Ya que es el día internacional
de los Museos, hoy vamos a comentar una película ambientada en uno, aunque sea
desde la perspectiva del robo. Su director Jules Dassin decía en una entrevista
que este debía ser incluido entre las bellas artes, lo cierto es que él fue uno
de los impulsores del subgénero de películas de ladrones a partir de su Rififí,
pero también desde un punto de vista desenfadado como es el caso de Topkapi.
El título hace referencia al
Palacio de Topkapi construido por el sultán otomano Mehmed II en 1459 tras la
caída del Imperio bizantino. Los sultanes otomanos hicieron de este su
residencia principal durante 400 años. Se convirtió en museo en 1924 y sus
cientos de salas contienen numerosas colecciones de reliquias, tesoros y joyas
históricas y religiosas.
La película tuvo otro renacer
gracias a que Brian de Palma en su Misión Imposible (1996) se inspirara (o
mejor dicho, copiara) la escena crucial del robo, gracias a ello se volvió a
emitir en numerosas ocasiones por televisión y muchos la conocieron. También
está el hecho de que Christopher Nolan la nombra entre sus preferidas.
Su argumento es el siguiente: Elizabeth
Lipp y su amante Walter Harper se alían para realizar un robo extraordinario:
llevarse del museo de Topkapi, en Estambul, una daga de incalculable valor.
Cuentan con la ayuda de varios compinches que idean un plan para entrar en el
museo sin ser vistos, cosa que sólo se puede hacer a través de la cúpula del
edificio
Tal historia partía de la
novela Light of Day de Eric Ambler que había escrito aquella de Estambul con
Orson Welles y que aparece en muchos sitios como dirigida por él. En su haber
tiene notables guiones como los de Llanura roja (1954), La última noche del
Titánic (1958) o Misterio en el barco perdido (1959).
Para que sus dos protagonistas
ejecuten el robo con garantías, deben recurrir a personas ajenas al mundo de la
delincuencia y limpias de antecedentes policiales: ahí tenemos a un abanico
extravagante de personajes que van desde un acróbata exhibicionista (Gilles
Segal), un inventor (Robert Morley) sin mucho juicio que tiene entre sus obras
una cotorra que va repitiendo lo que se le dice o un cocinero (Akim Tamiroff)
que se emborracha constantemente. Mención especial merece Peter Ustinov en su
papel de Arthur Simon Simpson que se ve envuelto en la banda sin pretenderlo,
el actor ganó su segundo Oscar por su actuación. Todos ellos contrastan con la
inductora del robo, Elizabeth Lipp (Melina Mercouri) que le da a su papel una
imagen frívola comenzando ya por verla en esa psicodélica presentación que Dassin ejecuta con la que fue su mujer y que en alguna copia se suprimía. Por el contrario, el personaje de
Walter Herper (Maximilian Schell) es arrogante y perfeccionista.
Las casi dos horas de duración
de la película pasan rápido, Dassin fue bastante diestro en saber combinar los diferentes
ritmos que se van presentando, toda una primera parte rodada con mucho nervio
en comparación con la meticulosidad en que narra el robo que dura más de media
hora. Ahí Dassin mostraba su habilidad y experiencia como director, pues
Topkapi mezcla perfectamente el estilo americano con el europeo.
A ello se añaden dos factores
que siempre me gusta destacar, por un lado su excelente fotografía a manos de Henri
Alekan: La bella y la bestia (1946), Vacaciones en Roma (1951) El cielo sobre Berlín (1987)... Esta es fresca,
apostaba mucho por los exteriores y mostrar los diferentes ambientes de sus
lugares. Por otro lado, la música de Manos Hatzidaskis no puede reflejar mejor
el ritmo de la película.
Tengo en mi videoteca una serie de películas bien guardadas
a las que suelo recurrir cuando el hastío vuelve con su ejército a dar la lata,
sin ir más lejos esta ola de calor unida a las campañas electorales me provoca
que tenga que buscar alguna solución para mitigar sus golpes, el antídoto tiene
varios nombres y entre ellos brilla el de Billy Wilder: su ironía, acidez,
inteligencia y una visión de la vida donde no dejaba títere con cabeza me
reconcilian con el género humano, bien es cierto que nombres como ellos ya
poquitos o ninguno queda en el cine, pero nadie es perfecto.
Al elegir uno de sus títulos también suelo ir
contracorriente y visionar más aquellos que algunos críticos tacharon de
menores, ahí están ni más ni menos que Sabrina, La tentación vive arriba,
Bésame tonto, Avanti… A más de un director de esos que tanto citan en las redes
como genios ya le gustaría tener el 10% de cualquiera de sus fotogramas. Pensando
también en este blog y en la entrada de esta semana, escojo Sabrina ya que hace un
tiempo hablé de Ariane y así complemento aquel artículo https://nosinlostitulos.blogspot.com/2021/07/sabrina-sabrinay-ariane.html
Sabrina es del año 1954, Wilder llevaba un tiempo sin hacer
comedias, él decía que cuando no las rodaba estaba de mejor humor, en cambio al
prepararlas era todo lo contrario. Fue su última colaboración con la Paramount,
los estudios que le habían dado la oportunidad de ver sus guiones plasmados y debutar en
la realización. El director acababa de rodar Traidor en el infierno y un
directivo le pidió si podía suavizarla para que no se enfadasen los alemanes,
se negó y decidió marcharse. Pero dejó como broche esta película que sigue
siendo una de las más queridas por el estudio de la montaña.
Y es que en Sabrina estaban Humphrey Bogart, William Holden
y muy especialmente Audrey Hepburn en su segunda gran película en Hollywood
tras ganar el Oscar por Vacaciones en Roma.La obra de Samuel Taylor era vista como una buena oportunidad de
afianzar su carrera y se pidió a Wilder que la dirigiera. Este contrató a su
autor para colaborar en el guion, pero se vio absorbido por el trabajo del
director vienés y sus constantes retoques en sus líneas, motivo por el cual
abandonó, dos décadas después Wilder recurrió a otra obra suya, la admirable Avanti.
Wilder entonces decidió contar con un guionista que luego seria considerado de
los mejores, hablamos de Ernest Lehman ( Chantaje en Broadway, Con la muerte en
los talones, West Side Story…)
Wilder quería trabajar con Cary Grant, pero nunca lo
consiguió, esta maldición le acompañaba ya desde sus tiempos de guionista, lo
quería para Ninotchka de Lubitsch, luego para Ariane…En aquellas fechas, Bogart
quería cambiar su registro y acabó aceptando la oferta de protagonizar Sabrina.
Las relaciones entre ellos dos fueron tensas, aunque el actor acabó
disculpándose. Cuando se habla mal de la película siempre sale este tema y que
no era el papel adecuado para él. Siempre he pensado lo contario, no me imagino
a ese Linus Larrabee sin su rostro tan obsesionado con sus negocios con el plástico hecho de azúcar
como perdidamente enamorado o dejando que la Hepburn le moldease el bombín. Aparte de ello, es una buena
contrarréplica a Holden y su personaje hedonista.
¿Y qué decir de Audrey Hepburn que no se haya dicho ya? Buen
ojo tuvieron al elegir la obra, su personaje frágil, dulce, elegante,
aparentemente ingenua, sensible y mucho más inteligente de lo que puede parecer, John Williams (su padre) le aconseja que no intente alcanzar la luna y la envía a París para que madure (la añoranza por la vieja Europa donde está el amor en contraste con los EEUU). Ahí volverá cambiada y dirá que es la luna
la que intenta alcanzarla a ella. Dos frases irónicas que esconden tras de sí que
el amor sincero es una quimera. Ya en los títulos de crédito el punto sobre la
“i” de su apellido es una luna, probablemente está desplazada en la vida, Wilder
se sirve de otra frase en el personaje de su padre el cual ha de reprimir sus
pensamientos al ver cómo están jugando con ella y le comenta a Bogart que ella
no pertenece a ninguna mansión, pero tampoco su lugar es el garaje.
Los esfuerzos de Wilder en conseguir guiones excelentes se
reflejan prácticamente en cada fotograma y en cada diálogo. Si una escena se le
podía ir de las manos recurre a pequeños detalles que la refuerzan. Cuando
Hepburn intenta suicidarse encendiendo los coches del garaje con la puerta
cerrada harta de que David (William Holden) no se fije en ella, estos empiezan
a hacer un ruido musical y desprender unas ondas de humo que hasta recuerdan
esas “Sinfonías tontas” del primerizo Walt Disney, aportan una comicidad que rebajan
la acción que podía ser vista como demasiado exagerada, pero que bien
reflejaban su estado. Pasa lo mismo cuando escribe antes de esto su carta de
despedida, pidiéndole perdón a su padre por suicidarse, tras una pausa, añade
que por favor no vaya Holden al funeral ya que ni siquiera lloraría.
Sabrina es también un perfeccionamiento en el estilo del
director, aquí se aleja en parte del toque Lubitsch, ya saben que el director
tenía colgado un póster en el que ponía:"¿Cómo lo hubiera hecho Lubitsch?". No
obstante hay alguna referencia implícita, en el encuentro con Bogart en la
pista de tenis, ella le dice que pensaba que entraba para negociar su salida,
sin nombrarla menciona que podría ser una opereta vienesa al estilo de El
príncipe estudiante (La cual fue llevada al cine por Lubitsch en su etapa muda), él pregunta cómo acabaría el primer acto y le contesta que
todos huyendo, cantando una canción. Cada vez que la veo, pienso que Wilder
intentaba poner el famoso toque, pero luego abandonaba la idea y lo variaba. En la escuela de cocina, ella se olvida de
encender el horno para hacer el suflé, un barón mayor le cuenta que quien está
verdaderamente enamorada lo quema, pero quien sufre tristezas se olvida de ponerlo en marcha. Más adelante, cuando Hepburn empieza a preparar una cena para
Bogart le dice que va a preparar un suflé, pero no vemos cómo acabará ya que
ella encuentra los dos pasajes a París. Aunque Hepburn parece enamorada de él y
Bogart también, lo cierto es que no deja de ser una incógnita si esos deseos
son sinceros, el suflé nos lo hubiera dicho. ¿Quizá también Lubitsch? A Wilder, por otra parte, no le gustaba mostrar nunca muchos besos en escena y que el espectador tomara sus propias conclusiones,
recordemos el final de El apartamento donde son sustituidos por una partida de
cartas.
Otro aspecto muy cuidado es el escénico, teatro en cine no
suele congeniar si no hay alguien que sepa diferenciar bien los dos lenguajes.
La atmósfera de cuento de hadas funciona con esa luna, esa gran mansión y la
continua aparición de la canción "Isn´t it romantic" con el contrapunto de ella en el
árbol. Su vestuario modesto del principio es, sin embargo, elegante, al igual
que el que utiliza después cuando ya Holden se ha fijado. Con el incidente de
las copas de champán y la retirada en escena de él, ella lo espera en una pista
de tenis y Wilder la sienta donde el árbitro se sitúa. Al entrar Bogart le
comenta que está arbitrando un partido entre dos jugadores imaginarios. Otra
perfecta síntesis de lo que estamos viendo..
Y como en toda película de Wilder no faltan las frases
irónicas que si las pusiéramos todas, aun me quedarían bastantes párrafos para acabar. Hay una que retrata muy bien ese ambiente de tacañería y arrogancia
de los Larrabee, Holden tras haberse clavado los cristales de las copas y ser
atendido por el médico se le pregunta que cómo sabrá si los ha quitado todos.
La respuesta es que recompondrán las copas.
Otro momento que me gusta es el diálogo entre los sirvientes
cuando llegan las cartas de ella, respiran cierta bondad entre ellos, aunque
también cierto chafarderismo. Les interesa sobre todo que se haya olvidado de
David, en un correo dice que ha roto su foto y todos dicen: "Eso es bueno". Pero
acto seguido en otra línea, pide que le envíen cinta adhesiva a lo que
contestan: “Eso es malo” Así era Billy Wilder, síganme el consejo y recurran
frecuentemente a sus películas en estos tiempos tan mediocres.
Semana mala para los clásicos europeos en Filmin, la sección
de “últimos días” nos entristecía con una larga lista de películas que iban a
desaparecer del catálogo. Algunas, por suerte, las teníamos en DVD, pero otras
ni están ni se les espera, por lo que la única manera de acceder a ellas es
mediante esta plataforma, ni TVE, ni la TRECE programan cine europeo en sus
espacios cinéfilos, quién sabe si hasta puede ser haber sido nuestro
último visionado en más de una, algún día ni los programadores las conocerán…
Tal sección contrasta con la de “últimas subidas” donde van
apareciendo clásicos que ni siquiera ellos los publicitan, mezclados con
estrenos que pasaron desapercibidos .Mientras los repasaba, me llamó la
atención una película española del 2012 llamada Última sesión y vi que en la
carátula aparecía Paco Morán. Al ser el año de su fallecimiento pensé en un
primer momento que se trataba de un documental, pero no, es un modestísimo film
de un director que entonces debutaba y que no continuó después llamado Francesc
Páez y que narraba la última noche en un cine ubicado en Mataró.
Paco Morán, como ya sabrán, fue un hombre de teatro, sus
incursiones en el cine se dieron más bien en papeles secundarios, algunas en
películas con renombre, desde clásicos patrios como Los cuervos de Julio Coll,
Rey de reyes de Nicholas Ray, El valle de las espadas de Javier Setó…Su
popularidad le vino en los espacios teatrales de TVE. En los 70 se fue
a vivir a Barcelona donde se convirtió en uno de los rostros habituales de la
cartelera de la ciudad condal, incluso ya en su etapa final saboreó el éxito
como pareja artística de Joan Pera.
Ignacio F. Iquino intentó que Morán se dedicase más al cine
en los 80 y rodó dos comedias con él de protagonista: Un millón por tu historia
y Dos pillos y pico. Pero el público prefería verlo en la escena, el cine
español estaba cambiando y aunque Iquino era todo un maestro en encontrar
fórmulas comerciales, aquí no la encontró. Para volver a verlo en la pantalla
grande tuvimos que esperar a una “superproducción” catalana de Francesc
Bellmunt, Monturiol, el señor del mar donde de nuevo aparecía brevemente.
La intervención del actor en Última sesión (2012) fue gracias
a que un día su director, que entonces estaba de empleado donde Morán llevaba
el coche a lavar, se atreviera a presentarle un guion. Lo leyó en un día
y le dijo que adelante, ni siquiera cobró y dejó su casa para ensayar, según cuenta Francesc Paez: Era muy generoso (...), lo hacía todo fácil, más fácil para los demás. (...) Él tenía muchas ganas de hacer algo dramático" Su papel
era el de Mauri, un acomodador cuya vida se desvanece al cerrar el cine en el
que ha estado trabajando durante 40 años, junto a él discurren otras vidas como
las de Teresa, la mujer de la limpieza; Bruno, el proyeccionista; Carol, la
boletera que sigue enamorada en secreto de este…
Es una película sencilla hasta el extremo, el guion
no acaba de coger fuerza hasta prácticamente la mitad, cuando no está Morán
pierde, pero con esto no quiero decir que esté mal, incluso valoro
positivamente que en apenas 78 minutos se cuenten las otras historias de los
demás, aunque sean más bien pinceladas, especialmente me gusta el personaje de
Teresa y sus silencios. Es de destacar el uso que hace de la noche, casi como
una metáfora de ese mundo aparte de reloj parado que es esa sala. Desprende
cinefilia con conversación en la que él recuerda el estreno en 1953 de Los
sobornados, un cartel de Jennie en las escaleras, las hojas del guion de la
historia de la sala para que pueda ser una película…
Va caracterizado como un acomodador clásico, recuerda
cuando iban los críos y tenía que poner orden, el niño al que le dejaba colar a
cambio de una piruleta…Es incapaz de hacer frente a la nueva situación y se
emborracha, con su periquito mantiene conversaciones en las que desprende
cierto hartazgo de la vida. La emotividad del filme se va intensificando, aunque
desde una barrera algo gruesa, no provocará lágrimas, se distancia aquí del esquema de Cinema Paradiso
Rodada en el 2007, tardó hasta cinco años en estrenarse y
fue en un mes de agosto, unas semanas antes había fallecido el actor y su estreno fue concebido como un homenaje póstumo en el cine Alexandra, ya sabemos que en este país uno ha de morir para que te rindan algunos honores. Sin querer, fue la
verdadera última sesión con Paco Morán, aquí bien lejos de hacernos reír, como
si viéramos en su rostro también el reflejo de lo que serían estos últimos años donde multitud
de salas han cerrado, la pandemia ha originado un antes y un después y el cine,
tal y como lo hemos conocido, agoniza.
Échenle un vistazo si pueden, Última sesión no pasará a la
historia del cine, ni es buena ni es mala, fue un intento loable por parte de su
director de querer homenajear esas salas que llevamos dentro y que los más
jóvenes no podrán nunca recuperar porque no tuvieron la oportunidad de conocerlas.
Puestos a celebrar el cumpleaños de Shirley McLaine, algo
que gusta hacer en este blog al igual que reivindicar películas que pocos
citan, hablamos esta semana de Mi dulce geisha del año 1962, buena fecha para
la actriz que acababa de protagonizar El apartamento de Billy Wilder o La
calumnia de William Wyler. En este caso la dirigió Jack Cardiff, otra debilidad
de quien escribe.
Pero del Cardiff realizador no destacan demasiado sus
títulos, se centró sobre todo en el género de aventuras y de acción. A esto hay
que añadir que Mi dulce Geisha es más una obra de productor, en este caso de
quien fuera el marido de McLaine, Steve Parker, aunque este no se dedicó mucho
al cine. La bibliografía de la película es escasísima y los datos son algo
confusos, parece que controló bastante el rodaje y fue quien eligió al director
ya que lo admiraba.
Fue un matrimonio peculiar, él vivía y trabajaba en Japón
por lo que es de suponer que la película guarde alguna que otra analogía con su
vida privada. Se veían en contadísimas ocasiones y tuvieron una hija, más tarde
se supo que habían roto por descubrir ella que Parker tenía relaciones con una
jovencita nipona, incluso se apropió de su cuenta corriente para abrir otra a
nombre de su novia. La actriz llevó mucho tiempo este sufrimiento en silencio, el divorcio no se consumó hasta 1982 y según
cuentan todo esto empezó a ocurrir en 1961, precisamente mientras se rodaba Mi
dulce Geisha.
La elección de Cardiff, el cual se atrevía con la comedia
por primera vez, no desentonó y es de sus mejores trabajos en esta faceta. Ayudó mucho que la Paramount recurriera en el
guion a Norman Krasna, un todoterreno capaz de adentrarse en todo tipo de géneros,
había llenado las arcas del estudio de la montaña con Navidades Blancas y
acababa de tener un éxito con el guion de El multimillonario, aquella comedia
con Marilyn Monroe y Yves Montand dirigida por Cukor de estilo similar a la
presente.
Precisamente, se recurrió a Montand para que protagonizara
la película, entre los secundarios tenemos al mítico Edward G. Robinson
haciendo de productor y a Robert Cummings en un papel de galán caradura. Con el
toque Paramount encabezado por el vestuario de Edith Head reunía todas las
cualidades para conseguir una buena comedia, pero el público no la retuvo con
el tiempo, por suerte la Paramount la recuperó en DVD en el 2006, aunque
posteriormente con la crisis del sector no ha vuelto a aparecer. En las
plataformas tampoco la he visto anunciada.
Probablemente, ciertas corrientes la tilden injustamente de
machista y obsoleta, por eso la quiero defender. Es un buen retrato de lo que
es la vida de un matrimonio dedicado al cine y sus respectivos egos, él (Paul) busca su éxito personal sin que le digan que es porque sale su
mujer, y ella (Lucy) se toma mal que busque otra actriz para su obra más íntima, una versión de Madame Butterfly rodada en el mismo Japón, por lo que
se las ingeniará para disfrazarse de geisha y engañarle. Esos rasgos negativos
quedan bien definidos, por igual, en ambos.
A pesar de las ingenuidades inevitables que van saliendo, ya
se sabe que no es fácil creerse que engañe tan fácilmente a su marido, el guion
salva bastante las dificultades, sabe dosificar bien las escenas, no abusa de
cierta comicidad fácil con los equívocos y recurre a alguna que otra escena dramática (cuando el
personaje de Bob Cummings entra solo en la habitación de ella), aunque acabe resolviéndose con humor y optando por el humor blanco. Por otra parte,
hay ciertas referencias a las nuevas corrientes cinematográficas, ella suelta
que bien una estrella puede hacer el papel y que se tendrá que comer sus palabras con salsa "Nouvelle Vague" lo de que tiene que ser una desconocida.
La comedia hasta entonces se desarrollaba en estudios, aquí
aunque sea con el pretexto de que tiene que rodar en Japón, se escapa de ese
modelo y apuesta por los exteriores tal y como reivindicaban Godard, Truffaut y
compañía. Por otra parte, se analizan las personalidades de los productores, le
dice Edward G. Robinson a ella que es tan deshonesta que acabará produciendo. Lo
estudios se niegan a que un director haga una película de autor y reclaman el
nombre de ella, de no ser así la financiación será escasa, sin poder
utilizar el color y recortando bastante, aunque él sea un director con
cierto nombre, no se confía en su habilidad por sí solo, el deseo de Montand es romper esa barrera de una vez. Hay también cierta
autocrítica hacia la supremacía estadounidense, McLaine necesita unas lentillas
para hacerse pasar por geisha y el productor le comenta que habrá que
encargarlas en los EEUU, ella
sorprendida comenta que es en Japón donde se inventaron.
En un diálogo, Montand cuenta que la cámara tanto agranda la
verdad como la mentira, y en Mi dulce Geisha viéndola sin prejuicios sabe
enfocar muy bien lo que es un matrimonio enamorado, pero incapaz de asumir sus
roles independientes. Cuando él se marcha a rodar se recurre a un beso
apasionado entre los dos bastante bien filmado que contrasta con las
reflexiones de que quiere triunfar sin depender de su esposa, ella por otra
parte le tiene mucha confianza, quizá aquí sí que el guion resulte algo
estereotipado, aunque por otra parte no hace sino reflejar e intensificar la
fragilidad de su personaje. Sin querer desvelar finales, a ese juego de saludos
y reverencias mientras hablan se le puede exprimir bastante, la concepción del
cine como mentira queda bien definida, sin olvidarnos de que en la vida real tampoco
había sinceridad como he comentado antes a pesar de que no supiéramos nada. Tenía razón él y la cámara enfoca los dos polos opuestos.
Les recomiendo que si la encuentran, la vean. No se queden
con una primera visión y también disfruten de su calidad técnica. Ese cuidado hollywoodiense
que aun perduraba, pero que se iba extinguiendo y afectando seriamente al género
de la comedia, reflexionen sobre ese cine dentro del cine y deléitense con esas
bellas arias de la ópera Madame Butterfly (casi es como si vieran otra película
dentro de esta) y muy especialmente de lo gran actriz que siempre ha sido
Shirley McLaine que sabía darle esa sensibilidad tan exquisita a sus personajes.
Cada 16 de abril se recuerda el nacimiento de Charles
Chaplin, quizá no seamos ya tantos, pero es una buena oportunidad de
reivindicarlo para que, quizá en un futuro, vuelvan a ser, por lo menos, algunos
más. Y aprovechando la efeméride, conviene recordar también sus obras menos valoradas como ese Monsieur Verdoux de 1947.
Su visionado sigue resultando extraño, se dice que fue la
primera vez que eliminó claramente a su inmortal personaje de Charlot, pero, personalmente,
cada vez que la reviso, lo sigo viendo. Es igual que Chaplin apareciera ahora
con un bigote real y engominado, que no llevara el bombín y que lo viéramos con
mediana edad, atildado y cínico. Ya no es el clown, es un asesino de mujeres
acaudaladas, y sin embargo, nos sigue haciendo reír, incluso hasta provocar la
carcajada. Nos hará también llorar como en sus películas anteriores, le
compadeceremos y nos quedará cierto nudo en la garganta al final.
Chaplin se fijó para esta película en una idea de Orson
Welles y se la compró, se trataba de un documental sobre la vida del famoso
asesino Henri Desiré Landru (en los 60, Claude Chabrol realizaría una película
sobre él) que mataba a señoras ricas con el arte de la seducción. Según se
cuenta, este Barba Azul estafó ni más ni menos que a 300 y mató a 11.
El Chaplin de los 40 en EEUU estaba siendo víctima de una
persecución, había pasado de héroe a villano, sus ideas políticas o su vida
privada le hicieron entrar en esas listas negras de las que difícilmente se
sale. Monsieur Verdoux fue vista como todo un recital de lo que estaba
padeciendo, se llegó incluso a boicotearla en determinados cines y presionar a
la United Artists que no la distribuyera. El resultado fue un sonoro fracaso
comercial y la crítica tampoco le acompañó mucho, de nada sirvió que la
burguesía a la que retrataba fuera francesa y no estadounidense. Sin embargo, en
Europa pudo rehacerse algo, curiosamente en España se estrenó y sin retraso,
aunque me imagino que algún que otro corte habría… Por cierto, doblaba a
Chaplin el actor Félix Fernández (En la edición del DVD es Carlos Revilla) y en los carteles ponían “Charlot” como si
fuera otra más, por lo tanto, mi visión no está tan desencaminada.
Decía Josep Pla hablando del cine que “las personas que
llegan a comprender algo suelen tener una imaginación galopante y viva. Éstas
suplen los baches muertos inexplicables de las películas con elementos sacados
de su propio caletre, de sus lecturas y de su sensibilidad supletoria. (…).Las
personas que tienen la capacidad de explicar las ligeras sugestiones que
reciben como si fueran realidades de peso suelen ser grandes aficionados al
cine”
No sé, quizá eleve mi imaginación al seguir viendo al
vagabundo del bombín y bastón en cada fotograma de Monsieur Verdoux, su genial
uso de las elipsis consigue que no quede tanto en la retina la maldad del
personaje, apenas le vemos matar. Por el contrario, es meticuloso cuando este
no logra sus fines, o bien por ser un patoso (intento de matar al personaje de
Martha Raye) o por piedad (La joven recién salida de la cárcel a la que considera
víctima). Incluso se atreve a rescatar a una oruga, mientras en el fondo el
crematorio sigue activo desde hace tres días para pesar de los vecinos, y naturalmente
de la propia víctima y familiares…
Verdoux, asimismo, como Charlot, se desvive por las normas de
la buena educación, en más de una secuencia nos remitirá a varias de sus
películas, con la diferencia que aquí lo que predomina es un humor negro, ácido
y una falta de confianza hacia la humanidad absoluta, en su manera de contar el dinero se resume bastante lo que es la vida. Mucho se comenta la
escena del sacerdote del final a la que se tilda como atea, no creo que sea
así, más bien es una evolución negativa del mensaje de El gran dictador en el
que citaba el capítulo 17 del "Evangelio" de San Lucas: “El Reino de Dios no está
en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres” a lo que Chaplin seguía con: "Vosotros, los hombres, tenéis el poder. El poder de crear máquinas,
el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa, y
convertirla en una maravillosa aventura” Aquí antes de ser guillotinado, confiesa
que está en paz con Dios, que su conflicto es con los hombres y enseguida
pensamos en la caza de brujas o en ciertas "Ligas" que hablaban en nombre del orden
y la decencia
Otro momento para recordar es cuando es presentado en el
juicio como el mayor asesino y peligro de la humanidad, la cámara le enfoca, él
se gira atrás. El público en la sala seguramente reiría y luego como en "La
codorniz", temblaría. Chaplin sabía perfectamente que nos estaba mostrando el
juicio contra él, o contra Charlot como prefieran y no contra Verdoux, incluso es él mismo quien se ofrece a ser
detenido. La tesis antibelicista y anticapitalista que lanza es casi lo de
menos, hay que entenderla en el contexto de la hipocresía de esa humanidad que
solo piensa en los números. Charlot condenado y de camino a la guillotina es
una de las escenas más impactantes del séptimo arte, hasta nos olvidamos de que
la película empieza con él hablándonos ya muerto.
Hace ya unas semanas se puso a la venta el libro Our Betters,
promovido por el programa de radio "Cowboys de medianoche" que conduce Luis Herrero y en el que colaboran José Luis Garci, Eduardo Torres-Dulce y Luis Alberto de Cuenca. Más de 800 oyentes, incluido servidor, han votado las que para ellos son las mejores películas, aunque la intención inicial,
por lo que había entendido, era más bien elegir aquellas por las que sentías
más cariño y no tanto por la calidad. La ganadora ha sido El padrino, algo que
se esperaba por los comentarios. Por cierto, antes de continuar, el título hace
referencia a una película no muy conocida de George Cukor de 1933, la cinefilia
de Garci no tiene límites, la traducción sería “nuestras mejores”.
Hace ya ocho años que el director publicó Las siete
maravillas del cine y que incluía también votaciones de oyentes y gente famosa. Todo viene movido por la
publicación cada diez años de la que se suponía, hasta hace unos meses, “la lista canónica” en la revista británica "Sight and Sound". Esta salió por primera vez en 1952, imponiéndose Ladrón de bicicletas de De Sica, luego cedió el puesto a Ciudadano Kane de Welles
que se mantuvo líder desde 1962 hasta el 2012 cuando Vértigo de Hitchcock le arrebató el
puesto. Vino el 2022... y la ganadora fue Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce,
1080 Bruxelles dirigida por Chantal Akerman, película que la mayoría de
mortales ni había visto, ni conocía, todo un apaño movido por ciertas corrientes políticas que ha perjudicado la
fiabilidad de este tipo de encuestas y que incluso ha dañado al propio filme alabado
y bendecido como el mejor de la historia.
Quzá por eso, la aparición de Our Betters, aunque nada tiene que ver con el bodrio perpetrado por la publicación británica, no me entusiasmaba tanto, pero me ha encantado leer las listas de los que han votado diferente, Cuenca con El príncipe valiente, por ejemplo. Como decía antes, bien escuché que había que votar más con el corazón que con la cabeza y la idea
la vi fabulosa, para qué queremos más listas de películas canónicas. El
mismo José Luis Garci sacó hace dos años un libro original llamado Películas malas
e infravalorados, todo un homenaje a aquellos films, actores, directores, etc.
que por una serie de circunstancias no están en el Olimpo de los cánones, les
recomiendo su lectura. En la portada teníamos, excelentemente escogida, la carátula
de Los insaciables de Edward Dmytrick, aquella introspección del mundo del cine
con George Peppard y Carroll Baker, si no recuerdo mal fue la última de Alan
Ladd.
Hace una semana les hablaba de Una cuestión de vida o
muerte, pues esta la puse en la lista de Our Betters que envié porque dentro de
mi cinefilia me supuso un impacto, era la primera vez que veía una película en
Technicolor en pantalla grande y aparte de esto era una obra maestra. Al elegir las quince, pensé en algún motivo, pero es evidente que después de muchos tachones, hay algunas que me es imposible quitar.
Quizá este mundo de las listas necesite de un libro donde realmente votemos películas no tanto por la calidad, sino porque nos iniciaron en esto de ver cine. No necesariamente han de tener cinco estrellas, ni cuatro, ni tres... Hoy voy a citar cinco de esas que no
aparecen por ningún lado y que bien podrían ir a parar a algún libro de estos que reivindico. Animo, pues, a su confección próxima y que dejemos
en paz a El padrino o a 2001 al menos por un momento ¿Alguien las vio cuando era adolescente y se hizo cinéfilo con ellas? Yo no, la primera a los 20 y la segunda con 15 sin entender mucho, más bien la aguanté porque la concebí como si fuese Fantasía de Walt Disney, quedaba muy bien acoplada la música clásica a las imágenes.
Después de hacer amigos con esto último, comienzo por una cuya marginación ha ido "in crescendo", hablo
de La vuelta al mundo en 80 días, fue la primera película que vi en el cine, fue una reposición de verano y
yo apenas tendría 5 años, fue en el Cine Bailén de Barcelona. Se me quedó
grabada la música de Victor Young, no iba mal encaminado ya que este músico ha
escrito para películas que ahí sí pondría la máxima clasificación: El hombre
tranquilo, El mayor espectáculo del mundo, Raíces profundas, Johnny Guitar…A
pesar de mi corta edad, pondría la mano en el fuego que algo se me quedó. Saul Bass nos la resumía en unos créditos que son una obra de arte.
Otra que nunca aparecerá: El tulipán negro, por cierto, que
sirva, aunque tenga un papel secundario, de pequeño homenaje a Laura Valenzuela. Era
como el Zorro en época de la Revolución Francesa, a Delon le gustaba tanto
ponerse el antifaz que hasta hizo otra ya con el nombre del raposo.
Entretenida, simpática y de paso una lección de historia, aunque fuese con
calzador. De nuevo la música se me
quedó en la cabeza con esa marcha que ahora algún entendido dirá que es música
popular (como si eso fuera malo),
Otra, y sigo con el cine de aventuras :Los piratas de las
islas salvajes. Al director Ferdinand Fairfax no lo conozco mucho, pero entre
sus guionistas estaba John Hughes, todo un icono de mi generación. Tenía también
una banda sonora muy pegadiza de Trevor Jones, escucharla me evoca cuando se
ponían películas de este tipo por televisión los sábados por la tarde. En el
reparto había un Tommy Lee Jones siempre efectivo que compensaba la insipidez
de Michael O´Keefe, pero era algo que no teníamos muy en cuenta… Que conste que
estas son las tres primeras que me han venido, pero no es casualidad que te salga el género de aventuras cuando piensas en películas menospreciadas, algo a lo que se ha unido el mundo de las bandas sonoras, ahora los iluminados nos
dicen que la música en el cine no se ha de notar, ya no hay grandes obras
sinfónicas y los nombres de los compositores que antes nos sabíamos de memoria,
ahora pasan con más discreción que el asistente del fotógrafo.
Pero dejemos el cine de aventuras, me ha salido una
españolada y concretamente con Alfredo Landa: Los días de Cabirio. Antaño se ponían
estas películas a todas horas por televisión, ésta en concreto siempre me pareció de las más
divertidas, me recordaban en casa que esto de Cabirio era porque había una con
Giulietta Massina, aquello me picó la curiosidad. Sin embargo, la película de
Fellini estaba secuestrada por un problema de derechos, así que me tocó compadecerme
de Cabirio bastantes veces antes de descubrir el gran clásico. Confieso que me
reía, pasaba una hora y media volando. Menos mal que Betriu nos enseñó que se podía seguir haciendo lo del "landismo" en los 90 con Sinatra, un título que bien podía haberlo puesto aquí. Repasándola después y
viendo que en el guion estaba Juan Miguel Lamet (tan exigente en el ¡Qué grande es el cine!...) no sería tan mala…
Y ya por acabar, sigo con el cine español, y me voy a la "Trilogía negra" de Rovira Beleta... Pues si, es una trilogía y perdonen la redundancia.
Yo la voté en la lista de los "Cowboys", pero solo me han puesto la primera que
es Hay un camino a la derecha, o sea que si van a la última página y la ven con
un voto, ya saben de quien es... Tomo prestadas unas palabras de José Luis
Borau en el funeral del director barcelonés que decía que con su cine “nos dimos cuenta de
que se podrían hacer películas de acción y montaje brillantes de concepción y
realización, lo que nos dio confianza a todos los que vinimos detrás de él” El
expreso de Andalucía y Los atracadores completaban el tríptico. Me gustaba ver
ese cine rodado en las calles de mi ciudad con tanta fuerza dramática, creo que
no hay un documento que muestre mejor cómo era el puerto... Un director, Rovira
Beleta, que amaba el cine y su ciudad, pero que los Ayuntamientos que hemos tenido y padecemos, ya sean de
color rosa, convergentes o colauitas, no se han dignado a dedicarle una calle o
espacio y eso que no paran de cambiar placas…
Echemos una mano a este cine que nos entretuvo tanto... De lo contrario, ya han visto lo que ha pasado en "Sight and Sound"...
Aprovechando que estos días la Filmoteca en Barcelona está
dedicando un ciclo a Michael Powell y Emeric Pressburger, hablaré de una de sus
películas más cautivadoras, probablemente mi favorita de ellos, se trata de Una
cuestión de vida o muerte. La descubrí en el desaparecido (y añorado) Cine
Casablanca de la ciudad condal un mes de agosto, venía publicitada por
Martin Scorsese que había colaborado en la maravillosa restauración de esta y
añadía una frase publicitaria suya en el cartel que decía: "Una romántica, atrevida
y hermosa fantasía alegórica".
Quien haya conocido el cine Casablanca se acordará de sus
reducidas dimensiones, en aquellos tiempos no proliferaban tanto las multisalas
y estábamos acostumbrados al glamour de la gran sala, por eso no lo tenía yo entre mis preferidos,
pero su programación era buena. Digo esto, porque ver A matter of life and death
ahí engrandecía milagrosamente la pantalla.
No era para menos, la película comienza con una secuencia de
lo más emocionante y sensible que se haya podido ver, el personaje interpretado
por David Niven, un aviador británico llamado Peter Carter está a punto de
estrellarse, sabiendo que es su final, mantiene un romance por línea con la voz femenina
(Kim Hunter) que le atiende a su llamada de socorro. Sin embargo, logra
salvarse, aunque un enviado del más allá le dice que está entre la vida y la muerte,
que si quiere sobrevivir, tendrá que defender su caso ante un tribunal
celestial. Simultáneamente a este hecho sobrenatural, vemos a unos médicos en el
quirófano atendiendo a Peter de una lesión en el cerebro.
Esta contraposición entre el mundo real y el imaginario está
formulada de tal manera que resultan verosímiles los dos, el hábil guion
incluye algunas trampas para que no descartemos si lo imaginado es real, escenas
como una pelota de golf que de pronto se para, la partida de ajedrez, la
lágrima deportada en una rosa…. Pero más allá de esto, también hay que
preguntarse si esta alegoría sobre las relaciones humanas, más allá de leyes, pudiera
ser verosímil o bien es la gran utopía que solo en sueños (o en el cine...) es factible.
La película fue un encargo de la "Film Comission" a ambos directores con el fin
de mejorar la relación entre ingleses y norteamericanos, curiosamente ambos
habían desatado las iras del mismo Churchill con El coronel Blimp, una visión
de la casta militar británica cuya difusión intentó prohibirse.
El mundo terrenal era presentado en un abigarrado
Technicolor (¿Cuándo se reconocerá que este ha sido uno de los grandes inventos
del séptimo arte?), mientras que el cielo era en blanco y negro. Sobre esto hay
varias teorías, que van desde el presupuesto o a querer apostar por la
felicidad terrenal. Al cielo se va por una escalinata que nadie que vea la
película ya la podrá olvidar, si tuviera que elegir 10 escenas de películas en una de esas listas que tanto preguntan ahora, esta entraba seguro en las mías.
El enviado del más allá estaba interpretado por Marius
Goring, amanerado noble francés que había sido guillotinado, sus diálogos son
muy sarcásticos y de pronto lanza que echan en falta ese color ahí arriba. En
ese cielo, que uno se imagina como un paraíso de ángeles celestiales,
resulta que son más burócratas que en cualquier oficina que hayamos ido, su
decoración equivale más a una ciudad futurista, gigantescos decorados, composiciones
geométricas que deberían estar expuestas en cualquier museo de arte
contemporáneo... Y la ironía sigue, por ejemplo, hacen acto un grupo de aviadores
norteamericanos muertos en combate que se ponen a buscar una máquina de
Coca-Cola.
Por cierto, que la fotografía corresponde a Jack Cardiff, otro
nombre del que en más de una ocasión he hablado y que merece ser recordado entre
los grandes.
La película es fácil de encontrar, la tienen en Filmin (aunque
no en la copia restaurada), la copia buena está en Amazon y en FlixOlé,
también la tienen editada en DVD y Blu-Ray (copia remasterizada). En España se estrenó el 1-12-52, concretamente en Barcelona
sin demasiado éxito, en Madrid tardó tres años más y fue en verano,
concretamente el 1-8-55.
De verdad, véanla bien tranquilos y acérquense a la
filmografía de estos dos genios, como decía Bertrand Tavernier, nunca hicieron
una película igual.