Tarantino y el Diario íntimo de Adele H. de Truffaut
La pasada semana, ciertas declaraciones de Quentin Tarantino sobre
François Truffaut se convirtieron aquello que, en lenguaje pedante, llaman “virales”, como si no tuviéramos bastante ya de virus. La polémica estaba
servida y el contagio de hablar de ello se apoderó de este blog, así que pensé
que era un buen tema para empezar este septiembre.
En la parte positiva, como dirían antaño en los créditos del "Un, dos, tres" de Ibáñez Serrador, está la sinceridad del director de
Reservoir Dogs, la manía hacia el director francés no es nueva como se ha
recordado en más de un medio, ya en su novela de Érase una vez en Hollywood,
el personaje de Cliff Booth deja patente lo que el director sentía hacia su
filmografía:
“ Lo Intentó dos veces con Truffaut, pero no le llegó. No
porque las películas fueran aburridas (lo eran), pero esa no fue la única razón
por la que Cliff no entró. Las dos primeras películas que vio (en una doble
función de Truffaut) simplemente no le atraparon. La primera película, 'Los 400
golpes', lo dejó frío. Realmente no entendía por qué ese niño pequeño hizo la
mitad de la mierda que hacía. Y pensó que los tontos deprimidos en 'Jules y
Jim' eran una puta carga".
Por otra parte, tiene todo el derecho del mundo a decir lo
que quiera, de la misma manera que a los que nos gusta el cine de Truffaut
reprocharle lo dicho, aunque compararle con Ed Wood ya entra en la parte
negativa y da la sensación de haber buscado expresamente que se hablase de él.
No obstante, llama la atención que a pesar de no declararse
fan de Truffaut, remarca algunas excepciones que sí le gustan, aunque solo cita
Diario íntimo de Adele H. Sorprende, ya que estaría esta en las antípodas del
cine de Tarantino.
Rodada justo después de La noche americana, recrea la
trágica vida amorosa de la segunda hija de Víctor Hugo. Atraída por un teniente
del regimiento de los húsares ingleses, este no le corresponde, pero ella le
seguirá por todas partes. Truffaut describía así el filme: “Quería conseguir un
clima sofocante y así toda la película está rodeada de cuatro paredes. Es una
película sobre la claustrofobia, la soledad y la pasión”
Para conseguir ese efecto contó con la fotografía de Néstor
Almendros, la cual consigue que entremos en su triste mundo, son constantes sus
miradas al espejo, su deambular por las calles, la misma pesadilla que se va
repitiendo. Si los tontos deprimidos, como dice Tarantino, de Jules y Jim eran
tres, aquí solo ella, ya que hábilmente el teniente apenas tiene protagonismo,
incluso hay un momento que lo confunde de espaldas y resulta que es el
mismísimo Truffaut. A pesar de ello, hay bastantes relaciones con sus otras
películas como la idea del amor obsesivo o las ideas fijas que en las
despreciadas La sirena del Mississippi o La novia vestida de negro se
convertían en las auténticas protagonistas, verdadero tema por otra parte, más
que buscar un thriller.
Más de uno nos hubiese sacado a un actor encarnando a Víctor
Hugo que probablemente estropearía el clima, Truffaut solo saca la voz y ya es suficiente para describir la distancia entre padre e hija, ella le pide constantemente
dinero, le pesa llevar ese apellido que la hace sentir más desgraciada, utiliza
un apellido falso y en el título de la película solo leemos la inicial.
Truffaut explicaba que le atraían los personajes al margen de la sociedad y que
el problema de identidad de ella era como el del niño salvaje pero a la
inversa, ya que se trataba de un escritor famoso y todo un genio.
Escenas como el paseo por el cementerio nos traen ese
Truffaut del romanticismo que incluso mejoraría con La habitación verde, el
final impacta por la sensibilidad y patetismo. Pero mientras escribo y pienso en planos de
la película me viene a la cabeza constantemente cómo ha podido Tarantino decir
que Truffaut es como Ed Wood y no paro de darle vueltas. Quizá no sea una
comparación tan odiosa, Wood amaba el cine y Truffaut hasta se podría sentir identificado
con aquellas ganas de rodar locas de él.
La infancia atormentada de Truffaut, quizá por ello fuese
sensible con personajes como Adele H. le marcaron para siempre. Como crítico y atraído por ese amor llamado cine fue
exigente, le llamaron incluso el sepulturero del cine francés, más de una vez
cuando era aun un joven alocado por el celuloide se
equivocó, llegó a decir que John Ford “babeaba ante galones, insignias, botas y
doraduras”, pero luego rectificó e incluso sus escritos fueron fundamentales para
cierta cinefilia, dejó ya en la memoria aquella frase que utilizamos de “Y como
él era creyente, que Dios bendiga a John Ford”
Yo no soy fan de Tarantino, aunque con alguna excepción que debería
revisar de nuevo, no me cae mal, pero sin darse cuenta tiene mucho en común con el añorado director
francés y quizá más que con su estimado Godard. La huella de Truffaut está en Kill Bill, incluso Malditos bastardos nos evoca algo a El último metro...Pero miremos lo positivo, más de uno se interesará ahora por Truffaut y ver quién era ese Ed Wood del cine francés
Crítica molt bona!!
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