03/01/2025

Olivia Hussey: La Julieta inmortal




Justo al acabar el año se nos informaba de la muerte de Olivia Hussey, un nombre que para ciertas generaciones más jóvenes probablemente no les diga nada, pero para otras sea todo un referente y eso, a pesar de su escasa filmografía. Ella fue la inolvidable Julieta de la mítica adaptación de la inmortal obra de Shakespeare que Franco Zeffirelli dirigiera en 1968 y quizá la mejor actriz que se haya metido en la piel de ella, con solo 15 años la película reflejaba la verdadera edad adolescente de los amantes de Verona y en un contexto de finales de los 60 el film fue algo más que un símbolo de las libertades que se demandaban por entonces.

La actriz tuvo algunos otros papeles, aunque sin la repercusión de este, ahora que la Trece repite el Jesús de Nazaret que Zeffirelli dirigiera unos años después, se acordó de ella dándole el papel de María y sus dotes interpretativas eran bastante efectivas, lástima que no tuviera más oportunidades o prefiriera dedicarse más al teatro. La actriz había nacido en Buenos Aires (Argentina) un 17 de abril de 1951, se nacionalizó británica. Participó en películas de terror como Black Christmas (1974) o Muerte en el Nilo (1978), también la pudimos ver en el papel de Madre Teresa en Mother Teresa (2003).

Como ven, no hay demasiado, pero no por ello se la olvida, el Romeo (Leonard Whiting) en cambio pasó más desapercibido, aunque también recreaba perfectamente al personaje, ganó incluso el Globo de Oro al mejor actor revelación, pero tampoco quiso dedicarse mucho al cine. 

Como recuerdo a Romeo y Julieta, engancho este "post" que escribí hace algún tiempo y les vuelvo a recomendar que vean la película y que la descubran especialmente los más jóvenes que no tienen tanto acceso a ella ya que está prácticamente desaparecida de las plataformas.



Hay películas por las que uno siente un cariño especial, una es este Romeo y Julieta de 1968 dirigida por Franco Zeffirelli. Llegué a ella hace ya mucho tiempo a través de su banda sonora compuesta por Nino Rota, su tema de amor sonaba entonces mucho por la radio, hubo múltiples versiones instrumentales, una de ellas de Henry Mancini. Esas notas renacentistas con esos instrumentos de la época conseguían atraerte a la historia de la música y coger ventaja cuando nos la enseñaban de aquella manera en el Bachillerato.






Zeffirelli que fue ayudante de Visconti y un reputado director de ópera,  tuvo una filmografía algo irregular. Tras rodar esta, sufrió un grave accidente por la que estuvo apartado detrás de las cámaras varios años, su regreso al cine fue con aquel Hermano sol, hermana Luna que muchos no toleraron bien ya que tenía un una estética hippie y un mensaje ecologista que curiosamente la crítica de izquierda fue la que cargó más contra esta, aunque en el aspecto religioso, los sectores más progresistas la vieron con buenos ojos. 

Posteriormente  cosechó un gran éxito con la serie sobre Jesús de Nazaret  y que en cine se estrenó en una versión abreviada. Esta película también le llevó a ser detestado por otros que veían una película reaccionaria en contra de aquel Jesús que dirigiera Pasolini. El director buscó luego comercialidad dirigiendo un remake de El campeón de King Vidor, se la etiquetó como la película más lacrimógena de la historia, luego siguió En Estados Unidos rodando un drama adolescente titulado Amor sin fin que tuvo su éxito por la canción y que supuso el debut de Tom Cruise en un brevísimo papel, la película explotaba la entonces belleza y fama de la hoy olvidadísima Brooke Shields. 

El director se fue alejando del cine y rodó óperas y no volvió al cine hasta 1988 con El joven Toscanini, en 1990 se atrevió con una versión de Hamlet interpretada por Mel Gibson, la cual creo que no se trató muy bien en gran parte por culpa de la consideración hacia el actor, posteriormente sus películas no tuvieron el eco pretendido, ahí hay una versión de Jane Eyre interesante con el recientemente fallecido William Hurt, alguna producción para revisar cómo Té con Mussolini o aquella Callas Forever y poco más. En la web de Televisión Española hay una interesante entrevista que le hizo Joaquín Soler Serrano en el A fondo A fondo: Franco Zeffirelli | RTVE Play

Vuelvo a su Romeo y Julieta, de esas películas que si un día me pidieran una lista de títulos por las que pasé a ser un cinéfilo la pondría. A muchos nos sigue ocurriendo que cuando comentamos con alguien que escribimos de cine nos toman por vulgares, como si estuviéramos hablando de ir a tomar tapas o jugar con la consola, esto ocurre básicamente por la ignorancia que hay hoy en día respecto al séptimo arte y es que una cosa es cine y otra ver películas. El cine estaba llamado, y perdonen que use el pretérito, a ser la suma de las artes, de la música, la pintura, la literatura, la fotografía, el teatro, etcétera. Precisamente este Romeo y Julieta es la suma de todos estos componentes, la primera vez que la vi, sentí una afición indescriptible hacia lo que podía ser el cine, entonces no sabía mucho del mundo del celuloide, en el colegio no se nos enseñaba ni de aquella manera…

Creo que no hace falta ya decir, eso espero, que se trata de una adaptación del inmortal de William Shakespeare y coincidiendo que este 23 de abril falleció, he pensado que hoy podía rescatar esta película. Como también ya sabréis, ha habido otras adaptaciones, la más famosa entonces fue la que dirigiera a George Cukor en 1936 con un imposible Leslie Howard que contaba con 43 años y Norma Shearer con 34. La versión de Zeffirelli destacaba por sus dos intérpretes jóvenes, en el momento del estreno se publicitó con la frase de “la película de la juventud”, además estábamos en 1968 por lo que adquirió otras connotaciones que aumentaron la taquilla. 



No tenían ni 20 años los enamorados, ella era Olivia Hussey cuya carrera posterior contó con algún título de éxito aunque de secundaria y luego básicamente para televisión. Él era Leonard Withing que había trabajado en alguna producción Disney adolescente y que en teatro protagonizó el musical Oliver. Su carrera fue peor que la de ella, aunque al año siguiente logró también cierta fama haciendo un papel de Casanova de la mano de Luigi Comencini pero sus posteriores títulos en cine que pretendían convertirlo en galán fueron flojos y se dedicó al teatro. Pero no cabe duda de que fueron unos excelentes Romeo y Julieta y demostraban ya una madurez unida a la inocencia de sus edades, hubo problemas para mostrarles desnudos con la censura al ser menores de edad.

Pero aparte de la elección juvenil de los actores hay otra característica, no es teatro filmado, ni siquiera tiene una puesta en escena así, es un excelente escenario de cine. Grandes secuencias como el entierro de ella o la secuencia del balcón son imposibles de olvidar, los duelos entre Montescos y Capuletos, aquí son vistos como peleas callejeras entre burgueses del siglo XV, el vestuario es vistoso y la fotografía de Pascuale de Santis. excelente.

Tanto gustó que incluso Lawrence Olivier puso la voz en off, véanla y la comentamos.





21/11/2024

Una tumba al amanecer (Counterpoint, 1967)

 


El calendario nos marca que este 22 de noviembre es Santa Cecilia, la patrona de los músicos y como suele ser habitual aprovecho la ocasión para traer una película relacionada, en años anteriores hablé de Ensayo de orquesta o de aquella biografía no convencional de Chopin que dirigiera Jaime Camino, Un invierno en Mallorca.

Esta vez le toca el turno a Una tumba al amanecer (1967), traducción un tanto desafortunada de Counterpoint (Contrapunto) dirigida por Ralph Nelson (director que cité al hablar de El último homicidio e interpretada por Charlton Heston, Maximilian Schell, Kathryn Hays y Leslie Nielsen (sí, el teniente Frank Drebin de Agárralo como puedas)

El argumento es lo suficientemente atractivo, durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), una famosa orquesta sinfónica norteamericana, que está en Europa para entretener a las tropas aliadas, es capturada en el frente belga por los alemanes. Los músicos son trasladados como prisioneros a un castillo medieval, cuyo jefe es el General Schiller (Maximilian Schell), autoritario militar y gran melómano. Schiller le propone al director de la orquesta, el prestigioso concertista Lionel Evans (Charlton Heston), la posibilidad de salvar sus vidas a cambio de que interpreten para él un concierto exclusivo durante una reunión de altos oficiales alemanes. Sin embargo, los principios éticos de Evans le impiden doblegarse a la voluntad de un nazi. Su obstinación pondrá en peligro a todos los miembros de la orquesta.



El problema principal de la película es que muchos que se acercan a ella pueden quedar decepcionados, por una parte, se aleja del modelo tipo La gran evasión y hay cierta pretensión de querer mezclar aspectos del cine entonces de ensayo con la fórmula más comercial. Ya el título original nos daba una pista, pues ese “contrapunto” no deja de evidenciar lo que vamos viendo según avanza el metraje. Por otra parte, tenemos dos personalidades muy distintas, la del director de la orquesta y el general nazi, pero a la vez unidas por la megalomanía, el primer enfrentamiento entre ellos es el mejor, cuando van resaltando las características de sus nacionalidades.

Por otro lado, la película carece de exteriores incluso el tono mayoritario empleado es sombrío, hay una estética también de contraponer esa nieve con la oscuridad de ese castillo. Tampoco hay la utilización de cierto humor para descargar el dramatismo de la historia, hay momentos duros y densos. Las músicas están muy bien empleadas y consiguen mantenernos en suspense.

La película se inspira en una novela de Allan Sillitoe (que escribió tal y como recuerdan en varias ediciones la de Sábado noche, domingo mañana o La soledad del corredor de fondo), es una adaptación muy libre ya que esta se ambientaba en la Guerra Fría con un conflicto que involucraba a las tropas de una nación no especificada de Europa del Este. En el guion se contó con nombres más famosos en la televisión como James Lee (Raíces) o Joel Oliomsky (Kojak). Parece ser que este se reescribió varias veces sin tener en cuenta al director y ello puede ser la causa de cierta irregularidad en el ritmo narrativo.

Y es que no resulta fácil a partir de ese enfrentamiento inicial, conseguido como he dicho antes, ir repitiéndolo, pero cambiando de tono, algo así como estar escuchando una gran sinfonía con sus distintos acordes. Interesante, pues, trasladar lo que sería el lenguaje musical al cinematográfico.

Heston está inmenso, hasta se pasaba 5 horas diarias ensayando la quinta sinfonía de Beethoven, también escuchamos a Tchaikovsky, Brahms, Schubert o Wagner. Como “contrapunto” Maximilian Schell es un general germánico y fanático que quiere que los presos den un concierto solo para él y como otro “contrapunto” (de ahí el título original) hay el coronel de las SS que quiere ejecutar a los músicos sin remordimiento alguno.

Una tumba al amanecer acaba resultando una rareza, tan irregular como interesante de ver y que incluso se desconoce bastante en la filmografía de Charlton Heston. La verdad es que si quieren disfrutar de música clásica pues lo van a pasar bien y de paso aprovechar para reflexionar cómo el arte puede vencer los instintos más negativos de cada uno.

14/11/2024

Delirios de grandeza (La follie des grandeurs, 1971)

 


El próximo 16 de noviembre es el día internacional del Patrimonio Mundial y este nos sirve de excusa para visitar entre otros la Alhambra, pero podemos recurrir también, valgan las distancias, al cine. El escenario ha servido para todo tipo de géneros, desde Violetas imperiales (1952) a Simbad y la princesa (1958), y también comedias como Delirios de grandeza que comento hoy.

Primero de todo, hemos de fijarnos en su director Gérard Oury (1919-2006), el cual comenzó como actor de teatro, pero en 1965 consiguió un gran éxito dirigiendo Le corniaud (El hombre del cadillac) que popularizó a la pareja De Funes-Bourvil, el segundo aparecía como un ingenuo buen hombre capaz de creerse todo mientras el primero aquí hacía de malo (pero simpático, gruñón y en el fondo otro buen hombre). Consiguió el favor del público, pero aun sacaría más provecho en 1966 con La grande vadrouille (La gran juerga) un titulo ya mítico del cine francés que se mantuvo durante tres décadas como la película francesa más vista.

En 1969 rodó El cerebro, una comedia en su día popular y hoy marginada en las programaciones, repetía Bourvil, pero no Luis de Funes, los protagonistas eran Jean Paul Belmondo y David Niven. Cuando se pudo volver a idear un guion con la pareja de Funes-Bourvil, murió prematuramente este y en una cena del director con Simone Signoret le sugirió que contratara a Yves Montand, aunque el actor ya tenía algo de experiencia en papeles cómicos en el cine estadounidense, se amoldaron diversas partes de la historia.

Delirios de grandeza es una parodia del drama romántico de Victor Hugo Ruy Blas, la acción se desarrollaba en España a finales del siglo XVII. Ruy Blas, un plebeyo joven y pobre se vuelve sirviente de un hombre poderoso que sufrió un ultraje a causa de la reina y juró vengarse. Utiliza al sirviente aprovechando su necesidad, pero sobre todo, el amor que éste siente por la bella soberana.

El guion también firmado por Oury y por sus colaboradores habituales en sus comedias como Danièle Thompson y Marcel Julian apostaban por presentarla de forma cómica e incidiendo mucho en la estética del vodevil. Por otra parte, Louis de Funes estaba en su salsa y le veíamos en plena acción con sus muecas habituales y su voz de cascarrabias. Montand, en cambio, salía muy bien parado de este retorno a la comedia, su personaje estaba muy bien equilibrado y creíble, aunque el mayor problema era sustituir a Bourvil, algo imposible, por lo que a pesar de los esfuerzos queda cierto regusto vacío.

A pesar de que alguno puede estar pensando por qué me pongo a hablar de estas comedias, le diré que, entre otros, tuvo de seguidores a ni más ni menos que a François Truffaut, el cual mandó una carta a Oury a raíz del estreno de El hombre del Cadillac y le escribió que él amaba esa película. Por otra parte, la cinemateca francesa exhibió un ciclo dedicado a De Funes hace pocos años y sus películas se fueron remasterizando y recuperando. En España cabe recordar que rompía taquillas (superó el millón de espectadores en su estreno en nuestro país), muchos lo veían como el Paco Martínez Soria francés y cabe recordar que tenía ascendencia sevillana.

Precisamente Delirios de grandeza está rodada en España, aparte de la Alhambra, podemos ver El Escorial, El cabo de Gata, el desierto de Tabernas (Almería) o Toledo. Y en su reparto aparecen actores como Alberto de Mendoza como el rey, una sucesión de “Grandes de España” compuesta por Don Jaime de Mora y Aragón, Eduardo Fajardo, Antonio Pica, Joaquín Solís…Como bailarina tenemos a La Polaca que acababa de rodar El amor brujo con Rovira Beleta.

 Aunque también, para más de uno, este tipo de productos pueden resultar banales y sin ningún valor cinematográfico, no ocurre así en Gérard Oury que cuidaba bastante todos los aspectos, fijémonos que la fotografía es de Henri Decae (el de Los 400 golpes)

Cuando empieza Delirios de grandeza parece que estemos ante el inicio de un western con sus diligencias, persecuciones, planos aéreos, una música de Michel Planareff que parece sacada de un espagueti western... Inevitable ya sonreír en los primeros gags y en escenas bastante conseguidas como la procesión de Semana Santa, la bomba en el cojín o la escena inicial.

Sin pretensión alguna de ir más allá de lo cómico, sino simplemente (que ya es mucho) de pasar un rato de lo más entretenido y agradable, les recomiendo que vean Delirios de grandeza y fíjense también en cómo tomaron de modelo Las meninas de Velázquez para la configuración de los personajes. En el DVD que tengo aparece el siguiente comentario publicado en el ABC el 4 de mayo de 1972: "Un film gracioso, divertido, reconfortante, de lo que de vez en cuando nos hacen falta para desintoxicarnos de esa droga sutilísima que es la magnificación de la Historia."

07/11/2024

La primera de Eastwood: Escalofrío en la noche (Play Misty for Me, 1971)

 


La última (y seguimos esperando que no lo sea…) película de Clint Eastwood a sus 94 años es una magnífica noticia que todo cinéfilo debería disfrutar y de paso recordar su filmografía, en sus inicios sus obras no estaban tan reivindicadas por la crítica y su mezcla entre un cine de autor con el más popular tampoco era del todo bien visto. Pero Eastwood comenzó con un producto más bien modesto y con cierta pretensión que podía ser algo más que el enigmático héroe de esos westerns o su papel sin escrúpulos en Harry el sucio. Me refiero a Escalofrío en la noche (Play Misty for Me) del año 1971.

Ahí interpretaba a Dave Garland, un locutor de radio de California en el que se dedicaba a poner discos dedicados, un día recibe la llamada de una mujer que se va repitiendo, decide conocerla, pero la rechaza, ella no parará en acosarle.

A mediados de los 80, a raíz del éxito de Atracción fatal, la película se reivindicó y salió de cierto olvido, muchos escribieron que el film de Adrian Lyne se había copiado, no faltaban las similitudes. Pero como ya he dicho antes, Eastwood se movía en un campo mucho más humilde entonces, pactó con la distribuidora Universal un presupuesto menor y es que, a pesar de que ya era una estrella y tenía su propia productora, no se creía demasiado en su aventura detrás de las cámaras.

Por una parte había muchos clichés de la época, hay un afán para que no se note que fuera una película de estudio, ya empieza él conduciendo por las costas californianas y nos adentra en una atmósfera donde se contrastan diversos tipos de luminosidad que refuerzan el estado psicológico de las situaciones. Es magnifica esa recreación íntima en ese estudio de radio que definen al personaje como solitario.

Por otro lado, Eastwood intentaba que no se le encasillara como un personaje violento que el público en su momento buscaba, su actitud ante el acoso de ella no es agresivo, sin querer desvelar momentos, esto lo entendemos con una de las llamadas que se producen en los momentos finales.

Durante el metraje encontramos referencias a maestros como Hitchcock, está muy presente en varias escenas o cierto uso de las tijeras o las escaleras. Pero él sabía bien que si todo el rato era esto pues no se valoraría su obra, así pues hay también una más que notable recreación del ambiente californiano y de ese Carmel que es donde él años después fue alcalde, vemos muchos bares, carreteras, lugares comunes…

Si bien estas están muy conseguidas, por el contrario hay también la intención de reflejar excesivamente su estado amoroso y en medio de todo ese suspense llega un momento en que la película se pare y nos tomemos un respiro con la inserción de toda una canción entera The First Time Ever I Saw Your Face cantada por Roberta Flack en plan videoclip mientras los novios van paseando por el campo en plan Love Story con los habituales tics del zoom y pantalla nebulosa.

Curiosamente cuando esto se acaba, también la película pasa a ser por unos minutos como un documental en el que presenciamos escenas del Festival de Jazz de Monterrey y que ya nos anunciaban la que sería una de sus grandes aficiones, Una vez pasados todos estos minutos extraños, la película vuelve a recobrar su fuerza.

Entre los secundarios destaca la aparición de un Don Siegel que según se dice asesoró al director, se cuentan también algunas bromas como que Eastwood le hizo repetir once escenas y luego le mostró que no había película en la cámara.

Pese a sus irregularidades y los defectos como los mencionados, es una más que interesante ópera prima y que merece más consideración, creo que es de sus títulos menos conocidos incluso por sus fans, algo que pasa con otras como Primavera en otoño. En fin, disfrutemos de un gran cineasta y celebremos que siga en activo, aunque la Warner se haya portado tan mal con su "último" estreno.

31/10/2024

Don Juan, mi querido fantasma (1990)

 



Última semana de octubre, toca retrasar la hora del reloj, hay que renovar el armario, ponerse ropa de manga larga o dejar de ir a la playa. Todo ello ya nos lo iban anunciando esas calabazas tenebrosas de la noche de Halloween que en los últimos años han ido penetrando en nuestra sociedad y que no paramos de ver en los escaparates.

Pero los más clásicos tenemos otros signos que marcan el cambio de tiempo: las castañeras y su olor característico que tanto nos evoca, las visitas a los cementerios y recordar a nuestros seres queridos y por otra parte, claro está, ver alguna función del Don Juan Tenorio de Zorrilla...


Ya que las diferentes cadenas de televisión no paran de repetir sus películas en poco espacio de tiempo, podría cortar y pegar los artículos que en años anteriores escribí acorde con el calendario: les hablé del día de los muertos de México en Macario (1960) o en Bajo el volcán (1983) y de una versión hollywoodiense del Don Juan en El burlador de Castilla (1948). Les paso los enlaces, de momento no me he contagiado y ofrezco algo a mis lectores “nuevo”, en este caso una comedia simpática sobre el Don Juan que dirigiera Antonio Mercero en 1990 y cuyo título era Don Juan, mi querido fantasma.


La acción se desarrolla en Sevilla un 1 de noviembre de 1990 cuando Don Juan sale de su tumba, como cada año, para redimir sus pecados y así poder salir del purgatorio. Paralelamente, el actor Juan Marquina está ensayando una versión musical de la obra. A partir de ese momento, sus dos mundos se unirán en un círculo de aventuras, enfrentándose ambos donjuanes con la colaboración de cuatro mujeres con influencia en sus destinos.

El propósito principal de Mercero era el de entretener y que el espectador se riera, aun hace tres décadas había un mayor conocimiento de este y el Halloween no nos había llegado, aunque era evidente aquello de que los tiempos cambiaban: “Se ha desmitificado bastante con el paso del tiempo, no tiene nada que ver con el que dibujó Zorrilla. Si además lo pasamos todo por el tamiz del humor, que siempre es un poco iconoclasta, tenemos una especie de caricatura del machista, altanero, orgulloso y vanidoso que es Don Juan” decía a la prensa.

El Don Juan, probablemente es uno de los grandes mitos patrios junto con Don Quijote, la Celestina o Segismundo, Valle Inclán lo había esperpentizado en Las galas del difunto con el personaje de Juanito Ventolera… Y en el cine teníamos una versión paródica a cargo de un Douglas Fairbanks, aunque no de las más recordadas del gran Alexander Korda.

Mercero ya se aproximó al personaje en un espacio de TVE de media hora de duración, él que se definía como un peregrino del cine (realizador de algún No-Do, documentalista, director de spots, de series...) acababa de cosechar un éxito crítico con Espérame en el cielo (también comentada en este blog) y se animó a pesar de tener proyectos de series (ya estaba sobre la mesa realizar Farmacia de guardia) a una comedia con un reparto coral en la que llamaba la atención la aparición de actrices “almodovarianas” tan de moda entonces, así pues teníamos a Loles León (curo rasgo más hábil es el habla, pero aquí se comunica paródicamente con castañuelas), María Barranco (como la Doña Inés en la función), Rossy de Palma o Verónica Forqué (como Inés en la vida real, cleptómana). “No son propiedad de Almodóvar” decía en plan de broma el realizador que contó con Juan Luis Galiardo, actor que había recuperado fama por su papel en la serie Turno de oficio y que estaba en plena lucha paradójica para quitarse la etiqueta de galán.


En el año de la producción lo que era la comedia popular española no pasaba por sus mejores momentos, sin embargo, esta consiguió una buena subvención, estábamos a las puertas del 92 y se quería promocionar la cultura propia. El público reaccionó con tibieza, no fue un gran éxito, pero tuvo su público. Se dijo también que las coreografías flamencas eran para comercializarlas en el extranjero: “Es un mito universal, tiene una gran fuerza de penetración en los mercados internacionales, y el cine español necesita abrir fronteras para ser rentable”.

El guion, en el que además del propio Mercero participó Joaquín Oristrell, nos mostraba que el falso Don Juan era despreciable, tiranizaba a los miembros de la compañía, maltrataba a su novia, se acostaba con todas, traficaba con cocaína… En cambio, el verdadero era bueno y afable... En la obra de Zorrilla es Doña Inés la que redime al burlador, pero aquí era él quien salva la salud mental de ella.

El lado más grotesco del filme y más de “españolada” venía representado con los chistes sobre los atributos sexuales donjuanescos, la forma de tratar el tema del narcotráfico, un par de policías algo atolondrados o la forma banal de tratar la psiquiatría.

La trama se construye como una obra de teatro, en el segundo acto asistimos a todo un vodevil con muchas puertas, camas y confusiones que agilizan bastante el metraje. De lo demás se ocupa el magnífico reparto que incluía a José Sazatornil “Saza” que se reunía de nuevo con el director después de su divertido personaje en Espérame en el cielo. Teníamos también a Luis Escobar, Antonio Gamero, Rafael Álvarez “el Brujo” o Pedro Reyes. Así pues, creo que visionarla estos días puede ser una forma  simpática de reivindicar que el Tenorio vuelva por estas fechas también.

Para abrir boca ahí va ese especial de Don Juan que Mercero realizó en los 70 en TVE con mucho elemento kitsch propio del momento

24/10/2024

Serrat en el cine: La larga agonía de los peces fuera del agua (1970)

 


Aprovechando que este viernes Joan Manuel Serrat recoge el premio Princesa de Asturias traigo la que fue su segunda película como protagonista: La larga agonía de los peces fuera del agua dirigida por Francesc Rovira Beleta. Había debutado en el cine en 1968 con Antoni Ribas con Palabras de amor, Jaime Camino lo dirigió en 1973 en Mi profesora particular y en 1976 tuvo un breve papel en La ciutat cremada.

La llarga agonia dels peixos fora de l´aigua, así era su título en catalán y estrenada en esta versión en junio de 1970 en el cine Coliseum de Barcelona, es probablemente la mejor aparición del cantautor en el celuloide. Por una parte, teníamos la habilidad de Rovira Beleta que volvía a rodar tras lograr que la Academia hollywoodiense lo nominase por segunda vez por El amor brujo (1967). Con sus ganas de seguir experimentando formas nuevas en el cine español y según sus mismas palabras queriendo crear un cine típico, pero no tópico, se propuso moldear la película con cantante que entonces proliferaba con éxito.

Cuando se estrena el film, Joan Manuel Serrat ya estaba plenamente consolidado, había sabido esquivar la polémica del La, la, la y que en TVE no pudiera volver hasta 1974, pero una gira por Argentina le supuso que su popularidad se acrecentara por Sudamérica o que el disco dedicado a Machado se convirtiera en uno de los más exitosos y recordados, incluso ese año participó en un encierro en el Monasterio de Montserrat en protesta contra el Proceso de Burgos.

La película partía de una novela de Aurora Bertrana (1892-1974) llamada Vent de Grop editada en 1967 y que se desarrollaba en la Costa Brava y que narraba el amor de un pescador y una turista inglesa, esto le servía para reflexionar sobre el turismo que empezaba a eclosionar, el choque entre culturas, generaciones y maneras de entender la vida. Rovira Beleta cambió el escenario y este pasó a ser Ibiza, en vez de centrarse en los turistas, lo hacía con los hippies y el título tan largo se le ocurrió a él ya que comentaba que era algo que estaba de moda.

La película solo la he podido ver a través de un DVD editado por Divisa en el 2008 y no se incluía la versión catalana, en la Filmoteca de Catalunya sí se pasó en el 2015, ignoro si esta se ha emitido en los últimos años. Uno de los principales alicientes cuando uno empieza a verla es que no se echa en falta que no cante más: el argumento, los recursos del director y una más que notable interpretación de él acaban imponiéndose.

No más empezar en los créditos y cantando la bella Bon día nos lo muestra buceando en plena forma y entablando conversación con una turista ligera de ropa, enseguida contrapone su ambiente familiar y algún que otro apunte de turismofobia tan de moda actualmente. Aunque la censura intervino en algún momento, hay también ese juego de saber esquivarla, muchos besos y escenas más apasionadas se nos muestran fuera de campo o a través de metáforas como ese primer plano de la guitarra o de noche, lo cual permite insertar algún diálogo con segundas en el que se quejan de que no tienen el valor de hacerlo de día.



El retrato costumbrista del pueblo es magnífico, está muy bien cuidado y aparecen varias constantes del cine de Rovira Beleta como esa aparición de niños, en este caso jugando y contrarrestando con esa búsqueda de la felicidad de los más mayores. También nos muestra unas escenas de pesca nocturna con todos esos pescados aun vivos que van en aumento y que van agonizando fuera del agua, una contraposición, por ejemplo, con la escena en que él le enseña esa gruta en plan turístico mientras le cuenta la historia de dos enamorados cuyas familias estaban divididas (vaga referencia a Los Tarantos).

La interpretación de Serrat como he señalado destaca (aunque está doblado), la cámara le quiere bien, se muestra expresivo, hay planos muy conseguidos como esa sonrisa cuando ve ese mural que ella le ha dibujado. Por otra parte, tememos el personaje de su novia de pueblo (Emma Cohen) que parece que tuvo algún que otro problema con el director porque le costó dirigirla y luego le recriminaba porque fue diciendo que se trataba de una mala película, más de una escena nos recuerda a la de la Polaca en El amor brujo cuando intenta huir de sus fantasmas. Trasmite maravillosamente bien su estado anímico.

Sin embargo, así como la primera parte del film es bastante notable, a raíz de cuando él decide ir a Londres, cambia el ritmo narrativo, comenzamos a ver una sucesión de planos de las calles de Londres al parecer rodadas sin permiso, ahí se nos muestra ese choque cultural y también de paso lanzar un mensaje implícito del retraso de España, muchas escenas de manifestaciones, policías con porras, movimientos pacifistas de la época inundan la película y lo mejor de esta parte será Serrat viendo pedir limosna mientras toca la guitarra o esa "participación" en el festival de la isla de Wight, según contaba el director a Carlos Benpar en su libro al subirse al escenario le tiraron de todo porque el público estaba esperando que apareciera Bob Dylan, así que tuvo que trucarlo todo en un pequeño decorado de Barcelona. Creo que esta parte, si bien es interesante a nivel documental, no tiene la misma dosificación de la anterior y le falta más profundidad argumental.

Ya en su regreso a Ibiza, vuelve a coger el tono y estilo adecuados y característicos en el director, aunque pueda ser vista como excesiva la utilización y la forma de mostrar a los hippies de manera peyorativa, enfatiza mucho la escena de José Manuel Martín disparándolos en plan "Spaguetti Western". Mejor resultan esas “travesuras” que de tanto en tanto nos va mostrando como enfocar un primer plano del puerto y luego ver que se trata de una postal o en uno de los besos que se funde luego en una monja mientras va paseando.

Creo que a pesar de las irregularidades de la película, es otra buena muestra del arte de Rovira Beleta de saber sacar provecho partiendo de un material adverso y reitero que Serrat cumplía bastante bien como actor, emotiva también es su mirada cuando recuerda a su padre muerto al volver. La película sin romper taquillas (561.348 espectadores) tuvo su público. La relación de Serrat con Rovira Beleta fue buena hasta tal punto que cuando el director publicó su libro Rescate de unos poemas olvidados (1998), el cantautor le escribió el prólogo que entre otras cosas decía: Francisco Rovira Beleta, es y se proyecta como un hombre de fe que, vivo y contradictorio, nunca se cansó de soñar y que jamás abdicó de su rebeldía. Un hombre que ha sabido guardar como oro en paño la infancia, la ilusión, la sonrisa, la alegría espontánea (…)

17/10/2024

Una chica tan decente como yo (Une belle fille comme moi, 1972)

 

El próximo 21 de octubre se cumplen ya 40 años de la muerte de François Truffaut, no estaría mal declarar la fecha como el día del cinéfilo, él que precisamente fue un crítico que se convirtió en director. Siempre tendremos a mano su libro sobre Hitchcock y su defensa de lo que él denominaba verdaderos hombres de cine tales como Renoir, Tati, Hawks, Welles en un momento en que conviene recordar que estaban siendo olvidados y subvalorados. Nunca sabremos cómo hubiese sido su cine posterior, de bien seguro que seguiría sorprendiéndonos, por suerte su filmografía completa está accesible y en cada revisión encontraremos algo nuevo.

He elegido hoy uno de esos títulos que en su momento no recibió buenas críticas ni se trata de lo mejor, hablo de Una chica tan decente como yo (Une belle file comme moi) del año 1972, dicha así parece una película de Mariano Ozores, no suele citarse e incluso sus fans más acérrimos prefieren no hablar de ella.


Dentro de su filmografía, la rueda justo después de Las dos inglesas y el amor (1971), el fracaso comercial de esta propició que se la tildara como un producto alimenticio, pero el director lo negaba. Tampoco aceptaba que se dijera que era un filme muy diferente a los suyos, si bien las formas cambiaban, el fondo ahí seguía: “Mi propósito no es de realizar un film de tesis, se trata de una enorme comedia a base de humor negro que tendría más bien un lejano parecido con Tirez sur le pianiste o bien La mariée était en noir.”

Se nos cuenta la historia de Stanislav Previne, un joven profesor de sociología que prepara una tesis sobre la criminalidad femenina. Una de las mujeres elegidas para su estudio es Camille Bliss, acusada, entre otras cosas, del asesinato de Arthur, un técnico en desratización. El profesor, armado con su grabadora y sus personales teorías que aún no ha podido confirmar, acude a la prisión. Se entrevista con la muchacha y la somete a un largo interrogatorio, en el que sale a relucir su pintoresco pasado. Conforme avanzan las conversaciones, Stanislav está cada vez más convencido de la inocencia de Camille.

Tal argumento partía de la novela Such a Gorgeous Kid Like me de Henry Farrell, autor, entre otras, de “¿Qué fue de la prima Charlotte?” base del film ¿Qué fue de Baby Jane?. Tal fue el éxito que también escribió Canción de cuna para un cadáver o ¿Qué le pasa a Helen?. La novela, por casualidad, fue leída por el director mientras viajaba en avión y en seguida quiso comprar los derechos. Él mismo se puso a escribir el guion y contó también con Jean Loup Dabadie que estaba cogiendo resonancia por sus colaboraciones con Claude Sautet. Para el papel de Camille contó con Bernardette Lafont con la que había trabajado en sus inicios en el corto de Les mistons (1957), para el papel de Stanis escogió a un entonces desconocido André Dusollier, completaban el reparto nombres como Charles Denner o Claude Brasseur.

Truffaut definía la película como una versión femenina de El pequeño salvaje o una continuación de las ansias de destruir el romanticismo iniciada con Las dos inglesas y el amor, así lo explicaba: “Trataba de destruir el romanticismo siendo muy físico, de ahí esa insistencia en la enfermedad, la fiebre, los vómitos…Aquí venia de continuar esta destrucción, es la burla del amor romántico, la afirmación de la realidad brutal, de la lucha por la vida…Es una película de una vitalidad exagerada, que yo deseaba que estuviera cercana a ciertos filmes de Billy Wilder, y me parece que cuando se lleva a término este deseo de ir hasta el fin de las cosas, la película se convierte irremediablemente en abstracta.”

Precisamente esta imprecisión es la que marca el desarrollo de la acción, se nota un ansia de querer realizar a la vez una comedia clásica hollywoodiense a partir de un diálogo entre el profesor y ella en la que se exteriorizan con exceso todas sus extravagancias. Por otra parte, asistimos a todas las constantes de su filmografía salpicadas con ese humor negro siempre presentes en él. La interpretación de Lafont está cuidada, pero le falta ese carisma de las grandes actrices de comedia de la época clásica, se intenta compensar con esa forma de ser tan grotesca y lenguaje poco refinado para la elaboración de una serie de situaciones cómicas más o menos resueltas con acierto. La película gana bastante con la aparición del actor Charles Denner en su papel de Arthur, el cual va mostrando sus obsesiones por la moralidad correcta, lo que permite ahondar más en el juego ético.

Como decía Truffaut, no era para nada una película alimenticia, aunque sí un experimento de querer trasladar sus constantes a la forma de la comedia en este caso clásica y estadounidense, tiene momentos muy logrados como la utilización de ese disco con grabaciones de coches de Fórmula 1, el particular numero de auto-stop que remite a Sucedió una noche, esa pasión por la infancia, aquí los niños juegan aun más un papel importante y maduro, el juego que hay con el banjo... Dicen las malas lenguas que a los franceses no les salen bien las comedias, la verdad es que esta no llegaría al nivel de las grandes, pero no por ello deja de ser un producto interesante, libre y desenfadado y que nos permite adentrarnos más en la forma de ser de él.

 

El reportero (Michelangelo Antonioni, 1975)

La figura del director Michelangelo Antonioni con el tiempo ha sufrido evoluciones que van desde quienes lo consideran todo un genio del sé...