el castillo descaradamente
como un dibujo o que el escenario fuera el mismo que en otras de Corman. Lo que
interesa en El cuervo es homenajear tal género y nada mejor que hacerlo riendo.
Tal vulgarización hecha con cariño del poema de Poe se da presente de forma
irónica también en el personaje de Leonore que nos la imaginamos en un principio de otra forma,
pero que Corman y Matheson la describen como una esposa descolocada, infiel y
oportunista.
Otro dato interesante es la
aparición de un joven Jack Nicholson cuando aun no lo conocía nadie, pero que en
la escena del carro ya nos ponía esa cara de loco tan característica después,
casi es un fenómeno paranormal pues se estaba autoparodiando de lo que aun no
había hecho. De todas maneras, para contentar al público que deseaba ver una cinta
de terror verdadera tiene al final un enfrentamiento entre los tres magos con
unos efectos especiales conseguidos y más sabiendo el escaso presupuesto del
que partía.
Viendo El cuervo me ha recordado otra
película parecida con el mismo guionista y terceto protagonista, aunque ahí el
director era Jacques Tourneur, otro grande de la serie B, se trataba de La comedia de los horrores (o los
terrores según la traducción) del año 1963 y también estaba muy presente el
humor y la desmitificación. Corman tuvo mejores títulos como La caída de la casa Usher (1960), El péndulo de la muerte (1961) o La máscara de la muerte roja (1964).
Como bien sabrán, el próximo 18
de mayo es el Día internacional de los Museos, me puse a pensar en las
películas rodadas en el Museo del Prado y aparte de documentales, encontré
algunas como El pobre García (1961) dirigida e interpretada por Tony Leblanc (ya saben
que siempre decía, incluso en su biografía, que nació ahí) donde daba vida a un inefable guía, Último chantaje del mismo año dirigida por
George Marshall con Rita Hayworth y Rex Harrison de ladrones y paseando por los
pasillos de este y ya décadas más tarde tenemos La hora de los valientes (1998) de Antonio Mercero,
aunque mayoritariamente las escenas están rodadas en decorados. No hay
demasiadas como ven, en el exterior encontraríamos más, sin embargo hay una que no se
suele citar y es precisamente la que traigo hoy, se trata de La culpa fue de
Eva (1958) o en su título original en italiano: Totò, Eva e il pennello proibito.
El nombre de Totò, que quizá más
de uno lo asocia al niño de Cinema Paradiso, está actualmente olvidado
injustamente, fue un importante cómico italiano nacido en Nápoles en 1898 y su
nombre era Antonio Vincenzo Stefano Clemente, había empezado en el teatro de
variedades y como comediante solía utilizar el dialecto napolitano ya que era
la variedad que había conocido en la calle, su físico con su rostro de mentón
largo, sombrero viejo, figura enjuta y dos ojos grandes con vista perpleja le
daban un aire a lo Buster Keaton, en un principio se le comparaba mucho con él.
Pero fue tomando más forma en sus
actuaciones un humor sarcástico, bastante atrevido para la época, el cine
empezó a fijarse en él y en 1937 debuta con Fermo con le mani, eran películas
muy locales, pero grandes de la comedia italiana empezaron a querer contar con
él: Monicelli, Eduardo de Filippo, Mario Mattoli, De Sica o un tal "Steno" que es
el director precisamente de la película de este artículo.
Tal apodo correspondía a Stefano
Vanzina que empezó como caricaturista y con este firmaba sus dibujos, el antes
mencionado Mario Mattoli viendo su habilidad le contrató como guionista y más
tarde comenzaría como ayudante de dirección, precisamente su colaboración con
Monicelli en varias que tenían de protagonista a Totò fueron sus mejores obras
como Guardias y ladrones (1951), Steno puso de moda incluir el nombre artístico del
cómico en el título, de ahí surgieron Totò busca piso,Totò y el rey de Roma,
Totò a color...Otros realizadores seguirían con el mismo esquema, incluso para
los más curiosos había aquella que tras el éxito de Marcelino, pan y vino (1955) rodó
con nuestro Pablito Calvo: Totó y Pablito (1958) (ahí llamada Totò e Marcellino).
La carrera de Steno no fue muy
valorada posteriormente, aunque fue de los primeros en darle oportunidades a
cómicos como Alberto Sordi en Un americano... de Roma (1954), sus películas tenían
éxito, pero la crítica cargaba contra él por verlo demasiado comercial, títulos
como Copacabana Palace (1962), Amor a la italiana (1966)o El aventurero de la rosa roja (1968)figuran entre las más conocidas. Intentó, cuando pudo, realizar un cine diferente y así en 1972 rodó La policía agradece, un thriller que se
llevó ni más ni menos que la Concha de plata del Festival de San Sebastián. También ofreció a Bud Spencer papeles más serios, que aunque seguían siendo comedias, tenían un tono más serio: El
super poli (1972), Puños fuera (1975) o Zapatones (1980), o la serie Big Man (1988) en la que interpretaba al detective Jack Clementi, pero también con él siguió con títulos más cómicos y famosos como Banana Joe (1982), pero como ya pueden intuir, este cine casi
era innombrable para la crítica.
La culpa fue de Eva fue una
coproducción italiana con Francia y España, reunía un reparto de los tres
países, en lo patrio encontrábamos a José Guardiola que por aquel entonces
había protagonizado una gran película negra llamada El cerco (1955) de Miguel Iglesias
y había conseguido protagonizar, aunque en roles secundarios, coproducciones como
Los amantes del desierto (1957) con Carmen Sevilla (película que luego se haría famosa cuando fue doblada por Tip y Coll en El asalto al castillo de la Moncloa (1978)), junto a ella también saldría en
Aventura para dos (1958) de manos de Don Siegel. También encontramos a Pilar
Gómez Ferrer, otra de nuestras grandes secundarias, que hace aquí de millonaria estadounidense en plan Margaret Dumont.
Como ven, no teníamos un gran
protagonista aquí, aunque poníamos el escenario principal: el Museo del Prado y
Madrid. En la parte francesa se contó con Louis de Funes (de ascendencia española) cuyo nombre estaba
empezando a sonar bastante desde que Claude Autant-Lara le diera unos minutos
en la popular La travesía de París (1956), aunque fue Yves Robert sobre todo quien
empezó a popularizar su comicidad en Visto y no visto (1958), así que juntarlo
con el ya reconocido Totò podía ayudar a que siguiera adelante su carrera e internacionalizarlo. Aquí
no lo vemos tan expresivo como de costumbre, aunque ya encontramos
características de su personaje, ahí estaba su torpeza habitual, su carácter
regañón,sus nervios…A Totò le
impresionó su manera de actuar, especialmente las gesticulaciones que luego popularizaría
aun más, se pensaba que estaba loco, el cómico italiano tenía una enfermedad
por la que estaba perdiendo vista y al no verlo bien incluso se asustaba cuando
hablaba. Los dos formaron un buen tándem, aunque evidentemente Totò era el
personaje principal y De Funes aquí secundario, Steno los volvió a reunir en Los
defraudadores al año siguiente.
Y para que la comedia tuviera su
interés comercial faltaba una actriz que llamase la atención, se contrató a
Abbe Lane que por aquel entonces era la esposa de Xavier Cugat (la cuarta que
tuvo) y la cantante de su orquesta, el rodaje coincidió con una gira que el
músico estaba haciendo por España, ella había trabajado anteriormente con Totò
es Mi mujer es doctor (1957). Desde que formalizaron matrimonio y la popularidad que
esto conllevaba, comenzó a tener papeles en westerns de serie B, luego comedias
italianas, algún peplum, pero no consiguió grandes papeles, tras su divorcio en
1965 fue quedando en el olvido.
El germen de esta comedia, y creo
que es interesante referirme a ello, está en la producción de Henry Koster de
1958 La maja desnuda que reunía ni más ni menos que a Ava Garder como la
Duquesa de Alba y a Tony Franciosa como Francisco de Goya, ya saben que las
lenguas viperinas decían que había habido un romance, qué mejor oportunidad
para los productores italianos que contar con capital hollywoodiense e intentar un gran éxito, pero España no
quiso saber nada de esto, ni se rodó nada en nuestro país, incluso se prohibió
la película y no fue hasta 1989 en un pase de TVE que se pudo ver. La popularidad de tal rodaje en Italia hizo que se quisiera estirar la cuerda con el tema de Goya y la Maja con una película cómica, algo frecuente en las películas de Totò como Totò y Cleopatra, Totò y Tarzán, Totò de Arabia, Tottò, Peppino y la Dolce Vita.
La culpa fue de Eva tuvo sus
problemas también con la censura española, un metraje de 99 minutos fue
reducido a poco más de 75, se cortaron todas las escenas que salía el cuadro
con "La Maja" usando bikini, bañador, vestidos cortos…También se eliminaron
curiosamente los momentos en que se ve el cuadro de "La maja desnuda" en el Prado,
todo un disparate paranoico.
El argumento giraba en torno a un
delincuente apodado el "marqués" (un magnífico Mario Carotenuto) que
acababa de salir de la cárcel y decidía volver a las andadas, con ayuda de su
compinche (Abbe Lane), que se hará pasar por su esposa. Ahora se trata de
estafar y para ello pide a un copista (Totò) que plagie un cuadro de Goya, para
convertirlo en la tercera "maja": "La maja con el camisón".
Más tarde, un experto (Louis de Funès) creerá que se trata de la obra original,
ya que está subyugado por la esposa del "marqués"...El guion estaba escrito por los habituales de las películas de Steno: Vittorio Metz y Roberto Gianniti, para acoplar los diálogos de De Funes en la versión francesa se contó con Jean Halain que sería también un fijo en sus posteriores comedias más populares. Otro nombre, aunque no acreditado en el guion, era el de Ruggero Maccari que había escrito grandes comedias con Totò como Guardias y ladrones (1951) o Miseria y nobleza (1954), participaría en grandes clásicos del cine italiano como La escapada (1961), Monstruos de hoy (1963), Perfume de mujer (1974) o Una jornada particular (1977)
Como ven el argumento era
bastante ingenuo y de lo que se trataba era que hiciera reír, más que creerse
la historia. Para ello, se producen bastantes confusiones lingüísticas entre el
italiano y el castellano con el personaje de Totò que con su peculiar
expresividad y mirada resultan graciosas, juega con los seseos, las confusiones
de palabras, diálogos que hasta resultan surrealistas y que recuerdan a los de
los Hermanos Marx. Una de las mejores escenas es cuando decide disfrazarse de
torero cuando llega a Madrid porque piensa que así pasará inadvertido, pero es
detenido por la Guardia Civil, Totò los señala y les dice que también ellos van
disfrazados de generales, evidentemente estas secuencias fueron eliminadas en
su momento en la versión española.
Desgraciadamente, al quedar tan
reducido aquí el metraje se estrenó compartiendo cartel con otra película, por
ejemplo en Barcelona junto con El valle de las mil colinas en el Cine Atenas de
la calle Balmes (toda una doble sesión de cine de barrio auténtico). "La Vanguardia" del momento solo recogía información de esta
última, mientras que de la película de Steno tan solo decía que era una cinta
desenfadada y divertida que tenia como principal aliciente la figura serpentina
de Abbe Lane y la intervención del bullicioso y pintoresco Totò. En Madrid fue
al Lope de Vega de la Gran Vía.
A pesar de que Louis de Funes
iría alcanzando una popularidad incluso mayor que la de Totò, especialmente en
nuestro país, la película fue olvidada rápidamente, hubo que esperar a la
llegada de las televisiones privadas que por aquel entonces programaban bastantes
películas de los dos cómicos y muchos los descubríamos ahí, así Tele 5 la
emitió un par de veces, pero en la versión reducida antes comentada. Resultaban
curiosos, y más hoy en día, ciertos comentarios en la sección de críticas de cine en televisión,
Ángeles Maso la describía así: "La escultural ex esposa de Cugat hubiera
merecido que el pintor realizara una réplica de la Maja de Goya, desnuda, pero
entonces el horno no estaba para bollos" (4-11-91)
Poco a poco se dejaron de emitir
estas películas, pero llegó otra “resurrección” de estas con la llegada del DVD
y así La culpa fue de Eva fue editada en DVD, al principio por una empresa
llamada JV Imagen que distribuía la misma copia utilizada por el canal privado. Por suerte, tras unos años, fue distribuida por "La casa del cine para todos" que
recuperó bastantes buenos títulos europeos en condiciones óptimas y nos ofreció la copia
íntegra, se podían diferenciar claramente las partes mutiladas ya que no se doblaron de nuevo y se presentaban en versión original.
Recomiendo, pues, recuperar esta
comedia, mantener en la memoria ese genio llamado Totò y ese gran cómico que
fue Louis de Funes y que tantos buenos ratos nos hizo pasar, para algunos tales
nombres les sonarán a reliquia, pero estas se guardan en los museos y se deduce
que para ser expuestas (y vistas), aprovechemos tal día para desempolvar nuestros olvidos
(y prejuicios) y tal vez más de una sorpresa habrá, seguro que por lo menos no podrán
evitar alguna risa.
Esta semana volvemos a los centenarios
y lo hacemos con alguien que casi los cumple en vida, se trata de Shahnourh Varinag Aznavourián Baghdasarian, más conocido por Charles Aznavour, cantante, compositor, actor, director,
diplomático y poeta francés de origen armenio nacido un 22 de mayo de 1924 en Saint-Germain-des-Prés,
(París, Francia). Tuvo el apodo de “El embajador de la chanson”, en la película
que traigo hoy no cantaba (de hecho en el cine poco lo ha hecho), pero sí tocaba el piano, se trata de Disparensobre el
pianista de 1960, el segundo largometraje de François Truffaut y de los menos
conocidos.
Fuente: Amazon
Ahí interpretaba a Charlie Kohler, antiguamente un gran concertista que trabaja ahora como pianista en un cabaret. Se las ha arreglado para ocultar a todos y mantener en secreto su misterioso pasado, pero, inesperadamente, aparece uno de sus hermanos pidiéndole ayuda. Truffaut como varios de los miembros de la "Nouvelle Vague" admiraba el cine negro estadounidense y quiso rendir homenaje a este, para ello adaptó una novela de David Goodis Down There, tal autor había sido llevado al cine varias veces, quizá la más conocida fue La senda tenebrosa (1947) de Delmer Daves, cuenta con títulos interesantes como Nightfall (1956) o The burglar (1957) de la que luego el cine francés haría un remake aquí conocido como El furor de la codicia (1971).
Si un año antes Truffaut asombraba a propios y extraños con Los 400 golpes, aquí sucedía todo lo contrario, la película apenas gustó, aunque era de las que más seguía el espíritu de la improvisación de la "Nouvelle Vague", no se le puede negar presentar un material que se alejaba de los estereotipos clásicos del género como esos gánsteres bastante chapuceros, torpes e incluso algo simpáticos en un principio o alejarse de la mujer fatal. Hay quien dice por ahí que Tarantino la tiene como referencia, pero dudo de la veracidad de tal afirmación ya que en una reciente entrevista trataba a Truffaut como un amateur muy torpe y lo comparaba con Ed Wood.
La verdad es que tal afirmación tampoco era tan gratuita, Tirez sur le pianiste es un film poco cuidado, aunque hay que tener en cuenta que esa “torpeza” está expresamente buscada y remarcada por lo que casi todo resulta paradójico. Ya el inicio del film nos conduce a una escena que no podía estar peor iluminada, de repente no vemos quién habla, quién corre, de pronto aparece un foco potente, una cámara nerviosa…Si no supiéramos que detrás estaba alguien como Truffaut pensaríamos que algún gracioso se había puesto a rodar... Pero poco a poco nos vamos adentrando en un filme 100% Truffaut cuando prácticamente todos los personajes empiezan a hablar de amor y el director recurre a esa ironía como cuando pone en boca de esos gánsteres que cuando se conoce a una mujer se deja de desearla, se sueña con verla partir y encontrarse solo, Aznavour entonces suelta una frase de su padre que decía que vista una ya se habían visto todas, lo que provoca una carcajada general.
Truffaut mostraba el personaje de Lena (Marie Dubois) con más personalidad que el de Aznavour, es más fuerte y animosa, exenta de sofisticación, aunque más que optar por un retrato psicológico de esta, prima ese sentido trágico de las relaciones imposibles, tema que perfeccionaría en siguientes películas. Por medio de flashbacks y una narración un tanto caótica se nos enseña el pasado de este Charlie Kohler que anteriormente había sido un importante pianista llamado Edouard Saroyan y la relación con su primera mujer Therese (Nicole Berger)
El espacio utilizado es imaginario, podemos pensar que son los EEUU o Francia, pero no faltarán esos paisajes nevados característicos en varias de sus obras, el propio director declaraba que se había inspirado en Jean Cocteau para llevar al límite su extravagancia y convertirlo en un cuento de hadas para adultos. Aquí, la verdad, me cuesta calificar así este film, sí bien lo conseguía en La sirena del Mississippi (con referencia incluso a la bruja de Blancanieves), aquí sería un esbozo. Viendo comentarios, encuentro que varios dicen que no saben muy bien lo que pasa en esta película y tienen toda la razón, cada vez que me enfrento a ella me pregunto si es un filme triste con episodios cómicos o un filme paródico con momentos trágicos. Pero, a pesar de ese aire gélido, tiene la misma sensibilidad que el resto de su obra y el mismo apasionamiento: ahí tenemos la escena del beso largo, casi a lo Hitchcock, contrapicados, planos como esos pasillos del hotel, luego retomados en La piel suave (1964), tomas psicológicas como ese dedo que va a pulsar el timbre, alguna que otra referencia a las migrañas (obsesión del director) o señalar la sensualidad de las manos.
Aznavour compone un personaje inquieto y tímido, una de las mejores secuencias es cuando va a buscar libros para vencer este problema, los seguidores del director ya sabrán que le gusta mostrar librerías y muchos títulos, no faltan tampoco referencias a revistas culturales. Y luego tenemos la música, aquí con un papel primordial, pero no solo por la temática, sino porque fue el primer encuentro con George Delerue, recomendado por el productor Pierre Braunberger ya que Truffaut no podía contar con Jean Constantine (que le había compuesto el inolvidable tema de Los 400 golpes), por aquel entonces el músico solo había trabajado en unos cortos y esta colaboración significaría uno de esos grandes binomios musicales de la historia del cine. Delerue puso la música una vez ya terminado el rodaje con mucho sentido jazzístico como había hecho Louis Malle con Miles Davis en Ascensor para el cadalso (1958), se añaden también canciones como esa "Framboise" del cantante Boby Lapointe con sus calambures
Tirez sur le pianiste es pues una película curiosa en todos los aspectos para profundizar más sobre François Truffaut y es de las mejores apariciones de Charles Aznavour en el cine, Truffaut lo seleccionó tras verle en su primer papel protagonista aquel mismo años en El paso del Rhin de André Cayette, aquel año sería prolífico ya que lo dirigiría Jean Cocteau en El testamento de Orfeo y Denys de la Patellière en el alegato antibelicita Un Taxi para Tobruk cuya banda sonora fue un éxito al incluirse una versión del villancico francés Les anges dans nos campagnes adaptando la letra y que él mismo cantó llamándola La Marche des Anges.
Su carrera fue bastante irregular, Las alimañas (1965) de Pierre Granier-Deferre fue de sus mejores papeles, aunque es una película poco vista y conocida hoy en día, vendrían luego participaciones en producciones con repartos internacionales como Candy (1968) de Chistian Marquand, éxitos comerciales como Los Libertinos (1970) de Lewis Gilbert, la adaptación de la novela de Agatha Christie Los diez negritos (1974) o El asalto de los hombres pájaro (1976) de Douglas Hickox. De tanto en tanto se permitía un papel secundario en películas más de autor como El tambor de hojalata (1979) de Volker Schlondorff o reunirse con Chabrol en Los fantasmas del sombrero (1982). Es evidente que como cantante tendría más fama y reconocimiento, quizá otros "colegas" como Maurice Chevalier o Yves Montand lograrían mejor equilibrio entre ambos artes, pero no por ello hay que olvidarse del cine en el que participó, no tan revisado como debiera .