Ya que en este mes se estrena la quinta y esperada entrega
de Indiana Jones, no está de más recuperar películas en las que se inspiraran
Lucas y Spielberg para la confección de su personaje, una de las más llamativas
es El secreto de los incas de 1954 dirigida por Jerry Hooper y con Charlton
Heston de protagonista que interpreta a Harry Steele, un aventurero que quiere
llegar a la ciudad legendaria de Machu Picchu para hallar un tesoro.
Se trata de un filme de aquellos que se suelen agrupar como
de “serie B” en un sentido más bien peyorativo, probablemente la abundancia de
este tipo de producciones provocó la subvaloración de muchos de ellos. Era un
cine popular, muchos rellenaban las tardes de los cines de barrio y
posteriormente se programaban con frecuencia en las tardes del fin de semana de las televisiones. Mucha gente las conserva en la memoria y con grato recuerdo, la
aparente sencillez y sus pocas pretensiones proporcionaban una fácil
aceptación.
Cuando Spielberg rueda En busca del arca perdida cuenta con
un gran presupuesto, un guion muy elaborado, abundancia de efectos especiales y
amplias pretensiones artísticas y comerciales, no sería correcto, obviamente, decir que son dos películas comparables. Sin embargo, George Lucas cuando construye
el personaje bebe de todas estas producciones, a ello se suma la estética
“cómic”, la cultura pop, los "Pulp magazines" de los 30 como "Doc Savage" y no
tanto tener referentes literarios como pasaba con el gran cine de aventuras de
los 40 y 50. A ello se suma la conjunción del lenguaje cinematográfico con el
del videojuego.
El vestuario de Indiana lo dibuja Jim Steranko, dibujante de cómics como "Nick Furia" con la premisa por parte de Lucas que se pareciera al Humphrey Bogart de El tesoro de Sierra Madre, pero el modelo acabó siendo claramente el
personaje de Charlton Heston, o sea una chaqueta de cuero marrón, sombrero de
fieltro y pantalones color canela. Cabe apuntar que ya el actor había utilizado
una ropa parecida en El mayor espectáculo del mundo, película recientemente
homenajeada por Spielberg en Los Fabelman. No es solo este el detalle con el
que coinciden, sino la escena final de El secreto de los incas (spoiler) cuando
él entra en el templo y halla por los rayos el lugar del disco de oro, algo parecido
ocurría en En busca del arca perdida cuando Indy encontraba el arca gracias a
un rayo de luz.
Spielberg y Lucas consiguieron en su momento romper la
taquilla con su fórmula, pero es injusto decir que solo pensaban en los más
jóvenes, precisamente estas reminiscencias consiguieron que público de todas
las edades llenasen los cines y que la industria siguiera. De Indiana salieron
otras réplicas, algunas de considerable calidad como aquellas de Tras el
corazón verde o La joya del Nilo, también el director olvidado J Lee Thompson rodó
una nueva versión de Las minas del rey Salomón con la misma estética o
incluso conseguir que Chuck Norris fuera un aventurero en El templo del oro. El
cine italiano que ya estaba en crisis se dedicaba en los 80 a copiar las
películas estadounidenses de éxito, acuérdense de aquella saga interminable de
Karate Kimura, Bud Spencer intentando entrenar a otro Rocky en Bombardero y
curiosamente para copiar a Indiana Jones recurrieron también a la película
interpretada por Heston y rodaron El secreto del imperio de los Incas.
Volviendo a la película de Hooper, este fue un director
artesano de la Paramount especialmente, había trabajado con Heston en El
triunfo de Buffalo Bill (1952) o La guerra privada del Mayor Benson (1955). La primera
era otro western B al que el actor le daba energía y en la segunda conseguía
que cambiase de registro y lo viéramos en una comedia, género poco
frecuentado por él. En este 2023 que estamos en el año de su centenario
reivindico totalmente su figura, bastante eclipsada mediáticamente por su papel
en la "Asociación Nacional de Rifle" estadounidense, pero que olvidan el papel del actor en la defensa de
la raza negra y la ayuda que prestó a directores sin presupuesto como Sam
Peckinpah en Mayor Dundee o Orson Welles en Sed de mal.
Heston concibe el personaje de Harry Steele de una manera
muy interesante, el guion nos omite su pasado, tenemos que pensar que es un aventurero bien dotado culturalmente, pero con escasos medios económicos
para poder conseguir sus metas y que tiene que hacer de guía. Se podría caer en la fácil tentación de decir
que es machista, de hecho hay algunos momentos que así nos lo harán parecer, pero
a la vez es comprensible y atento interiormente a los problemas de ella. Crea
un personaje frío expresamente, se aleja del prototipo de aventurero romántico de
otras compañías como podría ser el Errol Flynn de la Warner, el Tyrone Power de
la Fox o el Stewart Granger de la Metro. Seguramente estamos ante un perdedor, su
personaje está más cerca de Hemingway.
Curiosamente, la protagonista también se aleja del estereotipo
de estas producciones, a excepción del habitual toque anticomunista, ella ha
huido de Rumanía y busca entrar en los EEUU… Compone otro personaje algo
distante que no empatiza, pero no por una mala actuación, sino porque así se ha
pretendido. La actriz era la francesa Nicole Maurey con una filmografía
también sorpresiva en la que llegó a trabajar ni más ni menos que con Robert
Bresson que rechazaba a los actores profesionales, la dirigió en Diario de un
cura rural. Su carrera posterior en Hollywood fue bastante irregular.
Y entre los secundarios el mítico Thomas Mitchell, aquí de
villano y cumpliendo. Por otra parte, tenemos a Robert Young como el arqueólogo
Stanley Moorehead, personaje plano en contra de aquel Donovan como rival de
Indiana. La que logra empatizar y esta vez requiriéndolo el guion es Yma Sumac
y las canciones que va interpretando. Afirmaba ser descendiente de los
emperadores incas, ya que el apellido de soltera de su madre, Atahualpa, era el
mismo que el del último gobernante inca. Sumac acostumbraba a vestir túnicas coloridas con oro
y plata para transmitir la imagen de una princesa. Controversias posteriores negaban esto y que todo se debía a montajes comerciales, pero aquí que somos fordianos, siempre nos quedaremos con la leyenda. Fue homenajeada por los Coen
en El Gran Lebowski utilizando varios de los temas que interpretaba.
Otra característica que la convierte en una película
recomendable es que sabe dosificar su presupuesto modesto, hay dos partes bien
diferenciadas, una primera que nos recuerda más al cine negro, escenas de tono
oscuro entre Heston y Thomas Mitchell con una mesa de billar de por medio y
otra segunda ya entrada la mitad del metraje más vistosa en cuanto el color y
los paisajes, uno de sus atractivos radica también en los atuendos de los descendientes
de los incas, no en vano ahí está el trabajo de Edith Head. La historia del
film fue escrita por Sidney Bohm capaz de elaborar producciones modestas como
Cuando los mundos chocan, El salvaje (también con Heston), o irse al cine negro
como con Los sobornados o Sábado trágico. Otro guionista fue Ronald MacDougall,
otro todoterreno que tenía en su haber Objetivo Birmania, Cuando ruge la marabunta
(otra con Heston) o la mítica Cleopatra de Mankiewicz.
Acabando ya el artículo, no puedo dejar de sentir cierta
nostalgia hacia este tipo de cine tantas veces calificado de ingenuo, pero con
un atractivo innegable y bien cuidado en todos los aspectos. Seguramente a los
más forofos del cine de Spielberg y Lucas les sabrá a poco, pero es necesario conocer
las raíces de su cine. Por desgracia, El secreto de los incas no es fácil de ver en una copia decente, salió editada en DVD en España en una colección diseñada por el Corte Inglés con el nombre de CineClub y editada por Paycom Multimedia, la cual ya será difícil hallar. Esta presentaba una imagen mejorable, algo distorsionada (parecía que Heston había engordado para el papel...) seguramente debido a que era la copia televisiva, aunque por lo menos la imagen no era borrosa. No suele estar programada en las distintas televisiones, ni tampoco aparece en plataformas, si van por Youtube posiblemente la encuentren... En EEUU he visto que hay editados dos Blu-Ray, que aunque mejoran la imagen, tampoco le hacen la suficiente justicia...
26 de mayo, tal día como este en 1831 era ejecutada Mariana
Pineda en Granada acusada de conspirar contra el régimen absolutista de
Fernando VII, tenía solo 26 años, su figura pasó a simbolizar la lealtad y la
libertad. De ella nació una copla popular que escuchamos aquí con la voz de Pepa Flores "Marisol" quien la encarnara en la serie que vamos a comentar:
¡Oh!, qué día tan triste en Granada
que a las piedras hacía llorar
al ver que Marianita se muere
en cadalso por no declarar.
Marianita sentada en su cuarto,
no paraba de considerar:
«Si Pedrosa me viera bordando
la bandera de la Libertad»
Tales versos llamaron la atención a escritores como
Francisco Ayala o Federico García Lorca quien le escribió una de sus primeras obras de teatro
con escenografía de Salvador Dalí y estrenada en 1927 en el Teatro Goya de
Barcelona con Margarita Xirgu encarnando a Mariana.
Se han escrito, y se sigue en la actualidad, muchas biografías sobre ella y de muchos
estilos, quizá la más destacada sea la de Antonina Rodrigo por su rigor a la
hora de contrastar sus fuentes documentales. Hubo antes también biografías
noveladas para un público menos exigente como la de José María Tavera en 1959
entre otras.
En teatro también su figura está presente en Las arrecogías
del beaterio de Santa María Egipciaca de José Martín Recuerda escrita en 1970 y
censurada hasta 1977. Bastante olvidada hoy en día, se centraba en esa
institución-reformatorio donde las “Arrecogías” (mujeres “perdidas” y presas
políticas) viven en la ansiedad a la espera de qué será de ellas, ahí se encerró a Mariana. La obra fue
dirigida por Adolfo Marsillach y en su reparto estaban Concha Velasco, María
Luisa Ponte o Pilar Bardem entre otros. Un texto y autor a reivindicar, sin ninguna duda.
TVE le dedicó un espacio de la serie Paisaje con figuras en 1976 escrita por Antonio Gala, aquí Mariana era encarnada por Blanca Estrada. El escritor desmitificó la leyenda, nacida especialmente con la obra lorquiana, que era ella quien bordaba la bandera liberal
A principios de los 80 y con TVE en pleno auge de grandes producciones, empezó a gestarse la idea de llevar a la pantalla su vida y se la encargó a Rafael Moreno Alba que había tenido un gran éxito con la adaptación de
Los gozos y las sombras de Torrente Ballester. La serie empezó a rodarse en
diciembre de 1983 y acabó en marzo del año siguiente.
Moreno Alba no tuvo mucha suerte en el cine, sus películas
pasaban desapercibidas, en ellas ya mostraba una ambición de querer elaborar un
cine distinto al comercial, pero sin tampoco llegar a las líneas crípticas de Saura o al cine
de autor de Erice. Debutó en 1969 con Gallos de pelea coproducida con Túnez que
resultó un gran fracaso, pero no se desanimó y continuó con películas como Las
melancólicas (1971) o Triángulo (1972) esta última producida con Portugal y por
la que empezó a tener cierto nombre. Tres años más tarde rodaría su película
más famosa, la adaptación de Pepita Jiménez de Juan Valera que contaba ni más ni menos
que con Sarah Miles y Stanley Baker de protagonistas.
Para el Proceso a Mariana Pineda contó con un guion de
Carmen Icaza Zabálburu (no confundir con Carmen Icaza y de León como ha
sucedido en otros medios) que produjo la serie también, revisado por el propio director y por Emilio Romero.
La producción tuvo un presupuesto de 162 millones de ptas., el vestuario fue
complicado, pues según cuentan las crónicas no se había hecho ninguna película
ambientada en esos años. Pero de lo que más se hablaba era de Pepa Flores...
La actriz había conseguido relanzar su carrera y dejar atrás su etapa como Marisol, Armiñán en Carola de día, Carola de noche
(1969) había logrado hacer la transición, luego Bardem (La corrupción de Chris
Miller (1973), El poder del deseo (1975)) y Eugenio Martín (La chica del molino
rojo(1973)) la afianzó con buenos resultados en taquilla. Mario Camus logró la que
creo que es su mejor película (Los días del pasado (1978)), pero aquí el público la
dejó de lado, lo cual supuso un abandono del cine no escrito con alguna
participación en los pseudomusicales de Carlos Saura. Verla de protagonista nuevamente en
Proceso a Mariana Pineda despertaba expectativas altas.
Pepa Flores en sus pocas declaraciones a la prensa que
hacía, declaraba que se sentía identificada con el personaje, mujer andaluza,
madre joven y luchadora por la libertad. Su interpretación que me parece
francamente notable, tuvo una serie de criticas que parecían hechas, incluso,
desde antes de empezar la serie. El diario El País recogía en su edición del 11
de diciembre de 1984 que había “defraudado a los intelectuales universitarios
de la ciudad (Granada) y a la gente de la calle”
Uno de los más críticos fue Manuel Orozco quien declaraba que “Mariana
Pineda para bien o para mal perteneció a la aristocracia o alta burguesía liberal
de Granada y no fue ese ser agrio y frenético que intenta encarnar una mala
actriz de gestos o modales barriobajeros en acción”. El periodista Alejandro
Víctor García señalaba “el ligero asomo pro-soviético en su desenvoltura ante
las cámaras, más social realista que dulce y tan alejado de la Mariana que nos
describe su biógrafa Antonina Rodrigo.” Incluso Francisco Ayala publicó una "tercera" en el ABC en la que tachaba de ridícula la actuación.
Moreno Alba
criticó que si hubiese sido otra actriz no se habrían producido tales
comentarios y que se estaba haciendo un paralelismo entre la vida privada de
ella y la de Mariana: “Hay mucha gente, y esto no es una suposición, que no
quiere ver en la serie a Mariana Pineda, que lo que quiere ver es a Pepa Flores,
lo que resulta perjudicial para todos. ¿Cuál puede ser la razón? Tal vez que la
actriz ha crecido con una generación que fue proyecto y que hoy tiene vigencia,
de esa generación unos han alcanzado el cenit de sus esperanzas, a los otros la
vida les ha ido trayendo la frustración y, mientras tanto, Pepa Flores sigue en
la brecha. La gente conoce sus ideas políticas, pero no existe el mínimo
paralelismo entre su vida y la de Mariana Pineda, el personaje tiene vigencia
social y civil después de que España ha perdido la Constitución, exactamente al
revés que Pepa Flores que se desarrolla en la dictadura y entra después en el
contexto constitucional." (ABC, 2-12-1984)
La actriz, sin embargo, establecía paralelismos: “precisamente
yo creo que los problemas que impulsaron a Mariana en su lucha siguen
existiendo todavía hoy en nuestra sociedad, a pesar del siglo y medio
transcurrido desde su muerte. Y esa fue una de las razones principales que me
decidieron a aceptar el papel. (…) La actitud de Mariana Pineda responde a una
problemática histórica que desgraciadamente no ha perdido aún actualidad. (…) Como
quiera que la figura histórica de Mariana marcó un hito que todavía permanece
vivo, yo he intentado a nivel personal interpretar a un personaje que en todo
momento resulte creíble, humano y real a los ojos de los espectadores de hoy,
procurando acercarlo a la sensibilidad actual para que no se quede aislado y
distante.
No gustaron tampoco en Granada las siguientes declaraciones: "hoy a mí por lo menos me ha dado la impresión de que en Granada no se conocen
suficientemente la vida y la importancia histórica de Mariana, aunque quizá la
culpa de estos hechos la tengan los muchos años de ocultación del tema que
hemos padecido en épocas anteriores. El caso es que me llevé una gran decepción
cuando, después de buscar con gran entusiasmo la tumba de Mariana en la
Catedral, donde apenas nadie sabía el lugar exacto en que estaba enterrada, pude
comprobar que se halla en una especie de alcantarilla que pasa completamente
inadvertida en el templo, y yo creo que esta mujer se merece otra cosa".
Para el papel del temible juez Ramón Pedrosa se escogió a Germán
Cobos quien dijo de la serie que estaba convencido de que iba a ser un éxito impresionante
ya que se trataba de una serie comercial, una película de aventuras, con buenos
y malos sobre un fondo romántico y en la que además ganaban los malos. Pedrosa
era el antagonista de Mariana, el Alcalde del Crimen de la Real Chancillería y desde 1831 Alcalde de Casa y Corte, comisionado por orden de
Fernando VII para las causas por conspiración contra la seguridad del
Estado y de los derechos del trono, pasó a la historia como verdugo de la
libertad. El actor decía de él: "hoy creo que es la primera vez que interpreto
en cine a un hijoputa. Siempre hecho de bueno de galán. Mi personaje representa
la represión. Pienso, en este sentido, que Pedrosa es honesto porque cree que
se necesita mano dura, está convencido de la bondad del sistema represivo y, por
otra parte, como es habitual con tipos así, es un ser despreciable, ambicioso y
trepa. Los conflictos que presenta la serie son universales y actuales. Hijoputas
como Pedrosa hay a barullo hoy en día. La derecha cerril española haría
ahora lo que él hizo entonces."
Ciertamente, Germán Cobos borda su papel, aunque no esté
bien decirlo, la maldad del personaje le da mucho ritmo a la serie y es que
siempre en este tipo de producciones ha ido bien tener un personaje malvado. Sus diálogos con Mariana permiten la exhibición dramática de ambos en estado puro, a ello ayudan mucho los primerísimos planos que Moreno Alba emplea.
En el resto del reparto encontramos en los roles de más protagonismo a Carlos Larrañaga como
el Capitán Álvarez de Sotomayor, o a un joven Juanjo Puigcorbé no muy creíble en su papel de Teniente Alba, quizá el punto flaco de la serie, entre otros nombres ilustres.
A pesar de las críticas, las cuales desconocía cuando vi por
primera vez la serie, me gusta. La dirección de Romero Alba tiene
nervio, capta muy bien la situación de angustia de los liberales y la opresión
del momento. Perfectamente escenificada, muestra una exquisita sensibilidad combinando todo el material que tiene, no se limita solo a dirigir bien a los actores (excepto a Puigcorbé como he dicho), la cantidad de contrapicados y de primerísimos planos le da a la imagen una viveza algo inhabitual en las series de entonces. Cuenta con una fotografía excelente, capaz de hacernos leer la mirada de Mariana, sentir sus emociones a través de las sombras y de la luz que llega a emocionar. Granada queda muy bien
retratada, cierto que puede chirriar ver en determinados momentos el Alcázar de
la Puerta de Sevilla en Carmona en vez de Granada, pero eso son licencias que
los directores saben bien por qué lo hacen, aunque no lo entendamos. Muchas veces rodar en otros sitios se debe a razones económicas, pero la mayor parte de lugares están rodados en la capital nazarí, considero secundario este problema.
Referente a la polémica antes mencionada que hubo entre ciertos intelectuales en Granada con la serie, evidentemente siempre un
historiador o un escritor pondrá objeciones a cualquier trabajo cinematográfico/televisivo
como es en esta ocasión, pero esto sucede también en otros ámbitos. La figura
de Mariana Pineda, precisamente por haber defendido la libertad y la lealtad se
convierte en patrona de muchos pensamientos, incluso de algunos más que ni la
protagonista en cuestión se hubiera planteado o incluso defendido.
Francisco Ayala
Al leer el artículo del bueno de Ayala, creo que este se dejó llevar
mucho por los recuerdos, los pasados siempre acaban dulcificando, también el
tener como modelo la Mariana de Lorca o la biografía de Antonia Rodrigo no
favorecía que la serie agradara si esperabas algo parecido…Ataca incluso una
escena de “destape”. ¡Si viera las series de hoy! Pueden leer el artículo a través de este enlace: https://www.abc.es/archivo/periodicos/abc-sevilla-19841127-3.html
Moreno Alba se defendía de
sus declaraciones escribiéndole: "Respecto a sus recuerdos, no los considero
justos ya que el propio Federico García Lorca dijo: “yo he cumplido con mi
deber de poeta oponiendo una Mariana viva cristiana y resplandeciente de
heroísmo frente a la fría vestida de forastera y librepensadora del pedestal”". Respecto
a la biografía, lanzó una larga serie de preguntas donde quedaba patente su
hartazgo sobre las críticas y que nos sirven también para reflexionar sobre los distintos tipos de lenguaje a la hora de enfocar la historia:
“referente a la comparación con el libro de su
amiga granadina sinceramente le pregunto: ¿debemos
tener la misma actitud y
talante leyendo un libro que escuchando y viendo imágenes en televisión? ¿Son
ambas las mismas técnicas? ¿Es la novela, el teatro, el cine, la televisión, el
mismo fenómeno? ¿Mi actitud es la misma leyendo un libro sobre cierto personaje
y tema histórico que mirándolo y aprendiéndolo en imágenes de televisión? ¿Son
las mismas indagaciones las que hay que hacer para escribir un libro que las técnicas
que hay que emplear para realizar una narración en imágenes de televisión? ¿Tienen
las mismas posibilidades los libros que la televisión? ¿Es lo mismo leer en un
libro, un documento histórico que escenificar a través del gesto de una actriz
determinada ese mismo documento histórico narrándolo con imágenes de televisión?
¿Es lo mismo como documento de investigación histórica la novela, el cine, el
teatro que la televisión? ¿Tenemos la misma intimidad cuando se va al cine,
cuando se lee un libro o cuando nos disponemos a ver televisión? Yo creo que no
y que cada medio tiene sus tesis y teorías “
Rafael Moreno Alba
Concluyó así: "nada tengo que objetar a su reseña crítica por
la sencilla razón de que es su opinión y un servidor de usted está dispuesto a
entenderla, aunque piense de otro modo, pero como admirador de Mariana Pineda
me permito con todo respeto hacerle la siguiente observación sobre el estilo y
estructura de narración, sobre la forma y el fondo de esta diversión para
televisión. Usted sabe mejor que muchos, que la novela española del siglo XIX,
la novela realista, nació del cruce de la novela histórica romántica con el
costumbrismo y dentro del seno de la novela de costumbres nació después una
nueva forma de novela histórica, Los episodios nacionales de Galdós. En
cambio, en Don Pío Baroja las cosas pasaron de otro modo, su novela histórica, Las
memorias de un hombre en acción tiene otro estilo. ¡Dios me libre de
comparaciones! Pero mi Proceso a Mariana Pineda televisivo ha querido
seguir el estilo y aire barojianos, su corte -a eso que llama usted imágenes
atropelladas- de estructura narrativa. Por último le recuerdo lo que dijo don
Miguel de Unamuno: ¿Ente de realidad? ¿Ente de ficción? Y añadió de realidad de
ficción, que es ficción de realidad. No se puede proyectar una vida sin
elementos imaginativos y estos cambian con cada época”
Para que saquen ustedes sus propias conclusiones y conozcan
y se aproximen a la figura de Mariana Pineda, les recomiendo que vean la serie,
la cual pueden hallarla en el Archivo de TVE, en la plataforma de FlixOlé y
encontrarla editada en DVD, aunque me imagino que ya descatalogada.
Ya que es el día internacional
de los Museos, hoy vamos a comentar una película ambientada en uno, aunque sea
desde la perspectiva del robo. Su director Jules Dassin decía en una entrevista
que este debía ser incluido entre las bellas artes, lo cierto es que él fue uno
de los impulsores del subgénero de películas de ladrones a partir de su Rififí,
pero también desde un punto de vista desenfadado como es el caso de Topkapi.
El título hace referencia al
Palacio de Topkapi construido por el sultán otomano Mehmed II en 1459 tras la
caída del Imperio bizantino. Los sultanes otomanos hicieron de este su
residencia principal durante 400 años. Se convirtió en museo en 1924 y sus
cientos de salas contienen numerosas colecciones de reliquias, tesoros y joyas
históricas y religiosas.
La película tuvo otro renacer
gracias a que Brian de Palma en su Misión Imposible (1996) se inspirara (o
mejor dicho, copiara) la escena crucial del robo, gracias a ello se volvió a
emitir en numerosas ocasiones por televisión y muchos la conocieron. También
está el hecho de que Christopher Nolan la nombra entre sus preferidas.
Su argumento es el siguiente: Elizabeth
Lipp y su amante Walter Harper se alían para realizar un robo extraordinario:
llevarse del museo de Topkapi, en Estambul, una daga de incalculable valor.
Cuentan con la ayuda de varios compinches que idean un plan para entrar en el
museo sin ser vistos, cosa que sólo se puede hacer a través de la cúpula del
edificio
Tal historia partía de la
novela Light of Day de Eric Ambler que había escrito aquella de Estambul con
Orson Welles y que aparece en muchos sitios como dirigida por él. En su haber
tiene notables guiones como los de Llanura roja (1954), La última noche del
Titánic (1958) o Misterio en el barco perdido (1959).
Para que sus dos protagonistas
ejecuten el robo con garantías, deben recurrir a personas ajenas al mundo de la
delincuencia y limpias de antecedentes policiales: ahí tenemos a un abanico
extravagante de personajes que van desde un acróbata exhibicionista (Gilles
Segal), un inventor (Robert Morley) sin mucho juicio que tiene entre sus obras
una cotorra que va repitiendo lo que se le dice o un cocinero (Akim Tamiroff)
que se emborracha constantemente. Mención especial merece Peter Ustinov en su
papel de Arthur Simon Simpson que se ve envuelto en la banda sin pretenderlo,
el actor ganó su segundo Oscar por su actuación. Todos ellos contrastan con la
inductora del robo, Elizabeth Lipp (Melina Mercouri) que le da a su papel una
imagen frívola comenzando ya por verla en esa psicodélica presentación que Dassin ejecuta con la que fue su mujer y que en alguna copia se suprimía. Por el contrario, el personaje de
Walter Herper (Maximilian Schell) es arrogante y perfeccionista.
Las casi dos horas de duración
de la película pasan rápido, Dassin fue bastante diestro en saber combinar los diferentes
ritmos que se van presentando, toda una primera parte rodada con mucho nervio
en comparación con la meticulosidad en que narra el robo que dura más de media
hora. Ahí Dassin mostraba su habilidad y experiencia como director, pues
Topkapi mezcla perfectamente el estilo americano con el europeo.
A ello se añaden dos factores
que siempre me gusta destacar, por un lado su excelente fotografía a manos de Henri
Alekan: La bella y la bestia (1946), Vacaciones en Roma (1951) El cielo sobre Berlín (1987)... Esta es fresca,
apostaba mucho por los exteriores y mostrar los diferentes ambientes de sus
lugares. Por otro lado, la música de Manos Hatzidaskis no puede reflejar mejor
el ritmo de la película.
Tengo en mi videoteca una serie de películas bien guardadas
a las que suelo recurrir cuando el hastío vuelve con su ejército a dar la lata,
sin ir más lejos esta ola de calor unida a las campañas electorales me provoca
que tenga que buscar alguna solución para mitigar sus golpes, el antídoto tiene
varios nombres y entre ellos brilla el de Billy Wilder: su ironía, acidez,
inteligencia y una visión de la vida donde no dejaba títere con cabeza me
reconcilian con el género humano, bien es cierto que nombres como ellos ya
poquitos o ninguno queda en el cine, pero nadie es perfecto.
Al elegir uno de sus títulos también suelo ir
contracorriente y visionar más aquellos que algunos críticos tacharon de
menores, ahí están ni más ni menos que Sabrina, La tentación vive arriba,
Bésame tonto, Avanti… A más de un director de esos que tanto citan en las redes
como genios ya le gustaría tener el 10% de cualquiera de sus fotogramas. Pensando
también en este blog y en la entrada de esta semana, escojo Sabrina ya que hace un
tiempo hablé de Ariane y así complemento aquel artículo https://nosinlostitulos.blogspot.com/2021/07/sabrina-sabrinay-ariane.html
Sabrina es del año 1954, Wilder llevaba un tiempo sin hacer
comedias, él decía que cuando no las rodaba estaba de mejor humor, en cambio al
prepararlas era todo lo contrario. Fue su última colaboración con la Paramount,
los estudios que le habían dado la oportunidad de ver sus guiones plasmados y debutar en
la realización. El director acababa de rodar Traidor en el infierno y un
directivo le pidió si podía suavizarla para que no se enfadasen los alemanes,
se negó y decidió marcharse. Pero dejó como broche esta película que sigue
siendo una de las más queridas por el estudio de la montaña.
Y es que en Sabrina estaban Humphrey Bogart, William Holden
y muy especialmente Audrey Hepburn en su segunda gran película en Hollywood
tras ganar el Oscar por Vacaciones en Roma.La obra de Samuel Taylor era vista como una buena oportunidad de
afianzar su carrera y se pidió a Wilder que la dirigiera. Este contrató a su
autor para colaborar en el guion, pero se vio absorbido por el trabajo del
director vienés y sus constantes retoques en sus líneas, motivo por el cual
abandonó, dos décadas después Wilder recurrió a otra obra suya, la admirable Avanti.
Wilder entonces decidió contar con un guionista que luego seria considerado de
los mejores, hablamos de Ernest Lehman ( Chantaje en Broadway, Con la muerte en
los talones, West Side Story…)
Wilder quería trabajar con Cary Grant, pero nunca lo
consiguió, esta maldición le acompañaba ya desde sus tiempos de guionista, lo
quería para Ninotchka de Lubitsch, luego para Ariane…En aquellas fechas, Bogart
quería cambiar su registro y acabó aceptando la oferta de protagonizar Sabrina.
Las relaciones entre ellos dos fueron tensas, aunque el actor acabó
disculpándose. Cuando se habla mal de la película siempre sale este tema y que
no era el papel adecuado para él. Siempre he pensado lo contario, no me imagino
a ese Linus Larrabee sin su rostro tan obsesionado con sus negocios con el plástico hecho de azúcar
como perdidamente enamorado o dejando que la Hepburn le moldease el bombín. Aparte de ello, es una buena
contrarréplica a Holden y su personaje hedonista.
¿Y qué decir de Audrey Hepburn que no se haya dicho ya? Buen
ojo tuvieron al elegir la obra, su personaje frágil, dulce, elegante,
aparentemente ingenua, sensible y mucho más inteligente de lo que puede parecer, John Williams (su padre) le aconseja que no intente alcanzar la luna y la envía a París para que madure (la añoranza por la vieja Europa donde está el amor en contraste con los EEUU). Ahí volverá cambiada y dirá que es la luna
la que intenta alcanzarla a ella. Dos frases irónicas que esconden tras de sí que
el amor sincero es una quimera. Ya en los títulos de crédito el punto sobre la
“i” de su apellido es una luna, probablemente está desplazada en la vida, Wilder
se sirve de otra frase en el personaje de su padre el cual ha de reprimir sus
pensamientos al ver cómo están jugando con ella y le comenta a Bogart que ella
no pertenece a ninguna mansión, pero tampoco su lugar es el garaje.
Los esfuerzos de Wilder en conseguir guiones excelentes se
reflejan prácticamente en cada fotograma y en cada diálogo. Si una escena se le
podía ir de las manos recurre a pequeños detalles que la refuerzan. Cuando
Hepburn intenta suicidarse encendiendo los coches del garaje con la puerta
cerrada harta de que David (William Holden) no se fije en ella, estos empiezan
a hacer un ruido musical y desprender unas ondas de humo que hasta recuerdan
esas “Sinfonías tontas” del primerizo Walt Disney, aportan una comicidad que rebajan
la acción que podía ser vista como demasiado exagerada, pero que bien
reflejaban su estado. Pasa lo mismo cuando escribe antes de esto su carta de
despedida, pidiéndole perdón a su padre por suicidarse, tras una pausa, añade
que por favor no vaya Holden al funeral ya que ni siquiera lloraría.
Sabrina es también un perfeccionamiento en el estilo del
director, aquí se aleja en parte del toque Lubitsch, ya saben que el director
tenía colgado un póster en el que ponía:"¿Cómo lo hubiera hecho Lubitsch?". No
obstante hay alguna referencia implícita, en el encuentro con Bogart en la
pista de tenis, ella le dice que pensaba que entraba para negociar su salida,
sin nombrarla menciona que podría ser una opereta vienesa al estilo de El
príncipe estudiante (La cual fue llevada al cine por Lubitsch en su etapa muda), él pregunta cómo acabaría el primer acto y le contesta que
todos huyendo, cantando una canción. Cada vez que la veo, pienso que Wilder
intentaba poner el famoso toque, pero luego abandonaba la idea y lo variaba. En la escuela de cocina, ella se olvida de
encender el horno para hacer el suflé, un barón mayor le cuenta que quien está
verdaderamente enamorada lo quema, pero quien sufre tristezas se olvida de ponerlo en marcha. Más adelante, cuando Hepburn empieza a preparar una cena para
Bogart le dice que va a preparar un suflé, pero no vemos cómo acabará ya que
ella encuentra los dos pasajes a París. Aunque Hepburn parece enamorada de él y
Bogart también, lo cierto es que no deja de ser una incógnita si esos deseos
son sinceros, el suflé nos lo hubiera dicho. ¿Quizá también Lubitsch? A Wilder, por otra parte, no le gustaba mostrar nunca muchos besos en escena y que el espectador tomara sus propias conclusiones,
recordemos el final de El apartamento donde son sustituidos por una partida de
cartas.
Otro aspecto muy cuidado es el escénico, teatro en cine no
suele congeniar si no hay alguien que sepa diferenciar bien los dos lenguajes.
La atmósfera de cuento de hadas funciona con esa luna, esa gran mansión y la
continua aparición de la canción "Isn´t it romantic" con el contrapunto de ella en el
árbol. Su vestuario modesto del principio es, sin embargo, elegante, al igual
que el que utiliza después cuando ya Holden se ha fijado. Con el incidente de
las copas de champán y la retirada en escena de él, ella lo espera en una pista
de tenis y Wilder la sienta donde el árbitro se sitúa. Al entrar Bogart le
comenta que está arbitrando un partido entre dos jugadores imaginarios. Otra
perfecta síntesis de lo que estamos viendo..
Y como en toda película de Wilder no faltan las frases
irónicas que si las pusiéramos todas, aun me quedarían bastantes párrafos para acabar. Hay una que retrata muy bien ese ambiente de tacañería y arrogancia
de los Larrabee, Holden tras haberse clavado los cristales de las copas y ser
atendido por el médico se le pregunta que cómo sabrá si los ha quitado todos.
La respuesta es que recompondrán las copas.
Otro momento que me gusta es el diálogo entre los sirvientes
cuando llegan las cartas de ella, respiran cierta bondad entre ellos, aunque
también cierto chafarderismo. Les interesa sobre todo que se haya olvidado de
David, en un correo dice que ha roto su foto y todos dicen: "Eso es bueno". Pero
acto seguido en otra línea, pide que le envíen cinta adhesiva a lo que
contestan: “Eso es malo” Así era Billy Wilder, síganme el consejo y recurran
frecuentemente a sus películas en estos tiempos tan mediocres.
Semana mala para los clásicos europeos en Filmin, la sección
de “últimos días” nos entristecía con una larga lista de películas que iban a
desaparecer del catálogo. Algunas, por suerte, las teníamos en DVD, pero otras
ni están ni se les espera, por lo que la única manera de acceder a ellas es
mediante esta plataforma, ni TVE, ni la TRECE programan cine europeo en sus
espacios cinéfilos, quién sabe si hasta puede ser haber sido nuestro
último visionado en más de una, algún día ni los programadores las conocerán…
Tal sección contrasta con la de “últimas subidas” donde van
apareciendo clásicos que ni siquiera ellos los publicitan, mezclados con
estrenos que pasaron desapercibidos .Mientras los repasaba, me llamó la
atención una película española del 2012 llamada Última sesión y vi que en la
carátula aparecía Paco Morán. Al ser el año de su fallecimiento pensé en un
primer momento que se trataba de un documental, pero no, es un modestísimo film
de un director que entonces debutaba y que no continuó después llamado Francesc
Páez y que narraba la última noche en un cine ubicado en Mataró.
Paco Morán, como ya sabrán, fue un hombre de teatro, sus
incursiones en el cine se dieron más bien en papeles secundarios, algunas en
películas con renombre, desde clásicos patrios como Los cuervos de Julio Coll,
Rey de reyes de Nicholas Ray, El valle de las espadas de Javier Setó…Su
popularidad le vino en los espacios teatrales de TVE. En los 70 se fue
a vivir a Barcelona donde se convirtió en uno de los rostros habituales de la
cartelera de la ciudad condal, incluso ya en su etapa final saboreó el éxito
como pareja artística de Joan Pera.
Ignacio F. Iquino intentó que Morán se dedicase más al cine
en los 80 y rodó dos comedias con él de protagonista: Un millón por tu historia
y Dos pillos y pico. Pero el público prefería verlo en la escena, el cine
español estaba cambiando y aunque Iquino era todo un maestro en encontrar
fórmulas comerciales, aquí no la encontró. Para volver a verlo en la pantalla
grande tuvimos que esperar a una “superproducción” catalana de Francesc
Bellmunt, Monturiol, el señor del mar donde de nuevo aparecía brevemente.
La intervención del actor en Última sesión (2012) fue gracias
a que un día su director, que entonces estaba de empleado donde Morán llevaba
el coche a lavar, se atreviera a presentarle un guion. Lo leyó en un día
y le dijo que adelante, ni siquiera cobró y dejó su casa para ensayar, según cuenta Francesc Paez: Era muy generoso (...), lo hacía todo fácil, más fácil para los demás. (...) Él tenía muchas ganas de hacer algo dramático" Su papel
era el de Mauri, un acomodador cuya vida se desvanece al cerrar el cine en el
que ha estado trabajando durante 40 años, junto a él discurren otras vidas como
las de Teresa, la mujer de la limpieza; Bruno, el proyeccionista; Carol, la
boletera que sigue enamorada en secreto de este…
Es una película sencilla hasta el extremo, el guion
no acaba de coger fuerza hasta prácticamente la mitad, cuando no está Morán
pierde, pero con esto no quiero decir que esté mal, incluso valoro
positivamente que en apenas 78 minutos se cuenten las otras historias de los
demás, aunque sean más bien pinceladas, especialmente me gusta el personaje de
Teresa y sus silencios. Es de destacar el uso que hace de la noche, casi como
una metáfora de ese mundo aparte de reloj parado que es esa sala. Desprende
cinefilia con conversación en la que él recuerda el estreno en 1953 de Los
sobornados, un cartel de Jennie en las escaleras, las hojas del guion de la
historia de la sala para que pueda ser una película…
Va caracterizado como un acomodador clásico, recuerda
cuando iban los críos y tenía que poner orden, el niño al que le dejaba colar a
cambio de una piruleta…Es incapaz de hacer frente a la nueva situación y se
emborracha, con su periquito mantiene conversaciones en las que desprende
cierto hartazgo de la vida. La emotividad del filme se va intensificando, aunque
desde una barrera algo gruesa, no provocará lágrimas, se distancia aquí del esquema de Cinema Paradiso
Rodada en el 2007, tardó hasta cinco años en estrenarse y
fue en un mes de agosto, unas semanas antes había fallecido el actor y su estreno fue concebido como un homenaje póstumo en el cine Alexandra, ya sabemos que en este país uno ha de morir para que te rindan algunos honores. Sin querer, fue la
verdadera última sesión con Paco Morán, aquí bien lejos de hacernos reír, como
si viéramos en su rostro también el reflejo de lo que serían estos últimos años donde multitud
de salas han cerrado, la pandemia ha originado un antes y un después y el cine,
tal y como lo hemos conocido, agoniza.
Échenle un vistazo si pueden, Última sesión no pasará a la
historia del cine, ni es buena ni es mala, fue un intento loable por parte de su
director de querer homenajear esas salas que llevamos dentro y que los más
jóvenes no podrán nunca recuperar porque no tuvieron la oportunidad de conocerlas.
Puestos a celebrar el cumpleaños de Shirley McLaine, algo
que gusta hacer en este blog al igual que reivindicar películas que pocos
citan, hablamos esta semana de Mi dulce geisha del año 1962, buena fecha para
la actriz que acababa de protagonizar El apartamento de Billy Wilder o La
calumnia de William Wyler. En este caso la dirigió Jack Cardiff, otra debilidad
de quien escribe.
Pero del Cardiff realizador no destacan demasiado sus
títulos, se centró sobre todo en el género de aventuras y de acción. A esto hay
que añadir que Mi dulce Geisha es más una obra de productor, en este caso de
quien fuera el marido de McLaine, Steve Parker, aunque este no se dedicó mucho
al cine. La bibliografía de la película es escasísima y los datos son algo
confusos, parece que controló bastante el rodaje y fue quien eligió al director
ya que lo admiraba.
Fue un matrimonio peculiar, él vivía y trabajaba en Japón
por lo que es de suponer que la película guarde alguna que otra analogía con su
vida privada. Se veían en contadísimas ocasiones y tuvieron una hija, más tarde
se supo que habían roto por descubrir ella que Parker tenía relaciones con una
jovencita nipona, incluso se apropió de su cuenta corriente para abrir otra a
nombre de su novia. La actriz llevó mucho tiempo este sufrimiento en silencio, el divorcio no se consumó hasta 1982 y según
cuentan todo esto empezó a ocurrir en 1961, precisamente mientras se rodaba Mi
dulce Geisha.
La elección de Cardiff, el cual se atrevía con la comedia
por primera vez, no desentonó y es de sus mejores trabajos en esta faceta. Ayudó mucho que la Paramount recurriera en el
guion a Norman Krasna, un todoterreno capaz de adentrarse en todo tipo de géneros,
había llenado las arcas del estudio de la montaña con Navidades Blancas y
acababa de tener un éxito con el guion de El multimillonario, aquella comedia
con Marilyn Monroe y Yves Montand dirigida por Cukor de estilo similar a la
presente.
Precisamente, se recurrió a Montand para que protagonizara
la película, entre los secundarios tenemos al mítico Edward G. Robinson
haciendo de productor y a Robert Cummings en un papel de galán caradura. Con el
toque Paramount encabezado por el vestuario de Edith Head reunía todas las
cualidades para conseguir una buena comedia, pero el público no la retuvo con
el tiempo, por suerte la Paramount la recuperó en DVD en el 2006, aunque
posteriormente con la crisis del sector no ha vuelto a aparecer. En las
plataformas tampoco la he visto anunciada.
Probablemente, ciertas corrientes la tilden injustamente de
machista y obsoleta, por eso la quiero defender. Es un buen retrato de lo que
es la vida de un matrimonio dedicado al cine y sus respectivos egos, él (Paul) busca su éxito personal sin que le digan que es porque sale su
mujer, y ella (Lucy) se toma mal que busque otra actriz para su obra más íntima, una versión de Madame Butterfly rodada en el mismo Japón, por lo que
se las ingeniará para disfrazarse de geisha y engañarle. Esos rasgos negativos
quedan bien definidos, por igual, en ambos.
A pesar de las ingenuidades inevitables que van saliendo, ya
se sabe que no es fácil creerse que engañe tan fácilmente a su marido, el guion
salva bastante las dificultades, sabe dosificar bien las escenas, no abusa de
cierta comicidad fácil con los equívocos y recurre a alguna que otra escena dramática (cuando el
personaje de Bob Cummings entra solo en la habitación de ella), aunque acabe resolviéndose con humor y optando por el humor blanco. Por otra parte,
hay ciertas referencias a las nuevas corrientes cinematográficas, ella suelta
que bien una estrella puede hacer el papel y que se tendrá que comer sus palabras con salsa "Nouvelle Vague" lo de que tiene que ser una desconocida.
La comedia hasta entonces se desarrollaba en estudios, aquí
aunque sea con el pretexto de que tiene que rodar en Japón, se escapa de ese
modelo y apuesta por los exteriores tal y como reivindicaban Godard, Truffaut y
compañía. Por otra parte, se analizan las personalidades de los productores, le
dice Edward G. Robinson a ella que es tan deshonesta que acabará produciendo. Lo
estudios se niegan a que un director haga una película de autor y reclaman el
nombre de ella, de no ser así la financiación será escasa, sin poder
utilizar el color y recortando bastante, aunque él sea un director con
cierto nombre, no se confía en su habilidad por sí solo, el deseo de Montand es romper esa barrera de una vez. Hay también cierta
autocrítica hacia la supremacía estadounidense, McLaine necesita unas lentillas
para hacerse pasar por geisha y el productor le comenta que habrá que
encargarlas en los EEUU, ella
sorprendida comenta que es en Japón donde se inventaron.
En un diálogo, Montand cuenta que la cámara tanto agranda la
verdad como la mentira, y en Mi dulce Geisha viéndola sin prejuicios sabe
enfocar muy bien lo que es un matrimonio enamorado, pero incapaz de asumir sus
roles independientes. Cuando él se marcha a rodar se recurre a un beso
apasionado entre los dos bastante bien filmado que contrasta con las
reflexiones de que quiere triunfar sin depender de su esposa, ella por otra
parte le tiene mucha confianza, quizá aquí sí que el guion resulte algo
estereotipado, aunque por otra parte no hace sino reflejar e intensificar la
fragilidad de su personaje. Sin querer desvelar finales, a ese juego de saludos
y reverencias mientras hablan se le puede exprimir bastante, la concepción del
cine como mentira queda bien definida, sin olvidarnos de que en la vida real tampoco
había sinceridad como he comentado antes a pesar de que no supiéramos nada. Tenía razón él y la cámara enfoca los dos polos opuestos.
Les recomiendo que si la encuentran, la vean. No se queden
con una primera visión y también disfruten de su calidad técnica. Ese cuidado hollywoodiense
que aun perduraba, pero que se iba extinguiendo y afectando seriamente al género
de la comedia, reflexionen sobre ese cine dentro del cine y deléitense con esas
bellas arias de la ópera Madame Butterfly (casi es como si vieran otra película
dentro de esta) y muy especialmente de lo gran actriz que siempre ha sido
Shirley McLaine que sabía darle esa sensibilidad tan exquisita a sus personajes.
Cada 16 de abril se recuerda el nacimiento de Charles
Chaplin, quizá no seamos ya tantos, pero es una buena oportunidad de
reivindicarlo para que, quizá en un futuro, vuelvan a ser, por lo menos, algunos
más. Y aprovechando la efeméride, conviene recordar también sus obras menos valoradas como ese Monsieur Verdoux de 1947.
Su visionado sigue resultando extraño, se dice que fue la
primera vez que eliminó claramente a su inmortal personaje de Charlot, pero, personalmente,
cada vez que la reviso, lo sigo viendo. Es igual que Chaplin apareciera ahora
con un bigote real y engominado, que no llevara el bombín y que lo viéramos con
mediana edad, atildado y cínico. Ya no es el clown, es un asesino de mujeres
acaudaladas, y sin embargo, nos sigue haciendo reír, incluso hasta provocar la
carcajada. Nos hará también llorar como en sus películas anteriores, le
compadeceremos y nos quedará cierto nudo en la garganta al final.
Chaplin se fijó para esta película en una idea de Orson
Welles y se la compró, se trataba de un documental sobre la vida del famoso
asesino Henri Desiré Landru (en los 60, Claude Chabrol realizaría una película
sobre él) que mataba a señoras ricas con el arte de la seducción. Según se
cuenta, este Barba Azul estafó ni más ni menos que a 300 y mató a 11.
El Chaplin de los 40 en EEUU estaba siendo víctima de una
persecución, había pasado de héroe a villano, sus ideas políticas o su vida
privada le hicieron entrar en esas listas negras de las que difícilmente se
sale. Monsieur Verdoux fue vista como todo un recital de lo que estaba
padeciendo, se llegó incluso a boicotearla en determinados cines y presionar a
la United Artists que no la distribuyera. El resultado fue un sonoro fracaso
comercial y la crítica tampoco le acompañó mucho, de nada sirvió que la
burguesía a la que retrataba fuera francesa y no estadounidense. Sin embargo, en
Europa pudo rehacerse algo, curiosamente en España se estrenó y sin retraso,
aunque me imagino que algún que otro corte habría… Por cierto, doblaba a
Chaplin el actor Félix Fernández (En la edición del DVD es Carlos Revilla) y en los carteles ponían “Charlot” como si
fuera otra más, por lo tanto, mi visión no está tan desencaminada.
Decía Josep Pla hablando del cine que “las personas que
llegan a comprender algo suelen tener una imaginación galopante y viva. Éstas
suplen los baches muertos inexplicables de las películas con elementos sacados
de su propio caletre, de sus lecturas y de su sensibilidad supletoria. (…).Las
personas que tienen la capacidad de explicar las ligeras sugestiones que
reciben como si fueran realidades de peso suelen ser grandes aficionados al
cine”
No sé, quizá eleve mi imaginación al seguir viendo al
vagabundo del bombín y bastón en cada fotograma de Monsieur Verdoux, su genial
uso de las elipsis consigue que no quede tanto en la retina la maldad del
personaje, apenas le vemos matar. Por el contrario, es meticuloso cuando este
no logra sus fines, o bien por ser un patoso (intento de matar al personaje de
Martha Raye) o por piedad (La joven recién salida de la cárcel a la que considera
víctima). Incluso se atreve a rescatar a una oruga, mientras en el fondo el
crematorio sigue activo desde hace tres días para pesar de los vecinos, y naturalmente
de la propia víctima y familiares…
Verdoux, asimismo, como Charlot, se desvive por las normas de
la buena educación, en más de una secuencia nos remitirá a varias de sus
películas, con la diferencia que aquí lo que predomina es un humor negro, ácido
y una falta de confianza hacia la humanidad absoluta, en su manera de contar el dinero se resume bastante lo que es la vida. Mucho se comenta la
escena del sacerdote del final a la que se tilda como atea, no creo que sea
así, más bien es una evolución negativa del mensaje de El gran dictador en el
que citaba el capítulo 17 del "Evangelio" de San Lucas: “El Reino de Dios no está
en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres” a lo que Chaplin seguía con: "Vosotros, los hombres, tenéis el poder. El poder de crear máquinas,
el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa, y
convertirla en una maravillosa aventura” Aquí antes de ser guillotinado, confiesa
que está en paz con Dios, que su conflicto es con los hombres y enseguida
pensamos en la caza de brujas o en ciertas "Ligas" que hablaban en nombre del orden
y la decencia
Otro momento para recordar es cuando es presentado en el
juicio como el mayor asesino y peligro de la humanidad, la cámara le enfoca, él
se gira atrás. El público en la sala seguramente reiría y luego como en "La
codorniz", temblaría. Chaplin sabía perfectamente que nos estaba mostrando el
juicio contra él, o contra Charlot como prefieran y no contra Verdoux, incluso es él mismo quien se ofrece a ser
detenido. La tesis antibelicista y anticapitalista que lanza es casi lo de
menos, hay que entenderla en el contexto de la hipocresía de esa humanidad que
solo piensa en los números. Charlot condenado y de camino a la guillotina es
una de las escenas más impactantes del séptimo arte, hasta nos olvidamos de que
la película empieza con él hablándonos ya muerto.