31/10/2024

Don Juan, mi querido fantasma (1990)

 



Última semana de octubre, toca retrasar la hora del reloj, hay que renovar el armario, ponerse ropa de manga larga o dejar de ir a la playa. Todo ello ya nos lo iban anunciando esas calabazas tenebrosas de la noche de Halloween que en los últimos años han ido penetrando en nuestra sociedad y que no paramos de ver en los escaparates.

Pero los más clásicos tenemos otros signos que marcan el cambio de tiempo: las castañeras y su olor característico que tanto nos evoca, las visitas a los cementerios y recordar a nuestros seres queridos y por otra parte, claro está, ver alguna función del Don Juan Tenorio de Zorrilla...


Ya que las diferentes cadenas de televisión no paran de repetir sus películas en poco espacio de tiempo, podría cortar y pegar los artículos que en años anteriores escribí acorde con el calendario: les hablé del día de los muertos de México en Macario (1960) o en Bajo el volcán (1983) y de una versión hollywoodiense del Don Juan en El burlador de Castilla (1948). Les paso los enlaces, de momento no me he contagiado y ofrezco algo a mis lectores “nuevo”, en este caso una comedia simpática sobre el Don Juan que dirigiera Antonio Mercero en 1990 y cuyo título era Don Juan, mi querido fantasma.


La acción se desarrolla en Sevilla un 1 de noviembre de 1990 cuando Don Juan sale de su tumba, como cada año, para redimir sus pecados y así poder salir del purgatorio. Paralelamente, el actor Juan Marquina está ensayando una versión musical de la obra. A partir de ese momento, sus dos mundos se unirán en un círculo de aventuras, enfrentándose ambos donjuanes con la colaboración de cuatro mujeres con influencia en sus destinos.

El propósito principal de Mercero era el de entretener y que el espectador se riera, aun hace tres décadas había un mayor conocimiento de este y el Halloween no nos había llegado, aunque era evidente aquello de que los tiempos cambiaban: “Se ha desmitificado bastante con el paso del tiempo, no tiene nada que ver con el que dibujó Zorrilla. Si además lo pasamos todo por el tamiz del humor, que siempre es un poco iconoclasta, tenemos una especie de caricatura del machista, altanero, orgulloso y vanidoso que es Don Juan” decía a la prensa.

El Don Juan, probablemente es uno de los grandes mitos patrios junto con Don Quijote, la Celestina o Segismundo, Valle Inclán lo había esperpentizado en Las galas del difunto con el personaje de Juanito Ventolera… Y en el cine teníamos una versión paródica a cargo de un Douglas Fairbanks, aunque no de las más recordadas del gran Alexander Korda.

Mercero ya se aproximó al personaje en un espacio de TVE de media hora de duración, él que se definía como un peregrino del cine (realizador de algún No-Do, documentalista, director de spots, de series...) acababa de cosechar un éxito crítico con Espérame en el cielo (también comentada en este blog) y se animó a pesar de tener proyectos de series (ya estaba sobre la mesa realizar Farmacia de guardia) a una comedia con un reparto coral en la que llamaba la atención la aparición de actrices “almodovarianas” tan de moda entonces, así pues teníamos a Loles León (curo rasgo más hábil es el habla, pero aquí se comunica paródicamente con castañuelas), María Barranco (como la Doña Inés en la función), Rossy de Palma o Verónica Forqué (como Inés en la vida real, cleptómana). “No son propiedad de Almodóvar” decía en plan de broma el realizador que contó con Juan Luis Galiardo, actor que había recuperado fama por su papel en la serie Turno de oficio y que estaba en plena lucha paradójica para quitarse la etiqueta de galán.


En el año de la producción lo que era la comedia popular española no pasaba por sus mejores momentos, sin embargo, esta consiguió una buena subvención, estábamos a las puertas del 92 y se quería promocionar la cultura propia. El público reaccionó con tibieza, no fue un gran éxito, pero tuvo su público. Se dijo también que las coreografías flamencas eran para comercializarlas en el extranjero: “Es un mito universal, tiene una gran fuerza de penetración en los mercados internacionales, y el cine español necesita abrir fronteras para ser rentable”.

El guion, en el que además del propio Mercero participó Joaquín Oristrell, nos mostraba que el falso Don Juan era despreciable, tiranizaba a los miembros de la compañía, maltrataba a su novia, se acostaba con todas, traficaba con cocaína… En cambio, el verdadero era bueno y afable... En la obra de Zorrilla es Doña Inés la que redime al burlador, pero aquí era él quien salva la salud mental de ella.

El lado más grotesco del filme y más de “españolada” venía representado con los chistes sobre los atributos sexuales donjuanescos, la forma de tratar el tema del narcotráfico, un par de policías algo atolondrados o la forma banal de tratar la psiquiatría.

La trama se construye como una obra de teatro, en el segundo acto asistimos a todo un vodevil con muchas puertas, camas y confusiones que agilizan bastante el metraje. De lo demás se ocupa el magnífico reparto que incluía a José Sazatornil “Saza” que se reunía de nuevo con el director después de su divertido personaje en Espérame en el cielo. Teníamos también a Luis Escobar, Antonio Gamero, Rafael Álvarez “el Brujo” o Pedro Reyes. Así pues, creo que visionarla estos días puede ser una forma  simpática de reivindicar que el Tenorio vuelva por estas fechas también.

Para abrir boca ahí va ese especial de Don Juan que Mercero realizó en los 70 en TVE con mucho elemento kitsch propio del momento

24/10/2024

Serrat en el cine: La larga agonía de los peces fuera del agua (1970)

 


Aprovechando que este viernes Joan Manuel Serrat recoge el premio Princesa de Asturias traigo la que fue su segunda película como protagonista: La larga agonía de los peces fuera del agua dirigida por Francesc Rovira Beleta. Había debutado en el cine en 1968 con Antoni Ribas con Palabras de amor, Jaime Camino lo dirigió en 1973 en Mi profesora particular y en 1976 tuvo un breve papel en La ciutat cremada.

La llarga agonia dels peixos fora de l´aigua, así era su título en catalán y estrenada en esta versión en junio de 1970 en el cine Coliseum de Barcelona, es probablemente la mejor aparición del cantautor en el celuloide. Por una parte, teníamos la habilidad de Rovira Beleta que volvía a rodar tras lograr que la Academia hollywoodiense lo nominase por segunda vez por El amor brujo (1967). Con sus ganas de seguir experimentando formas nuevas en el cine español y según sus mismas palabras queriendo crear un cine típico, pero no tópico, se propuso moldear la película con cantante que entonces proliferaba con éxito.

Cuando se estrena el film, Joan Manuel Serrat ya estaba plenamente consolidado, había sabido esquivar la polémica del La, la, la y que en TVE no pudiera volver hasta 1974, pero una gira por Argentina le supuso que su popularidad se acrecentara por Sudamérica o que el disco dedicado a Machado se convirtiera en uno de los más exitosos y recordados, incluso ese año participó en un encierro en el Monasterio de Montserrat en protesta contra el Proceso de Burgos.

La película partía de una novela de Aurora Bertrana (1892-1974) llamada Vent de Grop editada en 1967 y que se desarrollaba en la Costa Brava y que narraba el amor de un pescador y una turista inglesa, esto le servía para reflexionar sobre el turismo que empezaba a eclosionar, el choque entre culturas, generaciones y maneras de entender la vida. Rovira Beleta cambió el escenario y este pasó a ser Ibiza, en vez de centrarse en los turistas, lo hacía con los hippies y el título tan largo se le ocurrió a él ya que comentaba que era algo que estaba de moda.

La película solo la he podido ver a través de un DVD editado por Divisa en el 2008 y no se incluía la versión catalana, en la Filmoteca de Catalunya sí se pasó en el 2015, ignoro si esta se ha emitido en los últimos años. Uno de los principales alicientes cuando uno empieza a verla es que no se echa en falta que no cante más: el argumento, los recursos del director y una más que notable interpretación de él acaban imponiéndose.

No más empezar en los créditos y cantando la bella Bon día nos lo muestra buceando en plena forma y entablando conversación con una turista ligera de ropa, enseguida contrapone su ambiente familiar y algún que otro apunte de turismofobia tan de moda actualmente. Aunque la censura intervino en algún momento, hay también ese juego de saber esquivarla, muchos besos y escenas más apasionadas se nos muestran fuera de campo o a través de metáforas como ese primer plano de la guitarra o de noche, lo cual permite insertar algún diálogo con segundas en el que se quejan de que no tienen el valor de hacerlo de día.



El retrato costumbrista del pueblo es magnífico, está muy bien cuidado y aparecen varias constantes del cine de Rovira Beleta como esa aparición de niños, en este caso jugando y contrarrestando con esa búsqueda de la felicidad de los más mayores. También nos muestra unas escenas de pesca nocturna con todos esos pescados aun vivos que van en aumento y que van agonizando fuera del agua, una contraposición, por ejemplo, con la escena en que él le enseña esa gruta en plan turístico mientras le cuenta la historia de dos enamorados cuyas familias estaban divididas (vaga referencia a Los Tarantos).

La interpretación de Serrat como he señalado destaca (aunque está doblado), la cámara le quiere bien, se muestra expresivo, hay planos muy conseguidos como esa sonrisa cuando ve ese mural que ella le ha dibujado. Por otra parte, tememos el personaje de su novia de pueblo (Emma Cohen) que parece que tuvo algún que otro problema con el director porque le costó dirigirla y luego le recriminaba porque fue diciendo que se trataba de una mala película, más de una escena nos recuerda a la de la Polaca en El amor brujo cuando intenta huir de sus fantasmas. Trasmite maravillosamente bien su estado anímico.

Sin embargo, así como la primera parte del film es bastante notable, a raíz de cuando él decide ir a Londres, cambia el ritmo narrativo, comenzamos a ver una sucesión de planos de las calles de Londres al parecer rodadas sin permiso, ahí se nos muestra ese choque cultural y también de paso lanzar un mensaje implícito del retraso de España, muchas escenas de manifestaciones, policías con porras, movimientos pacifistas de la época inundan la película y lo mejor de esta parte será Serrat viendo pedir limosna mientras toca la guitarra o esa "participación" en el festival de la isla de Wight, según contaba el director a Carlos Benpar en su libro al subirse al escenario le tiraron de todo porque el público estaba esperando que apareciera Bob Dylan, así que tuvo que trucarlo todo en un pequeño decorado de Barcelona. Creo que esta parte, si bien es interesante a nivel documental, no tiene la misma dosificación de la anterior y le falta más profundidad argumental.

Ya en su regreso a Ibiza, vuelve a coger el tono y estilo adecuados y característicos en el director, aunque pueda ser vista como excesiva la utilización y la forma de mostrar a los hippies de manera peyorativa, enfatiza mucho la escena de José Manuel Martín disparándolos en plan "Spaguetti Western". Mejor resultan esas “travesuras” que de tanto en tanto nos va mostrando como enfocar un primer plano del puerto y luego ver que se trata de una postal o en uno de los besos que se funde luego en una monja mientras va paseando.

Creo que a pesar de las irregularidades de la película, es otra buena muestra del arte de Rovira Beleta de saber sacar provecho partiendo de un material adverso y reitero que Serrat cumplía bastante bien como actor, emotiva también es su mirada cuando recuerda a su padre muerto al volver. La película sin romper taquillas (561.348 espectadores) tuvo su público. La relación de Serrat con Rovira Beleta fue buena hasta tal punto que cuando el director publicó su libro Rescate de unos poemas olvidados (1998), el cantautor le escribió el prólogo que entre otras cosas decía: Francisco Rovira Beleta, es y se proyecta como un hombre de fe que, vivo y contradictorio, nunca se cansó de soñar y que jamás abdicó de su rebeldía. Un hombre que ha sabido guardar como oro en paño la infancia, la ilusión, la sonrisa, la alegría espontánea (…)

17/10/2024

Una chica tan decente como yo (Une belle fille comme moi, 1972)

 

El próximo 21 de octubre se cumplen ya 40 años de la muerte de François Truffaut, no estaría mal declarar la fecha como el día del cinéfilo, él que precisamente fue un crítico que se convirtió en director. Siempre tendremos a mano su libro sobre Hitchcock y su defensa de lo que él denominaba verdaderos hombres de cine tales como Renoir, Tati, Hawks, Welles en un momento en que conviene recordar que estaban siendo olvidados y subvalorados. Nunca sabremos cómo hubiese sido su cine posterior, de bien seguro que seguiría sorprendiéndonos, por suerte su filmografía completa está accesible y en cada revisión encontraremos algo nuevo.

He elegido hoy uno de esos títulos que en su momento no recibió buenas críticas ni se trata de lo mejor, hablo de Una chica tan decente como yo (Une belle file comme moi) del año 1972, dicha así parece una película de Mariano Ozores, no suele citarse e incluso sus fans más acérrimos prefieren no hablar de ella.


Dentro de su filmografía, la rueda justo después de Las dos inglesas y el amor (1971), el fracaso comercial de esta propició que se la tildara como un producto alimenticio, pero el director lo negaba. Tampoco aceptaba que se dijera que era un filme muy diferente a los suyos, si bien las formas cambiaban, el fondo ahí seguía: “Mi propósito no es de realizar un film de tesis, se trata de una enorme comedia a base de humor negro que tendría más bien un lejano parecido con Tirez sur le pianiste o bien La mariée était en noir.”

Se nos cuenta la historia de Stanislav Previne, un joven profesor de sociología que prepara una tesis sobre la criminalidad femenina. Una de las mujeres elegidas para su estudio es Camille Bliss, acusada, entre otras cosas, del asesinato de Arthur, un técnico en desratización. El profesor, armado con su grabadora y sus personales teorías que aún no ha podido confirmar, acude a la prisión. Se entrevista con la muchacha y la somete a un largo interrogatorio, en el que sale a relucir su pintoresco pasado. Conforme avanzan las conversaciones, Stanislav está cada vez más convencido de la inocencia de Camille.

Tal argumento partía de la novela Such a Gorgeous Kid Like me de Henry Farrell, autor, entre otras, de “¿Qué fue de la prima Charlotte?” base del film ¿Qué fue de Baby Jane?. Tal fue el éxito que también escribió Canción de cuna para un cadáver o ¿Qué le pasa a Helen?. La novela, por casualidad, fue leída por el director mientras viajaba en avión y en seguida quiso comprar los derechos. Él mismo se puso a escribir el guion y contó también con Jean Loup Dabadie que estaba cogiendo resonancia por sus colaboraciones con Claude Sautet. Para el papel de Camille contó con Bernardette Lafont con la que había trabajado en sus inicios en el corto de Les mistons (1957), para el papel de Stanis escogió a un entonces desconocido André Dusollier, completaban el reparto nombres como Charles Denner o Claude Brasseur.

Truffaut definía la película como una versión femenina de El pequeño salvaje o una continuación de las ansias de destruir el romanticismo iniciada con Las dos inglesas y el amor, así lo explicaba: “Trataba de destruir el romanticismo siendo muy físico, de ahí esa insistencia en la enfermedad, la fiebre, los vómitos…Aquí venia de continuar esta destrucción, es la burla del amor romántico, la afirmación de la realidad brutal, de la lucha por la vida…Es una película de una vitalidad exagerada, que yo deseaba que estuviera cercana a ciertos filmes de Billy Wilder, y me parece que cuando se lleva a término este deseo de ir hasta el fin de las cosas, la película se convierte irremediablemente en abstracta.”

Precisamente esta imprecisión es la que marca el desarrollo de la acción, se nota un ansia de querer realizar a la vez una comedia clásica hollywoodiense a partir de un diálogo entre el profesor y ella en la que se exteriorizan con exceso todas sus extravagancias. Por otra parte, asistimos a todas las constantes de su filmografía salpicadas con ese humor negro siempre presentes en él. La interpretación de Lafont está cuidada, pero le falta ese carisma de las grandes actrices de comedia de la época clásica, se intenta compensar con esa forma de ser tan grotesca y lenguaje poco refinado para la elaboración de una serie de situaciones cómicas más o menos resueltas con acierto. La película gana bastante con la aparición del actor Charles Denner en su papel de Arthur, el cual va mostrando sus obsesiones por la moralidad correcta, lo que permite ahondar más en el juego ético.

Como decía Truffaut, no era para nada una película alimenticia, aunque sí un experimento de querer trasladar sus constantes a la forma de la comedia en este caso clásica y estadounidense, tiene momentos muy logrados como la utilización de ese disco con grabaciones de coches de Fórmula 1, el particular numero de auto-stop que remite a Sucedió una noche, esa pasión por la infancia, aquí los niños juegan aun más un papel importante y maduro, el juego que hay con el banjo... Dicen las malas lenguas que a los franceses no les salen bien las comedias, la verdad es que esta no llegaría al nivel de las grandes, pero no por ello deja de ser un producto interesante, libre y desenfadado y que nos permite adentrarnos más en la forma de ser de él.

 

09/10/2024

Los peces rojos (1955)

 


El pasado domingo 6 de octubre era el día del cine español y yo sin saberlo, desde que escribo este blog hace ya 6 años he dedicado bastantes entradas a películas españolas no tan conocidas (ni aceptadas) hoy en día, hay suficientes elementos, si no sacamos nuestros prejuicios, que permitirían no ser tan desdeñosos con nuestra historia fílmica y especialmente alabar la profesionalidad de gran parte de nuestros directores que tenían que torear la censura, cambios de guiones, presupuestos ínfimos… Uno de esos nombres sería el de José Antonio Nieves Conde, no más citarlo a los más cinéfilos les saldrá Surcos, ejemplo de película que acaba comiéndose casi toda su filmografía en la que destacan también las famosas Balarrasa, El inquilino o la que traigo hoy Los peces rojos.

Decía el propio director que él solo se había dedicado al cine y ya desde niño mostró su afición al séptimo arte, nacido en Segovia empezó como ayudante de dirección de Rafael Gil y fue crítico de la revista "Primer Plano" o del diario "Pueblo" donde marchó por desavenencias con la línea editorial.  Ya empezó desde joven con el género policíaco con títulos hoy imposibles de ver como Senda ignorada (1946) o Angustia (1947), pero su fama vendría con Balarrasa (1951) donde ya destacaba su habilidad por crear híbridos de géneros, ahí nos presentaba un argumento bélico con el drama religioso que tanta popularidad estaba cosechando en aquella época y se permitía incluso un humor encubierto y cierta crítica social que al estar tan solapada de forma inteligente no tuvo tanta repercusión en la censura del momento.  Luego vino Surcos con guion de Gonzalo Torrente Ballester y Natividad Zaro y argumento de Eugenio Montes, ahí se nos retrataba casi por primera vez la España del momento y lo abordaba utilizando técnicas realistas del cine norteamericano, aunque se quiso ver más su estilo como asociado al neorrealismo italiano.

A partir de entonces ya no sería José Antonio Nieves Conde, sino "el director de Surcos" y si uno repasa la mayoría de las críticas esta le persigue porque no se paraba de escribir que no había llegado nunca al nivel de esta. Incluso se quiso presentarlo como el De Sica español y cuando Visconti rueda después Rocco y sus hermanos las comparaciones fueron aun más evidentes, evidentemente los encasillamientos le molestarían y en Los peces rojos hasta tenemos alguna que otra prueba, lo que estaba claro es que el director transmitía una sólida formación técnica y un sentido directo de la puesta en escena.

Los peces rojos suponía cierta novedad al mezclar nuevamente diversos géneros, estábamos ante un policiaco, pero con gran fuerza melodramática, una historia de pasiones, engaños, histeria…Una introspección psicológica de a dónde pueden llegar las miserias humanas, no había ninguna moralidad en los personajes y eso no encajaba tampoco en los moldes de la época, por lo que suponía otra prueba de riesgo contra la censura que decidió actuar e imponer otro final. No se preocupen que no voy a desvelarlo, pero el arte del director supo lidiar también con esta exigencia y un análisis más profundo tampoco permitiría que lo aceptáramos como un final feliz.

Aviso que si quieren disfrutar plenamente de la película no lean demasiado el argumento que viene en distintas páginas ya que desvelan una parte importante, dejémoslo en que empieza con una noche de tormenta en la que llegan a un hotel de Gijón Hugo e Ivón acompañados del hijo millonario del primero, Carlos, con el que ella había tenido una relación. Hace mal tiempo, pero sienten que tienen que ver el mar embravecido, pero poco después Ivón regresa pidiendo socorro porque el chico ha sido arrastrado por el mar. Al no aparecer el cadáver, un comisario se hará cargo del caso.

El personaje de Hugo Pascal estaba interpretado por Arturo de Córdova y nos presentaba a un escritor sin apenas suerte para que le editaran las novelas, los cinéfilos lo recordarán especialmente por esa maravilla de Luis Buñuel llamada Él (casi la mejor película que sobre los celos se ha realizado), el actor mexicano tuvo tanta fama que hasta llegó a Hollywood, aunque sin películas destacables, supo explotar su imagen de galán tenebroso y neurótico, uno de sus mejores papeles fue en El esqueleto de la señora Morales (1960). En el cine español también lo recordamos por su papel en La herida luminosa (1956). La protagonista era Emma Penella que empezaba a tener papeles en películas de gran calidad como Los ojos dejan huellas (1952) o Cómicos (1954), ya estaba a punto de iniciar su etapa inolvidable con Manuel Mur Oti y aquí nos mostraba un personaje hipócrita cuya obsesión es casarse con alguien millonario para no tener que seguir trabajando.

El guion corría a cargo de Carlos Blanco, de los mejores en esos años, había escrito el de Locura de amor (1948) y destacaba también su trabajo en el cine negro por ser el autor del de Los ojos dejan huellas  de Sáenz de Heredia. La relación entre él y el director tuvo sus diferencias pues Nieves Conde no quería los flashbacks que aparecen, aunque finalmente cedió. La razón se fundamentaba en querer dar un aspecto más real a la historia, pero precisamente ese juego con la ficción es lo que dota de atractivo a la historia. Si en Surcos aparecía un diálogo en el que se hablaba de que las películas neorrealistas eran las que estaban de moda y no las “psicológicas”, aquí el personaje del librero le rechaza al protagonista los escritos por ser “fantasiosos” y no mostrar la realidad y vuelve a citar lo del “neorrealismo”, lo que origina una discusión que escondía también cierto humor y ganas de querer reivindicar y a la vez parodiar lo que realmente se quería.

Precisamente ese aire psicológico que se repudiaba es lo que tiene Los peces rojos que la hacen especial, el suspense de Hitchcock con elementos de Rebecca Recuerda especialmente y el de Siodmark jugaban también con este. Aquí vamos entrando en la evolución enfermiza de las personalidades del protagonista, por una parte el deseo de querer evadirse en lo ficticio para afrontar la realidad y, por otra, el ansia de poseer sin apenas realizar esfuerzo alguno de ella para huir de la miseria y la vida banal que le toca vivir como bailarina de esas revistas de poca categoría con esa primera fila reservada para los "mirones" tal y como se nos muestra. De forma implícita se nos mostraba un reflejo de la pobreza de la época como en Surcos por lo que aunque son dos películas formalmente muy distintas, guardan puntos en común.

La puesta en escena resultaba fresca, abandonando el acartonamiento de los decorados, incluso con un presupuesto menor, lograba sacar partido a los exteriores, uno de los mayores aciertos era mostrar escenas de ese Madrid de los 50 sin tampoco exceder en ello, fijémonos cómo a través de la ventana del despacho del abogado vamos viendo la calle o una tranquila, en aquellos tiempos, calle Alcalá con la librería, el barrio de Embajadores nocturno o las localizaciones en Gijón con una composición curiosa llena de guardias civiles con el tricornio buscando el cuerpo de Carlos. Por cierto, que en la decoración este fue uno de los primeros trabajos de Gil Parrondo, aquí acompañado de Luis Pérez Espinosa

Entre los personajes secundarios destaca la figura del conserje interpretado por Manuel de Juan, está tan aburrido por la nula actividad turística de la ciudad que nos va enseñando sus trucos para aguantar la guardia de noche y nos lo presenta con una boina ya que apenas recibirá visitas, su testimonio a la policía resultará divertido y es que se inventa partes con la justificación que lo tenía que "amenizar". Es un personaje simpático y entrañable que incluso puede llegarnos a recordar, también por ser de Gijón, al de Agustín González en Volver a empezar.

Sé que en este tipo de intrigas más de uno hallará defectos, por una parte pueden encontrar bastante ingenuidad en ella o no considerar creíble cómo puede estar viviendo él o el personaje de la tía que le está pagando una pensión a Carlos desde que nació... Hay hacia el final una ironía que lanza el protagonista y que creo que venía a responder a todo aquel que acusa las novelas o películas ficticias precisamente por lo poco que podían resultar veraces. Fijémonos que incluso antes hay una escena algo surrealista cuando ella está hablando con su amiga y de repente nos muestra un juego de magia en el que de repente esta se convierte en un pavo. Hay que tener en cuenta que por mucho neorrealismo que se quisiera transmitir, no deja de ser cine y quizá esas ansias de querer ver siempre la verdad resultaban una quimera.

En fin, creo que les gustará ver Los peces rojos y una buena muestra de que en el cine español con pocos medios, pero con creatividad se podía también mostrar un gran suspense, escenas simples como la del disco resultaban eficaces para mantener en vilo al espectador, incluso hay una excelente utilización de la escalera en un plano breve nada pretencioso. Es una película que como bastantes policiacos de calidad en el cine español está subvalorada y olvidada, cuando Hugo Pascal nos enseña esa maleta llena de novelas desechadas las cambio en mi mente por la cantidad de títulos que apenas se dan a conocer. Como curiosidad, en el 2003 Antonio Giménez Rico rodó un remake titulado Hotel Danubio producido por José Luis Garci, el objetivo era querer mostrar esa historia con el final sin censura y otra estructuración más acorde con el tiempo, pero mejor no seguir hablando demasiado y que puedan gozarla sin que les destapen la trama.

03/10/2024

Atila, rey de los hunos (The Sign of the Pagan, 1954)




Damos la bienvenida ya a este octubre, época también de nuevos propósitos y entre ellos, claro está, el de seguir viendo buen cine. Ya comenté en julio que por lo que se decía en las redes iba a desaparecer el espacio de José Luis Garci "Classics", la Trece sigue emitiendo películas clásicas la noche de los viernes, aunque suelen ser westerns y superproducciones, antes de cada emisión sale la careta del programa y, mientras preparo este artículo, Juanma de la Poza en Twitter ha desvelado que el programa volvía este viernes pero sin Garci al frente, será Jerónimo José Martín quien lo presentará y ya habrá tiempo para valorarlo porque ni la Trece lo ha anunciado en su web...Mientras, el vacío que ha dejado en la noche de los viernes es tal que uno acude a escucharlo a la misma hora en el espacio de los "Cowboys de medianoche" en Esradio.  

Uno se pone a pensar: ¿Cuál hubiera programado Garci este viernes? en plan Wilder que tenía colgada en su despacho la frase de "¿Cómo lo hubiera hecho Lubitsch?" Personalmente que cada semana toca escoger un tema, y no siempre es fácil contentar, creo que lo mismo hubiese sido Douglas Sirk y alguno de sus grandes melodramas, no creo que eligiera Atila, rey de los hunos de la que se arrepintió de haber rodado y que consideraba uno de sus peores trabajos, es del año 1954 y estaba en la Universal donde acababa de rodar Obsesión uno de sus títulos más exitosos. Pasar a un "peplum" sorprendía, pero en Sirk habría que saber buscar más allá de un simple entretenimiento.


Precisamente fue emitida hace poco por la tarde en Trece en su formato panorámico y una semana después el Toro TV también, aunque aquí la copia era cuadrada para entendernos. No se trataba de suprimir el formato, se rodaron las dos versiones, la tengo en DVD de esta manera, creo que el Blu-Ray sí que la comercializó en Cinemascope. La Universal se sumó al éxito de tal formato y nada mejor que un director como Sirk para explotar aún más la imagen. Pero este no fue el formato que emplearía posteriormente.

Bien, el argumento valga la redundancia habla de Atila, rey de los Hunos, cuando el imperio romano se halla dividido en dos en el siglo V, este acaudilla a todos los pueblos barbaros al norte del Danubio y mientras decide a cuál de ellos atacará primero, sus hombres capturan al centurión Marciano (Jeff Chandler) que lleva un mensaje desde Roma para el emperador de Oriente. En un principio tenia que ser Chandler quien hiciera de Atila, pero este se negó a querer interpretar a un personaje malvado y al final Jack Palance tuvo la oportunidad de bordar uno de sus papeles más famosos.

Aunque se suele decir que el guion era poca cosa y no estaba a la altura de Sirk, creo que era más bien lo contrario, uno de los guionistas Barré Lyndon tenía en su haber magníficos trabajos como el de El mayor espectáculo del mundo, a él se unía el nombre de Oscar Broding habitual en la Universal. Se jugó en apariencia a resaltar el cristianismo frente al paganismo, fíjense que el título original era Sign of the Pagan, la Universal diseñaría un producto para un amplio abanico de público en el que primaría el entretenimiento sin olvidar la concepción artística.

Y es que ver hoy Atila, rey de los hunos, supone uno de los ejercicios más interesantes para quien quiera seguir y analizar la obra de Sirk, desde todo ese cuidado visual tan presente en él o el enfoque atormentado de sus personajes con esos habituales claroscuros cuando nos presenta los diálogos, toda una verdadera introspección psicológica que va desde la desmesura del protagonista hasta incluso mostrarnos su lado comprensible. Incluso lo menos interesante acaba siendo el argumento, lo que realmente uno quiere ver es ese tratamiento y formas que Sirk les daba e ir fijándonos en sus sugerencias plásticas, como ese puñal clavado que refleja la cruz o el duelo entre Atila y Marciano, lástima que para este último Jeff Chandler estuviera tan frío en su papel.

Así pues, no valoren la película por su trama ni las licencias históricas que se dan, piensen que están ante otro de sus grandes melodramas y seguirán disfrutando del oficio del gran Douglas Sirk... Y a seguir pensando cuál programaría Garci la semana que viene...Y qué programan ahora los nuevos Classics... Algún día habrá que hablar de los programadores de las distintas cadenas, sin ir más lejos el pasado lunes en la 2 emitieron por tercera vez Matrimonio a la italiana como homenaje al centenario de Marcello Mastroianni, se ve que el ente púbico no tiene (o no conocen) otra película del magistral actor.

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...