La última
(y seguimos esperando que no lo sea…) película de Clint Eastwood a sus 94 años es
una magnífica noticia que todo cinéfilo debería disfrutar y de paso recordar su
filmografía, en sus inicios sus obras no estaban tan reivindicadas por la crítica
y su mezcla entre un cine de autor con el más popular tampoco era del todo
bien visto. Pero Eastwood comenzó con un producto más bien modesto y con cierta
pretensión que podía ser algo más que el enigmático héroe de esos westerns o su papel sin escrúpulos en
Harry el sucio. Me refiero a Escalofrío en la noche (Play Misty for Me) del año
1971.
Ahí
interpretaba a Dave Garland, un locutor de radio de California en el que se
dedicaba a poner discos dedicados, un día recibe la llamada de una mujer que se
va repitiendo, decide conocerla, pero la rechaza, ella no parará en acosarle.
A mediados
de los 80, a raíz del éxito de Atracción fatal, la película se reivindicó y
salió de cierto olvido, muchos escribieron que el film de Adrian Lyne se había
copiado, no faltaban las similitudes. Pero como ya he dicho antes, Eastwood se
movía en un campo mucho más humilde entonces, pactó con la distribuidora
Universal un presupuesto menor y es que, a pesar de que ya era una estrella y tenía su propia productora, no
se creía demasiado en su aventura detrás de las cámaras.
Por una
parte había muchos clichés de la época, hay un afán para que no se note que
fuera una película de estudio, ya empieza él conduciendo por las costas
californianas y nos adentra en una atmósfera donde se contrastan diversos
tipos de luminosidad que refuerzan el estado psicológico de las situaciones. Es
magnifica esa recreación íntima en ese estudio de radio que definen al
personaje como solitario.
Por otro
lado, Eastwood intentaba que no se le encasillara como un personaje violento
que el público en su momento buscaba, su actitud ante el acoso de ella no es
agresivo, sin querer desvelar momentos, esto lo entendemos con una de las
llamadas que se producen en los momentos finales.
Durante el
metraje encontramos referencias a maestros como Hitchcock, está muy presente en
varias escenas o cierto uso de las tijeras o las escaleras. Pero él sabía bien
que si todo el rato era esto pues no se valoraría su obra, así pues hay también
una más que notable recreación del ambiente californiano y de ese Carmel que es
donde él años después fue alcalde, vemos muchos bares, carreteras,
lugares comunes…
Si bien
estas están muy conseguidas, por el contrario hay también la intención de
reflejar excesivamente su estado amoroso y en medio de todo ese suspense llega
un momento en que la película se pare y nos tomemos un respiro con la inserción
de toda una canción entera The First Time Ever I Saw Your Face cantada por
Roberta Flack en plan videoclip mientras los novios van paseando por el campo
en plan Love Story con los habituales tics del zoom y pantalla nebulosa.
Curiosamente
cuando esto se acaba, también la película pasa a ser por unos minutos como un
documental en el que presenciamos escenas del Festival de Jazz de Monterrey y
que ya nos anunciaban la que sería una de sus grandes aficiones, Una vez
pasados todos estos minutos extraños, la película vuelve a recobrar su fuerza.
Entre los
secundarios destaca la aparición de un Don Siegel que según se dice asesoró al
director, se cuentan también algunas bromas como que Eastwood le hizo repetir
once escenas y luego le mostró que no había película en la cámara.
Pese a sus
irregularidades y los defectos como los mencionados, es una más que interesante
ópera prima y que merece más consideración, creo que es de sus títulos menos
conocidos incluso por sus fans, algo que pasa con otras como Primavera en otoño.
En fin, disfrutemos de un gran cineasta y celebremos que siga en activo, aunque la Warner se haya portado tan mal con su "último" estreno.
Última semana de octubre, toca retrasar la hora del reloj, hay que renovar el armario, ponerse ropa de manga larga o dejar de ir a la playa. Todo ello ya nos lo iban anunciando esas calabazas tenebrosas de la noche de Halloween que en los últimos años han ido penetrando en nuestra sociedad y que no paramos de ver en los escaparates.
Pero los más clásicos tenemos otros signos que marcan el
cambio de tiempo: las castañeras y su olor característico que tanto nos evoca,
las visitas a los cementerios y recordar a nuestros seres queridos y por otra
parte, claro está, ver alguna función del Don Juan Tenorio de Zorrilla...
Ya que las diferentes
cadenas de televisión no paran de repetir sus películas en poco espacio de tiempo, podría
cortar y pegar los artículos que en años anteriores escribí acorde con el
calendario: les hablé del día de los muertos de México en Macario (1960) o en Bajo el volcán (1983) y de una versión hollywoodiense del Don Juan en El burlador de Castilla (1948). Les paso los enlaces, de momento no me he contagiado y ofrezco
algo a mis lectores “nuevo”, en este caso una comedia simpática sobre el Don
Juan que dirigiera Antonio Mercero en 1990 y cuyo título era Don Juan, mi
querido fantasma.
La acción se desarrolla en Sevilla un 1 de noviembre de 1990 cuando Don Juan sale de su tumba, como
cada año, para redimir sus pecados y así poder salir del purgatorio.
Paralelamente, el actor Juan Marquina está ensayando una versión musical de la
obra. A partir de ese momento, sus dos mundos se unirán en un círculo de
aventuras, enfrentándose ambos donjuanes con la colaboración de cuatro mujeres
con influencia en sus destinos.
El propósito principal de
Mercero era el de entretener y que el espectador se riera, aun hace tres
décadas había un mayor conocimiento de este y el Halloween no nos había
llegado, aunque era evidente aquello de que los tiempos cambiaban: “Se ha
desmitificado bastante con el paso del tiempo, no tiene nada que ver con el que
dibujó Zorrilla. Si además lo pasamos todo por el tamiz del humor, que siempre
es un poco iconoclasta, tenemos una especie de caricatura del machista,
altanero, orgulloso y vanidoso que es Don Juan” decía a la prensa.
El Don Juan,
probablemente es uno de los grandes mitos patrios junto con Don Quijote, la
Celestina o Segismundo, Valle Inclán lo había esperpentizado en Las galas del
difunto con el personaje de Juanito Ventolera… Y en el cine teníamos una
versión paródica a cargo de un Douglas Fairbanks, aunque no de las más
recordadas del gran Alexander Korda.
Mercero ya se aproximó al
personaje en un espacio de TVE de media hora de duración, él que se definía
como un peregrino del cine (realizador de algún No-Do, documentalista, director
de spots, de series...) acababa de cosechar un éxito crítico con Espérame en el
cielo (también comentada en este blog) y se animó a pesar de tener proyectos de
series (ya estaba sobre la mesa realizar Farmacia de guardia) a una
comedia con un reparto coral en la que llamaba la atención la aparición de
actrices “almodovarianas” tan de moda entonces, así pues teníamos a Loles León
(curo rasgo más hábil es el habla, pero aquí se comunica paródicamente con
castañuelas), María Barranco (como la Doña Inés en la función), Rossy de Palma
o Verónica Forqué (como Inés en la vida real, cleptómana). “No son propiedad
de Almodóvar” decía en plan de broma el realizador que contó con Juan Luis
Galiardo, actor que había recuperado fama por su papel en la serie Turno de
oficio y que estaba en plena lucha paradójica para quitarse la etiqueta de
galán.
En el año de la
producción lo que era la comedia popular española no pasaba por sus mejores
momentos, sin embargo, esta consiguió una buena subvención, estábamos a las
puertas del 92 y se quería promocionar la cultura propia. El público reaccionó
con tibieza, no fue un gran éxito, pero tuvo su público. Se dijo también que
las coreografías flamencas eran para comercializarlas en el extranjero: “Es
un mito universal, tiene una gran fuerza de penetración en los mercados
internacionales, y el cine español necesita abrir fronteras para ser rentable”.
El guion, en el que además
del propio Mercero participó Joaquín Oristrell, nos mostraba que el falso Don
Juan era despreciable, tiranizaba a los miembros de la compañía, maltrataba a
su novia, se acostaba con todas, traficaba con cocaína… En cambio, el verdadero
era bueno y afable... En la obra de Zorrilla es Doña Inés la que redime al burlador, pero aquí era él quien salva la salud mental de ella.
El lado más grotesco del
filme y más de “españolada” venía representado con los chistes sobre los
atributos sexuales donjuanescos, la forma de tratar el tema del narcotráfico,
un par de policías algo atolondrados o la forma banal de tratar la psiquiatría.
La trama se construye como
una obra de teatro, en el segundo acto asistimos a todo un vodevil con muchas puertas,
camas y confusiones que agilizan bastante el metraje. De lo demás se ocupa el
magnífico reparto que incluía a José Sazatornil “Saza” que se reunía de nuevo
con el director después de su divertido personaje en Espérame en el cielo.
Teníamos también a Luis Escobar, Antonio Gamero, Rafael Álvarez “el Brujo” o
Pedro Reyes. Así pues, creo que visionarla estos días puede ser una forma simpática de reivindicar que el Tenorio vuelva por estas fechas también.
Para abrir boca ahí va ese especial de Don Juan que Mercero realizó en los 70 en TVE con mucho elemento kitsch propio del momento
Aprovechando que este viernes
Joan Manuel Serrat recoge el premio Princesa de Asturias traigo la que fue su
segunda película como protagonista: La larga agonía de los peces fuera del agua
dirigida por Francesc Rovira Beleta. Había debutado en el cine en 1968 con
Antoni Ribas con Palabras de amor, Jaime Camino lo dirigió en 1973 en Mi
profesora particular y en 1976 tuvo un breve papel en La ciutat cremada.
La llarga agonia dels peixos fora
de l´aigua, así era su título en catalán y estrenada en esta versión en junio
de 1970 en el cine Coliseum de Barcelona, es probablemente la mejor aparición
del cantautor en el celuloide. Por una parte, teníamos la habilidad de Rovira Beleta
que volvía a rodar tras lograr que la Academia hollywoodiense lo nominase por
segunda vez por El amor brujo (1967). Con sus ganas de seguir experimentando
formas nuevas en el cine español y según sus mismas palabras queriendo crear un
cine típico, pero no tópico, se propuso moldear la película con cantante que
entonces proliferaba con éxito.
Cuando se estrena el film, Joan
Manuel Serrat ya estaba plenamente consolidado, había sabido esquivar la
polémica del La, la, la y que en TVE no pudiera volver hasta 1974, pero una
gira por Argentina le supuso que su popularidad se acrecentara por Sudamérica o
que el disco dedicado a Machado se convirtiera en uno de los más exitosos y recordados,
incluso ese año participó en un encierro en el Monasterio de Montserrat en
protesta contra el Proceso de Burgos.
La película partía de una novela
de Aurora Bertrana (1892-1974) llamada Vent de Grop editada en 1967 y que se
desarrollaba en la Costa Brava y que narraba el amor de un pescador y una
turista inglesa, esto le servía para reflexionar sobre el turismo que empezaba
a eclosionar, el choque entre culturas, generaciones y maneras de entender la
vida. Rovira Beleta cambió el escenario y este pasó a ser Ibiza, en vez de
centrarse en los turistas, lo hacía con los hippies y el título tan largo se le
ocurrió a él ya que comentaba que era algo que estaba de moda.
La película solo la he podido ver
a través de un DVD editado por Divisa en el 2008 y no se incluía la versión
catalana, en la Filmoteca de Catalunya sí se pasó en el 2015, ignoro si esta se ha emitido
en los últimos años. Uno de los principales alicientes cuando uno empieza a
verla es que no se echa en falta que no cante más: el argumento, los recursos
del director y una más que notable interpretación de él acaban imponiéndose.
No más empezar en los créditos y
cantando la bella Bon día nos lo muestra buceando en plena forma y entablando
conversación con una turista ligera de ropa, enseguida contrapone su ambiente
familiar y algún que otro apunte de turismofobia tan de moda actualmente.
Aunque la censura intervino en algún momento, hay también ese juego de saber
esquivarla, muchos besos y escenas más apasionadas se nos muestran fuera de campo o a través de metáforas como ese primer plano de la guitarra o de noche,
lo cual permite insertar algún diálogo con segundas en el que se quejan de que
no tienen el valor de hacerlo de día.
El retrato costumbrista del
pueblo es magnífico, está muy bien cuidado y aparecen varias constantes del
cine de Rovira Beleta como esa aparición de niños, en este caso jugando y
contrarrestando con esa búsqueda de la felicidad de los más mayores. También
nos muestra unas escenas de pesca nocturna con todos esos pescados aun
vivos que van en aumento y que van agonizando fuera del agua, una
contraposición, por ejemplo, con la escena en que él le enseña esa gruta en
plan turístico mientras le cuenta la historia de dos enamorados cuyas familias
estaban divididas (vaga referencia a Los Tarantos).
La interpretación de Serrat como
he señalado destaca (aunque está doblado), la cámara le quiere bien, se muestra expresivo, hay planos
muy conseguidos como esa sonrisa cuando ve ese mural que ella le ha dibujado.
Por otra parte, tememos el personaje de su novia de pueblo (Emma Cohen) que
parece que tuvo algún que otro problema con el director porque le costó
dirigirla y luego le recriminaba porque fue diciendo que se trataba de una mala
película, más de una escena nos recuerda a la de la Polaca en El amor brujo
cuando intenta huir de sus fantasmas. Trasmite maravillosamente bien su estado
anímico.
Sin embargo, así como la primera
parte del film es bastante notable, a raíz de cuando él decide ir a Londres,
cambia el ritmo narrativo, comenzamos a ver una sucesión de planos de las
calles de Londres al parecer rodadas sin permiso, ahí se nos muestra ese choque
cultural y también de paso lanzar un mensaje implícito del retraso de España,
muchas escenas de manifestaciones, policías con porras, movimientos pacifistas
de la época inundan la película y lo mejor de esta parte será Serrat viendo
pedir limosna mientras toca la guitarra o esa "participación" en el festival de la isla de Wight, según contaba el director a Carlos Benpar en su libro al subirse al escenario le tiraron de todo porque el público estaba esperando que apareciera Bob Dylan, así que tuvo que trucarlo todo en un pequeño decorado de Barcelona. Creo que esta parte, si bien es
interesante a nivel documental, no tiene la misma dosificación de la anterior y
le falta más profundidad argumental.
Ya en su regreso a Ibiza, vuelve
a coger el tono y estilo adecuados y característicos en el director, aunque
pueda ser vista como excesiva la utilización y la forma de mostrar a los
hippies de manera peyorativa, enfatiza mucho la escena de José Manuel Martín
disparándolos en plan "Spaguetti Western". Mejor resultan esas “travesuras” que
de tanto en tanto nos va mostrando como enfocar un primer plano del puerto y luego
ver que se trata de una postal o en uno de los besos que se funde luego en una
monja mientras va paseando.
Creo que a pesar de las
irregularidades de la película, es otra buena muestra del arte de Rovira Beleta
de saber sacar provecho partiendo de un material adverso y reitero que
Serrat cumplía bastante bien como actor, emotiva también es su mirada cuando
recuerda a su padre muerto al volver. La película sin romper
taquillas (561.348 espectadores) tuvo su público. La relación de Serrat con Rovira Beleta fue buena
hasta tal punto que cuando el director publicó su libro Rescate de unos poemas
olvidados (1998), el cantautor le escribió el prólogo que entre otras cosas decía: Francisco
Rovira Beleta, es y se proyecta como un hombre de fe que, vivo y contradictorio,
nunca se cansó de soñar y que jamás abdicó de su rebeldía. Un hombre que ha
sabido guardar como oro en paño la infancia, la ilusión, la sonrisa, la alegría
espontánea (…)
El próximo 21 de octubre se
cumplen ya 40 años de la muerte de François Truffaut, no estaría mal declarar la fecha como el día del
cinéfilo, él que precisamente fue un crítico que se convirtió en director. Siempre
tendremos a mano su libro sobre Hitchcock y su defensa de lo que él denominaba
verdaderos hombres de cine tales como Renoir, Tati, Hawks, Welles en un momento
en que conviene recordar que estaban siendo olvidados y subvalorados. Nunca
sabremos cómo hubiese sido su cine posterior, de bien seguro que seguiría
sorprendiéndonos, por suerte su filmografía completa está accesible y en cada
revisión encontraremos algo nuevo.
He
elegido hoy uno de esos títulos que en su momento no recibió buenas críticas ni se trata de lo mejor, hablo de Una chica tan decente como yo (Une belle file comme moi) del año 1972, dicha así
parece una película de Mariano Ozores, no suele citarse e incluso sus fans más acérrimos prefieren no hablar de ella.
Dentro de su filmografía, la
rueda justo después de Las dos inglesas y el amor (1971), el fracaso comercial de esta propició que se la tildara como un producto alimenticio, pero el director lo
negaba. Tampoco aceptaba que se dijera que era un filme muy diferente a los
suyos, si bien las formas cambiaban, el fondo ahí seguía: “Mi propósito no es
de realizar un film de tesis, se trata de una enorme comedia a base de humor
negro que tendría más bien un lejano parecido con Tirez sur le pianiste o bien
La mariée était en noir.”
Se nos cuenta la historia de Stanislav
Previne, un joven profesor de sociología que prepara una tesis sobre la
criminalidad femenina. Una de las mujeres elegidas para su estudio es Camille
Bliss, acusada, entre otras cosas, del asesinato de Arthur, un técnico en
desratización. El profesor, armado con su grabadora y sus personales teorías
que aún no ha podido confirmar, acude a la prisión. Se entrevista con la
muchacha y la somete a un largo interrogatorio, en el que sale a relucir su
pintoresco pasado. Conforme avanzan las conversaciones, Stanislav está cada vez
más convencido de la inocencia de Camille.
Tal argumento partía de la novela
Such a Gorgeous Kid Like me de Henry Farrell, autor, entre otras, de “¿Qué
fue de la prima Charlotte?” base del film ¿Qué fue de Baby Jane?. Tal fue el éxito que también escribió Canción de cuna para un cadáver o ¿Qué le pasa a Helen?. La novela, por casualidad, fue leída por el director mientras viajaba en
avión y en seguida quiso comprar los derechos. Él mismo se puso a escribir el
guion y contó también con Jean Loup Dabadie que estaba cogiendo resonancia por
sus colaboraciones con Claude Sautet. Para el papel de Camille contó con
Bernardette Lafont con la que había trabajado en sus inicios en el corto de Les
mistons (1957), para el papel de Stanis escogió a un entonces desconocido André
Dusollier, completaban el reparto nombres como Charles Denner o Claude
Brasseur.
Truffaut definía la película como
una versión femenina de El pequeño salvaje o una continuación de las ansias de
destruir el romanticismo iniciada con Las dos inglesas y el amor, así lo explicaba: “Trataba de
destruir el romanticismo siendo muy físico, de ahí esa insistencia en la
enfermedad, la fiebre, los vómitos…Aquí venia de continuar esta destrucción, es
la burla del amor romántico, la afirmación de la realidad brutal, de la lucha
por la vida…Es una película de una vitalidad exagerada, que yo deseaba que
estuviera cercana a ciertos filmes de Billy Wilder, y me parece que cuando se
lleva a término este deseo de ir hasta el fin de las cosas, la película se
convierte irremediablemente en abstracta.”
Precisamente esta imprecisión es la
que marca el desarrollo de la acción, se nota un ansia de querer
realizar a la vez una comedia clásica hollywoodiense a partir de un diálogo
entre el profesor y ella en la que se exteriorizan con exceso todas sus
extravagancias. Por otra parte, asistimos a todas las constantes de su
filmografía salpicadas con ese humor negro siempre presentes en él. La interpretación
de Lafont está cuidada, pero le falta ese carisma de las grandes actrices de
comedia de la época clásica, se intenta compensar con esa forma de ser tan grotesca
y lenguaje poco refinado para la elaboración de una serie de situaciones cómicas
más o menos resueltas con acierto. La película gana bastante con la aparición
del actor Charles Denner en su papel de Arthur, el cual va mostrando
sus obsesiones por la moralidad correcta, lo que permite ahondar más en el
juego ético.
Como decía Truffaut, no era para
nada una película alimenticia, aunque sí un experimento de querer trasladar sus
constantes a la forma de la comedia en este caso clásica y estadounidense, tiene momentos muy logrados como la utilización de ese disco con grabaciones de coches de Fórmula 1, el particular numero de auto-stop que remite a Sucedió una noche, esa pasión por la infancia, aquí los niños juegan aun más un papel importante y maduro, el juego que hay con el banjo... Dicen
las malas lenguas que a los franceses no les salen bien las comedias, la verdad
es que esta no llegaría al nivel de las grandes, pero no por ello deja de ser un
producto interesante, libre y desenfadado y que nos permite adentrarnos más en la forma de ser de él.
El pasado domingo 6 de octubre era el día del cine español y yo sin saberlo, desde que escribo
este blog hace ya 6 años he dedicado bastantes entradas a películas españolas
no tan conocidas (ni aceptadas) hoy en día, hay suficientes elementos, si no sacamos nuestros prejuicios, que permitirían no ser tan desdeñosos con
nuestra historia fílmica y especialmente alabar la profesionalidad de gran
parte de nuestros directores que tenían que torear la censura, cambios de
guiones, presupuestos ínfimos… Uno de esos nombres sería el de José Antonio
Nieves Conde, no más citarlo a los más cinéfilos les saldrá Surcos, ejemplo de
película que acaba comiéndose casi toda su filmografía en la que destacan
también las famosas Balarrasa, El inquilino o la que traigo hoy Los peces
rojos.
Decía el propio director que él
solo se había dedicado al cine y ya desde niño mostró su afición al séptimo
arte, nacido en Segovia empezó como ayudante de dirección de Rafael Gil y fue
crítico de la revista "Primer Plano" o del diario "Pueblo" donde marchó por
desavenencias con la línea editorial.Ya
empezó desde joven con el género policíaco con títulos hoy imposibles de ver
como Senda ignorada (1946) o Angustia (1947), pero su fama vendría con
Balarrasa (1951) donde ya destacaba su habilidad por crear híbridos de géneros, ahí nos presentaba un argumento bélico con el drama religioso que tanta popularidad
estaba cosechando en aquella época y se permitía incluso un
humor encubierto y cierta crítica social que al estar tan solapada de forma
inteligente no tuvo tanta repercusión en la censura del momento. Luego vino Surcos con guion de Gonzalo
Torrente Ballester y Natividad Zaro y argumento de Eugenio Montes, ahí se nos
retrataba casi por primera vez la España del momento y lo abordaba utilizando
técnicas realistas del cine norteamericano, aunque se quiso ver más su estilo
como asociado al neorrealismo italiano.
A partir de entonces ya no sería
José Antonio Nieves Conde, sino "el director de Surcos" y si uno repasa la
mayoría de las críticas esta le persigue porque no se paraba de escribir que no
había llegado nunca al nivel de esta. Incluso se quiso presentarlo como el De Sica
español y cuando Visconti rueda después Rocco y sus hermanos las comparaciones fueron aun más evidentes, evidentemente los encasillamientos le molestarían y en Los peces rojos
hasta tenemos alguna que otra prueba, lo que estaba claro es que el director
transmitía una sólida formación técnica y un sentido directo de la puesta en
escena.
Los peces rojos suponía cierta
novedad al mezclar nuevamente diversos géneros, estábamos ante un policiaco,
pero con gran fuerza melodramática, una historia de pasiones, engaños,
histeria…Una introspección psicológica de a dónde pueden llegar las miserias
humanas, no había ninguna moralidad en los personajes y eso no encajaba tampoco en los moldes de la época, por lo que suponía otra prueba de riesgo contra la
censura que decidió actuar e imponer otro final. No se preocupen que no voy a
desvelarlo, pero el arte del director supo lidiar también con esta exigencia y
un análisis más profundo tampoco permitiría que lo aceptáramos como un final
feliz.
Aviso que si quieren disfrutar
plenamente de la película no lean demasiado el argumento que viene en distintas
páginas ya que desvelan una parte importante, dejémoslo en que empieza con una
noche de tormenta en la que llegan a un hotel de Gijón Hugo e Ivón acompañados
del hijo millonario del primero, Carlos, con el que ella había tenido una relación. Hace mal tiempo, pero sienten que tienen que ver el
mar embravecido, pero poco después Ivón regresa pidiendo socorro porque el chico
ha sido arrastrado por el mar. Al no aparecer el cadáver, un comisario se hará
cargo del caso.
El personaje de Hugo Pascal
estaba interpretado por Arturo de Córdova y nos presentaba a un escritor sin
apenas suerte para que le editaran las novelas, los cinéfilos lo recordarán
especialmente por esa maravilla de Luis Buñuel llamada Él (casi la mejor
película que sobre los celos se ha realizado), el actor mexicano tuvo tanta
fama que hasta llegó a Hollywood, aunque sin películas destacables, supo explotar
su imagen de galán tenebroso y neurótico, uno de sus mejores papeles fue en El
esqueleto de la señora Morales (1960). En el cine español también lo recordamos por su
papel en La herida luminosa (1956). La
protagonista era Emma Penella que empezaba a tener papeles en películas de gran
calidad como Los ojos dejan huellas (1952) o Cómicos (1954), ya estaba a punto de iniciar su
etapa inolvidable con Manuel Mur Oti y aquí nos mostraba un personaje hipócrita
cuya obsesión es casarse con alguien millonario para no tener que seguir
trabajando.
El guion corría a cargo de Carlos
Blanco, de los mejores en esos años, había escrito el de Locura de amor (1948)
y destacaba también su trabajo en el cine negro por ser el autor del de Los
ojos dejan huellas de Sáenz de Heredia. La relación entre él y el director tuvo
sus diferencias pues Nieves Conde no quería los flashbacks que aparecen, aunque
finalmente cedió. La razón se fundamentaba en querer dar un aspecto más real a
la historia, pero precisamente ese juego con la ficción es lo que dota de atractivo
a la historia. Si en Surcos aparecía un diálogo en el que se hablaba de que las
películas neorrealistas eran las que estaban de moda y no las “psicológicas”,
aquí el personaje del librero le rechaza al protagonista los escritos por ser “fantasiosos”
y no mostrar la realidad y vuelve a citar lo del “neorrealismo”, lo que origina
una discusión que escondía también cierto humor y ganas de querer reivindicar y a la vez parodiar lo que realmente se quería.
Precisamente ese aire psicológico
que se repudiaba es lo que tiene Los peces rojos que la hacen especial, el
suspense de Hitchcock con elementos de Rebecca o Recuerda especialmente y el de Siodmark jugaban también con
este. Aquí vamos entrando en la evolución enfermiza de las personalidades del
protagonista, por una parte el deseo de querer evadirse en lo ficticio para
afrontar la realidad y, por otra, el ansia de poseer sin apenas
realizar esfuerzo alguno de ella para huir de la miseria y la vida banal que
le toca vivir como bailarina de esas revistas de poca categoría con esa primera fila reservada para los "mirones" tal y como se nos muestra. De forma implícita se nos mostraba un reflejo de la pobreza de la época como en Surcos por lo que
aunque son dos películas formalmente muy distintas, guardan puntos en común.
La puesta en escena resultaba
fresca, abandonando el acartonamiento de los decorados, incluso con un presupuesto
menor, lograba sacar partido a los exteriores, uno de los mayores aciertos era
mostrar escenas de ese Madrid de los 50 sin tampoco exceder en ello, fijémonos
cómo a través de la ventana del despacho del
abogado vamos viendo la calle o una tranquila, en aquellos tiempos, calle Alcalá con la librería, el barrio de Embajadores nocturno o las localizaciones en Gijón con una composición curiosa llena de guardias civiles
con el tricornio buscando el cuerpo de Carlos. Por cierto, que en la decoración este fue uno de los primeros
trabajos de Gil Parrondo, aquí acompañado de Luis Pérez Espinosa
Entre los personajes secundarios
destaca la figura del conserje interpretado por Manuel de Juan, está tan
aburrido por la nula actividad turística de la ciudad que nos va enseñando sus
trucos para aguantar la guardia de noche y nos lo presenta con una boina ya que
apenas recibirá visitas, su testimonio a la policía resultará divertido y es que se inventa partes con la justificación que lo tenía que "amenizar". Es un personaje simpático y entrañable que
incluso puede llegarnos a recordar, también por ser de Gijón, al de Agustín González
en Volver a empezar.
Sé que en este tipo de intrigas
más de uno hallará defectos, por una parte pueden encontrar bastante
ingenuidad en ella o no considerar creíble cómo puede estar viviendo él o el personaje de la tía que le está pagando una pensión a Carlos desde que nació... Hay
hacia el final una ironía que lanza el protagonista y que creo que venía a responder
a todo aquel que acusa las novelas o películas ficticias precisamente por lo
poco que podían resultar veraces. Fijémonos que incluso antes hay una escena algo
surrealista cuando ella está hablando con su amiga y de repente nos muestra un
juego de magia en el que de repente esta se convierte en un pavo. Hay que tener en cuenta que por mucho neorrealismo que se quisiera
transmitir, no deja de ser cine y quizá esas ansias de querer ver siempre la
verdad resultaban una quimera.
En fin, creo que les gustará ver
Los peces rojos y una buena muestra de que en el cine español con pocos medios,
pero con creatividad se podía también mostrar un gran suspense, escenas simples como la del disco resultaban eficaces para mantener en vilo al espectador, incluso hay una excelente utilización de la escalera en un plano breve nada pretencioso. Es una película que como bastantes policiacos de calidad en el cine español está subvalorada y olvidada, cuando Hugo Pascal nos enseña esa maleta llena de novelas desechadas las cambio en mi mente por la cantidad de títulos que apenas se dan a conocer. Como curiosidad, en el 2003
Antonio Giménez Rico rodó un remake titulado Hotel Danubio producido por José Luis Garci, el objetivo era querer mostrar esa
historia con el final sin censura y otra estructuración más acorde con el tiempo, pero mejor no seguir hablando demasiado y que
puedan gozarla sin que les destapen la trama.
Damos la bienvenida ya a este
octubre, época también de nuevos propósitos y entre ellos, claro está, el de
seguir viendo buen cine. Ya comenté en julio que por lo que se decía en las
redes iba a desaparecer el espacio de José Luis Garci "Classics", la Trece sigue
emitiendo películas clásicas la noche de los viernes, aunque suelen ser
westerns y superproducciones, antes de cada emisión sale la careta del programa y, mientras preparo este artículo, Juanma de la Poza en Twitter ha desvelado que el programa volvía este viernes pero sin Garci al frente, será Jerónimo José Martín quien lo presentará y ya habrá tiempo para valorarlo porque ni la Trece lo ha anunciado en su web...Mientras, el vacío que ha dejado en la noche de los viernes es tal que uno acude a escucharlo a
la misma hora en el espacio de los "Cowboys de medianoche" en Esradio.
Uno se pone a pensar: ¿Cuál
hubiera programado Garci este viernes? en plan Wilder que tenía colgada en su
despacho la frase de "¿Cómo lo hubiera hecho Lubitsch?" Personalmente que cada
semana toca escoger un tema, y no siempre es fácil contentar, creo que lo mismo
hubiese sido Douglas Sirk y alguno de sus grandes melodramas, no creo que
eligiera Atila, rey de los hunos de la que se arrepintió de haber rodado y que
consideraba uno de sus peores trabajos, es del año 1954 y estaba en la
Universal donde acababa de rodar Obsesión uno de sus títulos más exitosos. Pasar
a un "peplum" sorprendía, pero en Sirk habría que saber buscar más allá de un
simple entretenimiento.
Precisamente fue emitida hace
poco por la tarde en Trece en su formato panorámico y una semana después el
Toro TV también, aunque aquí la copia era cuadrada para entendernos. No se
trataba de suprimir el formato, se rodaron las dos versiones, la tengo
en DVD de esta manera, creo que el Blu-Ray sí que la
comercializó en Cinemascope. La Universal se sumó al éxito de tal formato y nada
mejor que un director como Sirk para explotar aún más la imagen. Pero este no
fue el formato que emplearía posteriormente.
Bien, el argumento valga la
redundancia habla de Atila, rey de los Hunos, cuando el imperio romano se halla
dividido en dos en el siglo V, este acaudilla a todos los pueblos barbaros al
norte del Danubio y mientras decide a cuál de ellos atacará primero, sus
hombres capturan al centurión Marciano (Jeff Chandler) que lleva un mensaje
desde Roma para el emperador de Oriente. En un principio tenia que ser Chandler
quien hiciera de Atila, pero este se negó a querer interpretar a un personaje
malvado y al final Jack Palance tuvo la oportunidad de bordar uno de sus
papeles más famosos.
Aunque se suele decir que el
guion era poca cosa y no estaba a la altura de Sirk, creo que era más bien lo
contrario, uno de los guionistas Barré Lyndon tenía en su haber magníficos
trabajos como el de El mayor espectáculo del mundo, a él se unía el nombre de
Oscar Broding habitual en la Universal. Se jugó en apariencia a resaltar el
cristianismo frente al paganismo, fíjense que el título original era Sign of
the Pagan, la Universal diseñaría un producto para un amplio abanico de
público en el que primaría el entretenimiento sin olvidar la concepción
artística.
Y es que ver hoy Atila, rey de
los hunos, supone uno de los ejercicios más interesantes para quien quiera
seguir y analizar la obra de Sirk, desde todo ese cuidado visual tan presente
en él o el enfoque atormentado de sus personajes con esos habituales claroscuros cuando nos presenta los diálogos, toda una verdadera
introspección psicológica que va desde la desmesura del protagonista hasta
incluso mostrarnos su lado comprensible. Incluso lo menos interesante acaba
siendo el argumento, lo que realmente uno quiere ver es ese tratamiento y
formas que Sirk les daba e ir fijándonos en sus sugerencias plásticas, como ese puñal clavado que refleja la cruz o el duelo entre Atila y Marciano, lástima que para este último Jeff Chandler estuviera tan frío en su papel.
Así pues, no valoren la película
por su trama ni las licencias históricas que se dan, piensen que están ante otro
de sus grandes melodramas y seguirán disfrutando del oficio del gran Douglas
Sirk... Y a seguir pensando cuál programaría Garci la semana que viene...Y qué programan ahora los nuevos Classics... Algún día habrá que hablar de los programadores de las distintas cadenas, sin ir más lejos el pasado lunes en la 2 emitieron por tercera vez Matrimonio a la italiana como homenaje al centenario de Marcello Mastroianni, se ve que el ente púbico no tiene (o no conocen) otra película del magistral actor.
Seguimos con los centenarios esta
semana, esta vez toca el de Marcello Vincenzo Domenico Mastroianni más conocido
como Marcello Mastroianni que nacía un 28 de septiembre de 1924 en Fontana Liri
(Italia) y que falleció el 19 de diciembre de
1996. Trabajó bajó las órdenes de los grandes: Visconti (Noches blancas), Fellini
(La dolce vita,8 y medio…), De Sica (Matrimonio a la italiana, Ayer, hoy y
mañana), Antonioni: (La noche)... Y otros nombres que han ido cayendo en el olvido
en las últimas décadas, tales como Monicelli, Risi, Comencini,
Blassetti, Germi, etc. Entre ellos está el de Ettore Scola y que formó
otro gran dúo con el actor, películas como Una jornada particular, Macarrones,
Splendor…
En 1981 rodó La noche de
Varennes, un curioso filme histórico en el que un viaje en diligencia desde
París a Verdún de un variopinto grupo el 20 de junio de 1791 servía como medio
para recordar las circunstancias históricas que rodearon la frustrada fuga de
Luis XVI y María Antonieta. Entre ese abanico de personajes teníamos al
escritor y liberalista Restif de la Bretonne (Jean Louis Barrault), el
ensayista político Tom Payne (Harvey Keitel), una aristócrata (Hanna Schygulla),
un estudiante (Pierre Malet)… A ellos se añadía Giacomo Casanova, papel del que dijo el
director que solo podía haber hecho Marcello Mastroianni y que creo que es de
sus mejores caracterizaciones.
Más de uno al leer la sinopsis le
habrá venido a la cabeza La diligencia de John Ford que a la vez ya
saben que venía inspirada por el cuento Bola de sebo de Guy de Maupassant, a Scola
se lo recordaron bastante y él contestaba que aunque no fue el modelo, sí que
estaba en el inconsciente y añadía un irónico: “¿Quién no la tiene?”.
El guionista Sergi Amidei que había trabajado con Roberto Rossellini o De Sica
firmó su obra póstuma, si se fijan en los créditos verán que está dedicada a él
ya que falleció en pleno rodaje.
Recuerdo cuando en la EGB tocaba
el tema de la Revolución Francesa y la profesora recomendó este título ya que la
emitirían en la 2 próximamente, pero nos dijo que narraba la fuga del rey y era
entretenida, así que me lo imaginé en
plan western huyendo y sorteando todo tipo de aventuras como un John Wayne
defendiéndose de los indios, cuando por fin descubrí La noche de Varennes me
llevé un pequeño chasco, solo veíamos sus pies y hacia el final, el resto eran
los diálogos de toda esa gente interesante.
Cuento esa anécdota porque puede
costar en un principio situarse, pero el espectador que quiera saber de
historia no va a quedar decepcionado, todo lo contrario, asistirá a toda una
lección y lo que es más importante, a reflexionar sobre esta. Si Scola nos
había mostrado en Una jornada particular que la Historia afectaba a un
individuo, aquí el individuo incide en esta
y es que fue el mismo pueblo quien detuvo a Luis XVI. Aparte, el guion y la
plasmación del director era desde cierta distancia, él hablaba de que estaba al
lado de todos: “Ellos hablan de ideales como de un modo de sentirse en paz
consigo mismos, de sentirse seguros. Lo que cuenta, en mi opinión, es
enfrentarse con uno mismo (…) y ver si se está o no en armonía con lo que
sucede alrededor.”
Estando acostumbrados hoy en día
a la subjetividad cuando se presenta algo y al partidismo, lo cual es peor, se
agradece esta cosa tan rara en nuestros días llamada objetividad. De ahí que
uno de los personajes que se lleva mayor protagonismo sea el de Restif de la
Bretonne (Jean-Louis Barrault) que reconoció los méritos de la Revolución
Francesa, pero que se preocupó también en conocer a sus oponentes y poder
comprenderlos.
Pero es obvio que a pesar de la
genialidad en que le vemos y escuchamos, el personaje que se come a todos los
demás es el de Giacomo Casanova y es que Mastroianni daba otra lección de
interpretación, su personaje ya envejecido reflejaba en cada fotograma su
cansancio y visión sarcástica de la vida, Scola nos lo presenta, ya desde el
principio, arreglándose la peluca y ayudando al escritor para que suba en esa
diligencia. Es tal la grandeza que hasta se permite romper la cuarta pared y decirnos cuándo morirá este. A tenor de esto, el director expone el film como si de un espectáculo de linterna mágica se tratara con el prólogo y
el epílogo y parar de tanto en tanto para dar algunas explicaciones que no
resultan nada pedantes, se concebía como un
homenaje a los enciclopedistas. Con esto se reivindica el papel
del cine como arte didáctico, aspecto muy olvidado en los últimos
tiempos con la concepción peyorativa del cine solo como entretenimiento
Los diálogos de Casanova con el resto
de los personajes tienen un tono irónico que ayudan aun más a que disfrutemos
de su actuación, cuando el escritor siente necesidades fisiológicas y le
exclama que maldita vejez, él le contesta con un “se nos castiga de donde más
hemos pecado”, en otro momento se sorprenden que coma tanto y su respuesta es
la de “sí, incluso cuando tenía otros placeres”, memorables también sus
contrarréplicas al personaje del estudiante (quizá el menos tratado) cuando
sentencia que el pueblo es el más tiránico de los soberanos.
En fin, que si quieren disfrutar
de una gran actuación de Mastroianni para este centenario, creo que La noche de
Varennes les va a satisfacer plenamente, además de poder gozar de Harvey Keitel o Hanna Schygulla entre otros. Por cierto que el actor Jean Louis Barrault, que interpreta
a Restif se le apodó como el Laurence Olivier francés, no se prodigó mucho en cine, aunque lo vimos en grandes títulos como Los niños del paraíso, La ronda, Diálogo de Carmelitas o El día más largo. Para verla, se editó hace pocos
años en DVD y Blu-ray por Divisa y aun está a la venta, solía estar en alguna plataforma como Filmin, pero, ahora mismo, no.
Si algún día desaparece el formato físico definitivamente, este tipo de películas correrá la misma suerte...